Muy buenos días tengan todas y todos ustedes, es un placer estar esta mañana aquí en el arranque de estos foros, que a su vez, son la antesala de los diálogos ciudadanos que en el marco de la ENCCÍVICA se llevarán a cabo en esta ciudad en las semanas y meses siguientes.
Es un honor, de veras, estar aquí, agradezco muchísimo la invitación.
Señor Presidente, señoras y señores consejeros.
Señor Secretario
Señoras y señores Magistrados.
Marco, Donaciano. Muchísimas gracias por permitirme hacer uso de la palabra en este espacio.
Quiero comenzar brevemente señalando, relatando cómo es que desde el Instituto Nacional Electoral, el año pasado, cobró sentido el cambiar la lógica de las estrategias de educación cívica que, a lo largo de más de una década y media, el Instituto, entonces Federal Electoral, había venido planeando para dar paso a una estrategia novedosa, en muchos sentidos, en su alcance, en su concepción, en sus pretensiones, y por supuesto, en la lógica de articulación de los programas, proyectos específicos que en el marco de esta estrategia han ya comenzado a desarrollarse.
No podemos, me parece, entender la ENCCÍVICA, como lo hace el mismo texto, sin hacer un diagnóstico del estado, no sólo de la cultura cívica, sino también, de los humores públicos y de los humores con lo público y con lo político que privan en la sociedad mexicana.
Y creo que tampoco hoy, en estos días, necesitamos una referencia de documentos analíticos, a estudios de opinión pública, basta ver el ambiente, basta ver lo crispado del ambiente, basta ver el enojo como palabra de orden de la convivencia social y de la vida pública, de la opinión respecto de la vida pública para poder entender que literalmente tenemos un problema estructural que atender.
Pero permítanme, más allá, insisto, de este dato objetivo y palpable para cualquier persona, hacer referencia a algunos elementos, algunos datos, eso sí, producto de un análisis mucho más serio, mucho más objetivo que no la meramente esa subjetividad de respirar el ambiente que hoy estamos respirando para poder entender las preocupaciones de la ENCCÍVICA, que no son preocupaciones de hoy, no son preocupaciones de este mes, no son preocupaciones del tipo de debate, del tipo de desasosiego que estamos respirando desde el 4 de junio a la fecha, sino que tiene raíces mucho más profundad y que explican, entre otras cosas, lo que hoy está ocurriendo.
Sabemos desde hace mucho tiempo, distintos estudios de opinión pública, los estudios de la cultura de la legalidad que ha realizado la UNAM, de cultura, de la Constitución, los distintos estudios de cultura política que en México se han realizado, los estudios de Latinobarómetro que revelan cómo existe un creciente descontento con la democracia en América Latina, pero en México de manera particular, revelando, por cierto, una enorme paradoja porque creo que ningún país, y creo que, no sé, nadie podría desmentirlo, ningún país en las últimas tres décadas han hecho una inversión tan importante en la construcción de un sistema democrático con todas las precariedades y faltantes que se quiera, todavía tenemos hoy, pero paradójicamente, y de acuerdo con Latinobarómetro 2015, somos el país en el que menos satisfacción con la democracia hay en el continente. Esto es una paradoja, insisto, que muchos estudios de esta naturaleza han revelado.
Y estos mismos estudios también plantean cómo la confianza en los púbico, la confianza en las instituciones, que también, por cierto, refleja un humor y un fenómeno mundial, pero en el caso mexicano, ha alcanzado niveles nunca antes vistos a la baja y eso es preocupante per sé.
Sin embargo, un estudio que realizó el Instituto Nacional Electoral en colaboración con una serie de instituciones académicas liderados por El Colegio de México, el Informe País que presentamos en 2013-2014, da cuenta de un elemento que está en el sustrato de este malestar y de este mal humor público, de esta desconfianza hacia lo público. Y es que esa desconfianza no se limita solamente hacia las instituciones del Estado, sino que tiene raíces mucho más profundas y expresiones mucho más peligrosas.
Resumo, ese estudio, que es un estudio, que por supuesto está a la consulta pública en línea en la página del Instituto Nacional Electoral, pero lo resumo con un sólo dato, probablemente el más preocupante y el más emblemático del Informe País, a qué me refiero. Según este estudio, el 72 por ciento de las y los mexicanos sostienen que no se puede confiar en prácticamente nadie fuera del círculo familiar, y no estoy hablando de los funcionarios públicos, no estoy hablando de los actores políticos, no estoy hablando de las instituciones públicas; México es un país no solamente que discrimina, no solamente que padece una desigualdad ominosa que cruza todos los ámbitos de la vida pública y de la vida social, sino además, es un país en el que los ciudadanos no confiamos en nuestros vecinos y ese es un sustrato preocupante, porque la paradoja-otra paradoja- es que en los últimos 25 años ha habido una serie de proyectos empujados desde el ámbito de las instituciones electorales, y no sólo proyectos, creo exitosos per sé, en materia de educación cívica, pero que, por cierto, acompañaron ese proceso de degradación de la confianza del que el Informe País da cuenta.
