Presentadora: Bienvenidas todas las personas a la Ceremonia Institucional con motivo del Décimo Aniversario Luctuoso del Consejero Electoral, maestro Alonso Lujambio Irazábal.
Preside en este acto el Consejero Presidente del Instituto Nacional Electoral, doctor Lorenzo Córdova Vianello; la señora Teresa Toca, viuda de Lujambio; la Consejera Electoral del Instituto Nacional Electoral, Carla Humphrey Jordán; el expresidente Consejero del Instituto Federal Electoral, doctor José Woldenberg; y el Director General del Centro de Estudios Alonso Lujambio del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), doctor Horacio Vives Segl.
Agradecemos el acompañamiento del Consejero Electoral, doctor Ciro Murayama Rendón, así como de familiares y amistades del exconsejero Lujambio, integrantes de la Junta General Ejecutiva y del personal del Instituto Nacional Electoral.
Gracias también a quienes siguen esta transmisión en vivo.
Para dar inicio, damos la palabra al doctor Lorenzo Córdova Vianello.
Consejero Presidente del INE, Lorenzo Córdova: Muchas gracias.
Muy buenas tardes tengan todas y todos ustedes.
Es un privilegio tenerte aquí de vuelta en casa, José, lo mismo para ti. Muchas gracias por acompañarnos en este homenaje a nuestro querido Alonso.
Carla, colega, un placer, y gracias por la iniciativa de poder realizar este homenaje, pues a 10 años de la partida de nuestro querido y admirado Alonso.
Y muchas gracias también a Horacio, que su alma mater en el ITAM ha hecho una gran tarea de preservar y potenciar el legado de Alonso, de quienes todos hemos aprendido.
Muy buenas tardes tengan todas y todos, quienes nos acompañan en esta ceremonia institucional por el Décimo Aniversario Luctuoso de nuestro querido, el maestro Alonso Lujambio Irazábal.
Saludo, como decía, con mucho afecto a Teresa y a todos quienes nos acompañan en este evento.
Quienes tuvimos la enorme fortuna de conocer y convivir profesionalmente con el maestro Alonso Lujambio podemos dar testimonio de sus principales virtudes, tanto como académico, como estudioso en nuestros sistema político y como funcionario público de excelencia.
El colega Alonso Lujambio, como a él le gustaba llamarnos, incluso a quienes no éramos propiamente sus colegas, al menos cuando nos conocimos, sino, en todo caso, sus aprendices, se caracterizó por su rigor y su agudeza en el análisis de la cosa pública, por sus muchas y muy atinadas contribuciones al análisis del sistema político mexicano, y muy destacadamente por su defensa de la democracia y de las instituciones de la democracia desde todas las trincheras que ocupó a lo largo de su vida: la académica y la trinchera de la función pública.
Primero como académico; luego como consejero electoral de aquel emblemático IFE presidido por nuestro querido José Woldenberg; después como comisionado del Instituto Federal de Acceso a la Información y como Presidente del mismo; como articulista, como profesor e investigador; como militante del partido al que estudió durante décadas y al que se afilió en la última etapa de su vida; y finalmente, como senador de la República,
Alonso siempre actuó con lucidez, congruencia, convencido de una idea que hoy es fundamental y que él mismo resumió en una frase que da título a una de sus obras más reconocidas: “La democracia indispensable”.
En aquel libro de 2009, Alonso reunió ocho ensayos sobre la historia del Partido Acción Nacional, con un eje temático, la puesta por la vía democrática como única alternativa para denunciar, enfrentar, resistir y finalmente cambiar el régimen del partido hegemónico que caracterizó a México durante casi todo el Siglo XX.
En esa lógica, Alonso Lujambio fue un estudioso de una de las principales características de nuestro proceso de transición a la democracia, el gradualismo, es decir, la noción y la certeza de que, sólo por la vía de los cambios paulatinos a las normas y las instituciones, desde las propias instituciones, se lograría un cambio profundo en el régimen político.
