Intervención de Lorenzo Córdova, en la presentación del proyecto Ciudadanía Digital 2020

Escrito por: INE
Tema: Coberturas especiales


VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL, LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA PRESENTACIÓN DEL PROYECTO CIUDADANÍA DIGITAL 2020, REALIZADO EN EL MUSEO UNIVERSUM

Muy buenos días tengan todas y todos. Buenas tardes ya.

Saludo con muchísimo afecto a quienes me acompañan en esta inauguración, a mi compañera, la Consejera Dania Ravel.

A nuestros aliados estratégicos de Facebook, a Héctor y a Íñigo, muchas gracias por el acompañamiento.

Y bueno, esta lógica de generarnos contextos de exigencia recíprocos para poder concretar en, digamos, resultados, logros como el que hoy nos tiene aquí reunidos.

Por supuesto, a Miriam y Mauricio, compañeros desde los Organismos Públicos Locales Electorales y que nos han venido acompañando en la creación de estos espacios.

Y a los colegas del propio Instituto Nacional Electoral, en particular a Roberto Cardiel y a Francisco Morales de la Dirección Ejecutiva de Capacitación Electoral y Educación Cívica.

Y a nuestro delegado aquí en la Ciudad de México, a Donaciano muñoz.

Saludo también a todas y a todos quienes nos siguen desde las vías remotas, desde Aguascalientes, Chiapas, Quintana Roo, Sinaloa y, aquí abajo, a las compañeras y compañeros de la Ciudad de México.

Unos meses antes de su muerte, en 2018, Kofi Annan advirtió, al referirse al internet y a las redes sociales, como nuevos desafíos de la seguridad en las democracias, de la integridad en las democracias en el mundo que, cito: “si la tecnología nunca se queda quieta, la democracia tampoco debe hacerlo”.

En efecto, las democracias no deben ni pueden detenerse ni mantenerse al margen de la vertiginosa velocidad y de intensidad con la que las tecnologías de la comunicación han transformado la interacción social e influido en la dinámica con la que el campo político se mueve.

Al contrario, esa vitalidad, la vitalidad de las democracias se manifiesta en su capacidad de adaptación a cada nueva época, sin renunciar a los principios y los valores que le dieron origen y le siguen dando razón de ser; es decir, cómo generar las condiciones para que las personas ejerzan su derecho a tener una voz y determinar, por medios pacíficos, los cambios en el liderazgo político, en los liderazgos políticos de sus comunidades.

El evento que hoy nos convoca, el lanzamiento del proyecto “Ciudadanía Digital”, impulsado por el INE y con el acompañamiento de Facebook, responde justamente a la necesidad, pero también al interés institucional de enfrentar los desafíos que, desde hace ya varios años, nos plantean las tecnologías de la información y las comunicaciones, y en particular, las redes sociales y el internet, como espacios como los nuevos espacios primordiales de interacción social, no los únicos aunque a veces se nos olvida ¿no?, y de liberación pública. Fundamento, pues de las democracias en México y en todo el mundo.

El proyecto que presentamos hoy ha venido gestándose en meses previos, y parte del entendido de que la ciudadanía se construye a partir del reconocimiento y el ejercicio responsable de derechos, de su exigencia, pero también, del cumplimiento de una serie de compromisos sin los cuales la democracia es inexistente por parte de cada ciudadano con la comunidad política a la que pertenece.

Esta noción de ciudadanía implica en una expresión, el derecho a tener derechos y a ejercerlos democráticamente, y esto implica asumir que hay ciertas responsabilidades en la exigencia, ejercicio de los propios derechos.

Ser ciudadano supone, en consecuencia, no sólo tener voz, sino participar e incidir en la vida pública con el fin de apropiarse de ella de manera-insisto- responsable.

Esta concepción es, cabe recordarlo, uno de los ejes centrales de la Estrategia Nacional de Cultura Cívica, la ENCCÍVICA del INE, de la que el Proyecto Ciudadanía Digital 2020 forma parte y cuyo propósito es fortalecer la cultura democrática en nuestro país.

Los tiempos que corren en México y en el mundo desde hace poco más de una década han dado paso a una nueva dimensión de la ciudadanía, la que hoy ya es común llamar ciudadanía digital.

Se trata, como sabemos, de una nueva forma de entender la vinculación con una comunidad política, de participar en ella, de ejercer y reclamar derechos, y de cumplir con un conjunto de responsabilidades. Y supone, por lo tanto, todo un nuevo espectro de desafíos que es preciso identificar y comprender.

La ciudadanía digital se ha incorporado ya de lleno en la vida democrática como una forma poderosa y legitima de participar e involucrarse en los asuntos públicos, de visibilizar problemas compartidos y, eventualmente, de plantear soluciones comunes.

