Intervención de Lorenzo Córdova, en el Foro: Motor México 2022

Escrito por: INE
Tema: Discursos

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN EL FORO “MOTOR DE MÉXICO 2022”, ORGANIZADO POR LA FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y RELACIONES INTERNACIONALES DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN

(inaudible)… 

Yo quiero agradecer mucho la posibilidad de poder hablar con ustedes (inaudible) una discusión de la que va a depender en buena medida el futuro político de México, y sobre todo, porque estamos hablando de las reglas de juego con las que vamos a ir a la que en su momento va a ser la elección más grande de nuestra historia (inaudible)…en 2024. 

…(inaudible)….las reglas de acceso al poder político no sean solamente una, o no esté reservada solamente a los tomadores de decisiones, las legisladoras, los legisladores son quienes van a pactar esas reglas en el Congreso de la Unión, si hay cambios constitucionales se los tendrá que pasar, por supuesto a los congresos locales, pero me parece que cuando estamos hablando de las reglas de la convivencia política de una sociedad que le ha costado mucho llegar a la democracia, eso no puede ser un patrimonio solamente de unos cuantos políticos, sino que tiene que involucrar una amplísima discusión pública. 

Para mí, consecuentemente, un espacio privilegiado como este con tantas y tantos jóvenes estudiantes, muchos de ustedes de justamente los temas políticos, pues es una oportunidad, insisto, digo que agradezco muchísimo.  

Muchísimas gracias por permitirme dirigirme a ustedes. 

Yo he preparado una breve presentación que los organizadores pueden tener a su disposición, probablemente algunas láminas por obviedad del tiempo las pasaré de manera muy rápida, pero está a disposición de ustedes si quieren revisar con más detalle algunos de los datos aquí contenidos. 

Cuando hablamos de cambiar las reglas del juego democrático, es decir, cuando hablamos de cambiar las reglas mediante las cuales se disputa el poder político de manera pacífica, creo que es muy importante atender algo que un politólogo muy reconocido, Arnaldo Córdova mencionaba cuando hablaba de la historia.  

Arnaldo Córdova decía que “la historia es maestra de la política” y hacer una reconstrucción de dónde venimos para poder saber dónde estamos es indispensable si queremos saber hacia dónde nos encaminamos, y desde ese punto, hablar de una reforma electoral no puede no partir de reflexionar de dónde venimos para poder hacer un balance de dónde estamos y, en consecuencia, qué es lo que se quiere cambiar hacia el futuro. 

Así que permítanme hacer una reconstrucción, por cierto, estudiantes de Ciencia Política, a 45 años de la que probablemente fue la reforma que comenzó esta historia y que nos permite hoy, a pesar de todos los problemas que aquejan a la sociedad mexicana: la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la impunidad, la violencia que lamentablemente caracterizan nuestra vida en sociedad en nuestros tiempos, hoy las elecciones ya no son un problema como eran hace apenas 30 años. 

Y eso es el producto de una larga historia de transformaciones que nos permitieron poco a poco ir cambiando el país para que hoy fueran las y los ciudadanos con su voto libre, y con las garantías de equidad en la competencia electoral, quienes decidan quienes nos gobiernan y quienes nos representan. 

La democracia, como me gusta decir, no se construyó en un día, y esa construcción implicó una serie de evoluciones, de transformaciones que, si bien lentas y graduales y paulatinas, en el fondo implicaron un cambio profundísimo en el país. 

Para poder hacer esto, permítanme comenzar con una reflexión, a propósito de nuestra transición. No somos el único país que ha transitado de un régimen autoritario a un régimen democrático, hay muchos estudios a propósito de este tema, ustedes estudiosos de la Ciencia Política seguramente han encontrado muchos textos que tratan este tema, pero lo que sí es cierto es que pocos países han tenido un cambio tan particular, un cambio político tan particular como el que tuvimos en México. 

Nuestra transición es una transición desde ese punto de vista original que se distingue de muchas otras transiciones. Piensen, por ejemplo, en el modelo clásico de las transiciones a las democracias, que es probablemente el caso español. 

En España en 1975 muere el dictador Franco, pasan en los dos años siguientes un proceso de arreglo político muy importante que cuaja en los pactos políticos y económicos que se conocen como los Pactos de la Moncloa; el año siguiente en 1978 emiten una nueva Constitución y, a partir de ahí, el pueblo español va a las urnas. Al cabo de cinco años, todas las fuerzas del espectro político habían logrado ganar por la vía pacífica, es decir, por a vía democrática el acceso al poder ¡tan, tan! Se acabó la transición española. 

