Versión estenográfica de la Conferencia Magistral Estacional de Invierno 2022, impartida por el Doctor Juan Villoro

Escrito por: INE
Tema: Conferencia Estacional

Presentadora: El Instituto Nacional Electoral da la más cordial bienvenida a todas las personas a la Conferencia Magistral Estacional de Invierno “Democracia y Literatura”, la cual forma parte del Ciclo de las Conferencias Magistrales Estacionales 2022.

Agradecemos la participación del doctor Ciro Murayama Rendón, Consejero Electoral del Instituto Nacional Electoral.

Del doctor Juan Villoro, conferencista.

Y del licenciado Edmundo Jacobo Molina, Secretario Ejecutivo del Instituto Nacional Electoral.

Agradecemos la presencia del alumnado de la Universidad Intercontinental y de la Universidad del Pedregal.

Gracias también a quienes siguen la transmisión en vivo a través de redes sociales y página web del INE.

Para dar inicio, damos la palabra al licenciado Edmundo Jacobo Molina, Secretario Ejecutivo del Instituto Nacional Electoral.

Secretario Ejecutivo del INE, Edmundo Jacobo Molina: Muchas gracias.

Muy buenas tardes tengan todas y todos ustedes.

Le doy la más cordial bienvenida a Juan Villoro al Instituto Nacional Electoral, a esta casa de todos, tu casa también, para impartir la Conferencia Estacional de Invierno 2022 “Democracia y Literatura”.

Tengo el honor de moderar esta conferencia y como tal hacer la presentación de nuestro invitado.

Adelanto que es un privilegio y corro el riesgo de ser incompleto y parcial, dada la bastedad de su obra y el aprecio que tengo por la misma.

Juan Villoro es sociólogo por la Universidad Autónoma Metropolitana, y su tesis de licenciatura tuvo por título, muy de la época, El reino olvidado sobre el concepto de enajenación en Marx.

Cronista, autor de cuentos, novelista, dramaturgo, periodista, comentarista para radio y televisión, Juan Villoro ha incursionado en casi todos los campos de la literatura.

Algunas distinciones que le honran y honran a quienes se las otorgaron, son, por ejemplo, ser miembro del Colegio Nacional; Premio Javier Villaurrutia por el libro de cuentos La casa pierde; Premio Mazatlán de Literatura por el libro de ensayos Efectos personales; Premio Herralde por la novela El testigo.

Además, recibió el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez de la FIL Guadalajara; fue ganador del Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo 2022.

Cronista infatigable sobre la Ciudad de México, pero también lo ha sido del futbol; su libro de crónicas de futbol Dios es redondo recibió el Premio Internacional de Periodismo Manuel Vázquez Montalbán.

Seguidor del equipo Necaxa, se le atribuye la frase “el Necaxa es como la literatura para las minorías ilustradas”.

Comparte el gusto de Necaxa con el primer Presidente del IFE, por cierto, con José Woldenberg, y también, por otro Presidente del IFE, Leonardo Valdés. Creo que los tres encontraron solos un lado de la tribuna de los estadios antes de que huyera el Necaxa a Aguascalientes. Algún día regresará a estas tierras.

Nada mejor que recordar en esta casa que Juan Villoro escribió el prólogo Presentación de la memoria gráfica de las Elecciones Presidenciales del año 2000. Aquí tengo un ejemplar de aquella memoria gráfica, donde se da cuenta, justo como lo dice el título, a través de múltiples escenas de aquella histórica Elección del 2000, de cómo fue que se desarrolló aquel proceso electoral y la Jornada Electoral en particular, dando la transición democráticas en el país en aquel año.

En ese bello texto, Juan Villoro desarrolla sus cualidades de testigo implicado para narrar cómo el órgano electoral garantizó que los votos contaran y fueran contados; explica cómo la autoridad electoral tuvo que pavimentar la senda de la confianza, hoy tan severamente cuestionada desde la Presidencia de la República, que pretende despojar a este órgano electoral del andamiaje institucional que genera la confianza para todos los actores políticos y la ciudadanía.

Permítanme citarlo en extenso a Juan Villoro en este texto, dice:

“Para que las mujeres y los hombres de vulgar marcado creyéramos en los comicios, el IFE desplegó una logística que las mentes bélicas podrían comparar con el desembarco en Normandía, y las pacíficas con el alunizaje del Apolo.

El 26 de mayo de 2000, un convoy de camiones partió de Chihuahua, donde se fabrica el papel de seguridad para casi 200 millones de boletas, hasta llegar al Distrito Federal el 11 de junio.

Los comicios transportaban objetos de papelería rigurosamente vigilados por el ejército; la desconfianza atávica se resiste a ser erradicada, y el IFE tuvo que inventar dispositivos de seguridad para 345 mil 513 urnas y dos millones 303 mil 20 crayones llegaran a los sitios adecuados”. Hasta aquí la cita.

Por cierto, a lo largo de esto 23 años los números se han multiplicado al igual que los procedimientos. En aquel entonces, si la memoria no me falla, hablábamos de un Padrón Electoral de 63 millones, hoy acudiremos a las elecciones del próximo año con cerca de 95 millones de ciudadanas y ciudadanos registrados en el Padrón Electoral.

En ese texto, Juan también nos acerca al conocimiento de la infatigable labor que realizaron los Capacitadores Electorales del IFE, que es similar a las que se realizan hoy los del INE, aunque lamentablemente hoy se realicen en contextos de mayor polarización e inseguridad.

Evoco ese texto de Juan Villoro, miro a través de su mirada, para que casi 23 años después de esa elección entendamos y defendamos su trascendente significado, dice:

“¿Cómo empezó la gesta?, ¿qué escena a destacar como arranque del heroísmo anónimo de todos?”

Y se contesta:

“En una fotografía, un solitario capacitador del IFE se dirige hacia un páramo en el que se alza un árbol de frondas suaves, parece caminar sin rumbo hacia un paraje abandonado por los hombres. ¿A quién pretende instruir en esa tierra yerma?, ¿Qué propósito descomunal lo anima en su peregrinaje imperturbable, sin otra compañía que el descampado?, el capacitador avanza”.

Y concluye:

“Esta imagen resume el trabajo pionero que supuso construir la democracia mexicana”.

Me he permitido leer aquí a Juan Villoro, ya que encuentro en estos párrafos, como en muchos otros pasajes de sus obras, el aporte desde la literatura a la comprensión y recreación de la vida social, sin que la literatura y el arte en general se agote en ello.

No hace mucho tiempo, se deliberaba si las bellas artes, incluso la ciencia, tenían un valor en sí misma, en función de su contribución a la transformación del mundo, creo que se trataba de un falso debate.

La relación entre estos dos temas, tal vez no parezca tan evidente, sin embargo para citar a Vargas Llosa en su discurso al ingresar a la academia francesa el pasado 9 de febrero dice “la novela salvará a la democracia o desaparecerá con ella” continua Vargas Llosa  “nada se ha inventado hasta ahora, como la novela para mantener vivo el sueño de una sociedad mejor, ésta en la que vivimos, en la que todos hallarían suficientes materiales para su felicidad, palabra que parece locura irreal en estos tiempos que sin embargo alimento por siglos en anhelo de millones de seres humanos” hasta aquí Vargas Llosa.

El tema, se recrea una y otra vez aunque los términos o las metáforas puedan variar, pero ponen en evidencia una relación indubitable entre la literatura y la vida pública, eso es lo obvio, lo que no es tanto, es el tipo, las características y los propósitos de esa relación.

Cierro. La relación de Juan Villoro con los asuntos públicos ha estado presente a lo largo de su vida, a un montón último de muestra, apoyó activamente la candidatura independiente de la primera mujer indígena a la presidencia de la República en 2018, María de Jesús Patricio Martínez.

A Juan, se le atribuye también una aguda frase “pasamos de la dictadura perfecta a la caricatura perfecta”

Tiene la palabra, Juan Villoro, Juan por favor.

Juan Villoro: Muchas gracias, saludos a todas y todos, me da muchísimo gusto estar aquí con ustedes acompañado por Edmundo, por Ciro, en presencia del Consejero Presidente, qué gusto verlos a todos.

Voy a recordar en un texto que escribí, que espero no sea demasiado largo para ustedes; por un lado mis lecturas como autor, puesto que el tema que me compete el día de hoy es el de la literatura, de qué manera mi oficio ha tenido que ver con la democracia.

Y por otro lado, voy a tratar también de involucrar algunas de las experiencias que yo he tenido como testigo y que ya amablemente mencionaba Edmundo.

Esta es la tercera ocasión en la que estoy en esta institución, la primera de ella, fue para celebrar su trabajo en un momento complejo 1997 cuando el Consejero Presidente era José Woldenberg y, en aquel momento había un clima de relativa desconfianza hacia los trabajos del entonces Instituto Federal Electoral.

Muchos decían, se trata de una simulación, es simple y sencillamente darle atole con el dedo a la gente para que vuelvan a ganar las elecciones quienes siempre las han ganado.

Entonces, en ese momento decidimos nosotros, antes de la elección para Jefe de Gobierno, la primera que hubo en esta ciudad, el periódico La Jornada donde yo trabaja, entrevistar a José Woldenberg, esto era a contra pelo de muchas de las personas que yo conocía y que formaban parte incluso de la tendencia política en la que yo me encontraba que era la de la izquierda mexicana.

Entonces, lo comento porque ese momento pionero valía la pena de ser defendido y algo diré de él en el texto.

La segunda vez que viene fue para protestar ante Lorenzo Córdova que amablemente nos recibió, precisamente por una serie de procedimientos que los que defendíamos la candidatura de María de Jesús Patricio Martínez, considerábamos injustos.

Y menciono ambas cosas porque en los 20 años transcurridos entre la primera y la segunda visita, la democracia se ha construido con estos dos gestos, es decir, defender lo que creemos que debe ser defendido, pero también critica y buscar perfeccionar el ejercicio democrático, entonces la pluralidad, la discrepancia, forma parte de esta labor y para mí ambas visitas fueron igualmente importantes y provechosas.

