VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA PRESENTACIÓN EDITORIAL. OBRAS INSTITUCIONALES. INFORME PAÍS 2020: EL CURSO DEMOCRACIA EN MÉXICO, EN EL MARCO DE LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE GUADALAJARA 2022
Muchas gracias, Roberto.
Quiero comenzar agradeciendo pues el espacio a la Feria Internacional del Libro para poder presentar este documento, que es un estudio que me parece crucial para entendernos y, sobre todo, para poder ir definiendo la ruta en términos de políticas públicas e instrumentar, para enfrentar los problemas que aquejan a nuestra a sociedad, sin perder el rumbo y la brújula democrática.
Gracias, y en este sentido, particularmente a Alejandra y a Lorenzo por, bueno, Alejandra, por ser uno de los cerebros que está detrás de todo este, no solamente diseño, sino el análisis de la traducción de la ENCUCI en este Informe País, de la Encuesta Nacional de Cultura Cívica en este Informe País.
Y, a Lorenzo, por el acompañamiento permanente, hay sociedades que para el INE son estratégicas y la que tenemos con el PNUD sin duda lo es.
Y agradezco también muchísimo la presencia y aquí la compañía de mi querido y admirado, el Alcalde, Exalcalde de Los Ángeles, el maestro Antonio Villaraigosa, gracias al doctor Enrique Cabrero y, también, al doctor Gustavo Padilla, por su generosa presencia de esta tarde.
Para mí es un verdadero motivo de orgullo participar en este evento de presentación y divulgación del informe País 2020. El curso de la democracia en México. Y lo es de manera especial porque esta segunda edición del Informe País no podría tener lugar en un contexto más necesario como el que hoy estamos viviendo.
Para todos los aquí presentes, es claro, como en los últimos años, quienes impulsan en el mundo y también en nuestro país la posverdad sobre nuestro sistema electoral, sobre nuestros sistemas electorales, han tratado de que los mitos y las mentiras engullan la realidad de nuestras democracias y también de la democracia mexicana.
Una y otra vez se habla de fraude electoral, de que las autoridades electorales no garantizamos el ejercicio pleno de los derechos políticos, y se trata desacreditar a los órganos que organiza las elecciones diciendo que somos electorales caras e inservibles. Y no estoy hablando de Bolsonaro, hablando necesariamente del Tribunal Superior Electoral del Brasil, o de Trump, hablando del sistema electoral norteamericano, sino de un fenómeno que tiende peligrosamente a extenderse.
Pero afortunadamente, la realidad no se somete a voluntades políticas, eso sólo se ha logrado con éxito en las novelas como las que nos legó George Orwell, entre otros.
Ahí están las 330 elecciones organizadas por el INE y los Organismos Públicos Locales Electorales desde 2014 a la fecha, el índice del 62 por ciento de alternancia que se ha dado por la vía de las urnas en dichas elecciones, y la paz pública y la inexistencia total de conflictos postelectorales al término de esas contiendas electorales.
Y eso es posible porque los gobiernos no organizan las elecciones, porque los órganos que lo hacen son técnicamente solventes y, además, son autónomos e independientes, y porque prevalecen condiciones básicas de equidad en nuestras contiendas electorales.
Por ello, es oportuno, en ese contexto, y relevante, además, dar a conocer la Segunda edición del Informe al País 2020.
Al igual que en la primera edición del Informe País que se presentó, como se ha mencionado, en 2014, este se convertirá en un texto de consulta, me parece indispensable, para todos aquellos que pretendan conocer a detalle los factores que inciden y afectan la participación política, la representación política, así como los que generan los trastornos de la democracia y, por supuesto, los elementos que modelan la percepción que la sociedad tiene de su democracia.
El Informe País 2020 nos recuerda los riesgos que implica el desfase que existe entre el desarrollo de la cultura política, de la cultura democrática, por un lado, y por el otro, la evolución de los procedimientos electorales.