La transición mexicana fue un poco más compleja, en México no tuvimos una ruptura, no tuvimos un momento que marca un parte aguan, un antes y un después, la Constitución que hoy tenemos, si bien se ha transformado profundamente, sigue siendo el mismo orden constitucional que emanó de la Revolución Mexicana hace más de 100 años. 

Y eso no quiere decir, sin embargo, que nuestra transición no haya sido profunda, basta pensar en lo que era México hace 35 años y en esto les pido un ejercicio de memoria. 

Hace 35 años, antes de la elección de 1988 en México no había un solo senador de oposición, todos los senadores pertenecían al partido en el gobierno; en México no había habido un solo gobernador que proviniera de las filas de la oposición, todos los gobernadores provenían del partido gobernante y la pluralidad política era un bien escaso, estaba a penas germinando. 

Hoy el país es radicalmente distinto. 

Hace 35 años había una certeza sola en el ámbito electoral y una gran incertidumbre, la incertidumbre tenía que ver con las reglas del juego, nadie sabía a ciencia cierta cuáles eran las reglas del juego que se iban aplicar en las elecciones, pero había una gran certeza, todo mundo sabía quién iba a ganar antes, incluso, de que las elecciones se llevarán a cabo. 

Hoy pasa radicalmente lo contrario, una cosa completamente opuesta. Hoy las elecciones son competidas. Hay certeza en torno a las reglas y hay una sana incertidumbre, la única incertidumbre que debe haber en democracia respecto a quién va a ganar las urnas, al menos hasta que en la noche de la Jornada Electoral las autoridades dan a conocer los resultados preliminares, en ese momento se acaban las incertidumbres. 

El país es un país multicolor, es un país diverso, es un país cruzado por la pluralidad. El estado de Nuevo León es un estado en donde la alternancia ha sido parte natural ya del paisaje político y en donde todos los partidos, como ocurre en democracia, ganan y pierden elecciones y nadie gana todo y nadie pierde todo y menos aún, eso ocurre de una vez y para siempre. 

De eso se trata la democracia, así que la profundidad del cambio político no es menor. 

Sin embargo, no nos pasó como los españoles. No es que cambiamos de la noche a la mañana, emitimos una nueva Constitución, hay un nuevo arreglo político en la sociedad y dejamos atrás el autoritarismo para pasar a una etapa democrática. 

En México las cosas son mucho más complicadas, más lentas, más pausadas y nuestra transición a la democracia se articuló a lo largo de ocho grandes reformas electorales. 

Permítanme, no quiero extenderme demasiado, pero hacer una breve síntesis y una sugerencia de lectura, para poder interpretar cuáles fueron los grandes ejes de este cambio político que nos permiten hoy decir que, en el ámbito electoral, al menos México, es un país democrático que, por cierto, es un referente a nivel internacional. 

Yo sé que hay una gran discusión en México sobre la pertinencia o no de cambiar el sistema electoral. 

Es una polémica intensa, pero fuera de México nuestro sistema electoral es reconocido y admirado como un sistema sólido que permite justamente, a pesar de los grandes problemas de nuestra sociedad, que no nos matemos en la disputa por el poder político, como pasaba hace apenas unas décadas. 

¿Cuáles son estos grandes ejes? Bueno, hay que partir del origen. El régimen que derivó de la Revolución Mexicana, era un régimen vertical, hermético, autoritario, que a pesar de las muestras de inconformidad que, por ejemplo, los movimientos estudiantiles a finales de los 60 o los movimientos sindicalistas o el surgimiento de guerrillas urbanas y rurales en el país, era un régimen que sé que era, digámoslo así, refractario a la diversidad política y que sabía reaccionar de la única manera en la que se reacciona a las movilizaciones sociales, como el movimiento del 68 por parte de regímenes autoritarios: a partir de la represión. 

México además, era un país que en la arena de los partidos políticos parecía un país bastante estable y homogéneo, lo que contrastaba con lo que estaba ocurriendo en la realidad. 

De 1953, piensen en esto estamos hablando de 25 años, hasta 1978, solamente había cuatro partidos políticos con registro nacional, el PRI, que gobernaba, el PARM y el PPS, a los que se les a los que se les conocía como partidos satélites que acababan postulando a los mismos candidatos que postulaba el PRI y el Partido Acción Nacional, que era el único partido de oposición. 