Entonces, hablaré un poco de esto en mi texto y también de entrada subrayo que celebro la oportunidad de hablar de literatura y democracia, porque en buena medida los ideales de la democracia mexicana, fueron forjados por escritores; por escritores que nacieron con el México independiente y que dedicaron buena ´parte de su vida y de su obra a defender la democracia.

Entonces, mi oficio de escritor en este país está indisolublemente ligado con el ejercicio democrático.

Leeré un texto que se llama, “Cuántos borradores necesita la patria; literatura y democracia”. Y está dedicado a la memoria de José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis.

Uno. Del caudillo al licenciado.

El 4 de julio de 1976, a los 20 años, debuté en las urnas de un país que solo tenía un candidato a la Presidencia, José López Portillo del PRI.

Nuestra democracia era entonces un simulacro de pluralidad, donde el mismo partido ganaba todas las elecciones. Cansados de la farsa en 1976, los partidos de oposición se negaron a presentar candidatos.

En vísperas de esa contienda unilateral, Jorge Ibargüengoitia, escribió con ironía en el periódico Excelsior, “El domingo son las elecciones, ¡Qué emocionante!, ¿Quién ganará?”

Si el triunfo de López Portillo estaba asegurado, la libertad de expresión se encontraba en entredicho.

Dirigido por Julio Scherer García, Excelsior se había convertido en uno de los 10 periódicos más importantes del mundo y su creciente impacto preocupaba al Gobierno. Según narra Vicente Leñero en su novela testimonial Los periodistas, un mensajero del Presidente llamó al Director de Excelsior para darle un consejo en clave, le sugirió que prescindiera de su segundo apellido.

Scherer, revisó la nómina de los que se apellidaban García y entendió la alusión, los artículos de Gastón García Cantú, se habían vuelto especialmente incomodos para el poder.

El director mantuvo a su columnista y las tensiones se agravaron. El artículo de Ibargüengoitia se inscribía en ese contexto, hasta entonces la prensa derivaba su fuerza de las prebendas que recibía del gobierno.

Desde que asumió la dirección del diario en 1968, Scherer se propuso revertir ese trato, haciendo que el periodismo valiera por su independencia.

Cuatro días después de las elecciones de 1976, el gobierno de Echeverría orquestó un golpe al interior de diario, una foto que se volvería célebre registró la escena, el director abandona la redacción en Paseo de la Reforma, escoltado por sus fieles seguidores.

En solidaridad con Scherer, Octavio Paz renunció a la revista Plural, que era editada por Excélsior.

En una misma semana se consolidó la hegemonía del partido único y se canceló la discrepancia escrita.

En 1976, yo militaba en el Partido Mexicano de los Trabajadores, nuestro principal objetivo era conseguir suficientes firmas para obtener un registro oficial. Los militantes de base aprovechábamos los mítines para pedirles su dirección a los simpatizantes.

A los pocos días los visitábamos en su domicilio para recabar sus datos, entre ellos su número de empadronamiento. En aquel tiempo remoto nadie llevaba consigo la tarjeta para votar.

No olvidaré la sorpresa con que me recibían quienes habían dado su dirección en alguna asamblea, creyendo que nadie iría a verlos.

La mayoría de las veces reaccionaban con desconfianza cuando no con miedo.

La tarjeta de empadronamiento era vista como un instrumento de control.

Los años transcurridos desde entonces registran un cambio cultural decisivo, la credencial para votar se transformaría en el primer documento de identidad del país. Hoy en día existes porque votas, lo cual no significa que esta garantía abarque a todos los mexicanos.

En 2021, las comunidades zapatistas decidieron viajar a Europa, para conmemorar ahí los 500 años de la caída de Tenochtitlan, no los guiaba un ánimo revanchista, sino un afán de diálogo. Siete representantes de los caracoles de Chiapas zarparon en un barco bautizado como “La Montaña” y cerca de 150 militantes los acompañaron por aire.

El colectivo “Llegó la hora de los pueblos” del que formo parte, me comisionó junto a Carolina Coppel, para tramitar los documentos necesarios para el viaje. La mayoría de los zapatistas no tenían papeles, no por formar parte de un ejército rebelde, sino porque ésa es la condición de una tercera parte de los campesinos de Chiapas.

En sentido estricto, millones de mexicanos carecen de identidad.

Después de un arduo proceso para encontrar fes de bautizo y otras pruebas de existencia, conseguimos que se expidieran actas de nacimiento extemporáneas, en términos burocráticos los viajeros eran recién nacidos. También su CURP fue extemporánea.

Posteriormente, se tramitaron pasaportes en Relaciones Exteriores y al cabo de extenuantes gestiones se logró algo que debería ser moneda corriente para todos los mexicanos.

¿Qué sucede con quienes no pertenecen a un ejército rebelde, ni cuentan con el apoyo de colectivos y periodistas? En Chiapas, para obtener papeles, los indígenas no solo deben demostrar que son mexicanos, sino que no son guatemaltecos.

La exigencia de Estados Unidos de controlar el flujo migratorio ha hecho que cualquier indocumentado sea visto como un migrante en potencia.

Los documentos en regla, incluida la credencial del INE, siguen siendo un privilegio inaccesible para muchos mexicanos.

La construcción de la democracia ha sido lenta y aún tiene rezagos, nada atenta más contra el espíritu democrático que pensar que lo logrado no se puede mejorar.

La literatura mexicana registró con minucia el largo periodo en que las elecciones no fueron sino una simulación.

En 1929, cuando Plutarco Elías Calles llamaba a pasar de la política de las armas a la política de las instituciones, Martín Luis Guzmán publicó su excepcional novela La sombra del caudillo, inspirada en Álvaro Obregón y en el propio Calles.

La trama aborda los nuevos usos políticos de los generales que cambiaron el caballo por el Cadillac. Los destinos públicos ya no se decidían en el frente de batalla, sino en oficinas y la feria de las balas fue destituida por la intriga.

No es casual que la política recibiera el sobrenombre de “la tenebra”, el espacio donde se negocia en lo obscurito, amparados en ideales populares. Los triunfadores de la Revolución buscaron beneficios personales.

Para Martín Luis Guzmán, el verbo que define la política mexicana es “madrugar”, en el teatro de la conspiración resulta decisivo adelantarse al rival. Quien no lo hace, es víctima de un madruguete.

En 1931, Nellie Campobello publicó un conjunto de estampas narrativas que tardarían en ser cabalmente valoradas. La autora asume las voces que no pudieron decir su nombre durante la gesta, habla en nombre de las mujeres, de los niños y de los villistas, es decir, de los perdedores. El discurso oficial buscó relegar al olvido las versiones de los derrotados.

Con el mismo pulso con que Elena Garro recuperaría la historia de Felipe Ángeles, mártir de la Revolución, ejecutado por Venustiano Carranza, Campobello escribió las historias disidentes de un país que convirtió la Revolución en museo, monumento y partido único.

En 1955, Juan Rulfo publicó la pieza maestra de nuestra narrativa, Pedro Páramo, historia de un cacique que domina los afanes públicos y privados con patriarcal hegemonía. En Comala, donde ocurre la trama, todos son hijos de Pedro Páramo.

Rulfo se ocupa del caudillo que somete a los demás, pero también de sus súbditos, la legión de fantasmas que él domina. Se trata de personajes tan pobres que ni siquiera pueden decidir su derecho a la muerte, desposeídos, sin redención posible, deambulan entre la vida y el más allá.

Rulfo construye una impecable alegoría sobre la imposibilidad de participar en la vida en común; quien vive bajo un cacicazgo, solo puede existir como fantasma.

La crítica al poder emanado de la Revolución continuó en 1962 con La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. Un hombre que alguna vez creyó en cambiar la realidad se ha convertido en miembro privilegiado de la gran familia revolucionaria, la clase hegemónica que se enriqueció después de la contienda.


Para entonces, el partido oficial ya había acuñado un concepto único en el mundo, el de la revolución institucional. Bajo ese contradictorio membrete convirtió la noción de cambio en un inacabable trámite burocrático.

Dos años después, en 1964, Jorge Ibargüengoitia transformó la revolución en farsa en su novela Los relámpagos de agosto, ahí todos los políticos son sínicos egoístas, pícaros que confunden lo público con lo privado y entienden su oficio como una depredación que los favorece.

La novela fue muy leída pero recibió duras críticas de una intelectualidad que consideraba irresponsable desacreditar la causa revolucionaria. La gesta de los ejércitos populares de Villa y Zapata había sido traicionada, pero su impulso transformador podía ser retomado.

Cuando tuviéramos democracia real, la revolución cumpliría sus asignaturas pendientes.

Esta postura adquirió relevancia en 1971 cuando Adolfo Gilly publicó una apasionada historia de la lucha armada, cuyo título reflejaba las ilusiones de la izquierda, La Revolución Interrumpida.

De acuerdo con el historiador, el impulso transformador de 1910 había tenido un nuevo auge en tiempos del General Cárdenas, y no se había desvanecido del todo, el país aún podía retomar las principales consignas de Villa y Zapata.

No es casual que años después Gilly fuera de los primeros en advertir que la izquierda podía alcanzar su demorada oportunidad en la figura del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del General. El fraude de 1988 acabó con esa esperanza.

El 31 de diciembre de 1994, el país se disponía a dormir a pierna suelta para amanecer en un oasis del primer mundo. Al día siguiente entraría en vigor el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, que permitiría ingresar a los espejismos del consumo; sin embargo, el reloj de la patria dio otra hora.

El 1º de enero los nuevos zapatistas se levantaron en armas para denunciar el abandono que padecen las comunidades indígenas. El México en el que el Presidente Carlos Salinas de Gortari pretendía inaugurar la modernidad, incluía a la amplia franja de pobladores que Fernando Benítez había registrado en los cinco tomos de Los indios de México.

En estas crónicas pioneras, mezcla de periodismo y antropología, Benítez demostraba que millones de mexicanos aún viven en el neolítico. El sueño de Duty Free de 1994 fue relevado por la dolorosa constatación de lo que en verdad somos.

