Intervención de Lorenzo Córdova, en el seminario, Elecciones en tiempos de pandemia: Desafíos para la democracia electoral

Escrito por: INE
Tema: Covid-19

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, DURANTE EL SEMINIARIO VIRTUAL “ELECCIONES EN TIEMPOS DE PANDEMIA: DESAFÍOS PARA LA DEMOCRACIA ELECTORAL”, ORGANIZADO POR EL OBSERVATORIO DE LA DEMOCRACIA DEL PARLAMENTO DEL MERCOSUR 

Consejero Presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianello: Daniel, solamente un dato, decirme exactamente lo mismo que dijiste cambiando México por Perú para referirte más adelante a nuestro querido Piero. 

Daniel Peña: Te lo había dicho antes que tú llegaras. Los casos, creo que más específico que han sabido en el correr de este año, sobre todo, ganarse el respeto internacional de oficinas electorales que han funcionado muy bien en pandemia, pero además con problemas políticos adicionales. 

Creo que eso también nos llena de orgullo a todos y además nos hace aprender de ustedes y de esta relación que, bueno, que nos tiene que fortalecer la democracia, así que queda en sus manos. 

Consejero Presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianello: Sin lugar a dudas, gracias Daniel, de veras un verdadero placer poder estar con ustedes. 

Saludo con mucho afecto también a Alexandre, por supuesto a mi querido Piero, compañero de batallas, de desaventuras, pero también de éxitos y de esta vocación electoral que algo, como ya decía Daniel, de bombero tiene al final del día. 

Finalmente, los órganos electorales creo que estamos llamados a ser, a jugar el papel de anclas de estabilidad política, luego la política fluye y tiene que fluir por sus cauces, pero a nosotros nos toca, insisto, que la misma no se desborde, que las pasiones se contengan dentro de las rutas y las reglas del juego democrático. 

Daniel, de veras, muchísimas gracias por permitirme esta reflexión y compartir estas opiniones, pues en un ciclo electoral que se acerca a su final en este año, pero que abre la puerta para un ciclo electoral también sumamente intenso, como el que vamos a tener el próximo año y mucho me temo que con condiciones todavía de una pandemia entre nosotros. 

Así que las lecciones aprendidas, así como nosotros nos hicimos fuertes de las elecciones que se realizaron el año anterior, pues bueno creo que las elecciones de 2021 sirven para, digamos, ir robusteciendo el marco institucional de nuestra América Latina, de cara a un año, el próximo que será también complejo, con elecciones en muchos países, bueno pues ahí están las elecciones de Argentina que vienen, las elecciones en Brasil, etcétera, así que este espacio me parece fundamental que se siga manteniendo y que sigamos nutriéndolo. 

Yo he preparado una presentación, si tú me permites Daniel, Alexandre, yo les pasaría la presentación para que la puedan distribuir entre los asistentes, a reserva de ir con algunas láminas, digámoslo así, más de respaldo y con mayor velocidad no deteniéndome puntualmente en cada una de ellas. 

Entonces, si ustedes me permiten y me confirman que se vea bien la pantalla. Muy bien, gracias. 

Bueno, primero quisiera hacer una reflexión de contexto. La democracia no goza, no por la pandemia o al menos no sólo por la pandemia, sino ya desde antes veníamos nosotros reflexionando en el ámbito internacional respecto de los malos tiempos que corren para la democracia. 

Nuevos fenómenos que ahora ya no son propios de las democracias en vías de consolidación como se les decía hace unos 20 años, nuestras democracias, sino que hoy son fenómenos que aquejan a todas las democracias, nuevas o añejas y que son, en muchos sentidos, comunes con énfasis particulares en algunos lados, pero que en todo caso son preocupaciones recíprocas que, tanto, insisto, en las democracias consolidadas como las nuevas democracias están enfrentando. 

Por un lado, un problema de desafección de, digámoslo así, insatisfacción con lo que podríamos llamar las promesas incumplidas de la democracia, entre ellas una desigualdad oceánica que crece, una pobreza que aumenta y que con la pandemia de COVID-19 se vio incrementada en muchos lados, un descrédito de particularmente de los órganos, de las instituciones que son pilares fundamentales de la democracia como partidos y parlamentos y, bueno, este fenómeno de desinformación o fake news que nos ha ocupado desde 2016 como uno de los grandes problemas que aquejan a las democracias. 