La izquierda no tenía, a pesar de su marginalidad, una opción política legalmente constituida, por ejemplo, para disputar el poder a través de las urnas. 

El colmo ocurrió en la elección de 1976.  

El PAN, por disputas internas, no logró postular un candidato a la Presidencia, no lograron generar los consensos y cumplir con lo que sus estatutos establecían para postular a un candidato a la Presidencia. 

Y José López Portillo corrió solo por la máxima magistratura del país. Decía López Portillo que bastaba con que su mamá votara por él para que él fuera el próximo Presidente de México y lo peor del asunto es que tenía razón, no sólo votó su madre por él, votaron algunos más, varios millones, pero López Portillo compitió solo por la Presidencia de la República. 

Claramente, el sistema político no estaba reflejando lo que era la realidad de la sociedad mexicana. Ese es el punto de partida. Y pensando de dónde veníamos, resultaba indispensable propiciar un cambio en las reglas del juego. 

Es aquí donde entra una de las figuras más históricas de nuestra transición a la democracia, que es Don Jesús Reyes Heroles, el Secretario de Gobernación del Presidente de la República, el Presidente López Portillo, que empujó la realización de una reforma electoral. 

Una reforma que, si bien era tibia en sus alcances, sí tuvo una virtud. Rompió la inercia de dónde veníamos y comenzó ese proceso de cambio político que poco a poco sería bajo la gradualidad y la pausa a la que he hecho referencia, al final del día sería también profundo y transformador. 

Y en los tiempos que corren, permítanme hacer una pausa para citar lo que Don Jesús Reyes Heroles decía en un discurso que fue célebre, todo politólogo y politóloga, tiene que tener claro ese discurso, el cerebro discurso de Chilpancingo del primero de abril de 1977, en donde explicó el sentido de la reforma política. 

Don Jesús decía entonces: mayorías, esto puede parecer obviedad hoy en día, pero este discurso hace 45 años, justamente este año, se cumplieron 45 años de aquel evento, era una absoluta novedad. 

Mayorías y minorías, decía don Jesús Reyes Heroles, constituyen el todo nacional. El todo nacional del pueblo de México no son nada más las mayorías somos todas y todos. 

Y el respeto entre ellas, su convivencia pacífica dentro de la ley es base firme del desarrollo del imperio de las libertades y de las posibilidades de progreso social. 

Y, advertía: cuando no se tolera, -esto lo dijo hace 45 años y tiene una vigencia hoy inédita, inusitada- cuando no se tolera, se incita a no ser tolerado y se abona el campo a la fratricida intolerancia de todos contra todos. 

La intolerancia sería, decía entonces Reyes Heroles, el camino seguro para volver al México bronco y violento. 

Aguas con no tolerar chicas y chicos, cuando no se toleran se incita a que no te toleren, y eso acaba mal. 

Justo lo contrario a lo que pide la convivencia democrática, que por definición es una convivencia pacífica entre quienes piensan distinto y se toleran pensando distinto. 

Permítanme una reconstrucción telegráfica para poder entender de dónde venimos, cómo se fue articulando el proceso de cambio político, hay muchos autores que han analizado esto, uno de ellos un regio excepcional, una regio de excepción, el maestro José Woldenberg Karakowsky, primer Presidente del IFE autónomo que, en un fantástico texto, “La mecánica del cambio político”, hace un análisis reforma por reforma, cómo se fue transformando el sistema electoral. 

No pretendo hacer eso aquí esta tarde, quiero simple y sencillamente hacer una sugerencia de lectura de cómo podemos interpretar el cambio político, a partir de cuáles fueron las principales necesidades que, en distintos momentos, a lo largo de las últimas cuatro décadas y media los cambios en las reglas del juego electoral, las reformas electorales, fueron enfrentando y tratando de darle solución. 

En un primer momento, como decía, viniendo de un régimen autoritario, cerrado y vertical y repelente al pluralismo político, la primera gran necesidad a resolver era cambiar las reglas del juego para permitir que el juego democrático fuera incluyente y se pudiera permitir la representación de la pluralidad política en los ámbitos del Congreso de la Unión, en los ámbitos donde se toman las decisiones. 

Es decir, abrir el sistema político y permitir que las nuevas fuerzas que se incorporaban al seno de la arena de la legalidad pudieran verse reflejadas, con la adecuada proporción de su fuerza electoral, en el Congreso de la Unión. 

