Versión estenográfica de la Conferencia Magistral Estacional de verano 2022, Democracia y movimientos sociales, dictada por el Doctor Federico Rossi

Escrito por: INE
Tema: Conferencia Estacional

Presentadora: Buenas tardes.

El Instituto Nacional Electoral les da más cordial bienvenida a quienes siguen la transmisión en línea de la Conferencia Magistral de Verano 2022 “Democracia y Movimientos Sociales”, la cual forma parte del ciclo de las conferencias magistrales estacionales 2022.

Para el desarrollo de la cual agradecemos la participación del doctor Lorenzo Córdova Vianello, Consejero Presidente del Instituto Nacional Electoral; desde luego del doctor Federico Rossi, conferencista; del doctor José Roberto Ruiz Saldaña, consejero electoral del Instituto Nacional Electoral; y del licenciado Edmundo Jacobo Molina, Secretario Ejecutivo del Instituto Nacional Electoral.

Para dar inicio, escucharemos el mensaje del doctor Lorenzo Córdova Vianello.

Consejero Presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianello: Muy buenas tardes.

Saludo con mucho agradecimiento al doctor Federico Rossi y a todas y todos aquéllos que nos acompañan en esta conferencia estacional, que tiene como título “Democracia y Movimientos Sociales”.

Para el Instituto Nacional Electoral es un honor que el doctor Federico Rossi sea hoy nuestro conferencista, con un tema que, sin duda, resulta fundamental para entender a la democracia como un sistema político en el que la ciudadanía juega un papel central.

Saludo al Consejero José Roberto Ruiz Saldaña, quien se hará cargo de la presentación de nuestro conferencista, y al licenciado Edmundo Jacobo, Secretario Ejecutivo del Instituto Nacional Electoral, quien comentará la ponencia que hoy nuestro distinguido conferencista nos brindará.

Las conferencias magistrales estacionales se realizan desde 2017 como parte de la Estrategia Nacional de Cultura Cívica y le han permitido al Instituto Nacional Electoral dar mayor difusión a los temas relacionados con la democracia, la cultura política, la educación cívica y la participación ciudadana.

A lo largo de ya 20 ediciones han sido muchas las personalidades que nos han acompañado en las conferencias estacionales, con temas muy diversos y de gran interés para la ciudadanía, que van desde el medio ambiente hasta la salud, la ciencia, el poder judicial, los derechos humanos, el periodismo, la transparencia y los efectos de la pandemia en la democracia.

Por cierto, las condiciones de sana distancia derivadas de la pandemia de COVID-19, que nos impidieron realizar la conferencia de manera presencial, tuvieron como efecto positivo adoptar un formato virtual que nos permite ahora llegar a mucha más genta.

Por mencionar solo algunos de nuestros conferencistas de las últimas ediciones, han estado en el INE el doctor José Ramón Cosío, Jaqueline Peschard, Ana Laura Magaloni, Marta Peirano, Javier Garcíadiego, Roberto Blancarte, Yanina Welp y la expresidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla.

Todo ello nos ha permitido, además, convertir las conferencias en libros de divulgación, que están a disposición de todo el público en el sitio del INE como parte de nuestras publicaciones en materia de divulgación de la cultura democrática.

Hoy el doctor Federico Rossi se integra a esta lista de personalidades que han compartido con el INE y la con la ciudadanía sus reflexiones acerca de la vinculación entre la democracia y su tema de especialidad, en este caso, el de los movimientos sociales.

Hace poco leía en la Revista Anfibia que cuando era estudiante de Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires, a Federico Rossi lo deslumbró el concepto de lo político de Carl Schmitt. Eso me hizo sentir una gran afinidad con él, pues el pensamiento de Carl Schmitt también fue inspirador para mí en lo personal y para varias generaciones de estudiosos de la política y la naturaleza y ejercicio del poder, no tanto porque, al menos en mi caso, sea un seguidor de Schmitt, sino porque Schmitt, con su pensamiento, puso sobre la mesa una serie de reflexiones que deben alertarnos respecto a lo que significa entender a la política como confrontación y no como construcción de consensos.

El doctor Federico Rossi ha estudiado y escrito con pasión sobre la generación y desarrollo de los movimientos sociales, el análisis histórico de la construcción de estrategias políticas desde la sociedad, los ciclos de incorporación de las clases populares, y más recientemente, sobre la participación de las juventudes en la vida social, a partir de una perspectiva histórica que, muy atinadamente, cuestiona y problematiza ese dicho tan recurrente y simplista de nuestros días, en el que se afirma que los jóvenes son indiferentes a la política.

El enfoque del doctor Rossi sobre el involucramiento de las juventudes en la vida pública es muy afortunado, porque lejos de declarar a priori la apatía generalizada, nos permite preguntarnos y analizar qué es lo que activa a las juventudes hoy en día.

En México, en los últimos años, hemos atestiguado múltiples fenómenos de expresión y agregación de grupos de jóvenes en torno a muy diversas causas, desde el famoso “hashtag yo soy 132” de hace ya 10 años, hasta las reciente movilizaciones de millones de mujeres jóvenes en torno a las causas feministas.

En paralelo, desde el INE hemos visto con agrado cómo ha aumentado el número de personas jóvenes que participan como funcionarias y funcionarios de las mesas de votación, las casillas, en las jornadas electorales.

Aunque uno de los retos del sistema político, y eso incluye por supuesto a las instituciones electorales pero también a los partidos políticos, sigue siendo el de lograr que más jóvenes participen en las elecciones votando, sobre todo, en un país en el que más de 25 millones de personas registradas en el padrón electoral tienen entre 18 y 29 años de edad.

La democracia, a nivel global, enfrenta grandes y peligrosos desafíos. Uno de ellos, es el desencanto con un sistema que, si bien nos ha permitido elegir democráticamente a nuestras autoridades, no ha sido capaz de resolver los problemas estructurales de nuestras sociedades, un encanto que, por obvias razones, es compartido por las personas más jóvenes que ven su futuro con preocupación y hasta con pesimismo, me refiero a los grandes problemas de pobreza, desigualdad, corrupción, impunidad y violencia, que hoy constituye ese caldo de cultivo, en donde peligrosamente germinan pulsiones autoritarias.

Recientemente, el INE y México, fue cede de la Cumbre Global de la Democracia Electoral en la que concluimos, entre otras muchas cosas, que ese desencanto y los problemas de la democracia en general, solo podrán resolverse con más democracia, es decir, no desde salidas por puertas falsas; discursos que prometen un mejor futuro, erosionando las instituciones de la democracia; o peor aún, a partir de regresiones autoritarias.

Nuestras libertades, nuestros derechos políticos y la posibilidad de participar en movimientos de todo tipo, siguen siendo la única vía válida para construir soluciones a los problemas comunes.

Sin duda, la conferencia del día de hoy nos aportará mucho en la reflexión sobre el estado de nuestras democracias, y las grandes oportunidades que se abren desde los movimientos sociales y la participación de las juventudes para la defensa del que, hasta hoy, sigue siendo el mejor sistema de organización política y de convivencia pacífica en condiciones de pluralidad.

Nuevamente agradezco la disposición del doctor Federico Rossi para dialogar estar tarde con nosotros, esperando que todas y todos disfrutemos esta interesante Conferencia Magistral.

Muchísimas gracias.

Presentadora: A continuación, damos la palabra al Consejero Electoral José Roberto Ruiz Saldaña.

Consejero Electoral del INE, José Roberto Ruiz Saldaña: Muy buena tardes.

Saludo con mucho gusto y mucho aprecio a todas y todos ustedes, procederé a dar cuenta de la semblanza de nuestro brillante conferencista del día de hoy.

Federico Rossi es un buen senior filio en el German Institute for Global and Area Studies en Hamburgo y profesor investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, en la escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín en Buenos Aires.

Licenciado en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires, magister en investigación y doctor en Ciencias Políticas y Sociales del European University Institute en Florencia Italia.

Actualmente trabaja sobre la economía política de los movimientos sociales, el análisis de las estrategias de los movimientos sociales dentro y fueras de los parlamentos y el análisis comparativo de las protestas en las ciudades capitales.

Sus intereses de investigación se centran en el análisis relacional e histórico de la elaboración de estrategias teorizando el nexo entre el ritmo de los procesos históricos a largo plazo y las estrategias y expectativas de los actores involucrados en la dinámica del cambio social.

En su libro de The Poor´s struggle for political incorporation Cambrige University Prees propone una teoría para comprender la búsqueda de incorporación de los sectores populares como ciudadanos y asalariados.

En cuanto a la participación política juvenil es autor de La Participación de las Juventudes Hoy,  Prometeo editorial. 

Su trabajo ha sido publicado en árabe, turco, francés, portugués, español e inglés y en revistas como International Political Science Review, International Sociology, Priority World Waterly, Social Bookmen´s Students, Movilitation, Latin American Politic and Socialiti, Latin American Perspective, Boletin Off Latin American…entre otras.

Ha sido profesor visitante en diversas universidades a nivel mundial y ha impartido conferencias sobre movimientos sociales, política latino americana, análisis estratégico y análisis histórico comparativo en todos los continentes.

Como experto ha sido entrevistado por diferentes medios de comunicación y ha pronunciado discursos en la comisión de Desarrollo Social de las Naciones Unidas Nueva York, la asamblea Endo latinoamericana del Parlamento Europeo en Bruselas, El panel de personas eminente sobre las relaciones de las Naciones Unidas con la Sociedad Civil, reunión de consulta regional latinoamericana, Río de Janeiro y el Students foro 2000 Praga, entre otros.

Como solemos consensar de trata en esta ocasión nuevamente de una reconocida personalidad académica sin mayo preámbulo damos paso a escucharlo.

Bienvenido, doctor Rossi.

Doctor Federico Rossi: Bueno, muchísimas gracias por la presentación tan generosa, quisiera agradecer a las autoridades del Instituto Nacional Electoral de México, por la invitación a disertar, por la que me siento profundamente honrado.

