Intervención de Lorenzo Córdova, en conferencia magistral de la Cátedra José Luis Lamadrid: ¿Una nueva reforma electoral?

Escrito por: INE
Tema: Conferencia Magistral

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA CONFERENCIA MAGISTRAL DICTADA POR EL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA CÁTEDRA JOSÉ LUIS LAMADRID: ¿UNA NUEVA REFORMA ELECTORAL?, EN EL MARCO DE LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE GUADALAJARA 2022

Muy buenos días tengan todas y todos, es un verdadero privilegio el poder estar esta mañana con ustedes.

Quiero comenzar agradeciendo a la sede de universitaria de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, y al Consejo Directivo de la Cátedra José Luis Lamadrid, en particular a su Presidente (inaudible), por la posibilidad de poder dirigirme a ustedes en esta charla, en un contexto que hace unos días yo dudaba, hablaré de la reforma que pasó, que se votó, que está en curso o la del (inaudible).

Buenos, como ustedes saben está en proceso de un análisis respecto de un conjunto de iniciativas para modificar y para realizar la enésima modificación a nuestro sistema electoral en un contexto políticamente complejo, con una discusión intensa, bastante polarizada, pero creo que en el contexto de la FIL, que es el espacio cultural por excelencia en nuestro país para discutir los problemas de nuestra sociedad, con pleno respeto al pluralismo, a los distintos puntos de vista y con tolerancia, es un espacio, insisto, privilegiado para poder reflexionar sobre un tema que, insisto, que ha ocupado la opinión y la atención pública en los últimos meses, que ha concentrado la discusión de una manera muy importante, pero que me parece que está plagada en esa discusión de múltiples pasiones (inaudible) estamos hablando de un conjunto, deberían de discutir las reglas de acceso al poder y de muchas pasiones en ocasiones de poca objetividad, pero sobre todo, de una muy precaria retrospectiva histórica.

Yo quisiera, digamos, hacer algunas reflexiones con ustedes, sólo en la reforma electoral a partir de justamente de un redimensionamiento histórico de nuestra, de nuestro sistema electoral, del estado de salud de nuestro sistema electoral, porque me parece que es el punto de partida para poder discutir hacia dónde vamos.

Y permítanme citar alguien que para mí es un clásico. Decía Arnaldo Córdova que la historia es maestra de la política, y que entender la historia, nuestra historia, es la mejor manera en entender en dónde estamos, por qué estamos donde estamos y en consecuencia del poder pensar (inaudible).

Si nosotros hacemos una reflexión, (inaudible) me parece que las reflexiones son fundamentales para poder hacer un análisis de la reforma electoral, porque si no hacemos un análisis retrospectivo para saber de dónde venimos, cuáles fueron las razones que nos llevaron a ir construyendo y modelando el sistema electoral que hoy tenemos, primero; segundo, si no hacemos un balance objetivo, con datos, con (inaudible) un razonamiento, digámoslo así, no abstracto, o volitivo, sino en concreto, a partir de lo que hoy tenemos para poder hacer un balance de donde estamos, será imposible, o en todo caso, avanzar hacia el futuro, hacia una eventual reforma, que significaría avanzar dando palos de ciego.

Es decir, una reforma electoral solamente puede hacerse si se hace un análisis retrospectivo que nos permite ver dónde estamos, es decir, un balance de dónde estamos, si funciona o no el sistema electoral que tenemos y, en consecuencia, tendremos las herramientas para poder hacer reflexiones hacia dónde debemos ir.

Creo que eso es fundamental, y a eso pretendo avocar estos minutos de esta charla.

En primera instancia, pues quiero hacer un breve análisis, un repaso, no pretendo pues hacer una reflexión detallada que eso (inaudible) personalidades intelectuales que han analizado de alguna manera mucho más profunda de lo que yo podría hacer, nuestro proceso de transición, además de que aquí mismo (inaudible) de esa transición, pero quisiera hacer un breve repaso de cuáles fueron los problemas que tuvimos, que fuimos resolviendo, la lenta, gradual, paulatina y progresiva evolución de nuestro sistema electorado.

Quisiera en un segundo momento hacer una reflexión somera, el sistema electoral es tan complejo que podríamos dedicarle muchísimo tiempo a analizar los distintos aspectos del mismo para para poder diagnosticar cómo estamos y eventualmente hacer algunas reflexiones (inaudible) propósito de una reforma electoral.

Comienzo, insisto, en esta lógica, planteando los (inaudible). Creo que hay una primera reflexión sobre la que no gasto mucho tiempo es muy corta(inaudible).

La transición a la democracia en México es una transición muy particular, es una transición que sale de los esquemas de aquellos estudios que la Teoría Política, la Ciencia Política a finales de los años ochenta y de los noventa consolidó para analizar los procesos de transición a la democracia en donde, por cierto, el modelo español sigue siendo el paradójico del modelo de transición.

La transición ocurrió en apenas unos años, muere el dictador en 75, en 77 las distintas fuerzas políticas logran los arraigos que se conocen, económicos y políticos, que se conocen como los Pactos de la Moncloa, en 78 se emite un nuevo orden constitucional, se va a elecciones y al cabo de algunos ciclos electorales prácticamente las grandes posturas políticas lograron llegar al poder a través de las urnas, tan, tan, se acabó la transición.

La nuestra es una transición un poco distinta. Nuestra transición es una transición que se distingue de otros modelos, el español que he comentado o el chileno que viene del plebiscito de 1988, el plebiscito (inaudible) aunque en Chile no hubo un nuevo orden constitucional, de hecho (inaudible), Chile, literal, no ganó la Constitución y hacia dónde caminan luego de que el referéndum negó la Constitución que se había pactado, pero en todo caso nadie (inaudible) en términos democráticos, del cambio político en Chile.

La transición mexicana es una transición que tiene una originalidad y una particularidad propia, la nuestra es una transición gradual, no tiene un momento fundacional que marca un antes y un después, la nuestra es una transición que entró eminentemente por lo electoral, aunque como en muchos foros José Woldenberg ha venido a explicar, ayer mismo explicaba cómo el cambio en lo electoral propició, digámoslo así, la activación de muchos de los resortes constitucionales que estaban en nuestra Constitución desde 1917, pero que nunca habían activado en virtud de las características políticas del régimen autoritario que nos gobernó durante la mayor parte del siglo XX.