Bien pronto esto poco a poco se fue logrando, se fue abriendo el sistema de partidos, se fue abriendo el sistema representativo, pero un nuevo problema se presentó enfrente, en 1988, en la polémica elección que nadie tiene claridad, aquella de la caída del sistema, nadie tiene claridad si las cifras fueron ciertas o manipuladas, lo que sí se sabe es que había una gran cantidad de irregularidades: los muertos votaban, los ciudadanos de oposición eran rasurados del Padrón y se les impedía votar, nadie sabía a ciencia cierta dónde tenía que votar; los funcionarios de las mesas de casilla eran designados en última instancia por el Secretario de Gobernación y la Secretaría de Gobernación organizaba las elecciones. 

Es decir, el gobierno era juez y parte.  

En medio de esa polémica, una nueva necesidad se presentó entre nosotros: que el sistema electoral se transformara y como se decía a principios de los noventa, que sirviera para que los votos efectivamente contaran y se contaran bien. 

Se trató de un conjunto de reformas que tuvieron el propósito de inyectarle credibilidad y confiabilidad a los procesos electorales. Esto se logró bastante rápido, un nuevo Padrón Electoral, por ciento todos ustedes tienen su Credencial para Votar con Fotografía, su INE, bueno, ese INE viene de ese Padrón que se construyó desde cero, fuera de la Secretaría de Gobernación a donde nunca debe volver, porque entonces tendríamos problemas, justamente los problemas que ya resolvimos y se inventaron un montón de procedimientos ciudadanos, aleatoriamente escogidos para contar, recibir y contar los votos de sus vecinos, entre otros. 

Para 1994 el problema ya estaba en otro lado. Las elecciones de 1994 fueron las primeras elecciones en donde el IFE, entonces, fiscalizó los recursos de los partidos, se trataba de un proceso todavía muy distinto al que hoy se tiene; era algo muy elemental, muy parecido a lo que pasa en Estados Unidos en donde los partidos estaban obligados a presentarle al IFE un reporte con todos sus ingresos y sus gastos y el IFE tenía que revisarlo, pero no podía hacer auditorías, no podía pedir otras informaciones, no podía contrastar la información, ni de lejos podía acceder a los secretos bancarios, fiduciario y fiscal como hoy ocurre, pero ese ejercicio tan limitado tuvo una enorme virtud. 

Por primera vez nos permitió saber, al menos con cifras oficiales, no sé si ciertas, no sé si los partidos fueron leales e informaron todo lo que habían ingresado y gastado, pero sí con cifras oficiales saber la enorme disparidad que enfrentaba la competencia electoral en México y evidenciar así el nuevo problema que había que resolver: la profunda inequidad. 

El PRI, partido entonces gobernante, se reveló en este ejercicio de fiscalización, había gastado ocho de cada 10 pesos, el 80 por ciento de los gastos los había realizado un partido y el 20 por ciento toda la oposición en su conjunto. 

Claramente había un problema de equidad que había que resolver; la tercera gran conjunto de reformas, la tercera gran etapa de cambios electorales implicó justamente una reforma que permitiera fortalecer la equidad en la competencia electoral, es decir, generar un piso mínimo de competencia para que todos los partidos, todos los candidatos pudieran contar al menos con ciertos elementos que volvieran mínimamente equilibrada la competencia electoral. 

A eso se abocaron las reformas de 1986 y la de 2007, la primera generando un financiamiento público generoso que hoy día a lo mejor podemos decir, se nos ha pasado la mano, pero que tuvo la enorme virtud de darle a todos los partidos condiciones financieras mínimas para poder competir efectivamente en las elecciones. 

Y la de 2007 que creó un modelo de comunicación que garantizaba a todos los partidos el acceso a lo radio y a la televisión sin que el dinero fuera la llave que les permitiera acceder a ese medio privilegiado para difundir sus plataformas políticas. 

Se trató de una serie de reformas que bien pronto presentaron sus resultados. En 1997, las primeras elecciones posteriores a la reforma que generó este esquema de financiamiento novedoso, por primera vez se disputó la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y la ganó la oposición. 

Por primera vez en 97 el PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y unos años después, en la siguiente elección presidencial, por primera vez se dio la alternancia en la Presidencia de la República y en el Senado tampoco hubo ya mayorías predefinidas, es decir, las condiciones de equidad estaban dando resultado. 

