«Los comicios del debate», artículo de Marco A Baños en El Economista

Escrito por: INE
Tema: Opinión
Marco Antonio Baños Martínez, Consejero Electoral.

El historiador Enrique Krauze concedió una larga entrevista a la revista R del diario Reforma, en donde enlistó duras críticas a la manera en que los actores políticos han debatido durante las campañas electorales de los últimos años, con formatos rígidos y acartonados que no son propicios para mostrar a cada quien tal y como piensa ante el electorado, calibrar sus reacciones espontáneas, verlos defender convicciones y argumentos, confrontar posturas cara a cara con sus adversarios lejos de guiones prefabricados.

 Krauze, en la charla con el periodista Ernesto Núñez, puso sobre la mesa dos elementos clave para el 2018: la aceptabilidad de la derrota y los necesarios debates francos, abiertos, donde se contrasten de forma seria ideas y ofertas políticas en juego sin una sobreprotección a políticos que impida conocer cómo piensa, cómo se conduce en un intercambio público quien pretende obtener respaldo para gobernarnos seis años. Tiene razón en ambos ángulos.

Cuando Sartori aludía a los contextos democráticos decía que no podían concretarse si no había un primero “conocer” y después un “deliberar”. Es un reto clave para las contiendas en curso cambiar la ecuación de los debates, alejar de éstos cualquier formato que los convierta en monólogos secuenciados y arribar en cambio a un escenario de intercambio público intenso, en el que fluyan. Son tantos obstáculos y argumentos en voz de los propios contendientes para que se favorezca la deliberación colectiva y la audiencia cobre un rol central al momento de establecer reglas.

 La exigencia es clara. Habremos perdido una enorme oportunidad si no logramos que el 2018 sea la elección que dé el paso definitivo en materia de debates presidenciales. Que logre motivar estos ejercicios como herramienta de información nítida para cada votante y no sólo un reflector dispuesto a narrativas calculadas frase por frase, libres del desafío constante que implica convencer y replicar argumentos sobre un mismo tema, explicar, defender cada una de las posturas frente a frente y sin espacios laxos para el silencio o la omisión.

 Las autoridades electorales no son ajenas a que ahí está un reclamo implícito a nuestra corresponsabilidad para concretar que el próximo año tengamos un modelo mucho más abierto de debates que pueda hacer diferencia. Pese a avances considerables que sin duda hemos alcanzado, seguimos lejos de ese escenario y es importante reconocerlo e impulsar un ajuste razonable.

 Hoy existe esa oportunidad para ganar terreno, rebasar la inercia de los formatos y acercarnos a debates que en otras democracias han mostrado su beneficio como fuente de información central en la toma de las decisiones ciudadanas.

 Nos dice la experiencia reciente que es común la tensión entre equipos de campaña de todos colores que tratan que los debates presidenciales sean controlados en cada detalle para evitarle zonas vulnerables a sus respectivos candidatos o candidatas, que particularmente esa tensión es mayor entre quienes puntean preferencias registradas en encuestas y es habitual que pidan incluso no debatir o hacerlo lo menos posible para evitar perder esas preferencias en una mala noche, que sus equipos amaguen con no asistir si las reglas no atienden candados de protección hasta para evitar que los enfoques de cámara muestren cómo son sus reacciones y gestos al ser aludidos o cuestionados por los demás competidores. Cualquier riesgo de tener una mala participación que les haga perder el debate, puede significar largas horas de negociación al momento de construir las reglas y el resultado suele traducirse en los formatos muy conservadores.

 Una deliberación transparente, de contraste directo y espontáneo entre aspirantes a cargos electivos, nunca arroja ganadores únicos o perdedores definitivos, pero sí podría indicar una mayor calidad de la comunicación política, a una mayor calidad de democracia en su conjunto.

 Estoy convencido de que es posible lograr para esta elección mejores debates, sin tener que esperar otros tiempos, sin esperar otro sexenio para volver a debatir sobre los debates y sus formatos. Vamos a ver cómo entre autoridades y candidatos logramos modernizarlos, los nuevos tiempos ya llegaron y es momento de que los debates sean algo muy distinto a lo que han sido, es momento de que se constituyan en un mecanismo eficaz de evaluación de los ciudadanos, en una herramienta que nos aporte una radiografía de los candidatos, de sus conocimientos, de su personalidad y su talante.

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