El cambio electoral es un cambio que detonó muchas otras transformaciones, que le dio vigencia a la división de poderes, con un Legislativo que ya no estaba subordinado a la voluntad del Ejecutivo, con un Poder Judicial que acabó convirtiéndose en una (inaudible) de control del proceso político.

Pero todo esto se detonó por vía (inaudible).

O la vía electoral, que es una vía que tampoco tiene, a la que tampoco puede encontrarse un momento fundacional, el cambio en materia electoral no es la transición , se ha articulado a lo largo de una serie de transformaciones, ocho grandes reformas electorales que a lo largo de los últimos 45 años se fueron sucediendo y que fueron paulatinamente resolviendo algunos de los problemas de las necesidades que tenían que solucionarse para poder pasar del régimen autoritario que caracterizó ese sistema, el Presidencialismo Mexicano bien descrito por Jorge Carpizo, en el homónimo libro de los años 70, en un régimen auténticamente democrático. Es decir, en un régimen en donde la definición de quién ocupa los espacios de poder se resuelve a través de las urnas con una ejercicio de derechos políticos libres y en condiciones que garanticen lo que los anglosajones reducirán a la máxima de elecciones libres y justas.

Este proceso permite hacer, eso decía que se fue articulando a lo largo de 45 años. Son muchos los autores que han hecho un análisis detallado, está José Woldenberg, Jaqueline Peschard, Mauricio Merino, en fin y muchos (inaudible) que en su momento analizaron cómo la sucesión de reformas que fueron cambiando paulatinamente el escenario de, tanto del diseño en las instituciones o en los procedimientos electorales, como las condiciones reales en las que, a través del voto se definían las elecciones justas, se definía el acceso al poder político.

Yo pretendo aquí en un afán sintetizador tratar de explicar este largo proceso de transición, no a través de sus reformas, del análisis de las reformas en particular, sino más bien sugiriendo una interpretación, insisto, que nos permita hacer esta síntesis, de cuáles fueron las grandes necesidades que las reformas en su momento se fueron planteando resolver en esta paulatina, gradual y acumulativa sucesión de reformas electorales.

Quiero ser claro, las distintas reformas todas fueron reformas, son grandes reformas son reformas integrales, son reformas que se ocupan de múltiples temas, y que en esta sucesión gradual de reformas muchas de estas reformas fueron mejorando ¿no?, o robusteciendo en diversos procesos, como el de fiscalización, que también nació en 1993 por las distintas reformas que sucedieron, fueron paulatinamente mejorando este proceso.

No pretendo hacer este análisis puntual, (inaudible) cita en esta lógica de simplificación y ofreciendo una disculpa, porque todo ello significa encontrar cuál es, ubicar las distintas reformas electorales en cuatro grandes momentos a partir de las necesidades centrales, que no únicas, que las mismas reformas fueron tratando de resolver, pero problemas.

Porque quiero que me permite esta lectura, que en un primer momento y (inaudible) Que caracterizó buena parte del siglo XX, la primera gran necesidad, que implicaba el proceso de transición a la democracia, era abrir el sistema.

Piensen ustedes que desde 1953 a 1978 estamos hablando de un cuarto de siglo, 25 años, el sistema de partidos, las distintas opciones políticas por las cuales los ciudadanos podrían expresarse en las urnas, un sistema absolutamente (inaudible). Los mismos cuatro partidos que 1953 tenían el registro son los mismos que hasta 1978 lo tuvieron. En un contexto, estos 25 años en los que la sociedad mexicana se convulsionó en múltiples sentidos y evidenció como ese régimen cerrado, vertical, autoritario, en donde el Presidente constituía, no solamente el vértice del sistema constitucional, sino también el vértice del sistema político, que posee un sistema que no permitiría causes de desfogue a la conflictividad política y social que poco a poco se iba acumulando.

Y en el 68, en los movimiento sindical de médicos, de maestros, (inaudible) del movimiento ferrocarrilero, de académicos, de universidades, en fin, todos estos evidenciaron un sistema que no permitía que la pluralidad que estaba creciendo pudiera expresarse institucionalmente.

Así que la primera gran necesidad a la que se avocó una reforma, la de 77, y la reforma de 86 fue, déjenme decirlo así, abrir el sistema político.

Se trató de una conjunto de reformas que tuvieron el propósito de incluir esta pluralidad todavía germinante, que paulatinamente crecía en el ámbito social y político del país, y también, abrir el espacio representativo para que esa pluralidad también tuviera un reflejo en las instancias de visión colectiva.

Estas son reformas que tienen un de una lógica señera,  una lógica detonadora o, en Woldenberg, Becerra y Ugarte, han mencionado una lógica desencadenado de cambio político.

(inaudible)  en la que el sistema electoral que hasta entonces prevalecía hizo agua un sistema electoral caracterizado por la organización de las elecciones, desde el gobierno, por la determinación de en todas sus fases, desde la definición de quiénes podían votar, lo que se conoce como Padrón Electoral, hasta la organización de las elecciones y el cómputo de los votos.

O sea, se realizaban por parte del gobierno, que desde este punto actuaba como juez y parte bueno la crítica elección de 1988 propició una nueva necesidad como gran problema a resolver en lo inmediato.

Como se decía en los años noventa, transformar nuestro sistema electoral de manera tal que los votos se contarán bien y contarán efectivamente. Se trató de una invención constitucional o una reinvención institucional que desde 1990 fue configurando el sistema electoral que hoy conocemos, todavía de manera embrionaria, todavía de manera inicial, con una evolución que todavía debería ocurrir hacia adelante, todavía con una gran serie de reticencias, como, por ejemplo, el surgimiento del IFE o del Tribunal Electoral, del TRIFE en su momento, que nacen con la reforma en 1990, tenían una intensa participación del gobierno que todavía era reticente a abandonar, digamos su presencia y su capacidad de incidencia en la organización de los procesos electorales.

Recuerden, que hasta 1996, el IFE seguiría siendo presidido por el Secretario de Gobernación y hasta 1996 tanto los magistrados del del TRIFE, del Tribunal Federal Electoral, como los consejeros con las distintas denominaciones, consejeros magistrados, primero, consejeros ciudadanos, después, del IFE, eran propuestos por el Presidente de la República.

