VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL, LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA INAUGURACIÓN DEL CURSO VIRTUAL “DERECHOS HUMANOS, DEMOCRACIA Y EMERGENCIA SANITARIA COVID-19”
Muchísimas gracias, Liliana.
Saludo con mucho afecto y agradecimiento, no sólo a dos queridísimos amigos, sino además, dos aliados estratégicos encargados de instituciones que son aliadas estratégicas como lo es la Facultas de Derecho, nuestra Facultad, mi Facultad, doctor Raúl Contreras, señor Director, muchísimas gracias Raúl por avanzar conjuntamente en la construcción de espacios como este.
Y, por supuesto, al maestro Luis Raúl Gonzáles Pérez, aliado estratégico desde siempre. En su momento, desde su rol como extraordinario ombudsman, lo he dicho y lo sigo sosteniendo, y ahora como titular del Programa Universitario de los Derechos Humanos.
Saludo con muchísimo afecto a, también, a la Consejera Claudia Zavala, compañera en decisiones no sencillas, como la que ya mencionaba el señor Director.
Debo confesar, Raúl, si tú me permites, que hemos tenido discusiones que no están acabadas y que van a ser muy importantes de seguir dando en el ámbito académico en torno a definiciones en donde tuvimos que hacer un ejercicio de ponderación de derechos, el derecho a la salud y de los derechos políticos, bajo esa lógica de interdependencia y ponderación justamente que ya señalaba Luis Raúl, y que son parte, digámoslo así, de las discusiones que tenemos que dar precisamente para preservar en los difíciles tiempo que tenemos el sistema democrático.
Saludo también con muchísimo afecto y me da mucho gusto verlos, aunque sea virtualmente, a Ismael Eslava, a mi colega la maestra Lourdes Ríos, a Roberto Heycher de la Dirección Ejecutiva de Capacitación Electoral y Educación Cívica del INE, a Diego Guerrero. A todas y todos ustedes.
La verdad es un placer y un gusto vernos ahora para inaugurar el esfuerzo que comenzará de un trabajo colectivo que implica la suma de responsabilidades entre las instituciones de las que somos titulares.
Es para mí, decía, un honor participar en la inauguración de un curso que reivindica la importancia de los derechos humanos para la convivencia en clave democrática, especialmente en un contexto dominado por la pandemia que todas y todos padecemos.
En pocos meses, el SARS-COVID-19 ha penetrado en toda la comunidad internacional y lo ha hecho en un momento en el que malos tiempos se ciernen sobre las democracias modernas.
Hoy estamos hablando el impacto de la pandemia en las democracias, pero hay que recordar que, apenas hace algunas semanas, hace algunos meses, estábamos discutiendo cómo nuevos fenómenos, o al menos en proporciones hasta ahora inéditas, como la desinformación, el surgimiento de una polarización que nada bueno augura en las sociedades modernas, entre muchos otros temas, estaban poniendo de nuevo, imponiendo nuevos desafíos a los sistemas democráticos.
Los problemas estructurales, que ya se mencionaron, de desigualdad, concentración ominosa del ingreso, el descrédito que tienen las instituciones democráticas, empezando por los partidos políticos y los parlamentos, dos instituciones sin las cuales la democracia es impensables, los bajos niveles de confianza interpersonal frente a los que la ENCCÍVICA se ha planteado como una manera de conjuntar esfuerzos, y el desgaste al que se ha sometido a las instituciones y actores político, crearon lamentablemente un ecosistema favorable para que hoy, ante un enemigo invisible y prácticamente desconocido, la incertidumbre y el miedo dominen prácticamente todas las conversaciones y formas de convivencia.
Y como nos enseña la vieja lección que nos viene de Hobbes en adelante, “cuando el miedo y la inseguridad cunden entre las sociedades, estamos lamentablemente ante el riesgo y la antesala de experiencias autoritarias”.
Peor aún, lamentablemente para nuestras democracias en este contexto hay, como ya mencionaron Luis Raúl, Raúl y Claudia, hay quienes pretenden aprovechar la incertidumbre y el miedo para dar cauce a esas pulsiones autoritarias revestidas de medidas extraordinarias para supuestamente salir con rapidez de la crisis de salud en la que nos encontramos.
Pero no nos engañemos, la concentración de atribuciones en una institución y la concentración de recursos públicos en un poder no puede traer nada bueno en sociedades plurales, complejas y democráticas.
Como decía Luis Raúl, cuando es necesario enfrentar una situación extraordinaria también los controles a los poderes deben tener una dimensión extraordinaria.
