Intervención de Lorenzo Córdova, en la inauguración de la conmemoración del 68 Aniversario del voto de las mujeres en México

Escrito por: INE
Tema: Discursos

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA INAUGURACIÓN DE LA CONMEMORACIÓN DEL 68 ANIVERSARIO DEL VOTO DE LAS MUJERES EN MÉXICO

Muchas gracias, muy buenos días tengan todas y todos ustedes.

Saludo con mucha estima, afecto y agradecimiento a quienes integran este presídium, a la Ministra Yasmín Esquivel Mossa.

Al Presidente de la Cámara de Diputados y, por ende, del Congreso de la Unión, al Diputado Sergio Gutiérrez.

A la Presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República, a la Senadora Olga Sánchez Cordero.

Al Presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el Magistrado Reyes Rodríguez Mondragón, a quien aprovecho en este primer acto público en el que coincidimos para, no solamente felicitarlo, sino desearle el mejor de los éxitos e esta gestión como titular, como Presidente de la Sala Superior y reiterar aquí el deseo de colaboración con respeto de nuestras respectivas atribuciones que desde el Instituto Nacional Electoral hemos profesado siempre para el Tribunal Electoral.

Saludo también a la Magistrada Mónica Soto, reconociéndole el esfuerzo para llevar a buen puerto este evento que hoy inicia.

Saludo también a la Consejera Eva Verónica de Gyvés.

A la Titular de ONU Mujeres en este acompañamiento, digamos, por estas causas, a Belén Sanz, por supuesto.

A mi amiga, la Presidente de INMUJERES Nadine Gasman.

Y saludo también a mis colegas las consejeras Adriana Favela y Norma De la Cruz que nos distinguen con su presencia.

A casi siete décadas de las manifestaciones que propiciaron que en octubre de 1953 se reconociera el derecho de las mujeres a votar y ser votadas, es necesario hacer un corte de caja de los logros alcanzados y de los cada vez más complejos desafíos que enfrentamos para lograr la igualdad política entre hombres y mujeres.

Este corte de caja no sólo es oportuno en virtud de la celebración del LXVIII Aniversario del histórico reconocimiento de la ciudadanía plena a las mujeres en México, sino porque han transcurrido ya 31 años desde que se sentaron las bases del nuevo sistema electoral, un sistema electoral en clave democrática en nuestro país y, también, porque nuestra nación acaba de vivir el proceso electoral más grande y complejo de nuestra historia en uno de los contextos más adversos que hayamos vivido en nuestra vida democrática, tanto por la pandemia, como por el lamentable marco de violencia que aqueja a la sociedad mexicana, como por reiterados y sistemáticos ataques y descalificaciones que tuvimos que sortear el INE y también el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, para cumplir con nuestro mandato constitucional.

Así, permítanme empezar señalando que los logros democráticos de nuestro país han transformado la vida pública, la relación entre personas gobernantes y gobernadas, y le han dado un carácter incluyente y paritario a nuestras elecciones. 

Dichos logros han sido reconocidos en el ámbito internacional, por las más importantes organizaciones regionales y multilaterales dedicadas al fortalecimiento y promoción de la democracia en el mundo.

Dicho en pocas palabras, la recreación de la democracia ha contribuido a que México se convierta en uno de los países con mayor porcentaje de mujeres legisladoras en el mundo y en un país que ha contribuido con la que ONU Mujeres, justamente, ha definido en el ámbito latinoamericano como la “Fórmula mexicana de impulso a la paridad” al diseño de mejores prácticas y e numerosas acciones afirmativas para garantizar la participación paritaria de las mujeres en las contiendas electorales que nos han permitido pasar del principio constitucional de la paridad en la postulación de candidaturas a la realidad práctica de la paridad en la representación política.

En el último año y medio, la elección más grande y compleja de nuestra historia demostró que el modelo electoral surgido de la reforma de 2014 garantiza imparcialidad, inclusión y equidad en todas las elecciones federales y locales realizadas en México, incluso más que el modelo electoral federalizado que tuvimos hasta antes de 2013 y, en consecuencia, que la confianza, y esto es una consecuencia a lo anterior, insisto, que la confianza que la ciudadanía le ha depositado a las autoridades electorales y la responsabilidad sanitaria con la que se llevó a cabo cada etapa del proceso electoral pasado permitió que casi 20 mil 500 cargos públicos se disputaran en las urnas con imparcialidad y certeza.

Algunos de los datos y resultados más relevantes en clave democrática, que dejó la Jornada Electoral del pasado 6 de junio son los siguientes: 49.1 millones de votantes que acudieron a las urnas y decidieron, en condiciones de igualdad y libertad, sobre el futuro del país, y votando a favor de una nación con división y equilibrio de poderes.

El pluralismo político se mostró, una vez más, dinámico y vigoroso; por lo que ninguna fuerza política puede dar por asegurado ni el triunfo propio ni el rechazo de los contrarios en las urnas.

Ningún partido obtuvo por sí mismo obtuvo la mayoría de la votación, el más votado recibió un tercio de la votación total, y los otros dos tercios se dividieron entre nueve fuerzas políticas.

La LXV Legislatura es ejemplo de respeto al límite constitucional a la sobrerrepresentación y, por primera vez en la historia, tenemos una paridad perfecta entre hombres y mujeres legisladoras gracias a la aplicación de una disposición jurisdiccional que estableció, que se dio en el contexto del límite establecido y señalado, las directrices señaladas marcadas por la reforma constitucional de 2019, conocida como paridad en Todo.