Después del levantamiento, Friedrich Katz, ejemplar biógrafo de Pancho Villa, señaló que la Revolución Mexicana aún tenía un peso político excepcional, la prueba estaba en que diversas fuerzas reclamaban su herencia: el Partido Revolucionario Institucional, el Partido de la Revolución Democrática y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Para Friedrich Katz, la causa de esto era evidente, el concepto de revolución se mantenía vigente porque sus principales demandas, democracia y justicia social, no se habían cumplido.

La literatura mexicana no dejó de dar cuenta de esas carencias, Daniel Sada escribió una notable novela sobre un fraude electoral porque parece mentira, La verdad nunca se sabe, así se llama.

En Arráncame la Vida, Ángeles Mastretta contó la historia de una mujer que conoce la impunidad de la manera más íntima como consorte de un gobernador atrabiliario.

Y en Entrada libre: crónicas de la sociedad que se organiza, Carlos Monsiváis registró los movimientos que buscaban transformar un sistema antidemocrático.

En la arena pública, la democracia se convirtió en un ideal que todos los sectores defendían, pero que cada uno interpretaba a su manera. Sucedía lo mismo que con la Constitución, cuyos principios se consideraban encomiables, pero que en la práctica servían para hacer enmiendas.

En los años 70 la izquierda desconfió con razón de la apertura democrática propuesta por el Presidente Luis Echeverría.

Después del 68, el gobierno pasó de la represión abierta a una represión selectiva y a la cooptación de la clase media, a través de nuevas oportunidades de estudio y trabajo. La apertura democrática podía ser vista como un nuevo simulacro.

Un par de décadas después las cosas comenzaban a cambiar, en 1997 se celebraron las primeras elecciones para Jefe de Gobierno en el entonces Distrito Federal. Yo trabajaba en el periódico La Jornada, principal espacio informativo de la izquierda.

Estaba a cargo del suplemento cultural, pero la política no es ajena a la forma en que se ejerce el arte.

Discutimos el tema de las elecciones en la redacción y juzgamos que debíamos ocuparnos de eso, no podía haber nada más importante.

Lo que hoy parece un lugar común, era entonces una transgresión, los militantes de línea dura juzgaban que el PRI haría un nuevo simulacro y que celebrar el proceso electoral significaba hacerle el juego al poder establecido.

A contrapelo de esta postura, Fabricio Mejía Madrid y yo entrevistamos al Consejero Presidente del IFE, José Woldenberg, y dedicamos nuestro tema de portada a la cultura democrática.

Pocas veces recibimos tantas críticas por ser cómplices de una farsa, Woldenberg, antiguo militante de la izquierda se había vendido para avalar el triunfo del PRI, Porfirio Díaz volvía a tener razón, México no estaba preparado para la democracia.

Al día siguiente, cuando se supo que Cuauhtémoc Cárdenas había ganado la contienda, el número más vilipendiado de nuestro suplemento se convirtió en el más exitoso. Habíamos anticipado la noticia que otros no querían dar, el sueño de la libre elección era posible. 

Esto no aminoró la resistencia a hablar de democracia, para muchos se trataba de un concepto burgués, una forma publicitaría de ejercer la denominación, la falta de discusión sobre el tema nos llevó a hacer un nuevo ejercicio en el suplemento, le pedimos a un joven periodista, bueno, entonces joven, Ciro Gómez Leyva, que entrevistara a representantes del campo intelectual para reflexionar sobre la necesaria construcción de la democracia; cuando tocó el turno de Héctor Aguilar Camín, el historiador y novelista, lanzó una frase que podía parecer cínica y tenía el valor de una irónica profecía, “que haya democracia” dijo, “y que gane el peor”

Habían pasado 20 años desde mi debut en las urnas, en ese lapso siempre había asociado la creación de un orden democrático con el triunfo de la mejor opción política que naturalmente sería la mía; la frase Aguilar Camín anticipaba la decepción que puede ocurrir en democracia, el pueblo expresa su voluntad y gana el Hitler, Bolsonaro o Trump.

Dos. El arte de aprovechar problemas, la literatura, es un espejo acrecentado de realidad, no solo se ocupa de lo que sucede, sino de lo que podría suceder, esas páginas, la democracia ha sido visto con idénticas dosis de esperanza y escepticismo, entre otras cosas, porque la literatura antecede en siglos a los procesos electorales y prosperan en toda clase de sociedades.

Incluso se podría argumentar que las mejores obras han surgido bajo gobiernos autoritarios, contamos historias para soportar el peso de un entorno adverso, los conflictos mejoran las tramas, Tolstói lo dice con claridad al inicio de Ana Karenina, “las familias felices no tienen historia”

Para que algo merezca ser contado, requiere de una fisura, una desafío, un problema a superar, Orson Welles lo expresó perfectamente en la película El Tercer Hombre, con guion de Graham Greene, en una escena que se volvió canónica, pregunta, ¿qué le ha dado al mundo la paz y la estabilidad de Suiza, el magro resultado de ese bienestar es el reloj cucú; en cambio, las intrigas, la corrupción y las injusticias de Italia, produjeron el Renacimiento.

Siguiendo ese modelo, a los escritores mexicanos no nos queda más remedio que ser renacentistas, la tiranía de los ares permitió la existencia por contraste y rebeldía de la gran literatura de Pushkin, Gógol, Tolstoi, Dostoyevski, Chéjov, Lérmontov y Turguénev y no hay duda que los reyes trágicos de Shakespeare son mejores personajes que los funcionarios de la democracia.

En su cuento El retrato, Gógol hace que una mujer defienda la magnánima protección que la aristocracia ha brindado a los artistas, recuerda que Dante no pudo encontrar sosiego en su patria republicana y remata: los verdaderos genios solo se desarrollan en las eras esplendorosas de poderosos reyes y monarquías.

Debemos entonces, entregar el arte a la arbitraria voluntad de los mecenas y sustituir las becas a los creadores por estímulos que históricamente han sido muy eficaces como la censura o la cárcel. Pocos escenarios han sido tan estimulantes para la novela como las guerras; las contiendas napoleónicas dieron lugar a la cartuja de Parma y guerra y paz, la revolución mexicana a Los de abajo y El águila y la serpiente, la Segunda Guerra Mundial al tambor de hojalata, los desnudos y los muertos y de aquí a la eternidad.

En el ecléctico final de Soldados de Salamina, Javier Cercas recuerda que a fin de cuentas la historia humana es decidida por un pelotón que se juega la vida.

La literatura se beneficia de aquello a lo que se opone, ningún autor anhela una declaración de guerra o una tiranía para producir una obra maestra, pero cuando ocurren estas tragedias el autor aprovecha el desastre, las palabras se hacen cargo de los desperdicios.

Cuando Borís Pilniak afirma que la diosa de los escritores es la hiena, no lo hace con ánimo peyorativo, sino reconociendo el necesario reciclaje con que el arte le da una finalidad útil a la carroña.

Desde el punto de vista literario, la justicia es menos estimulante que la injusticia, pero el ser humano vive en la realidad y no en los libros. Vale la pena luchar por la democracia aun al precio de que empeoren las novelas.

Por lo demás, la literatura escandinava contemporánea demuestra que incluso las sociedades de bienestar producen dramas, en ese civilizado entorno los detectives de Henning Mankell no portan armas, pero sigue habiendo asesinatos.

La literatura ha sabido alertar sobre los riesgos a los que puede llevar el ejercicio de la voluntad. En su obra de teatro “La resistible ascensión” de Arturo Ui, Bertolt Brecht ofrece una parábola sobre el triunfo de Hitler, el último parlamento advierte: todavía es fértil el vientre del que salió lo inmundo.

El nacional socialismo puede volver a ocurrir y su matriz, conviene recordarlo, fue democrática.

En forma parecida, Sinclair Lewis cuenta en su novela Esto no puede pasar aquí, el proceso electoral que lleva a un populista a la Presidencia de Estados Unidos, escrita cuando el antisemita Limbert, carismático héroe de la aviación, aspiraba llegar al poder, la novela de Lewis adquirió renovada actualidad con el triunfo de Donald Trump.

Anhelar la democracia no impide criticar los abusos que se cometen en su nombre.

En su novela breve, La jornada de un escrutador, Ítalo Calvino narra la historia de un fraude electoral. En la casilla que supervisa el protagonista los votos son manipulados por la iglesia.

En la Italia de post guerra, la democracia no es sino un pacto de autoritarismos conservadores.

La solución a los problemas sociales que plantea la literatura está fuera de los libros, en la modificable realidad.

Cuando Mario Vargas Llosa pregunta al principio de conversación en la catedral, en qué momento se había jodido el Perú, no invita a cerrar el libro y repudiar el país donde ocurre, sino por el contrario, a entender a fondo ese problema.

La literatura es uno de los pocos espacios donde la crítica se asocia a la empatía, el escritor presenta un conflicto que lo lastima, el Perú se jodió, pero eso nos compete.

En 1949, en su novela Los días terrenales, José Revueltas hace que dos personajes discutan sobre la transformación de la sociedad, uno de ellos dice con ironía “luchemos por una sociedad sin clases, enhorabuena, pero no, no para hacer felices a los hombres, sino para hacerlos libremente desdichados”.

Un año después Revueltas se vio obligado a abjurar de esta novela para seguir militando en las filas del comunismo, sus compañeros de ruta no aceptaban que la aurora proletaria permitiera que alguien fuese libremente desdichado.

Ciertos autores no solo han criticado las deficiencias de la democracia, sino su existencia misma, lo cual no resta grandeza a su escritura, se han equivocado en lo real y han triunfado en lo imaginario.

Por distintas razones, Luis Fernández, Gabriele D’Annunzio, Ezra Pound, Filippo Tommaso Marinetti y Ernst Jünger aplaudieron autoritarismos.

El sabio Séneca fue mentor del demente Nerón; Neruda escribió una oda a Stalin; y Peter Handke asistió al sepelio de genocida Milošević.

