VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA SEGUNDA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL, LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA PRESENTACIÓN DEL REPORTE “PROTEGIENDO LA INTEGRIDAD ELECTORAL EN LA ERA DIGITAL”
Yo comenzaría diciendo lo siguiente: La democracia no goza, ni gozaba antes de la pandemia, de su mejor momento.
Como decían los latinos mala tempora currunt para la democracia, no son buenos momentos para, no eran buenos momentos, eran momentos muy desafiantes para la estabilidad y la consolidación de los regímenes democráticos.
Y esto, como ya lo decía en el primer panel la Presidenta Chinchilla, se obedece a un sinnúmero de fenómenos que habían venido poco a poco agregándose y sumándose de manera disruptiva.
El descontento o la desafección social con la democracia por la falta de resultados que los regímenes democráticamente electos habían venido dando a los grandes problemas de nuestro tiempo, como la desigualdad dilagante, ¿no?, que es un fenómeno que lamentablemente corre de manera transversal por todos los ámbitos de la vida social, la pobreza, entre muchos otros.
En segundo lugar, porque estamos viviendo en todo el mundo un proceso de desinstitucionalización o de crisis de credibilidad de las instituciones centrales de los procesos democráticos, como los partidos o los parlamentos como Serguei ya anunciaba.
Y esto es algo que pasa no solamente, insisto, en las jóvenes democracias, sino en las democracias más añejas, más antiguas, más establecidas, como Estados Unidos, Inglaterra, en fin, o muchas democracias europeas.
En tercer lugar, la nueva que, a eso dedicamos el primer panel, no me tengo más, potencialidad disruptiva de la desinformación. No porque no existiera antes el fenómeno de la mentira, mentira y política han existido desde la antigüedad, sino porque hoy las redes tienen una penetración y una rapidez, digamos, en las dinámicas de comunicación que antes no se tenían, y esto como vimos es bueno, pero también malo.
Y otro fenómeno es el de la creciente polarización social que hemos venido viendo y asentándose prácticamente en todos lados.
Todos estos fenómenos, toda esta situación que ya estaba ha colocado en el centro de la atención del análisis y de los estudios sobre la democracia justamente los temas de la integridad, como el análisis del contexto y el medio ambiente en el cual los procesos democráticos se desarrollaban.
A eso, hay que agregar ahora, el nuevo desafío, no menor, que representa la pandemia de COVID-19, y esos desafíos, desde mi punto de vista, se dan en al menos cuatro plano: El del estrictamente sanitario, el de la dimensión sanitaria, porque las elecciones implican una enorme movilización ciudadana, implica no solamente un despliegue en campo muy importante de funcionarios electorales, sino también el reclutamiento y la capacitación de funcionarios de mesas, las misiones de observación, tanto nacionales como internacionales, etcétera.
Y, además, porque por su propia definición, las campañas electorales, los actos de proselitismo político implican grandes concentraciones, contacto cara a cara de muchísimas personas.
Todo ello nos coloca en la necesidad de tomar medidas especiales con, distintas a las que hasta ahora habíamos venido haciendo. No hay un órgano electoral que no tenga una relación natural y obligada con las autoridades de seguridad, por ejemplo.
Bueno, ahora la comunicación con las autoridades sanitarias resultará fundamental en la organización de los procesos electorales, por no detenerme en cosas que ya se han mencionado, Joseph ahora lo planteaba, la sanitización de los centros de votación, así como de los materiales de votación, etcétera, etcétera.
La dimensión sanitaria es el primer problema.
El segundo es la dimensión económica, y es que la crisis sanitaria va a traer, ya lo sabemos, una inevitable crisis económica derivada de la que hoy sabemos no va a ser solo una ralentización, sino una importante y quizá inédita contracción de prácticamente todas las economías del mundo.
Seguramente esto va a acentuar el descontento y la insatisfacción provocadas por la ya mencionada incapacidad de resolver las demandas sociales y de la satisfacción de la, el no cumplimiento con la satisfacción de las necesidades básicas de la población.
La pobreza va a crecer, eso lo sabemos ya, es un pronóstico lamentable pero ineludible, y ello va a implicar que la integridad de las democracias se va a ver afectadas.
Recuerdo sólo aquí, Dong lo recordará también, todos ustedes, aquel informe sobre el estado de la democracia en América Latina del PNUD de principios de la década pasada en donde la conclusión era que estábamos jugando un juego riesgoso en la región.