Parecería que este desfase, estas dobles dinámica, esta doble nivel de revoluciones en el que estos aspectos está evolucionando y que el Informe País da cuenta del mismo, es y debe ser, uno de los temas que deberían orientar las políticas públicas de construcción de ciudadanía y de fortalecimiento democrático.
En efecto, este desfase es evidente en tanto la ciudadanía en nuestro país se considera que todavía está en un proceso de formación, mientras que el modelo electoral mexicano, es decir, la parte procedimental de nuestra democracia, ha logrado convertirse, le duela a quien le duela, en un referente internacional.
En Estados Unidos acaba de haber un proceso de redistritación, que es el ejemplo de gabinete del gerrymandering, de cómo no debe hacerse la geografía electoral, es decir, la distribución de los distritos electorales a partir de una intencionalidad política.
Y justamente ahora, en el INE, estamos aprobando una distritación ´no nacional y local que sigue criterios técnicos y no intenciones políticas.
Insisto, no, esto es un modelo electoral que ha logrado convertirse en un referente internacional porque su diseño garantiza igualdad en el ejercicio del sufragio, equidad e inclusión en las contiendas y certeza en los resultados electorales.
Claramente, la evolución experimentada por la democracia mexicana ha permitido que nuestro país contribuya a ese desarrollo, es patrimonio que la comunidad internacional ve en sus, en nuestras democracias.
Sin embargo, en materia de construcción de ciudadanía nos hemos quedado rezagados, no significa esto, por supuesto, que no se haya hecho nada en el terreno de la educación para la democracia y de la cultura cívica, por el contrario, la historia en los últimos 20 años muestra como diversas instituciones federales, organismos regionales y multilaterales, así como organizaciones de la sociedad, han impulsado diversos proyectos, exitosos muchos de ellos, de construcción de ciudadanía; pero la constante de estos proyectos, de todos estos proyectos, es que sus objetivos, procedimientos, metas y plazos son concedidos hasta ahora, todavía de manera aislada, lo cual dificulta la generación de sinergias de políticas públicas en el auténtico sentido de la palabra.
De ahí que el INE, desde 2017 cuando inició la instrumentación de la Estrategia Nacional de Cultura Cívica, ha realizado múltiples actividades y proyectos encaminados a modificar las actitudes de los ciudadanos respecto de lo público y a través de esas nuevas actitudes, modular el ejercicio del poder político en clave democrática.
Esta segunda edición, así como la primera del Informe País son justamente un intento de generar insumos en ese sentido; es decir, esto no es un documento del INE y para la ciudadanía, es un documento del INE, de todas las instituciones que lo permitieron para poder permitir que, con bases ciertas, con datos objetivos y no con otros datos o con posverdades encaminemos el combate en la defensa y mejoramiento de nuestro sistema democrático.
No obstante, pese a todos los esfuerzos que se han venido haciendo, los resultados, decía, del Informe País, nos muestran una radiografía integral de todo lo que nos falta por hacer para modificar las aspectos cognoscitivos, valorativos y afectivos que determinan la forma en que la sociedad se vincula con la política y la interpreta.
Estos datos del Informe País, en ese sentido, nos muestran precisamente los claroscuros que caracterizan a la democracia mexicana y, los oscuros, que deberán de atenderse si queremos darle sustentabilidad a la convivencia en clave democrática en nuestro país.
Por una parte, de acuerdo con el informe, en México tenemos una ciudadanía en formación que cíclicamente se ilusiona con las elecciones, pero se desilusiona con los gobernantes que elige, con los resultados de la política.
Esta ciudadanía, dice el informe, se ha acostumbrado a ejercer su voto periódicamente y lo valora, y pese a los reiterados desencantos que una y otra vez experimenta con los gobiernos elegidos de las urnas, las elecciones reviven, cíclicamente, la esperanza de la sociedad de que el país puede mejorar y que los nuevos representantes sí eliminarán la corrupción, harán de nuestra nación una comunidad menos desigual, con menos pobreza, con menos inseguridad y violencia.
