Intervención de Dania Ravel, en la videoconferencia, La inclusión de las personas afromexicanas

Escrito por: INE
Tema: Comunidad afromexicana

 

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DE LA CONSEJERA DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL, DANIA PAOLA RAVEL CUEVAS, EN LA VIDEOCONFERENCIA “LA INCLUSIÓN DE LAS PERSONAS AFROMEXICANAS”, EN EL MARCO DEL PROYECTO #INE INCLUYENTE

 

Muy buenos días a todas y a todos. Agradezco mucho a todas las personas que nos siguen en esta nueva transmisión de Facebook Live y, en esta nueva edición de #INEIncluyente.

El día de hoy contamos con la presencia de la licenciada Mijane Jiménez Salinas, quien es una incansable defensora de los derechos de las y los afromexicanos, a quien agradezco muchísimo que nos acompañe.

Me gustaría iniciar haciendo referencia al contexto mundial en el que se lleva a cabo esta videoconferencia, pues desde hace varias semanas el tema del racismo, así como las problemáticas que viven las personas afrodescendientes, han cobrado mayor visibilidad entre la comunidad internacional, a partir del asesinato de George Floyd, a manos de un oficial de la policía en Minneapolis.

Este hecho desencadenó una serie de protestas que se extendieron a varias ciudades de Estados Unidos y que, incluso, trascendieron Estados Unidos y también se replicaron en otras partes del mundo, pues puso de nuevo en evidencia las estructuras sociales, políticas y económicas que sostienen y perpetúan el racismo.

Estas protestas son una forma de dar visibilidad a una lucha que lleva varios siglos, la lucha de los pueblos y comunidades afrodescendientes y de la diáspora africana, por una sociedad justa, en donde el color de piel, los rasgos físicos o el lugar de origen, no signifiquen desigualdad, discriminación o, en muchos casos, una sentencia de muerte.

Es cierto que en los medios se ha hablado de este caso en particular, pero resulta muy importante reflexionar qué es lo que ocurre en México, pues en nuestro país las cosas no son tan diferentes.

Pensemos, por ejemplo, en que tuvieron que pasar 500 años desde que desembarcaron los españoles en México y, con ellos, miles de personas provenientes de África, para que por fin se reconocieran a los pueblos y comunidades afro en la Constitución como parte integrante y fundante de la nación.

Fue el 31 de julio de 2019 que la Comisión Permanente del Congreso de la Unión aprobó una reforma al artículo 2 constitucional para reconocer a los pueblos y comunidades afromexicanas como parte esencial de la conformación pluricultural de México, así como su derecho a la libre determinación, autonomía y desarrollo e inclusión.

Esto no es un tema menor, recordemos que la UNESCO ha señalado que el lenguaje no es una creación arbitraria de la mente humana, sino un producto social e histórico que incluye en nuestra percepción de la realidad, al transmitir socialmente al ser humano las experiencias acumuladas y lo que ha trascendido en generaciones anteriores, el lenguaje condiciona nuestro pensamiento y determina nuestra visión del mundo.

Las cosas y las personas terminan siendo lo que nosotros decimos que son, o por lo menos, nosotros así lo creemos. Esto a través de lo que se nombra, que es posible construir y transformar realidades.

La reforma resultó tan importante porque nombró y reconoció la existencia de las comunidades afromexicanas.

En los últimos días hemos podido reafirmar que el silencio también puede constituir una práctica racista, pues invisibiliza a las y los otros.

Este silencio se encuentra presente en los relatos históricos de los procesos políticos y sociales de nuestro país. Pues no fue sino hasta fechas recientes que personajes como Vicente Guerrero y José María Morelos han sido reconocidos como parte de la población afromexicana.

Siendo ello una respuesta a la recuperación de la memoria histórica de las poblaciones y comunidades afrodescendientes en México.

Y aunque estos avances son valiosos e indispensables aún hay mucho trabajo por realizar en cuanto a la garantía del goce y ejercicio de los derechos humanos de las personas afromexicanas.

A no identificarles como un grupo integrante de la nación que tiene necesidades particulares se ha generado una ausencia de políticas públicas focalizadas.

Frente a esta idea Mijane Jiménez ha señalado que al no existir políticas públicas para quienes se autoadscriben como afromexicanos, las y los jóvenes que buscan apoyos institucionales para educación o de otra índole, se deben de asumir como indígenas.

Basta advertir que hasta 2015 era imposible contar con cifras oficiales acerca de aquellas personas que se reconocían como afromexicanas. La encuesta inter censal de 2015 incorporó por primera vez una pregunta entorno a la identificación de la población afrodescendiente en México.