Todas las fuerzas políticas podían ganar y perder elecciones y no eran sus recursos, sino el voto de las y los ciudadanos los que definían quién ganaba y quién perdía. Más adelante, ya en 2014 una nueva etapa se generó, una nueva preocupación estuvo sobre la mesa: ¿cómo lograr que las elecciones federales que habían logrado un nivel técnico razonable se pudiera traducir en el ámbito local? 

Había estados, Nuevo León, Estado de México, Ciudad de México que tenían órganos electorales suficientemente robustos, pero otros que no tenían órganos electorales, que eran órganos de temporal, órganos que tenían un par de funcionarios y que cuando había elecciones contrataban a un montón de gente, con lo que adolecían de lo que es una característica de las elecciones en México, su profesionalización.  

¿Quiénes hacen las elecciones en México? Técnicos, servidores públicos capacitados que entraron por concurso, que son evaluados permanentemente y que son una de las garantías fundamentales de que en México, el voto de la ciudadanía se respeta en las urnas.  

Por eso se creó un sistema nacional de elecciones, el IFE se transformó en INE y hoy tenemos un complejo, sin lugar a dudas, pero funcional esquema en donde distintos órganos nacionales y locales colaboran entre sí.  

De ahí venimos y ¿cómo estamos? ¿Cuál es el balance que podemos hacer a ocho años y medio de la última reforma electoral cuando se creó el sistema nacional de elecciones? ¿Cuándo nació el INE?, pues, para decirlo en pocas palabras.  

Pues el balance desde mi punto de vista es sumamente positivo, no que no haya cosas que mejorar al sistema electoral. Hay muchas cosas que mejorarle, pero hoy las elecciones no son un problema y eso es la mejor prueba de que lo electoral, en lo electoral en México, sí hemos hecho la tarea bien.  

Vuelvo a insistir, somos un ejemplo a nivel mundial. Ejemplos, datos, no me gusta a mí que me digan “ah, esos son sus puntos de vista y yo tengo otros datos”. Datos ciertos, datos duros. ¿Qué ha pasado de 1994 a la fecha?, perdón, de 2014 a la fecha, en esos ocho años y medio.  

El INE ha organizado 330 elecciones, el IFE en 23 años organizó 18 elecciones federales. El INE junto con los OPLES ha organizado 330 elecciones, entre elecciones federales y locales, ordinarias y extraordinarias, bueno aquí tuvimos que organizar una elección extraordinaria por mandato de los tribunales, un 23 de diciembre, no es, lecciones aprendidas, nunca más. El 23 hay que ir a hacer compras para la cena, no ir a votar.  

Pero bueno, elecciones ordinarias, extraordinarias, elecciones internas de dos partidos, al PRD le hicimos su elección de dirigencia, a Morena también. Hoy Mario Delgado es presidente de Morena y Citlalli Hernández, Secretaria General, gracias a un proceso que organizó el INE.  

Hemos hecho dos ejercicios de participación ciudadana, una Asamblea constituyente, 330 procesos electorales y en ninguno, en ninguno ha habido un conflicto postelectoral. Es decir, los procesos electorales están sirviendo para recrear la pluralidad política en el país y, sobre todo, para transitar de un gobierno a otro sin derramamiento de sangre, como decía Karl Popper, politólogo destacadísimo.  

Así que el sistema, en este sentido, funciona.  

No ha habido un periodo similar a estos ocho años y medio en la historia del país, en la que haya habido tanta estabilidad política y falta de problemas después de las elecciones.  

Litigios ha habido, muchos, pero todo eso se procesa por los cauces institucionalmente establecidos, es decir, a través de los tribunales electorales.  

Segundo tema, en estos ocho años hemos vivido el periodo de mayor alternancia de nuestra vida democrática, nunca ha habido tantos cambios de gobernantes de una elección a otra como en este periodo.  

El índice de alternancia en México es del 62 por ciento, de más del 62 por ciento. ¿Esto qué quiere decir? Que la probabilidad que tiene un partido que ganó una elección de volver a ganar el siguiente ciclo electoral, es de apenas una de cada tres posibilidades, bajísimo.  

¿Esto qué evidencia? Pues que en México son las y los ciudadanos quienes con su voto no solamente designan a sus gobernantes y representantes, sino también premian o castigan buenas o malas acciones de gobierno. El llamado voto de castigo es una realidad entre nosotros y gobernantes que no hacen bien su trabajo, van a hacer las cuentas en el siguiente ciclo electoral con los electores.  

