Intervención de Lorenzo Córdova, en la presentación de los resultados del Índice de Desarrollo Democrático de México 2021

Escrito por: INE
Tema: Consejero Presidente

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA PRESENTACIÓN DE LOS RESULTADOS DEL ÍNDICE DE DESARROLLO DEMOCRÁTICO DE MÉXICO 2021 (IDD-MEX)

Muchas gracias, buenos días a todas y todos. 

He preparado un texto para esta ocasión, luego de la revisión de este onceavo, onceava edición del IDD-MEX, que es, se ha convertido ya un punto de referencia y que hoy nos permite construir una línea de tiempo, que para el análisis y el balance de las políticas públicas que tienen como el propósito de ir definiendo, encauzando y fortaleciendo nuestro sistema democrático entendido en el sentido más amplio que el mismo IDD plantea, es, ha sido fundamental.

La democracia es un régimen político, sin duda, fundado en la existencia de un sistema electoral, de una serie de derechos y libertades, pero no sólo es un régimen político como Hans ya recordaba, por su puesto hay reglas, principios y derechos que rigen la convivencia social que también forma parte de la democracia. 

Nuestra Constitución no erra al señalar, por un lado, a reconocer a la democracia como una, como un régimen jurídico y político, pero también como una forma de vida, una forma de vida que se construye como parte de un proceso que recorre una ruta de doble vía, y me parece que eso el IDD sistemáticamente nos ayuda a reflexionar. Una de estas vías es la que se encamina hacia el fortalecimiento y consolidación de la vida democrática, pero hay otra vía, la de vuelta, en ocasiones emprendida por regímenes democráticos y que dejan de ser tales, que se dirige hacia el deterioro, la erosión y el retroceso democrático.

Esa es una afirmación que ha venido planteando de forma recurrente durante al menos los pasados dos, tres años, observando la situación por la que atraviesa la democracia en el mundo y justamente hace un año, Hans, cuando presentamos el IDD de manera plenamente virtual, señalaba el punto.

Con esta afirmación, busco ilustrar una idea que parece evidente, casi obvia, pero que al mismo tiempo mucho se ha ignorado: que la democracia como régimen político y como forma de convivencia social no está garantizada, incluso cuando se le conquista, cuando parece que se avanza por la vía de su consolidación. 

En cualquier momento, puede ocurrir, y ha ocurrido, que se comience a dar un proceso de retroceso y erosión democráticas, que no necesariamente es súbito e intempestivo, o visible incluso, sino que puede ser paulatino y casi imperceptible hasta que, con cierto punto, nos percatamos de todo lo que hemos perdido cuando vemos suspendidas libertades y derechos que se veían como realidades conquistadas.

La pandemia de COVID-19 agudizó, desde hace ya dos años, un proceso de deterioro de la vida democrática que se había iniciado años antes en muchas regiones del mundo. 

La democracia no goza su mejor momento, pero no sólo por la pandemia, la pandemia es un elemento adicional que se viene a sumar a una serie de preocupaciones sobre las que se ha venido discutiendo a nivel global a propósito de la erosión y retrocesos y deterioro de nuestra democracia, de los nuevos desafíos que enfrenta la democracia, por cierto, muy lejanos a lo que ocurría hace unos 20 años cuando solíamos distinguir cuáles eran los desafíos de las democracias en vías de consolidación, eran bien distintos de los de las democracias consolidadas, hoy los desafíos son globales. 

En algunos países, y esto, producto además de la pandemia, la necesaria suspensión de algunas libertades y derechos como ya lo anticipaba, decía Jorge, como medida extrema para controlar los contagios, se vio acompañada por la reducción, también hay que señalarlo, de los controles institucionales del poder político por los ataques recurrentes a la libertad de expresión o justo cuando más se la necesitaba.

Para decirlo de alguna manera, lo que hemos visto, con la pandemia en algunas circunstancias específicas es que rompiendo con toda la lógica de la democracia constitucional, se supone que, frente a la emergencia y dado (inaudible) de poderes y facultades extraordinarias, se deben activar los controles del poder también de manera extraordinaria y eso no ha ocurrido en todos lados.

La pandemia fue utilizada, también, para exaltar y robustecer pulsiones autoritarias en varios países del mundo.