Alonso Lujambio estudió el pensamiento y la acción política de personajes como Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Adolfo Christlieb y Carlos Castillo Peraza, además de su maestro, también colega de aquel célebre y épico Consejo, Juan Molinar, por mencionar a algunos de los muchos personajes que inspiraron su obra.
Y convencido de que la puesta por el gradualismo fue correcta, se convirtió también en un analista de referencia sobre el federalismo y el municipalismo, y aquí permítanme interrumpir la lectura para empezar a enderezar esto también son una serie que para mí son inevitables, de anécdotas personas.
Alonso lo conocí, siendo yo becario en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, en 1993, antes de tener el privilegio de ser invitado por primeras vez, por Pepe Woldenberg, a trabajar con él aquí en el IFE en 1994.
Yo era becario del Instituto, estaba trabajando mi tesis de licenciatura, Jaime Cárdenas quien también integrante del Consejo, era mi director de tesis, y saliendo del Instituto de Investigaciones Jurídicas y platicando con Jaime Cárdenas, llegó un exultante Alonso Lujambio que acababa de recoger la primera edición de su libro sobre el federalismo mexicano.
Así que, el día en que lo conocí me beneficié, no solamente de tener su libro, sino además de tenerlo firmado, gracias a que Jaime Cárdenas me presentó.
Alonso estudió cómo la alternancia, quizá el fruto más visible de la transición, sólo fue posible propiciando el cambio de partido político en los palacios municipales, los congresos locales y las gubernaturas antes que en Palacio Nacional.
Otro paréntesis, hablando de lugares, una de las cosas que con mayor entusiasmo y eso te lo transmitió, Alonso me participaba era aquel estudio sobre las sedes parlamentarias, el, estudio sobre los distintos congresos y cómo Alonso también inspirado por Juan Linz, siempre apostó por el parlamentarismo como una forma de gobierno privilegiada frente al presidencialismo.
Sigo la lectura.
Y como la vía electoral fue consolidándose como la principal alternativa para propiciar el cambio de régimen. De ahí que otra de sus principales materias de estudio fuese justamente el sistema electoral y la construcción de instituciones y reglas que permitieran, hoy lo permiten ya, el voto libre y secreto como la herramienta ciudadana para decidir quién gobierna y quién ocupa los espacios de representación popular.
Al sistema electoral, Alonso dedicó no solo su obra académica sino también su tiempo, su ingenio, su talento y su compromiso como funcionario público.
Como miembro de aquel primer Consejo General del IFE, con plena autonomía constitucional y absolutamente ciudadanizado, producto de la reforma política de 1996, hizo importantes contribuciones, entre las que destacan, sin lugar a duda, su papel como Presidente de la Comisión de Fiscalización en aquella época en la que a brazo partido, y en muchas ocasiones recurriendo a diferentes causas institucionales, incluido el propio litigio, se logró ir construyendo las bases cada vez más sólidas del ejercicio de fiscalización que hoy, afortunadamente, se nutre de muchos de los resultados de aquella primera lucha.
Hoy en la fiscalización, el Secreto Bancario, Fiduciario y Fiscal, que fue el dolor de cabeza de aquel primer IFE, es un hecho consumado.
A veces no nos dan toda la información que quisiéramos, y ahora se plantea el Secreto Ministerial como un nuevo valladar, pero la lección de Alonso Lujambio y de aquel Consejo, vuelvo a insistir, del que todos aprendimos y del que hoy nos beneficiamos, marcó la ruta por seguir.
Insisto, como Presidente de la Comisión de Fiscalización, de manera inédita investigó y sancionó el financiamiento ilegal de campañas políticas en los casos “Amigos de Fox” y “Pemexgate”.
La exhaustiva investigación de aquellos casos y el haber maximizado las atribuciones constitucionales del IFE para exigir rendición de cuentas a los actores políticos, en poner las multas más grandes de la historia, fue sin duda una enorme aportación que permitió a la larga consolidar el sistema de fiscalización, que si bien es perfectible todavía, hoy nos da mucha más certeza sobre el financiamiento de la política y el uso que hacen las fuerzas políticas de los millonarios presupuestos que reciben cada año, que se les otorgan como parte del financiamiento ordinario, y los que reciben durante las campañas electorales.
