Intervención de Lorenzo Córdova, en la séptima sesión del seminario permanente Democracia y Elecciones en el Mundo

Escrito por: INE
Tema: Consejero Presidente

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA SÉPTIMA SESIÓN DEL SEMINARIO PERMANENTE “DEMOCRACIA Y ELECCIONES EN EL MUNDO”, CON EL TEMA ELECCIONES EN CHILE. DEMOCRACIA, CIUDADANÍA E INSTITUCIONALIDAD

Muchas gracias, Ignacio, un gusto estar esta mañana en esta Séptima sesión de nuestro Seminario permanente “Democracia y elecciones en el mundo”, con el tema Elecciones en Chile. Democracia, ciudadanía e institucionalidad.

Me da mucho gusto saludar y dar la bienvenida a nuestros distinguidos panelistas, a nuestra amiga y nuestros amigos de Chile.

Me da mucho gusto ver, en esta primera ocasión y perdón que me detenga con él hemos pasado muchas historias juntos, construyendo institucionalidad electoral.

A mi amigo Patricio Santamaría, que acaba de dejar la presidencia del SERVEL en el Servicio Electoral de Chile y ver como el SERVEL está prácticamente hermanándose cada vez más con el INE.

No solamente por una historia común, por compromisos y vocaciones comunes, sino la historia electoral que relataba Sonia y toda esta construcción de una nueva constitucionalidad que implicó un plebiscito, que implicará en breve las elecciones para elegir los constituyentes y que, después confluirá con otro plebiscito para ratificar la Constitución que se elabore.

Pues se está asimilando cada vez más el SERVEL a Chile. Es decir, instituciones electorales que difícilmente podremos responder a la pregunta: ¿qué hacen cuando no hay elecciones?, porque siempre estamos haciendo elecciones Patricio. En fin, me da muchísimo gusto poder estar esta mañana con ustedes.

La democracia como mecanismo para la renovación de los poderes públicos, como forma de gobierno y como espacio para la convivencia democrática, atraviesa tiempos complejos, quizá los más difíciles en mucho tiempo.

La democracia enfrenta desde hace años los grandes problemas estructurales de nuestro tiempo, me refiero a la pobreza persistente, la desigualdad abismal, la corrupción, la impunidad, la inseguridad y los distintos tipos de violencia.

A estos complejos desafíos se han agregado nuevos problemas relativamente recientes, como la desinformación favorecida por la penetración y rapidez de la difusión de las redes sociales y la creciente polarización cada vez más aderezada con ese peligroso componente antidemocrático que es la intolerancia, que aqueja nuestras sociedades contemporáneas.

Todo esto es un coctel explosivo que en muchas sociedades se ha desahogado en un profundo descontento e inconformidad social y protestas que, como en el caso de Chile han llevado a replantearse y reinventar, digamos, la democracia ahora bajo la forma de un nuevo pacto constitucional.

Si todo esto fuera poco, hace un año este coctel de problemas y desafíos colectivos, estructurales y coyunturales se ha visto potenciado por la pandemia del SARS-COV2. En efecto, la pandemia ha profundizado algunos de los problemas estructurales mencionados y ha hecho surgir otros, esto hace evidente que las pandemias, además de ser un fenómeno sanitario y de salud son, sobre todo, o tienen también una implicación como fenómenos sociales y hay que entenderlos y enfrentarlos también bajo esta dimensión.

Por supuesto, la política y las elecciones no podrían estar fuera del impacto de la pandemia, desde el inicio de la crisis sanitaria por el COVID-19 los gobiernos y las autoridades electorales y las sociedades de todo el mundo se han enfrentado a las dificultades que supone la organización de elecciones libres y equitativas en este nuevo contexto.

La pandemia ha supuesto un reto mayúsculo para la organización electoral en sus dimensiones sanitaria, operativa y también política, pero también nos ha dado, me parece, algunas oportunidades. Permítanme señalar al menos dos: por un lado, la pandemia nos ha dado la singular oportunidad de volver a mostrar la importancia fundamental que tiene las elecciones y el voto para la toma de las decisiones colectivas, para darle sentido y mandato a la representación política, para hacer vigente la rendición de cuentas y, dentro de ésta, para que las sociedades vean de nuevo, en el voto, la oportunidad de reencausar el rumbo cuando sientan que políticamente se ha extraviado o para respaldar la ruta tomada previamente.

Luego de la ola democratizadora de finales del siglo pasado las elecciones comenzaron a verse en nuestras sociedades, en muchos casos, como un proceso regular, un evento más en el panorama político de las sociedades cada vez más plurales y complejas que son las modernas, muchos asumieron que las elecciones, componente insustituible, si bien no suficiente, pero sí innecesario de una democracia, habían llegado para quedarse y que el voto era un derecho conquistado y ejercido con mayor o menor amplitud en un creciente número de sociedades.