La mentira no es un fenómeno nuevo, ha acompañado a la política desde sus orígenes con distintos nombres, demagogias, en fin, lo que se quiera. El caso es que hoy con la irrupción de las redes sociales, que son mecanismos meramente instrumentales y pueden servir para fortalecer la democracia o para erosionarla, con la mentira y la desinformación adquieren una nueva dimensión. 

Y finalmente una polarización política que no es de hoy, que se venía granjeando, que venía germinando desde hace por lo menos de una década, pero que hoy en día constituye uno de los desafíos fundamentales de los sistemas democráticos. Ése era el contexto en el que, como decimos en México, para acabarla de amolar, nos cayó la pandemia encima. 

La pandemia tiene cuatro dimensiones fundamentales en su relación con las elecciones. La primera es una dimensión sanitaria, me atrevo a decir casi obvia, organizar elecciones significa prácticamente tener que recurrir a todas aquellas prácticas sociales que son desaconsejadas como una manera de prevención y de contención de la propia pandemia. 

Organizar elecciones significa propiciar el que millones de personas acudan a los mismos lugares, yendo en contra de la lógica del distanciamiento social, a emitir su voto y suponen también campañas políticas normalmente caracterizadas por grandes actos de proselitismo, mítines, rallys, concentraciones, etcétera. Primer gran desafío que nos impuso la campaña. 

Las elecciones significan, insisto, hacer prácticamente lo contrario de lo que suponen las buenas prácticas para enfrentar una pandemia. 

Hay una dimensión económica, ya lo mencionaba, derivada de la propia pandemia, y esto incrementa esos niveles, ese caldo de cultivo de insatisfacción con la democracia y aquí pues miren, inevitablemente viendo cómo crecen, que es en caso de México, solamente en 2020 se incrementó en cuatro millones y medio de personas que pasan bajo la línea de pobreza, llegando a un 48 por ciento de la población. 

Y esto es algo que está replicándose en muchos de los países, particularmente de América Latina, pero no sólo, con lo cual estamos, de nueva cuenta, tensando la cuerda de aquello que Dante Caputo, en el informe sobre el estado de la democracia en América Latina en 2004, señalaba como el principal desafío, digámoslo así, de nuestras democracias, las democracias latinoamericanas, bajo la pregunta ¿cuánta pobreza y desigualdad va aguantar nuestra democracia? 

Una tercera dimensión es una dimensión estrictamente política. Enfrentar la pandemia, supone tomar una serie de medidas que inevitablemente suponen alguna restricción para los derechos humanos y a la par de esas medidas excepcionales, debían también haberse incrementado los mecanismos de control, que para esas situaciones extraordinarias los sistemas de democracia constitucional prevén. 

No siempre ha sido así. Ahí están los casos de Polonia, de Turquía, de Hungría, en donde la pandemia fue aprovechada para reforzar los poderes ejecutivos, sin que esto estuviera aparejado a mecanismos de control de esos poderes extraordinarios que se estaban desplegando. Por no hablar, también en la dimensión política, que la misma polarización también fue incrementada por la propia pandemia. 

Prácticamente en todos lados, en el campo, digámoslo así, de la discusión de las campañas electorales, el tema del manejo de la pandemia estuvo en el centro, el bueno o mal manejo, las acusaciones en algunos casos, de malas políticas sanitarias, etcétera, que acabaron incrementando este fenómeno con un dato adicional, con una dosis de intolerancia, un valor profundamente, me atrevo a decir, el valor anti democrático por excelencia, que fue incrementando o abonando peligrosamente esa polarización. 

Y finalmente hay una dimensión social. Una dimensión que estaba ya antes de la pandemia, de insatisfacción, ya mencionaba, que sea por el ejercicio del legítimo derecho a la protesta, sea por la reacción del Estado frente a dichas protestas, pues ha colocado en una tensión a las democracias constitucionales porque, si bien la protesta es legítima en un sistema democrático, también es cierto que hay ciertos causes y ciertos márgenes, igual que para la reacción que el Estado pueda tener. 

