Intervención de Lorenzo Córdova, en el tema La Gobernanza electoral multinivel en México, en el ciclo de conferencias sobre Gobernanza Electoral

Escrito por: INE
Tema: Conferencia


VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL, LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA MESA 1 “LA GOBERNANZA ELECTORAL MULTINIVEL EN MÉXICO: DIAGNÓSTICO Y DESAFÍOS”, EN EL MARCO DEL 5° CICLO DE CONFERENCIAS SOBRE GOBERNANZA ELECTORAL, REALIZADO EN EL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

Gracias por todo.

Para mí es un honor volver a participar en este ciclo de conferencias, agradezco a todas y todos los organizadores y, por supuesto, a mi casa, el Instituto, por la hospitalidad para este espacio.

Saludo a todas y todos, mis queridas y queridos compañeros de mesa, admiradas y admirados compañeros de mesa.

Procuraré ser breve y para ello quisiera articular mi intervención en tres puntos fundamentales a reserva de que después, entiendo, tenemos ocasión de un diálogo entre quienes estamos en la mesa y ustedes.

Primer punto, la reforma de 2014. Primer punto, hablar sobre el balance, digámoslo así, el estado del arte de nuestro sistema electoral, de lo que algunos definen la gobernanza electoral que no es otra cosa sino, digamos, el funcionamiento del propio sistema electoral en el país, me parece que es particularmente pertinente en estos tiempos y, sobre todo, desde una perspectiva de diagnósticos y desafíos.

Sobre todo, porque estamos viviendo momentos en los que hay quien pretende imponer ciertas visiones del sistema electoral, para utilizar frases de la biología evolutiva, con posiciones o posturas creacionistas.

Hay quienes sostienen, pretendiendo reescribir una historia, que es una historia colectiva, decir que el sistema electoral, que en México era un sistema no democrático, autoritario, profundamente, digamos, contrario a los principios de la democracia liberal, hasta que de repente, por algún evento histórico ¡pum!, nos volvimos democráticos. Y ese evento histórico lo ciñen al primero de julio de 2018.

Y ojalá el primero de julio, sin duda, comienza una nueva etapa del país, que ojalá y se traduzca en la solución de los grandes problemas nacionales. Pero desde el punto de vista de la interpretación de la democracia me parece que es fundamental para hacer una reflexión global sobre nuestro sistema electoral, el estado en el que estamos y los desafíos futuros.

Refutar esta visión dogmática y creacionista, y anteponerle una visión evolucionista, porque lo que ocurrió el primero de julio, en todo caso, es el resultado de una serie de condiciones, de circunstancias, de construcciones institucionales que nos llevó 30 años, por lo menos, ir construyendo, que poco a poco fueron sedimentando nuestro sistema electoral y definiendo la gobernabilidad democrática en nuestro país.

No hacerlo, pretender asumir esa visión creacionista es ser injustos con luchas, batallas de muchas, miles de mexicanos, de varias generaciones, podríamos hacer una larga lista, digámoslo así, de personalidades que fueron encauzando, construyendo nuestra transición, apostando por una solución no violenta para resolver y recrear nuestra pluralidad política, desde Cuauhtémoc Cárdenas, pasando por Porfirio Muñoz Ledo por Reyes Heroles hace ya 40 años, o por Manuel J. Clouthier, o Castillo Peraza, en fin, hay que honrar a quienes nos han permitido hoy decir que somos al menos en lo electoral un sistema democrático y por eso creo que es importantísimo anteponer una visión evolucionista de nuestro sistema electoral.

Porque, de otra manera, lo que vamos a hacer es abrirnos la puerta hacia equívocos conceptuales, a reescribir dogmática y autoritariamente la historia, lo que nos puede llevar a una visión equivocada haca dónde debemos dirigir nuestros esfuerzos hacia el futuro.

Porque lo que tenemos que hacer es mejorar nuestro sistema electoral, que sin duda enfrenta una serie de desafíos, no reinventarlo, porque no es que en este sentido hayamos hecho mal la tarea, probablemente es de los temas en los que mejores resultados han tenido los esfuerzos de las últimas tres décadas.

Segundo punto, el sistema electoral que se replanteó con la reforma 2014, es un sistema que permite justamente hablar, como pocas veces antes, de una gobernanza electoral multinivel.