Por cierto, una conquista que en 1996 se concreta, la de la plena autonomía de los órganos electorales, que implicó la salida finalmente del Ejecutivo, no solamente en la designación y en la organización de los procesos, sino incluso en la participación para postular a quienes deberían ser los árbitros de las elecciones.

Una conquista que creo yo, pero hablaré de ello más adelante, merece la pena preservar.

E insisto, que el proceso de construcción de un nuevo sistema electoral, entendiendo por sistema electoral su definición más amplia, más genérica y no la técnica, es decir, entendiendo por sistema electoral la, digamos, el diseño de instituciones, de procedimientos y de normas electorales, implicó una reinversión del sistema electoral en esta segundo periodo.

Y el problema que tenía que resolverse, vuelvo a insistir, era el de crear condiciones de credibilidad y confiabilidad en los procesos electorales.

La elección de 1994, seis años después de la ya mencionada, la siguiente elección presidencial a la de 88 fue una elección radicalmente distinta. Las preocupaciones ya no se centraron apenas pasados seis años en cómo se organizaban las elecciones y se contaban los votos, era un problema que en el que se avanzó de manera sustantiva en este sexenio, en ese periodo.

El problema se evidenció de manera distinta. La nueva problemática a resolver estaba en otro lado, las elecciones de 1994 fueron las primeras elecciones en las que, el entonces IFE, hizo un ejercicio de fiscalización, un ejercicio de fiscalización embrionario y muy rudimentario si se le compara con la fiscalización que hoy realiza el Instituto Nacional Electoral.

Se tardaba de una fiscalización acotada a revisar lo que los partidos políticos debían informar, pero no había ningún mecanismo de compulsa para verificar por parte del IFE si lo que los partidos reportaban era cierto o era todo.

Sin embargo, este embrionario ejercicio de fiscalización tuvo una gran virtud, evidenciar la nueva problemática, las elecciones de 1994 son las primeras elecciones en las que se evidencia la profunda disparidad de recursos que disponían las fuerzas políticas para contender.  El PRI, partido gobernante entonces, había gastado en estas elecciones, en las presidenciales de 94, el 80 por ciento de los recursos que se habían erogado en las campañas.

El tema de la equidad surge entonces, pues como una nueva necesidad a resolver para poder propiciar el cambio democratizador en nuestro país. A eso se refirieron o a eso se avocaron el tercer bloque de reformas electorales, justamente a crear esas condiciones de equidad en la competencia, entendiendo por equidad la existencia de un piso mínimo de condiciones, tanto financieras, primero, la gran apuesta por el financiamiento público en 1996, tuvo esa razón de ser, y creo que hoy, cuando es pertinente discutir si los montos que se destinan al financiamiento de la política son pertinentes o no, o si son excesivos o no, me parece que algo que debería estar en la discusión, más allá de las de las cantidades, es si el modelo que se pretende modificar altera o no esa que fue la condición que le dio origen; es decir, generar condiciones de equidad.

El problema no son los montos, esos puede subir o bajar, el problema es no perder la lógica por la cual se hizo esa apuesta por el financiamiento público que es generar condiciones equitativas en la competencia.

Y, el otro gran eje de para construir condiciones de equidad se propició la reforma de 2007, que implicó una nuevo modelo de comunicación política centrado en la prohibición absoluta de la compra de publicidad política en el ámbito electoral y, se les cayó el sistema, a mí no eh.

Bueno, este bueno.  Que está centrado, insisto, en la prohibición de compra de publicidad, por un lado, y en el uso de los tiempos del Estado para que los partidos políticos puedan acceder a la radio y a la televisión que todavía hoy, a pesar de la profusión de redes sociales, valga la nota al pie, siguen siendo el principal medio mediante el cual los mexicanos se informan. En la radio y la televisión.

Una cuarta etapa es, digamos, de este proceso de evolución, a partir de las reformas electorales que hemos tenido, es la que se detono o la que se concretó con la reforma de 2014; es decir, una reforma que tuvo el propósito de que las condiciones técnicas, la calidad con la que se realizaban las elecciones federales pudiera traducirse en el plano local.

Y es que en el plano local lo que teníamos era una enorme diversidad de modelos, sí con ciertas directrices comunes, pero con una institucionalidad muy distinta. Había órganos electorales locales robustos, digamos bien dotados y otros que eran literalmente instituciones de temporal.

Por ejemplo, el instituto Electoral de Nayarit solamente tenía al Consejero Presidente como un funcionario permanente y los consejeros electorales se designaban temporalmente para cada elección, rompiendo con el principio de profesionalización, que fue uno de los que fue articulando la creación institucional de los últimos 30 años.

Así que la reforma de 2014, la última necesidad que se puso sobre la mesa, fue la de homogeneizar y estandarizar nuestro sistema electoral, tanto en lo que tiene que ver con el diseño de las instituciones electorales como con lo que tiene que ver con los procedimientos y las reglas básicas y criterios que se aplican en la organización de las elecciones.

La idea fue, pues, que la manera en la que se organizaban las elecciones entre los Estados fuera similar y ésta a su vez, con el modo en el que se organizaban las elecciones federales. Para eso se crea un sistema nacional de elecciones, por eso el Instituto Federal Electoral transitó hacia una institución nacional que tiene ahora competencias también para poder organizar o coorganizar, si se quiere, junto con los órganos electorales de los estados, las elecciones a nivel local y a nivel municipal.

Primer punto, de ahí venimos, esta es la evolución, estos son los grandes problemas que quisieron resolverse a lo largo de ocho reformas electorales y que de manera sendimental fueron constituyendo un sistema electoral robusto, cada vez más sofisticado y que se ha convertido en un punto de referencia, guste o no a nivel internacional.

No es casualidad, y hay muchos datos para poder sostener esta afirmación, que el Instituto Federal Electoral, o Nacional Electoral, su sucedáneo, hayan sido la institución electoral más socorrida en el mundo para participar en misiones de asistencia técnica a la luz de los organismos multilaterales, como la ONU, como el PNUD, la OEA, la Comisión de Venecia, entre muchas otras.

El modelo electoral mexicano ha sido punto de referencia para construir, por ejemplo, los modelos electorales de Afganistán, de Irak, de Perú; y el Instituto Nacional Electoral ha sido, repito, la institución electoral en el mundo que más misiones de asistencia técnica ha desplegado a la luz de este paraguas, digamos, de instituciones multilaterales.

