Intervención de Lorenzo Córdova, durante la XVI Sesión del Observatorio de Participación Política de las Mujeres en México

Escrito por: INE
Tema: Consejero Presidente

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, DURANTE LA XVI SESIÓN DEL OBSERVATORIO DE PARTICIPACIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES EN MÉXICO

 

Muchas Gracias, muy buenos días a todas y todos de nueva cuenta.

Gracias Nadine y gracias a INMUJERES por la organización de esta reunión del Observatorio por la convocatoria y por supuesto, el abrir la participación a las presidentas y los presidentes de los Organismos Públicos Locales, a quienes saludo con particular afecto y con el gusto de verlos bien y además con caras de las pilas cargadas para el desafío histórico que estamos por iniciar.

Uno de los grandes desafíos de las democracias modernas es la inclusión y la igualdad de derechos.

No se trata solamente de que el sufragio sea universal y que el voto de cada ciudadana y ciudadano valga lo mismo en las urnas, con independencia de su condición social, étnica, religiosa o económica.

Se trata de que la opinión de las minorías sea escuchada y valorada adecuadamente en los espacios de representación y de que sus demandas sean procesadas adecuadamente también, en la emisión de las leyes, en el diseño de las políticas públicas y en el establecimiento de los presupuestos institucionales.

Todas y todos los que participamos en este Observatorio, sabemos que la invisibilidad de un sector o de una comunidad, abre la puerta para la discriminación, el maltrato y la ausencia en la impartición de justicia.

De ahí la importancia de los trabajos de este Observatorio. En este espacio, se han visibilizado con un enfoque multidisciplinario aspectos como la violencia y la discriminación que padecen las mujeres en la política y en las elecciones, así como diversos sectores en condiciones de vulnerabilidad en el ejercicio de sus derechos como sucede a los pueblos y comunidades indígenas.

En esta materia, este Observatorio se ha convertido en un espacio que ha contribuido a la sistematización de fenómenos que afectan el ejercicio pleno de los derechos políticos, principalmente de las mujeres.

Hace casi seis años, cuando empezamos los trabajos de este Observatorio teníamos por delante la instrumentación del nuevo modelo electoral de carácter nacional y, con ello, la aplicación de la reforma constitucional que permitió a nuestro país transitar del sistema de cuotas a un sistema paritario en todas las candidaturas y del cumplimiento obligatorio en todo el territorio nacional.

Indudablemente fue un gran desafío, pero como lo hemos dicho en otras ocasiones, fue un desafío que entre todas y todos superamos.

Con la participación y las sinergias que generamos quienes integramos el Observatorio, se construyeron bases de datos con información precisa sobre la participación política de las mujeres en cada una de las entidades federativas, se identificaron obstáculos normativos, así como la importancia de emitir criterios y protocolos que facilitaran tanto identificar, como encauzar institucionalmente las quejas sobre violencia política en contra de las mujeres por razón de género.

Esta forma de abordar la problemática de género, desde mi perspectiva, debemos retomarla para contribuir a erradicar la discriminación que padecen también las personas indígenas en nuestro país y particularmente las mujeres y además indígenas.

Visibilizar y amplificar el conocimiento a aquellas conductas que favorecen la discriminación y la violencia para poder erradicarlas, ha sido una de las virtudes de este Observatorio.

Por eso es importante traer aquí el tema de los pueblos y comunidades indígenas para contribuir desde nuestros respectivos ámbitos de competencia para que las personas que viven en esas comunidades y pueblos y que se autoidentifican como indígenas, puedan ejercer sus derechos políticos en condiciones de equidad y de paridad.

Y esto no es un reto menor, ante la problemática que se vive en estas comunidades, permítanme un par de datos que ilustran el desafío que enfrentamos.

De acuerdo con la Encuesta Intercensal del INEGI de 2015, más de 12 millones de personas en México, se reconocen como indígenas. Es decir, un poco más de la población nacional estimada para ese año.

En segundo lugar, con base en la Encuesta Nacional sobre Discriminación de 2017, que fue un proyecto conjunto realizado con el INEGI, CONAPRED, CONACYT, CNDH y la UNAM, el 40 por ciento de las personas mayores de 12 años, declararon haber sido discriminadas por su condición de indígenas y el 49.3 de ellos, opina que sus derechos no son respetados.

Finalmente, en el caso de las comunidades afromexicanas, esta discriminación se agrava ya que una de cada seis personas, de estas comunidades, son analfabetas.

De ahí que me parezca oportuno y absolutamente relevante que de cara al Proceso Electoral más grande y más complejo de nuestra historia, se traiga a la mesa de este Observatorio, la problemática de los pueblos y comunidades indígenas del pueblo afromexicano.

De hecho, como ustedes recordaran, la defensa de los derechos políticos de los pueblos y comunidades indígenas no es un tema del todo nuevo en la agenda de este Observatorio.

En 2017 compartimos algunas de las acciones que desde el INE llevamos a cabo para impulsar la representación política de los pueblos y comunidades indígenas por primera vez a nivel federal en la historia de la democracia de nuestro país.

De esas acciones, surgió el acuerdo de noviembre de 2017 que estableció por primera vez en nuestra historia, cuotas de representación en el Poder Legislativo Federal para personas de estos pueblos y comunidades con el pleno respeto del principio de paridad (inaudible).