Derivado de lo anterior, se contabilizó que 1.38 millones de personas, es decir, el 1.16 por ciento del total de la población en ese momento, se auto identificaban como afromexicanas; 705 mil eran mujeres y 677 mil hombres.

Sumado a lo anterior, casi 600 mil habitantes, más del 0.5 por ciento del total de mexicanos y mexicanas, declararon que se consideraban afrodescendientes en parte.

Éste fue un paso fundamental, ya que para el censo de este año se volvió a incluir esa pregunta, lo que nos permitirá contar con datos actualizados al respecto.

Sin embargo, habría que preguntarnos el porqué de esa tardía inclusión de las y los afromexicanos en el imaginario colectivo.

Lo que además deviene en el hecho de que en gran parte de la población ignora la presencia de los grupos y comunidades afromexicanos, pues la construcción de nuestra historia nacional se ha asentado en dos posibilidades, que seamos indígenas, o que seamos mestizos.

No pude evitar sorprenderme cuando leía un texto de (inaudible) en el que narraba que en la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos en 2017 participaron cuatro afromexicanas, siendo ésta la primera vez que en la región se enteraban que en México había gente afrodescendiente.

En el ámbito político electoral esta invisibilización también se repite, por ejemplo, en la Comisión Temporal para el Fortalecimiento de Igualdad de Género y No Discriminación del INE, realizamos un estudio inter censal sobre la cobertura que los medios de comunicación realizan en el proceso electoral 2017-2018, cuyas conclusiones demostraron que ni un sólo actor o actora política ajena a las comunidades afro mencionó a las personas afromexicanas en su discurso o plataforma.

En otras palabras, no existe un discurso, ni para incluirlas, ni para excluirlas, es simplemente como si no existieran.

Además, de que era usual que al redactar notas sobre personas indígenas se mencionara a la población afromexicana como si formaran parte de esta población indígena.

Tampoco podemos ignorar que el racismo es un problema estructural que definitivamente atraviesa todos los aspectos de la vida de las personas afro.

Recordemos que el racismo se presenta en forma de actitudes, de opiniones, creencias, perjuicios o estereotipos, comportamientos o prácticas sociales, funcionamientos institucionales excluyentes e ideologías que se basan en ideas erróneas de que algunos grupos sociales son inferiores a otros.

Que esta superioridad o inferioridad es natural, y que se expresa en el color de la piel, los rasgos de la cara, el tipo de pelo, o bien, en prácticas culturales, como hábitos alimenticios, creencias religiosas, vestimentas, bailes, música, y hasta relaciones familiares.

Y esto resulta importante, pues en el trabajo “Somos negras, existimos y resistimos”, que nuestra panelista ha realizado para Voces de Mujeres, muestra la diversidad de las características físicas de las y los afromexicanos a través de tres mujeres, quienes cuentan desde dónde asumen su identidad, la ancestralidad, el color de piel y por el territorio de origen.

Esto es por demás interesante, pues si bien, estos son aspectos en los que se basa el racismo me parece significativo que sea también a través de ellos que las comunidades afro determinan su identidad.

Nuestro deber es no perder de vista que las ideas racistas dan lugar a los actos de discriminación por los cuales a las personas afrodescendientes se les maltrata, excluye y discrimina.

Todo ello porque se ha extendido y generalizado una serie de estereotipos acerca de su origen, su condición, y su apariencia.

Aunque muchas personas se excusan en el humor o la ignorancia no podemos dejar pasar este tipo de actitudes, puesto que juegan un papel importante en el pleno desarrollo de la comunidad afromexicana.

Los estereotipos incluyen su acceso servicios y derechos, lo cual es más visible en el caso de las mujeres, debido a que asumen roles y estereotipos de género, tal como lo denuncia la Red de Mujeres Guerreras Afromexicanas.

Las mujeres afromexicanas han sido víctimas de discriminación y violencia debido a su identidad, ya que se han establecido estereotipos de género e hipersexualización de sus cuerpos.

Además, no debemos de olvidar que las desigualdades económicas y sociales van de la mano de la discriminación y racismo, ejemplo de ello son las cifras del perfil elaborado por CONAPRED, la Comisión Nacional de Derechos Humanos y el INEGI; que señalan que en los 100 municipios donde los pueblos y comunidades afrodescendientes representan al menos 10 por ciento de la población, el 15.7 por ciento de la población afromexicana es analfabeta. Esto es, casi el triple de la tasa a nivel nacional.

