Intervención de Lorenzo Córdova, en la mesa Concepto de fraude electoral, Seminario: Avances del sufragio efectivo frente al fraude electoral

Escrito por: INE
Tema: Consejero Presidente

 

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA MESA “CONCEPTO DE FRAUDE ELECTORAL”, EN EL MARCO DEL SEMINARIO AVANCES DEL SUFRAGIO EFECTIVO FRENTE AL FRAUDE ELECTORAL, REALIZADO EN EL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS DE LA UNAM

 

Muchas gracias Jessica, un gusto estar esta mañana, yo quiero comenzar con los agradecimientos que son obligados, el primero es, bueno, al Instituto de Investigaciones Jurídicas, a los coordinadores, al doctor Jaime Cárdenas, a la doctora María Marván, de este seminario y, por supuesto, a la generosa invitación que el Instituto, junto con la Fiscalía de Delitos Electorales y su titular, el doctor José Agustín Ortiz Pinchetti, me han hecho.

No quiero perder mucho tiempo, quiero agradecer, pues, esta invitación. Señalar la pertinencia que, además ha sido el marco para un anuncio y un honor, en términos de la organización y la construcción de los procesos electorales hacia el futuro, que acaba de hacer el señor Fiscal General.

Y, por supuesto, participar en la conceptualización de este seminario, en una mesa que me parece fundamental que, como ya lo anticipaba en la inauguración la doctora María Marván, requiere de una serie de anotaciones conceptuales en términos de definición, lo que significa un fraude electoral para poder, digámoslo así, aterrizar adecuadamente, comenzar a construir un uso adecuado de conceptos que son muy fuertes y que traen unas implicaciones no menores.

Pero, sobre todo, para poder identificar, digámoslo así, en un contexto histórico, que ha sido un contexto en el que la confianza ha sido profundamente lastimada en el ámbito electoral, un uso adecuado, insisto, del término.

Yo quisiera hacer una brevísima, esta es la mesa en la que tenemos que conceptualizar el concepto de fraude electoral. Y quisiera hacerlo de manera muy rápida para poder introducir una dimensión que, en una mesa como ésta probablemente no se esperaría.

Es decir, aquí vamos a hacer un análisis semiológico, conceptual de la idea de fraude electoral y luego que se analicen más adelante las otras dimensiones. Yo creo que hay una dimensión que no se puede perder para construir adecuadamente el concepto de fraude, o un concepto común de fraude electoral que es la dimensión histórica.

Porque el concepto de fraude electoral no es un concepto, en todo caso, abstracto y que, así sin más, pueda definirse; es un concepto cargado de significados y que se ha ido definiendo a la luz de una historia.

Así que déjenme hacer una primera anotación, eso, conceptual, para cumplir con el expediente de participar en esta mesa y después hacer un énfasis histórico con el propósito de contribuir a construir un concepto, insisto, que encuentre su razón de ser y que ha sido utilizado como producto de una historia, que es nuestra historia.

Apunte conceptual sobre la idea de fraude electoral. Creo que es muy importante, ya lo anticipaba la doctora Marván en la presentación, distinguir lo que son conductas ilícitas, conductas indebidas, conductas ilegales de fraude electoral. No toda conducta indebida es un fraude electoral, como también, por cierto, no toda conducta indebida, ni toda conducta ilícita es un delito electoral.

En el ámbito de las conductas indebidas, en materia electoral, a lo largo de una larga construcción jurídica que ha abarcado prácticamente 30 años, desde que con la reforma de 1994 se introdujera, por primera vez, un capítulo de delitos electorales y, consecuentemente, en un acuerdo del Consejo General se planteara la creación de la Fiscalía Especializada, entonces, de Delitos Electorales, pero creo que es importante plantearlo.

No todo acto ilícito contemplado en la normativa electoral es un delito electoral. Hay actos ilícitos de tipo administrativo que son competencia, de su solución, las autoridades administrativas, INE hoy y OPLES y, que, en todo caso, puedan ser resueltos en última instancia, o controvertidos ante las salas de los tribunales electorales, los locales y luego el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

O, en el caso de aquellas conductas indebidas que son consideradas o que tienen que ver con la propaganda y con el uso indebido de la radio y la televisión, lo que se conoce como las conductas que se persiguen a través de los procedimientos especiales sancionadores, el INE hoy investiga y la Sala Especializada del Tribunal Electoral, resuelve.

