Las elecciones del próximo 6 de junio serán inéditas, en más de un sentido. Serán las más grandes y las más complejas, y las autoridades electorales estamos trabajando para que sean, también, las más incluyentes y más libres en la historia de nuestra democracia.
Son tres los planos en los que el proceso electoral en marcha se vuelve crucial para el desarrollo democrático del país.
Por un lado, habrá de votarse para renovar el mayor número de cargos públicos que se haya visto en nuestro sistema electoral: 20,418 puestos, entre los que destacan 500 diputaciones federales, 15 gubernaturas, 1,063 diputaciones de 30 Congresos locales y 1,925 presidencias municipales de 30 entidades.
En términos cuantitativos, la elección también será inédita por involucrar al mayor número de electores (casi 94 millones de personas inscritas en la Lista Nominal) y la cifra más grande de casillas a instalarse: 162,248, que serán operadas por 1,460,000 ciudadanas y ciudadanos elegidos aleatoriamente y preparados por más de 48,000 capacitadores electorales, contratados por el propio Instituto Nacional Electoral (INE).
Por otro lado, las elecciones serán las más complejas por la persistencia de una pandemia de dimensiones igualmente históricas, que ha obligado a la humanidad a modificar y adaptar todas las dinámicas de convivencia social, actividades económicas y productivas y, también, los procesos electorales.
En ese contexto, en el INE estamos implementando una serie de protocolos y lineamientos sanitarios que permitan a los electores acudir a las urnas sin riesgo de contagio, tanto para ellos, como para los funcionarios de casilla, observadores electorales y representantes de los partidos y los candidatos.
Las previsiones que estamos tomando en el contexto de la emergencia sanitaria nos obligan a revisar los procedimientos habituales de cada elección, capacitar a los funcionarios de casilla y disponer de los insumos necesarios en cada mesa de votación para prevenir los contagios. Todo ello, para impedir que la democracia sea una víctima más de Covid-19.
Finalmente, en el plano político, también se están presentando condiciones inéditas, no sólo en México sino en todo el mundo. Fenómenos como la desinformación, la construcción de realidades alternas a partir de noticias falsas y prejuicios ideológicos (la llamada posverdad) y la polarización alimentada con la difusión masiva e inmediata de mensajes en las redes sociales, son fenómenos de comunicación que desafían a las democracias y que también obligan a las instituciones electorales a tomar previsiones.
En el INE, desde 2018 generamos y aplicamos un modelo muy sencillo, que consiste en combatir la desinformación con información y explicación de todos y cada uno de nuestros procedimientos y decisiones colegiadas.
Además, nos hemos propuesto aplicar la Constitución y las leyes vigentes sin distingo ni dedicatorias; sin responder a presiones indebidas y sin caer en la lógica y natural confrontación entre las partes que se disputan el poder político.
En resumen: las elecciones federales y locales del próximo 6 de junio serán cruciales para nuestra democracia, pues en ellas se refrendará la voluntad ciudadana de elegir libremente a sus gobernantes y representantes mediante el voto.
Una vez más, será el sufragio efectivo (nada más y nada menos) lo que determinará los destinos de la nación.
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