También se señala que casi ocho de cada 10 personas afrodescendientes estaban afiliadas al Seguro Popular y no al IMSS o al ISSSTE, cuando la proporción a nivel nacional es de cuatro de cada 10, y la proporción de personas afro que ganan más de tres salarios mínimos es la mitad que el porcentaje a nivel nacional.

Para el INE, resulta indispensable que, dentro de nuestro ámbito de atribuciones, creemos las condiciones para que la comunidad afromexicana pueda ejercer sus derechos plenamente y, en particular, sus derechos político-electorales, recordando que éstos no solamente son derechos humanos, sino que son derechos que sirven  para amplificar la voz de las personas y, con eso, asegurar la garantía de los derechos de otras comunidades.

Los derechos políticos representan una forma de empoderamiento, porque permiten que las personas puedan hacer escuchar su voz y traer a la luz las problemáticas y necesidades de sus comunidades, por eso es tan importante la inclusión de las personas afromexicanas en el ámbito político-electoral.

No dejo yo de advertir algunos paralelismos entre la lucha de las mujeres y la lucha de otros grupos en situación de vulnerabilidad, porque las tácticas de exclusión son siempre las mismas.

Primero, la invisibilización, no solamente se invisibiliza a los sujetos a los cuales se quiere discriminar, sino también incluso su propia existencia.

Luego, el conocimiento de estos grupos, a partir de prejuicios y estereotipos, entonces, un conocimiento entre comillas, y la normalización de ciertas conductas o expresiones que son altamente discriminatorias.

En fin, estoy convencida que esto debe de parar. Cada uno y una de nosotras y nosotros, debemos cuestionarnos y cuestionar a los otros, señalar los actos racistas y discriminatorios; sí los ajenos, pero también los propios y, sobre todo, escuchar.

Escuchar a quienes viven la discriminación día a día, porque son ellos y ellas las legítimas voces de sus propias experiencias, amplificar desde nuestros espacios y privilegios sus palabras, sus demandas. Organizarnos de manera conjunta y estar ahí con y para ellas y ellos.

El racismo no es algo que surgió ayer o la semana anterior, es una práctica sistemática que lleva operando siglos y de la cual también nosotros hemos sido parte, por lo que, como individuos tenemos grandes responsabilidades, lo cual no implica el colocarnos como salvadores de quienes llevan una vida de lucha, sino reconocer nuestra responsabilidad en este problema.

Me parece que aún tenemos mucho que aprender y mejorar. Creo que para poder construir una democracia y una sociedad que responda a las características de los y las mexicanas, es esencial reconocer la diversidad y la multiculturalidad y, desde las diferencias, crear condiciones que nos permitan caminar juntos y juntas.

De forma tal que no puedo concluir sin mencionar las palabras de Audre Lorde, escritora afroamericana, feminista y activista por los derechos civiles.

Ella escribe: “entre nosotros existen, a todas luces, diferencias muy reales en cuanto a la raza, la edad y el sexo, más no son esas diferencias las que nos separan, lo que nos separa es, por el contrario, nuestra negativa a reconocer las diferencias y analizar las distorsiones que derivan de darles nombres falsos, tanto a ellas como a sus efectos en la conducta y las expectativas humanas.

Debe ser objetivo permanente de cada una de nosotras, eliminar estas distorsiones de nuestra vida y, al mismo tiempo, reconocer, reclamar y desechar las diferencias que construyen la base sobre la cual se nos imponen dichas distorsiones”.

Antes de cederle el uso de la voz a nuestra panelista, leeré su reseña curricular.  Mijane Jiménez Salinas, es licenciada en Derecho por la Universidad Autónoma de Guerrero y presidenta de la asociación civil afromexicana “Mano amiga de la Costa Chica A.C.”, desde donde ejerce la defensa de los derechos de las y los afromexicanos.

Es representante afromexicana, o fue representante afromexicana durante el proceso de reconocimiento del pueblo afromexicano en 2019; inició la Red de Mujeres Jóvenes Indígenas y Afromexicanas, en Guerrero, y es integrante del Consejo Estatal y Nacional Afromexicano.

Participó como representante afromexicana para procesos de la Organización de los Estados Americanos y de las Cumbres de las Américas, durante la reunión de alto nivel para el cumplimiento del Decenio Internacional de las Personas Afrodescendientes, en San José, Costa Rica.

En 2015, obtuvo la candidatura a diputada federal por el estado de Guerrero; su propuesta principal fue el reconocimiento constitucional del pueblo afromexicano.

Sin más preámbulo, adelante, por favor, Mijane.

 

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