Pero ese es un ámbito, digámoslo así, de las conductas indebidas que se encuentran más bien en la dimensión administrativa. Cosa distinta son los delitos electorales; ojo, muchas veces las mismas conductas tienen las dos dimensiones: los ilícitos en materia de fiscalización, como los que se resolverán por el Consejo General, a propósito de los informes anuales de 2018, dentro de un par de días, pueden también tener traducciones penales.

Es decir, en el catálogo de la Ley General de Delitos Electorales, finalmente y venturosamente revisada después de prácticamente dos décadas de que estuvo casi intocada, tiene una traducción penal.

Es decir, hay ciertas conductas que son ilícitos administrativos, pero que también a la vez constituyen delitos electorales. Pero en ninguno de los dos casos necesariamente estamos hablando de fraude.

Es más, me atrevo a decir algo: las conductas ilícitas normalmente no son lo que identificamos como fraude. Bien haríamos en distinguir una cosa de la otra, porque el fraude y hasta aquí voy a dejar mi anotación conceptual, el fraude implica una actuación o una dolosa alteración sistemática y organizada de los resultados electorales, con la finalidad de que se altere la voluntad expresada en las urnas.

Y el que alguien altere sus datos en el Registro Federal de Electores, lo que constituye una falta administrativa y un delito, o que alguien haga una aportación ilícita a un partido político, lo que constituye una falta en materia de fiscalización y un delito electoral también, o que un proveedor brinde servicios a un partido político sin inscribirse en el catálogo de proveedores que establece la propia legislación y que administra el INE, puede ser un delito; de hecho, es un delito, es una falta administrativa, pero me parece que es una exageración decir que hay fraude electoral.

Hay una banalización y una simplificación del concepto de fraude electoral que, digámoslo así, en muchas ocasiones ni siquiera reproduce estas condiciones que, me parece son mínimas para una definición de fraude electoral. Debo insistir, una actuación dolosa que busca la alteración sistemática y organizada de los resultados electorales para alterar la voluntad de las y los ciudadanos, emitida a través de sus votos.

Es más, puede haber actos, como aquella célebre funcionaria de casilla perteneciente a una orden religiosa, que era presidenta de casilla en Guanajuato, si no me equivoco Jaime, cuando tú eras consejero en el año 2000, que le entregaba a simpatizantes, o a los que ella quería simpatizar de alguna fuerza política, en lugar de una boleta, dos o tres boletas.

Eso no es un fraude es, en todo caso, un delito electoral y además un delito bastante tontamente construido. ¿Por qué? Porque, por cierto, esa casilla se anuló, porque las boletas depositadas en las urnas no coincidían con el número de votantes.

Y eso me lleva a la segunda parte que es la que más me interesa colocar ante ustedes que tiene que ver con, digámoslo así, el fraude en la historia de las elecciones en nuestro país.

Déjenme partir de una premisa, porque entendemos de dónde venimos, comprendemos la razón de ser de las evoluciones y de las transformaciones que hemos plasmado en distintas reformas electorales para saber dónde estamos y hacia dónde nos encaminamos, o nos vamos a equivocar.

Por eso, desde aquí y en esta casa de la ciencia jurídica, creo que hay que hay que reivindicar el carácter evolucionista de la democracia frente a esas visiones demagógicas y equívocas, creacionistas que plantean que de repente, de la noche a la mañana, en México ¡pum! nació la democracia.

Cuando la democracia es una obra larga, pausada, atribuible a múltiples actores políticos, académicos, sociales que, a lo largo por decir lo menos, 30 años, podemos incluso extender este periodo de tiempo han, poco a poco, construido un sistema electoral particularmente robusto y que si bien siempre es perfectible, es un sistema que se ha construido, que centra su razón de ser, precisamente en cómo se inocula, se inhibe y se, eventualmente, ojalá, idealmente, se expulsa la posibilidad de un fraude electoral.

El Siglo XX mexicano, es un Siglo XX caracterizado, estoy hablando del México posrevolucionario, del México pre transición, es un siglo caracterizado en el ámbito político-electoral, por las siguientes características: la exclusión política, en muchas ocasiones arbitraria, que llevaba a la Secretaría de Gobernación a ser la (inaudible) que permitía que tal o cual actor pudieran participar y tal o cual, no.

Dos, el control político de las autoridades electorales, estoy pensando en la CFE, en la Comisión Federal Electoral, no en la Comisión Federal de Electricidad, que quede claro.

Tres, en la manipulación de las elecciones y de los procesos electorales, padrones de electores alterados, funcionarios de casilla políticamente designados, resultados manipulados, caídas del sistema y cosas así.

