Intervención de Lorenzo Córdova, en la inauguración del 10º Seminario Internacional, Corrupción y política en América Latina

Escrito por: INE
Tema: Consejero Presidente

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA INAUGURACIÓN DEL 10° SEMINARIO INTERNACIONAL “CORRUPCIÓN Y POLÍTICA EN AMÉRICA LATINA: PESOS Y CONTRAPESOS”

Muy buenos días a todas y todos.

Saludo a quienes integran el presídium en esta inauguración de este seminario internacional.

Me siento muy honrado de participar en la mesa inaugural, en la mesa introductoria al Seminario Internacional sobre corrupción y democracia, organizado y convocado por el Centro Universitario de Ciencias Económico-Administrativas de la Universidad de Guadalajara y el Instituto de Investigación en Rendición de Cuentas y Combate a la Corrupción.

Para mí, como Presidente del Instituto Nacional Electoral es un auténtico privilegio formar parte de las deliberaciones de este seminario que se organiza en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que en esta XXXV edición se está convirtiendo en un importantísimo foro de defensa de la democracia y de las pretensiones dogmáticas de hablar de una supuesta homogeneidad; es decir, un verdadero oasis de inteligencia y de diálogo frente a los graves riesgos que acechan a la democracia en la actualidad.

Una de esas amenazas es precisamente la que ya mencionaba, esta pretensión dogmática de hablar de una supuesta unanimidad en el intento de imponer una verdad absoluta, el acoso a los centros de estudio y de enseñanza crítica, la descalificación a la prensa libre y al periodismo crítico, el ataque a las instituciones de la transición democrática como son los órganos electorales o los de transparencia.

En una palabra, en la persecución de las ideas y de la diversidad.

En este sentido, la FIL 2021 ya está resultando histórica al erigirse como una trinchera de diálogo y de la defensa de la democracia, la tolerancia y el pluralismo frente a los intentos de imponer un pensamiento único.

Otra amenaza grave contra la democracia es el tema central de este semanario, la corrupción, la corrupción que desgasta la legitimidad obtenida por el gobernante en las urnas. La corrupción que socava la confianza de la ciudadanía en la política, que alienta el desencanto y la decepción con proyectos que en un momento dado recibieron el respaldo popular en las urnas.

La corrupción irrumpe en la necesaria relación entre gobernantes y gobernados, aleja a la población de la política y desgasta la credibilidad de las instituciones. Desgraciadamente, éste es un problema que ha aquejado a México durante décadas y que seguimos padeciendo.

Sin duda, uno de los grandes males que se incubaron en el régimen posrevolucionario es precisamente el de la corrupción. Durante los más de 70 años del régimen del partido hegemónico fueron muchos los episodios que agraviaron a la ciudadanía y muy diversas las prácticas corruptas que se incubaron en el sistema y, desgraciadamente, en la vida cotidiana y que todavía perduran en nuestros días.

A tal grado ocurrió ello que incluso hubo un Presidente que llegó a decir que la corrupción era intrínseca a la cultura de los mexicanos. El problema fue que, cuando México alcanzó finalmente la alternancia en el poder presidencial, en el hoy ya lejano 2000, la corrupción no se terminó, las condiciones de funcionamiento democrático del Estado, que trajo consigo la transición, no implicó la erradicación de esta muy arraigada, penosa y condenable conjunto de prácticas.

Los nuevos gobernantes, asimilaron una forma de hacer política y gestión administrativa que reprodujo, en muchos casos, las peores prácticas en esta materia, provenientes, heredadas del anterior régimen.

Y lo mismo ocurrió en el sexenio pasado, generando la idea colectiva de que la alternancia de distintas fuerzas políticas en el ejercicio del poder no implicaba necesariamente una nueva forma de gobernar.

La idea de que todos son iguales se instaló en el imaginario colectivo y produjo el desencanto que en buena medida empujó una tercera alternancia en los comicios presidenciales de 2018.

Acabar con la corrupción fue la principal promesa de la campaña de quien resultó ganador en dichas elecciones. Una de las principales ofertas del gobierno, pero aún no puede considerarse, ni de lejos, como una propuesta cumplida.

Sigue siendo, al igual que el de un Estado social y de una democracia que efectivamente resuelva los problemas más inmediatos de la gente, una promesa abierta, o si se quiere, a la Bobbio, una promesa incumplida.

Y también hay que decir, que construir una vida pública más limpia, más transparente, con rendición de cuentas y con controles institucionales y democráticos al ejercicio del poder, no depende únicamente del gobierno.

En esta construcción juega un papel relevante la sociedad, una ciudadanía crítica, activa, participativa, involucrada en la vida pública, informada y atenta a la manera en la que se ejercen los recursos públicos, exigente con quienes ejercen el poder y que, también se coagula en los centros de pensamiento crítico como son, justamente las universidades.

El problema de la corrupción no lo va a resolver, en consecuencia, solamente el gobierno o una sola fuerza política. Para desterrar este mal de nuestra vida pública será necesario que nos involucremos todas y todos, las instituciones del Estado, los tres Poderes de la Unión, los organismos autónomos constitucionales, la sociedad civil y, desde luego, la academia.

Y es que, en democracia, la concentración del poder a partir de la erosión de los controles y contrapesos que vemos ocurre como una tendencia nefasta a nivel mundial, uno de los grandes desafíos que están enfrentando las democracias sin importar su antigüedad, si sean nuevas o sean consolidadas, representa una forma de corrupción.

En la medida en la que se aliente el ejercicio discrecional, arbitrario, opaco e indiscriminado del poder público, justo, pues la némesis de lo que supone la idea de una democracia constitucional.

Ir en contra de la democracia constitucional, eliminar los controles, los contrapesos, los mecanismos de ejercicio acotado del poder, la supervisión que la misma supone e, incluso, la posibilidad que desde la sociedad se genere ese contexto de exigencia al que he referido, supone también una manera de alimentar la corrupción.

Es el bajo fondo en el cual la corrupción germina. En ese sentido, los ataques, la descalificación, y hoy la amenaza, por cierto, cumplida, de graves restricciones, e incluso asfixia presupuestadas a los órganos de control del poder, a las instancias de control del poder como las que provienen desde la sociedad civil, en lo único que abonan es a crear un terreno fecundo para que germinen prácticas autocráticas y, por ello, inevitablemente corruptas.

En ese sentido, celebro profundamente la iniciativa de la Universidad de Guadalajara para celebrar este seminario y felicito a los doctores Lourdes Morales y Mauricio Merino y, por supuesto, al CUCEA y a su Rector, el maestro Gustavo Padilla, por la integración de un excelente programa de conferencias y jornadas de reflexión en las que seguramente surgirán importantes ideas y propuestas para enfrentar todas y todos conjuntamente este flagelo que inevitablemente amenaza a nuestra democracia.

Muchas gracias y mucho éxito en los trabajos de este seminario.

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