Intervención de Lorenzo Córdova, en la plenaria «Consolidación de los Procesos Electorales a través de la Transparencia: ¿Qué se necesita?»

Escrito por: INE
Tema: Coberturas especiales

 

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA PLENARIA “CONSOLIDACIÓN DE LOS PROCESOS ELECTORALES A TRAVÉS DE LA TRANSPARENCIA: ¿QUÉ SE NECESITA?”, REALIZADA EN EL MARCO DE LA CUMBRE DE NEGOCIOS EN EL CENTRO DE CONVENCIONES DE ESTA CIUDAD

 

Con gusto. Alejandro muchas gracias.

Yo quiero comenzar agradeciendo mucho la oportunidad de estar en esta Cumbre de Negocios.

A Don Miguel Alemán, la generosidad de la invitación y, permítanme, no voy a eludir ninguno de los cuestionamientos que Alejandro ponía y le quiero agradecer a Alfonso que se quedó justo en el cambio de estafeta en el momento que yo quería arrancar.

Pero quiero comenzar para justificar mi presencia, pero, sobre todo, mi agradecimiento a poder estar en una cumbre negocios con una anécdota personal.

Hace algunos años, recién designado presidente del Instituto Nacional Electoral recibí la llamada del entonces Gobernador del Banco de México, Don Agustín Carstens, que me invitó a comer.

Era un año, ustedes recordarán muy complicado 2014. La elección de 2015 era una elección sobre la que se cernían unos nubarrones impensados, producto de una movilización social.

En parte detonada por los lamentables hechos de Iguala, pero también por las protestas contra la reforma educativa y por primera vez en el discurso públicos, se había planteado la posibilidad de boicotear las elecciones.

En ese contexto recibo la llamada de Agustín Carstens, me invita a comer, me pide que nos veamos recurrentemente cada dos meses. Y así lo hicimos.

Y cada vez que nos reuníamos, el Gobernador del Banco de México me preguntaba sobre las elecciones. Oye y ¿cómo van a hacer esto? ¿y qué ocurre si pasa esto y hay posibilidad de que se suspendan elecciones? Y ¿si se suspenden elecciones qué pasa? Y demás.

Hasta que un día le dije a Agustín: oye gobernador, sabía que usted es un economista muy reputado, muy conocido, su fama lo precede, pero no sabía que le interesaran tanto, las cuestiones electorales.

A lo que él me contesto, aleccionadoramente para mí, las elecciones no me importan nada, me importa la economía.

Y es que, si las elecciones salen mal, el día después, la economía de un país se colapsa. Vengo justamente, ayer tuve el privilegio de regresar de Bolivia a donde asistí como integrante de las misiones de observación electoral y hoy Bolivia está viviendo una crisis política, cuyos resultados todavía son insospechados.

Lo que sí es cierto es que tuve una especie de deja vu en Bolivia y esto que estabas contando, por ejemplo, en 1988 la famosa caída del sistema en nuestro país, en donde la autoridad electoral da ciertos resultados, después decide suspender la transmisión pública y cuando los vuelve a dar, días después, los resultados ya cambiaron, en exactamente lo que les pasó en Bolivia.

Y hoy Bolivia está viviendo una situación de una crisis social, política que ojalá se encauce, pero que evidentemente constituye un cause o un contexto muy poco propicio para la adecuada conducción de la economía y la inversión pública.

Así que asumo que mi rol en este espacio, cosa que agradezco muchísimo, en buena medida está determinada por eso.

No voy a decir como lo dijo Clinton, es la economía. Pero sí voy a decir es la política y finalmente de la estabilidad política depende la prosperidad inevitablemente de un país y también de su economía.

Dicho esto, permítanme tratar de contextualizar la necesidad de una historia que ya Alfonso nos ha delineado en sus grandes rasgos y que, me voy a permitir en un par de minutos, continuar para poder justamente atender en dónde nos encontramos y hacia dónde podemos dirigirnos.

Hoy en día se está discutiendo el proceso de transición de la democracia desde renovados puntos de vista.

Hay quien pretende vender la idea, de que la democracia nació en México el primero de julio e 2018 y creo que es una idea equivocada.

