El pasado viernes, 8 de septiembre, inició el proceso electoral federal 2017-2018. Mucha gente se pregunta qué significa esta fecha, pues aún estamos a casi 10 meses del 1 de julio de 2018, el día en que se celebrarán las elecciones. El proceso electoral se compone de una serie de etapas previas y posteriores a la jornada electoral que buscan dar certeza respecto a la organización de las elecciones como a la validez de los resultados.
La primera etapa corresponde a los trabajos preparatorios de los partidos con el propósito de celebrar sus procesos internos de selección de candidatos, también conocidos como precampañas. En este periodo, que concluye el 13 de diciembre, los partidos determinarán las reglas y procedimientos para seleccionar a sus candidatos a diputados federales, senadores y presidente de la República. Cada partido deberá emitir una convocatoria para que los aspirantes se inscriban y se puedan convertir en precandidatos.
La segunda etapa es el periodo previsto para la realización de las precampañas, entendidas como los actos proselitistas dirigidos a la militancia del partido con el fin de obtener una candidatura a un cargo de elección popular. A pesar de que la intención de los legisladores fue establecer condiciones equitativas para la contienda por las candidaturas al interior de los partidos, en los hechos las precampañas se han convertido en una extensión de las campañas.
Diversos partidos políticos han adoptado la práctica de seleccionar a sus candidatos mediante métodos informales, con antelación al periodo previsto en la ley, para luego utilizar las precampañas con el fin de posicionar ante la opinión pública a su virtual candidato o candidata. El fenómeno de “precandidatos únicos” apareció tan pronto como empezaron a aplicarles las regulaciones a precampañas introducidas por primera vez en 2008. Más recientemente, Morena adoptó la práctica de designar “coordinadores”, que son virtuales candidatos, meses antes de que inicie el periodo previsto para las precampañas, como acaba de ocurrir en Ciudad de México.
Tras la selección y el registro de los candidatos, iniciarán las campañas, que tendrán una duración de 90 días. Comenzarán el 30 de marzo y concluirán el miércoles previo a la jornada electoral, el 27 de junio de 2018. La etapa de campañas del proceso electoral corresponde al periodo previsto en la ley en que los candidatos buscarán el apoyo de los votantes. Termina tres días antes de la elección, porque el sistema electoral mexicano prevé un “periodo de reflexión” de tres días, justo antes de que los ciudadanos vayan a las urnas.
Contrario a lo que mucha gente piensa, el proceso electoral no concluye el día de la jornada electoral. Siguen dos etapas que han cobrado una enorme importancia en el sistema electoral mexicano a partir de 2008: los cómputos distritales y el periodo previsto para la calificación de las elecciones.
Los cómputos tienen lugar durante la semana siguiente a la jornada electoral. Inician el miércoles y deben concluir el domingo. Durante ellos se recuentan los votos a solicitud de los partidos o por causas previstas en la ley. En los hechos son jornadas extenuantes donde se rehace el trabajo realizado por las mesas directivas de casilla y se vuelven a contar alrededor de 70 por ciento de los votos. Finalmente, llega la etapa de calificación de la elección, en la que el Tribunal Electoral analiza y resuelve los recursos de inconformidad que presentan los perdedores, antes de declarar la validez de la elección. Durante las campañas, los contendientes no sólo compiten para ganar, sino que se preparan para en caso de perder buscar la anulación del resultado. Juntan pruebas para acreditar alguna de las causales de nulidad de la elección previstas ahora en la Constitución. Al mismo tiempo que impugnan, emprenden campañas políticas para desacreditar la elección. Para esto también debemos prepararnos, pues es parte de nuestro sistema electoral.
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