Es decir, sin darnos cuenta, porque estos datos no son datos que se dieron de la noche a la mañana, evidentemente, son el producto de una erosión paulatina que por lo menos, por lo menos tiene una década. Bueno, pues esto ocurrió justamente a la par de que proyectos de educación cívica se llevaban a cabo, a la par de que el proceso democratizador transformaba radicalmente el país, y aquí permítanme hacer un alto para poder con preocupación manifestar esto que en el humor público, en la opinión pública, en la opinión publicada corre como un reguero de pólvora de irracionalidad sosteniendo, a la luz del malestar, justificado sin lugar a dudas, que hoy se vive en el país, que se sostiene con muchísima facilidad, que hay un retroceso a la prehistoria o que en México no ha cambiado nada.
En 30 años este país se ha transformado radicalmente, es más, lo que hoy estamos viendo como parte de la disputa poselectoral no es otra cosa sino el resultado de las profundas transformaciones que ha tenido el país.
Hace 30 años era un país monocolor, hace 30 años todo mundo sabía con anticipación cuáles iban a ser los resultados electorales, hace 30 años no había un sólo senador de oposición, hace 30 años había mayorías blindadas en todos los congresos locales y el federal, hace 30 años una sola fuerza política podía cambiar la constitución sin consultar ni siquiera dialogar con los de enfrente.
Hoy tenemos un país cruzado por la pluralidad, hoy tenemos un sistema de partidos competitivo frente al sistema de partido hegemónico que hace 30 años prevalecía en el país.
Justamente lo que vimos hace unas semanas, ese resultado de esa competitividad, todos los partidos políticos tienen ingentes cantidades de dinero que les permiten competir con un piso de equidad básico en cada contienda electoral.
Todos los partidos políticos tienen un acceso generoso a los medios de comunicación en condiciones de equidad que les permite difundir ante la ciudadanía sus ideas y sus discursos, y planteamientos.
Este país radicalmente distinto, y quien diga lo contrario, perdón que lo diga, sé el malestar, comparto ese malestar, simple y sencillamente está partiendo de sensaciones y no de la objetividad que debería llevar. Reflexionar en momentos tan críticos del país.
¿Este país tiene problemas? Sí, graves, estructurales. Que son la fuente del malestar que hoy está expresándose en el debate post electoral, pero que no es producto de las elecciones.
Éste es un país con una pobreza que no ha logrado combatirse y que es el resultado no de las elecciones, sino de políticas públicas equivocadas. Este país tiene una desigualdad ominosa que nos coloca en los peores niveles del continente, que de por sí es el continente más desigual en el mundo.
Este país tiene una corrupción que ofende, y que por cierto, apenas hoy 27 años después de que iniciamos la transformación por la vía electoral está empezando a configurarse en un novedoso, y ojalá, exitoso, ojalá, sistema nacional anticorrupción.
27 años después este país adolece de una impunidad gravísima que alimenta la corrupción y que hace de nuestro Estado de Derecho una quimera. Es un Estado de legalidad absolutamente débil, precario, y en muchos sentidos hasta inexistente.
La inseguridad afecta la convivencia ciudadana, y tenemos una precaria cultura política.
Ese es el contexto en el que la ENCCÍVICA se pensó.
Y la ENCCÍVICA se pensó justamente como una manera de romper lo que habíamos venido haciendo, retomando, recogiendo lo que se había hecho bien, pero potenciando en una visión completamente distinta.
Los problemas que hoy tenemos, el problema de cultura cívica que florece, de cultura, de precaria o de incultura cívica si se quiere, que florece y que se fundamenta en las raíces de la desconfianza. De la dilagante, grave y peligrosa desconfianza sólo puede resolverse si miramos lejos.
La ENCCÍVICA se ha planteado como un proyecto que abarcará toda la actual administración del propio Instituto Nacional Electoral, no quisimos ir más allá, aunque la lógica de la ENCCÍVICA es una lógica que se proyecta como un planteamiento generacional.
No vamos a resolver el problema de la desconfianza de la noche a la mañana. No lo vamos a resolver ni siquiera de aquí a 2023, que es la fecha hasta donde la ENCCÍVICA se plantea, y una fecha, por cierto, que no implica que la ENCCÍVICA se quedará necesariamente tal como está.
La misma ENCCÍVICA supone que cada año tendremos que hacer un balance a partir de indicadores, que están construyéndose, para poder definir si la ruta es esa, o si hay eventualmente que reorientar la dirección de la misma estrategia.