Ojalá y el primero de julio de 2018, sin duda cambio la situación política del país y nos encaminamos hacia una nueva etapa de la vida nacional y ojalá sea una etapa que nos permita a todos resolver los grandes problemas nacionales de pobreza, de desigualdad, de corrupción, de impunidad, de inseguridad, que aquejan y lastiman todos los ámbitos de la vida social.

Eso no lo sé. Ojalá y hay que trabajar todos juntos para que ello ocurra y ojalá hacia allá nos dirijamos. Lo que sí sé es que el primero de julio de 2018, no es el inicio de la democracia, sino es el punto de llegada de una larga evolución que nos tomó décadas, esfuerzos de múltiples generaciones de mexicanos y mexicanas, de nombres, de personalidades, de la política, de la sociedad, de la academia que encauzaron este contexto que ya Alfonso nos delineaba en clave democratizadora.

Pero el proceso de democratización en México es un proceso que nos llevó literalmente décadas y un sinnúmero de esfuerzos e inversión, no solamente de recursos, sino también, de esfuerzos políticos, de compromisos políticos.

Y hoy venir a pretender echar todo eso a la basura me parece que no solamente es irresponsable, sino, además, puede colocarnos en una situación en la que no tengamos perspectiva, porque la historia es maestra de la política y la historia nos sirve para entender dónde estamos, cómo llegamos a donde estamos, y por supuesto, poder plantearnos hacia dónde nos dirigimos.

Desde ese punto de vista, creo que, entender el proceso de democratización en México hoy se contrapone desde dos perspectivas: una creacionista, que pretende vender la idea que de repente de la noche a la mañana nos volvimos democráticos; y otra, evolucionista, que atiende justamente a esa cantidad de esfuerzos, de luchas, de compromisos, de acuerdos políticos constitucionalizados y que hoy nos tienen en donde estamos.

Permítanme, retomando la estafeta de la evolución histórica, y no detenerme a hablar de las ocho reformas electorales que desde la de 1977, la de Don Jesús Reyes Heroles se han venido articulando en el país, sino, tratar de sintetizar esta larga historia de ya más de cuatro décadas en cuatro grandes, digámoslo así, necesidades que con el paso del tiempo se fueron resolviendo y, que hoy, en una lógica sedimentaria, como si fueran esas capas geológicas que le permiten a los historiadores reconstruir lo que ocurrió, que se fueron sedimentando y que hoy nos permiten tener el sistema electoral que hoy tenemos.

En un primer momento, en virtud de lo que Alfonso nos decía, la primera necesidad política que enfrentó nuestro proceso de transición fue la de abrir el propio sistema, ya lo mencionaba Alfonso. Es decir, la primera gran necesidad que se atendió fue la necesidad de inclusión y de apertura, de permitir que quienes habían estado excluidos del sistema político fueran parte del mismo y fueran incorporados, no solamente en la competencia electoral, sino también, en los procesos de construcción de las decisiones políticas.

En un segundo momento, después de 1988, el principal problema era crear las condiciones de confianza y credibilidad en torno a las elecciones para que, como se decía en aquella época, los votos se contaran bien y efectivamente contaran.

En un tercer momento, luego de las elecciones de 1994, que fueron elecciones que ya no tuvieron el cuestionamiento que seis años antes habían tenido los comicios presidenciales pero que, en palabras del entonces Presidente Zedillo, en el momento mismo de su toma de posesión fueron elecciones inequitativas.

Zedillo al tomar posesión ante el Congreso de la Unión señaló que venía de elecciones ciertas y transparentes, pero inequitativas, y en efecto, el primer ejercicio de fiscalización del entonces IFE reveló que, ocho de cada 10 pesos gastados en las campañas los había gastado el partido en el gobierno.

Una tercera necesidad, pues, se colocó en el centro de las preocupaciones que fue la de generar condiciones equitativas en la competencia electoral. Por la vía del financiamiento público, generoso, sin duda, y por la vía del acceso a la radio y la televisión, más adelante, se generaron esas condiciones de equidad.

Una cuarta necesidad, y la que es la que responde, digámoslo así, o la que pretende resolverse con la reforma de 2014 que implicó el tránsito del IFE al INE, de un órgano federal a un órgano nacional, tuvo que ver con la homogenización y estandarización de los criterios y los procedimientos con los que se realizaban las elecciones. Para decirlo en breve, que la calidad y la confianza que se había logrado generar en las elecciones federales, gracias entre otras cosas a los cambios a los que hacía referencia, pudieran inyectarse, trasminarse en el ámbito local.