Esto explica que para el 63 por ciento de las personas, datos de la ENCUCI y recogidos en el Informe País, la democracia es preferible sobre cualquier otra forma de gobierno, que el 60 por ciento considere que el voto es la única forma en que tiene la sociedad para opinar sobre lo que hace el gobierno y que para el 60 por ciento también, por cierto, el INE sea la institución civil con mayor confianza que tiene la ciudadanía.
Y, la ENCUCI se levantó hace año y medio, hoy parece que andamos rondando el 76 por ciento, gracias a una encuesta que financió el partido en el gobierno y que la más reciente medición de la aceptación y de la confianza que hoy tiene el INE, cosa que, por supuesto, se agradece aunque estaremos atentos a recibir, en sus informes financieros, ese gasto que se realizó para poder revisarlo como hacemos con todo lo que hacen los partidos políticos.
Aquí permítanme hacer un paréntesis para mencionar, a propósito de la Universidad, que nos ha brindado la Universidad de Guadalajara, que el Informe señala que para el 70 por ciento de las personas, las universidades públicas son las instituciones a las que les tienen más confianza.
Por eso, cuando hablo del INE hablo de las instituciones civiles del Estado mexicano, las universidades son instituciones culturales.
En contraparte, sin embargo, el Informe País señala, retomando los datos del Latinobarómetro, coincidiendo con los datos del Latinobarómetro y comparándolos con éste que, mientras en el continente el 58 por ciento de las personas considera injusto el acceso a la educación, en México esa cifra sube a 63 por ciento.
Lo mismo sucede con el acceso a la salud, mientras que en el continente el 64 por ciento estima que dicho acceso es injusto, en México ese porcentaje sube al 71 por ciento, además, de acuerdo con el informe, los problemas que más preocupan a la ciudadanía siguen siendo, son datos, es una encuesta levantada en 2020, que los datos que más preocupan a la ciudadanía son la corrupción, 55 por ciento; la pobreza, 53 por ciento y la inseguridad y la delincuencia, 50 por ciento.
Y, lamentablemente, y esta es la contraparte, las instituciones con menores niveles de confianza son las y los senadores y diputados federales con apenas el 23 por ciento, lo diputados locales con el 23 por ciento y los partidos políticos con el 22 por ciento, los cuales se convierten así en las instituciones con peor valoración de todas las registradas en el Informe País, pero aquí está la gran paradoja y la gran preocupación y la representación, es decir, los parlamentos y los partidos son dos de las instituciones fundamentales, sin las cuales toda democracia es impensable.
El último dato que quiero mencionar es el sentimiento que la ciudadanía expresa de no sentirse representada justamente por las y los legisladores y los partidos políticos, cito textualmente el informe: “quizá la mayor debilidad de la democracia mexicana, a los ojos de la ciudadanía, es la baja calidad de la representación, las personas no se sienten representadas, en especial por las instituciones creadas para realizar esa función en democracia; las y los legisladores federales y locales” y, con eso termino la cita.
De esta forma, si uno de los componentes de la ciudadanía es el ejercicio de derechos y el acceso a la justicia es uno de ellos, por cierto, otro dato preocupante, solamente ocho de cada 10 mexicanos consideran que el acceso a la justicia es equitativo y (inaudible), en una sociedad en donde ocho de cada 10 consideran negativo el acceso ala justicia, y ocho de cada 10 no confía e los partidos políticos, la democracia como un régimen de libertades y derechos tiene un enorme desafío por delante y ese desafío tiene que ver, tanto con las actitudes de las autoridades, legisladores y gobernantes, como con la información, habilidades y mecanismos que tiene la ciudadanía para defender sus derechos y exigir a las autoridades que se apeguen a lo dispuesto por la ley.
Pero, a pesar de estas cifras, expresiones como las de el domingo de hace dos semanas, y también de hoy, sobre todo las de hace dos semanas, demuestran que la ciudadanía aprecia, valora y está dispuesta a defender activamente su democracia y su institucionalidad democrática.