Pero el problema de cultura cívica está planteándose desde la misma ENCCÍVICA como algo que podemos enfrentar solamente si vemos lejos, en el entendido de que los largos plazos están llenos de cortos y medianos plazos, de proyectos específicos, pero que necesitan un paraguas ordenador, que necesitan una estrategia de largo aliento. Por eso la ENCCÍVICA a diferencia de lo que había venido ocurriendo se plantea desde un enfoque de política pública.
Es imposible que ese problema de cultura cívica, de desconfianza se resuelva solamente a partir de la actuación de las autoridades electorales. No hablo sólo de la autoridad nacional, hablo incluso de las autoridades locales, o esto se convierte en una política pública, y eso supone el resultado inevitablemente de un diálogo incluyente, amplio, entre autoridades electorales, instituciones de gobierno, federal y local, universidades, organizaciones de la sociedad civil, medios de comunicación, para delinear los grandes ejes sobre los que queremos avanzar.
Y a partir de lo cual, del cual se cuelguen, o el cual se cuelguen y se articulen, ahí sí, múltiples proyectos, preferentemente desarrollados a partir de redes institucionales y ciudadanas.
Esa es la lógica dela ENCCÍVICA, y esta lógica pretende aterrizarse a partir de tres grandes pilares. Tres grandes fundamentos: verdad; entendiendo por verdad la franqueza que requiere el diálogo democrático en todos los niveles, y no estoy hablando solamente del diálogo en las instancias de decisión política, en los congresos.
No estoy hablando solamente del diálogo interinstitucional, estoy hablando del diálogo público, el diálogo en el sentido más originario y puro del término; el diálogo aquel que nos hereda la Grecia clásica, el diálogo este, el diálogo en las sedes universitarias, el diálogo en las tribunas periodísticas. Un diálogo franco pero un diálogo informado, lo que no estamos viendo justamente ahora.
Un diálogo lo más objetivo posible, un diálogo que no sea solamente el contraste de emociones. Bienvenido el contraste de emociones y de sensaciones, pero lo que la democracia necesita es un diálogo fundado en datos, en la objetividad más allá dela franqueza que la interlocución supone.
Dialogo, como segundo gran eje, pero que necesita ese punto de franqueza y de información en donde los medios de comunicación, que son los generadores, las redes sociales, que son los generadores principales de información, generen ese sustrato para que el diálogo se lleve a cabo, y exigencia.
Porque no basta informarse, no basta dialogar, tener interlocución con otros. Dialogar en cualquier espacio sobre los asuntos políticos, desde la familia hasta el Congreso, sino que se requiere también dar un paso más allá.
La ENCCÍVICA no piensa en ciudadanos que cumplan solamente con su deber de acudir a las urnas y decidir con su voto la distribución del poder político. La ENCCÍVICA ve en un ciudadano, piensa en un ciudadano que después de cumplir con su obligación de votar sigue interesado en lo público, sigue informándose de las decisiones que se dan en el parlamento, en los tribunales, en los órganos electorales, en los gobiernos. Interactúa y exige.
Nuestra sociedad es una sociedad tolerante frente a muchos fenómenos respecto de los que deberíamos ser absolutamente intolerantes; por ejemplo, la discriminación.
La tolerancia frente a la discriminación es algo inaceptable en un contexto democrático, es algo inaceptable en un ciudadano democrático, y estas es una sociedad profundamente discriminadora, en donde la discriminación se ha colocado como parte del paisaje ordinario, como algo de la parte de la normalidad de nuestra vida social.
La violencia. La violencia en muchos lados se ve como parte de la vida cotidiana y hemos perdido nuestra capacidad de indignación como ciudadanos democráticos frente a la violencia, que es contradictoria y refractaria de la vida democrática, de la convivencia democrática.
Ciudadanos que exijan y eso implica multiplicar los espacios de un todavía muy precario asociacionismo, claro que hay organizaciones de la sociedad civil que tienen cada vez un peso mayor, pero son todavía muy pocas.
Hace algunos años, leía en El País, el diario español, que en España había un registro, que en el registro de asociaciones se tenían registradas cerca de 10 mil asociaciones de defensa de los derechos de los consumidores. Y son asociaciones que, aunque constituidas para un fin específico, constituyen ese espacio a través del cual los ciudadanos interactuando hacen política en el mejor de los sentidos, en el sentido democrático, cada vez que se discute una ley de ingresos, nacional o autonómica en España, esas asociaciones tienen un rol fundamental de interacción con las instancias de decisión política.
En México, según el registro de asociaciones de la Secretaría de Relaciones Exteriores, solamente hay 10 asociaciones de defensa de los derechos del consumidor en todo el País. Tenemos un precario asociacionismo y eso es, multiplicar esos espacios es justamente la posibilidad de permitir que el tercer eje de la, el tercer pilar de la Estrategia Nacional de Cultura Cívica, el de la Exigencia, se concrete.
