VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA NOVENA SESIÓN DEL SEMINARIO PERMANENTE “DEMOCRACIA Y ELECCIONES EN EL MUNDO”, CON EL TEMA ELECCIONES EN MÉXICO. AVANCES Y DESAFÍOS DE CARA A LA ELECCIÓN MÁS GRANDE DE LA HISTORIA
Gracias Salvador.
Voy a tomar la palabra en lugar, y te ofrezco una disculpa, del doctor Contreras, porque precisamente, dado que se celebra el día del maestro está reunido con el claustro académico de la Facultad, y me ha pedido, como miembro de la misma, que pueda dar la bienvenida a nombre suyo y a nombre del Instituto Nacional Electoral, las dos instancias que auspician y que han conducido, digamos, este seminario exitoso, diría, seminario a lo largo de ya prácticamente seis meses.
Y, mi intervención, pido en este sentido que se interprete como la manera plástica de esa alianza estratégica entre dos instituciones que, de cara a este proceso electoral, se han hermanado en este esfuerzo, la Facultad de Derecho, mí Facultad, y el Instituto Nacional Electoral, que tengo el honor de presidir.
Quiera, antes que nada, agradecer muchísimo la presencia de las y los distinguidos expositores que nos, que integran este panel. Es un verdadero privilegio para la Facultad y para el Instituto Nacional Electoral poder contar hoy con la presencia de la doctora Jacqueline Peschard y del doctor Leonardo Valdés a quienes debo, simple y sencillamente, decirlos: “bienvenidos a casa de vuelta distinguidos integrantes del Instituto Federal Electoral, en distintos momentos”.
Quiero agradecer también la presencia de Alejandra Barrios, Alejandra es amiga también del Instituto Nacional Electoral, una de las especialistas más connotadas en el continente en materia de observación electoral y, quien por cierto, dirige la organización Misión de Observación Electoral de Colombia, que conoce bien el Instituto Nacional Electoral, los procesos electorales en México y que forma parte hoy de una de las varias misiones de observación electoral que están siguiendo nuestro proceso electoral.
Y lo mismo, el doctor Armand Peschard, otro querido amigo de estas instituciones, integrante también de varias misiones de observación electoral desde que inicio esta función e el plano internacional en México desde 1994 y que integra también una de las misiones que hoy nos acompañan.
Y qué decir de nuestro moderador de lujo, que es Salvador Romero, Presidente del Tribunal Supremo Electoral de Bolivia, amigo también, y Jefe de misión, por cierto, de la UNIORE en 2018, así que estamos entre meros especialistas de esta materia y para nosotros es un verdadero privilegio.
El objetivo de este seminario, cuya novena misión estamos ahora llevando a cabo es contar con un espacio para la reflexión y el análisis sobre las experiencias que diferentes países han tenido en el desarrollo de sus procesos electorales, particularmente en el contexto de la pandemia de COVID-19.
Esta idea, la idea de este seminario surgió hacia finales del año pasado pensando en la necesidad de construir un foro de la mano de la Facultad de Derecho de la UNAM, donde autoridades electorales, especialistas y analistas desde distintos enfoques, perspectivas y con distintas nacionalidades, compartieran aprendizajes y ayudaran a comprender mejor la dinámica político-electoral de nuestro tiempo.
En una época en donde la democracia pasa por uno de sus momentos históricos más complejos, nos parecía imperativo fomentar la discusión pública sobre sus retos, pero también, sobre sus virtudes, sus pendientes, sus fortalezas y sus logros, y compartir estos aprendizajes y reflexiones con la audiencia lo más amplia posible.
En esa misma línea, hoy estaremos abordando el tema de las elecciones en marcha en México.
Permítanme, solamente para contribuir a la discusión, aportar algunos datos y hacer una serie brevísima de reflexiones, sobre esta que es la elección más grande, pero también la más compleja de nuestra historia.
Estamos a 22 días de la Jornada Electoral del 6 de junio, un proceso electoral que inicio desde septiembre del año pasado. Y, desde hace ocho meses, desde entonces, comenzó el despliegue de un conjunto de decisiones, etapas y procesos interconectados que hemos denominado la cadena de confianza de nuestras elecciones.
El eslabonamiento de esta cadena ha incluido, y lo digo telegráficamente, temas como la definición de las normas para garantizar la imparcialidad y la equidad en la contienda, el establecimiento de reglas de coordinación con autoridades electorales estatales, la insaculación y la capacitación de las y los ciudadanos que habrán de recibir y contar los votos el día de la elección, el diseño e impresión de boletas electorales infalsificables y otros materiales electorales, su distribución en todo el país con el apoyo de las Fuerzas Armadas, la conformación de un Padrón Electoral y de una Lista Nominal confiables y válidos, los mejores que hemos tenido en nuestra historia electoral, la fiscalización constante del uso de recursos públicos por parte de candidaturas o ejercidos por parte de candidaturas y partidos, en suma, una serie de etapas y decisiones que integran ese cinturón que resguarda y garantiza la certeza y confiabilidad en nuestras elecciones.
Uno de los aspectos más destacables de todo este proceso es la forma en la que la ciudadanía ha ido apropiándose de la elección, muestra de su compromiso con el ejercicio de su derecho al voto, el ejercicio de sus derechos de participación política.
Lo ilustro con un dato clave, un dato de esta mañana: Hoy, a la mitad del periodo que se establece en nuestras normas para designar a quienes van a ser, a ejercer los distintos cargos en las mesas de votación el próximo 6 de junio tenemos ya el 95 por ciento de ciudadanas y ciudadanos necesarios para cubrir las casi 163 mil casillas que instalaremos en todo el país el día de la elección.
