Muy buenos días a todas y a todos.
Señor Rector, Doctor Enrique Graue Wiechers es un honor poder acompañar a la Universidad en este compromiso, el cumplimiento de un compromiso histórico a 50 años del movimiento estudiantil de 1968 y un agradecimiento particular, por haber permitido que tanto el Instituto Nacional Electoral, como un servidor haya acompañado a nuestra máxima casa de estudios en estas tareas.
Hace algunos meses en este mismo espacio, señalaba que no era una mera casualidad histórica, estábamos antes de la jornada electoral del primero de julio, que fuéramos a la elección, más grande y a la que probablemente quiere ser un compromiso de vida, convertirse en la elección más libre de nuestra historia, justamente como una manera de honrar los cambios políticos que en buena medida se detonaros desde el 68 y aquí estamos.
Señor rector un honor de veras y un agradecimiento muy profundo de parte nuestra.
Distinguidos amigos, autoridades, Silvia, presidenta.
Hace cincuenta años la falta de canales institucionales para participar en los asuntos públicos se tradujo en la toma pacífica y convencida de calles y plazas.
Con frecuencia manifestarse y ser críticos a las autoridades en la vida pública implicaba, entonces, literalmente, un riesgo paras quienes ejercían sus más elementales derechos fundamentales.
Sin embargo, convencidos de la legitimidad de sus demandas y creyendo en el poder de las ideas, los movimientos estudiantiles, sindicales, gremiales e incluso los que se expresaban a través de su solidaridad con las luchas de liberación nacional en otros países marchaban por las principales avenidas de nuestro país para ser visibilizados y realizaban mítines para que sus voces fueran escuchadas.
Paralelamente, pero con otra lógica y ante el contexto de cerrazón, exclusión y visión autoritaria, que el régimen tenía, hubo grupos más radicales que optaron por rutas violentas.
En materia de comunicación, la libertad de prensa era un anhelo y la censura se imponía con recursos públicos o por la fuerza.
En otras palabras, el disenso y la crítica era vistos como amenaza y no como diversidad. No existían prácticamente contra pesos al poder presidencial y tanto las diferencias políticas, como las exigencias de los diferentes grupos sociales se leían a través del lente de autoritarismo y de la intolerancia.
Así, mientas el mundo se encontraba en plena guerra fría en México vivíamos en un sistema de partido hegemónico y el presidencialismo estaba en pleno apogeo siendo la columna vertebradora de las decisiones políticas y ejerciendo, tanto las facultades constitucionales, enormes facultades constitucionales, como aquellas que Jorge Carpizo denominó facultades meta constitucionales.
Las movilizaciones de los años 60 y principio de los 70, la falta de credibilidad en las elecciones y las tensiones políticas que provocaban la refractariedad de los gobernantes, a gran parte de los reclamos sociales, evidenciaron la necesidad de adecuar el sistema político a las exigencias de una sociedad crecientemente plural y que exigía cada vez más derechos y libertades.
De ahí la importancia que adquirieron las reformas electorales como un cauce para poder orientar la transformación pacífica en clave democrática del régimen político.
Desde entonces cada reforma electoral fue una oportunidad para incorporar las principales demandas de la sociedad a las reglas de la competencia democrática para perfeccionar los procedimientos y garantizar que el pluralismo sea un motor para la recreación de la vida democrática.
En tal sentido, permítanme subrayar, como una manera de evidenciar el México de entonces frente al México de hoy, y subrayar el radical cambio democratizador que estos 50 años, este medio siglo ha supuesto. Cuatro aspectos que han orientado las reformas electorales desde entonces.
El primer aspecto es que, el futuro de una nación es responsabilidad de todos, de mayorías y de minorías. La lógica de la inclusión por definición, en consecuencia, es la lógica de un país que se democratiza.
El segundo aspecto es que el poder legislativo debe reflejar el pluralismo de la sociedad en proporción, por supuesto, al respaldo obtenido en las urnas.
Y en las reformas electorales esto se consolidó como la ruta, la vía institucional enclave de re pensamiento de estas, de las instituciones enclave democrática.
El tercero, es que el pluralismo no es una amenaza para la convivencia democrática, sino exactamente lo contrario, es la base de esta.
Y el cuarto aspecto que deseo subrayar es que, la única decisión legislativa que en una democrática no puede sustentarse únicamente en el principio de mayoría, es cuando se determinan precisamente las reglas del juego democrático que nos involucran a todos ya que estas necesitan de un amplio consenso para buen desarrollo de estas contiendas.
Me parece que estas son las lecciones de las reformas electorales en los últimos 50 años.