Inequidad en las condiciones de la competencia (inaudible) en las condiciones de la competencia. Piensen ustedes en las elecciones presidenciales de hace 25 años, en el primer ejercicio de fiscalización el partido en el gobierno gastó el 85 por ciento de los recursos que se gastaron en esas campañas electorales.

Y parcialidad, en términos políticos, en términos electorales de, o de los gobiernos, al grado que hasta tuvimos que modificar la Constitución y meter el principio de imparcialidad en el Artículo 134.

Todo eso provocó una serie de fenómenos –veo muchas caras jóvenes, así que muchos han de decir de qué está hablando-, incluso el Rector hace un rato me decía: ¿cómo era aquello del ratón loco cuando el Fiscal Gertz lo planteaba?

Bueno, que generaron, digamos, estos fenómenos, estas conceptualizaciones bizarras y lesivas para la lógica democrática que todas ellas articuladas y claramente planeadas, sustentaban lo que es un fraude electoral.

Un padrón con rasurados, tenías derecho a votar y no estabas en el Padrón; muertos que votaban, el ratón loco, que ya se mencionaba, que no es otra cosa, sino que no apareces en la casilla en la que tenías que estar y, entonces, el día de la elección tenías que ir a una y a otra y a otra casilla y, cuando finalmente te encontrabas, ya se había acabado, ya se había cerrado la jornada electoral.

El carrusel, que se llevaran electores de un lado a otro; el acarreo; la operación tamal; el taqueo de votos, meter votos en paquete; urnas embarazadas; caída del sistema, aunque en realidad la caída del sistema, es que el sistema se calló, no es que dejara de funcionar, simple y sencillamente no había resultados.

Cuando el sistema se silenció, los resultados eran unos, cuando se volvió a inaugurar los sistemas eran otros y, no estoy hablando de Bonilla de hace dos semanas, estoy hablando del México de 88, cualquier similitud es mera casualidad, etcétera.

Y todo esto genera un problema doble. Un problema que tiene que ver, por un lado, con el fraude, efectivamente, es decir, la posibilidad real, comprobada en muchas ocasiones de una alternación dolosa de la voluntad ciudadana. Y el otro, que es el más difícil de remontar, la desconfianza.

Como dicen coloquialmente, la burra no era arisca, el pueblo mexicano no era desconfiado en materia electoral, no sé si alguna vez lo fue, pero, en todo caso, todo eso que estoy contando lo volvía desconfiado.

Y le dio a la arena electoral tierra fértil para que ocurriera, pero sobre eso hablaré un poquito más adelante, aquello que, digamos, parafraseando a María Marván en la inauguración, podríamos definir el fraude del fraude.

Si no hay fraude, pero quien no se ve favorecido con el voto alega que hay fraude. En un contexto de pastizal seco como lo es un contexto de desconfianza, aquello prende de manera muy rápida.

Ahora, bien. La gran paradoja es que todos estos elementos son la construcción de nuestro sistema electoral. Déjenme decirlo así, la evolución de nuestras normas electorales en los últimos 30 años si se quiere encontrar una razón de ser, un objetivo, es justamente inocular estas dos cosas.

Impedir la realización de fraudes, que no necesariamente de conductas ilícitas, como mencionaba en un principio, siempre habrá algún tipo de incidente, algún tipo de conducta irregular, algún delito electoral, pero eso no se tiene que equiparar con fraude. Y, dos. Sobre todo, inocular la desconfianza.

¿Cómo se ha logrado esto? Pues déjenme decirlo así, a partir de una serie de ejes, que son ejes, como podrán ver, que tienen ese doble propósito. Impedir la comisión de fraudes y, sobre todo, tratar de reconstruir, o de construir confianza en donde no la había, por justas razones.

Primer punto, primer gran eje. La despolitización de la función electoral. A partir de múltiples mecanismos, algunos más o menos exitosos. La autonomía de los órganos electorales, autonomía formal, jurídica.

Es decir, de la CFE dependiente de la Secretaría de Gobernación, pasamos a órganos electorales autónomos, aunque hay jóvenes intelectuales que hoy andan planteando que sería una buena cosa.

Es más, no saben que, creen que México es el único lugar en el mundo donde los órganos electorales no forman parte del gobierno. A veces voltear a ver el mundo con una lógica de menor soberbia y de mayor objetividad ayuda.