La nueva edición del informe que hoy conocemos, para el caso de México y sus 32 entidades federativas es una evidencia clara justamente de lo que señalo, que la democracia y su expresión en las diferentes dimensiones que la integran, la social, la ciudadana, la institucional, la económica, puede tener retrocesos significativos a pesar de los logros previamente observados; y, alertarnos que a la democracia se le debe cuidar en todo momento si no queremos que se erosione y, eventualmente, se pierda.

Al mismo tiempo, esta edición del IDD se captura igualmente el profundo efecto que la pandemia ha tenido en nuestra vida en general y por supuesto en nuestra convivencia democrática. Cada nueva edición del Índice de Desarrollo Democrático comprueba que en materia de democracia ni los logros, como nos muestra, nos ha señalado, evidenciado aquí Jorge, ni los logros son homogéneos, ni los rezagos son para siempre. 

A lo largo de 11 años la publicación de este Índice demuestra que los avances en la calidad de la democracia son dinámicos, que obedecen a múltiples factores y a las interacciones complejas entre un número significativo de variables y dimensiones.

Pero esta edición del Índice, que se basa en información oficial del 2020 nos recuerda cómo, si acaso lo hubiéramos olvidado que, en estos años de pandemia, que estos años de pandemia quedarán grabados en la historia nacional y mundial como uno de profundas afectaciones y transformaciones sociales, políticas y económicas.

En efecto, y como ya se ha enfatizado aquí, el promedio nacional del Índice en esta edición se ubicó en cuatro mil 138 puntos en una escala de cero a 10, de cero a 10 mil, cifra que representa una caída del 24 por ciento respecto del año previo cuando el valor del Índice fue de cinco mil 434 puntos.

En toda la serie histórica de esta medición que inició en 2010 este es el año, el de 2021, con el resultado más bajo que hemos observado, 13 por ciento inferior al promedio alcanzado en 2017 que hasta antes de ahora era el registro más bajo.

Los resultados del Índice en sus variaciones estatales reiteran el retroceso observado este año en el agregado nacional, ya lo decía Jorge, sólo siete entidades, es decir, poco menos de una cuarta parte de las demarcaciones político-administrativas de nuestro país mejoraron su puntuación en el Índice respecto del año previo. Y sólo dos, Yucatán e Hidalgo, calificaron con un nivel de desarrollo alto. Nueve estado que un año antes se ubicaban en ese mismo nivel, de mayor índice de desarrollo que refleja este estudio, sufrieron un deterioro en sus resultados, por lo tanto, pasaron a categorías de menor desarrollo democrático.

Un total de 19 entidades se ubican ahora en niveles de desarrollo democrático bajo o mínimo, las dos franjas de desarrollo más bajo que reporta el índice. En esta última categoría en particular, la de desarrollo mínimo, encontramos a ocho estados.

Las entidades ubicadas en el índice en categoría en desarrollo bajo y mínimo se ubican, como ha sucedido en otras ediciones, en su gran mayoría en el sur y sureste del país, pero, también, se les ubica en el Bajío como Michoacán y Guanajuato, en el centro, como es el caso del Estado de México y Tlaxcala, e incluso, en el norte como ocurre con Tamaulipas y Chihuahua.

Este resultado sugiere que la tradicional segmentación nacional entre un centro y norte próspero y un sur sureste de mayores rezagos es una simplificación que requiere de análisis mucho más rigurosos y cuidadosos, justo como el Índice de Desarrollo Democrático permite hacer.

De acuerdo con los resultados del IDD, nuestro país se encuentra entre dos realidades extremas: la que encontramos, por un lado, en un estado como Yucatán que ha obtenido durante cinco años consecutivos el promedio más alto del índice y, por el otro lado, Guerrero, entidad que lamentablemente se ha manifestado en la categoría de desarrollo más baja, la mínima, durante seis años seguidos, lo cual nos habla de dos Méxicos, hay muchos Méxicos, pero de dos Méxicos radicalmente distintos.

Más que enfatizar las diferencias entre esos extremos, el desafío que debemos enfrentar es encontrar los caminos, las decisiones y las políticas para impulsar procesos de convergencia de todas las entidades hacia niveles de desarrollo democrático más alto.

