VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA CLAUSURA XXXII CONGRESO INTERNACIONAL DE ESTUDIOS ELECTORALES: COALICIONES ELECTORALES EN AMÉRICA LATINA
Buenos días a todas y a todos.
Saludo con mucho afecto y agradecimiento al Contador Público Carlos Manuel Joaquín, Gobernador del Estado de Quintana Roo, al señor Rector, el Maestro Francisco Xavier López Mena. Gracias por su hospitalidad en esta entrañable institución.
Señor Rector, para quienes hemos tenido el privilegio de que ésta no sea la primera vez -volver siempre es un placer- saludo con mucho afecto, también, a la Maestra Mayra San Román, Presidenta del Instituto Electoral de Quintana Roo; a la Doctora Angélica Cazarín, todavía nuestra Presidenta de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales del Consejo Directivo; a la Licenciada Martha Elena Morga; al Maestro Jorge Armando Poot.
Me complace mucho poder participar en esta Ceremonia de Clausura del XXXII Congreso Internacional organizado por la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales, que durante cuatro días fue el epicentro de una importante discusión sobre temas cruciales de la democracia en nuestra región Latinoamericana.
En momentos sin duda desafiantes para nuestros sistemas electorales, este tipo de eventos, que congregan lo mismo a teóricos y pensadores de la democracia, que, a autoridades electorales, se convierten en espacios ideales para la discusión de las ideas, el intercambio de experiencias de diferentes países y distintas realidades, y para la reflexión sobre nuestros problemas comunes.
Hemos comentado en estos días sobre el estado que guarda nuestra democracia en los distintos países del mundo y en particular de América Latina, sobre sus desafíos y hemos podido visualizar problemáticas comunes, nuevos retos y auténticas amenazas que desafían a todos los sistemas electorales por igual.
Sin duda alguna, las primeras dos décadas del siglo XXI se han convertido en un parteaguas en la historia de la humanidad. Un cambio de época en el que muchas de las claves de funcionamiento y de interpretación de nuestras democracias se han modificado radicalmente.
No solamente se acabó la idea, hoy lejanísima, del mundo bipolar, que predominó durante casi toda la segunda mitad del siglo XX, sino que al mal llamado “fin de la historia” le siguió una época de fenómenos disruptivos muy diversos que modificaron la forma en la que se concibe y se ejerce el poder, e incluso la forma en la que se disputa el acceso al mismo.
El desarrollo de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones han generado novedosas formas de interacción social, nuevos hábitos de lectura y de producción de noticias, nuevas audiencias, una nueva generación de ciudadanas y ciudadanos con referentes muy distintos a los del siglo XX; nuevas formas de hacer política, nuevos instrumentos de organización electoral y un inusitado intercambio de información en tiempo real y en un mundo prácticamente sin fronteras. -en estas materias, en las otras, las fronteras han elevado muros, incluso graves y preocupantes-
Hoy, además de los problemas que venían acarreando las democracias del siglo XX, enfrentamos fenómenos como la desinformación, la polarización de las sociedades, con preocupantes síntomas de intolerancia que propician linchamientos públicos en las hogueras de las redes sociales y un muy riesgoso desencanto con los sistemas electorales derivado, en gran medida, de las promesas incumplidas de la democracia.
Si hace algunos años en la región se preguntaba, nos preguntábamos, cuánta pobreza puede aguantar la democracia, hoy habría que cuestionarnos cuánta pobreza, cuánta violencia, cuánta desigualad y cuántas frustraciones sociales podrán aguantar nuestros regímenes democráticamente electos.
A esa situación, de por sí compleja y desafiante, se sumó en 2020 la pandemia de COVID-19, que obligó a todos los países del mundo a adoptar medidas de contingencia sanitaria que, en sí mismas implicaron una limitación de las libertades democráticas.
En estas condiciones no es difícil concluir que no son buenos tiempos para la democracia y, sin embargo, la ciudadanía sigue apreciándola como el mejor sistema de gobierno.
Hace unos días se dieron a conocer los resultados de la versión más reciente de Latinobarómetro, este amplio estudio de opinión levantado en 18 países entre 2020 y 2021 y la buena noticia es que el 67 por ciento de la población de nuestras naciones, de nuestra región, sigue pensando que la democracia puede tener problemas, pero es aún el mejor sistema de gobierno.
Pero la mala noticia es que de acuerdo con dicho estudio sólo el 27 por ciento de la población en la región dice estar satisfecha con la democracia y un 73 por ciento dice estar insatisfecha con este sistema de gobierno.
En el caso de México el 60 por ciento cree que la democracia es el mejor sistema, un rango menor al promedio regional, pero un 34 por ciento se dice satisfecho con la democracia que tenemos en el país, un rango mayor al promedio latinoamericano.
Pero las cifras son tales que creo que nadie puede echar campanas al vuelo, al contrario, todos estos datos que revelan una realidad de la que tenemos que hacernos cargo, sin duda alguna desde los gobiernos, desde los poderes legislativos, desde la esfera de actuación de las autoridades electorales, desde la academia y también desde la sociedad civil, se nos imponen como desafío hacia el futuro.
Para ello, sin duda estos cuatros días de reflexiones, diálogo e intercambio de experiencias han sido muy útiles y muy fructíferas para nuestras democracias.
Reflexionar sobre los sistemas de partidos y las coaliciones electorales, el rol que tienen, el aprecio público que concitan o el rechazo que generan es fundamental para tratar de mejorar nuestros sistemas electorales y tratar de incrementar el aprecio y el arraigo de los principios y valores democráticos entre la ciudadanía de nuestros países.
En México donde apenas hace unos días se cumplieron 31 años desde la fundación del otrora Instituto Federal Electoral y hoy INE, nos gusta decir que la democracia no se construyó en un día, perdón la publicidad, pero, bueno; en fin.
Es, por el contrario, no es una obra personal, no se debe a una persona, a una fuerza política, a una ideología, es una obra colectiva, es un patrimonio de todas y todos, construido gracias a un proceso evolutivo de muchas generaciones.
Valoremos y contribuyamos a la democracia en la región, en nuestro país, que, sin duda, sigue siendo el mejor de los regímenes de gobierno.
Y en ese afán instituciones como la SOMEE y foros como los que estamos clausurando resultan fundamentales.
De manera, que no resta más que agradecer a nuestra querida Sociedad Mexicana de Estudios Electorales por volver a ofrecernos este espacio, darles las gracias a las autoridades, tanto de la Universidad de Quintana Roo, como del Gobierno del estado por ser nuestros anfitriones.
Felicitar a las y los organizadores y participantes de este encuentro y congratularnos una vez más por la oportunidad de reunirnos nuevamente de manera semi presencial.
Muchísimas gracias.
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