Dos, la ciudadanización de los órganos electorales. Que pasa por colocar, ojo, no hay ciudadanos impolutos. Pasa por colocar ciudadanos no militantes, no funcionarios de partidos políticos, desde el Consejo General hasta las mesas receptoras del voto. La profesionalización y un sistema de justicia electoral especializado en esta materia.

Ir contra de la lógica de la despolitización es muy complicado cuando uno tiene la desconfianza detrás. Ya entonces hemos hablado y he oído hablar, de que los órganos electorales en realidad son los que están capturados por los partidos y hay cuotas y cuates, y no sé cuánta historia.

Y él nos habla con nostalgia del Consejo General en donde estuvo Jaime Cárdenas, el célebre Consejo presidido por José Woldenberg. Bueno, pues déjenme hacerles memoria, desde el día uno de aquel Consejo a todos los consejeros se les impuso etiquetas partidistas.

Y que, si el consejero A traicionó al partido B que lo había empujado, porque luego votó en contra, y que si no sé qué.

Bueno, Jaime tenía etiquetas, Woldenberg tenía etiquetas, Lujambio tenía etiquetas, esa es parte de la historia de las autoridades electorales, y eso no hay que olvidarlo.

Obviamente, pues uno ve con nostalgia los tiempos pasados. Pues veamos también con objetividad esos tiempos pasados para entender dónde estamos, y es muy complicado el punto.

Por cierto, vienen con (Inaudible) cuatro consejeros en abril próximo. Ojalá, ojalá y la Cámara de Diputados apueste por personas que tienen un prestigio por perder y no un prestigio que construirse.

Segundo gran eje, el detallismo y la minuciosidad normativa. En pocos lados tenemos normas electorales tan detalladas, en las que se dice cómo se tiene que hacer. Cuál es el orden en el que los funcionarios de casilla tienen que contar las elecciones. Una pregunta de ley, para qué tiene que haber un orden específico cuando la final las actas se llenan todas cuando se han terminado todos… Ah, pero cuidado, si no lo haces el Tribunal Electoral puede anular una casilla.

Tercer gran eje. La auditoría, perdón, la autonomía frente a los partidos, que es distinta a la despolitización. Los órganos electorales han tenido mecanismos para, digámoslo así, no tener una dependencia frente a partidos y gobiernos.

Cuarto gran eje. La equidad en las condiciones de la competencia. Lo que tiene que ver con el dinero, lo que tiene que ver con la fiscalización, y lo que tiene que ver con un modelo, que yo sigo sosteniendo, es pertinente, de radio y televisión.

Quinto gran eje. Garantías y maximización de los derechos de las y los ciudadanos. Y aquí podemos hablar de todos los mecanismos para propiciar la paridad, de los mecanismos para propiciar inclusión y, sobre todo, las garantías para que el voto libre y secreto se ejerza.

Y creo que los resultados están a la vista. A pesar de que el fantasma del fraude siempre está ahí, digámoslo así, gravitando, como un elemento lesivo, alimentado por la lógica de la desconfianza, que no acabamos de inocular, a pesar de que estamos ahorita viviendo un buen momento de confianza en los órganos electorales, y que está presente.

Y, sin embargo, en ese contexto, en los últimos cinco años, permítanme hablar del INE, ya en otro momento hablaremos del IFE. En los últimos cinco años, desde que se estableció el sistema nacional de elecciones y el INE tiene participación en todas las elecciones locales hemos presenciado el mayor número de alternancia en el poder político.

Si uno toma en cuenta los cambios de ganador de una elección a otra en el ámbito municipal, en el ámbito de diputaciones locales, en el ámbito de gubernaturas, en el ámbito de diputaciones federales y en ámbito del Senado, por supuesto, la Presidencia de la República en cuatro elecciones desde que el IFE, el INE, INE es autónomo, ha habido tres alternancias.

El índice de alternancias es del orden del 60 por ciento. Si en México no se respetara la voluntad ciudadana, y coincidiendo con lo que decía el señor fiscal, para que podamos hablar de fraude, es decir, de esta manipulación articulada, global para alterar los resultados electorales, si bien no es indispensable que participe el poder público casi siempre detrás de un fraude está el amparo del poder público.

Dicho eso, si eso es así, entonces cómo nos explicamos el índice de alternancia. Y es que yo no dudo que haya irregularidades, ilícitos, pero no creo que podamos hablar de fraudes, producto de esa construcción.