Lo que estos resultados nos permiten concluir es que el desarrollo democrático tuvo una afectación seria en nuestro país, en 2020, año sobre el que reporta este informe. Un impacto que se explica, en gran medida, es cierto, pero no sólo por la pandemia y sus consecuencias en prácticamente todos los sectores sociales, pero también hay que enfatizar que la pandemia no es el único elemento que ha afectado la calidad de nuestra democracia, también el manejo de la misma por parte de las autoridades y los problemas estructurales que siguen presentes entre nosotros y que la pandemia no nos debe hacer olvidar.

La pandemia no es, en este sentido, el único factor ni la única explicación o justificación de los resultados que nos enseña el estudio. Pretender hacer eso significaría simple y sencillamente cerrar los ojos ante una realidad ominosa y preocupante.

Por supuesto, también en este sentido ha jugado un papel importante la pobreza creciente, las desigualdades persistentes, las violencias imparables, la impunidad y la corrupción persistente que conforman este conjunto de deudas sociales que tanto trabajo nos ha costado enfrentar y que no hemos logrado superar.

Estos son los grandes problemas nacionales de nuestro tiempo y nos reflejan como un dramático recordatorio que la justicia social como aspiración y anhelo heredada por la Revolución Mexicana hace más de 100 años, sigue siendo la gran promesa incumplida por más de un siglo y que aún sigue vigente, como deuda incumplida

Pero también es cierto que la fragilidad institucional en múltiples áreas de nuestro desarrollo, ya lo decía Jorge, acumulada durante lustros, quizá décadas, agravada en los tiempos recientes como lo revela el IDD ha hecho más difícil sortear de mejor manera los retos de la pandemia y las deudas sociales acumuladas.

La calidad institucional o lo que en el índice se denomina como “Democracia y las Instituciones”, como nos los acaba de subrayar Jorge y quiero enfatizarlo, registra de nuevo el peor desempeño de las dimensiones que integran este métrica; no hay desarrollo y democracia posible si no existen reglas, normas e instituciones que la faciliten y la hagan posible, por eso es muy preocupante la ruta de debilitamiento institucional, de desafío al Estado de Derecho y de crisis de las instituciones democráticas que hoy enfrentamos en nuestro país.

Es urgente y necesario para quienes tenemos una responsabilidad enfrente de instituciones públicas, pero también de quienes están encabezando organizaciones sociales e incluso empresas asumir, ya lo decía también Jorge, la corresponsabilidad que todos tenemos de valorar, apreciar, fortalecer e incluso diría rescatar aquellas instituciones mexicanas que nos han permitido colectivamente avanzar en nuestro desarrollo como nación e incluyo aquí algo que es obvio, defenderlas.

También es urgente y necesario reconocer y enfrentar el contexto de polarización en el que nos encontramos, el tipo de polarización que vivimos hoy desde hace al menos un lustro es muy diferente a cualquier otra experiencia colectiva que hayamos vivido antes y en esto quiero ser claro, la polarización también forma parte de las democracias.

Una campaña electoral es el espacio institucional en donde las posturas distintas se confrontan de cara al voto ciudadano, pero una cosa es la polarización aceptable en términos democráticos y otra cosa es el tipo de polarización que ya estamos viendo, una polarización que además de su lógica binaria, hoy además está aderezando y potenciando y agraviando con el valor antidemocrático por excelencia, la intolerancia.

Cuando polarización e intolerancia se conjugan, entonces sí estamos viviendo un contexto en donde la misma, la polarización es inaceptable y la democracia se pone en riesgo.

En efecto hoy vivimos en México y el mundo una creciente polarización que divide en forma tajante, intolerante, binaria, generalizando entre amigos y enemigos y aquí, los amigos de la Konrad Adenauer saben a quién me refiero. Uno de los autores que más ha estudiado con preocupación y que tiene una vigencia bárbara hoy en día es Carl Schmitt, aquel que interpretó la política como la confrontación entre amigo y enemigo que conforma un caldo de cultivo para que surjan, se fortalezcan pulsiones autoritarias. 