Esas son las cuatro grandes necesidades, insisto, que pueden articular la explicación del proceso de transición a la democracia.

El INE es el resultado de esta última reforma, per es heredero de todas estas necesidades que poco a poco las distintas reformas electorales fueron resolviendo, fueron atendiendo.

¿Cómo estamos hoy después de cinco años de la última reforma electoral, a cinco años del nacimiento del INE?

Bueno, creo que tenemos un sistema electoral muy complejo, que apostó durante muchas décadas a la regulación, tal vez excesiva, un sistema que algunos han definido incluso como barroco por la cantidad de regulaciones y cantidad de atribuciones que hoy tiene la autoridad electoral.

El INE es el único órgano electoral en el mundo, por ejemplo, que monitorea la totalidad de las estaciones de radio y televisión en su país. Es uno de los pocos órganos electorales responsable de administrar un Padrón Electoral que hoy por hoy es la base de datos más importante, más segura del país, incluidos los datos biométricos.

Y que es la base, sin lugar a duda, lo digo desde ahora y tenemos toda la disposición para colaborar en este sentido, de la autenticación de la identidad de las y los mexicanos. Incluyendo, porque estamos listos para hacerlo, basta sólo un convenio con la Secretaría de Gobernación, para empezar a credencializar a menores de edad y darles identidad a nuestros menores. Ya estamos en esas circunstancias.

Somos la única autoridad en el mundo que fiscaliza como fiscalizamos a los partidos, y un sinnúmero de otras atribuciones que nos llevan a ser, o de las pocas, o de las únicas autoridades que hacemos tal o cual cosa.

Sin duda, la reforma de 2014 sobrecargó de atribuciones al Instituto Nacional Electoral. Piensen ustedes que, en los 23 años de vida del IFE, desde 1990 hasta 2013, 2014; el IFE organizó 18 elecciones federales ordinarias, dejo de lado las pocas extraordinarias que se realizaron.

¿Ustedes saben en cuántas elecciones ha participado, o bien, porque son su responsabilidad exclusiva las elecciones federales, o bien, porque participa de toda elección local el INE en su carácter hoy de órgano nacional en cinco años? 198 elecciones.

Cuatro federales, -las de 2015 diputados y las tres de los tres cargos de 2018 a nivel federal, y 194 elecciones locales. Y luego hay quién se pregunta que qué hace el INE cuando no hace elecciones.

Cuando a mí me preguntan esto digo: no lo sé todavía, porque desde que el INE nació no hemos dejado de hacer elecciones.

De hecho, éste es el primer momento hasta diciembre en el que no estamos involucrados en algún proceso electoral.

Y, sin embargo, a pesar de todo ello, las elecciones en México funcionan. Las elecciones sirven para cumplir su propósito de encausar pacíficamente la conflictividad política.

El sistema electoral, complejísimo sin lugar a duda, primero de entender, y luego de instrumentar derivado de la reforma 2014 es un sistema que funciona. Y la mejor prueba de ello es que en las elecciones de 2015 hasta las de 2019, en estos cinco años electorales, hemos tenido el índice de alternancias más grande de la historia en la vida democrática del país.

Nunca antes como en estos cinco años, tantos gobiernos municipales, diputaciones locales, diputaciones federales, senadurías, gubernaturas, habían cambiado de mano de una elección a otra.

El índice de alternancia en México en estos cinco años es del orden del 60 por ciento.

Pongo un ejemplo nada más; de las 36 elecciones de gobernador que ha organizado el Instituto Nacional Electoral junto con los órganos locales, algunas de ellas, la de Colima, extraordinaria y la de Puebla, que recién realizada de manera extraordinaria, de manera exclusiva a cargo del INE, pero de 36 elecciones de gobernador ha habido 23 cambios de ganador respecto de quién había ganado las elecciones previas.

Un índice de alternancia del orden del 63 por ciento. El índice global a nivel nacional es del 60 por ciento, perdón que lo diga así, la alternancia no explica la democracia, ni la alternancia significa que haya democracia.