Claro, nadie está vacunado de una vez y para siempre. Y por eso acciones contra el fraude no solamente han sido parte de nuestra historia, sino tienen que mantenerse hacia adelante, pero yo creo que sí ha habido alternancia, aunque eso no explica nuestro sistema democrático.

Que haya alternancia o no, no significa que un sistema sea democrático. Un sistema democrático implica que haya posibilidad real de la alternancia, condiciones reales para que haya alternancia. Si hay o no alternancia eso lo deciden los ciudadanos con sus votos.

Claro, con ciertas garantías, que por cierto existen. Y la mejor prueba de que en México vivimos, digámoslo así, no vivimos una alteración masiva, además de los votos, es justamente que ha habido ese índice de la alternancia.

Y, por cierto, un dato, no hay un solo beneficiario de la alternancia. Todos los partidos políticos se han beneficiado de la alternancia que los últimos años hemos tenido.

Termino. Evidentemente tenemos una dimensión que todavía no ha sido resuelta, y que lamentablemente trasciende lo electoral. La sociedad mexicana, por las razones que sean, y hay que analizarlas, por la profunda desigualdad, por la insatisfacción de sus expectativas no cumplidas por parte de gobiernos democráticamente electos.

Por las razones que se quiera, es decir, una sociedad aquejada por los grandes problemas nacionales de pobreza, desigualdad, corrupción, impunidad, inseguridad, es todavía terreno fértil para la desconfianza.

En el último Informe País, yo confío que el próximo año, con una alianza con el INEGI podamos hacer una nueva edición del Informe País, revelaba una cifra aterradora, el 72 por ciento de los mexicanos dice que no se puede confiar en nadie, prácticamente, nadie fuera del círculo familiar.

Cómo construimos confianza en las elecciones cuando ese contexto es el que permea, digámoslo así, el tejido social. Y, sin embargo, tenemos que hacerlo, y, sin embargo, no podemos bajar la guardia en ese sentido.

Y parte del combate al fraude significa también, con esto concluyo, denunciar el fraude. El fraude defrauda. El fraude de aquellos que en realidad no son otra cosa sino malos perdedores y, consecuentemente, malos demócratas.

Aquellos que nunca pierde, les roban. Y en democracia, la gran virtud de la democracia es que quien gana y quien pierde, quien gana no gana todo, quien pierde no pierde todo, y eso no ocurre de una vez y para siempre.

Es curioso cómo en estas últimas elecciones, y perdón, lo digo aquí porque lo hemos platicado con el señor fiscal, con el doctor Ortiz Pinchetti, en las elecciones 2018-2019, son elecciones que prácticamente las impugnaciones han sido marginales.

Ahora Felipe me va a decir, qué bueno que son marginales, porque ha habido muchísimas. Bueno, eso es parte demuestra cultura política, es parte del libreto. Si pierdes, por definición tienes que impugnar. A ver qué ganas en los tribunales. Normalmente no ganan gran cosa, por cierto.

Dicho eso, hubo quien perdió en 2018 y alegó fraudes, por cierto, luego haciendo invocaciones divinas. Lamentables y patéticas en un Estado laico digo yo.

Es más, en 2019 elecciones en las que hemos constatado que hemos andado por una buena ruta en términos de la colaboración institucional ha habido quién ha hablado de fraude.

Creo que, y con esto acabo ya, creo que una de las dimensiones del fraude que vale la pena seguir trabajando es la dimensión cultural, es la dimensión de la desconfianza, y en eso no va a haber punto final.

Tenemos un sistema electoral que es robusto, y me atrevería a decir que es inédito en el mundo. Sí es costoso, y hay que ver cómo lo abaratamos. Pero siempre he dicho, cuidado por abaratar el sistema electoral perdemos lo que hemos conquistado en términos de confianza.

Porque entonces sí estaríamos poniéndole abono a ese discurso, que lamentablemente me temo que nos va a acompañar durante muchísimo tiempo, y que tiene esta dimensión cultural de la que no tenemos que olvidarnos.

Por lo pronto, llevamos una serie de elecciones en las que las voces de fraude son cada vez más aisladas. Eso quiere decir que vamos por la buena ruta, que no debemos bajar la guardia, que tenemos que seguir haciendo lo que hemos hecho bien, y cuidar esas construcciones que son producto de una lucha plural, diversa, digamos, que no responde a un partido, a una ideología, a un hombre, sino que es una lucha de generaciones, que nos ha traído a donde tenemos, y de la que depende que no perdamos lo conquistado, sino más bien lo reforcemos hacia adelante.

Muchísimas gracias.

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