No todos han tenido el valor cívico de Víctor Hugo, de arriesgar la vida y soportar el exilio para oponerse a Napoleón III.

La mayoría de los escritores se mueven por razones intuitivas, y logran que sus novelas sean más inteligentes que ellos.

Quien quiera conocer los mejores argumentos en favor del anarquismo, debe leer Los endemoniados de Dostoyevski. El autor detestaba ese movimiento, pero supo plasmar de manera inmejorable sus razones.

La literatura admite la ambigüedad, lo contradictorio y lo meramente posible. En este sentido, es en sí misma un ejercicio democrático, pero diferente al que ocurre en la arena pública, donde las ideologías no pueden darse el lujo de ser ambivalentes.

Vale la pena revisar el caso del mayor novelista de la lengua alemana del siglo XX, Thomas Mann, que también fue un notable ensayista y expositor del pensamiento.

En su juventud, cuando ya había escrito la novela Los Buddenbrook, que le valió el Premio Nobel, Thomas Mann reflexionó sobre el destino de la Alemania que se encaminaba a la Primera Guerra Mundial. Muy a su manera, no lo hizo de forma leve o superficial, sino en las 600 páginas del libro Consideraciones de un apolítico.

Su hermano Heinrich defendía la democracia y se oponía al autoritarismo prusiano; en cambio, Thomas veía con desconfianza que las mayorías decidieran.

En sus diarios de juventud que no pudo destruir como hubiera querido, muestra su exaltación patriótica.

El 24 de marzo de 1919, escribe: “Puedo verme ya en la calle marchando y vociferando ‘mueran las mentiras de la democracia occidental’”.

Defensor de una aristocracia del espíritu, coincidía con el ilustrado Georg Christoph Lichtenberg en la idea de que la tragedia de los votos es que no se pesan, sino solo se cuentan.

En el mismo tenor, Jorge Luis Borges consideró que la democracia es un abuso de la estadística, el voto razonado vale lo mismo que el voto impulsivo o manipulado. Y las masas caen con facilidad en la idolatría.

¿Qué hacer entonces? Al hablar de política, el maestro de la ironía intelectual alemana se definía como apolítico.

Thomas Mann reclamaba su derecho a opinar en forma diferente a los profesionales de las ideologías, lo cual incluía el derecho a contradecirse.

¿Existe alguna situación más horrenda que aquella, que no deja en el cerebro lugar a las dudas?, se pregunta, el pensamiento único es la base del autoritarismo.

La democracia se propone negarlo, promoviendo la pluralidad, pero el líder que triunfa en los comicios puede hipnotizar a las multitudes.

Sin saberlo, Thomas Mann anticipaba el triunfo de Hitler, la defensa que él juzgaba patriótica de una Alemania libre el caos democrático desembocó en la polarización y el advenimiento del delirio nazi, podría decirse que la historia dio amargas razón a su desconfianza.

Sin embargo, con una honestidad intelectual sin parangón, el novelista cambió respecto a lo que había escrito antes y advirtió el peligro en el que había caído.

Hitler no era un demócrata, se había servido de ese recurso para negarlo después, la única manera de salvar la democracia, fórmula necesariamente imperfecta y abierta a los devaneos de la voluntad, consistía en reforzar su ejercicio.

Después del triunfo del nacismo, Thomas Mann se exilió el Suiza y en 1933 inició en sus conferencias radiofónicas y en numerosos artículos la lucha por la democracia que sostendría hasta su muerte, ocurrida en 1955.

Los horrores del siglo educaron a su excepcional testigo.

Acogido por Estados Unidos, Thomas Mann vivió en California hasta que el macartismo nuevo atentado a la democracia lo hizo volver a Europa.

La literatura es una actividad necesariamente inconforme, rebelde, incómoda, su visión de la realidad solo puede ser crítica, requiere de libertad para ser ejercida y quien no la tiene escribe en secreto.

El ilustrado Denis Diderot dejó inéditas las muchas obras que lo hubieran llevado a la cárcel, en caso de haberlas publicado.

Al eliminar conflictos sociales, la democracia podría atemperar el impulso de contar historias como ya he dicho, pero los escritores siempre tienen algo que lamentar, especialistas en hallar la mosca en la sopa saben que todo podría ser diferente, la democracia es un estímulo en la medida en que nunca dejará de ser un problema.

La suma, la combinación y la seducción de las voluntades arrojan resultados sorprendentes y no siempre encomiables, con un hábil uso de los sondeos, los algoritmos y la propaganda, la empresa Cambridge Analytica logró distorsionar las preferencias electorales en 32 países.

Por otro lado, las democracias representativas permiten que el voto se convierta en un cheque en blanco, el poder del votante existe de manera indiscutible el domingo de elección, pero puede caducar al día siguiente.

Dos semanas después de ser electo, Felipe Calderón lanzó su guerra contra el narcotráfico.

El tema no apareció en sus propuestas de campaña ni fue discutido con su partido, ni presentado ante el Congreso.

Una de las principales asignaturas pendientes en la construcción de la democracia consiste en ciudadanizar la política para permitir que los votantes supervisen a quienes han elegido, transitando de una democracia representativa a una democracia directa.

Vuelvo al expediente personal, necesario para el cronista.

En 2018 fui vocal del colectivo “Llegó la hora de los pueblos”, que propuso a la indígena María de Jesús Patricio Martínez, como candidata independiente a la Presidencia.

El ejercicio era novedoso, pero los requisitos impuestos por los partidos políticos hicieron que las candidaturas en verdad independientes fueran inviables.

¿Cómo conseguir cerca de un millón de firmas repartidas en al menos 17 estados del país? Para lograrlo se requieren de los recursos con los que cuentan los partidos establecidos.

Así las cosas, esas candidaturas solo funcionan como el Plan B de quienes no son favorecidos por la organización en la que militan, como fue el caso de Margarita Zavala y Jaime Rodríguez, “El Bronco”, que presentaron numerosas firmas falsas pero alcanzaron la suma requerida de firmas válidas.

El Tribunal Federal Electoral no sancionó cabalmente las trampas, y José Woldenberg que escribió un brillante artículo al respecto con el elocuente título de “Vergüenza”.

Por su parte, el INE discriminó a los participantes al exigir que las firmas fueran recabadas en teléfonos celulares de gama media, que cuestan al menos tres salarios mínimos. Las comunidades indígenas que carecen de acceso a la tecnología y viven en regiones sin conectividad, participaron de modo muy desigual en la contienda.


Aun así, la campaña de María de Jesús Patricio Martínez presentó las cuentas más honestas, como reconoció ante la prensa el consejero electoral Ciro Murayama.

¿Qué autoridad tienen las mujeres y los hombres de letras para hablar de las carencias y los rezagos de la democracia?

Conviene recordar una rara especialidad de este país, en buena medida, el México Independiente fue creado por escritores, tres, los redactores de la patria.

Nuestro siglo XIX literario no se puede comparar con el de otras latitudes, no tuvimos un Víctor Hugo, un Dickens, un Pushking o un Stendhal. Esto se debió a una peculiar circunstancia, los principales escritores del momento estaban dedicados a otra cosa, inventar un país, ni más ni menos.

La novela mexicana se funda en condiciones muy precarias, ante la falta de espacios, José Joaquín Fernández de Lizardi crea el periódico más importante en tiempos de la independencia El Pensador Mexicano, y publica su extensa novela El Periquillo Sarniento por entregas en folletos que sufraga él mismo. Con arriesgada valentía apuesta porque el gran público y no los mecenas, le paguen por su trabajo.

El Periquillo retrata la corrupción y las desigualdades del mundo novohispano, y augura un país por venir. Se empieza a publicar cuando Morelos es derrotado, el fin del dominio español parece, entonces, difícil de obtener.

José Emilio Pacheco comenta al respecto, “José Joaquín Fernández de Lizardi rompe con las letras coloniales y funda la literatura mexicana cinco años antes de que México exista en tanto que nació”.

Nuestro país se prefiguró en las letras, y los principales autores de aquel tiempo se dedicaron a hacer esto realidad.

Vicente Quirarte encontró un título perfecto para los afane de Guillermo Prieto, “La patria como oficio”. Nacido en 1818, dos años antes de la consumación de la Independencia, Prieto perteneció a la generación de liberales que fundaron periódicos, promulgaron leyes, ejercieron funciones públicas con notable honestidad, y escribieron sin parar en todos los momentos y todos los foros a su alcance.

La nación independiente, dependió, de la ciudad letrada, para usar la expresión de Ángel Rama.

Las obras completas de Prieto, suman 39 volúmenes, dedicados a retratar un país todavía improvisado y primerizo que se autodefine mientras él escribe.

La copiosa y desigual ejecutoria del autor de Memorias de mis tiempos, dependió de los altibajos de la nación que le servía de tema, Guillermo Prieto, estuvo en el frente de batalla y formó parte activa de las transformaciones de la reforma. En Guadalajara salvó la vida de Benito Juárez con una frase que se repetiría en las desaparecidas clases de civismo, “los valientes no asesinan”

La debilidad del gobierno mexicano llegó a ser tan grande, que Juárez perdió el control, de la sede el poder y decidió que la presidencia, viajará en su carruaje, Prieto lo acompaño en esa administración errante para evitar amenazas, las ventanillas del vehículo estaban cubiertas por cortinas negras, si alguien preguntaba al escritor quién viajaba ahí, él respondía “una familia enferma”

La patria de los comienzos fue eso, una familia en enferma, y Prieto se dio a la tarea de darle alivio en sus textos y en sus actos como diputado y ministro de Hacienda y de Relaciones Exteriores.

Carlos Monsiváis dijo de él “Prieto sintetiza el valor, el talento, el buen humor, el entusiasmo, la indignación patriótica y la generosidad de un grupo de vanguardia intelectual.