Lo que significa que un régimen sea democrático es que existan condiciones reales para que, si así lo deciden las y los electores, pueda haber una alternancia.

Una elección no depende en su calidad democrática, vuelvo a insistir, de que haya alternancia; pero el que haya alternancia es la mejor prueba de que las condiciones democráticas estaban dadas.

Y lo que ocurrió en 2018 es el corolario de una larga evolución de construcción de institucionalidad democrática que nos permite que sean hoy las y los electores con su voto libre los que decidan quiénes los gobiernan.

Y, por cierto, las elecciones también hoy en día en México son un mecanismo, poderosísimo mecanismo en manos de las y los ciudadanos para juzgar la actuación de sus gobiernos, premiar un buen gobierno, sancionar en la siguiente ronda electoral la mala actuación de sus gobiernos. Y eso lo hemos visto día a día, elección tras elección en los tiempos recientes.

En este contexto es cuando se está planteando, lo habrán visto ustedes, lo habrán escuchado, la necesidad de una reforma electoral. Y como lo decía Alejandro, siempre las reglas electorales, las reglas de juego democrático pueden perfeccionarse, y por supuesto que podríamos (inaudible) una reforma electoral, siempre y cuando esta reforma robusteciera nuestro sistema democrático y no implicara regresiones, porque en el proceso  de construcción de la democracia, como lo enseña el mundo, la historia del mundo, la  construcción, la democratización de un sistema político no está exenta de regresiones, y a la democracia o se le cuida o eventualmente se le pierde.

Es indispensable, déjenme decirlo de otra manera, ¿una reforma electoral? La respuesta es no.

El INE, la (inaudible) democrática está lista para ir a las elecciones de 2021, sin cambios en las normas electorales, generando condiciones de garantía y de estabilidad, las mismas que permitieron que el voto libre se expresara, sin corta pisas en las elecciones recientes.

¿Se puede mejorar en una reforma a la normatividad electoral? Sin lugar a duda. Siempre y cuándo y esto no implique, ni un centímetro atrás, ni un paso atrás en cuatro grandes temas que son, desde mi punto de vista, las principales conquistas de este largo proceso de democratización que nos ha llevado décadas y generaciones de mexicanas y mexicanos comprometidos con este esfuerzo instrumental.

Primero. La vulneración de las autoridades electorales. autoridades electorales cuya autonomía es vulnerada implica retrocesos democráticos.

Segundo. Vulnerar alguno de los procedimientos que hoy nos permiten inyectar certeza y confianza en las elecciones; algunos de ellos muy barrocos, complejos y difíciles de instrumentar, pero que son la base de la confianza con la que enfrentamos los procesos electorales.

Tercero. Vulnerar las condiciones de equidad en la competencia. Hoy hay una iniciativa, probablemente ustedes recuerden, y permítanme quitarle un poco de solemnidad a la exposición; probablemente ustedes han escuchado y me refiero a dos instituciones, dos cambios que se han puestos sobre la mesa, el primero de esos cambios es el que plantea reducir el financiamiento público de los partidos políticos a la mitad, al 50 por ciento abajo.

Seguramente ustedes están pensando en la propuesta, de entonces el partido gobernante, el Partido Acción Nacional cuando César Nava, presidente de ese partido planteó la reducción del financiamiento de los partidos políticos a la mitad. ¿No?

A bueno entonces están pensando en la propuesta que hizo Enrique Ochoa, entonces presidente del Partido Revolucionario Institucional, cuando el PRI gobernaba, de reducir el financiamiento público de los partidos políticos en un 50 por ciento.

¿No? a bueno entonces están presando en la propuesta de Tatiana Clouthier y de Mario Delgado, hoy que Morena gobierna de reducir el financiamiento público de los partidos políticos a la mitad.

Y es que es una recurrente tentación de los partidos gobernantes, tal vez, no lo sé, y eso se lo dejó a los sociólogos como Alfonso, tal vez porque quien llega al poder piensa que nunca lo va a dejar. Y en democracia uno no decide si se queda o no en el poder, lo deciden los ciudadanos con su voto.

Cuarto pilar democrático respecto del que no podemos permitirnos un retroceso, los mecanismos que permiten la representatividad, de la intensa y rica pluralidad política de la sociedad mexicana.