Ahora bien. ¿Cómo estamos?¿Qué resultados luego de esta evolución podemos tener? ¿Cuál es el estado de salud del sistema electoral actual? Bueno, como a mí no me gusta entrar en subjetividades, permítanme compartir con ustedes algunos datos duros y los datos son los que son, con independencia de que alguien pretenda tener otros datos.

En México desde 2014 a la fecha en estos ocho años y medio de funcionamiento del sistema electoral actualmente vigente, el Instituto Nacional Electoral ha participado en la organización de 330 elecciones entre federales, locales, ordinarias, extraordinarias; dos mecanismos de participación ciudadana, la Consulta Popular y la Revocación de Mandato; dos elecciones internas de partidos políticos, la elección interna del PRD en 2014 y la renovación de la dirigencia de MORENA en 2020; y una Asamblea Constituyente, la de la Ciudad de México de 2017.  330 elecciones.

Dato comparativo: el IFE, en 23 años de existencia organizó 18 elecciones federales,  en ocho años y medio hemos organizado 330 elecciones y ninguna de estas elecciones ha terminado con un conflicto postelectoral, ninguna.

Es decir, en ocho años y medio hemos tenido el periodo de estabilidad política electoral más largo, más duradero de nuestra historia. Claro que hay conflictividad, pero todos los litigios derivados de las elecciones, todos sin excepción, se han procesado a través de los cauces institucionales diseñados, ahí están los tribunales locales y el Tribunal Federal, que han sido, digamos, los órganos encargados de dirimir estos litigios, y no ha habido una sola, hasta ahora, sentencia de las instancias jurisdiccionales, que no haya sido acatada por los participantes, por los contendientes.

Vuelvo a insistir en 8 años y medio hemos tenido el periodo de mayor estabilidad y gobernabilidad democrática de nuestra historia.

Para decirlo de otra manera, si hace 30 años el principal problema que tenía este país en materia política era justamente el tema electoral, hoy este ya no es parte de nuestros problemas.

Segundo dato, como consecuencia de esta gran profusión de elecciones, si, de estos 330 procesos electorales, hemos vivido también el periodo de mayor alternancia electoral en nuestra historia, nunca antes en un periodo similar había habido tantos cambios de ganador de una elección a la siguiente.

El índice de alternancia agregado a nivel nacional, es decir, tomando en cuenta las elecciones federales, las locales y las municipales, ronda el 62 por ciento, es decir, la probabilidad en México de que el partido que gana una elección vuelve a ganar la ronda electoral siguiente es de apenas una de cada tres. Y no hay una sola fuerza política que se pueda decir la beneficiaria exclusiva de este fenómeno de alternancia.

La alternancia es una realidad, es parte del paisaje, de la normalidad democrática en nuestro país, se ha instalado como parte, insisto, de esa normalidad y no hay un único beneficiario. Claro, hay algunos partidos que, pues por su peso y presencia electoral, pues han sido los que más se han beneficiado de este hecho, pero no ha habido un solo partido que en este periodo haya sólo ganado elecciones, todos han sido beneficiarios y también, víctimas, digámoslo así, del fenómeno de la alternancia. Todos han ganado y todos han perdido elecciones.

Tercer gran dato, bueno, la confianza ciudadana. En este periodo el Instituto Nacional Electoral ha logrado generar el mayor índice de confianza ciudadana de toda la historia. La última encuesta de opinión pública que es, por cierto, pagada, fue mandada hacer por Morena, por el partido gobernante, evidencia que la confianza, la aceptación del trabajo del Instituto Nacional Electoral ronda o alcanza el 76 por ciento, es la cifra de aceptación más alta que se haya tenido en 32 años de evolución institucional, desde que surgió el Instituto Federal Electoral, en 1990.

Y esa confianza ciudadana que se replica una y otra vez, con altibajos, bueno, pues el Instituto Nacional Electoral ha sido objeto de una feroz embestida y descalificación desde los circuitos gubernamentales que, por cierto, en algo que se ha convertido ya en un fenómeno de preocupación a nivel global, porque no es un fenómeno exclusivamente mexicano, ha ocurrido en los Estados Unidos, en el año 2020; ocurrió hace unos meses, sigue ocurriendo en Brasil y está ocurriendo en México.

Claro, si uno analiza, digamos, la pluralidad de ejes o de modalidades con la que este acoso a la institucionalidad electoral está presentándose en nuestro país, este es el país en donde todos los ejes de esos ataques están presentes, a diferencia de otros países en donde hay solamente alguno y me refiero esencialmente a la descalificación del trabajo de la autoridad electoral; inventos de que hay fraude, descalificaciones similares, por un lado, en segundo lugar me refiero al acoso, al ataque directo, personalizado a los oficiales electorales, que fue objeto, por cierto, de una preocupación que convoco a IDEA Internacional, hace unas semanas, a hacer un análisis de este fenómeno que ya está ocurriendo de manera generalizada, ataques desde el poder que, incluso han llegado a, no sólo amenazas, que de amenazas ya estamos acostumbrados; juicios penales, amenazas de juicio político, etcétera, sino también incluso agresiones físicas, en algunos casos.

En tercer lugar, la astringencia presupuestal, es decir, las restricciones presupuestales que impiden a los órganos electorales poder cumplir con sus funciones electorales.

En cuarto lugar, las amenazas de reforma electoral, sobre esto hablaré en un minuto más, como tercera parte de esta charla y, finalmente, la captura o colonización de los órganos.

Bueno, todos estos ejes que están presentes en mayor o menor medida en muchos países del mundo, en México están todos presentes, están presentes todos ellos.

Y, sin embargo, la confianza ciudadana está allí, y no es simple y sencillamente un concurso de popularidad, como algunos pretenden asumir, es que para el Instituto Nacional Electoral gozar de la confianza ciudadana es condición fundamental para poder realizar su misión constitucional.

Las elecciones en México no las hace el INE, el INE las organiza y las coordina, las elecciones en México, es decir, la instalación de las mesas de votación, la recepción de los votos, y el cómputo de los votos, la organiza la ciudadanía, y si no se genera ese nexo de confianza con la autoridad electoral las elecciones simple y sencillamente no podrían realizarse.

Cada vez que hay una elección federal el Instituto Nacional Electoral tiene, en virtud de las reglas que están establecidas, que visitar en sus domicilios al 13 por ciento del Padrón Electoral.