Pero, hay que decirlo así, también, sin medias tintas. No se da en automático.

El advenimiento de las redes sociales, hace una década, la difusión del acceso al internet, en la década pasada, llevaron a algunos ilusamente, de manera naif, podríamos decir hoy, a asumir que la democracia, tal como la habíamos venido conociendo, la democracia representativa tendría que dar paso a la E-Democracy.

Una ciudadanía digital, una democracia digital en donde cada quien desde un dispositivo móvil podría, eventualmente, se decía, hacer a menos de esos cuerpos intermedios indispensables, hasta ahora, y todavía por mucho tiempo, digo yo; que son los partidos políticos, para que la democracia funcione, incluso las instancias de representación.

El sueño de cada quien desde su smartphone interviniendo permanentemente en las decisiones colectivas. Hoy sabemos que no necesariamente es algo que ocurre en automático.

Me gusta siempre poner el ejemplo de los países de la Primavera Árabe como un ejemplo de la potencialidad y la capacidad, digámoslo así, que las redes sociales tienen hoy para incidir en los asuntos públicos.

Sí, en efecto, todos los países de la Primavera Árabe, uno tras otro, las autocracias del norte de África fueron cayendo como fichas de dominó, entre otras cosas, gracias a la capacidad que las redes sociales permitían para que la ciudadanía pudiera reunirse, manifestarse, burlando incluso los férreos controles de los sistemas autocráticos de esos países.

Y, sin embargo, hoy, después de casi una década prácticamente ninguno de los países de la Primavera Árabe es una democracia, salvo Túnez que está concentrando los esfuerzos internacionales para poder lograr generar un efecto de demostración en la región, las autocracias que cayeron con la Primavera Árabe no se han convertido en regímenes democráticos, a pesar de que las redes están ahí.

Es decir, las redes han transformado al mundo, representan un desafío para la propia democracia. Hay dos maneras fundamentales de enfrentar esa nueva realidad, o volteando a otro lado, o bien bajando el swich, pero eso es propio de las autocracias, o apropiándose del medio digital y encausándolo con los valores y principios de los propios sistemas democráticos.

Ejercer ciudadanía no solo supone ir a votar, implica hacerlo, ya lo decía Dania hace un momento, de manera informada y responsable. Del mismo modo, la ciudadanía en su dimensión digital no se agota en el activismo en redes, también implica cumplir con la responsabilidad de construir colectivamente un espacio para debatir y hacer política democrática en los entornos digitales.

E insisto el punto, significa la responsabilidad de construir colectivamente esos espacios.

Es decir, como la democracia también aquí es una responsabilidad colectiva, y el resultado es justamente la consecuencia de que todos y cada uno de nosotros, quienes participamos en un contexto democrático aportemos nuestro granito de arena.

Esta forma de entender la ciudadanía digital pasa por lo que algunos llaman alfabetismo digital. Es decir, el desarrollo de una serie de habilidades básicas necesarias para actuar de forma innovadora y productiva, pero también ética y responsablemente en los entornos digitales.

El proyecto de ciudadanía digital tiene precisamente ese anhelo, fomentar el pensamiento crítico sobre la información que consumimos en Internet, no es nada más levantarnos y ver lo que dicen las redes, para fomentar el ejercicio de una cultura democrática que contribuya a una participación colaborativa de la ciudadanía y de las autoridades en la solución de los problemas públicos.

Y paso por el punto. Ser un ciudadano comprometido democráticamente significa no solamente ser un consumidor y un reproductor de lo que pasa en las redes sociales, significa ser un consumidor y un constructor crítico de la información y del debate público que pasa por las redes sociales. Y eso implica ser también un usuario responsable de las mismas, comprometido democráticamente en el uso de las mismas.

El fin último de este curso es promover que la ciudadanía participe con pensamiento crítico y habilidades digitales básicas en asuntos de interés colectivo, construyendo con otros y co-creando con las autoridades un espacio público digital en el que se puedan debatir los problemas del país y sus posibles soluciones.

La idea es que logremos reducir al mínimo los efectos nocivos de la desinformación, las noticias falsas, el discurso de odio, y las cámaras de eco, por sólo mencionar algunos de los fenómenos tóxicos de la vida en la red.

Con una nota al pie, no son fenómenos propios de las redes, la mentira, como me gusta decir, ha acompañado a la política desde sus orígenes. El problema, y la diferencia con lo que pasaba con los demagogos de Platón, o con los propagandistas de principios del siglo pasado, es que hoy las redes potencializan todos estos efectos que pueden llegar a ser, en consecuencia, disruptivos para la recreación democrática.