Sin más, comenzaré con mi disertación, en el día de hoy me concentraré en ir detalladamente respondiendo seis preguntas centrales, cómo y en qué sentido, democracia y movimiento sociales se relacionan. 

Es decir, el papel que los movimientos sociales juegan en la construcción, defensa, expansión y redefinición sustantiva de la democracia en y más allá de las esferas estatales del poder. 

Como no es obvia su respuesta, compartiré pantalla en este momento. 

Disculpen los problemas técnico, creo que ahí están viendo la pantalla, ¿no?

Como no es obvia su respuesta, mi primera pregunta es: ¿Qué son los movimientos sociales?

Los movimientos sociales no constituyen una organización equivalente, pero diferente a los partidos políticos, sindicatos o grupos de interés, sino que son un conjunto de actores más complejo e informal. 

Los movimientos sociales se diferencias de los grupos de interés por su estrategia y ubicación en la arena sociopolítica. 

Mientras tanto, generalmente son definidos por buscar influenciar las decisiones de gobierno, es habitual que quienes participan en los grupos de interés tengan acceso a los ámbitos donde las autoridades toman las decisiones, por lo que son definidos como parte del espacio de actores reconocidos como legítimos por los gobernantes. 

Los movimientos sociales se distinguen por no ser ni poseer una organización central, sino múltiples instancias de colaboración con diversa intensidad y alcance. 

Si el caso en cuestión es el de una asociación formal que domina todas las esferas, no es posible afirmar que sea un movimiento, sino una organización política, aunque no son fenómenos espontáneos y en general tienen una o múltiples instancias de coordinación, para participar no es requisito adherir a ninguna organización.

El movimiento verde es ilustrativo al respecto, no hay ningún sindicato en particular ni la sumatoria de los mismos, sino que un conjunto más amplio de grupos formales e informarles que movilizan y disputan los reclamos de los sectores populares. 

Los sindicatos son el componente más formalizado del movimiento obrero. 

La informalidad es un componente de un movimiento social, sin embargo, también las coaliciones son redes informales de diversos grupos y organizaciones en post de un propósito.

Pero a diferencia de los movimientos, éstas no poseen una identidad compartida que partida conectar eventos y actores en diversos momentos y lugares. En otras palabras, no conforman un nosotros, sino una sumatoria de grupos aliados por un objetivo.

Si pensamos en el movimiento ambientalista, más allá de sus diversas orientaciones y organizaciones, éste lo es porque se concibe como tal y conecta acciones colectivas pasadas con las del presente, como parte de un mismo conflicto en el que se inscriben.

Los movimientos requieren de creencias compartidas que les den una identidad. Como argumenta Alberto Melucci, los actores producen la acción colectiva porque son capaces de definirse a sí mismo y de definir sus relaciones con el ambiente, otros actores, recursos disponibles, oportunidades y obstáculos

En otros términos, para que la acción colectiva política sea posible, es imprescindible que los individuos y grupos delimiten algún tipo de identidad, que les permita accionar junto con otros y definir el contenido de las relaciones en conflicto.

A pesar de ser fundamental, la identidad no es estática, sino que es producto de la interacción que el movimiento establezca con aliados antagonistas.

Es en la relación con los otros que le metieron un movimiento resignificado. Existen muchos movimientos donde participan mujeres, pero no todos hechos pueden definirse como movimiento feminista, aunque ya se habían organizado como mujeres en el movimiento sufragista para exigir el derecho a votar y participar en la vida política es solo desde la aparición de un movimiento que busca cambiar las relaciones de género, que subordinan a la mujer al varón, que se nuclean en base a la pertenencia que provee a sus participantes la distinción de género.

En otros términos, el movimiento feminista se distingue de todo otro agrupamiento político con mujeres, en la medida que constituye una identidad colectiva, es decir, un nosotras las mujeres, que las distingue y une en un objetivo político vinculado a las relaciones de género.

En resumen, la identidad colectiva sustentada en principio de solidaridad, que den forma a una sensación de pertenencia y creencias compartidas, es condición necesaria para la existencia de acción colectiva sostenida en el tiempo.

Debido a su extensión temporal más allá de una protesta, la identidad colectiva de los movimientos sociales definida y redefinida en las múltiples instancias de vinculación, cooperativa o conflictiva que establezca con otros actores.

Por consiguiente, defino los movimientos sociales como redes informales de interacciones orientadas al conflicto, compuestas por individuos, grupos y/u organizaciones que, a partir de solidaridades compartidas, proporciona una identidad política colectiva y utilizan la protesta como un medio, entre otros, para presentarse en la arena pública.

En otras palabras, un movimiento social no es una organización, aunque muchas veces las contiene, ni un tipo de conflicto se inscriben ellos, o una tendencia artística cultural, aunque puede expresarse en muchas ocasiones con instrumentos culturales. 

Requiere de una entidad colectiva, sujeta a redefinición; está siempre orientado al conflicto el que no es necesariamente violento; y es en esencia político.

Si nos interesa dilucidar la relación de este grupo de actores con la democracia, antes debemos responder a una segunda pregunta: ¿Qué es la democracia? La democracia no puede definirse simplemente en términos de su origen etimológico, ni únicamente sobre la base de sus fundamentos en la antigua Grecia.

En el periodo actual, la democracia es un concepto ampliamente controvertido y altamente político.

Una definición común es la basada en una serie de agregativa y minimalista de procedimientos institucionales y derechos cívicos, con variantes basadas en una comprensión más sustantiva de la democracia.

Otros enfoques se ocupan en cómo lidiar con esta agregación, o incluso si una agregación de intereses es la mejor definición.

Alguna de las perspectivas más relevantes son la democracia deliberativa, las teorías de acción comunicativa y la radical, la agonística.

Si el concepto de democracia contiene tal probabilidades de significados, corre el riesgo de convertirse en un significante vació, una palabra que implica una aspecto tan amplio de conceptos, que se pierde la relación entre el término en sí, el significante, ya que se refiere el significado.

Esta determinación excesiva es el resultado de la centralidad política y teórica de postular una respuesta a la pregunta de qué significa democracia y quién puede ser visto como democrático.

La investigación empírica más fructífera sobre la democracia, se ha logrado a través de estudios de los procesos de democratización.

Desde la transición a la democracia en el sur de Europa y América Latina, a finales de la década de 1970 y 1980, este debate ha sido central para la ciencia política dentro de una concepción mínima procedimental agregativa de la democracia.

La llama postverdad como poliarquía.

Por tanto, separada de la igualdad socioeconómica y de oportunidades, donde la participación ciudadana se limita el voto. 

Por lo tanto, en ese enfoque, la consolidación de una democracia procedimental está generalmente vinculada al final del proceso de democratización, como lo indican las primeras elecciones libres y abiertas y el final del periodo de incertidumbre. 

Además del elitismo históricamente inexacto de este enfoque, está entrelazado con otros dos problemas. 

El primero de ellos es la falacia del electoralismo, que equipara la democracia con las elecciones. 

Como dicen Philip Smith, por muy centrales que sean para la democracia, las elecciones ocurren intermitentemente y solo permiten a los ciudadanos elegir entre las alternativas altamente agregadas que ofrecen los partidos políticos. 

El segundo problema es la insuficiencia de la representación moderna, para conciliar los intereses en beneficio de los ciudadanos. 

Como sugieren Bernard Manin, Adam Przeworski y Susan Stokes, utilizando modelos representativos prospectivos o retrospectivos, es imposible hacer que las élites políticas ejerzan el mandato de los ciudadanos y luego hacerlas responsables de los mismos. 

La cantidad y el alcance de las decisiones tomadas por las autoridades son demasiados vastos y la medida de control de los ciudadanos a través de las elecciones no es suficiente para producir resultados positivos para la ciudadanía. 

En consecuencia, sostengo que, en una comprensión ampliada de la democratización, el debate sobre la consolidación y calidad de la democracia debería extenderse para evitar llegar a un fin de la historia de tipo hegeliano. 

La democracia no puede considerarse consolidada sin la aplicación universal y efectiva de los derechos de ciudadanía, que trasciende la libertad del voto. 

Las concepciones deliberativas y agonísticas de la democracia post representativa, podrían ofrecer formas de avanzar en este sentido. 

Una visión común a las teorías de la acción deliberativa y comunicativa es, como dice Joshua Cohen, que una decisión es colectiva cuando surgen arreglos de elecciones colectivas vinculantes que establecen condiciones de libre razonamiento público entre iguales, que se rigen por estas decisiones. 

En este sentido, Habermas separa la dimensión procedimental de la acción comunicativa de la naturaleza sustancial del contenido de la deliberación. 

Rawls, por su parte, percibe una reconciliación contractualista liberal de procedimientos y sustancia, a través de una serie de principios de justicia, basados en la capacidad de las partes divergentes para dejar de lado sus propios intereses y particularidades. 

Las críticas post representativas más importantes de estas visiones han venido de Chantal Mouffe.

Si bien Habermas y Rawls son optimistas sobre la posibilidad de trascender el modelo agregativo e instrumental de la democracia, ambos proponen una deliberación racional entre iguales sin restricciones, ignorando la naturaleza hegemónica de cualquier consenso, es decir, que alguien siempre queda excluido.

Esto, por lo tanto, elimina la esencia política y conflictiva de una sociedad pluralista y democrática.

Simultáneamente, la concepción individualista conduce a una abstracción de la persona, de las relaciones sociales y de poder.

Como alternativa, Chantal Mouffe propone lo que llama pluralismo agonístico, reconociendo la necesidad del pluralismo político en la democracia ya que ningún actor puede atribuirse la representación de la totalidad social.

La principal contribución del pluralismo agonístico en nuestros propósitos, es ofrecer un criterio para la discriminación inherente a cualquier definición, algo que es esencial para la distinción de los elementos democráticos de lo que se está analizando empíricamente.