Es decir, como ocurrió en 2021, y ocurrirá en 2024, alrededor de 12 millones de ciudadanas y ciudadanos serán visitados en sus domicilios, por cierto, es lo que hace más caro el sistema electoral mexicano, eh, lo más caro en las elecciones es el trabajo de campo, producto de la desconfianza histórica que ha caracterizado la evolución de nuestro sistema electoral.

Esa visita de 12 millones de ciudadanos tiene el propósito de convencerlos de participar como funcionarios de mesa, de capacitarlos, y de proporcionarles todos los insumos materiales para poder realizar su función de presidentes, secretarios, y escrutadores de las mesas de votación.

Ese trabajo es fundamental, para ese trabajo es fundamental que el INE goce de la confianza, es difícil, sería imposible reclutar a este ejército cívico de ciudadanos que permiten la realización de las elecciones si no se confiara, si los ciudadanos no confiaran en su Instituto Nacional Electoral.

Bueno, aquí están las cifras de la confianza en los últimos tres procesos electorales que hemos organizado.

En 2021 necesitábamos casi un millón y medio de funcionarios de mesa; y luego de esa visita a la que he hecho referencia, hubo casi 3 millones de ciudadanos que estuvieron dispuestos a jalar con su INE, es decir, el 200 por ciento.

En el ejercicio de revocación de mandato que organizamos en abril pasado, a pesar de lo polémico de que resultó ese ejercicio, necesitábamos a 287 mil, más de 287 mil funcionarios de mesas de votación, y 660 mil ciudadanas y ciudadanos aceptaron trabajar con el INE, es decir, un 230 por ciento.

En las elecciones de junio pasado en los seis estados que fueron a las urnas en junio pasado necesitamos a casi 150 mil funcionarias y funcionarios de casilla, y 340 mil ciudadanos en esos estados aceptaron trabajar con el INE, el 230 por ciento.

Si alguien piensa equivocadamente que el INE mide la aceptación ciudadana como un mero ejercicio de vanidad simple y sencillamente se equivoca, para el INE tener, gozar de la confianza pública es condición fundamental para poder realizar su trabajo.

Pero esta confianza ciudadana, es decir, el hecho de que organizar elecciones en un país tan complejo como el nuestro por las problemáticas sociales, por la presencia territorial del crimen organizado, hay zonas del país en donde el INE es el único órgano del Estado que puede entrar a hacer su trabajo, solamente sería posible, o es posible, gracias a esa confianza.

Así estamos, ¿hacia dónde debemos encaminarnos? o déjenme plantear el tema de la reforma electoral de la siguiente manera: ¿es indispensable una reforma electoral en el momento en el que nos encontramos? ¿Es necesaria? ¿si no hubiera una reforma electoral la democracia mexicana, en su dimensión electoral, está en riesgo?

La respuesta me parece que es clara y contundente, no, de ninguna manera.

Si no prosperaran los intentos de reforma electoral que se han puesto sobre la mesa, con el sistema electoral que hoy tenemos, que sin duda es mejorable, que tiene muchísimos barroquismos que, como decía Jorge Alcocer hace nueve años, es un mazacote, pero es un mazacote practicable, sino nos habría permitido ese periodo de estabilidad y gobernabilidad democrática que mencionado; es decir, esa reforma funciona, ¿se puede mejorar?, sin lugar a dudas, pero de que funciona, funciona.

La elección del 2024 va a ser la elección más grande y probablemente la más compleja que hayamos organizado en la historia democrática del país, la más grande sin duda. Estamos estimando con una proyección del Padrón Electoral que para 2024 es probable que haya alrededor de 97 millones de ciudadanas y ciudadanos como posibles electores.

Y además, en 2024 por la concurrencia de elecciones locales con la Federal tendremos la disputa por el poder político más grande de nuestra historia. Nunca antes se habrán elegido tantos cargos con el voto popular como en 2024.

En ese contexto, me parece que todo intento de reforma electoral tiene que ser un intento cuidadoso, y si hay una reforma electoral, como he dicho en semanas pasadas, que sea como resultado una operación quirúrgica, tiene que ser hecha con bisturí, no a machetazos, porque puede resultarnos muy caro hacer lo contrario.

Pero mi punto aquí es, si no hay reforma electoral estemos tranquilos.

En 2024, el Instituto Nacional Electoral de la mano los 32 organismos públicos locales electorales del país nos van a dar a los mexicanos una vez más, la mejor elección técnicamente organizada en nuestra historia, como ha venido ocurriendo a lo largo de los últimos 30 años. Toda elección implica una mejoría en términos, digámoslo así, del funcionamiento de los sistemas informáticos, de la aceptación ciudadana a participar, de la rapidez con la que fluyen los resultados electorales, en lo que se ha constituido en un proceso de aprendizaje y de mejora permanente.

Y gracias a la profesionalización por la que se apostó en la construcción de nuestra institucionalidad electoral.

Así que si vamos con las reglas que hoy tenemos al 24, nuestros problemas estarán en otro lado, no en las elecciones.

Ahora bien, está bien, no es necesario, no es indispensable, ¿es pertinente? Miren, déjame plantearlo así, siempre será pertinente una reforma electoral, siempre y cuando se cumplan tres condiciones al menos.

Primera condición, que la reforma electoral o los cambios a nuestro sistema electoral sean producto de un consenso, de ser posible unánime entre las fuerzas políticas.

La historia nos enseña lecciones graves cuando las reglas del juego son el resultado de la imposición de una mayoría, incluso amplia y legitimada democráticamente para hacerlo, y esas reglas se imponen sobre algunos de los actores políticos que están obligados a obedecerlas estamos frente a un potencial problema, el día de mañana habrá, sobre todo vista la falta de lealtad democrática de nuestra clase política, de toda nuestra clase política, habrá sin duda, alguien que dirá el día después que perdió porque las reglas serán injustas.

Esa es la historia de nuestra transición, por eso tantas reformas electorales, porque las reformas, por cierto, pedidas siempre desde la oposición, fueron una manera de ir resolviendo problemas.

Una reforma, aunque desde el punto de vista constitucional y jurídico sea la mejor, o técnico, sea la mejor reforma, si no goza del consenso de los actores que van a estar sometidos a dichas reglas, a las reglas de la misma, va a ser un problema; la historia lo enseña y este, por cierto, es una lección que no solamente tiene que ver con las reglas del juego democrático, tiene que ver también con la designación de los árbitros.