En los 30 congresos locales sucedió algo similar: de 673 diputaciones en competencia, se eligieron a 335 mujeres y a 337 hombres en las elecciones por el principio de Mayoría Relativa.

Gracias a las acciones afirmativas impulsadas, también, la LXV Legislatura refleja de mejor manera el anhelo de inclusión, la diversidad social, cultural y étnica de nuestra nación, ya que, gracias a las diversas acciones afirmativas impulsadas por el INE, validadas por el Tribunal y, entre otras también establecidas por la máxima autoridad jurisdiccional en esta materia, se logró que 65 diputaciones federales sean, digámoslo así, el reflejo de la diversidad y la inclusión que se escucha en esta Cámara, a través de 37 personas indígenas; 10 de migrantes; 8 personas con algún tipo de discapacidad; 6 personas afromexicanas y 4 pertenecientes a los diversos colectivos de la diversidad sexual.

En contraparte, debemos reconocer que nuestra democracia todavía tiene algunas asignaturas pendientes en materia de igualdad e inclusión:

Los ayuntamientos siguen siendo un enorme reto en materia de paridad. En 2021 no tuvimos avances, e incluso experimentamos un retroceso marginal, al ser ahora encabezado por mujeres sólo el 25.8 por ciento de los gobiernos municipales frente al 27.2 por ciento que existía antes de la Jornada Electoral.

Además, las simulaciones que realizaron algunas fuerzas políticas para aprovecharse de las acciones afirmativas subrayan los déficits de cultura cívica que todavía privan en amplios sectores al interior de los partidos políticos; y, finalmente la violencia política en razón de género no sólo no cede, sino por el contrario, aumenta, se complejiza y adquiere nuevas manifestaciones.

Por ejemplo, la violencia política se ha agudizado en las redes sociales y en periodos de campaña se manifiesta con acciones que buscan impedir que voten por ellas; mientras que, una vez que fueron electas, la violencia se manifiesta en la segregación de las mujeres de las responsabilidades de mayor relevancia, y padecen discriminación en materia de presupuestos, recursos materiales, programáticos, entre otros, refrendando una triste y lamentable paradoja, entre más participan las mujeres en política, en virtud de las medidas que se han tomado, más violencia en contra de ellas se ejerce.

Es claro que todos los logros que hemos tenido en materia de igualdad política y que se refrendaron en la jornada electoral del 6 de junio, fueron posibles porque el diseño de la democracia mexicana refleja la síntesis de un esfuerzo colectivo y transgeneracional de líderes y lideresas, de organizaciones sociales y de partidos políticos de todo signo ideológico, de múltiples generaciones de legisladoras y legisladores, de actores políticos, así como de miembros de la academia y de especialistas comprometidos con la igualdad sustantiva.

Y los desafíos en cambio, nos recuerdan que todavía tenemos mucho camino que andar, especialmente en la dimensión cultural o de cultura cívica, si queremos que la igualdad entre mujeres y hombres sea una realidad y no sólo un anhelo.

Por ello sostengo que eventos como éste, en los que se reivindican aspectos de nuestra historia y se reflexiona sobre diversos ángulos de la lucha por la igualdad, debemos seguir realizándolos e impedir que estas celebraciones se vean como algo meramente rutinario.

Necesitamos, perdónenme el enfoque académico -eso soy, a pesar de lo que muchos digan-, hacer pedagogía para seguir promoviendo la inclusión y la igualdad entre mujeres y hombres.

Necesitamos explicar los detalles de las reformas que han contribuido a la paridad y la inclusión, como una forma de contribuir a generar círculos virtuosos que incidan

en la inclusión y en la paridad y es una forma de honrar las luchas históricas que movilizaron a millones de personas en nuestro país para conformar el México de derechos y libertades que hoy tenemos y disfrutamos.

De no hacerlo, podríamos estar contribuyendo a la desafección con la democracia; y ahí están las cifras que nos revelan lo que está ocurriendo en el mundo y en América Latina y nuestro país no es la excepción, al desandar del sistema que tanto nos ha costado construir.

En tres décadas, las decisiones tomadas por diversas legislaturas y autoridades electorales han contribuido a la transformación de las formas de acceder y competir por los poderes públicos y han incidido en el establecimiento de bases para una convivencia democrática cimentada en la igualdad de derechos.

Pero como todos los logros democráticos, también los logros en materia de paridad pueden experimentar procesos regresivos, retrocesos. Esa es lamentablemente, una dura lección que hemos aprendido en las últimas décadas: la ruta de la democracia es de doble vía; una que avanza hacia la consolidación y otra que es regresiva y puede hacernos volver a un pasado autoritario que afortunadamente dejamos atrás.

En este sentido, antes de concluir, quiero aprovechar el uso de la palabra para externar mi reconocimiento personal a algunas mujeres, a dos mujeres que hoy honramos que fueron pioneras en la lucha por los derechos de las mujeres, a nuestras amigas María Elena Chapa y Martha Sánchez; mujeres de ideas y convicciones que contribuyeron a que muchas y muchos de nosotros entendiéramos de mejor manera los obstáculos que padecen las mujeres en el ejercicio de sus derechos; ellas son ejemplo de tesón y claridad, que sólo dejaron de luchar por la igualdad de mujeres y hombres, cuando la enfermedad las venció dejándonos, sin embargo un legado de lucha y compromiso con una causa que muchos, algunos que presumimos eso, que desde el pecho materno amamantamos y que hoy nos toca honrar y preservar.

Muchas gracias

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