Otro notable representante de esa época fue el general Vicente Riva Palacio, comandante del ejército del centro, el emperador Maximiliano, se rindió en Querétaro ante sus tropas, como Guillermo Prieto y tantos otros, Vicente Riva Palacio se hubiera dedicado de tiempo completo a la escritura, de no ser porque prefirió corregir una patria que estaba en borrador; además de su vasta obra personal a la que pertenece la letra de la canción Adiós mamá Carlota con la que se celebró el triunfo sobre los franceses; Riva Palacio dirigió el proyecto historiográfico México a través de los siglos, fundó el periódico El Ahuizote decisivo para uno de los género más brillantes de nuestra cultura popular que es la caricatura.

Nacido en 1832, a los 15 años Riva Palacio participó en las guerrillas contra la invasión estadounidense, fue diputado suplente cuando se redactó la Constitución de 1857, fungió como gobernador de Michoacán y del Estado de México y por si fuera poco, se convirtió en un excepcional ministro de fomento; desde esa oficina mandó explorar las ruinas de Palenque, creó el Observatorio Nacional y concluyó el Paseo de la Reforma.

Tuvo todos los cargos posibles, menos el de Presidente, que Porfirio Díaz le evitó por temor a ser opacado por un intelectual, mandándolo como diplomático a España, donde llegó a dirigir el círculo de Bellas Artes.

Resulta casi escandaloso que Riva Palacio aún tuviera tiempo de escribir y que lo hiciera con brillantes en Los cuentos del general, cuando estuvo en la cárcel como preso político escribió, El Viento, que al decir de José Emilio Pacheco, es el mejor soneto mexicano, en lo que va, de Sor Juana Inés de la Cruz a Manuel José Othón.

Y qué decir, de Ignacio Ramírez, que revolucionó el periodismo con el seudónimo de El Nigromante.

“Para hablar de Ramírez, necesito purificar mis labios”, decía Guillermo Prieto.

La actividad pública se convirtió para El Nigromante en una extensión natural de sus escritos; participó en la Revolución de Ayutla como Secretario personal de Ignacio Comonfort; fue diputado en el Congreso Constituyente de 1857; participó en la redacción de las Leyes de Reforma; y como ministro de la Suprema Corte, reclamó derechos educativos y laborales para las mujeres.

En las discusiones preparatorias para la Carta Magna, fue un adalid de la separación entre la Iglesia y el estado.

En su discurso del 7 de julio de 1856, afirma: “Señores, yo por mi parte lo declaro, yo no he venido a este lugar preparado por éxtasis, ni por revelaciones. La única misión que desempeño no es como místico, sino como profano”. Hasta aquí la cita.

Es mucho lo que la creación del estado laico le debe a Ignacio Ramírez, fue el más radical de los liberales y asoció la pertenencia al país con una condición moral, una de sus frases más extraordinarias es “el mexicano es libre y todos los hombres pueden ser mexicanos”.

Entre batallas, levantamientos, cárceles y amenazas, los escritores liberales corrían el riesgo de que su obra no fuera ponderada. Esa labor recayó en Ignacio Manuel Altamirano, el autor de origen indígena que fundó el periódico El Renacimiento y la Escuela Normal.

Y escribió la primera historia de las revistas literarias mexicanas de 1821 a 1867, que registra textos que podrían haber caído en el olvido, y que definieron el inicio del México independiente.

A estas alturas del repaso, no extraña que también él participara en las Guerras de Reforma, ni que acompañara a Riva Palacio en el triunfo sobre los franceses.

Diputado por Chilapa, Altamirano promovió el nacionalismo y el estado laico.

Autor de libros de relatos como La Navidad en las montañas y de la novela Clemencia, entendió la literatura como una edificante pedagogía que combatía la discriminación social y racial.

Durante décadas, registró la vida cultural de México que se desarrollaba en un clima que parecería conspirar contra ella.

“Amo la literatura y veo que la miseria la hace imposible”, anota con melancolía en su diario.

Después de la intervención francesa, Altamirano rechazó el grado de general, y con sus sueldos atrasados, fundó el periódico El Correo de México; apoyó a Benito Juárez contra el ejército invasor, pero criticó muchas de sus medidas como Presidente.

Esto dio lugar a una escena que enaltece a los periodistas y políticos de aquel tiempo, y que José Emilio Pacheco recuperó en su columna Inventario, del 18 de noviembre de 1984.

Un representante del gobierno boliviano coincidió con el escritor y el político en una cena oficial. El Presidente Juárez presentó a Altamirano como un inteligente periodista opositor.

Cito ahora un párrafo de Pacheco:

“Altamirano, sin inmutarse, contesta que apoyó a Juárez como jefe de la resistencia nacional y volvería a hacerlo, pero que lo combate en la política interna.

Juárez habla de su respeto y reconocimiento a sus críticos, abraza cordialmente a Altamirano, y ambos brindan con el diplomático”.

La construcción de la democracia que aún prosigue, comenzó, con los escritores liberales de nuestro Siglo XIX, uno de sus más fieles discípulos, Carlos Monsiváis, escribió la historia de esos días y esas ideas bajo el título de Las Herencias Ocultas.

Los próceres más llamativos fueron otros, pero los escritores los hicieron posibles.

Por su parte, José Emilio Pacheco levantó una elegía a esa notable generación.

En 1984, los tiempos de Miguel de la Madrid, escribió: “si en una sala imaginaria estuviera reunida toda la élite política mexicana de este momento y entraran Altamirano, Ramírez y Prieto, todos sin excepción tendrían que ponerse de pie y bajar la cabeza, ¿quién ha estado a la altura de lección ética que nos dieron?, ¿quién podría decir: pasaron por mis manos todos los millones y millones de los bienes eclesiásticos y no me quedé con un solo centavo?”

Como ministro, tuve que seguir a Juárez andando, porque no tenía ni para alquilar un caballo, para enterrarme tuvieron que vender los muebles de mi casa, ocupé todos los pueblos públicos imaginables y siempre malviví de mi salario estricto y los 10 pesos por crónica que me pagaban los periódicos.

“Si México no se ha desangrado, continúa Pacheco, es porque existieron hombres como ellos, si en México todavía queda alguna esperanza es porque a pesar de todos sigue en pie el ejemplo de la generación de 1857”.

La literatura antecede a la democracia y se ha podido ejercer sin ella, sin embargo, México tiene una rara especificidad, los primeros escritores del país fueron también los impulsores de la democracia.

Monsiváis publicó Las Herencias Ocultas en el canónico año 2000, cuando se registró la primera alternancia en el poder. Durante la campaña, hablé mucho con el mayor de nuestros cronistas, a ambos nos decepcionó que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas no ganara la contienda.

Mi optimismo rebasaba al suyo en lo que toca al proceso electoral. A petición de José Woldenberg que escribí el texto que mencionaba ya Edmundo, que acompañó una Memoria fotográfica de la Jornada Electoral, ahí apunte:

“El domingo 2 de julio amaneció con esa luz limpia que tanto anhelan los fotógrafos, el clima despejado y tranquilo anticipaba la jornada electoral más competida de la historia de México. Ese domingo fotogénico, casi 60 millones de ciudadanos estaban empadronados para ir a las urnas.

Por primera ocasión en muchas décadas, el resultado no podía preverse y, sin embargo, esta situación inédita llegaba con el aplomo de lo que empieza a ser costumbre, bienvenidos a la normalidad democrática ¿Qué Homero con gafete de acreditación podría narrar esta épica sin impugnaciones?”

Menos entusiasta que yo, Monsiváis juzgaba que el triunfo del conservador Vicente Fox retrasaría el reloj de la historia.

En la página 13 de Las Herencias Ocultas, me escribió una irónica dedicatoria en la que se refiere a su libro como “este relato que acabará para siempre el 1º de diciembre de 2000”, en su opinión el sueño liberal estaba amenazado.

El escepticismo del cronista se basaba en que se puede triunfar en democracia para destruir la democracia, del mismo modo en que se puede ser injusto en nombre de la justicia.

Monsiváis temía que las herencias ocultas desaparecieran por completo y se olvidara lo que ocurrió cuando nuestro país no era otra cosa que un proyecto.

Mi crónica de las elecciones de 2000 concluyó con la escena en la que, a las 11:00 de la noche, José Goldemberg, dijo como titular del Instituto Federal Electoral, creo que hemos pasado la prueba, somos un país en el cual el cambio en el Gobierno puede realizarse de manera pacífica mediante una competencia regulada, sin recurso a la fuerza por parte del perdedor, sin riesgos de involuciones, eso es la democracia.

La frase continúa, la cita de aquel texto, la frase más anhelada de nuestra vida en común había sido pronunciada, solo un mexicano estaba obligado a guardar la calma en ese momento, el propio José Woldenberg, los demás estallamos en las infinitas variantes de la emoción que permiten cortarle a la epopeya un gajo como quiere Ramón López Velarde en su poema La suave patria, más allá de las predicciones de cada quien, concluíamos la jornada con una certeza, eso es la democracia; el futuro había comenzado.

23 años más tarde, nuestro tiempo es difícil, “como todos los tiempos”, añadiría Dickens; la democracia no es una esencia, sino un proceso, su historia siempre está por escribirse.

En una época más con convulsa que la nuestra, los escritores liberales imaginaron una república de la pluralidad y celebraron los beneficios de la discrepancia, su legado es nuestro porvenir.

Muchas gracias.

Presentadora: Muchísimas gracias, doctor Juan Villoro.

A continuación para los comentarios sobre la conferencia, damos la palabra al Consejero Electoral Ciro Murayama Rendón.

Consejero Electoral del INE, Ciro Murayama Rendón: Gracias.

Gracias Juan, es un placer tenerte en el INE y escucharte, además de leerte con regularidad, creo que para nuestra Dirección Ejecutiva de Educación Cívica, de Capacitación Electoral y Educación Cívica, fue un gran acierto imaginar esta conferencia estacional contigo.

Creo que fuiste mucho más allá y era necesario, incluso indispensable hacerlo, del título con el que fuiste invitado, a todos los títulos, a todas las conferencias les ponemos democracia y en tu caso por supuesto literatura; pero hemos hablado de democracia y medio ambiente con Julia Carabias, democracia y la cuestión social con Rolando Cordera, democracia y el 68, con Gilberto Guevara Niebla; en fin.

