Buenos días a todas las personas que nos acompañan el día de hoy aquí presencialmente y a quienes nos siguen por las redes.
Señor Gobernador, señora Secretaria, un abrazo respetuoso.
Rosalba, Gerardo, gracias por esta conducción, y a los que decidieron participar en estas ponencias pues todo nuestro reconocimiento y respeto.
Celebro la apertura a la escucha de la oportunidad de compartir, a título estrictamente personal, algunas reflexiones sobre el momento que vive nuestra democracia y el futuro de nuestras instituciones
Desde mi experiencia, he sido testigo de la enorme capacidad técnica con la que el Instituto Nacional Electoral ha enfrentado retos en muy diversos contextos. La considero una institución sólida, que ha demostrado saber adaptarse a las exigencias sociales.
Por eso, estoy convencida de que el Instituto no se niega al cambio; al contrario, creo que su vocación es contribuir a la discusión nacional y aportar, desde una visión técnica, ideas sobre cómo nuestra democracia puede y debe atender al contexto actual.
Es precisamente frente a este contexto, con una ciudadanía cada día más vigilante que hace suya la democracia, que debemos ser custodios del valor más preciado que tiene el Instituto: la confianza ciudadana. Para mí, este es el activo que más debemos cuidar ante cualquier cambio que se plantee.
Esta confianza, no sólo se mide en las urnas, sino en la participación de la ciudadanía en esa increíble labor de quienes integran las mesas de casillas, que son supervisores y capacitadores electorales, que hacen suyo cada proceso electoral; generando un sentido de reciprocidad y corresponsabilidad que es único.
Por eso, creo firmemente que hoy necesitamos un INE aún más cercano a la gente, no solo para consolidar esa confianza, sino para recuperar la visión original con la que nació: servir a la ciudadanía.
Ser más cercanos implica no ser ajenos a las exigencias ciudadanas, tanto las actuales como las históricas.
Esto nos obliga a un necesario ejercicio de autoevaluación y reflexión crítica. Por ejemplo, creo que como institución estamos obligados a reflexionar sobre las áreas de oportunidad en nuestra propia estructura, porque es legítimo que la sociedad demande que cada peso invertido se traduzca en mayor confianza y certeza.
Pienso que es momento de abordar el debate sobre la eficiencia y el costo de nuestra democracia, encontrando un equilibrio responsable: optimizar recursos sin sacrificar la calidad, la equidad, la confiabilidad que tanto trabajo cuesta construir.
Invito a que veamos los procesos electorales no como un costo aislado, sino como una inversión en el valor más grande que tiene el país: su estabilidad democrática.
Una de esas áreas de oportunidad que exige un análisis técnico profundo es la visión misma de nuestro Sistema Nacional Electoral. Desde mi punto de vista, la reforma de 2014 nos heredó un dilema estructural basado en la concurrencia de atribuciones que hoy enfrenta desafíos importantes, sobre todo en la coordinación entre autoridades electorales.
Considero que el diseño de los Organismos Públicos Locales, conocidos como OPLE, es imprescindible para garantizar estándares homogéneos de calidad en todo el país.
Ahora bien, y quiero ser muy clara en esto, estoy segura de que no podemos dejar de lado la experiencia y la capacidad operativa que hoy nos brindan los OPLE. Por ello, mi visión es que necesitamos una reforma que dote a la autoridad electoral de las herramientas precisas para responder a las demandas actuales, sobre todo en contextos locales.
Porque, al final, cualquier reforma debe tener un destinatario y un propósito claro: la ciudadanía. Como mencioné, nuestra democracia no puede ni debe estar alejada de una sociedad cada vez más activa.
Por eso, creo que es oportuno y necesario encontrar las formas para que el voto tenga un eco y un impacto cada vez mayor. Pienso que el papel del INE debe ser más activo para garantizar que los mecanismos de participación ciudadana evolucionen, que sean más accesibles y, sobre todo, que permitan que la gente sea escuchada más allá de las urnas. Ese es el objetivo final.
Para mí, cualquier cambio no debe buscar la transformación por sí misma, sino fortalecer el valor de nuestra democracia. Un valor que se mide en confianza, en certeza y en la capacidad de ampliar derechos.
Mi compromiso profesional y personal es aportar desde la experiencia técnica para garantizar que cada ajuste, lejos de debilitar, robustezca nuestros pilares democráticos.
Aspiro a que nuestra meta compartida sea que la evolución del sistema electoral se traduzca en una democracia más fuerte, más eficiente y, sobre todo, más cercana a la gente.
Muchas gracias.
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