Con la finalidad de destacar los logros que se pueden alcanzar cuando se generan sinergias y se comparten objetivos, como lo hemos hecho en este Observatorio, permítanme sintetizar en cinco puntos el resultado de seis años de un trabajo colectivo.

Primero, México es hoy uno de los países con porcentaje de mujeres legisladoras más altos de todo el mundo.

Segundo, garantizamos la paridad en todas las candidaturas y avanzamos en el establecimiento de mecanismos para garantizar la misma, en la representación política.

Tercero, se conformó la primera legislatura paritaria a nivel federal de nuestra historia.

Cuarto, la paridad legislativa es ya hoy una realidad en las 32 entidades.

Y, quinto, configuramos un modelo que ONU Mujeres ha definido como la fórmula mexicana de impulso a la paridad que ha sido un referente en América Latina y en otras partes del mundo.

Es claro que falta mucho por hacer para que vivamos en una nación justa e igualitaria que todas y todos deseamos.

Es claro como el incremento de la participación de las mujeres lamentablemente en la vida pública ha dado lugar a nuevas formas de violencia hacia ellas en razón de género.

Es decir, la lucha por la paridad, la lucha por la inclusión ha traído también como un efecto no deseado, el incremento de la violencia política en contra de las mujeres.

Tan claro, por cierto, como que el confinamiento que ha obligado la pandemia, también ha incrementado los niveles de violencia intrafamiliar, pero retomar estos logros es una forma de subrayar el potencial transformador que tiene un espacio plural y horizontal como este observatorio.

Cuando se comparten objetivos, diagnósticos y se confeccionan sinergias entre instituciones, organizaciones de la sociedad y personas de la academia y especialista, los resultados están a la vista.

Pensando en ese potencial transformador, es que me parece oportuno que establezcamos nuevos objetivos para nuestro trabajo futuro de cara a la elección más grande y compleja de la historia. Para ello, permítanme una reflexión telegráfica sobre el proceso electoral que estamos iniciando.

En 2021 no se va a poner a prueba el modelo electoral ni la capacidad técnica del INE, del Tribunal, de los tribunales locales o de los OPLES, tampoco se va a poner a examen el compromiso de las organizaciones que luchan por el ejercicio de los derechos, incluido el de las mujeres y de las comunidades y pueblos indígenas.

Desde 2021 nuestra, la elección nos presenta una disyuntiva de carácter distinto, o se refrenda la madurez de una democracia que se ha venido perfeccionando poco a poco durante 30 años y, aunque sin duda, es perfectible y hay muchos pendientes, hay muchas promesas incumplidas, nos ha permitido la convivencia pacífica de nuestro pluralismo y el logro de diversos propósitos como el de la paridad, el reflejo de dicha pluralidad y la equidad en las contiendas.

O bien, y esta es la disyuntiva, se acelera la degradación de la vida pública, la erosión del tejido social exacerbada por la polarización que hoy está, además, aderezada con una intolerancia pocas veces antes vista y que se está impulsando en la conversación pública, se está echando raíces en la conversación pública.

Es por ello que, en mi opinión, el mayor desafío que enfrentamos en 2021 tiene que ver con el contexto, los problemas estructurales de una oceánica pobreza y desigualdad; con una inseguridad que no tiene freno; con feminicidios constantes y crecientes agresiones que sufren las mujeres en todos los ámbitos; con la intolerancia a la crítica;  el descontento de la sociedad con los partidos y con la clase política y, por supuesto, por los efectos hoy disruptivos que en términos sociales y económicos trajo consigo la pandemia, retratan el medio ambiente en el que hemos iniciado la elección que volverá a ser la más grande de la historia, pero que por esas razones será sin duda la más compleja.

En tal sentido y considerando que este Observatorio juega un rol de gran relevancia en la consolidación de uno de los objetivos que articula nuestro anhelo democrático, es decir el de la igualdad entre mujeres y hombres, y el de la inclusión de las minorías en la toma de las decisiones, creo que es pertinente que de cara a este proceso, de cara a los desafíos que tendremos como Observatorio, de cara a la periódica renovación en la presidencia del mismo, que podamos eventualmente trabajar sobre tres grandes ejes articuladores me parece.

Consolidar la fórmula mexicana de impulso a la paridad y no caer como hemos insistido en estos falsos dilemas entre la paridad y figuras novedosas , al menos en el ámbito federal, como la reelección de las y los legisladores. Como punto de arranque para lograr que las mujeres destaquen cada vez más y participen cada vez más en la vida pública.

El segundo eje es dar especial atención a la renovación de los ayuntamientos para avanzar en una paridad, que si bien está garantizada gracias a las sentencias del Tribunal y a las normas legales en esta materia, en las candidaturas, a diferencia de lo que pasa en el legislativo, la paridad en la representación, ahí si todavía es una asignatura pendiente.

Y tercero, consolidar el mecanismo de cuotas de representación política para las comunidades indígenas y fomentar la incorporación de los temas indígenas como parte de la agenda discursiva del proceso electoral, para sensibilizar a la sociedad, sobre la desigualdad en la que viven estas comunidades y contribuir hacia su inclusión.

Concluyo agradeciendo la oportuna realización de esta décima sexta sesión del Observatorio y confío en que sus trabajos seguirán apuntalando los logros de la democracia mexicana, que contribuirán a la justa inclusión de las minorías en la vida democrática de nuestro país y seguirán abonando en la construcción de un México cada vez más incluyente y paritario.

Muchas Gracias.

 

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