Un fenómeno reciente de algunas democracias en el mundo es la polarización política, entendida como la tendencia a concentrar elementos, posiciones e ideologías en un determinado sistema que, por su naturaleza genera otras posiciones opuestas o extremas que parecen difícil compaginar.
Este hecho en un sistema democrático genera antagonismos políticos generalmente entre el actor gobernante y la oposición al régimen, que van desde concepciones ideológicas hasta la crítica y el debate respecto a la forma en la que se ejerce el poder, así como por la implementación de diversas acciones gubernamentales en beneficio de la población.
Esta polarización invariablemente permea en la sociedad de varias maneras, genera división entre su población, coloca a la sociedad en posiciones extremas y peligrosas para las relaciones humanas en cualquier comunidad, produce polos opuestos irreconciliables sobre la concepción de la forma en que se deben atender sus demandas, entre otros aspectos.
De acuerdo con un estudio denominado «El Estado de la Democracia en el Mundo y en las Américas, 2019» de IDEA Internacional, distintos países están viviendo una erosión de la democracia en razón de la percepción que prevalece en la población de que los políticos y/o partidos políticos están muy alejados de la ciudadanía; las profundas desigualdades económicas y sociales que, entre otros cosas, producen delincuencia y violencia; un endeble Estado de Derecho que proteja auténticamente los derechos humanos de la población y, por supuesto, el aumento de la polarización política.
Estos rubros que atentan contra la democracia aparecen principalmente en las contiendas electorales en las que la efervescencia de las y los participantes se incrementa por ganar la simpatía de la ciudadanía que, con su voto, determina el rumbo de esta nación.
En este momento nos encontramos en México que, a poco más de un mes de la elección más grande de su historia, todas y todos los actores políticos deben ser conscientes de la alta responsabilidad que tienen en sus manos, es decir, independientemente de quien o quienes ganen en las urnas, debemos defender nuestro sistema democrático y al Estado de Derecho.
Aunado a lo anterior, debemos recordar que el mundo tiene puesta la mirada en México, en sus elecciones y su desarrollo democrático. Así, a finales del mes de marzo el Instituto Nacional Electoral (INE) hizo público el informe de la Misión de Acompañamiento Internacional del Proceso Electoral Federal y Locales Concurrentes México 2021, en el que se establecieron 5 ejes considerados como focos de atención para la observación electoral, además de los efectos de la pandemia por el covid-19 en elecciones, las relaciones interinstitucionales para la organización de la elección, la violencia en elecciones y el combate de noticias falsas, se encuentra justamente la vigilancia a la polarización política.
La importancia de este último eje radica en que dicha polarización contiene varios componentes que pueden distorsionar un sistema democrático y, por ende, los procesos que la sostienen como lo son las elecciones ya que pueden reflejarse elementos de división de la sociedad, desinformación y descalificaciones, entre otros.
Por ello, resulta importante en estos momentos que todas y todos los actores involucrados en el proceso electoral tanto federales como en los locales cumplan estrictamente con lo que mandata nuestra Constitución y las leyes que de ella emanan y que sea la población, con su participación y su voto quien decida el futuro que quiere de entre las diversas opciones políticas y las candidaturas que cumplan con la normatividad electoral. Con esto fortalecemos nuestra democracia y un auténtico Estado de Derecho.
Hacer lo contrario es atentar no solamente contra la voluntad ciudadana, sino contra nuestro sistema democrático que nos ha costado años construir, vidas, luchas sociales, debates parlamentarios y muchos aspectos más.
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