Ya nos pasó. Cuando no hay un consenso de todas las fuerzas políticas respecto a quiénes van a ser los árbitros de la contienda, hay un problema en potencia. El día de mañana algunos de los contendientes va a decir: Lo perdí, me robaron, fraude.

Segunda condición. Digo una obviedad, pero en los tiempos que corren, las obviedades es pertinente recordarlas.

Que la reforma, si se hace sea para mejorar lo que se tiene, porque si se hace una reforma para imponerle retrocesos a lo que se ha logrado, si se hace alguna reforma que mine algunas de las necesidades ya superadas en ese proceso de articulación de reformas que constituyó nuestra transición a la democracia, entonces no será una reforma que valga la pena.

Y ahora hablaré sobre ello en un minuto más.

Y, tercero. Que si hay una reforma, sea el producto de diagnósticos adecuados, que se haga con datos ciertos, que se haga con datos objetivos, que se haga con un diagnóstico reales, que sea una reforma, permítame el coloquialismo, hecha con la cabeza, no con el estómago o con el hígado.

Sí, vamos a hacer una reforma a partir de filias o fobias políticas o, peor aún, de rencores personales, ¡ah, me la deben desde hace 17 años y ahora la van a pagar! Pase lo que pase, va a ser una reforma que nos va a meter en problemas, va a ser una reforma regresiva.

Y les digo una cuestión con preocupación, comparto aquí un dato con preocupación.

En septiembre, en agosto pasado, varios por ciento de los que estamos aquí presentes fuimos invitado a distintos ejercicios de lo que se conoce como Parlamento Abierto, una vez que el Presidente de la República y algunas fuerzas políticas presentaron propuestas de reforma electoral en la Cámara de Diputados.

En aquellos foros a los que fui invitado como Consejero Presidente, ofrecí a los legisladores que contarán con el Instituto Nacional Electoral para toda la información, diagnósticos, análisis que fueran necesarios. El INE siempre ha asumido que su papel de cara a una reforma electoral no es posicionarse a favor o en contra de alguna de las posturas, sino simple y sencillamente generar las advertencias y las preocupaciones; es decir, generar elementos y sobre todo, información, para que sean tomados en cuenta por quienes tienen la responsabilidad de procesar una reforma.

De agosto a la fecha, a pesar de la intensidad del debate, el INE no ha recibido ni una sola solicitud de información. Ni una sola, al INE no se le ha consulta dónde están los problemas de la operación electoral, al INE no se le han consultado cuáles son las fortalezas, al INE no se le ha consulta, se está planteando la introducción de la votación electrónica, cosa que a mí me parece muy bien, pero el INE tiene una experiencia, además, en una experiencia comparada.

A mí como Presidente del INE, los brasileños, el Tribunal Superior Electoral de Brasil me acaba de invitar, de pedir ser el jefe de la misión de observación de la Unión Interamericana de Organismos Electorales en el proceso electoral, en donde se renovó la cámara baja, parte del Senado y la Presidencia de la República. Y tenemos una experiencia comparada e incluso propia respecto del voto electrónico, de la cual, por cierto, el estado de Jalisco es parte, digámoslo así, de esa construcción histórica.

No se nos ha pedido ninguna información. Es decir, el órgano técnico del Estado mexicano para hacer elecciones, no ha sido consultado en este proceso de reforma electoral, por ninguna de las fuerzas políticas, así que, si hay una reforma, lo menos que podemos pedir es que estas tres condiciones básicas se hagan.

Y no voy a entrar aquí a decir si es pertinente o no, lo señaló solamente, hacer una reforma electoral cuando para todo efecto práctico, incluso violando lo que dicen nuestras normas, porque Alcocer fue uno de los redactores de una de las normas más violadas en los tiempos recientes, el artículo 134 constitucional, que en 2007 tuvo a Jorge como uno de los secretarios técnicos que operó esa reforma en el Senado.

El artículo 134 constitucional hoy es la norma más violada por actores políticos, estoy hablando de la norma que prohíbe a los funcionarios públicos intervenir en política desde el cargo. Hoy, peor aún, desviar recursos para el cargo.

Pregunta, ¿de veras queremos cambiar las reglas del juego cuando, para todo efecto práctico la campaña electoral para 2024 ya arrancó? Se habla de corcholatas, hay pasarelas de candidatos,  de aspirantes en todos los partidos; es decir, todavía no lo permite la ley y por eso está el INE emitiendo una y otra vez me cautelares y el Tribunal Electoral determinando una y otra vez que hay violaciones a la Constitución.

Pero ante la impunidad o la falta de respeto a la legislación por parte de los distintos actores políticos a las reglas del juego por parte de los distintos actores políticos, el hecho es que, la efervescencia de la campaña electoral del 24, presidencial, al menos, ya comenzó. De veras con una campaña iniciada, aunque sea violando las reglas estamos pensando en cambiar las mismas.

No sé si sea el momento más pertinente, y no digo tampoco aquí, más bien, señaló solamente el hecho de que si hay una reforma electoral ahora sería la primera vez en los últimos 25 años, desde 1996 a la fecha, que haríamos una reforma y, por lo que se está pretendiendo no menor, una reforma de gran calado, una reforma incluso refundacional, una reforma que no sigue la lógica que hasta ahora ha seguido la transición a la democracia; es decir, esta lógica sedimentaria acumulativa, salvo la de 1990, ninguna de nuestras reformas hasta ahora ha sido una reforma refundacional, todas han sido reformas de ajuste.

Se han habido algunas reformas profundas, pero siempre en una lógica sedimental, en una lógica progresiva, ninguna se ha planteado dinamitar el puente para volver a construirlo desde cero, dinamitar el edificio electoral para reinventar.

Bueno, hoy se está planteando y no juzgo si sea bueno o malo, solamente pregunto, vamos a reinventar el sistema electoral, reinventar las reglas y ponerlas a prueba en una elección como va a ser la del 24, porque en los últimos 25 años ha habido una gran conseja que ha alimentado el proceso de reforma electoral: Hacer reformas y probarlas en una elección intermedia.

