Por: Dagoberto Santos Trigo, Vocal Ejecutivo del INE en Guerrero
El encuentro celebrado en el municipio de Cuajinicuilapa, Guerrero, trata de la exigencia de los derechos político-electorales de un pueblo que lo merece.
Hace falta fortalecer los vínculos de fraternidad con todas y todos, y más todavía, dotarlos de una representación política genuina en los espacios de poder, en los que se toman las decisiones fundamentales del país y de esta entidad federativa.
Significan un grupo poblacional poderoso. No solamente por el número de sus integrantes, sino, sobre todo, por las manifestaciones culturales, artísticas, musicales y modismos lingüísticos que es preciso preservar ante la ola escalofriante de globalización que recorre el mundo.
La población afro, ha contribuido, como ninguna expresión a revolucionar y fortalecer el legado humano en múltiples manifestaciones; representan el quinto componente del mosaico pluricultural y multiétnico del estado de Guerrero.
Nuestra entidad (Guerrero), los tiene reconocidos desde el 2014 en la Constitución política (local). Apenas el 9 de agosto de este año se dio el reconocimiento constitucional federal al establecerse similares derechos a los de las comunidades y pueblos indígenas.
A nivel nacional, el reconocimiento del pueblo afro se encuentra en la Ley del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas. En esta entidad federativa existe una Subsecretaría específica para el desarrollo del pueblo afromexicano, adscrita a la Secretaría de Asuntos Indígenas.
Sin embargo, estas acciones de política pública y de diseño normativo son totalmente insuficientes para hacer visibles a las y los integrantes de la tercera raíz poblacional de México.
En el país son cerca de un millón cuatrocientos mil mujeres y hombres que se autoadscriben como afromexicanos; en el estado son más de 229 mil y constituyen el 6.5% de la población en este rincón suriano, según la encuesta intercesal 2015 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
En el país, la población afro reside principalmente en Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Coahuila, Estado de México y Ciudad de México.
En la entidad habitan, sobre todo, en la Costa Chica, siendo Cuajinicuilapa el municipio que concentra el mayor número de Afros, pero con migraciones importantes hacia otros polos urbanos, como Acapulco y la propia capital del estado de Guerrero.
El pueblo afromexicano, es dueño de una identidad cultural muy propia y ha sido uno de los principales pilares del edificio de la nación, que hoy se conoce como México.
Dicha población es descendiente directa de las migraciones forzadas durante el periodo colonial español, proveniente de los pueblos africanos.
Sus ancestros no deseaban llegar aquí, pero una vez en estas tierras americanas, han contribuido, como ningún otro pueblo, al florecimiento de una riqueza cultural, histórica y musical sin parangón en algún otro lugar.
A lo largo de la historia, ha sido diametralmente desigual el trato: el pueblo afro ha brindado su fuerza de trabajo, su ingenio, su fuerza mental y física, su capacidad de organización social e institucional, para construir esta gran Nación y contribuir a los movimientos de liberación de nuestro país del yugo conservador y extranjero, tanto en la época de la Independencia, como en la revolución de Ayutla y en los episodios de la Revolución mexicana; pero a cambio, ha recibido tratos de discriminación, marginación y olvido.
Un trato discriminatorio que se hace más patente en el rezago de participación social y política de las mujeres afromexicanas; un rechazo racial que es evidente cuando el 83% de los actos de discriminación en nuestro país, se deben al color de la piel. Ha sido un pueblo sin derechos reconocidos a lo largo de este peregrinaje por los siglos del XVI al XX.
Solo muy recientemente, el pasado 9 de agosto de 2019, el H. Congreso de la Unión reconoció sus derechos a la libre determinación, a la autonomía, y al desarrollo social. Nominalmente esto ya es una realidad, pero falta muchísimo por avanzar en términos culturales y de legislación para lograr la plena igualdad de oportunidades.
Por eso, qué bueno que se celebren estos foros, para hacer una pausa y reflexionar, sin falsas redenciones, el camino largo que todavía se ha de recorrer en esta travesía hacia el disfrute igualitario de los derechos humanos para todas y todos los mexicanos.