Si bien la naturaleza de lo político es el antagonismo, su definición como democrático implica la sustitución de la construcción esencialista de la relación entre opositores políticos, que implica que la eliminación física del enemigo es la única solución última, por la construcción democrática de ver, como dice Chantal Mouffe, a ellos, de tal manera que ya no sean un enemigo a destruir, pero un adversario, alguien cuyas ideas combatimos pero cuyo derecho a defender esas ideas no ponemos en tela de juicio.

Por lo tanto, la intención no es alcanzar un consenso totalmente inclusivo y racional, sino la creación de algún tipo de unidad en la conflictividad, en la conflictiva heterogeneidad humana.

Tal definición no puede separarse de su dimensión socioeconómica, las oportunidades materiales de participación, por lo que se entiende tener el tiempo, la energía, los recursos, la información y la instrucción necesarios para ejercer activamente a la ciudadanía, son un componente integral de la democracia.

Estas oportunidades materiales son cruciales para la capacidad de cualquier individuo de tener la posibilidad de decidir, concierta libertad, sus propios medios de participación en el ámbito político.

Partiendo de haber comprendido qué son los movimientos sociales y la definición de la democracia como pluralismo agonístico, es posible adentrarnos en la tercera y central pregunta que nos reúne hoy aquí, ¿Cuál es la relación entre movimientos sociales y democracia?

Existe una parcial correspondencia entre democracia y movimientos sociales, como iremos viendo.

La democracia tiene una clara dimensión institucional por la que muchos movimientos han luchado cuando revalorizaban la importancia de la libertad. La democracia contiene también una dimensión social que los movimientos expresan en su lucha por la dignidad, es decir, la economía política al proceso de democratización.

Analizar el rol de los actores políticos, sin sobredimensionar su importancia, implica comprenderlos sin asumir que el curso de la historia es el resultado deseado de la acción; pero reconociendo que sin acción política no hay transformación posible.

Y si la democracia es una situación constante de pluralismo agonístico, la confrontación de actores está en su esencia. Estas disputas son, principalmente, entre la elite y el pueblo cuando la verticalización del conflicto domina, pero no exclusivamente; también entran en disputa las batallas de sentidos entre lo hegemónico y lo subalterno y, por tanto, lo existente en tensión con la prefiguración de lo potencialmente diverso.

Es por ello que las formas de comprender la democracia, como delegativa, representativa, deliberativa o participativa, son parte de las disputas que los movimientos sociales sitúan en la arena sociopolítica, con formas a hacer política que, muchas veces, exceden los canales institucionales de lo dado; por ello, el conflicto político combina mecanismos institucionales y convenciones sociales, porque ahora es tanto formales como informales.

Como iremos viendo, donde todo esto se entrecruza es donde y como los movimientos promueven, expanden y descienden la democracia.

Entonces, interrogaciones más concretas debemos hacernos si buscamos comprender este punto entre cruzamiento entre movimientos sociales y democracia.

La cuarta y más específica pregunta es: ¿cómo contribuyen los movimientos sociales a la democratización, como cambio de régimen político?

La democratización favorece la emergencia de movimientos sociales por medio de la expansión de los derechos cívicos y la rendición de cuentas de las élites dirigentes. 

Sin embargo, los movimientos sociales contribuyen a la democratización solo ante ciertas condiciones:

Las movilizaciones colectivas muchas veces han creado las condiciones para la desestabilización de los regímenes autoritarios, pero también puede conducir a la intensificación de la represión o al colapso de un régimen democrático débil, especialmente cuando los movimientos sociales no se circunscriben a concepciones democráticas. 

Los movimientos anti migrantes y xenófobos, se movilizan persiguiendo las restricciones de derechos democráticos. Cuando movimientos emergen demandando soluciones autoritarias a las crisis políticas y económicas, los actores autocráticos obtienen una fuente popular de legitimidad como sucedió con las protestas para destituir a Dilma Rousseff en Brasil y su consiguiente golpe blando. 

En otros casos, movimientos tratando de promover la democratización, pueden llegar a producir, como consecuencia no deseada, un incremento en la represión estatal o facilitar la emergencia de actores autocráticos.  

Mientras que los movimientos de estudiantes, trabajadores y étnicos llevaron a la crisis del régimen de Francisco Franco en España en la década de 1960-1970, los movimientos de trabajadores y de campesinos, así como el contra movimiento fascista, con tribuyeron al fracaso del proceso de democratización de Italia, en la década de 1920 y 1930. 

En muchos casos, no obstante, puede encontrarse una correspondencia entre movimientos sociales y promoción de la democracia.

Presionado por la expansión del sufragio o el reconocimiento de los derechos de asociación, muchos movimientos contribuyen a la democratización. 

Por lo tanto, una parcial, pero relevante correspondencia entre los procesos que promueven la democratización y los movimientos sociales, han sido mayormente reconocidos por los estudiosos del tema. 

Como la relación entre movimientos sociales y democratización no es simple, la cuestión es cuándo y cómo los movimientos sociales promueven la democratización. 

Los movimientos sociales juegan diferentes roles en cada etapa del proceso, como muestra el cuadro.

El rol de los movimientos sociales varía en las diferentes etapas del proceso mismo de democratización. 

Si analizamos estas etapas de un proceso de democratización en la clave que vengo sugiriendo, notemos que está, en general, vinculada a dos dinámicas disruptivas, un ciclo prodemocrático de propuestas y una creciente y masiva ola de protestas no sindicales. 

En España, Brasil y Perú, por ejemplo, las olas de huelgas fueron muy importantes durante todo o parte del proceso de democratización. 

Mientras que en Perú, la inicial democratización está en gran medida asociada a una ola de huelgas entre 1977 y 1980, contra un gobierno autoritario crecientemente impopular, Brasil experimentó una ola de huelgas entre 1974 y 1979, seguida por un ciclo de protestas entre 1978 y 1982, mayormente movilizado por movimientos urbanos.

Mientras algunas veces los ciclos de protesta y las olas de huelga convergen, en muchas otras las olas de huelgas son más fuertes en la primera etapa de resistencia, luego declinan y más tarde remergen durante la liberalización y transición, en coordinación con el pico de un ciclo de protesta originado por redes clandestinas de resistencia. 

Más allá de la relevancia de estos procesos contenciosos, una de las primeras causas que minan la legitimidad y el apoyo nacional e internacional al régimen autocrático, es el rol jugado por las redes clandestinas de resistencia.

Los estudiosos de los nuevos movimientos sociales latinoamericanos, fueron los primeros en estudiar el rol de la resistencia cultural y política a los regímenes autoritarios y la construcción de redes democráticas alternativas. 

Los movimientos de derechos humanos, los sindicatos y las iglesias promueven la deslegitimación de los regímenes autoritarios en foros internacionales como las Naciones Unidas y en clandestinas o abiertas acciones de resistencia a nivel nacional. 

La resistencia de estas redes ante el impacto de la represión, juega un rol decisivo en esta etapa, ya que puede llevar a divisiones en las elites autoritarias o totalitarias e incluso a forzar a que comiencen la liberalización elites que inicialmente estaban mal predispuestas a ello.

A veces la iglesia católica jugó un rol importante. En algunos países las altas jerarquías de la iglesia fuero parte de los poderes fácticos que apoyaron a los regímenes autoritarios, como en Argentina donde hasta participaron del terrorismo de Estado.

En otros países actores relacionados a la iglesia jugaron un rol prodemocrático. Este fue el caso de la vicaría de la solidaridad en Chile, la que condenó la represión y asesinatos ordinados por Augusto Pinochet, mientras ayudaron a coordinar sindicatos, partidos y activistas de base para organizar protestas contra el régimen de 1980.

En Brasil, con la incorporación de la teología de la liberación, la iglesia ayudó a crear espacios de empoderamiento por medio de las comunidades eclesiales de base. 

El rol jugado por las comunidades eclesiales de base, fue central en la lucha por la democratización. Y grupos católicos fueron agentes de una coalición prodemocrática con los sindicatos y los movimientos urbanos. 

Y en Polonia una coalición prodemocrática desarrolló una alianza entre la iglesia católica y el sindicato solidaridad. Lo que demostró ser muy importante como núcleo de la red de resistencia que ayudó a crear los recursos necesarios para las masivas movilizaciones durante la etapa de liberalización y transición. 

En ciertos casos, las redes cívicas fueron las que jugaron el rol de deslegitimación del régimen. Las madres de Plaza de Mayo y el Servicio de Paz y Justicia, entre otras organizaciones del movimiento por los derechos humanos, en coordinación con redes trasnacionales de activistas, iniciaron campañas nacionales y trasnacionales por la verdad y justicia, a fin de saber sobre el destino de los secuestrados y asesinados por las fuerzas armadas. 

Por medio del identificar y denunciar, los movimientos sociales contribuyeron a dañar la imagen del régimen autoritario en foros internacionales como el de la Organización de Estados Americanos. 

A pesar de estar cerrados los regímenes autoritarios a cualquier tipo de oposición, Margaret Tekin y Catherine Chicken, mostraron que se desarrolla un efecto búmeran, cuando las redes de derechos humanos sensibilizan a terceros países y organizaciones intergubernamentales para generar presión política sobre un régimen autoritario.

En particular durante la etapa de resistencia, los movimientos obreros y sus aliados pueden ser efectivos promotores de valores y principios democráticos que erosionan a los regímenes autocráticos y establecen las condiciones para la liberalización, que la liberalización suceda. 

Especialmente en América Latina y el sur de Europa, las organizaciones de trabajadores, así como otros movimientos sociales, muchas veces establecieron fuertes vínculos con organizaciones políticas de izquierda que resignificaron la importancia de la libertad en conjunción con la dignidad por la que se ha luchado.

La democratización requiere de la aceleración de ciertas dinámicas para que ocurra, esto produce la percepción entre las elites autoritarias de que no hay otra opción más que abrir el régimen si quieren evitar una eminente potencial guerra civil, o tomar violenta el poder por actores democráticos y/o revolucionarios.

Éste fue el caso de la fallida revolución socialista cívico militar de Portugal en 1974, que dio inicio a la transición hacia un régimen democrático, aunque capitalista, así como el efecto que produjo la prolongada insurgencia en El Salvador y en Sudáfrica.