Pero tú nos has compartido cómo la literatura, pues va mucho más allá de la democracia, yo diría que esta fue una conferencia magistral sobre literatura y política, porque la vida política está presente en la vida de las sociedades y la democracia puede no estar.

Y la democracia es una construcción que puede perderse y la literatura con su espíritu, digamos, de nadar contracorriente de la apatía y de la satisfacción, es un nutriente de la democracia.

Tú has hablado de México, del México del Siglo XIX, también de parte de México del Siglo XX y de distintos autores, pero escuchándote y siguiendo lo que, las obras que hoy trajiste a nuestra memoria o a nuestro conocimiento como recomendación, porque creo que entre otras cosas, tu conferencia es una vasta sugerencia literaria para reconstruir la historia de México, justamente a través de sus novelistas.

Y pues aquí hay muchos jóvenes, ojalá lo hagan, esta conferencia como es costumbre, de esta institución, va a acabar siendo publicada y distribuida gratuitamente además, yo confío en que para la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, esté ya en circulación y puedan ahí ustedes, jóvenes, seguir esta magnífica biblioteca que ha construido Juan Villoro, sobre los autores del Siglo XIX, pero no solo.

Pero oyéndote, pensaba que quizá algo muy parecido puede ocurrir con la historia de América Latina y de América Latina que más padeció la ausencia de democracia que fue la América Latina que vivió y padeció la larga noche no solo del autoritarismo, sino de las dictaduras.

Y podemos, no sé, acercarnos a la historia Argentina con la obra de Tomás Eloy Martínez, a Brasil entre otros Fonseca y su magnífica novela sobre Getúlio Vargas Agosto, a Colombia con Juan Gabriel Vásquez, Héctor Abad; por supuesto, Paraguay, Rua Agosto; tú citabas a Mario Vargas Llosa.

También otra fase del horror político de Perú está, entre otros, la obra de Santiago Roncagliolo y la pesadilla del Sendero Luminoso.

Cuba, desde (inaudible), en fin, ahora Badura, que reconstruye lo que es vivir en la isla.

Entonces, pues me parece que en efecto, no hay yo diría sí quizá por lo que tú señalabas, la novela de la democracia, ¿no?, hay la novela de la falta de democracia, la novela del atropello a los derecho de la gente, la novela del caudillo y del dictador, bueno, ahí está La Sombra de Caudillo, que por cierto, jóvenes, acabó siendo una magnífica película dirigida por Julio Bracho, los hechos ocurren a fines de los años 20, que recrea Martín Luis Guzmán en la novela.

30 años después se hace la película, y 30 años después es des enlatada la película porque estuvo prohibida, es decir, 60 años después de que ocurrieron los acontecimientos de Huitzilac pudimos ver la película, que está disponible en YouTube, la restauró la UNAM.

Y eso nos habla, entre otras cosas, del peso del ejército en la conversación pública mexicana y su capacidad, en esos años, de censurar la literatura, pero también otras artes como el cine.

Por un lado está El caudillo, pero está El otoño del patriarca, está La fiesta del Chivo, es decir, esta enfermedad latinoamericana por creer en el hombre providencial, y la frecuencia con que muchos de los líderes políticos de nuestra querida América Latina creen que son los hombres de la providencia, citando el título de la magnífica biografía de Mussolini que recientemente, de hecho falta el tercer volumen en español.

Pero has hecho, creo, la reconstrucción de la vida política a través de la literatura, pero no es la vida de la democracia, quizá porque la democracia es aburrida.


Pero también decías, y creo que con mucha razón, y es algo que debemos aprender, que la democracia no es que no haya problemas, incluso pues la democracia también… no hay una sola democracia que haya escapado de escándalos de corrupción, de abuso; pero a diferencia de los regímenes autoritarios, que son la encarnación de la corrupción, la democracia tiene algunos de estos anticuerpos para que la corrupción sea algo mal visto, para que incluso pueda ser revelada cuando hay prensa libre, y creo que ese es otro capítulo, hago un paréntesis, de tu conferencia, la relación entre la literatura, la prensa y la política y el poder.

Tú hablabas de este testimonio novelado de Vicente Leñero, que es Los Periodistas, quizá me voy a quedar corto, pero entre Los Periodistas de Leñero, La guerra de Galio de Aguilar Camín, que citabas a este autor, y el reciente Vendedor de Silencio de Enrique Serna, tenemos una magnífica trilogía de la relación del poder autoritario con la prensa, y las dificultades que tiene la literatura, pero también la prensa, como una expresión también del ejercicio literario frente al autoritarismo.

A mí me enseñó un amigo común, Luis Miguel Aguilar, que la literatura la podemos encontrar hasta en la caja de los Corn Flakes, si está bien escrito eso es literatura, si te transmite una idea y, por supuesto que un periódico bien escrito es literatura.

Decía entonces que has recreado, nos has dado una guía de lectura sobre la relación entre el poder y la literatura, no solo la democracia.

Y, señalaba yo que no hay quizá en América Latina, cuando se conquistó la democracia, novelas que se hagan cargo de esta vida un poco llena de menos sinsabores y de cosas terribles como fue la Operación Cóndor que la literatura latinoamericana ha reflejado.

Y buena parte de lo que tú decías y ahí voy a las preguntas que te hacen nuestros invitados.

Decías, que hay que ser renacentistas y la verdad es que estamos viviendo un tiempo donde la democracia está bajo asecho, bajo asedio, en muchos países del mundo. Lo hemos visto en Polonia, en Hungría, en Turquía, en Filipinas, más cerca pues por supuesto, Venezuela, Nicaragua, Estados Unidos con Trump, Bolsonaro.

Y lo que… hay varias preguntas que conectan y es acerca, justamente, de los riesgos de la democracia, hay quien te pregunta sobre el Plan B, pero no, no creo que sea el tema, ¿no?, pero sí hay una… en general, más allá de la coyuntura inmediata de México.

De lo que sí tenemos es un pues un resurgimiento de nuevas pretensiones de censura, de acabar con los beneficios de la discrepancia con lo que cerrabas tu plática, con unas actitudes desde el poder muy contrarias al espíritu de los liberales del XIX y a la pretensión de que si el mexicano es libre todos los hombres pueden ser mexicanos, porque citabas; porque lo que encontramos, en muchas narrativas, es que aquel que discrepa no es un buen mexicano o es un traidor a la patria.

Cuando esos discursos emanan desde el poder, pues estamos en peligro y estamos en peligro en México y en muchos otros lugares.

Yo quisiera preguntarte, bueno, qué relación guardas… leo algunas, ¿no?, ¿la literatura con el pueblo no educado es una promesa incumplida de la democracia?

¿La democracia que tenemos en estos días considera que está regresando a la de mediados del siglo XX?

Bueno, es que no había democracia a mediados del siglo XX en México, pero bueno, entiendo la pregunta, es si hay un riesgo de involución autoritaria.

Si se logró, si se luchó tanto por lograr un cambio en la democracia para quitar al partido de siempre, ¿qué posturas se toma con el manejo actual a nuestra democracia, que está siendo atacada, brutalmente atacada por el régimen de ahora?

¿Considera que México tiene un sistema democrático real y cómo se podría perfeccionar?

En el contexto actual, el discurso como representación democrática atraviesa una profunda crisis, ¿cuál es la tarea de la literatura para consolidar la democracia?

¿Con qué frase defendería al INE este domingo?

Y te reclaman que no hablaste de la obra rusa, sí hablaste de Tolstói, ¿no?, sí, sí.

Es que es tan basta la literatura rusa, yo estaba pensando en Vasili Grossman, en fin, claro, un libertino.

Pero para cerrar el comentario que simplemente es una provocación a que hables más y nos compartas, Juan, me quedaría con esta inquietud, con dos inquietudes:

Una desde nuestro país, tú has sido un hombre cosmopolita, muy joven fuiste a Alemania, llamada democrática; acá te tocó conocer aquello; has tenido vínculos con países donde la democracia pues fue arrasada, o era un sueño, claro, con la España republicana, con el Chile de Allende.

Y México frente a esos países fue, frente a esos excesos, a pesar de no ser una democracia, un país que abrió sus puertas a quienes huían de los horrores, de los horrores de la dictadura franquista, de la de Pinochet, por supuesto de la Junta Militar argentina.

Y pues la izquierda mexicana a la que tú perteneces o las izquierdas, pues se vieron contagiadas de la experiencia y también de la calidad intelectual y política del exilio latinoamericano en los años setenta, ochenta que llegó a la UAM donde estudiaste, a la UNAM, al Colegio de México, de Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Perú, compañeros bolivianos.

Y había en México esa sensibilidad a estar de lado de quienes defendían los derechos en su país.

Creo que estamos perdiendo esa noble tradición histórica con- lo digo yo, lo dejo votando el balón, tú dirás si lo dominas,  lo rematas-, lo que está pasando con Sergio Ramírez y con Gioconda Belli en Nicaragua, que les hayan despojada de su nacionalidad, lo recordaba ahora que decía, en Altamirano aquí somos libres, todo mundo puede llegar a estar libre aquí.

Lo que estamos viendo es un régimen que se dice de izquierda, pero que es una dictadura, y no hay dictaduras buenas o malas, hay, perdón, progresistas o conservadoras; son dictaduras que violan lo elementar que son los derechos humanos.

Y hoy quien escribe lo que vive en Nicaragua lo tendrá que esconder o quemar, y yo creo que para la gente de la cultura heredera de la letra impresa y por tanto de la ilustración y de libertad, no puede haber indiferencia.

Es un comentario, incluso desde la izquierda, tú hablabas de los compromisos de la izquierda con la democracia, incluso con la verdad, cuando contabas la anécdota del suplemento cultura de La Jornada, que estos cuates como le dan voz, ah pero ya que ganó Cuauhtémoc Cárdenas, que bien; esta idea de que bueno, que la democracia está o no comprometido con ella, si los resultados son favorables conmigo y si no, no.

Entonces, literatura, izquierda, libertad, como un tema sobre el que te pediría alguna reflexión.