La reforma de 1996 se puso a prueba en la elección intermedia de 1997; la reforma 2007 se puso a prueba la elección interna 2009; la última reforma, la de 2014, se puso a prueba la elección intermedia de 2015. Lo dejo ahí, termino.

Hay, sin embargo, más allá de estas condiciones, que me parecen condiciones fundamentales para procesar una reforma electoral, hay cinco grandes temas que creo que como sociedad deberíamos valorar como irreductibles, se trata de las grandes conquistas democráticas, grandes conquistas institucionales que nos han permitido construir el régimen democrático que hoy tenemos, imperfecto y mejorable si se quiere, pero han sido los grandes pilares sobre los que se ha construido la institucionalidad y los procedimientos electorales que nos han permitido paz pública que nos han permitido los datos que antes mencionaba.

Se trata de cinco pilares, que si se ven afectados, me parece que podríamos estar frente a una franca e incuestionable regresión democrática: Primero, la autonomía y la independencia de los órganos electorales. Esta que ha sido la gran apuesta conseguida a lo largo del tiempo es, me parece, una conquista sobre la que no puede haber marcha atrás. Y esta autonomía e independencia, autonomía frente al poder, frente a los poderes, frente a cualquier poder, frente a los poderes que ya se fueron frente a los que están y frente a los que vendrán.

Y la Independencia frente a cualquier fuerza política en la toma de las decisiones de los órganos electorales es fundamental, y ha pasado por condiciones que no deben revertirse.

La primera, en un país presidencialista como el nuestro, en donde como hemos visto el viejo presidencialismo que se acuñó en el Siglo XX pues está solamente a una mayoría predefinida de las cámaras de Diputados y de Senadores de reinstaurarse, implica que el Ejecutivo no intervenga, no meta mano, en la definición de quiénes van a arbitrar el poder.

Esta es una gran conquista sobre la que no puede haber marcha atrás, y no estoy hablando de la designación, que sería catastrófico, por parte del Ejecutivo de quienes son los árbitros de las elecciones; estoy hablando simple y sencillamente de la intervención, que con trabajo logró conseguirse y concretarse hace 25 años.

Segundo gran eje, el Servicio Profesional Electoral, recordarán quienes han sido protagonistas y estudiosos del proceso de transición que la reforma electoral de 2000, perdón, de 1990, la que dio origen al INE, al IFE, perdón, estableció como uno de los principios rectores de la función electoral el profesionalismo.

Para 1993 se quitó de la Constitución este principio rector, pero no porque ya no fuera necesario, sino porque en muy breve tiempo con la constitución del Servicio Profesional Electoral este principio ya se había asimilado en el funcionamiento y lógica misma de la autoridad electoral.

Uno de los pilares fundamentales, la columna vertebral que permite que, en México, con sus problemáticas sociales, económicas, de inseguridad, haya una mesa de casilla esperando con los votos necesarios, con las boletas necesarias, esperando a cada ciudadana y ciudadano el día de la elección para emitir su sufragio, es gracias a que hay un servicio profesional que lo hace posible.

Consejeros electorales van y vienen, es la columna vertebral el Servicio Profesional Electoral del INE, y ahora de los Organismos Públicos Locales Electorales, porque tiene carácter nacional desde 2014, la que permite que haya elecciones en este país.

Eliminar el Servicio Profesional Electoral, incluso desaparecerlo de la Constitución, significaría un retroceso ineludible, inevitable, en las conquistas democráticas que hemos logrado.

Tercer gran eje, la existencia de una estructura desconcentrada, en un país tan amplio y diverso como éste hacer elecciones significa desplegar estrategias distintas, no digo de un distrito a otro, de una sección a otra, y comprender esa diversidad, que va desde la presencia del crimen organizado, que es distinta en algunas zonas de otro, hasta complejidades sociales, como, por ejemplo, pueblos originarios que en ocasiones impiden la realización de las elecciones y se tienen que encontrar soluciones, es posible sólo gracias a que la estructura del INE en todo el país es una estructura permanente, y que la estructura de los Organismos Públicos Locales Electorales, los OPLES, también lo es.

Esta confianza ciudadana que nos permite tener al doble de ciudadanos requeridos para poder instalar las mesas de votación no se construye de la noche a la mañana, es el producto de la presencia permanente del Instituto Nacional Electoral en todo el país, brindando servicios como la expedición de la Credencial Para Votar Con Fotografía.

Un órgano centralizado, como se pretende, no podría brindar un servicio como el de la credencial, a menos que lo que se quiera es quitarle eso al INE, y como nos lo ha dicho el redactor de la propuesta presidencial es lo que se quiere, quitarle al INE la expedición de la Credencial Para Votar Con Fotografía y la gestión del Padrón Electoral.

Vuelvo a insistir, si el INE tiene esos índices de confianza es porque el INE está cerca a la ciudadanía todo el tiempo.

Cuarto gran eje, ya lo mencionaba ahora, el Padrón Electoral, sí, es cierto, la Ley General de Población y la Constitución establecen que tiene que haber una cédula de identidad, sí, es cierto, y eso nunca se ha cumplido, y lo que es la cedula identidad para todo efecto práctico de los mayores de 18 años ha sido la Credencial Para Votar Con Fotografía.

Pero con un agregado, la base para construir esa cédula de facto que es la credencial para votar, y de jure, porque para todo efecto la credencial para votar tiene toda la validez jurídica de identidad que sería deseable.

Para hacer eso se requiere la administración de la lista, y me parece insensato que haya quien pretenda, eso tal vez sería ideal en otro país, en un país de democracia consolidada, con la confianza de que las autoridades no van a utilizar los datos de los ciudadanos para su propio beneficio político, pero de ahí venimos, esto es México.

El México bronco y violento, esperemos que violento no, pero bronco en muchos sentidos sigue siendo.

Cuando el gobierno tenía el Padrón Electoral lo usaba para su beneficio propio, ¿cuáles son las garantías de que eso no va a ocurrir si vuelve el padrón electoral al gobierno?

Por cierto, se dice que hicieron la reforma para que los muertos ya no voten, los muertos ya no votan desde que el INE, o el IFE, administra el Padrón Electoral, hay algunos que hacen que los muertos firmen mecanismos de consultas ciudadanas, pero eso se llama fraude, y esos fraudes se pueden identificar gracias a una cosa, a que el INE es el que ostenta el padrón electoral, y es un órgano autónomo y no un órgano sesgado, no un órgano politizado, como lo es el gobierno, y es normal que así sea, no estoy criticando eso, el que detenta la posibilidad de poder identificar cuando hay fraudes y sancionarlos.