En suma, dentro de la propia pandemia podemos ver hay muchos aspectos, muchas dimensiones que impactan inevitablemente, no solamente la vida social, sino concretamente el ámbito electoral. En muchos órganos electorales, a nivel internacional, han venido recopilando una serie de buenas prácticas. 

Hay muchas elecciones que podrían sumarse aquí, como elecciones que se fueron realizando durante la pandemia, algunas de las cuales sirvieron, digamos, como ejemplos a seguir y, en otras, como ejemplos a no seguir precisamente porque las elecciones se convirtieron en espacios en donde se detonaron los contagios. 

Ahí está el gran desafío, digámoslo de esta manera, ¿cómo en tiempos de pandemia logramos hacer compatibles y no contradictorios los derechos político electorales, los derechos fundamentales político electorales con el derecho fundamental a la salud? 

¿Cómo hacer pues, en pocas palabras, que el ejercicio de los derechos políticos no ponga en riesgo la salud?, por un lado, pero por otro lado que la pandemia no convierta a las elecciones y a la democracia en una víctima más de la misma. 

En este año, datos, aterrizo al caso mexicano, en este año fuimos, ya se decía hace un momento, a las elecciones más grandes de las que se han realizado, se van a realizar este año en América Latina. Tuvimos elecciones, aquí hay una comparación con las elecciones federales de 2018, son elecciones más grandes por dos razones fundamentales. 

Una, porque el Padrón Electoral, el listado de potenciales electores, creció en poco más de cuatro millones en los últimos tres años y todo esto detonó las dimensiones de la elección. 

Más electores significan más mesas de votación, más mesas de votación significan más funcionarios de mesa, más funcionarios de mesa significa un trabajo de campo más amplio para ir a buscarlos. En México se sortean y se insaculan pues, los funcionarios de mesa de entre quienes tienen derecho a votar y así sucesivamente. 

Pero además éstas fueron las elecciones más grandes porque nunca antes habíamos disputado tantos cargos públicos de elección como en 2021. Casi 20 mil 500 cargos lo que significa dos mil cargos más que en la última elección federal, esto producto de una inédita concurrencia. 

Todas las entidades federativas, recuerden que México es un Estado federal, todos los estados del país fueron a algún tipo de elección local, concurrente con las elecciones para renovar la Cámara de las y los Diputados. 

En efecto, tuvimos, además de la elección de las 500 diputaciones federales, 15 gubernaturas, 15 de las 32, elecciones, renovación de Congresos locales en 30 de los 32 estados federados y la renovación de ayuntamientos de 30 estados, excluyendo por supuesto los que, que no son pocos, por tener condiciones digamos de presencia de comunidades indígenas y demás, están reconocidos con elecciones de usos y costumbres, no elecciones constitucionales, propiamente dichas. En suma, una elección, la más grande por estas dos razones. 

¿Qué hicimos para enfrentar este reto en el contexto del COVID? Bueno, hay tres grandes ejes que se siguieron en México, siguiendo las mejores prácticas internacionales que a lo largo del último año se habían venido desplegando en múltiples países que habían ido a las urnas, incluido México, por cierto, que tuvo el año pasado un par de elecciones locales. 

Tres, decía, fueron los grandes ejes. Primero, la experiencia internacional. Piero no me dejará mentir, creo que el último año y medio si nos observábamos recíprocamente, si nos escuchábamos en términos de nuestras experiencias, creo que nunca antes nos habíamos visto los unos a los otros como en el último año, un poco tratando, digámoslo así, de aprender de las buenas prácticas y también identificar lo que no hay que hacer de cara a una elección y para eso, evidentemente, pues nadie estaba listo y preparado para la pandemia, pues se inició un proceso de ensayo-error y de mucha observación recíproca. 

Así que, a lo largo del año previo, pues nosotros estuvimos tratando de identificar las buenas prácticas, muchas de ellas recopiladas en manuales, como el de la OEA o la compilación de protocolos que IDEA Internacional realizó, en fin, un poco todo mundo se abocó a tratar de identificar esas buenas experiencias. 

