Muchísimas gracias.
Muchísimas gracias mi estimado, señor Registrador, Juan Carlos. Gracias por la invitación, para mí es un verdadero honor, una inimaginable distinción poder participar en este evento de conmemoración de envidiables siete décadas ya de Registraduría en Colombia y, por supuesto, poder participar en el marco de este evento de la mano de dos distinguidos y connotados actores políticos, intelectuales colombianos, uno, Alfonso Gómez Méndez y el doctor Hernando Yepes.
Para mí, es además un honor la distinción que se nos ha hecho que en este marco se haya presentado
un estudio que creo que hay que replicar a nivel continental, que, con los nombres que se quiera, son justamente este tipo de diagnósticos, ya no solamente sobre el estado de la democracia, sino también, sobre el estado de las relaciones interpersonales en las sociedades, en nuestras sociedades, de las que depende en buena medida comprender, no sólo el estado de ánimo, sino los desafíos profundos, ya no solamente los desafíos aparentes que enfrentan nuestras sociedades democráticas.
Para nosotros en México es, de veras, un honor que la Registraduría haya emulado este ejercicio, con una recomendación, que conoce bien Juan Carlos, lo que viene después es cómo traducimos este diagnóstico en rutas de acción que no pueden ser, y eso, permítanme sí serlo, con el par de años que llevamos después del que, el informe que presentamos en nuestro país, que no pueden ser esfuerzos aislados, sino que tienen que traducirse en auténticas políticas públicas de construcción de ciudadanía, y eso requiere, a la luz de los diagnósticos, a la luz de las preocupaciones que en esta mesa se han externado, fijarse puntos, digámoslo así, de llegada, que no van a ser puntos ni de corto ni de mediano plazo, sino que tienen que ser puntos de llegada generacionales.
Resolver los problemas que hoy aqueja a nuestras democracias, esos profundos problemas estructurales que, con diferencia si se quiere, o más bien con matices, son problemas transversales a nuestras sociedades y no se necesita mucho para poder, ni mucha ciencia, ni mucha investigación para poder llegar a concluir que son los problemas de pobreza, de desigualdad, de corrupción, de impunidad, y de inseguridad, que finalmente hoy constituyen una especie de caldo de cultivo en el cual pulsiones autoritarias pueden emerger.
Creo que finalmente, lo que viene después, es justamente construir esa ruta hacia adelante, y no puede ser, insisto, un esfuerzo institucional aislado, sino tiene que ser literalmente la construcción de una política pública, o si se quiere de una política de Estado en el sentido, aquí sí, si se quiere hasta Hegeliano del término; es decir, en un sentido que implique no sólo a las instancias públicas, sino por supuesto a las universidades y a las organizaciones de la sociedad civil en la construcción de una ciudadanía mucho más robusta.
Y es que, permítanme adentrarme desde una visión externa, no me atrevía jamás a pretender competir en el diagnóstico que aquí se ha hecho respecto de siete décadas de vida de la Registraduría.
Sí lo digo desde lejos, insisto, envidia hay también de este lado, aunque sé que hay una venturosa y sana envidia recíproca entre lo que hemos hecho en nuestro sistema electoral por un lado en México, de parte de los colombianos, y también, debo decirlo aquí con toda franqueza, hay mucha envidia también de parte de los mexicanos respecto de lo que se ha logrado consolidar aquí.
Así que lo que pretendo hacer en los siguientes minutos no es otra cosa si nomás bien una reflexión a la luz, digamos del derecho comparado, y de la experiencia mexicana de lo que creo son los desafíos que enfrenta nuestros sistemas democráticos, las fortalezas y los desafíos que enfrentan nuestros sistemas democráticos.
Y la verdad, más que chiveado, mi estimado Juan Carlos, las intervenciones que me han antecedido, lo único que han hecho es constatar que no estaba tan perdido respecto de lo que iba a comentar hoy, porque finalmente, también aquí, como dicen los italianos, el mundo es país, y finalmente, los problemas del que enfrenta la democracia colombiana son en gran medida los mismos que enfrentamos en México y en otros países de América Latina, me da la impresión.