El Padrón Electoral es el punto de, administrado por un órgano autónomo, es el punto de partida nuestro proceso de la transición, sé que idealmente no debería ser así, pero esto es México, y pregunto, ¿de veras tendríamos confianza en que un Padrón Electoral administrado por el gobierno, éste o el que sea, no sería administrado políticamente en el futuro?

La historia de México nos ha llevado a construir lo que hoy tenemos, no lo inventamos de la nada, ese padrón administrado de manera autónoma, respecto de los intereses políticos como son los del gobierno, ha sido la clave fundamental de nuestro proceso de transición a la democracia.

Y se puede discutir si es correcto que un órgano electoral administre o no el Padrón Electoral, y, por cierto, es más fácil que el INE, y lo hemos ofrecido, Jorge lo sabe perfectamente, pero no ha habido voluntad política para ello, es más fácil que el INE quien tiene la infraestructura y la confianza ciudadana, con un simple convenio, no se necesitaría hacer una reforma legal, pudiera colaborar con la Secretaría de Gobernación para que se pudiera, finalmente, hacer un registro de menores de edad.

Lo hemos planteado varias veces, ¿no es cierto? pero no se ha querido, lo que se quiere es que la base de datos biométricos que hoy administran se vaya al gobierno.

Por cierto, en esta lógica de colaboración que estamos dispuestos para evitar costos, el INE tiene infraestructura, el INE tiene tecnología, el INE tiene bajo su resguardo la base de datos más grande del país, de datos personales más grande del país, y el INE tiene algo que no tienen los demás actores políticos, confianza ciudadana, por qué no en los módulos recibimos a los menores, si esa es una problemática que hoy se quiere resolver, y administramos si quieren, o le cedemos la base de datos a la Secretaría de Gobernación, nosotros seríamos meros intermediarios.

Pero lo que se quiere no es eso, lo que se quiere es el padrón de vuelta, y no solamente estoy hablando de especulaciones, hace unos años, por primera vez, a pesar de que esta discusión es añeja, se hizo una solicitud por escrito para que el INE le entregara a la Secretaría de Gobernación las bases de datos biométricos del Padrón Electoral.

Y el INE contestó, porque estamos obligados por las reglas de protección de datos personales, que no. El Padrón Electoral, un padrón electoral, cierto, confiable, actualizado, como el que tenemos, por cierto, el Padrón Electoral de México es uno de los padrones, de los cinco mejores padrones en términos de actualización en el mundo. Ejemplos, los padrones electorales que se utilizaron en la elección pasada en Estados Unidos, en el mes pasado, tienen, acuérdense que hay un padrón por cada estado, son 50 padrones electorales, tienen un índice de cobertura del 70 por ciento en promedio.

En México nuestro Padrón Electoral tiene un índice de cobertura del 99 por ciento, 99.3 por ciento, producto de 30 años de evolución y de consolidación de un instrumento que hoy permite que las elecciones sean libres y justas.

Y el último punto, condiciones de equidad en la competencia, ¿es pertinente discutir los montos que se destinan a la política? siempre va a serlo, es más, creo que los montos que hoy, del financiamiento público a los partidos hoy en ocasiones se convierten hasta en estímulos perversos.

Dirigir un partido político significa administrar finanzas muy cuantiosas, pero lo que es cierto es que más allá de discutir sobre los montos hoy existen condiciones de equidad, y la mejor prueba de ello es lo que ha ocurrido en los últimos 25 años.

¿Creen que es una mera casualidad que cuando se apostó por un financiamiento público generoso en 1996, al año siguiente la oposición haya ganado la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en la primera elección que se hizo?

Y que en ese año por primera vez en nuestra historia dejara de haber mayorías predefinidas en la Cámara de Diputados, ¿creen que sea mera casualidad que en el año 2000, en la primera elección presidencial, después de esa apuesta por el financiamiento público, se diera la primera alternancia de nuestra historia contemporánea? ¿creen que es casualidad que en ese mismo año, en 2000, también en el Senado dejará de haber mayorías predefinidas?

¿Creen que es casualidad que en las últimas cuatro elecciones presidenciales en tres haya habido alternancia? ¿creen que es mera casualidad que en los últimos ocho años y medio el índice de alternancia en este país haya sido del 62 por ciento?

No, ese es el resultado de que en México existen y hemos alcanzado condiciones equitativas para la competencia electoral, así que si perdemos eso corremos el riesgo de que la escalera que durante 30 años, si perdemos cualquiera de estos cinco puntos, corremos el riesgo de que la escalera que hemos construido a lo largo de 30 años de manera trabajosa, como producto de ese gran arreglo político conjunto, ese pacto en torno a las reglas del juego, el pacto en torno a que estas reglas van a ser el único juego en la ciudad, y que fue el resultado de ese compromiso de generaciones y de actores políticos de muy distinta ideología y puntos de vista se hubiera concretado.

Esa escalera es una escalera que cada vez ha sido más amplia, franca, sólida, para que quien tenga los votos en las urnas acceda al primer piso legítimamente, como debe ocurrir en democracia.

No podemos permitirnos que algunos de estos cinco pilares que nos han permitido llegar a donde estamos se dinamite, porque implicaría dinamitar esa escalera, y no se vale de mandar en algún momento a esa escalera, para que una vez desde el primer piso la misma se derruya.

Termino con esto, son tiempos complejos, son tiempos en donde la razón parece dar paso, o haber cedido el paso a las superchería y al dogmatismo, a los puntos de vista irreconciliables, dogmáticos, polarizantes y, peor aún, intolerantes.

Pero creo que es un momento muy delicado de la historia de nuestro país en las que tenemos que hacer una pausa, y tenemos que recordar que en México cabemos todos, y si cabemos todos, y si podemos convivir de manera pacífica es el resultado de una apuesta, por construir un conjunto de reglas que nos han permitido que ello ocurra.

Se pueden mejorar, sin duda, mejorarlas significa valorar lo que tenemos y asumir que lo que hoy tenemos ha sido producto de una construcción colectiva, y creo que la defensa de esa apuesta histórica de la sociedad mexicana también debe implicar una defensa colectiva.

Muchísimas gracias.

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