El segundo eje fue el que ya mencionaba. En 2020 tuvimos elecciones en dos estados, en Hidalgo y en Coahuila, si bien eran solamente dos estados los que fueron a las urnas, pues estamos hablando de un Padrón Electoral de casi cuatro millones y medio de potenciales electores, es decir, no era poca cosa en todo caso. 

Y esas elecciones que tuvieron que ser pospuestas, porque originalmente se iban a realizar en junio de 2020, es decir, en plena primera oleada de contagios, con todas las implicaciones que supone posponer elecciones en términos políticos, en términos constitucionales, en términos logísticos, etcétera. Pues bueno, esas elecciones nos sirvieron como un primer banco de pruebas para poner en práctica, afinar y calibrar los distintos protocolos sanitarios que fuimos desplegando. 

Y, en tercer lugar, el tercer eje son justamente dichos protocolos. Aquí y debo decirlo con extrañeza, en México fuimos el único órgano del Estado mexicano que constituyó una especie de centro o de espacio de gobierno de la institución para que todas las actividades, sea la atención a la ciudadanía en los módulos en los que hay un registro para la lista electoral y se entregan las credenciales para votar que, hay que recordar en México es algo así como el RENIEC en Perú, ¿no? que es una función que cumple el INE, es decir, nosotros dotamos a la ciudadanía de su mecanismo de identidad y, bueno, para eso tenemos más de 900 puntos en todo el país, de atención. 

Éstos abrieron desde agosto del año pasado y, consecuentemente, tuvieron que seguir protocolos sanitarios sumamente estrictos, pero prácticamente todas las actividades de la institución y todas las actividades del proceso electoral estuvieron regidas por específicos protocolos sanitarios para dicha actuación. 

Insisto, se constituyó un órgano de gobierno, la instancia que llamamos INE C19, pero además contamos con el apoyo e instituimos y esto es extraño que no haya ocurrido en otras instituciones mexicanas, sabemos que en otros países ha ocurrido, si no me equivoco también la ONPE se auxilió, Diego ya nos contarás, de un grupo de expertos médicos, expertos en salud pública, expertos en epidemiología que fueron los que validaron y que nos afinaron dichos protocolos. 

Bueno, con esos tres ejes fuimos a las elecciones. Aquí pongo solamente un ejemplo, tuvimos 23 protocolos para administrar y para regir las distintas actividades, insisto, del funcionamiento ordinario de la institución, del INE, pero también 16 protocolos específicamente relacionados con actividades muy puntuales del proceso electoral. 

Enumero aquí solamente algunos, menciono solamente algunos, por supuesto, pues digamos, había un protocolo para el funcionamiento de las mesas que era un protocolo muy delicado porque es justamente el espacio en donde se iba a tener la mayor concentración de personas. 

Se hicieron protocolos con recomendaciones, optamos por no hacer protocolos vinculantes, sino sólo con recomendaciones para que los partidos políticos los siguieran en sus actividades de proselitismo, en sus actividades de campaña. 

Hubo protocolos para el trabajo de campo de nuestros funcionarios, protocolos para las sesiones de cómputo, protocolos para el personal que iba a administrar o gestionar el programa de resultados electorales preliminares. Es decir, prácticamente no hubo una actividad de la organización de la elección que no tuviera un protocolo específicamente diseñado para la misma. 

El día de la Jornada Electoral y esto tiene que ver con el protocolo de funcionamiento de las mesas, casillas las llamamos en México, que como pueden ver son bastante elementales. Como por ejemplo el uso obligatorio del cubrebocas, para los funcionarios que estaban a lo largo de todo el día o los observadores electorales o los representantes de los partidos ante las mesas, llámense como, hay distintas maneras de llamarlos, síndicos, testigos, fiscales de los partidos, etcétera. 

Bueno, la obligación además de portar caretas, la lógica de sanitización periódica de los centros de votación, el establecer que dentro de la mesa solamente podía entrar dos electores a la vez, procurar y esto implicó una logística no menor, que las mesas se instalaran en lugares preferentemente ventilados, solicitar a la ciudadanía que preferentemente llevara su propio bolígrafo para marcar las boletas y no tener que usar o reducir el uso del marcador, del bolígrafo de uso común. 