El sistema 2014, luego de una serie de problemas, de necesidades que las reformas en el pasado anteriores fueron atendiendo problemas de apertura y de inclusión, problemas que tenían que ver con la confianza y la certeza en la organización de las elecciones, problemas que tenían que ver con la equidad de las condiciones de la competencia, enfrentar un nuevo desafío; es decir, el planteamiento, la lógica de la reforma 2014 era lograr estandarizar y homogenizar las instituciones, los procedimientos, los criterios, las reglas con las que se realizaban las elecciones a nivel federal y a nivel local.

Y hoy, a seis años, me parece que el balance de esta reforma es un balance positivo, sin duda pueden mejorarse las reglas electorales, siempre, no hay una regla electoral, en ningún lado del mundo, en ningún momento de la historia, que no tenga ámbitos de mejora.

Y como suelen decir los alemanes, la reforma electoral es interminable porque siempre la dinámica política va planteando nuevos desafíos que conviene, para todos, por certeza, ir atendiendo y estableciendo las reglas. Y sin duda, nuestro sistema electoral es mejorable, es perfectible, sin embargo, es un sistema que funciona.

Dos pruebas, hay muchos elementos, dos elementos para probar lo que estoy diciendo: el primero, desde que se incorporaron estas nuevas reglas, es decir, si tomamos en cuenta el lustro que va desde las elecciones de 2015 hasta 2019 que, por cierto, para quienes digan que el INE no hace nada, comparativamente, en los 23 años de vida del IFE este organizó 18 elecciones federales. En los seis años, cinco, seis con las elecciones de este año con las dos de este año, Coahuila e Hidalgo, el INE habrá participado en la organización de 200 elecciones federales y locales.

Dicho eso, hoy las elecciones no representan un problema, y me parece que estos cinco años, vistos en retrospectiva; estoy hablando de 2015 hasta 2019, han implicado una mejora paulatina de parte, digamos, en la comprensión y en la instrumentación de reglas que son, sin duda, muy complejas, que son las derivadas de 2014.

Dos elementos, insisto, de justificación para sostener lo anterior. El Primero el grado de alternancia, estamos frente al lustro en donde ha habido el índice de alternancia más alto de nuestra historia democrática.

Nunca antes había habido tantos cambios por la vía de las urnas de ganador de un proceso electoral al que sigue. El índice de alternancia a nivel federal, local y municipal en estos cinco años alcanza el 60 por ciento. Es decir, las probabilidades de que un partido que gana una elección vuelva a ganar la elección, es decir, es apenas cuatro de casi 10 posibilidades.

Y no es que la alternancia nos haga más democráticos, esto lo sabemos bien, Michelangelo Bovero en este mismo auditorio estuvo en numerosas ocasiones. La alternancia no es lo que vuelve a un sistema democrático, es la posibilidad real de la alternancia.

Es decir, la existencia de condiciones tanto en términos de las reglas del juego como en las condiciones de la competencia electoral que permitan, que puedan permitir, que así lo deciden los electores, la alternancia ocurra.

Claro, democracia no es alternancia, pero si hay democracia es que esas condiciones existen. Es decir, hoy tenemos condiciones democráticas que le permiten a cualquier partido ganar elecciones.

Y si alguien ve lo que ha ocurrido en los últimos cinco años podrá darse cuenta de que no hay un único beneficiario de esa alternancia; todos han ganado y perdido elecciones. Y las elecciones hoy son, además de un espacio en el cual las y los ciudadanos con el voto libre pueden decidir quienes los representan, quienes los gobiernan, también se han convertido en un mecanismo mediante el cual con su voto los ciudadanos premian buenas acciones de gobierno o castigan malos gobiernos.

Segundo dato. Las elecciones, ya llevamos dos años electorales, y si uno piensa en esta lógica de contestación tan propia de nuestra clase política, en donde como suele ocurrir, quien gana siempre gana a pesar del árbitro, y quien pierde, como decía Eduardo Galeano, siempre pierde por culpa del árbitro, aquí nadie pierde siempre le quitaron algo.

Ya lo decía Felipe González, como algo que no es tan propio de nuestra cultura política, pero es indispensable para el funcionamiento de la democracia, la aceptabilidad de la derrota es condición de óptimo funcionamiento del sistema político.