La intensidad de las protestas y huelgas fue un rol crucial en la definición de las oportunidades que las elites del régimen tienen de llevada adelante una larga y controlada transición o una corte abrupta, pérdida del dominio que estas elites tienen del estado.

Durante la etapa de liberalización, la sociedad organizada remerge públicamente en una forma mucho más visible, luego de eliminar de algunas de las restricciones de lo que fue llamado la resurrección de la sociedad civil.

Durante esta etapa, los movimientos pueden promover la expansión de la transición hacia una efectiva democracia procedimental, o resistir el proceso de democratización.

De hecho, los sindicatos, los partidos laboristas o de izquierda y los movimientos urbanos, mayormente los asentamientos pobres y los distritos industriales han sido identificados como actores centrales en la búsqueda de la democracia. En Chile, los movimientos de pobres organizados por miembros del partido comunista en Santiago fueron uno de los principales promotores del ciclo de protesta de 1983 a 1987, que si bien no resultó totalmente efectivo, le dejó a Pinochet tan claro que algunas fuentes de legitimidad era necesaria para continuar en el gobierno, conduciéndolo a iniciar una controlada transición.

En el sur de Europa, las organizaciones de mujeres ejercieron una presión desde abajo durante las fases de liberalización, empujando al fascismo hacia una apertura.

En particular en España durante la ola de protestar populares que acompañaron a la liberalización del franquismo, las mujeres fueron parte de una suerte de resurrección de la sociedad civil. Y en algunas ocasiones, durante la fase de liberalización, un efecto boomerang es producido por la alianza de movimientos sociales con actores transnacionales, a fin de promover una transición y mejorar la calidad del proceso de democratización.

En América Latina, así como en Europa Oriental, estas alianzas resultaron ser cruciales para empujar la liberalización del régimen como una forma de distender la conflictividad social hacia una efectiva transición hacia la democracia procedimental.

Durante la transición a la democracia, los movimientos sociales suelen buscar la democratización, que sea social, y la eliminación de los poderes reservados que limitan la emergencia de la democracia, a pesar de que las oportunidades para la movilización se expanden debido a la gran incertidumbre que caracteriza esta etapa, nada está definido aún.

Y los ciclos de protestas pueden empujar hacia direcciones contradictorias.

En términos generales, la etapa de la transición está caracterizada por la movilización de una coalición prodemocrática de sindicatos, iglesias y movimientos sociales.

Sin esta coalición, la democracia es generalmente no es lograda, porque los contramovimientos que rechazan la transición es muy probable que empujen por la restauración del régimen autoritario o totalitario.

Algunas redes de derecho, militares también resisten la transición, o intentan lograr una caída violenta de la democracia. Esto es ejemplificado por el grupo militar Cara Pintada en Argentina, que al final de la década de 1980 intentó dar fin a los juicios contra militares que habían torturado y asesinado en el último régimen autoritario.

En otros casos la reacción viene de la nomenclatura del régimen, con el incremento de la represión como es el caso del aplastamiento de los movimientos estudiantiles chinos en 1998 y de Hong Kong en 2014, o los pedidos de apoyo externo para controlar situaciones en Polonia en 1981.

La dinámica de negociación entre las elites y la creciente radicalización de la irrupción callejera, intensifica la relación entre elites y movimientos, Chong Len argumenta que la lógica de la transición es múltiple, por un lado, mientras las movilizaciones afectan a negociaciones de elites al de introducir nuevos actores a la arena política, alteran las relaciones de poder entre las partes contendientes e insertan nuevas demandas en el proceso de re definición del curso de los acontecimientos y por el otro las negociaciones de elites afectan a movilizaciones porque el proceso de negociaciones mismo cambia el grado de aperturas de las oportunidades políticas para los movimiento al modificar los reclamos y los interlocutores aceptables en el proceso.

El momento en que la política es canalizada dentro de los partidos político, es considerado por la literatura que se enfoca en la democracia procedimental como el finalmente el periodo de transición democrática.

Este resultado sin embargo es solo uno de los tantos posibles en las transiciones reales, mientras que, en Argentina, Bolivia, le región Andina, la desmovilización no ocurrió luego de la transición, en países como Uruguay y Chile la política fue velozmente institucionalizada dentro del sistema de partidos, reemergiendo más tardíamente la movilización social.

Ciertamente la des movilización no es esencial para la consolidación, la que dependería en cambio de la presencia relativamente institucionalizado sistema de partidos en estados centralizados y fuertes fundó una población activa y movilizada para evitar que el juego político se cierre a una democratización de formas sin contenidos, en otras palabras, mantener a elites bajo continua presión popular luego de la transición, puede ser una fuerte central para que una exitosa consolidación suceda.

Sin dudas, los movimientos sociales, movilizados durante la liberalización y transición no se disuelven totalmente. Tan pronto como las instituciones de la democracia representativa comienzan a funcionar, muchos activistas se dedican a la construcción de organizaciones que son capaces de interactuar con estas instituciones; en el sur de Europa las mujeres que se habían movilizado a la lucha por la democracia participaron en la construcción de nuevas instituciones, a pesar de que la necesidad de construir instituciones democráticas redujo el espacio para la constitución de movimientos autónomos de mujeres, las organizaciones de mujeres emergieron y re emergieron.

Es cierto que las mismas características que ayudaron a los movimientos durante la liberalización y transición, es decir, una informal inflexible estructura organizacional, un énfasis en la organización de la sociedad frente al estado, un foco en la unificación de varios objetivos hacia la lucha contra el régimen autocrático, pueden poner en peligro su capacidad o alcance en la democracia procedimental, sin embargo, de los movimientos sociales no desaparece.

Las características del propio régimen, así como el específico camino de la transición, parecería que tiene un impacto en la capacidad de los movimientos sociales para adaptarse a los procesos de democratización, por ejemplo, la des movilización fue particularmente sede en Portugal, donde la consolidación democrática fue un poco más difícil, complicado por el involucramiento de los militares en una insurgencia masiva, que sin embargo no fue la expresión de un fuerte y bien organizado movimiento social.

La reconstrucción de la participación cívica, parecería que ha sido más fácil en España, donde los movimientos sociales se habían desarrollado en la década de 1960 y 1970, presionando para aprovechar la liberalización del régimen.

En Grecia, como en Italia, con relativamente más cortos regímenes autoritarios, el núcleo de los futuros movimientos sociales fue construido en el muy bien organizado sector armado de la resistencia, a pesar de que en Italia la represión al movimiento obrero en la década de los cincuentas, llevó a la parte de movilización.

Las presencias de los movimientos son apoyadas por partidos políticos, sindicatos, instituciones religiosas, pueden facilitar el mantenimiento de altos niveles de protesta, como pasó con la promoción que el Partido Comunista hizo de las protestas de pobladores y asentamientos pobres en Chile. 

El Partido de los Trabajadores y una parte de la iglesia católica con los movimientos rurales y los sindicatos en Brasil. 

Un movimiento medio ambiental en Europa Orienta son ilustrativos de esto 

En las visiones procedimentales de la democracia, la consolidación está generalmente asociada al fin del proceso de democratización por las primeras elecciones abiertas y libres. El fin del periodo de incertidumbre y/o la implementación de un mínimo de institucionalidad procedimental. 

La democracia, sin embargo, no puede ser considerada como consolidada, sino en efectiva aplicación universal de los derechos ciudadanos los que trascienden el derecho a votar. 

Entonces, llegados a este punto, la quinta pregunta que debemos formularnos es: ¿Cómo contribuyen los movimientos sociales a expandir la democracia más allá de sus límites representativos?

En esta etapa, los movimientos en muchos países luchan por los derechos de aquellos que fueron excluidos de la democracia de baja intensidad y reclaman una democracia más inclusiva.

Por ejemplo, reforma agraria, trabajo, derechos de las mujeres y de los pueblos originarios. Y el fin de los ligados autoritarios. 

Los reclamos de los movimientos enmarcados en el nombre de derechos, ciudadanía y sus prácticas juegan un rol central en la creación de la ciudadanía.

Como observó Joe Foweraker, la lucha por los derechos tiene un impacto mucho más que retórico, la insistencia en los reclamos por los derechos a la libre expresión y reunión, son una precondición para el tipo de colectivo y democrático proceso de toma de ciudadanos que educa a ciudadanos. 

En otras palabras, los movimientos sociales generalmente pueden, producen impactos de largo plazo que no son únicamente institucionales, sino también culturales y sociales.

Estas transformaciones se desarrollan por medio de las prácticas y valores alternativos de los movimientos que muchas veces ayudan a sostener y expandir la democracia.

La campaña del “Y una menos”, produjo la visualización y debate público de la violencia machista, abriendo la puerta a diferentes discusiones en las escuelas entre familiares y amigos y hasta generando legislación sobre la reorganización del Estado en la Argentina. 

Los logros de esta campaña son el resultado de décadas de creciente organización del movimiento feminista en ese país.

Es por ello que los movimientos sociales a veces son importantes en la expansión de la democracia, encarando la superación de la democracia representativa por medio de experimentos de la democracia participativa y deliberativa. 

Si bien no siempre los movimientos sociales se interesan por explorar formas alternativas de organización sociopolítica, en muchos casos sí buscan expandir las fronteras enlodado como lo único posible. 

Este puede ser un proceso consciente y buscado con importantes debates y reflexiones, como el producto de la acción misma en la prefiguración de una forma política novedosa que se construye a través de la praxis. 

Las formas de organización sociopolítica que desarrollan y promueven los movimientos sociales, se entrelazan contradictoriamente los valores dominantes con otros alternativos expresados por los activistas.

El modelo organizativo de un movimiento no es un resultado meramente utilitario, y bien puede expresar el interés en la experimentación, con configuraciones organizativas alternativas, en una especie de laboratorio en el que los actores ponen a prueba su capacidad para desafiar los códigos culturales dominantes, como dice Alberto Melucci. 