Quisiera comenzar con una constatación y que justamente eventos como este refuerzan.
En los últimos 30 años hemos tenido, no solamente un proceso de construcción, en América Latina en general, un proceso de construcción institucional en clave democrática y de robustez de los propios sistemas electorales como nunca antes en la historia.
Creo que estos 30 años pueden en buena medida puede considerarse como años en los cuales las instituciones democráticas y particularmente, insisto, las instituciones electorales se han venido consolidando y robusteciendo.
Cada vez tenemos a lo largo y ancho del continente procesos electorales cada vez más robustos, más sofisticados, más tecnificados y esto es algo sin duda positivo, y es un asidero en que tenemos que partir hacia adelante.
Y sin embargo, aquí la paradoja, este proceso, que por cierto ha llevado, que como nunca antes en todo el continente las diferencias políticas se procesan por vía democrática, es decir, por vía electoral y los poderes públicos se renuevan de manera pacífica; nunca antes, si miramos hacia atrás en todos los países latinoamericanos habíamos tenido en mayor o menor medida, digámoslo así, este proceso de democratización en este sentido o al menos en democratización electoral si se me permite en este sentido.
Paradójicamente, también estamos viviendo y así lo demuestran los distintos estudios de opinión, tanto Nivel Comparado como Latinobarómetro, como a nivel nacional como el Informe sobre la Ciudadanía en Colombia; paradójicamente estamos viviendo un momento de crisis de credibilidad, de confianza con la democracia.
Es decir, son momentos críticos para la democracia ya no sólo en América Latina, creo que nosotros estamos padeciendo en el subcontinente esta paradoja producto de dos grandes, perdón por la simplificación, razones.
La primera razón es una razón estructural propia de nuestros países que lamentablemente nos hermana en lo malo, en nuestras precariedades o si se quiere al agobio de nuestras promesas no cumplidas con el proceso de democratización que implica justamente el sustrato sobre el cual está la afección con la democracia, con las instituciones de la democracia, partidos y parlamentos en primera instancia, pues constituye digámoslo así una gran paradoja y por supuesto un déficit de nuestros sistemas democráticos.
Creo que esto en buena medida, pero esto no me atrevería a decir que esto sucedió el Colombia, sí en México, se debe a una especie de sobrecarga de expectativas que trajo consigo el proceso de democratización, es decir, la democratización en México, insisto, al menos fue vista también equivocadamente porque la democracia procura libertades, no genera necesariamente mayor bienestar, el bienestar que se derivan de políticas públicas se debe a una sobrecargas de expectativas con el proceso de democratización se inició. En mayor o menor medida me da la impresión que más o menos lo mismo ocurre en todo el continente.
En el segundo gran factor, es un factor que trasciende a América Latina, es un factor de agotamiento de crisis que podemos ver con expresiones más o menos evidentes, más o menos dramáticas a lo largo y ancho del mundo.
Que países de democracia consolidada estén viviendo momentos críticos producto de los desafíos globales, entre ellos la irrupción de las redes sociales por ejemplo y esa falsa ilusión con lo que hace una década aproximadamente se asumió esta llegada y proliferación de estos poderosos mecanismos de comunicación.
Hace 10 años recordarán que muchos autores dijeron, bueno el advenimiento de la democracia del futuro está inevitablemente pasa por convertirse en una o establecer una eDemocracia donde todos los ciudadanos desde sus aparatos celulares podrán participar para los procesos de decisión, hoy algo sabemos 10 años después.
En el entendido que las redes sociales llegaron para quedarse y constituyen una nueva frontera en las cuales las democracias tienen que lidiar y que tiene que asimilar y encausar en clave democrática.
Las redes sociales son poderosísimos mecanismos de comunicación que pueden caer regímenes autoritarios como lo demuestra la caída de los países del norte de África, la famosa “Primavera Árabe”.
Pero en clave democrática, las redes sociales son tan débiles que ninguno de los países de la “Primavera Árabe” hoy es una democracia, es decir, las redes sociales generan una capacidad de comunicación nunca antes existente, pero las redes sociales per se en automático no generan democracia.