Si algo ha dejado claro la historia de los pasados 15 años sobre la interacción entre el espacio digital y la democracia es que las redes cumplen solo, en el mejor de los casos, con uno de los múltiples requisitos que requiere una discusión democrática, desde la antigüedad hasta nuestros días.

Es decir, potencializan la inclusión, la incorporación de una enorme cantidad de personas en dicha discusión.

En efecto, las redes sociales facilitan el acceso y la participación en la discusión pública, la hacen algo más horizontal, pero para que sea democrática, no basta con que la deliberación pública sea incluyente requiere, además, al menos otros dos componentes. Para ser auténticamente democrática, la deliberación pública debe también partir de una base mínima de entendimiento e información entre sus participantes, que todos hablemos un mismo lenguaje.

Si yo pongo una opinión y enfrente me mientan la madre, pues digámoslo así, la comunicación no está resultando, es simple y sencillamente el choque de dos visiones distintas que no tiene ninguna consecuencia en clave democrática, por un lado, pero también debe tener una dosis mínima de responsabilidad por parte de quienes intervienen en la discusión pública, por el otro lado.

Es decir, cada quien tiene que ser responsable de sus dichos, de sus actos, de sus afirmaciones en un entorno, hoy, todavía caracterizado por el anonimato y por el diluimiento, en consecuencia, de esa responsabilidad.

Las redes sociales no materializan, no facilitan del todo la materialización de estas condiciones y es ahí en donde están los desafíos hacia el futuro.

Acciones como la que impulsamos hoy, van encaminadas precisamente en esa dirección: cómo fomentar entre la ciudadanía la comprensión sobre qué se requiere para que una deliberación democrática, basada en información y responsabilidad por parte de sus participantes, sea la base de la discusión en el ámbito digital.

La continuidad de nuestra democracia dependerá, entre otros aspectos fundamentales, del pensamiento crítico de la ciudadanía y del electorado. Ninguna regulación, ni la más amplia o la más completa, podrá eliminar por completo las fuerzas e intereses irruptores que habitan la escena política en el mundo digital, por eso en México hemos hecho una apuesta que es radicalmente distinta a la que ha ocurrido en otros lados del mundo.

En Francia, por ejemplo, se enfrentó el fenómeno de la desinformación, de las fake news, de la información distorsionada en las redes sociales, durante las campañas electorales, apostando a la criminalización de quien construía la noticia falsa, de quien la distribuía o, eventualmente, de las plataformas en donde la misma se dispersaba.

Y es una apuesta, al menos así lo asumimos desde México, errónea. En primer lugar, porque no toma en cuenta lo mucho de inasible que tiene el mundo digital y, en segundo lugar, porque apuesta a una lógica en la que invariablemente las autoridades se van a tener que colocar y definirse respecto de esa línea tenue y peligrosa que puede, eventualmente, implicar un retroceso democrático; la tenue línea que mide o que media entre la libertad de expresión y la censura.

En México apostamos por una lógica distinta, el combate a la desinformación, con información, por un lado, oportuna, cierta, asertiva, como lo decía la Consejera Ravel, pero también la construcción de una ciudadanía digital.

En el mundo del futuro, en la democracia del futuro, no hay mejor garante en contra del efecto pernicioso, disruptivo, erosionador de las noticias falsas en el ámbito digital, en los contextos democráticos, que un ciudadano que se convierta en un ciudadano responsable y que, por ende, verifique, autentique y, eventualmente, conscientemente replique y no en automático, la información que llega a sus manos; es decir, una vez más las y los ciudadanos son quienes van a salvar a la democracia frente al desafío que la tecnología nos pone enfrente.

Estas herramientas, las que se desarrollarán, se comenzarán a construir colectivamente en este curso, como lo verán quienes participen en el mismo, parte de una premisa o de una norma elemental: no crean todo lo que, en el internet y las redes sociales, revisen las fuentes antes de compartir y hagan el esfuerzo por conocer y comprender opiniones distintas de las suyas.  Y, por cierto, si se puede diferenciar lo que es una opinión de una información, de una noticia.

Si podemos cambiar el mundo por medio de la democracia, un voto y un debate a la vez, quizá podamos mejorar la calidad de la interacción en la red mundial y en las redes sociales, en la relación que tienen las redes sociales con nuestra democracia.

Como dijo alguna vez Tim Berners-Lee, el inventor de la red mundial, la world wide web, cada uno afecta al mundo con la búsqueda de la información que hacemos. Sigamos, pues, haciendo búsquedas, compartiendo información, manifestando nuestras opiniones, pero hagámoslo de forma responsable, crítica, más inteligente y, por lo tanto, más democrática.

Muchísimas gracias.

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