Y aquí no pudo dejar de decir, Teresa, que Alonso es una de las pocas personas a las que no le… con las llamadas a las 03:00 de la mañana cuando se planeaba cómo avanzar en la fiscalización, no le colgaba el teléfono, bueno, a ti te llamó a las 04:00 a mí hasta las 03:00, hasta eso Alonso tenía cierta condescendencia.
Después de su paso por el IFE, a Alonso le tocó conformar otro de los organismos autónomos constitucionales garantes de los derechos ciudadanos, que entonces se llamaban “de nueva generación”, la transparencia.
Junto a Jacqui Peschard y otros integrantes de aquel IFAI, Alonso fue uno de los constructores del Sistema de Acceso a la Información Pública, que poco a poco se fue robusteciendo y evolucionando hasta convertirse en uno de los principales instrumentos de escrutinio público, rendición de cuentas y combate a la corrupción.
Siempre la obra de Alonso Lujambio, sus obsesiones intelectuales, sus acciones como funcionario público, giraron en torno a la consolidación de la democracia mexicana y la garantía de derechos ciudadanos, ya sea el del derecho al voto libre, el derecho a la información o el derecho a la educación.
Como buen estudioso de gradualismo, sabía que todo cambio institucional debía pasar por un cambio de las leyes, desde el lugar donde se crean, se cambian y se perfeccionan las mismas, el Congreso, donde se expresa la representación nacional y nuestra pluralidad. A ese tema dedicó una de sus primeras obras, la que ya mencionaba, “Federalismo y Congreso en el Cambio Político de México”.
Y 15 años después, uno de sus últimos libros, “Estudios Congresionales” que editó el Senado de la República.
De este libro, permítanme retomar un par de citas que reflejan de manera nítida, como algunas de las preocupaciones que hoy todavía están presentes, ya estaban en el pensamiento de Alonso Lujambio hace más de una década.
Decía Alonso que esta generación que tiene como tarea central hacer que la democracia sea valorada porque es socialmente útil, y para ello, era menester impulsar la cultura de diálogo y transparencia, la cooperación y la competencia, la negociación y la exigencia, el respeto a nuestra diversidad y el respeto a las reglas que nos hemos dado para la convivencia en pluralidad.
Lujambio, apelaba a más claridad política y menos espectáculo político, más argumentación y menos show, decía, y advertía que la democracia pluralista está urgida de representatividad, pero al mismo tiempo de eficacia.
Alonso señalaba desde aquel 2009, que la democracia es un sistema frágil porque supone la convivencia política en una sociedad abierta y crítica, lo cito textualmente:
“…ni el autoritarismo, ni el totalitarismo toleran el juicio ciudadano libre, ningún régimen político se somete a la autocrítica como la democracia, en la democracia se emiten juicios devastadores que otros regímenes políticos simple y llanamente acallan.
En México, debemos valorar lo mucho que hemos avanzado en convivencia democrática para estar en actitud de conservar lo construido y avanzar.
Dinamitar lo que llevamos porque nos parece insuficiente nos va a llevar a perderlo todo.
Otras democracias se han hartado de sus partidos y sus políticos, han tirado todo por la ventana y por la puerta no ha aparecido nada, cuando la política ha perdido su dignidad, todo se vuelve de degradación, agravio, exclusión, combate entre enemigos”.
Que razón tenía el colega Alonso y qué vigente suenan estas palabras escritas 3 años antes de su partida.
En septiembre de 2012, Alonso asumió un escaño en el Senado de la República, para entonces, yo tuve el privilegio de no ser ya un aprendiz, sino ser, entonces, miembro del Consejo General del IFE que organizó aquella elección.
Ya con su enfermedad muy avanzada, pero con la lucidez y el entusiasmo que le caracterizan; se anunciaban nuevos tiempos políticos y los partidos se daban la oportunidad de reconstruir puentes de diálogo en busca de grandes acuerdos para reformar nuestras leyes, en el marco de la transición de un gobierno a otro y del entonces llamado Pacto por México.