A 50 años de las movilizaciones de 68 es claro que la democracia mexicana ha sido el resultado de una no sencilla, compleja sin duda, interacción entre mayorías y minorías, de consensos legislativos alcanzados a lo largo de ocho reformas electorales que de manera gradual y acumulativa han configurado múltiples procedimientos que garantizan la libertad y la autenticidad del sufragio, y que han fortalecido la división de poderes y diseñado una institucionalidad electoral autónoma e independiente.
Por ello es que, aunque las elecciones del 1° de julio fueron históricas en muchos sentidos no podemos decir, las elecciones de 50 años después del 68, insisto, no podemos decir que México desembarcó en la democracia el 1° de julio. Salvo que pretendamos ignorar justamente lo que el Memorial que hoy a 50 años de la gesta del 68 inauguramos precisamente representa.
Es decir, las contribuciones difíciles, graduales, paulatinas, trabajosamente concebidas que a lo largo de medio siglo produjeron movilizaciones y cambios políticos en clave democrática, es decir, en clave pacífica e institucional.
Los de 2018 han sido comicios históricos al menos por las siguientes razones: por haber sido la elección más grande y compleja de la historia. Por haber garantizado la paridad de mujeres y hombres en la competencia electoral. Hoy el parlamento mexicano es de acuerdo con los índices de la Unión Interparlamentaria, el tercer parlamento con más mujeres en todo el mundo, sólo después de Bolivia y Ruanda; aunque el caso de Ruanda se explica por trágicas y distintas razones a las de la propia paridad.
Por haber generado decisiones administrativas y jurisdiccionales para lograr esa paridad y fortalecer esa paridad legislativa en el Congreso. Por haber sido una de las elecciones más explicadas de la historia y más innovadoras en materia de comunicación. Exitosas elecciones, por cierto, en tiempos de post verdad y de fake news.
Por haber creado disposiciones normativas y jurisdiccionales que garantizan por primera vez espacios de representación legislativa a comunidades indígenas.
Y, sobre todo, porque fueron, como pudo constatarse, elecciones libres en donde la pluralidad se recreó en su justa dimensión.
Estoy convencido que las elecciones del 18 consolidan claramente la transición a la democracia, y desde este punto de vista la sociedad mexicana así, ejerciendo la democracia, es la mejor manera en la que celebra el medio siglo que transcurrió desde 68.
Fueron contiendas que permiten consolidar el andamiaje institucional que cientos de movimientos sociales han venido impulsando durante medio siglo para que las y los mexicanos podamos vivir en un país de libertades plural y crecientemente participativo.
Ello explica, señor rector, el orgullo de un universitario prestado a la función pública, y, sobre todo, de una institución que siempre ha visto en la UNAM un aliado fundamental en la participación de estas celebraciones.
El acervo que aquí se encuentra constituye, de entrada, un homenaje a todas aquellas personas, me parece, que se comprometieron íntegramente, incluso, en ocasiones a costa de su propia vida y la seguridad de sus familias, con una causa; la causa de la libertad, de la inclusión y de la participación plural en las decisiones públicas, en pocas palabras, la causa de la democracia.
Agradezco, de nueva cuenta, profundamente la invitación de la UNAM para poder acompañar estos esfuerzos. La Universidad Nacional siempre ha caminado a lado de las mejores causas democráticas y sociales, y la UNAM, debo reconocerlo, siempre ha acompañado al Instituto Nacional Electoral en la construcción de la democracia en nuestro país.
El INE siempre participará de aquellos eventos como este, que favorezcan el desarrollo de la vida democrática y seguirá contribuyendo con innovaciones, como la modesta pieza audiovisual con la que participamos en este memorial, para rescatar y resaltar aquellos hechos y decisiones que en nuestra historia ha enriquecido la vida plural y de deliberación democrática.
Permítanme concluir reiterando que uno de los grandes aprendizajes de los movimientos sociales que gradualmente forjaron nuestra democracia es asumir que el rumbo de nuestra nación, es y no puede ser de otra manera, es una construcción colectiva e incluyente. Es decir, una construcción de naturales y democráticamente gestadas mayorías en permanente interacción, respeto e inclusión de todos, incluso de las minorías.
Rendir homenaje a esos movimientos es también una forma de reconocer las contribuciones de todas las generaciones que a lo largo de medio siglo empujaron la construcción del sistema democrático que hoy, todas y todos nosotros disfrutamos en nuestro país.
Muchísimas gracias.
Versión estenográfica de la intervención del Consejero Presidente del INE, Lorenzo Córdova, en la inauguración del M68: Memorial 1968 y museo de los movimientos sociales, realizado en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco
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