Además e incluso en los casos en que el uso de nuevos formatos organizativos no es la principal preocupación, la decisión a favor de un modelo sobre otro, es el resultado de un proceso de aprendizaje colectivo, basado en legados pasados positivos y negativos. 

El movimiento zapatista que se basa en la autonomía, la anti jerarquía, la democracia directa y que no reclama el poder estatal, sino que construye estructuras políticas y comunitarias alternativas, es un claro ejemplo de luchas por expandir la democracia, más allá de sus horizontes representativos actuales. 

La democracia es un proceso sin fin de aprendizaje de prácticas sociales, que exceden el marco institucional, de un régimen político. 

Las búsquedas de nuevas formas políticas de organizar a la sociedad están permanente mediadas por la memoria de otras experiencias positivas y traumáticas.

Este aprendizaje se genera gracias a la paulatina construcción de la confianza en que se preservará la heterogeneidad y, en consecuencia, se supera el miedo de hacer política juntos, que produce la represión estatal y paraestatal. 

Si este difícil desafío es logrado, los movimientos juegan un importante rol en la movilización contra los persistentes patrones de exclusión, los legados autoritarios y las tendencias plutocráticas que la representación promueve. 

Las democratizaciones en Europa Oriental y América Latina, estuvieron marcadas por, en el primer caso, una triple transición hacia el capitalismo, la democracia y, en algunos casos, la redefinición de estados-naciones, como la división de Checoslovaquia y la independencia y las independencias de los países bálticos.  

En el segundo caso, en nuestra región, la transición fue doble, hacia una democracia pluralista liberal y un capitalismo neoliberal.

Estas formas de democratización potenciaron las tendencias plutocráticas inherentes a la delegación de las decisiones sociopolíticas.

Un proceso de reforzamiento mutuo entre la deliberación representativa y la multidimensional desigualdad social del capitalismo neoliberal, es la mayor amenaza para la democracia, lo que nos lleva a nuestra sexta y última pregunta a responder hoy, que es: ¿cómo contribuyen los movimientos sociales, a evitar que la democracia transiciones hacia una plutocracia?

Para responder a esta pregunta necesitamos adentrarnos en la economía política de las relaciones entre movimientos sociales y democracia, la que conecta las dinámicas de democratización con las disputas por la expansión o reducción de la arena sociopolítica, en la incorporación de los movimientos populares como actores legítimos del juego político. 

En otras palabras, propongo observar la democratización en su doble condición de unificar el rol de los movimientos sociales, en la lucha por la libertad, es decir, los derechos cívicos, con la lucha por la dignidad, o sea, los derechos sociales, en una reconexión de las esferas sociopolíticas y socioeconómicas de la democratización.

La dinámica central de los movimientos sociales que congregan a los sectores populares en cada modelo de desarrollo capitalista, es la construcción disruptiva de la cuestión social y las pujas por la expansión o reducción de la arena sociopolítica.

Esta lucha está ligada al patrón de desigualdad, modificado, reforzado y vedado o heredado al grado de mercantilización de las relaciones sociales y al tipo de estratificación social que produce cada modelo de desarrollo.

La forma en que se expresa y articula la cuestión social está vinculada a quiénes son los principales actores movilizados, y qué intereses se asocian a cada modelo de desarrollo para legitimar a estos actores.

Cuando las protestas se organizan en movimientos, esta acción colectiva también está vinculada a propuestas revolucionarias y reformistas para la transformación del patrón de desarrollo capitalista.

Los arreglos de intermediación de intereses son un resultado institucional de la cuestión social, en la búsqueda de pacificar la disrupción producida por las víctimas organizadas de un modelo de desarrollo.

Es por ello que el papel de los movimientos sociales en el cambio o la estabilización del capitalismo democrático o autocrático, es un tema crucial.

Dentro de los múltiples caminos del capitalismo, América Latina no presenta un desarrollo lineal, sino más bien una combinación de olas, ciclos y péndulos, junto con una gran parte de ritmos rapsódicos que responden, principalmente, a las reacciones de las élites a la disrupción colectiva.

Los intereses de las élites económicas a menudo entran en conflicto entre sí y con los de las élites políticas, estos conflictos y las disputas, a veces violentas, que producen, pueden crear oportunidades para los movimientos sociales. Es por ello que si la lucha por la libertad no es escindida de la lucha por la dignidad, la cuestión social del modelo de desarrollo capitalista imperante que algunos movimientos promueven, irradia “dar” resistencia a la metamorfosis plutocrática a la que tienen las democracias neoliberales.

La historia de los movimientos obreros en América Latina es la más ilustrativa de este punto, ya que es tan compleja y multifacética como la propia región. Su historia se ve atravesada por tres dinámicas interrelacionadas, los conflictos redistributivos y sus zonas de incorporación y desincorporación; la democratización y las rupturas autoritarias; y revoluciones, levantamientos anticoloniales y socialistas.

Dentro de estas dinámicas, una división estratégica constante en los movimientos obreros ha sido, si se debe intentar una transformación revolucionaria del capitalismo o aceptar el sistema y concentrar los esfuerzos en mejorar las condiciones de trabajo y de vida a través de reformas graduales.

Esta discusión estratégica que ha ocurrido tanto dentro como fuera de los sindicatos, ha dominado toda la historia de los movimientos obreros y ha involucrado a todos los principales grupos políticos, anarquistas, socialistas, comunistas, sindicalistas y nacional populistas.

A pesar de que, en la doble transición de América Latina los movimientos obreros jugaron un papel importante, el poder decreciente del trabajo organizado significó que el trabajo recuperó su libertad de organizarse, negociar, participar y votar, pero dentro de los límites de una economía dedicada al sector privado y un sistema político dedicado a la estabilidad, como dice Paul Drake.

Como resultado, la doble transición permitió el resurgimiento de la protesta y la organización popular, al mismo tiempo que debilitó el trabajo organizado, haciendo que los sindicatos perdieran su papel privilegiado en la articulación y representación de los intereses en los sectores populares. 

Estas transformaciones produjeron una variedad aun mayor de grupos y demandas y colocaron a los movimientos populares a la vanguardia en la resistencia al neoliberalismo y la lucha por la reincorporación.

Desde la década de 1990, las coaliciones multisectoriales se convirtieron en una estrategia común con una multiplicidad de movimientos surgiendo y desarrollando todo tipo de campañas. 

El crecimiento de movimientos identitarios como los movimientos afrolatinoamericanos, los movimientos LGBTTTQI+, se vieron favorecidos por estas transformaciones. 

Mientras tanto, algunos movimientos basados en las élites se metamorfociaron en movimientos populares, instancias y ONG’s, lo que favoreció la expansión de reclamos basados en políticas como la salud y los derechos de los consumidores. 

La territorialización de los actores populares aumentó a medida que los arreglos corporativos se debilitaron o disolvieron con la doble transición. 

Al mismo tiempo, la estructura social de América Latinas cambió con el crecimiento visible de la desigualdad de ingresos y la informalidad laboral. 

Como resultado, las lógicas funcionalista de provisión de bienestar cambiaron, a medida que disminuyeron las oportunidades laborales masculinas formales, también lo hizo la centralidad de las estructuras familiares patriarcales.

En algunos casos estas dinámicas favorecieron el surgimiento de las mujeres como proveedoras y como actores de bases cruciales en muchos movimientos. 

La cuestión social de la doble transición en América Latina, por tanto, es la de la organización de las víctimas del neoliberalismo, por volver a ser parte de la sociedad, con libertad y dignidad.

Con la recuperación de los derechos cívicos durante la década de 1980 y 90, el objetivo principal de las luchas sociales es el de reconectar la vida de los sectores populares con la arena sociopolítica, como asalariados con derecho a la dignidad.

En Argentina, la lucha por la reincorporación se sostuvo a través de los esfuerzos coordinados de los sindicatos y el movimiento piquetero en un proceso puramente urbano.

En Brasil, los sindicatos urbanos y rurales, y los movimientos campesinos sin tierra, lucharon para reincorporar a los sectores populares, utilizando una mezcla de estrategias urbanas y rurales. 

Durante este periodo el repertorio de estrategias se amplió con varias exploraciones para unificar la búsqueda de la libertad con la de la dignidad. Piquetes, asambleas y ocupaciones de fábricas se expandieron por toda la Argentina, en un efecto domino de revueltas sociales.

Coaliciones contra las maquiladoras en Centroamérica y México se volvieron muy importantes en el cuestionamiento de la modificación de las prácticas industriales y la cooperación en ejes especializados con movimientos populares, reformularon el papel del Poder Judicial en la política democrática, en algunos países. 

Las influencias de las luchas por la redefinición de los patrones de desarrollo tuvieron un efecto interesante en Bolivia y El Ecuador. 

En estos dos países se ha impulsado una idea de modelo diferente que proviene de los movimientos indígenas, con el objetivo de superar el desarrollo liderado por el mercado. 

Bajo el nombre del buen vivir o vivir bien, en ambas variantes significa el desarrollo compuesto por una visión ecologista, sostenida de una cosmovisión indígena andina del bienestar humano, que permanece dentro de los límites de la naturaleza, en oposición a la sumisión de la naturaleza o los planes humanos. 

Esta propuesta ha sido incorporada a las constituciones de Bolivia y Ecuador, y su aplicación ha sido contradictoria dentro de las políticas de cada país. 

Éstas y otras propuestas fueron ayudadas por el foro social mundial, como un espacio central de agonismo pluralista que fortaleció la coordinación multisectorial y la discusión de alternativas al modelo de desarrollo liderado por el mercado. 

La expansión de la arena sociopolítica y el costo de la incorporación en políticas sociales y reformas estatales fueron resistidas, por lo que Jorge Mangonnet y María Victoria Murillo llamaron protestas de la abundancia, debido a su disruptivo posiciona la redistribución por parte de aquéllos económicamente mejor posicionados.

Las protestas de abundancia pueden considerarse como lo opuesto a las protestas contra la austeridad, que generalmente impulsan los movimientos de base popular.