El Congreso mexicano ya no pudo contar con nuevas ideas y nuevas aportaciones del colega Alonso en ese proceso, quien desgraciadamente falleció 24 días después de iniciada la legislatura.
Pero sin duda, su legado habrá nombrado aquellas negociaciones que propiciaron, entre otras cosas, la última reforma político electoral de gran calado pactada entre las fuerzas políticas de este país, la que dio origen a la génesis del Instituto Federal Electoral en el actual Instituto Nacional Electoral.
En su última aparición pública, durante la instalación del comité directivo del Instituto Belisario Domínguez, el colega Alonso dejó una última recomendación a sus compañeras y compañeros Senadores de la naciente LXII Legislatura, a quien les pidió no confirmar aquel viejo apotegma del siglo XIX, mediante el cual se consideraba al Senado, como el cuartel de invierno de las nimiedades políticas.
Colegas, apeló Alonso, jamás dejemos que este gran cuerpo colegiado se convierta en tal cosa, démosle lustre a una institución tan importante para la democracia mexicana, dijo.
Hoy, 10 años después de la partida del maestro y colega Alonso, sus palabras nos siguen convocando a la defensa de la democracia mexicana, indispensable para nuestra convivencia pacífica y para el futuro de nuestras hojas y de nuestros hijos.
Hagamos como nos lo pidió Alonso, que nuestra democracia no se marchite, démosle lustre a nuestras instituciones de nuestra democracia y ésa será la mejor manera de homenajear a quien hace 10 años dejó un enorme hueco entre nosotros.
Muchas gracias.
Presentadora: Muchas gracias, Consejero Presidente.
Damos la bienvenida a la exconsejera ciudadana del Instituto Federal Electoral, doctora Jacqueline Peschard.
A continuación escucharemos las palabras de la señora Teresa Toca, viuda de Lujambio.
María Teresa Toca: Buenas tardes.
Doctor Lorenzo Córdova Vianello, Consejero Presidente del Instituto Nacional Electoral, consejeros y consejeras, Pepe Woldenberg, funcionarios de este Instituto, amigos, amigas, familia querida.
Gracias, en primer lugar, a todos por estar aquí presentes, físicamente o por vía remota, para recordar a Alonso a 10 años de su partida.
Gracias a Lorenzo Córdova y a Carla Humphrey, por la iniciativa y organización de este homenaje institucional, como reconocimiento a la labor que realizó Alonso Lujambio Irazábal, como consejero electoral de 1996 a 2003.
Y gracias a todos y cada una de las personas que han hecho posible que hoy estemos aquí reunidos.
Para poder poner en contexto la importancia del trabajo y aportaciones en nuestro país, de aquel nombramiento de Alonso y de otros ocho ciudadanos, en aquel 1996, me gustaría pedirles que hagamos memoria y nos vayamos al México de los 70, de los 80.
Recordemos que ya de aquella, nuestro país llevaba décadas siendo gobernado por un solo partido, había elecciones, claro, lo indispensablemente creíbles ante los ojos del mundo como para que en el exterior no se nos viera como una dictadura o un país antidemocrático, pero sí lo suficientemente inequitativas y tramposas para que los métodos de coacción y compra de votos, le permitieran al partido en el poder seguir controlándolo casi todo, todas las gubernaturas y las mayorías en la Cámara de Diputados y el Senado.
Era casi soviético.
La sociedad estaba lastimada y agraviada por la matanza en el 68 en Tlatelolco, la izquierda en específico pedía más libertad, justicia y democracia, la oposición de mayor peso, el Partido Acción Nacional, llevaba ya en esa época, más de 30 años de existencia y de luchas en busca de un país más civilizado, más democrático y exigía elecciones limpias y competencia en condiciones más equitativas.
De aquel Alonso era un adolescente, acompañaba su padre a pegar propaganda del Partido Acción Nacional, y escuchabas sus discursos en búsqueda del voto ciudadano con una consigna principal.
Los votos de los ciudadanos tenían que ser libremente emitidos, sí, pero también, justamente, computados.