En el caso de las gubernaturas, incluso hemos llegado a un índice del 70 por ciento de alternancia, pero en estos ocho años y medio, el INE no solamente hace elecciones como algunos erróneamente dicen. Por cierto, paréntesis, es una mentira enorme que el INE sea el órgano más caro del mundo y que las elecciones en México cuesten más que en ningún otro lado.  

Sí son caras las elecciones, producto de la desconfianza, en pocos lugares del mundo se vota en papel seguridad, en pocos lugares del mundo no se puede utilizar herramientas electrónicas para poder abaratar los costos porque la ley lo prohíbe, pero eso es producto de la desconfianza, no lo olvidemos.  

Brasil, Colombia tienen sistemas electorales mucho más caros que el mexicano, así que como dicen los vendedores de chunches en la Ciudad de México, “que no le digan, que no le cuenten porque a la mejor le mienten” y sí, les mienten.  

¿Cuesta mucho? Sí. ¿Hay que abaratar el sistema electoral? Estoy de acuerdo, pero ése es el producto de pactos políticos, de consensos que impliquen eliminar algunos procesos que hoy vuelven muy caro organizar elecciones, pero que son indispensables para que no haya desconfianza.  

Datos: el INE ha emitido en ocho años y medio 123 millones de Credenciales gratuitamente y tenemos la base de datos biométricos, personales, más grande del país que está siendo utilizada, por cierto, sin entregar los datos de ustedes para poder combatir el flagelo de las personas desaparecidas o de los cadáveres desconocidos, gracias a que tenemos la biometría dactilar que nos permite colaborar con las instancias de búsqueda de personas y resolver este grave flagelo.  

Por cierto, si hay un problema, el problema está todavía en los SEMEFOS, porque en el INE hemos encontrado ya 17 mil 400 coincidencias con nuestra base de datos, de cadáveres y solamente se ha podido entregar cerca de cinco mil registros porque los SEMEFOS no han hecho su tarea.  

Además, tenemos un sistema de comunicación política que funciona y funciona bien, el 99 por ciento de cumplimiento en todos los procesos electorales recientemente realizados.   

Es decir, los medios están cumpliendo, los medios están transmitiendo lo que se tiene que transmitir cuando se tiene que transmitir y esto ha redundado también en que el INE, aunque esto le duela a algunos, sea la institución civil del Estado mexicano con mayor credibilidad entre la ciudadanía.  

Hay quien dice “pero las universidades”. Sí, pero las universidades no son instituciones del Estado mexicano, tienen autonomía, incluso las universidades públicas.  

Estamos sólo después de las fuerzas armadas, lo que está a la derecha es la gráfica de la ENCUCI, la encuesta que hizo el INEGI el año pasado.  

Allá tienen una encuesta de Parametría que coloca al INE en un índice de credibilidad de entre 64, 67 por ciento. El diario Reforma hace unos meses, apenas después de la Revocación de Mandato colocaba al INE con una credibilidad del 64 por ciento y la encuesta del Grupo GEA-ISA que hace un tracking trimestral revela que la credibilidad del INE, la confianza en el INE está entre el 73 y el 64 por ciento, en ese rango. 

¿Esto para qué es? ¿Porque queremos presumir estamos bien posicionados? ¿porque es una institución que sirve? y eso lo puede constatar cualquiera de ustedes que haya hecho un trámite para obtener su credencial para votar. No. 

Porque como ningún otro órgano del Estado Mexicano el INE depende de la credibilidad pública para poder hacer su trabajo, algunos de ustedes, seguramente aquí ha habido funcionarias y funcionarios de casilla, y si ustedes no creen en el INE no habrían aceptado ser funcionarios de casilla. 

Algunos datos al respecto. En la elección del año pasado, la federal, necesitábamos un millón 460 mil ciudadanas y ciudadanos para que administraran las más de 160 mil casillas, ¿y saben qué? después de la primera visita, del sorteo de la primera visita, había casi tres millones de mexicanas y mexicanos que dijeron: yo estoy dispuesto a participar, cumplo con los requisitos, y ya me capacité; tres millones, el doble. 

En la Revocación de Mandato, fue un ejercicio muy polémico, necesitábamos casi 300 mil personas, y más de 660 mil, o casi 660 mil habían aceptado. En las elecciones de junio pasado en los seis estados donde hubo elecciones necesitábamos casi 150 mil; y 340 mil habían aceptado. 