Bueno, más allá de eso, a pesar de que eso es parte, digámoslo así, de nuestro DNA político, pues en los últimos dos años no ha habido elecciones contestadas. Y esto prueba que se trata de un sistema cada vez más maduro, cada vez más robusto, cada vez mejor comprendido y aprendido por parte de los autores y de las autoridades, que nos ha permitido una óptima gobernanza electoral. Vuelvo a insistir, sin duda mejorable.

En este contexto. Tercer punto. Y me acerco al final.  ¿12 minutos verdad?

Se ha hablado mucho de la necesidad de mejorar el sistema, incluso pocas veces en la historia reciente habíamos tenido en un año y medio tantas iniciativas de reforma electoral.

Algunas muy puntuales, otras más omnicomprensivas, pero ante esta cascada de iniciativas me parece que vale la pena preguntarse ¿necesitamos una reforma electoral? Refraseo la pregunta. ¿Si no hay reforma electoral están en riesgo la gobernanza electoral? La respuesta me parece que es clara, debe ser clara y contundente. No.

Si vamos a las elecciones de 2021, que van a ser las elecciones más grandes y más complejas de la historia. Las más grandes tanto por el número de ciudadanos que estarán convocados a participar en ellas.

Estimamos con proyecciones que alrededor de 96 millones de ciudadanos estarán inscritos en el Listado Nominal, seis más que en 2018 y por el número de cargos que estarán en disputa, tomando en cuenta a las presidencias municipales por uno; sabemos que el voto sirve para elegir a todo el consejo, todo el cabildo, en fin, pero tomando por uno tendremos cerca de 3 mil 500 cargos en disputa, más de 260 más que en 2018.

Es decir, tanto por el número de participantes como el número, potenciales participantes, como por el número de cargos en disputa vamos a la elección más grande de la historia.

Y las más complejas, porque nunca había habido una concurrencia tan grande como la que va a ocurrir el próximo año. Los 32 estados van a tener elecciones de algún tipo concurrentemente con las elecciones federales.

Y hasta ahí me quedo, porque muy probablemente… no, no, en la intervención todavía me tomo los dos minutos que me faltan, sino, porque podríamos hablar también de un año electoral que puede ser particularmente complejo.

El 6 de junio tendremos las elecciones constitucionales, es muy probable con las nuevas reglas que en la primera semana de agosto tengamos consultas populares, y es muy probable que, a finales de febrero de 2021, principios de marzo, tengamos la revocación de mandato.

Dicho lo cual, me quedo solo con las elecciones. ¿Necesitamos un nuevo marco normativo? Vuelvo a insistir, la respuesta es no. Y menos aun cuando lo que vemos, a diferencia de lo que había ocurrido con las ocho grandes reformas electorales que nos antecedieron, lo que estamos viendo frente a los ojos son cuestiones curiosas.

Las principales reformas de modificación del sistema electoral, por cierto, reformas que buscan refundar el sistema electoral como si el sistema electoral no funcionara; hoy no están planteadas como demandas de la oposición para resolver algún problema, sino que son propuestas, y en esto quiero ser claro porque me han pedido que, varios miembros del partido mayoritario, que no hable de propuestas del partido mayoritario.

Algunos grupos políticos del partido mayoritario han planteado reformas desde la perspectiva de los triunfadores, no de la perspectiva de quienes buscan algún ámbito de mejora para una competencia más equilibrada, más robusta, mejor llevada hacia el futuro.

Y, segundo punto, las propuestas que se han planteado, responden solamente a un único propósito: el de la austeridad, contra el que nadie está en contra, pero que sí implican una paradoja.

En un primer ejercicio que hicimos en el INE, tomando en cuenta la iniciativa de un diputado que planteaba desaparecer a los Organismos Públicos Electorales que, los Consejos Locales del INE fueran permanentes y, por cierto, que ya no fueran nombrados por el Consejo General, sino por la Cámara de Diputados, con lo cual, en realidad, uno se pregunta: quieren abaratar el sistema electoral o quieren un control político de una autoridad electoral que después de mucho tiempo ha demostrado y, en esto hay mucho que discutir, sin lugar a dudas, un comportamiento que ha permitido ese índice de alternancia.