Por cierto, probablemente a apropósito de esto, esa historia que contaba Alfonso en 1967 comenzó con un pequeño detalle, que es el detonador del proceso del cambio político en México, hoy, déjenme decirlo como una especie de exageración, pero con convicción en el punto, si hay una institución que permitió transformar políticamente este país, se llama representación proporcional, y es la que hoy nos permite que la pluralidad política de este país, se vea reflejada en el Congreso de la Unión.

Por cierto, probablemente ustedes hayan escuchado una propuesta de eliminar la representación proporcional en el Senado, y de reducir en 100 el número de diputados, eliminando 100 diputados de representación proporcional.

Bueno, probablemente, era un poco distinta, pero permítanme no plantearlo en retrospectiva, probablemente, esta propuesta, reducir la representación proporcional, les hizo venir en mente, o están pensando en la propuesta del entonces Presidente Felipe Calderón, cuando en 2009 planteó reducir la representación proporcional ¿no?

Ah bueno, entonces están pensando en la propuesta de Enrique Ochoa cuando, hace tres años, siendo presidente del PRI, planteó, justamente eliminar la representación proporcional del Senado y quitar 100 diputados de representación proporcional, ¿no?

Ah bueno, entonces están pensando en la propuesta del senador Martí Batres que va justamente en ese sentido. Por cierto, nota al pie de página, por qué si se dice que tenemos demasiados representantes, por qué no, también, quitemos 32 senadores, pero elegimos a los 96 restantes en 32 circunscripciones plurinominales, una en cada estado.

Tenemos demasiados diputados, por qué no nos quedamos con 400, 200 de mayoría relativa y 200 de representación proporcional. El punto es, no perdamos la representación de la pluralidad política, porque entonces vamos a minar en una lógica regresiva en términos democráticos.

El INE está en contra de una reforma electoral, lo digo con todas las letras, no sin duda, siempre y cuando no implique una regresión en estos temas.

Dos, ¿está en contra de austeridad?, de ninguna manera. El INE ha instrumentado una serie de políticas de austeridad, desde cancelación de telefonía celular de sus directivos, hasta, ustedes tal vez lo recuerden, la devolución de mil millones de pesos, que eran necesarios para construir una nueva sede y ahorrarnos en rentas, pero que, en un momento, se tomó la decisión, era indispensable su devolución para generar empatía para la propia ciudadanía, en un momento, el del gasolinazo, difícil para la economía nacional.

Lo que pasa, es que, si hay una reforma electoral, además de cuidar estos cuatro pilares, debería cuidar de lo siguiente:

Uno, el consenso. Porque, cuando se cambian las reglas del juego y no se tiene el consenso, si bien, no unánime, sí generalizado a los actores políticos, estamos enfrentándonos a una elección en donde, quien pierda, eventualmente, podrá decir “perdí porque las reglas eran reglas injustas”. Cuidemos eso que se ha logrado construir.

¿Hacia dónde vamos? Para adelante. Bueno, yo creo que hoy, estamos debatiéndonos en un, y si vemos en el mundo, en un contexto de muchos problemas para la propia democracia, problemas que tenemos que atender, problemas de desafección de la política, desafección de los partidos políticos, de crisis de la propia credibilidad en torno a las instituciones. Hay que atender esos problemas.

Lo que creo que tenemos que cuidarnos, y aquí le paro, es en no enfrentarlos bajo una lógica de erosión de las conquistas democráticas.

Vuelvo al tema de esos cuatro pilares, si no cuidamos esos cuatro pilares, los cambios no necesariamente se van a dar en clave de fortalecimiento de la democracia.

A la democracia, hay que cuidarla porque es una construcción colectiva, no es obra ni de un partido, ni de un movimiento, ni de un solo hombre, es la obra de generaciones de mexicanas y mexicanos que nos comprometimos para poder tener condiciones de libertad política.

Pero, del mismo modo en que la construcción de la democracia fue una responsabilidad colectiva, hoy el cuidarla, también es una responsabilidad de todos. Si no nos comprometemos todos en esa lógica de cuidar la institucionalidad democrática, el día de mañana, tal vez, sin darnos cuenta, de manera imperceptible, podremos lamentarnos de que la democracia se nos fue entre las manos.

Muchísimas gracias

 

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