En tal sentido, desde mi perspectiva, la sustentabilidad de la democracia mexicana no depende de reformas electorales que quiten o arreglen atribuciones a las autoridades encargadas de organizar los comicios, y menos aún, de reformas regresivas que pretendan deconstruir o desmantelar un proceso, un modelo electoral que funciona y que ha dado resultados.
Que sin duda es mejorable, pero que probablemente es la tarea mejor lograda en los últimos 30 años en nuestro país.
No es casual que hace 30 años probablemente el principal problema que teníamos es que no contábamos con elecciones confiables y hoy, ese no es, sin lugar a dudas, uno de los problemas que hoy nos aquejan. Por el contrario, la sustentabilidad de la democracia corre por dos ejes: uno, en el que transcurre el fortalecimiento de la cultura cívica para que esta complemente y se engarce con el modelo electoral que goza de cabal salud; y dos, el otro eje, que por cierto, esta fuera de la órbita electoral y que implica una nueva actitud de las autoridades, una nueva generación de políticas públicas en los tres niveles de gobierno es la que implica un significativo cambio de actitudes en el ejercicio de los poderes públicos, que las y los legisladores emitan leyes que atiendan a las necesidades de la población y no preocupaciones de la clase política o intereses de los mismos partidos y que los gobiernos hagan lo propio.
Nuestros problemas graves, los problemas graves que afectan a la democracia: la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la impunidad y la violencia no son problemas que se van a resolver con problemas electorales, son problemas ni en la arena electoral, son problemas que se van a resolver con políticas públicas adecuadas, y las de los últimos 30 años, vista la gravedad de estos problemas, no han sido las pertinentes.
No es una casualidad, perdón, dicho de otra manera, la consolidación de la democracia mexicana está más vinculada a una nueva cultura cívica que a reforma electorales, no es una causalidad en este sentido, que hayan coincidido en semanas recientes, los pronunciamientos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos ;con los emitidos, tanto por IDEA Internacional, por la Unión Interamericana de Organismos Electorales, por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, y hasta por la opinión técnica vertida por la Comisión de Venecia en relación con las distintas propuestas de reforma electoral que hoy se están discutiendo.
En la importancia, no es una casualidad pues que coincidan en la importancia para la democracia de preservar la autonomía e independencia de las autoridades electorales para garantizar elecciones libres y auténticas en las que se asegure un voto libre, como ha venido haciendo, por cierto, el INE desde su creación.
Seamos claros en un punto, la sociedad confía en el INE, más que en otros actores políticos de la vida nacional, y, en ese sentido, el fortalecimiento de la democracia, que sin duda es necesario e indispensable, debería más orientarse a modificar las prácticas y las actitudes de la clase política que a replantear o reconstruir, digamos, los modelos y los diseños institucionales.
Es más importante reconstruir pues el vínculo de la clase política y de los órganos de decisión con la propia ciudadanía a la que se deben.
Concluyo reiterando mi felicitación al personal como Consejero Presidente y, a nombre de todas las consejeras y consejeros del Instituto Nacional Electoral, al personal, a todas las personas-perdón- que han estado involucradas en las diferentes fases de este proyecto y, especialmente a las y los integrantes del grupo de expertos de la Encuesta Nacional de Cultura Cívica que, como se decía, fueron quienes encabezaron los trabajos que hoy presentamos.
A las y los integrantes de dicho grupo de expertos, al PNUD, al INEGI, una institución autónoma del Estado mexicano, orgullosamente autónoma y aliada estratégica del Instituto Nacional Electoral, a El Colegio de México, al CIDE, al Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologías Social, el CIESAS, a la UNAM, a investigaciones sociales aplicadas y a la Secretaría de Gobernación.
A todas estas instituciones que nos apoyaron, les reitero mi más sincero agradecimiento por las contribuciones que hicieron la elaboración de este Informe País 2020 y, por el impacto que seguramente tendrá para el futuro de la cultura cívica de nuestro país.
Está en nuestras manos precisamente lograr eso, los insumos, las herramientas, para lograrlo están aquí, nos toca a todas y todos nosotros ahora explotarlos en beneficio de la democracia mexicana.
Muchísimas gracias.
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