Y la última es, en esta coyuntura que espero que sea eso, una coyuntura y no un cambio de largo plazo o estructural de los sistemas políticos, es decir que nos podamos deshacer de las amenazas democráticas y que no sea otra larga noche autoritaria, ¿qué novela te gustaría leer?

Leer, es decir, tú hablaste de muchísima literatura a contracorriente de ese autoritarismo, queriendo construir países, queriendo construir libertades, hoy que las libertades en muchos países están bajo asecho, bajo peligro, cuál es la novela del renacentismo democrático y libertario del siglo XX, en México y en América Latina.

Juan, gracias.

Felicidades, ha sido un placer.

Te escuchamos.

Juan Villoro: Gracias.

Bueno, Ciro, yo propongo que me inviten a otra conferencia estacional, porque todos los planteamientos que han hecho son tan ricos y tan estimulantes que serían para dar otra charla realmente.

Muchas gracias.

También gracias a las compañeras y los compañeros que mandaron preguntas y que ha resumido Ciro.

Entonces, bueno, yo simple y sencillamente diré algunas cosas pero muy insipientes porque el tema da para mucho.

Mencionabas algo muy importante y es el tema de las dictaduras en América Latina, ya estudié, como ya se dijo en la Universidad Autónoma Metropolitana, y Edmundo fue Rector de la unidad de Azcapotzalco.

Ahí llegaron numerosos profesores de Suramérica que realmente era un auténtico dream team de intelectuales que nos ayudó a formarlos y era parte de las ambivalencias que México tuvo como país, porque por un lado no tenía elecciones libres y competidas y siempre ganaba el mismo partido, pero por otro había una libertad relativa superior a otros lugares, e incluso había ciertos márgenes de aceptación de disidencia.

Ese famoso aforismo de Jesús Reyes Heroles que decía “lo que resiste apoya”, o sea, no tengan miedo de que haya resistencia al poder porque finalmente todas esas resistencias acaban por apoyar.

Y fue lo que dio lugar también a esa famosa formulación de Mario Vargas Llosa cuando dijo: “a fin de cuentas México es la dictadura perfecta porque no parece dictadura, tiene un rostro totalmente democrático y parece que todo está muy bien, pero siempre gobierna más o menos el mismo grupo hegemónico”.

Entonces, efectivamente, esta especificidad mexicana hizo que en buena medida se discutiera más de democracia, pero también en cierta forma que fuera más difícil su aceptación, porque ya había toda esta estrategia de la simulación y el perfeccionamiento de los muy diversos niveles del fraude electoral, ¿no?, que incidieron en el lenguaje popular mexicano con las casillas zapato, el ratón loco y tantas otras, la operación tamal, ¿no?

Entonces, bueno, claro, la gente llegaba en día de elección y decía: “no, es que es la operación tamal”, no entendía qué estaba sucediendo, ¿no?

Y realmente, toda esta picaresca se benefició mucho de una política entendida más como teatralidad que como ejecución de acciones.

Entonces, esa desconfianza fue muy difícil de vencer y yo creo que es una conquista, yo decía aquí, cultural, o sea, de la tarjeta de empadronamiento que nos daba miedo que alguien más la viera, a la credencial del INE que nos identifica por completo.

Es más, cuando yo presento mi credencial del INE, lo importante no es que la credencial se parezca a mí, sino que yo me parezca a la credencial, o sea, ése es el nivel de identidad de ese documento, ¿no?

Entonces, es un viraje existencial muy importante y yo creo que obviamente se trata de algo defendible.

Decías tú y yo ya lo mencionaba en el texto, digo, no hay muchas novelas que hablen de triunfos democráticos por la misma razón que yo citaba a Tolstói cuando dice: “las familias felices no tienen historia”.

¿Por qué no tienen historia? Porque los niños hacen la tarea, se acuestan temprano, no dicen groserías, los papás están felices, se quieren mucho, y tú dices: “bueno, ¿dónde está el conflicto?, ¿dónde está el drama?, para que esto me interese”. La historia requiere de ciertos problemas, entonces, efectivamente, cuando se ocupa de la democracia, la literatura se suele ocupar de sus problemas, de sus fisuras.

Y no todos los escritores han sido demócratas ni tienen que serlo, parte de la enseñanza de la democracia es que debemos respetar las ideas, no solo discrepantes, sino minoritarias y quizá lo único que debe ser tabú en democracia es aquello que niega la democracia, ¿no?, y que yo en mi texto era lo que yo decía, esta difícil lección que aprendió Thomas Mann cuando él dice: “es que Hitler es alguien electo por la democracia, pero justamente lo que está haciendo es revertirla”.

Entonces, la posibilidad de regresión que es algo que se comentaba aquí está latente siempre en la democracia, no hay procesos perfectos porque hay muchas formas de la manipulación.

Y esto es particularmente fácil en sociedades polarizadas, lo mencionaba Ciro y lo mencionó alguien más en las preguntas.

Tenemos sociedades polarizadas como no se habían visto en muchísimo tiempo, hasta hace poco el decano del exilio español en México era Fernando Rodríguez Miaja, llegó a vivir 103 años, con una lucidez extraordinaria y él fue ayuda de campo del General Miaja, su tío, que fue el defensor de Madrid durante la república, y él decía  a sus 103 años, “lo que está pasando hoy en España yo lo viví con el ascenso de la falange” es exactamente lo mismo, la negación del otro, el pensamiento único, el fanatismo, sustituir la propaganda por el discurso, etcétera.

Entonces esta polarización es muy perniciosa y está involucrando al mundo entero; creo que también ha jugado un papel muy importante las redes sociales, en la medida en que han fomentado un discurso binario, o sea, tenemos la oportunidad de dar un like o tenemos la oportunidad de condenar a alguien ¿no? y firmar en change.org, o en cualquier otro lugar.

Entonces, estamos a favor o estamos en contra, ¿qué queda en medio? Parecería que eso no existe, entonces las campañas de odio que han aparecido en las redes, eso es algo que debemos evaluar; yo creo que el odio humano siempre ha existido y siempre ha sido una tentación, lo que ha cambiado es que, en nuestra época tiene un valor de comunicación superior, o sea, el odio se expresa e incluso hay figuras en las redes que se consideran orgullosamente “haters” o sea están odiando de tiempo completo, amanece y ya están odiando, si dejan de odiar pierden prestigio como haters entonces su odio es como el agua caliente, solo puede salir caliente, si sale fría es una decepción, entonces lo mismo pasa con este tipo de discurso de la red de sociales que niegan la complejidad.

Otro tema, los linchamientos en redes, es muy frecuente que haya linchamientos, por qué, porque desde el punto de vista psicológico el ser humano cuando se indignan de algo, siente el impulso de reaccionar, entonces algo te agravia y dices, pero cómo cometieron esta atrocidad, tengo que denunciar, entonces la gente indignada, se pronuncia espontánea e instantáneamente, con la velocidad que permiten las redes sociales, que en ocasiones más que a la comunicación sirven a la neurología porque cuando pensamos qué vamos a decir ya lo mandamos, es decir, es cómo el inconsciente, el inconsciente de la sociedades en estado bruto está en las redes.

Entonces, nos lanzamos indignados a linchar a alguien, y qué sucede, que luego nos damos cuenta de que era falsa la acusación, de que exageramos, de que era injusto los que hacíamos.

Entonces viene otro movimiento psicológico que creo que no ha dejado de existir en el ser humano, que es la recapacitación, la reconsideración y la enmienda, pero hay una diferencia, la recapacitación no exige ser pronunciada públicamente, es muy raro que alguien mande un Tweet para decir ya entendí “no pues me equivoqué, ya entendí” eso no sucede, es un movimiento interior hacía adentro, en donde tú aceptas que estuvo mal pero ya lo que dijiste lo exteriorizaste.

Entonces hay una mayor abundancia de la condena que de la enmienda o la reparación de daños y eso forma parte de la comunicación que tenemos, fíjense ustedes que interesante la intervención del gobierno de Vladímir Putin, durante la campaña de 2016 en Estados Unidos, fue realmente estratégica desde el punto de vista comunicativo.

Ellos empezaron a mandar mensajes contradictorios en donde creaban grupos e invitaban a gente a defender por ejemplo a la población afroamericana de Estados Unidos, simultáneamente creaban grupos para condenar y atacar racistamente a esta misma población, ¿qué estaban haciendo? Confrontar en medios y estaban seguros de que la confrontación y la simplificación consecuente del discurso, llevaría a apoyar al candidato que tenía las medidas más fuertes, más sólidas, por supuesto Donald Trump.

De manera indirecta, sin hacer propaganda por él, al exacerbar una discusión simplificada, surgió la peor decisión, la Alemania Nazi, surgió también de una polarización extrema, en un país, que es el país de la filosofía, que es un país extraordinariamente culto, pero que obviamente no dependía de le filosofía ¿ para decidir la voluntad popular.

Entonces la polarización creo que es una de las cosas más perniciosas que estas ocurriendo, creo que las redes sociales juegan un papel.

No es un invento resiente, si nos vamos a la política de los últimos años, Vicente Fox contribuyó mucho con el proceso de desafuero a López Obrador y lo convirtió en un candidato para muchos, mucho más interesante al victimizarlo de esa manera y ahora el propio Presidente ejerce la polarización .

Entonces, no es algo nuevo, pero es algo que puede ser utilizado por cualquier campo político y que está presente en todo, yo he hecho un ejercicio si alguien aquí es estudiante de comunicación, leer por ejemplo, los artículos editoriales de cierto periódico, ustedes sabrán cuál escogen y ven que la primera frase de todos los artículos es prácticamente la misma y no solo eso, si no que desde hace varios años, los articulistas dicen exactamente lo mismo.

Entonces, lo importante no es leer al articulista para aprender algo distinto, algo novedoso, algo sorpresivo, sino para constatar lo que ya piensas, lo cual tiene que ver más con una actitud religiosa, que con una actitud intelectual.

Entonces, la posibilidad de pluralidad, de discrepancia, se ha disminuido mucho en todos los sectores y esto ha sido algo grave.