Bajo esta lógica, conquistado el voto como una herramienta ciudadana, éste habría de servir fundamentalmente como medio para enfrentar otros problemas sociales, pero los retrocesos democráticos en el mundo, incluso que sí hemos presenciado incluso antes de la llegada de la pandemia, nos han obligado a revisar aquella visión de lo que dábamos por sentado: la polarización en la convivencia democrática, el debilitamiento de los pesos y contrapesos, o las dificultades para ejercer libremente la deliberación pública de ideas y posiciones, rasgos típicos de los regímenes democráticos y de las sociedades plurales y diversas como las nuestras nos han hecho volver la mirada nuevamente al voto y las elecciones en términos de la importancia que tienen para la recreación pacífica de nuestras sociedades como instrumentos eventualmente de cambio.

El riesgo que la pandemia nos ha colocado a los sistemas democráticos de eventualmente tener que posponer o incluso debatir la pertinencia de realizar elecciones nos hace, me parece, reflexionar sobre la necesidad de reivindicarlas como un mecanismo fundamental, un pilar básico del funcionamiento democrático que hay que cuidar, que hay que procurar y que no podemos permitirnos perder, pero todo esto ocurrirá sólo si los actores políticos y la ciudadanía hacemos nuestra parte. Y respecto a las autoridades electorales, el saldo positivo de la pandemia sólo será posible si éstas mantienen y ejercen las autonomías en sus decisiones y si acompañan sus procesos operativos con las medidas sanitarias adecuadas y proporcionales y desplegamos, además, una pedagogía pública sobre dichas medidas y sobre la importancia de votar, entre muchas actividades necesarias.

En suma, la oportunidad de reencauzar la energía social y el descontento con el estado de cosas por la vía del voto y las elecciones, sólo se logrará si se convence a la ciudadanía de que su derecho a la salud no se verá afectado al ejercer su derecho al voto y elegir sus representantes.

Precisamente, como lo demuestran algunas experiencias exitosas, como el ejercicio del plebiscito en Chile el 25 de octubre del año pasado. Otra oportunidad que se ha abierto para el voto y la organización de elecciones en el contexto de pandemia, es la innovación del aprendizaje interinstitucional entre autoridades electorales y la colaboración internacional entre ellas, porque estoy seguro que todas las autoridades a cargo de llevar elecciones en el mundo en contextos democráticos buscamos evitar que la democracia y, específicamente las elecciones, como fundamento de las mismas, sean, se conviertan en una víctima más de la pandemia.

La organización de este seminario permanente parte justo de ese propósito, que es construir un espacio para conocer las experiencias de otros países en la organización de elecciones, en el combate a la desinformación y la infodemia en contextos electorales, en la promoción del voto y en el fomento de una cultura cívica democrática que en los tiempos que corren también significa una cultura de responsabilidad y de cuidado sanitario.

Con este seminario que hoy abordará la sobresaliente experiencia de Chile, buscamos construir un aprendizaje compartido sobre los desafíos políticos, operativos y comunicacionales a los que nos enfrentamos globalmente en este nuevo contexto de crisis sanitaria que, con realismo, parece que no lograremos superar en breve.

En ese contexto, reconociendo los desafíos que enfrentamos y por lo mismo la renovada perseverancia que se exige de autoridades electorales y de la ciudadanía toda, permítanme concluir recordando una linda frase de la poetisa Gabriela Mistral quien justo en alguna ocasión pidió lograr, cito, “la perseverancia de las olas del mar que hacen de cada retroceso un punto de partida para un nuevo avance”.

Creo que las etapas de crisis son también etapas de oportunidad, siempre y cuando logremos encausarlas responsablemente.

De cara a la elección más grande y más compleja que hayamos realizado en la historia, la del próximo 6 de junio en México, que por cierto será la elección más grande que se realizará este año en América Latina, contar con la experiencia comparada, como en el caso de hoy de la amiga y los amigos de Chile, del doctor José Miguel Insulza, de Patricio Santamaría, de la doctora María de los Ángeles Fernández y de David Bravo, será indispensable bajo una lógica de que hoy en este mundo interconectado tampoco la defensa de las democracias es una defensa dentro de cierto territorios, sino una defensa global. La democracia es una construcción colectiva y su defensa también.

Muchísimas gracias y de nuevo honradísimos por haber aceptado estar aquí en esta iniciativa de la Facultad de Derecho y del Instituto Nacional Electoral.

Les agradezco mucho.

Muy buenos días.

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