Es decir, el problema de recrear la democracia en los nuevos contextos que son problema global pues evidentemente impone nuevos desafíos como por ejemplo un fenómeno que a mí me gusta decir el presidente hoy en la mañana citaba a Aristóteles, bueno cito también a Aristóteles que es tan viejo como la democracia, que son las noticias falsas o la desinformación.
Lo que pasa y eso, el reino de los demagogos al que Aristóteles hace referencia no es otra cosa, sino aquellos que falsean la realidad, que truquean la realidad con el afán de ganarse simpatías de los ciudadanos. Ahora son las y los ciudadanos, en Aristóteles; serán solamente los ciudadanos.
Bueno, eso es tan viejo como la democracia. El problema es que hoy con las redes sociales esto adquiere una nueva dimensión. Dicho eso, que me importaba ilustrar como paradoja, una robustez en términos de nuestros sistemas electorales que, sin duda, tienen ámbitos de mejora.
Hoy mismo ustedes están inmersos en la discusión de una reforma política para ver cómo consolidan o robustecen un sistema electoral que, sin embargo, les ha permitido, más allá de la crisis del sistema de partidos que hemos escuchado, de identidad política de los partidos, que les ha permitido recrear sus diferencias políticas de manera pacífica y para eso, por cierto, es la democracia.
Para Popper, la democracia es el único mecanismo que permite el cambio de gobernantes sin derramamiento de sangre. Incluso, la propia democracia colombiana ha sido capaz de encausar, por la vía pacífica, diferencias que habían llevado un conflicto de muchas décadas y que había agraviado al pueblo colombiano.
Pero, por otro lado, están estos desafíos. Creo que aquí no hay recetas únicas, y en esto quiero ser claro. Las elecciones recientes en México, han sido elecciones muy exitosas que constituyen un, no digo paradigma, sino sí un caso de estudio sobre lo que vale la pena hacer y lo que se puede hacer mejor, pero creo que hay desafíos, insisto, transversales sobre los que vale la pena reflexionar y yo me atrevería aquí, en un afán, eso, sintético, delectar brevemente algunos de ellos.
El primer desafío que creo que es global, que nos atañe a todos, es el que tiene que ver con cómo reivindicamos, en los tiempos que corre, la vía electoral y la vía representativa como la forma civilizatoria, mediante la cual, en el mundo moderno, construimos causes para procesar nuestras diferencias y recrear el pluralismo que caracteriza a nuestras sociedades bajo una premisa, por supuesto, de inclusión y de respeto al pluralismo.
Y es que, en efecto, los mecanismos de democracia directa, en muchos sentidos, llegaron para quedarse, así como las redes, pero el gran dilema que hoy tenemos es cómo hacer que estos mecanismos de democracia directa, que pueden ser útiles complementos de la democracia representativa, no se vuelvan insustitutivos de la misma porque, finalmente; es decir, dicho en otras palabras ¿cómo logramos que estos mecanismos sean subsidiarios? Pero repito, no sustitutivos de la democracia representativa.
La democracia representativa es la forma más acabada de democracia que se ha constituido en la modernidad a lo largo de la historia de la civilización, diría incluso, y en este sentido, instituciones como los parlamentos o los partidos políticos son insustituibles.
Podemos tener múltiples mecanismos de participación adicionales a los electorales y ¡qué bueno que existan!
El rol de democracia de las y los ciudadanos no es solamente votar y elegir a nuestros representantes, sino también permanentemente hacer política, y en la medida de lo posible, de manera institucionalizada, pero no todos los problemas se pueden resolver mediante mecanismos plebiscitarios.
Los partidos políticos y los parlamentos siguen siendo los pilares fundamentales en términos institucionales de las democracias, y hoy, esos viven en crisis, viven una crisis a nivel global; de identidad, de democratización a su interior, de cooptación, eventualmente, por parte de intereses, pero la solución no es eliminarlos.