Ya en los ochentas, Alonso pasó por momentos de indefinición en su vocación, eran tantos sus intereses y pasiones, que al verlas multiplicadas, lo llevó a cambiarse tres veces de carrera, estudió un año de medicina, pasó por las aulas de la UNAM como oyente de carrera en Filosofía, y casi termina la carrera de Contabilidad en el ITAM, hasta que encontró en la licenciatura de Ciencias Sociales una de sus pasiones: la Ciencia Política.
Aquélla no fue una decisión fácil, pero gracias a la orientación de don Fernando Estrada y la promesa a su padre que seguiría trabajando como contador de la empresa familiar para pagar sus estudios, acabaría en tiempo récord la licenciatura, graduándose con su tesis La proporcionalidad política del sistema electoral mexicano 1964-1985.
Se convertía, entonces, en científico social, como él mismo se describía, en aquel que de ahí en adelante no dejaría su obsesión y pasión por el estudio de la ciencia política mexicana, de la transición a la democracia, y de su sistema de partidos.
Con esta investigación, Alonso publicó en Nexos su primer artículo; recuerdo su alegría, “era un golazo”, me decía, hasta lo mandamos a enmarcar.
Nos casamos pronto, y agarramos nuestras “chivas” y emprendimos la aventura a otro país, Alonso becado por mérito propio, en busca de un maestro en particular.
Allá fue a buscar el primer día de clases a Juan Linz, académico de Yale, hombre ya mayor, para pedir lo escuchara sobre lo que quería estudiar y su deseo de que Linz lo aceptara como su alumno y director de tesis doctoral.
Quería aprender de aquella vaca sagrada, estudiar y comparar las transiciones a la democracia de otros países, pero, sobre todo, quería estudiar la mexicana, la transición a la democracia de México, en México.
Linz volteó y le espetó un “no, olvídese de eso, la democracia mexicana es muy lenta”.
Alonso, de botepronto, le contestó “por eso mismo hay que estudiarla y explicarla”.
Linz, ante esa respuesta, le dijo “hágame usted un paper y me lo manda”.
Un mes después, sonaría el teléfono, donde al otro lado del auricular se oía la voz del viejuco diciendo que lo esperaba cenar en casa para discutir sus ideas.
En México, mientras tanto, intelectuales, periodistas, académicos y líderes políticos de oposición, se reunían en lo que más tarde se sabría o conocería como el Seminario del Castillo de Chapultepec. Se fraguaba, analizaban y sopesaban las propuestas de reformas electorales para el país.
Corrían aires de libertad y movimiento, para poder aspirar a una democracia y a elecciones creíbles; eran reformas necesarias e inaplazables.
Una de ellas era la conformación de un cuerpo colegiado, el cual estaría constituido por ciudadanos, con conocimientos e investigación en temas electorales, no experiencia, ésa no era posible pedirla, pues la organización y validación de las elecciones de aquélla, estaban bajo el mando del Secretario de Gobernación en turno, quien en periodo electoral se erigía como cabeza del Colegio Electoral.
En 1993, regresamos a México con un miembro más en la familia, nuestro primer hijo, Íñigo.
Alonso regresaba al ITAM a dar clases y a la tarea de promocionar la licenciatura en Ciencia Política, visitaba preparatorias, platicaba horas con alumnos, y los animaba a inscribirse y a estudiar Ciencia Política.
Un día, le habló por teléfono el Secretario General del Partido Acción Nacional, quien le preguntó si estaría interesado en que ese partido lo postular como posible Consejero Electoral del organismo autónomo, que a partir de 1996 sería el responsable de las elecciones mexicanas.
Por supuesto que le interesaba, sabíamos que no iba a estar fácil, los partidos podrían proponer cuantos perfiles quisieran, que cumplieran tres cosas básicas: preparación académica; no ser ni pertenecer a ningún partido político, ya que el puesto era por la de un… iban a ser los árbitros, y la imparcialidad en eso era un asunto importantísimo; y tercero, que los candidatos fueran aprobados por todos los partidos sentados a la mesa, no había tantos como ahora, creo que eran tres o cuatro, ¿no?, el PRD, en fin, cuatro, pero con que uno rechazar a cualquiera de los posibles candidatos quien fuera que los propusiera, pues estaban fuera.