Somos una sociedad muy poco exigente; exigente entre nosotros, exigentes con nosotros, exigentes con las autoridades, exigentes con los medios de comunicación, exigentes con quienes forma la opinión pública, exigentes con la opinión publicada; somos demasiado tolerantes, demasiado indolentes y no somos una sociedad que exige como debe ser una sociedad en una democracia.
Estos son los propósitos en términos generales de la ENCCÍVICA, y lo que hemos estado tratando de hacer ahora, ha sido, a partir de la alianza, la primera la más inmediata, la natural, que tiene el Instituto Nacional Electoral como órgano rector del Sistema Nacional de Elecciones, que son los órganos electorales de los estados, detonar esta primera etapa de la ENCCÍVICA, a partir de la formulación, de la organización de diálogos ciudadanos, de espacios de diálogo ciudadano.
En algunos estados han ya arrancado, y el propósito es que a lo largo de este mes, a lo largo del mes que viene, a lo largo del mes de agosto, a lo largo y ancho del país, se estén realizando alrededor de 600 mesas de diálogo, teniendo como base la organización territorial del Instituto Nacional Electoral y como principales aliado, como coautores de estos diálogos a los Organismos Públicos Locales Electorales, y apartar de ahí, la alianza y suma de otras instituciones como las que hoy nos acompañan en esta presentación, en este arranque, digamos, de este foro, que es a su vez el arranque de los diálogos ciudadanos.
El propósito es un propósito muy ambicioso pero no lo podemos dejar para después, y déjenme decirlo así, que bueno que la coyuntura nos está haciendo, no sólo tener este foro, sino comenzar estos esfuerzos de la ENCCÍVICA, comenzar los diálogos ciudadanos de cara a la que será la elección más importante de nuestra historia por el tamaño, y por la carga política que tiene, que está en juego.
Nunca como en la elección del primero de julio de 2018, tantos cargos de elección popular estarán en disputa en las urnas, como el próximo año.
Este es un momento muy delicado de la vida del país, es un momento en el que, con razón, existe un enojo dilagante, como decía; pero es el momento en el que no podemos permitirnos perder el país, y perder, en muchos sentidos todavía, precaria democracia que tenemos.
Veo con preocupación que no estamos muy lejos, y no estamos ayudándonos, la discusión desinformada, la discusión mal humorada, la discusión fundada más en sensaciones y percepciones que en datos, es justamente lo que tenemos que tratar de revertir, por eso no creo que sea un mal contexto para que hoy estemos hablando, no de las elecciones; sobre eso hay que hablar, sobre eso hay que discutir, sobre eso necesitamos información, que estamos en estos días generando en el Instituto Nacional Electoral, para tratar de, en medio de las emociones, tratar de propiciar un debate informado.
Por eso es un buen momento para arrancar, a través de los diálogos ciudadanos y foros como este, una discusión incluyente y amplia de la ENCCÍVICA, porque, y con esto concluyo, de lo que se trata es justamente, incluso de cambiarnos el Chip de lo que habíamos venido haciendo.
No sé si se habían percatado, pero no estamos en la presentación de una Estrategia de Educación Cívica más, estamos en la presentación de una Estrategia de Cultura Cívica, y hasta en eso hemos querido cambiarle la aproximación; la idea de la educación evoca algo que cae de lo alto, algo que se enseña a quien está o ávido o necesitado de aprender.
La cultura, por el contrario, es algo que se construye desde abajo y que se construye con una lógica incluyente, por eso estamos en el contexto de una estrategia de cultura y no de educación cívica.
Por eso es importante que en este momento, evocando esa lógica de construcción desde abajo, de un discurso y de una nueva manera de interrelacionarnos y de recrear, en consecuencia la democracia, por eso es pertinente que en este contextos, en este mismo contexto de desasosiego, de enojo, de desinformación, de post verdad, dirían algunos, comencemos todos a hacernos cargo del rol que nos toca.
Y eso no nada más es un deslinde de responsabilidades, las autoridades electorales haremos lo que nos toca, pero la construcción de la democracia implica una responsabilidad colectiva, y si no hacemos todos nuestro trabajo, ciudadanos, comunicadores, medios de comunicación, órganos de gobierno federales y locales, partidos políticos, y por supuesto, autoridades electorales, nuestro trabajo.
Si no cumplimos con nuestra responsabilidad, difícilmente lograremos salir de bache en el que hoy lamentablemente se encuentra nuestra democracia teniendo todavía tanto por hacer.
Muchas gracias.
Versión Estenográfica “Diálogos para una capital Cívica”, realizado en el centro de exposiciones y congreso de la unam
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