En fin, no fue un asunto menor, sobre todo en un país en donde, pues ya aquí en el INE habíamos tenido, tuvimos una disputa con un Legislador que, al acudir a defender un caso de su partido político, pues bueno, lo tuvimos que dejar solo en la sala del Consejo General porque estaba renuente a usar el cubrebocas, bajo la lógica de que a él no lo iba a amordazar nadie. 

Bueno, para la Jornada Electoral también tuvo que desplegarse una operación política pues para que distintos actores digamos que (inaudible) eran renuentes al uso del cubrebocas, pues pudieran usarlo, la mascarilla, tuvieran que usar para poder entrar a la casilla. 

Una directriz absolutamente irreductible que fue justamente que, dentro de las mesas de votación, nadie podía ingresar y permanecer sin portar el cubrebocas. En fin, geles antibacteriales, etcétera. Cosas que no me detengo a mencionarlas porque son prácticamente ya hoy las medidas recurrentes en todo proceso electoral. 

Aquí sí me quisiera detener un minuto porque creo que esto habla de la buena gestión de la pandemia por parte de la elección mexicana. Aquí pueden ver semana a semana las curvas de los contagios, son clarísimas las tres oleadas de pandemia desde que se decretó la emergencia sanitaria en marzo de 2020, pero llamo la atención en la gráfica en la parte que está abierta, como se puede ver la línea roja, digámoslo así, de donde sale la flecha negra, es el día de la Jornada Electoral, el 6 de junio pasado. 

Como puede verse, la tercera oleada en la que todavía estamos inmersos, comenzó, inició, tres semanas antes de la elección, el domingo 16 de mayo, pero como puede verse en la ampliación de la derecha, de la gráfica, la tendencia ascendente que había iniciado tres semanas antes, se mantuvo sin alteraciones en las tres semanas posteriores de la Jornada Electoral. 

Esto es la mejor prueba de que, si bien, había una tendencia al alza que no era atribuible a la elección, a la Jornada Electoral, pues bueno, la Jornada Electoral no alteró esa tendencia como habría ocurrido si hubiera sido un centro de contagios, es decir, las tres semanas posteriores habrían implicado un aumento de la curva de contagios, cosa que ocurrió, pero después de las tres semanas, es decir, no es atribuible a la propia elección en cuanto tal. 

Lo cual demuestra que las medidas que se tomaron fueron medidas eficaces y que hubo una gran responsabilidad de parte de actores políticos, pero sobre todo de la ciudadanía al acudir a votar. 

Estoy cerrando con algunos datos adicionales. Paradójicamente, a pesar de la pandemia, las elecciones de 2021 son las elecciones intermedias, las que no son presidenciales pues, con mayor participación ciudadana, en lo que va de este siglo. Lo cual no es un asunto menor, insisto, porque esto significa que las medidas sanitarias que se adoptaron y que se publicitaron de manera muy profusa, generaron una confianza que permitió que la ciudadanía pudiera acudir como no había ocurrido en los últimos veinte años. 

No me detengo en esto. Las distintas misiones de observación electoral, misiones de altísimo nivel, técnicas de altísimo nivel y, por cierto, las elecciones de este año fueron las elecciones intermedias con mayor presencia de observadores internacionales, lo que habló también, digámoslo así, de la importancia de observarnos en estos tiempos, más todavía, como cuando se decía, pues estamos también bajo fuego, como está ocurriendo hoy mismo con el órgano electoral de Brasil o como pasó con la ONPE en Perú y pasó con el INE en México. 

Es decir, una agresividad y una descalificación inédita y, particularmente, inédita por su intensidad, por su estridencia y, sobre todo, porque venía de los circuitos gobernantes en contra de los órganos electorales. 

Bueno, en términos generales las misiones de observación concluyeron, uno, pues digámoslo así, con la buena organización del proceso electoral y el funcionamiento del sistema electoral mexicano. Dos, la alta participación y responsabilidad de la ciudadanía y tres, la eficacia y eficiencia de las medidas sanitarias que se adoptaron. Sobre esto no me detengo.  

Un dato que con el que me gustaría concluir. A pesar de los ataques y descalificaciones a la autoridad electoral, que llegaron a francas y abiertas amenazas, lo recordarán ustedes, digamos, luego de tomar una serie de decisiones y aplicar algunas sanciones a algunos actores políticos, fuimos amenazados literalmente de que irían a visitarnos a nuestros domicilios, en fin, una cosa bastante desagradable. 