La polarización que actualmente nos aqueja erosiona la tolerancia y el reconocimiento legítimo, fundamental de toda democracia, de las diferencias, de la legitimidad de las mismas y atenta en consecuencia contra la pluralidad fundamentalmente esencial de todo sistema democrático.

Con todo y este mosaico de avances tímidos y retrocesos significativos, por fortuna y gracias al delicado y riguroso trabajo de millones de personas, servidores públicos, ciudadanía, en estos años hemos logrado que las elecciones no fueran, hablo así sólo de las elecciones, una víctima más de la pandemia.

Las elecciones del 2021 son las mejores elecciones que hemos organizado en el país en términos técnicos e incluso en términos de participación ciudadana. Lo decía hace un momento en (inaudible) Hans las elecciones de 2021 representan el proceso electoral en un contexto de pandemia que ha implicado la mayor participación en una elección intermedia en lo que va de este siglo.

¿Esto qué nos evidencia? Que las reglas funcionan, las reglas electorales, que las instituciones electorales funcionan y que la ciudadanía se ha apropiado y se sigue apropiando de la dimensión electoral de su democracia.

Aunque siempre hay espacios de mejora, la electoral, a pesar de los discursos, de los intentos y narrativas de descalificación que buscan erosionar a la democracia en su dimensión electoral, es la dimensión democrática en la que mejor estamos y la que más, en consecuencia, hay que cuidar.

Sería gravísimo que en futuros ejercicios del IDD esa dimensión que es la que nos logra mantener todavía en niveles, no digo aceptables, pero por lo menos decentes, de desarrollo democrático la perdamos, porque entonces habremos perdido todo.

De la mano de la ciudadanía y aprovechando la experiencia internacional generada desde los primeros meses de la pandemia, el INE diseñó e instrumentó protocolos de operación, sanitarios, puso en marcha un grupo estratégico de trabajo e invitó algunos de los especialistas y las expertas más destacadas del país en materia de salud pública y de epidemiología para construir un grupo consultivo, que es el que nos ha permitido avanzar en la pandemia, no suspender ninguno de los servicios que damos a la ciudadanía, como la credencial para votar; y no interrumpir los procesos electorales.

Todos esos mecanismos, así como el compromiso y la apropiación de la ciudadanía de sus elecciones ha permitido que las personas en México puedan seguir ejerciendo sus derechos políticos sin poner en riesgo su legítimo e irrenunciable derecho a la salud.

El IDD nos muestra que la democracia es profundamente sensible al contexto económico, político y social en el que se recrea, depende de él; pero también nos da evidencia de que es resiliente, que puede recuperarse si todas y todos contribuimos a ello.

Hoy que los tiempos de la pandemia de COVID-19 parecen, ojalá, avanzar poco a poco hacia su etapa final, debemos prepararnos mucho me temo para los nuevos tiempos de desafíos tristemente conflictivos, imbuidos en una conflagración bélica, que no por distante es evadible ni deja de preocupar.

Y esto es así porque los problemas a los que hacía referencia siguen ahí. Las grandes promesas incumplidas de nuestro proceso de democratización siguen estando ahí.

Es posible que continúen los tiempos inciertos, pero los podremos enfrentar, ser resilientes si lo hacemos, como ya lo anticipaba Jorge al final de su intervención, con la convicción de que nuestras mejores armas son las de la democracia, la tolerancia, la pluralidad, el respeto a las libertades y los derechos de las personas.

Agradezco, pues, en este sentido, a nuestros aliados estratégicos en este esfuerzo de construcción colectiva para alimentar la discusión pública con información rigurosa y oportuna.

Gracias a la Fundación Konrad Adenauer en México; a Hans, su representante; al Centro de Estudios Políticos y Sociales; al CEPOS, a Gerardo, su presidente; a la Confederación de las Uniones Sociales de Empresarios de México (USEM), a su presidente, Eugenio Cárdenas; y por supuesto, a POLILAT, y a Jorge, su director, que año con año nos ha brindado herramientas para poder ubicarnos en el tiempo, identificar nuestros desafíos y tratar de construir las políticas públicas más adecuadas para enfrentarlo.

Gracias a todas y todos por su acompañamiento y la dedicación en estos 11 años de trabajo conjunto.

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