Una economía moral de las protestas de la abundancia podría arrojar luz sobre cómo se perciben y articulan respuestas disruptivas de los ganadores de modelo de desarrollo.

Mientras tanto, el principal proyecto hegemónico de Estados Unidos en el continente de la doble transición fue la aprobación de tratados de libre de comercio y la liberalización total de los mercados, provocando una respuesta de resistencia sin precedentes a este plano.

En la década de 2000, sindicatos y movimientos desarrollaron exitosa colección continental, la alianza social hemisférica. Para resistir el área de libre comercio de las américas y otros proyectos neoliberales que habrían reducidos los derechos laborales, sociales y ambientales.

La gran depresión de 2008 llevó a una mayor movilización, tomando dos formas: por un lado, actores populares que se organizan para evitar otra desincorporación, y por el otro, surgimiento de protestas de derecha que resisten las políticas de incorporación.

La pandemia de COVID-19 evitó la recuperación y colapsó la economía de la región, mientras tensionó al límite la resiliencia de la democracia.

Las consecuencias siguen siendo devastadoras para todos los latinoamericanos en un espiral de múltiples crisis desencadenadas por la pandemia.

En este contexto, los movimientos sociales tuvieron que buscar formas alternativas de desarrollar estrategias que pudieran defender la democracia en una nueva y cambiante realidad.

Y en algunos pocos casos se logró discutir un modelo de desarrollo pospandemia para América Latina.

En pocas palabras, reconectar las luchas por la dignidad y la libertad no resulta tarea simple; pero cuando sucede, es el momento en que los movimientos sociales evitan que la democratización se frene en una suerte de esclerotización de formas decisionales estatales excluyentes, siendo…

Fueron las trágicas experiencias de perder los derechos sociales y cívicos simultáneamente en las décadas de 1970 y noventa las que llevaron a que la mayoría de los movimientos sociales revalorizara el entrelazamiento de la dignidad con la libertad, como intrínseco a la lucha por la democratización.

Para concluir, algunas lecciones sin idealizar de la relación entre movimientos sociales y democracia.

No son siempre ni todos los movimientos sociales promueven la democracia, no debemos reconocerlos como una forma política que es un instrumento, debemos reconocerlos, perdón, como una forma política, que es un instrumento disponible en el repertorio posible de acciones colectivas, de actores tanto autocráticos como democráticos.

Pero si estos movimientos salieran a la lucha por promover, preservar y expandir la democracia como aquí la definí, es posible encontrar diferentes roles jugados en la democratización, entendida como un proceso eternamente inconcluso, cuando la importante democracia procedimental se ha logrado, los movimientos a veces ayudan a expandir la masa ya a una visión mínima.

Esta lucha que es parcialmente consciente y sucede en la praxis misma de la forma de movimiento social permite prefigurar formas que trascienden la representación. 

Los esfuerzos por revertir las tendencias delegativas y plutocráticas de las democracias capitalistas, son el mayor desafío actual para los movimientos sociales que han revalorizado las luchas por la dignidad con libertas. 

Estas, claramente, no son tareas menores ni fáciles. 

Muchas gracias por su atención. 

Presentadora: Muchas gracias, doctor Federico Rossi.

Para continuar, damos la palabra al licenciado Edmundo Jacobo Molina. 

Secretario Ejecutivo del INE, Edmundo Jacobo Molina: Muy buenas tardes, muchas gracias al doctor Rossi por su conferencia en un tema por demás pertinente y más en estos momentos.  

Es difícil pensar a la democracia sin movimientos sociales, tanto en su creación y luego en las diferentes etapas que el mismo doctor Rossi ilustra en un cuadro en su charla, desde la lucha por la apertura de los regímenes políticos para abrir la posibilidad de las distintas manifestaciones y la diversidad de opiniones hasta aún en los regímenes consolidados. 

Y ahora, hoy en día en nuestros países, en el mundo en general vemos cómo el tema de la democracia, movimientos sociales y los hechos asociados a las mismas, son un hecho de todos los días que recorre desde el oriente más tradicional hasta lo que consideramos sociedades democráticas consolidadas y demás. 

Por esto, el tema de la charla es fundamental para provocarnos la reflexión necesaria y, sobre todo, yo diría y eso agradecerle al doctor Rossi, salir del empobrecimiento que está viviendo el debate académico y el debate político, el debate social en torno a lo que nos es común. 

Hoy recorre el mundo los juicios maniqueos de blanco, negro, amigo, enemigo que busca simplificar la complejidad en el dicho de quién está conmigo y quién está contra mí. 

Y creo que uno de los graves problemas que vivimos en las sociedades contemporáneas, es justamente el empobrecimiento del debate serio sobre la vida política, la descripción de la misma, desde el ámbito de la academia hasta el ámbito de la deliberación pública en las campañas políticas por puestos de representación o puertos gobernantes, o bien, en las mismas marchas, en las mismas calles que de manera espontánea o de manera, como el doctor Rossi lo describe en su charla en torno a una causa común, se van congregando diferentes opiniones de movilización en las propias calles.

Pero creo que, lamento decirlo en estos términos, sí hay un empobrecimiento que oscurece mucho el análisis de lo que está sucediendo. Y creo que la conferencia del doctor Rossi, viene justamente a colocarse en una posición de obligarnos a pensar con mayor seriedad y, sobre todo, muy documentada lo que es toda esta compleja, yo no diría transición, historia de la humanidad en la búsqueda de sus propios espacios. Estos temas son recientes, pero son muy viejos también. 

Para no remontarnos a la Atenas griega, pero el doctor Rossi por lo menos hace una referencia muy cuidadosa y sistemática, pues digamos desde mediamos del siglo XX y manifestaciones de esta relación entre democracia y movimientos sociales, hoy hasta el primer cuarto del siglo XXI.

Y reconoce que el carácter de estos movimientos puede ayudar, yo diría con David Altman en un libro que recientemente publicamos en Editorial Siglo XXI y el Instituto Electoral Nacional Electoral, donde hace una reflexión muy similar a este tema, al preguntarse qué sucede hoy en día con las formas de democracia directa o formas de democracia participativa.

Y coincidiendo con Rossi ,y yo totalmente de acuerdo con ellos dos, en que tenemos un deterioro y una crisis de la democracia en general y, sobre todo, de la democracia representativa, en donde los representantes o las instituciones de la democracia representativa están teniendo la crisis de que muchos sectores sociales no se sienten representados ahí, incluidos ahí. 

Y Altman dice por su cuenta: Las formas de democracia participativa, pueden llevar a refrescar la democracia representativa no sustituyendo a ésta, con lo que yo estoy de acuerdo.

Y yo creo que, permítame doctor Rossi, a lo mejor estoy estirando demasiado el argumento, pero usted parecería decir que los movimientos sociales pueden llevar, incluso, a refrescar, a llamar la atención de que las instituciones democráticas y las instituciones representativas están dejando fuera muchos temas que son de la mayor importancia para amplios sectores sociales.

Y que, entonces, busca una manifestación para hacer ver esas necesidades, esos problemas, se buscan fuera de las instituciones, fuera de las representaciones en el cuestionamiento a las mismas darse a conocer o expresar todo eso que aparentemente está fuera. 

Me recuerda esto lo que sucedió en México, en la década de los setentas, que Vargas Llosa describía a la democracia mexicana, porque en México nunca dejó de haber elecciones desde la Revolución de 1910. Claro, formas de instituciones democráticas, en donde ya antes de la convocatoria a la elección y una vez las campañas en marcha, sabíamos quién iba a ganar. Y Vargas Llosa describía aquello como la democracia perfecta.

O sea, siempre había consuetudinariamente elecciones, periódicamente elecciones, se renovaba la Cámara de Senadores, la Cámara de Diputados, las gubernaturas, la Presidencia de la República, pero ya se sabía cuál iba a ser el resultado antes de ejercerse el voto.

Y se llegó al límite absurdo de que en 1976 solamente hubo un candidato a la Presidencia de la República, el candidato del partido oficial, desnudando esta simulación democrática. 

Pero lo que sucedió fue que a la par y desde la década de los cincuentas con movimientos sociales de obreros, médicos, profesores; y después en los sesentas, sin duda, como movimientos estudiantiles.

Que algunos de estos compañeros, compañeras, que habían participado en estas dos décadas en estos movimientos, ante la desesperación de la cerrazón del sistema político incluso recurrieron a formas violentas para hacer sentir su presencia, inspirado en todo lo que fue la Revolución Cubana, sin duda, como un gran detonante de toda esta cuestión.

Y parafraseando la conferencia del doctor Rossi, las élites más ilustradas, más inteligentes, ante esa evidencia de que ya ni siquiera había partidos de oposición que habían jugado ese papel, algunos de ellos muy dignamente, ya ni siquiera quisieron participar en la elección presencial de 1976, quedando un solo candidato a la Presidencia de la República, dejando desnudo entonces al sistema.

Y las élites políticas en México más ilustradas, llamaron la atención al respecto, que el límite al sistema estaba muy, muy cerca, y si no se ponía un remedio a ésta, la efervescencia social que no encontraba en las instituciones una representación, estaba buscando otras formas de movimientos, que incluso emulaban el guevarismo y demás, en fin.

Pero éstas son, digamos, casos, podría decirlo yo, virtuosos de empujar desde movimientos sociales para abrir un sistema político cerrado, y llevar hacia la democratización.

Se hace en México una gran reforma, la de 1977, que abre el sistema, estamos cumpliendo 45 años de aquel evento, donde se anuncia esta reforma, que incluso lleva el registro hasta el partido comunista, y digo hasta el partido comunista porque había amplios sectores que, obviamente, se negaban a un reconocimiento de esta naturaleza, a los cuales les parecía demasiado, ir demasiado lejos, habría que abrir el sistema, pero no hasta allá.