¿Por qué vivimos, cuando hay crisis de los partidos y crisis de los parlamentos, crisis de la democracia? porque no hay modo que haya una democracia sana con un sistema de partidos o con un régimen de instituciones democráticas que no funcionan bien, y creo que esto es importante, sobre todo porque las tendencias, hoy en día; tendencias positivas, sin lugar a dudas, pero que hay que atenuar en términos de sus alcances, apuntan, repito, a multiplicar los mecanismos de democracia directa y no todo se puede resolver por esa vía.
Y es que un mecanismo de democracia directa inhibe la que es, según Kelsen, la tendencia, la esencia de la democracia, que es la tendencia al compromiso.
Los parlamentos son los espacios naturales de encuentro y de construcción de compromisos.
Segundo gran dilema.
Lo anticipaba de alguna manera, lo dejo sólo anotado. Cómo recreamos la democracia, en lo que algunos han llamado tiempos de pos verdad, y creo que aquí hacer que las instituciones democráticas, las instituciones electorales nos convirtamos, alguien en la mañana lo mencionaba, en auténticos entes pedagógicos que expliquen lo que hace, que en ocasiones técnicamente muy complejo y permitan una asimilación de parte de los ciudadanos, y por ello, una cercanía de esas instituciones democráticas, me parece que es fundamental.
Las cortes constitucionales, los parlamentos, no solamente tienen que resolver los problemas que les atañen, tienen que convertirse en auténticas instituciones pedagógicas, porque solamente así, insisto, las y los ciudadanos, la masa de electores, puede entender la lógica y la razón de ser que en democracia tienen las mismas.
Anoto un tercer punto: Democracia e inclusión.
La lógica de la democracia parte de la inclusión del mayor número de individuos, de personas, de ciudadanas y ciudadanos en los procesos de toma de las decisiones.
Sí pero este proceso de inclusión pasa también por hacer válido el que es uno de los paradigmas de los regímenes democráticos, de los asideros de los regímenes democráticos, que es la no discriminación.
Y creo que la discusión que hoy están teniendo en Colombia, a propósito de la participación política de las mujeres y eventualmente del tránsito hacia la paridad, me parece que es algo que es ineludible como parte de los desafíos y de la robustez de los sistemas democráticos.
Déjenme decirles una cosa a reserva de que esta es una discusión mucho más amplia y aquí no quiero sólo simplificar.
No bastan las reglas, la discriminación no es un problema nada más de reglas, la discriminación en el fondo es un problema cultural, y el tema de la paridad si se ve solamente desde una perspectiva normativa no está realmente, digámoslo así, más que consiguiendo modificaciones de maquillaje, de apariencia.
En México, lo digo con experiencia, hemos ahora, tenemos hoy el tercer parlamento a nivel mundial en términos de presencia de mujeres, tenemos una paridad prácticamente total, 48.8 por ciento en la Cámara de Diputados, 49.2 por ciento en el Senado de mujeres.
Pero esto fue posible no solamente por la introducción de la regla de la paridad a nivel constitucional, de la paridad en la postulación de candidaturas, sino por un conjunto de mecanismos y sobre todo de acciones afirmativas por parte de las autoridades electorales administrativas y jurisdiccionales que permitieron que el principio de paridad deje de ser eso, un principio en abstracto, y que se convierta en un mecanismo que efectivamente genera los efectos que se proponen como principio.
Ejemplos hay muchísimos, y déjenme decírselos en tono mexicano, y aquí no me voy a atrever a juzgar a los partidos colombianos, ni de lejos, pero en México, si alguien ve una similitud quiero ser enfático de que estoy hablando de México, son los partidos los que ponen las reglas y son los partidos los que hacen la trampa.
Los que el día después de legislar están viendo cómo burlan la paridad. Tenemos en este sentido, en este caso, también por cierto en el tema de los dineros, pero bueno, en el caso de la paridad, de la ruta hacia la paridad, hay casos ominosos como las “juanitas”.
Es decir, fórmulas de candidatos encabezados por mujeres para cumplir con el principio de paridad que una vez que eran electas eran obligadas a renunciar al día después de tomar posesión para que su sustituto varón entrara a ocupar el cargo, o el ahora recientísimo caso de las “manuelitas”.