Por eso es importante reivindicar la democracia, sus principios, sus instituciones, y las elecciones como el piso mínimo. No agotan, evidentemente las elecciones la dimensión democrática, pero son el piso mínimo, la condición sine qua non, ese miserable expediente técnico, como decía Ortega y Gasset del que depende todo el aparato democrático.
No sólo como un método para la distribución del poder político y para vigilar su ejercicio, sino como método para reflexionar sobre las políticas públicas, las prioridades y la toma de decisiones para salir de la crisis sin perder derechos.
Si bien el derecho a la salud constituye un derecho fundación, fundamental básico, no debemos olvidar que los derechos humanos deben entenderse y garantizarse, como ya lo decía Luis Raúl, de manera integral y omnicomprensiva. El principio de interdependencia que rige a los derechos fundamentales así lo supone.
De ahí que la construcción de todos los estados constitucionales pasó invariablemente por hacer del derecho a la salud una condición primaria, una condición de primer escalón en términos no solamente de la concreción de la dignidad de las personas, sino también, de la construcción de un Estado de bienestar, en donde la justicia social, esa vieja deuda pendiente desde la Revolución Mexicana hasta nuestros días todavía, aspira a resolver.
Es claro que nuestro país requiere abrir un amplio debate sobre nuestro sistema de salud, pero debe ser un debate plural, incluyente. Un debate, pues, en clave democrática.
No sólo para salir de la emergencia sanitaria, lo más urgente en los tiempos que corren, sino para empezar a subsanar los déficits estructurales, ya lo mencionaba nuestro director, que desde hace muchos años han afectado la calidad y la cobertura de los servicios de salud en México.
Estamos frente a una situación inédita en el mundo moderno, desde la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado el mundo no había vivido un fenómeno como el que ha provocado el nuevo coronavirus. La velocidad de contagio y el desconocimiento de este virus ha paralizado, en muchos sentidos y colocará a la economía mundial en un desafío, en muchos sentidos, inédito.
Pero no olvidemos que las pandemias no son nuevas en la historia de la humanidad, las pandemias han acompañado cíclicamente la evolución de nuestra civilización, por lo que hoy, como en el pasado, salir de la pandemia no debe implicar ni la parálisis de la política, ni mucho menos el desmantelamiento de las instituciones que nos ha costado tanto tiempo edificar.
Sería lamentable que, en el momento de mayor desarrollo científico e institucional de la historia, y cuando se tienen fuentes de información prácticamente ilimitadas, la pandemia nos orille a aceptar decisiones autoritarias que impliquen regresiones en nuestro Estado democrático constitucional de derecho.
Estoy convencido de que los dilemas de la democracia deben resolverse con las herramientas que la misma democracia constitucional ha diseñado para evitar el ejercicio autoritario del poder o eventuales regresiones institucionales en clave autoritaria; es decir, a costa de los derechos y las libertades ya ganadas.
Por ello, celebro la realización de este curso virtual, en colaboración con dos instituciones importantísimas, claves de nuestra Universidad Nacional, la Facultad de Derecho y el Programa Universitario de Derechos Humanos.
Y celebraré todas aquellas iniciativas que nos recuerden que la democracia ha implicado construir métodos y herramientas útiles para enfrentar sus problemas, incluso para salir de las peores crisis, sin menoscabo, como condición fundamental de los derechos y defendiendo la inclusión, tanto como las libertades.
Concluyo señalando que, desde mi perspectiva, el Estado democrático está llamado a jugar un rol central para orientar las políticas públicas en materia de salubridad y para que los poderes públicos se ejerzan dentro de los límites y controles plasmados en el marco constitucional.
Estoy convencido que una emergencia sanitaria, como la que se vive a nivel mundial y, que afecta a nuestra sociedad en particular, subraya la importancia del papel del Estado como instancia reguladora y como espacio de todas y todos.
No será, lamentablemente, el mercado el que invierta y decida y resuelva la emergencia sanitaria, el papel del Estado como garante de los derechos, pero sobre todo, como espacio de encuentro; el Estado democrático, por supuesto, el espacio de encuentro de todas las posturas políticas e ideológicas en una sociedad plural, rica en su diversidad, como la nuestra, es fundamental.
Pero tampoco, por el otro lado, será el Estado autoritario el que resuelva un problema tan complejo en sociedades tan desiguales. Por ello, sólo será el Estado democrático constitucional de derecho, el que con pluralismo y con un claro enfoque hacia la reconstrucción del estado de bienestar, el que podrá darle sustentabilidad a los derechos humanos, al derecho a la salud, sin perder en el intento democracia.
Muchísimas gracias.
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