Pero bueno, se da cabida y se abre el sistema de la contienda electoral a la representación, a diferentes manifestaciones, sobre todo de izquierda, sin duda, que habían sido excluidos, pero también algunas otras manifestaciones de derecha, que luego se nos olvida en esa historia reciente tomar cuenta de eso, en fin.

Es el caso de México, y lo pongo nada más como referencia para acompañar la reflexión del doctor Rossi.

Pero por otro lado, también estos movimientos sociales que puedes llevar a una historia feliz, siempre en un contexto político específico, porque aquí la historia, lo sabemos bien, no es una historia lineal, es una historia cíclica con altas y bajas, pero por lo menos, en un primer momento lleva a abrir el sistema, a abrir hacia posibilidades reales de competencia política en la arena, en las campañas, etcétera.

También hay movimientos sociales que no buscan necesariamente esto, y que buscan cerrar los sistemas, son movimientos sociales con una manifestación a veces explícita, totalmente antidemocrática, y que no solamente cae, como dice el doctor Rossi, en la posibilidad de que caiga en las manos de las formas plutocráticas sino, incluso, en formas autocráticas.

Y la historia del siglo XX está llena de ellas, para los fascistas en Italia, los nazis en Alemania o los neo nazis ahora, en fin, que expresamente convocan al este juego maniqueo de buenos y malos, que al final de la historia buscan la exclusión de los otros, en esta idea de Schmitt, de que lo que se busca es destruir al otro y no de lo que se busca en una sistema democrático que es la convivencia civilizada en la diferencia y es en esa diferencia en donde se construye la posibilidad de encontrar soluciones pacíficas a lo que nos hace diferentes y por lo tanto lo que nos hace estar vivos en esa deliberación.

Entonces también yo diría, frente a eso y a las manifestaciones por ejemplo, la toma del capitolio recientemente en Estados Unidos podríamos catalogarlo como un movimiento social o de qué estamos hablando.

O, es equiparable por ejemplo con los movimientos sociales en Chile recientemente que llevaron incluso a redactar una nueva constitución aunque después en un referéndum la altísima participación de la sociedad Chilena dijo la mayoría, saben que no voy con esa reforma constitucional, o bien, es equiparable sus movimientos estudiantes en Chile insisto, la toma del capitolio, los chalecos verdes en Francia, o bien el caso mexicano en donde el movimiento de re generación nacional que llevó al actual Presidente de la República a esa posición, ahora es un partido político.

Yo sé que estoy mezclando demasiados ingredientes en una misma ensaladera y lo estoy haciendo apropósito en una provocación para repensar y no quedarnos en una idea mágica de que los movimientos sociales todos conducen en una dirección, si no hay una gran diversidad.

Coincidiendo con Federico Rossi en que la democracia representativa está pasando por uno de los momentos más oscuros de la historia de la democracia y que hay que refrescarla, hay que provocarla, hay que renovarla hay que recuperar esta idea incluyente, pero que confieso como un creyente en la democracia representativa y en lo más elemental de ella, que es el momento en donde todos nos igualamos y cada quien vale igual que su vecino independientemente de su posición ideológica, política, económica y demás, la democracia procedimental es un recurso fundamental de la democracia representativa.

Pero los miembros políticos que han llegado a posiciones de representación del gobierno, se han encargado de querer crear por el tapanco la escalera por la cual ellos ascendieron para no dejar que nadie más recorra ese camino.

En fin, la verdad disfrute mucho la conferencia, Federico la ha este… nos dio en un amplísimo recorrido de prácticamente 75 años y luego hace referencias muy particulares a la historia de nuestra querida América Latina y los movimientos en el Perú en Chile, las dictaduras en Brasil, Uruguay, en fin; y luego los diferentes matices que hay entre los movimientos sociales, aun en nuestro propio continente, y cómo hemos ido transitando por eso. 

Yo creo, la verdad, que nos dejas una tarea importante y dejaría hasta aquí mi intervención para dar lugar a preguntas, a comentarios. 

En esta idea donde nos señalas que, te voy a parafrasear, tú lo leíste y, por tanto, no lo voy a volver a leer, donde dices que una verdadera democracia es cuando no solamente pasamos a ejercer el libremente el voto y manifestarlos, sino cuando ésta invade la esfera social.

Perdón que te lo diga así, y se materializa, ¿no?

Voy a recurrir a la vida dicción de las ciencias sociales, cuando hay las condiciones materiales para que entonces esa competencia sea equitativa y la gente tengamos tiempo de salir a la calle y manifestarnos, y además tener posibilidades de acceder, por la vía, yo creo, de esta humilde democracia participativa, a puestos de representación y ser juzgados por lo que hacemos, rindiendo cuentas a la sociedad, que creo que eso es de las vertientes que hoy en día están desnudando otra vez, como México en los 70, a estas formas de representación que terminan siendo, perdón, poco representativas.

Pero es el cuento de nunca acabar en nuestra historia de occidente al menos, vamos a dejarlo en esos términos, en donde, de momentos de apertura de sistemas políticos pasamos a momentos donde se cierran estas posibilidades y efectivamente, por decirlo en términos hidráulicos, el torrente social abre brechas y vuelve a reconocer los cauces, aunque éstos en un momento se hayan secado. 

Yo esperaría solamente, que esto fuera de una manera pacífica y civilizada, y no a las pedradas “schmittianas”, perdón, Carl Schmitt merece todos mis respetos, aunque no concuerde con su punto de vista, pero creo que fue gran provocador que entre otras cosas nos tiene aquí.

Federico Rossi muchísimas gracias, perdón por mis impertinencias, pero tu conversación, tu plática nos coloca como muchos ejemplos de lo que hoy, lo que vivimos y lo que hoy estamos viviendo una vez más. 

Abrimos el espacio a comentarios y si quieres Federico, mientras te paso algunas otras que llegaron por acá, muy rápidamente dicen:

Internet, Eduardo Espinoza, Internet, los teléfonos inteligentes y las redes sociales son los recursos de los jóvenes para participar en el debate público con el que logran plantear la pronta solución de problemáticas, con independencia a los poderes tradicionales. 

Pregunta, ¿bajo esta perspectiva, se podría decir que los movimientos sociales en la era digital, no suponen un desafío al sistema político imperante, sino un cambio profundo en los sistemas democráticos, concretamente en el sistema de partidos?

Excelente pregunta, Eduardo. 

Ni Federico ni yo nos referimos a las nuevas herramientas de comunicación, que se vuelven mucho más que eso, hoy en día y ahí está la Primavera Árabe como un referente como un referente no tan cercano de las consecuencias que puede tener el uso de estas herramientas.

Arturo Figueroa dice: se puede hablar de democracia cuando las élites sociales son las que al final de los movimientos liberales ocupan posiciones importantes en el nuevo orden y los grupos con menor poder económico social, que en muchas ocasiones tienen fuerte participación, quedan en la misma posición en la escala social, en fin. 

Aquí aprovecho el comentario de Arturo, lo traía en la cabeza, se me pasó en el comentario, esto que mencionas también Federico, no todo lo que viene de afuera y los trasnacionales es malo, también abren brecha. 

Por ejemplo, en la Firma del Primer Tratado de Libre Comercio México, Estados Unidos y Canadá, una de las condiciones fue que se abriera una institución para la defensa de los Derechos Humanos en México.

En la renovación del tratado, ya con este Presidente de la República en 2019, una de las condiciones fue la apertura de la democracia sindical y fíjense qué curioso, viene, para decirlo en términos clásicos, del centro del imperio, pero claro, son los mismos sindicatos, las corporaciones sindicales en Estados Unidos, que ven que no hay una competencia leal y algunas fuentes de trabajo se están moviendo hacia México y reclaman, por lo tanto, en el marco del tratado, que haya la evidencia de una democratización en la elección de las dirigencias sindicales y en la legitimación de los contratos colectivos de trabajo.

Eso como algunos ejemplos de también de este mundo global, en donde el flujo no solamente es de abajo arriba, como creo que Federico quiere pintarlo en esta cuestión de los movimientos, sino también a veces es de arriba hacia abajo, incluso con tendencias trasnacionales, ¿no?

Guadalupe Almaguer pregunta: ¿estará entonces programado dentro de estas jornadas, una de la participación del movimiento feminista en la democracia?

Hemos tenido, Guadalupe, algunas conferencias al respecto, y sin duda, será un tema que seguiremos promoviendo. 

Y, te felicita Guadalupe, Federico Rossi, por la ponencia y bien por el INE. 

Te dejo, te dejo la palabra Federico, gracias. 

Doctor Federico Rossi: Bueno, muchísimas gracias por los comentarios y la reflexión que inspiró mi presentación. 

Son muchos temas, entonces, voy a tomar algunas cuestiones y también responder estas preguntas que surgieron del público. 

Digamos, si hay un riesgo de que los movimientos sociales también tengan… sean autocráticos desde ya, es decir, digamos, lo mencioné también en la parte de la presentación, porque, digamos, hay una serie de condiciones que se tienen que dar para que promuevan la democracia y una es de ya, es de que estén asociadas a unir la búsqueda y la lucha por la dignidad, junto a la libertad, y eso no está siempre dado.

Es decir, muchos movimientos autocráticos, fascistas o neofascistas dicen promover la igualdad o la dignidad de aquellos nacionales o de algún grupo étnico, cultural, lingüístico, religioso, y que para ello hay que restringir libertades e incluso hasta dar final a la democracia.

Entonces, por lo tanto, no aplicaría en ese caso.

Pero también es parte de la historia de gran parte de la izquierda, donde no se valoró hasta muy recientemente esa unión entre libertad y dignidad, y la lucha fue por la dignidad, dejando de lado la de la libertad, hasta que se pagó el alto precio de eso.

E insistí mucho al respecto, porque me parece que son, vemos, después destacó, obviamente, casos donde tienen un rol, porque muchas veces es olvidado pero existen esas otras alternativas.

Después, digamos, estos diferentes ejemplos si son equiparables con movimientos, en la toma del Capitolio en Estados Unidos por, digamos, sectores radicalizados de derecha, asociados a Trump y a los republicanos, o el ciclo de estallido social y proceso constituyente en Chile, y el proceso de creación de un movimiento, luego partido del actual Presidente mexicano como procesos equivalentes no son equivalentes desde ya.