En Chiapas se asignó sobre la regla paritaria los escaños que correspondían a cada partido político, y resulta que todas las fórmulas de mujeres, propietaria y suplente, renunciaron extrañamente después de la elección.
Todas, no una, dos, todas. Y el partido éste en cuestión, no digo nombres, pero si quieren saber qué partido el que gobierna todavía en Chiapas, no. Váyanse a buscar, a googlear quién es.
De repente dijo: oye, es que no tengo candidatas mujeres tienen que entrar candidatos varones. Y tuvimos que tomar una medida afirmativa, establecer un criterio general diciendo: cuidado, el principio de paridad y el principio de representación no pueden ser principios contrapuestos.
La armonización implica que el principio de paridad tiene que entenderse como limitación al principio de representación, ¿qué es lo que acabamos haciendo? Diciéndole a ese partido. No tienes fórmulas de mujeres que te corresponderían, bueno, pues ya no tienes fórmulas representativas y le corresponde la asignación
a mujeres de otros partidos.
Es decir, el asunto quiero decir no es sencillo, y no basta, por cierto, a propósito de la discusión que están teniendo, verla sólo desde el punto de vista normativo, hay, en su caso, mucho más que hacer en el plano de la actuación de las autoridades para que ese principio efectivamente se aterrice.
No hablo del tema del dinero, porque podríamos aquí pasarnos varios días y entonces me convertiría de invitado a saboteador de este evento, y no quiero hacer eso. Simple y sencillamente termino diciendo esto: el cuarto dilema pero que, digámoslo así, subyace a los tres que he mencionado, es el dilema, para retomar una expresión con la que el PNUD definía los retos de la democracia latinoamericana a principios de la década pasada, es el de construcción de ciudadanía.
El problema de esta asimilación de una política cada vez más polarizante, cada vez menos institucionalizada, cada vez más personalizada, en el fondo tiene un sustrato que no va a poder resolverse si no se atiende el problema de la construcción de la ciudadanía.
Ciudadanos que sean refractarios al discurso fácil de blanco y negro, al discurso polarizante de buenos y malos, a ese discurso contrario a las propias instituciones, porque comprende la necesidad de las instituciones y de las reglas del juego pactadas de manera lo más amplia posible.
El tema de la posverdad o de las noticias falsas, la mejor solución no es criminalizar como lo han hecho en Francia hace apenas un par de semanas las noticias falsas. La mejor solución es crear un ciudadano que cuando esté en contacto de una noticia falsa antes de creérsela y darle un retweet o un like compulsa, contrasta, y cada individuo se convierte, cada ciudadano se convierte responsablemente en un fact checker.
Y, finalmente, en el tema de la paridad y de la inclusión también tenemos un problema en el fondo cultural. Por eso celebro, y quiero terminar Juan Carlos como arranqué, que hayan emprendido desde la Registraduría este esfuerzo de construcción de ciudadanía a partir del diagnóstico que acaban de presentar el día de hoy pero que, repito, no puede ser un esfuerzo aislado.
Creo que la Registraduría, el Consejo Nacional Electoral tienen que convertirse en entes detonadores para la construcción de una auténtica política pública de empoderamiento ciudadano, o si se quiere de construcción de ciudadanía en clave democrática.
Porque muchos de los problemas que aquí se han mencionado me parece que al final tienden siempre a caer en este, que es el problema medular de las democracias.
La mejor manera de defender las democracias no es desde arriba, no es desde fuera, es desde adentro y desde abajo. Es que los propios ciudadanos, las y los ciudadanos, cada uno de ellos en lo individual y en su conjunto se conviertan en creyentes y defensores del sistema democrático.
Muchísimas gracias.
Versión estenográfica de la intervención del Consejero Presidente del INE, Lorenzo Córdova, en el conversatorio “Avances y retos de la Democracia en Colombia”, realizado en el marco del 70 Aniversario de la Registraduría Nacional del Estado Civil, realizado en el ágora centro de convenciones.
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