Bueno, los primeros ejercicios de lo que costaría esa reforma, nos llevan a suponer o a prever un aumento del presupuesto del Instituto Nacional Electoral del orden de los 3 mil 500 millones de pesos. ¿Cuál alternancia? Perdón, alternancia, sí. ¿Cuál austeridad?

Y, sumado a otras propuestas que, afortunadamente el mismo Presidente de la República ha descalificado como no parte de su agenda prioritaria, pues evidentemente lo que se plantea, son reformas que tienen un propósito que es el del control político de la autoridad electoral.

Dicho eso, ¿vale la pena mejorar el sistema electoral? Respuesta, sí.  ¿Hay muchos ámbitos de mejora? Respuesta, sí. ¿Valdría la pena simplificar nuestro sistema electoral? Sin duda, sí. Siempre y cuando no demos marcha atrás en cuatro pilares fundamentales que han sido los que nos han permitido, a lo largo de 40 años, construir un sistema electoral que, en términos generales es gobernable y que nos ha dado estos resultados.

Uno, la autonomía de las autoridades electorales y, hay que decirlo con toda franqueza, la autonomía no solamente cae desde la Constitución, sino se ejerce todos los días frente a los intentos de intromisión externa y así debe seguir ocurriendo.

Segundo, las condiciones, las reglas que nos permiten inyectar certeza y transparencia en los procesos electorales.

Tercero, las reglas que garantizan las condiciones de equidad en la competencia electoral y, cuarto, las reglas que nos permiten la representación de los órganos representativos, en los órganos políticos, del pluralismo político que hoy vivimos.

Porque si algo nos han dejado las elecciones recientemente, es que México es y sigue siendo un país profundamente diverso, en términos políticos e ideológicos. Y eso es algo que, aunque a algunos les disgusta, pues es positivo y es producto de nuestro natural proceso de democratización.

Termino, ¿el sistema electoral puede mejorarse? Sí, pero esto requiere una discusión que parta, por lo menos de dos principios: el diagnóstico puntual, informado, discutido, de lo que vale la pena mejorar

Y, segundo, que nos es menor, y que fue justamente la base política que permitió el proceso de transición a la democracia: el consenso, porque si, y aquí cito a Norberto Bobbio, si bien es cierto que en la mayoría es la regla de oro para tomar decisiones en democracia, hay dos temas en los que la mayoría debemos procurar se convierta en un consenso preferentemente unánime: la definición de las reglas del juego, a las que todos los jugadores van a tener que someterse y con las que todos deben aceptar jugar.

Si las reglas se definen por mayoría, eso ya lo vimos en nuestra historia reciente, alguien va a acusar después de perder una elección, que perdió porque las reglas le eran desfavorables.

Y dos, el consenso en  torno a los árbitros, el consenso en torno a quiénes serán los responsables de aplicar esas reglas, el consenso en torno a quiénes integrarán o integran las autoridades electorales, porque si no y esto ya lo vivimos en 2003, el consenso no se privilegió y no tiene que ver con los nombres de quienes fueron designados, tiene que ver con esta condición política, cuando el consenso no se privilegia en el nombramiento de los árbitros, siempre invariablemente, alguien después va a apelar, va a argumentar que hubo juego sucio y eso lo que tenemos que cuidar de nuestro sistema democrático.

Estamos en víspera del nombramiento de cuatro consejeros electorales, hoy es un día crucial porque se definirá por parte de dos de los organismos que deben plantear a los integrantes del Comité de Evaluación, pero creo que hay buenos indicios.

Hasta ahora todo este proceso se ha conducido sobre esa premisa, que es fundamental y que, insisto, es una lección que nos viene y, por eso, la importancia de no asumir visiones creacionistas, sino evolucionistas, desde atrás en el tiempo como una gran apuesta positiva en nuestro proceso de democratización, el consenso.

La convocatoria salió por consenso, los nombres que ya planteó el INAI, son nombres de personajes respetabilísimos, estoy confiado de que hoy estaremos celebrando al final del día, que esto sigue siendo la ruta sobre la cual nos adentramos hacia el futuro en un sistema políticamente blindado y, consecuentemente, mucho más gobernable.

Muchísimas gracias.

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