Es decir, el caso del Capitolio, digamos, es un proceso de autogolpe o de Putsch, es decir, es un proceso que puede ser clasificado como un tentativo de Putsch, una cosa más parecida a lo que Hitler logró con éxito y Fujimori también logró con éxito, que no salió tal vez hasta por algún par de errores, que lo produjeron no tanto por mérito del otro sector.

Y lo que no hubo ahí es, por ejemplo, un proceso de contra movilización democrática o de defensa. Entonces, ahí no hubo un rol, justamente, de actores movilizados democráticos. La resolución fue desde las elites, y si cerró el proceso del… el actor movilizado no es muy democrático y es más autocrático.

Entonces, desde ya, es decir, la movilización y la utilización de la organización de movimiento social no hay que idealizarlo.

Lo opuesto es el caso chileno, es decir, justamente, el estallido social chileno es una dinámica en las antípodas del tentativo de Putsch de Estados Unidos, porque es el larguísimo proceso de transición democrática chileno porque, digamos, sigue hasta hoy en día, porque fue rechazada esa Constitución, pero, es decir, sigue rigiéndose el sistema chileno por una Constitución heredara, digamos, y construida por Pinochet y con una serie de limitaciones muy fuertes a las autonomías de decisión de los gobiernos electos democráticamente y con muchas restricciones a libertades.

Por tanto, ese estallido es como un gran momento disruptivo, que no es único de Chile, digamos, es muy tardío en Chile y habría que insertar la economía política de la democratización, como el elemento que hablo hacia el final, porque habría que asociar la intensidad y violencia con la cual los procesos de esta doble transición, de transición al neoliberalismo fue aplicada, y qué efectos tienen en las dificultades y para organizarse y movilizarse de las poblaciones.

Es decir, cuanto más intensamente y más violentamente tendió a aplicarse las reformas neoliberales, con sus efectos atomizantes, más difícil fue la reorganización de la sociedad, de la defensa y la lucha por libertad con dignidad.

Y el caso de Chile es ése, justamente.

En este mismo sentido, es posible interpretar, es un poco riesgoso, no me gusta hacer futurología, por eso tiendo a trabajar más con procesos cerrados, pasados, pero el fracaso del proceso constituyente es porque el estallido social chileno fue mayormente inorgánico, es decir, no se constituyó un movimiento social ni varios movimientos sociales, no tiene por qué ser uno, sino que hubo un fuerte movimiento de estudiantes que fue cimentando las condiciones para muchos años.

Pero en el momento del estallido, se atomizó. Ese proceso de atomizado se expresó en la constituyente y se expresó nuevamente en la incapacidad de la población para reorganizarse en algún tipo de actor que proponga una alternativa. 

No a decir, la elección llevó a un candidato nuevo y a una tendencia diferente completamente para la historia reciente chilena, pero no abrió las torres de abajo. Es decir, parecería que el proceso se relevitizó en una renovación de élites, hacia la izquierda.

Pero no parece tener su correlato social o preservar esa disociación que hubo históricamente.

Entonces, ahí hay un punto que requiere mucho estudio y análisis, porque es muy diferente a otros estallidos sociales como el de la Argentina del 2001, donde hubo actores que pudieron canalizar el proceso.

El caso de México contemporáneo lo veo como un proceso, digamos, en términos estrictamente de institucionalización de un movimiento social en un partido y la metamorfosis de los movimientos a los partidos existen y suceden. Y muchos partidos políticos son el instrumento electoral de movimientos sociales. 

No, no es único eso, es decir, sucede hacia derechas e izquierdas. Es decir, el movimiento obrero tiene sus partidos, a veces muchos, a veces uno. 

Es decir, el movimiento peronista en Argentina tiene sus instrumentos electorales, sus partidos, son más de uno, a su izquierda y a su derecha, incluso. Entonces, esa es la característica que plantea al principio los momentos sociales, o, sea, son redes complejas que excluyen múltiples instrumentos organizativos. Y, entonces, a veces eso genera tensiones e “incoherencias”. 

Luego, pasando, entonces, son procesos interesantes de movilizaciones sociales, pero diferentes. Es una interesante provocación que, digamos, que agradezco.

Por el otro lado, es cierto que no analicé la dimensión digital, el desafío que la forma de organización digital puede producir a las formas tradicionales de organización política.

Hay un gran debate, hay visiones un poco más idealizadas, que idealizan estas dinámicas y hay otras un poco más pesimistas, yo estoy entre medio, es decir, el estudio bonito es una etapa como la que hubo social, una idealización inicial y después un poco de descubrir que hay un acumulado “b” de todo esto. 

Por lo tanto, digamos, los movimientos sociales utilizando los instrumentos digitales pueden utilizarlos de la misma manera o diferente que otros actores políticos, pero no con instrumentos digitales pueden reemplazar o desafiar a un sistema de partidos. 

Son caracteres diferentes de participación y justamente los partidos políticos se convirtieron en grandes expertos en los usos de los mecanismos digitales, lo cual muestra que es una estrategia más, una esfera más, un ámbito más con limitaciones mucho más profundas, en mi opinión, que es el mundo de la realidad concreta y tridimensional de las personas, pero que, bueno, tiene un efecto, obviamente, en contextos autoritarios como el de la Primavera Árabe pudo hacer saltear espacios.

Pero también tiene efectos opuestos. Es decir, la censura y el control de las poblaciones es mucho más fácil, los procesos de totalización, digamos, cercanos al totalitarismo con estos mecanismos son mucho más posibles.

Entonces, no hay que idealizarlos, tienen un doble juego.

La otra pregunta yo la entiendo, digamos, traduciéndola a los términos en los cuales yo, digamos, vengo refiriéndome, a justamente la economía política en la transición, es decir, la pregunta yo creo entender que es, es posible que uno pueda hablar de que hay una democratización con promedio de un proceso que se ascensiona de la incorporación, es decir, la disminución de economía política del proceso, es decir, si lo que tenemos es dinámicas de movilización y reelección y renovación de élites, pero sin un proceso de expansión de la arena sociopolítica, ¿es posible hablar de democratización?

Bueno, es decir, es parte de lo que analizo como esa necesidad de darle una visión de economía política a la democratización, ¿no?, es decir, verla como expansión, como expansión más allá de lo representativo, pero también como expansión en la visión que va más allá de lo procedimental.

No es que una cosa excluya a la otra y hace que la otra no sea importante y no sea necesaria, sino que el proceso de democratización, por eso yo siempre digo democratización y no democracia, es eterno y abierto, es decir, nosotros estamos en un proceso de democratización o no, pero estamos en esa lucha, es decir, no estamos en la democracia como el final dado y cerrado. Entonces, los cuestionamientos y su apertura y continuidad es parte de ese proceso.

Es decir, en mi opinión, si no se asocia el proceso de movilización social a la expansión de la arena sociopolítica, y por tanto a la incorporación, es muy difícil hablar de que estamos expandiendo democracia, sino que más bien, está sucediendo eso que yo decía, el riesgo de entrar en un ciclo, digamos, y en un formato delegativo plutocrático.

Entonces, yo creo haber entendido por ahí la pregunta.

Secretario Ejecutivo del INE, Edmundo Jacobo Molina: Federico, pues muchísimas gracias, la verdad, por tu ponencia, la vamos a publicar para que no solamente quedé la grabación disponible en nuestro portal de Internet, y para quien quiera escucharla también llevará una edición.

Y la verdad, insisto como empecé, con esa en el tapete, un tema que hay que estudiarlo con mucho cuidado para no idealizarlo innecesariamente, pensando que cualquier movilización social conduce al buen camino para simplificar el argumento, cualquiera que sea lo que se define como buen camino o buen destino.

Y, de acuerdo contigo, la democracia no es un punto de llegada es un contigo, que sufre descalabros que viene y va, cómo es la historia de la construcción de las sociedades.

La idea utópica de una sociedad utópica donde ya lleguemos a encontrar el paraíso en cualquiera subvertiente desde lo más moderno del socialismo utópico hasta el mismo marxismo o bien el nirvana en fin, cualquiera que sea el destino manifiesto, es ilusorio, es ingenuo, siempre estamos reconstruyéndonos y construyéndolos y hay que preservar valores básicos.

Lo que tú dices es clave, libertad con dignidad, luchamos por la dignidad y nos fue tanto en eso que perdimos de vista la libertad y nos costó mucho.

Y yo creo que es la reivindicación de la libertad en dignidad y con dignidad, y con la construcción de espacios de deliberación entre nosotros de manera, yo insisto, civilizada en donde reconozcamos al otro pero no para destruirlo sino para debatir con él y enriquecerse con él.

Y eso, perdón, voy a volver a mi cantaleta, supone instituciones, aunque sea pocas con reglas básicas, aunque sean pocas, para poder encontrar ese lugar de confluencia y que fluya la libertad con dignidad alrededor con las instituciones, y que no quede apresada ni la libertad ni la dignidad en ella.

Federico, la verdad un placer escucharte y que permitas las provocaciones y la reflexión que continúe.

Muchas gracias.

Para el Instituto Nacional Electoral, de eso se trata, elevar el nivel de la discusión, llamar la atención sobre cosas que se dan por supuestas y que no debemos dejarlas pasar así nada más.

Muchas gracias.

Buena tarde en Buenos Aires.

Doctor Federico Rossi: Muchísimas gracias por la invitación, un placer y, bueno, da para mucho más desde ya.

Secretario Ejecutivo del INE, Edmundo Jacobo Molina: Quedarás invitado a volver.

Chao, buena noche a todas y todos.

Gracias.

Presentadora: Es así como concluye esta transmisión.

El Instituto Nacional Electoral agradece a quienes participaron en la Conferencia Magistral: “Democracia y movimientos sociales, y también a quienes han seguido la transmisión a través de redes sociales.

Que tengan muy buenas noches.

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