Luego, ahí hay una corresponsabilidad, me parece, de los intelectuales, y eso es muy importante; y una pregunta significativa que decía, la literatura para el pueblo que no tiene acceso a los libros, bueno, esa es una asignatura pendiente muy grande, obviamente la solución no es exclusivamente de los escritores, es un problema educativo muy grande, pero realmente estamos en un país en donde en ciertas ciudades de importancia, no hay librerías, en donde el 70 por ciento de los libros se venden en el sur de la Ciudad de México, son un producto con denominación de origen, como el tequila o el mariachi que son de Jalisco: o sea el 70 por ciento de todos los libros, en la Alcaldía de Coyoacán, ahí se venden a lo largo del año.

Entonces, bueno, es realmente una situación que agravia la difusión de la cultura y creo que es un empeño en el que debemos estar invocados todos para cambiarlo, porque es educativo, es creación de bibliotecas, de presupuestos para la educación que se han cancelado todos en los últimos años, etcétera.

Entonces, también ahí me interesa resaltar esto; yo hablaba de los liberales del siglo XIX, hay una especificidad que se empieza a dar con la Revolución Mexicana, los generales de la Revolución Mexicana ganaron sus galones militares en el campo de batalla. Salvo Felipe Ángeles que fue Director del Colegio Militar, no había militares de carrera importantes.

Entonces ellos se constituyeron como militares y como líderes políticos en el campo de batalla y luego, buscaron un pacto cultural con intelectuales que los legitimara, todos los revolucionarios incluidos Pancho Villa que había sido cuatrero, tuvieron asesores importantes y nada más y nada menos que Martín Luis Guzmán estuvo muy cerca de Pancho Villa.

Y, a partir de entonces se dio una especie de matrimonio entre los intelectuales y el poder, los intelectuales se incorporaron a la labor pública desde las oficinas como ya lo habían hecho los liberales, pero no por urgencia, por emergencia, como ellos, sino porque creían en la construcción de las instituciones y José Vasconcelos fue decisivo para la creación de la Secretaría de Educación, del Colegio Nacional, de muchísimas otras cosas y así sucesivamente.

Pero también esto permitió que hubiera un trato muy próximo, muy cercano, digamos, de consejeros áulicos y de informantes favorecidos por parte de la clase hegemónica y por parte de los políticos y se volvió muy habitual que el escritor, el intelectual se separara de la causa popular y de las tareas de la gente que menos tiene y se consagrara a su propia labor pero teniendo ciertos beneficios; es decir, también ha habido privilegios que han derivado, no tanto de la importancia intelectual y de las obras, sino privilegios de los favores recibidos del poder por parte de numerosos comentaristas, intelectuales, etcétera.

Y hay también me parece una resistencia muy grande del estamento intelectual a aceptar modalidades de cambio.

Mi padre fue un filósofo que se dedicó a escribir también de temas sociales, fue una persona bastante radical, estuvo muy cerca del movimiento zapatista, y cuando murió se le hicieron homenajes y varios representantes del campo intelectual dijeron: “Bueno, Luis Villoro, fue interesante en sus diagnósticos de la sociedad, pero era un romántico, era un iluso porque pensaba que el país podría cambiar”, o sea quiso construir alternativas en un país en donde las alternativas no se pueden construir, tenemos lo que tenemos y lo que queda es hacer reformas a lo que tenemos, no mover demasiado las cosas.

Cuando que, la verdad es que la labor de la filosofía desde Platón hasta Giorgio Agamben, ha sido imaginar mundos alternos y posibilidades distintas de convivencias.

Entonces también ahí hay cierta haraganería del pensamiento como la llama Subcomandante Marcos hasta Galeano, por parte de la clase intelectual de decir bueno ¿Dónde están las alternativas? No nos gusta lo que tenemos, cómo construimos algo diferente que no sea un retroceso a lo que ya teníamos, o sea cómo construimos alternativas políticas que no vengan de partidos que ya nos decepcionaron mucho.

Entonces, esta construcción de alternativas creo que también está faltando y también parte de la polarización que tenemos es que es una disputa entre dos viejos ordenes, un poder establecido que amenaza con parecerse cada vez más al partido único de antaño, y una oposición que también utiliza los usos políticos de antes y no ofrece alternativas modernas.

Entonces ahí, nosotros en la construcción de alternativas es donde tenemos que usar la imaginación no solo literaria sino la imaginación sociológica para tratar de encontrar nuevas posibilidades en un mundo polarizado, en un mundo binario en muchos sentidos y donde no vemos nosotros que realmente esté apareciendo algo totalmente diferente.

En ocasiones se necesita una circunstancia muy fuerte, por ejemplo en Chile con el famoso estallido, el estallido llevó al Presidente Boric a la Presidencia, el único Presidente de extracción de izquierda que ha condenado a Daniel Ortega en Nicaragua, tema que mencionabas también adecuadamente, Ciro.

Y yo creo que es muy importante tomar en cuenta, que a partir de ese estallido brutal surgió una alternativa con la que no se tomaba en cuenta, pero fue necesaria esa sacudida, en otra circunstancia no se hubiera dado, y de cualquier manera el país está totalmente polarizado, y la aceptación del Presidente Boric es hoy en día muy baja.

Entonces, bueno, eso sucede en las democracias, eso sucede, es el riesgo que tenemos, pero creo que quienes hemos conocido regímenes que no eran democráticos sabemos que no hay nada mejor que la democracia, aun a los riesgos de que pueda ser usufructuada de maneras que no nos gustan a nosotros.

Y ahí también yo dije pues en plan desde luego autocrítico, que yo como votante siempre pienso que si gana mi candidato la democracia funciona, ¿no?, solo me ha ocurrido una vez con el ingeniero Cárdenas; entonces, pero como ya lo dijo muy bien Edmundo, le voy al Necaxa, entonces estoy acostumbrado a la derrota.

No sé si pues ya, yo creo que con esto, bueno, no sé si quieres que toque algún tema puntual.

Bueno, mencionar una pequeña cosa que también no hemos acabado de superar, un vicio del análisis sociológico de México, que es la “estatolatría”, o sea, durante tanto tiempo todo derivaba del poder y todo dependía del poder, que una vez más cuando nosotros pensamos en el análisis de la realidad, de inmediato apuntamos a la cima de la pirámide, apuntamos a la cima de la pirámide y lo cual es reconocer en nuestro interior un paternalismo, porque estamos nosotros esperando que el gran, el jefe supremo actúe conforme a lo que deseamos, y todos los problemas o todas las virtudes vienen de ahí, y no hemos roto con esa estatolatría, y con gran inteligencia mediática el Presidente la ha reforzado.

Ha habido presidentes que han restaurado esa figura presidencial, Salinas de Gortari lo hizo también con una estrategia muy clara, y ahora lo ha hecho el Presidente López Obrador.

Entonces, y eso también es algo que nos compete a nosotros, porque cada vez que tú dices “voy a hablar de política”, te dicen “¿qué piensas del Presidente?”, como si el Presidente fuera la política, como si ahí se condensara todo. Y esa estatolatría viene de tantas décadas en donde todo derivaba, efectivamente, de arriba hacia abajo, y los cambios parecían eran una concesión y no una conquista.

Y yo creo que entonces debemos pasar a un cambio de paradigma y pensar en fórmulas horizontales ciudadanas, que nos permitan transitar de otra manera, por eso nosotros nos entusiasmamos con aquella candidatura de Marichuy, y bueno, seguimos en la brega.

Bueno, pues yo les, Ciro, mil gracias por esto. Edmundo, mil, mil gracias.

A todas, a todos, mil gracias.

Lorenzo, gracias.

Consejero Electoral del INE, Ciro Murayama Rendón: Déjenme una última palabra motivada por la recomendación.

Hace unas semanas o meses, Juan y yo nos encontramos y comentamos de, que él daría esta conferencia y que me tocaría comentarla.

Así que pues estuve inquieto, digamos, ha sido, es un placer, pero la erudición, el conocimiento de Juan, pues me decía que me preguntaba por dónde poder comentar a un autor tan vasto y tan dimensión, y tan erudito en conocimiento.

Entonces, dije “voy a releer a Calvino”, que citabas La jornada de un escrutador, y aprovechando la presencia de tantas alumnas y alumnos universitarios, quiero citar una breve, sobre que, creo que es muy pertinente para acercarse a la política, como dice Juan, como un ejercicio ciudadano, no esperarlo desde el poder.

Y además, no tener demasiada ansiedad, lo cual no quiere decir que uno no tenga preocupación permanente.

Y el personaje de esta novela, breve novela que se llama La jornada de un escrutador, ya contaba Juan cómo es un día de fraude electoral en un espacio religioso, donde los curas pues manipulaban el resultado electoral, después del fascismo, cuando regresan las elecciones a Italia. Américo se llama el protagonista, dice así Calvino:

“Américo había aprendido”, él era un militante, perdón, de izquierda, el protagonista, y va de representante del partido comunista a cuidar las urnas.

Dice: “Américo había aprendido que los cambios en política se producen por caminos largos y complicados, y que no era cosa de esperárselos de un día para otro por un giro de la fortuna. Para él como para otros muchos, la experiencia había significado volverse un poco pesimista.

Por otra parte, estaba la consigna de que es necesario seguir haciendo lo que se pueda día a día; en política como todas las cosas de la vida y para quien no sea un necio, solo cuentan dos principios: no hacerse demasiadas ilusiones y no dejar de creer que cualquier cosa que hagas puede servir”.

Felicidades, Juan.

Muchísimas gracias.

Presentadora: Bien, de esta manera, concluye la Conferencia Magistral Estacional de Invierno “Democracia y Literatura”.

El Instituto Nacional Electoral agradece al doctor Juan Villoro, al consejero electoral Ciro Murayama Rendón y al Secretario Ejecutivo, licenciado Edmundo Jacobo Molina.

Gracias también a las y los asistentes y a quienes han seguido la transmisión a través de redes sociales y página web del INE.

Que tengan muy buenas tardes.

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