Pero, a pesar de las amenazas y del contexto de descrédito a la autoridad electoral, a pesar del contexto de violencia que lamentablemente, la presencia de la criminalidad organizada ha colocado a nuestro país y a pesar de la pandemia como grandes factores de complejidad para organizar las elecciones, la confianza en la autoridad electoral no sólo se mantuvo, sino incluso creció. 

Ésta es la encuesta de cultura cívica que se levantó a finales del año pasado por el Instituto de Estadística de México, que ya revelaba cómo el INE estaba alcanzando casi el 60 por ciento de confianza ciudadana. Esta encuesta que reflejo aquí se levantó unos días antes de la Jornada Electoral, en donde el INE se reiteraba como la institución civil con mayor confianza de las que existen en nuestro país, con un 62 por ciento. 

Ésta es una encuesta levantada, como exit poll, el mismo día de la Jornada Electoral por consulta Mitofsky y reveló que el 82 por ciento de quienes fueron a votar, tenían mucha o regular confianza en la organización de la elección. Y, finalmente, esta encuesta que levantó un diario de circulación nacional revela cómo antes de la elección y después de la elección, el INE creció 10 puntos en términos de confianza. 

Por supuesto, el órgano electoral no ha estado exento de ataques, después de la elección de junio tuvimos que organizar una Consulta Popular, un ejercicio plebiscitario inédito en nuestro país que prácticamente implicó, pues un nuevo despliegue a nivel nacional, los ataques desde los circuitos gobernantes y la descalificación al órgano electoral siguieron y siguen, amenazas de reforma, de descabezar a los órganos electorales, con lo cual, pues digámoslo así, pues uno pensaría que la autoridad electoral pues sigue estando, bueno de que estamos bajo fuego, estamos bajo fuego, pero que está padeciendo, digamos, un descrédito o una merma en su confianza. 

La última encuesta de principios de este mes revela cómo, a pesar, después de estos ataques y después de la Consulta Popular que hicimos en agosto pasado, pues los niveles de confianza que el INE logró acumular en una elección que fue particularmente complicada, pues se mantienen en el orden del 65, entre el 65 y el 70 por ciento. 

Insisto, creo que esto no es otra cosa sino parte del trabajo, pues déjenme decirlo así, bien hecho que contó con el respaldo de la propia ciudadanía y que nos permitió que las elecciones, como me gusta decir, en México no fueran una víctima más de la pandemia. 

Hay muchos problemas, la gestión de la pandemia ha sido muy discutida en nuestro país, pero afortunadamente ni las elecciones se pusieron en riesgo por la pandemia, ni las elecciones agravaron la evolución de la misma.  

En suma, creo que son lecciones aprendidas, el próximo año es posible que vayamos a la primera revocación de mandato, tenemos que invitar mucho a Piero para que nos recuerde las problemáticas de lo que puede significar para un país la revocación de mandato, el caso de Perú es un caso emblemático en ese sentido. Es una figura muy interesante, una figura sin duda democrática, pero que hay que tocar o utilizar con mucho cuidado, porque si no puede acabar erosionando, desde sus bases, a la propia democracia. 

En síntesis, el próximo año vamos de nuevo a una elección de las dimensiones de la elección de junio, si se logran las firmas para solicitar la revocación de mandato y tendremos seis elecciones locales, renovación de seis gubernaturas en junio del próximo año. 

En suma, el ciclo electoral en México sigue, sigue y sigue y acumula estos eventuales ejercicios a ese año que será el 2022, un año de una enorme intensidad política en la región, todavía en tiempos de pandemia, así que ejercicios como éste, pues hay que celebrarlos. 

Daniel te agradezco muchísimo la oportunidad de compartir estas reflexiones y, sobre todo, de retroalimentarnos porque, pues bueno, aquí aprendemos todos de todo y cada elección se constituye en una especie de ensayo-error en la misión que tenemos todas y todos y el compromiso que todas y todos tenemos de seguir recreando y sosteniendo a nuestros sistemas democráticos. 

Muchas gracias. 

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