Se trata de cifras que, comparativamente, son mejores a las que teníamos en la elección federal de 2018 en un momento similar del proceso electoral y, en aquel entonces, por supuesto, en un contexto distinto, porque no había pandemia.
Esta apropiación del proceso electoral a manos de la ciudadanía pone en evidencia que la elección más grande de nuestra historia está siendo impulsada por una movilización ciudadana inédita en los 30 años de vida electoral en clave democrática.
Una movilización ciudadana que acudirá a las urnas también para renovar, no sólo el conjunto de la Cámara de Diputados en el ámbito federal, sino también, 20 mil cargos locales incluyendo la renovación completa de 30 congresos estatales, de más de mil 900 ayuntamientos y de 15 gubernaturas. Nunca antes en la historia del país se había elegido un número de cargos similar.
Un dato adicional que ilustra la magnitud inédita de esta elección es que el registro de ciudadanas y ciudadanos que integran el Padrón Electoral, la columna vertebral de nuestras elecciones alcanza a 93 millones 670 mil electores, casi 4.3 millones más que en 2018.
Tal como lo han planteado en este mismo espacio autoridades electorales de otros países, la pandemia del COVID-19 ha supuesto un reto mayúsculo para la actividad electoral.
Pero también aquí en este espacio se han compartido experiencias en la adaptación de normas e instituciones para garantizar que las elecciones y la democracia no sean una víctima más de la pandemia.
México no ha sido una excepción en cuanto al impacto de la pandemia en las elecciones y tampoco respecto de la adaptación institucional de la misma, a la misma.
En 2020 tuvimos que posponer las fechas de dos elecciones locales que se llevaron a cabo exitosamente y que no alteraron la curva de los contagios, lo cual quiere decir, y es una buena muestra como lo han evidenciado otros países como Bolivia, Ecuador, Chile, que va a elecciones el próximo domingo por cierto, en fin, y que fueron a finales del año pasado, que las elecciones y la pandemia no necesariamente son contradictorias y que las primeras puede llevarse a cabo incluso en estos contextos desafiantes.
En otras palabras, la pandemia no nos ha detenido y no permitiremos que lo haga, como ya lo dije, en México las elecciones y la democracia podrán convivir en este contexto y recrearse exitosamente.
Con todas estas medidas, la implementación de la cadena de confianza y las acciones para enfrentar la pandemia estamos garantizando, de la mano del acompañamiento ciudadano, del compromiso cívico de este último, las bases para el ejercicio de una doble libertad.
Las casillas, las mesas de votación el próximo 6 de junio serán espacios en donde se expresará una doble libertad: la libertad de la ciudadanía para ejercer el sufragio por la opción política de su preferencia, sin condicionamientos y sin concepciones, pero también, la libertad frente al contagio.
Todas estas acciones, además de otras que hemos venido instrumentando y muchas más que se han implementado durante más de 30 años, construyendo un sistema electoral cada vez más sofisticado, perfectible, pero también robusto, nos permiten asegurar desde el INE con claridad y seguridad que en México no hay posibilidades de fraude.
El fraude se acotó desde el momento en que se eliminaron los factores que hacían posible la arbitrariedad en la organización de las elecciones y cuando se excluyó la intervención de los gobiernos en turno a las decisiones de la autoridad electoral.
Ilícitos puede haber y es una responsabilidad de todas y todos los actores políticos, de las y los gobernantes de cualquier nivel de gobierno, de las y los candidatos, de los propios partidos políticos, ajustarse al marco normativo que ellas y ellos han pactado, han consensuado y han llevado a las normas.
Son normas que el INE aplica puntualmente sin distingos, sin filias y sin fobias, sin importar el actor político involucrado, lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo puntualmente.
En ocasiones esta función arbitral entiendo que genera escozor, que genera inconformidades, pero nuestro sistema electoral afortunadamente prevé también las rutas institucionales para que esas inconformidades se procesen. Ahí está el Tribunal Electoral como una instancia que puede revisar, auditar, validar o revocar todas y cada una de las decisiones del Instituto Nacional Electoral.
Ése es nuestro sistema electoral y en ello radica nuestra fortaleza.
No debemos olvidar y concluyo que, el 7 de junio, un día después de la elección iniciará una nueva historia, a partir de esa fecha la etapa de confrontación del conflicto natural de una campaña en un contexto democrático deberá dar paso a la construcción de los consensos y de los acuerdos que son indispensables para la recreación de la democracia.
México es nuestra casa común, el 7 de junio lo será para todas y todos en nuestra diversidad, en nuestras distintas posturas y concepciones de los problemas que aquejan a nuestra sociedad y de las soluciones para enfrentarlos; todas y todos cabemos en este país, porque hemos construido un sistema democrático que nos permite la recreación pacífica de nuestra pluralidad.
Así como todas y todos participamos en la construcción de ese marco institucional que nos permite la convivencia, decía, en pluralidad, de manera pacífica, también a todas y todos nos corresponde preservarlo; algunos ejerciendo con responsabilidad nuestras funciones públicas, a otros, a las y los ciudadanos, defendiendo desde sus trincheras, todas válidas, esta construcción colectiva que nos ha permitido estar donde estamos con un futuro, sin duda mejorable y deseablemente mejor, pero de manera pacífica y eso no es poca cosa.
Nos toca a todas y a todos que la democracia en el futuro implique una ruta de continuidad y no una ruta de regresión.
Muchísimas gracias.
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