Intervención de Martín Faz, en el lanzamiento de los conversatorios: Desafíos para el cumplimiento de la paridad de género y el combate a la violencia política contra las mujeres ante los procesos electorales

Escrito por: INE
Tema: Conversatorio

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), JOSÉ MARTÍN FERNANDO FAZ MORA, EN EL LANZAMIENTO DEL CICLO DE CONVERSATORIOS EN LÍNEA: DESAFÍOS PARA EL CUMPLIMIENTO DE LA PARIDAD DE GÉNERO Y EL COMBATE A LA VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LAS MUJERES EN RAZÓN DE GÉNERO ANTE LOS PROCESOS ELECTORALES

Hola, qué tal. Muy buenos días, saludos a todos y todas que nos acompañan el día de hoy.

La violencia hacia las mujeres es una amenaza a la vida democrática que tiene que ser erradicada, tanto del espacio público y privado, de la vida en pareja y familiar, del ámbito comunitario, del económico y laboral y, de manera particular, de la esfera político-electoral.

Es por ello indispensable continuar avanzando en la protección y tutela y el efectivo goce de los derechos políticos de las mujeres.

Avances hay, cierto, a partir de la reforma constitucional en materia de derechos humanos de 2011; los convenios y tratados internacionales ratificados por el Estado mexicano para que la protección de los derechos humanos se elevaron a rango constitucional, entre ellos la Convención de Belém do Pará, la Convención sobre la difusión de todas las formas de discriminación contra la mujer, entre otros.

Y se han adoptado medidas afirmativas de protección de los derechos políticos electorales de las mujeres con la finalidad de revertir las condiciones fácticas de desigualdad frente a los hombres, hasta llegar a la reforma de Paridad en Todo que entró en vigencia en junio del 2019, y la más reciente en materia de violencia política de género de abril de este año.

Son avances, cierto, pero como se sabe, la ley no es razón suficiente ni eficiente siquiera, no obstante, existe un avance en el plano normativo en materia de igualdad entre hombres y mujeres y el combate a la violencia de género, se advierte la necesidad de fortalecer la actuación de los diversos niveles de autoridad en el plano administrativo, a través de medidas preventivas y de intervención temprana, así como una mayor coordinación entre las instancias facultadas por la ley para que se brinde protección y acompañamiento a las mujeres que han visto afectados y cooptados sus derechos político-electorales.

La limitación y violación de los derechos político-electorales de las mujeres dañan seriamente a la democracia, su goce efectivo, en cambio, la enriquece y fortalece porque así se garantiza mayor pluralidad y diversidad en las decisiones que adoptan los gobiernos, lo que también lleva a una mayor participación y confianza en las instituciones democráticas.

El reto es grande, por supuesto, ya que la afectación de los derechos político-electorales de las mujeres y la violencia política por razón de género se sostiene y alimenta de la existencia de una cultura patriarcal donde la violencia contra la mujer se encuentra normalizada y, por tanto invisibilizada y hasta aceptada, conformando un amplio catálogo de prácticas tan comunes que poco o nada se les llega a cuestionar en ocasiones.

La normalización de la violencia política nos da lugar a que se minimice la gravedad de los hechos y sus consecuencias, asimismo genera que se responsabilice a las propias mujeres. Además, legitima la extrañeza y el reclamo hacia las mujeres que la denuncian poniendo en riesgo sus aspiraciones políticas e incluso su integridad física y psicológica. 

Este reclamo y extrañeza se basa en la premisa de que si las mujeres querían incursionar en el ámbito público tendrían que ajustarse a las reglas, una falsa premisa. 

Si bien el comportamiento y los actos que afectan a las mujeres en la política toman la forma de sexismo ordinario en muchos casos algunos son parte de un estereotipo más amplio de que las mujeres no están hechas para o no deben meterse en la política, así se desalienta a las mujeres comprometidas o que desean ingresar a la política y su acceso a posiciones de liderazgo y su capacidad para cumplir su mandato como funcionarias electas se ven considerablemente obstaculizados.

Tales conductas asociadas a una cultura patriarcal que se reproduce en todos los ámbitos y esferas sociales dando lugar a estereotipos y roles de género que conducen a patrones de discriminación, aun cuando quienes lo cometen no sepan reconocerlo, o incluso cuando las víctimas no reconocen o experimentan algún sentimiento de agravio, lo que contribuye a la naturalización y reproducción de estos mecanismos, así como su invisibilización. De hecho, son asumidas erróneamente como el costo de hacer política.

La violencia política de género, como se sabe, abarca prácticas como la intimidación, los discursos sexistas y estereotipos de género, el acoso y hostigamiento sexuales, los ataques que cuestionan su credibilidad y capacidades para la política por el hecho de ser mujeres.

Dentro de la violencia política de género se encuentran agresiones que cuestionan el libre ejercicio de su sexualidad y los derechos reproductivos de la mujer que demeritan su imagen pública, así como su derecho a la privacidad.

La inclusión de las mujeres en la vida pública representa un reto y las sociedades que se organizan a partir del dominio masculino de la esfera pública, y algunos sectores ya llegan a ver, incluso como una abierta amenaza en contra de sus privilegios, generando abiertas y veladas resistencias.

En materia de paridad de género y la erradicación de la violencia contra las mujeres en razón de género hombres y mujeres tenemos retos comunes, pero también diferenciados.

El cuestionamiento del planteamiento de nuestras masculinidades no es el menor de ellos, por cierto. Los hombres debemos cuestionar nuestra masculinidad hegemónica, abandonar una serie de comportamientos estereotipados de supremacía masculina, de dominio y control.

También los llamados micromachismos. Mecanismos aparentemente sutiles de dominación caracterizados por no ser abiertamente violentos pero que igualmente son comportamientos que ejercen control y dominio.

Mucho tenemos que hacer nosotros cuestionando nuestras masculinidades y buscando masculinidades alternas.

Los conversatorios que hoy damos inicio con la idea de generar un espacio permanente de diálogo y reflexión sobre el tema seguramente serán un valioso aporte ante el enorme retoque en la materia representará el proceso electoral federal y concurrentes 2020-2021.

Cada que tengo un evento de esta naturaleza sea por invitación expresa, como hoy, en razón del cargo que ocupo al frente de la Comisión de Capacitación, resuena en mí el remate de una vieja y poco conocida canción de Pablo Milanés, escrita a dos manos, con Silvio Rodríguez, para el documental dedicado a la columna juvenil del centenario, allá a finales de los 60.

Una avanzada juvenil cubana integrada por jóvenes de todo el país, que hacia finales de los años 60 realizó brigadas de apoyo a la cultura y a la construcción de escuelas en la zona oriental de Venecia.

Luego de la narración de corte épico que alude esfuerzo, sudor, tiempo, vida y sangre empeñada en la epopeya, la estrofa termina con un estribillo que se repite y dice: la palabra es de ustedes, me callo por pudor.

Lo mismo abarca para dar paso a este conversatorio y el mensaje de mi compañera Carla Humphrey, la palabra es de ustedes, me callo por pudor.

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