Es decir, la credibilidad es indispensable para que las elecciones se puedan recrear en México. Sé que es todo el tiempo, pero, a menos que me empiecen a chiflar me voy a tomar tres minutos más, solamente para aclarar la… ok, ya no me los tomo entonces, tres minutos. 

¿Reforma electoral o no? ya sé que hay hambre, pero yo llegué tarde porque alguien más se retrasó. 

Nada, regálenme tres minutos y termino, de veras, con el privilegio, agradeciendo la paciencia. 

¿Es indispensable una reforma electoral? ¿Indispensable? ¿No? Si no hay cambios en lo electoral podemos ir a la gran cita electoral del 24 sin mayores problemas. 

Existen las reglas como para recrear la vida social de nuestro país, la vida política, sin mayor problema; distinta cosa es preguntarnos si es pertinente. 

O sea, déjenme decirlo así, pues, si no hay reforma electoral ahora, en 2024 va a seguir habiendo democracia en México, eh. 

¿Es pertinente una reforma electoral? Sí, siempre y cuando se cumplan tres condiciones. Tres condiciones, y como Presidente del INE yo no voy a juzgar si las 

reformas que se han presentado, las iniciativas que se han presentado son positivas o no, pero sí digo que, en todo el mundo, cuando se cambian las reglas del juego, y esto no lo digo yo, es una sugerencia de uno de los grandes de la teoría política, Norberto Bobbio, se tienen que cumplir tres condiciones: 

Primera condición, que exista un amplio consenso entre las fuerzas políticas, porque si no la reforma va a ser un problema, y eso ya lo vivimos, cuando se cambian las reglas del juego no basta aplicar una mayoría, aunque sea la que la Constitución pide, porque si alguien es excluido de la definición de las reglas del juego a las que tendrán todos que sujetarse, el día de mañana algún mal jugador, y ha habido muchos malos jugadores en México, va a decir que perdió por culpa de las reglas. 

Y las elecciones, el sistema electoral, va a ser un problema para la convivencia pacífica. 

Segunda condición, esa para mejorar el sistema. Digo, si le hacemos caso a este señor que fue Presidente de la Cámara de Diputados hasta hace unos meses, cuando declaró el año pasado que cómo habían cambiado ya las cosas, era tiempo para que las elecciones las volviera a organizar la Secretaría de Gobernación, creo que vamos a tener un problema, no sé si sea un buen consejo tirar 30 años de cambio político a la basura. 

Y tercera condición, y con esto acabo. Si hay cambios que se hagan bien, que se hagan con datos, que se hagan con la cabeza, no con el estómago, porque si vamos a hacer una reforma electoral a partir de los rencores, o peor aún, de las filias y fobias personales, seguro va a salir mal. 

Lo que tenemos enfrente es una enorme responsabilidad, sobre todo porque, si hay reforma, no olvidemos algo, la vamos a poner a prueba en la elección más grande y probablemente la más delicada en nuestra historia, así que tiene que ser una reforma bien hecha, si la hay. 

La historia enseña, en los últimos 25 años todas las reformas electorales se han puesto a prueba en elecciones intermedias; la reforma de 1996 se puso a prueba en la elección intermedia 1997; la reforma de 2007 se puso a prueba en la elección intermedia 2009; y la reforma 2014 se puso a prueba elección intermedia de 2015. 

Vamos a hacer una reforma, hagámosla, pero hagámosla bien, porque lo que podemos jugarnos es lo que hoy no es un problema en nuestro país, la estabilidad política. 

Tenemos problemas de seguridad, de desigualdad, muchos problemas, que no se han enfrentado con las políticas públicas adecuadas, pero la democracia no es un problema en México, no lo volvamos. 

Recuerden algo, y termino, la construcción de la democracia fue el resultado de una apuesta histórica y de una gran, digámoslo así, confluencia de generaciones y generaciones de mexicanas y mexicanos, de muy distinta índole política, de muy distinta orientación, que creyeron en una cosa: que el voto de las y los ciudadanos fuera el que defina quién nos gobierna y nadie más. 

La construcción de la democracia fue una construcción colectiva, la defensa de la democracia, chicas y chicos, también es una responsabilidad de todos, porque a la democracia se le cuida o la democracia se nos puede agotar, y ejemplos en la historia hay muchos. 

Muchas gracias. 

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