¿Cuánta pobreza aguanta la democracia? Bueno, este es un problema que hoy se renueva.
El tercer problema es el de la dimensión política. La situación de emergencia, ya lo decía ahora Dong, ha colocado a las democracias constitucionales en una situación de tensión obvia, cuando hablamos de restricción de algunos derechos las democracias constitucionales inevitablemente entran en una zona de riesgo, y es cuando, los controles del poder y la protección de los derechos reforzadas se vuelve crucial.
Estamos viendo, con algunos lugares, con peligro, de manera muy preocupante, el riesgo de la concentración y ejercicio autocrático del poder y, además, estamos viendo un fenómeno de creciente polarización que, en los momentos de crisis tiende naturalmente a acentuarse, y que durante los procesos electorales es casi natural.
Las campañas electorales son momentos de confrontación, cuando la polarización derivada de esta situación de crisis pandémica se agrega a los momentos de crisis política, o de tensión, o de, digamos de inestabilidad, que naturalmente suponen las elecciones, estamos en problemas.
Y, finalmente, el cuarto riesgo es el de la dimensión social. Porque la suma de todos los problemas anteriores puede eventualmente generar expresiones de inconformidad que si no los cuidamos pueden llegar a desbordar los cauces institucionales.
Se trata, pues, de un desafío inédito, ahora agravado para las autoridades electorales. Intento ser telegráfico porque no quiero abusar del tiempo cuando ha habido una puntualidad de todos los que me han antecedido, pero veo al menos cuatro tiempos, cuatro riesgos para nosotros.
El comunicacional, porque ante la obligación de hacer cambios, tanto en la organización de los procesos, como las fechas, la posposición de elecciones, introducción de nuevos procedimientos, tenemos que convertirnos en muy importantes y efectivas agencias de información, de explicación. Tenemos que hacer mucha pedagogía pública.
El segundo reto, es un reto operativo, no me detengo mucho en eso. Los derechos políticos, lo decía ahora Joseph, no pueden ni deben entran en contraposición con el derecho a la salud de las personas, eso nos impone la obligación de tener que innovar e introducir mecanismos que nos permitan enfrentar eficazmente el nuevo contexto.
Ya se mencionaban algunos: descentralización eventual de los centros de votación, pero no es tan sencillo, sobre todo en países que tienden a la centralización, pienso en corferias o en el centro comercial este de Bogotá, donde se juntan cientos de mesas de votación.
Descentralización para evitar concentraciones, votaciones anticipadas, eventualmente extender las jornadas electorales a varios días, introducir votaciones diferenciadas, como decía Joseph, electrónica, postal, presencial, etcétera, son desafíos que tenemos que inevitablemente ir pensando.
Eso nos lleva y, estoy terminando, a un tercer desafío que es tecnológico. Sé que este no es un tema nuevo, pero hoy se renueva como una necesidad y ya no como una alternativa, aunque coincido con Joseph y lo enfatizo, esto implica que nos abramos, en términos de flexibilidad, de gradualidad en la introducción de los mismos, pero de mucha pedagogía explicando esto, pero sobre todo de un elemento no menor que ya, que ocurrió en Uruguay: el consenso político.
Si nosotros nos vamos al monte, solos y no tenemos un arropamiento político, vamos a provocar una crisis electoral que se va a sumar a las otras.
Y el último desafío, el último reto, termino, es (inaudible) político, porque en estos contextos, me temo que una vieja problemática que nos llevó, que fue, que orientó buena parte de la cooperación internacional, que era la defensa y la construcción y la defensa de la autonomía de los órganos electorales y de la función electoral frente a las pretensiones de erosión, captura o subordinación, por parte del poder, de los poderes, diría, hoy se vuelve un elemento que no es nuevo, pero que se renueva y, no en pocos lugares podremos ver en este contexto de muchas crisis encimadas, la tentación desde el poder político de erosionar, de capturar eso que ha sido una larga y trabajosa conquista de los procesos de democratización en el mundo, pero particularmente en nuestra región, que fue la autonomía, no sólo técnica, sino sobre todo política, que es la garantía de elecciones libres y justas de los organismos electorales.
Perdón por haber abusado del tiempo, pero bueno. Abro la mesa de discusión, en el orden en el que me lo han solicitado, le cedería primero la palabra, primero, a Héctor Fernández, nuestro compañero de Costa Rica.
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