Pasamos meses se zozobra sin saber si lo aceptarían, en fin. Ya hace casi 26 años, el 31 de octubre de 1996, hubo incertidumbre hasta el último minuto, porque si no se nombraba el Consejo, si no se hacía ese Consejo en esa mesa en la herradura y tomaban posesión se violaba la ley y no habría Consejo.
Finalmente salió humo blanco, el consenso era, el problema era quién iba a ser el Presidente, o sea, los partidos se ponían de acuerdo, ya estaban los nueve consejeros, pero no sabían quién era el Presidente.
Afortunadamente y venturosamente, el Presidente sería el primero entre pares, como me decía Alonso, sería Pepe Woldenberg.
Junto con mis suegros, Sergio y Piedad, atestiguamos la toma de protesta de Alonso en esa mesa maravillosa, la Herradura de la Democracia, junto a José Woldenberg, Jesús Cantú, Mauricio Merino, Juan Molinar, Jacqueline Peschard, entre otros; consientes todos ellos del inmenso reto que tendrían por delante los años por venir y de la importancia de lo alcanzado.
Había que empezar a trabajar, y eso no los hizo saber a mí y a mis hijos, Alonso.
Alonso llegaba al campo de batalla súper bien preparado, con ideas surgidas de sus reflexiones y estudio; había analizado con detalle los arreglos institucionales, las reglas del juego, los mecanismos de representación, la dinámica del poder, la responsabilidad de los políticos y las estrategias de los partidos.
Tenía campo fértil, era profesor del ITAM y conocía a todos sus alumnos, de ellos saldría un cuerpo de asesores jóvenes bien preparados y entusiasmados por lo que estaban por vivir y por aprender, entre ellos estaba Horacio Vives, Carla Humphrey, Mónica Aspe, Roberto y Ezequiel Gil.
La logística familiar cambió de tajo, papá ya no solo seguiría dando sus clases pro-bono en el ITAM, les explicó a sus hijos, muy pequeños todavía, que como su nuevo trabajo era de 24/7, ahora entiendo por qué se hablaba a las 03:00 o 04:00 de la mañana, es decir, 24/7 todos los días de la semana, todos los días del año se trabajaba en el IFE; y para no dejarlos de ver mucho tiempo, nosotros iríamos al IFE los fines de semana.
La familia aprovechábamos esos tiempos y veníamos acá, comíamos juntos, si había juego en la UNAM íbamos a ver al León, para ver al “Buitre Butragueño”, o dábamos un paseo por las instalaciones del IFE, Alonso estaba como pez en el agua.
Su experiencia como contador en la empresa familiar, le permitió diseñar y proponer el Reglamento de Fiscalización a los Partido Políticos; primero, para ordenarlos y ordenarles, algunos no llevaban ni lo más mínimo contablemente hablando, vamos, ni siquiera un kardex.
Como Presidente de esa comisión, Alonso diseñó y lideró la aplicación del reglamento que fiscalizaría con lupa a los recursos públicos que se le otorgaban a los partidos políticos, se les exigiría rendir cuentas sobre el dinero de todos los mexicanos por primera vez.
Así es como llegó la primera multa a un partido político en 1998, por supuesto, no fue bien recibida, las discusiones, los ataques, las recriminaciones se hicieron ver.
Alonso me invitaba a las sesiones de Consejo ocasionalmente, sabía que me gustaba ir y también echarle porras a distancia, yo veía los toros desde la barrera.
Presencié el correr de los asesores, el nerviosismo, el ir y venir de tarjetas escritas con el articulo del COFIPE que abalaba aquella primera multa a un partido, el apoyo constante ante los argumentos y quejas de los partidos, ahí estaban corriendo entre los pasillos de ese salón, entre otros, muy jovencitos Alonso y Carla.
Escuchar las voces de los consejeros Woldenberg, de Molinar, de Merino o de representantes del poder legislativo como el gran Juna de Dios de Castro, era fabuloso. Yo sufría en silencio viendo a Alonso y pedía porque se ratificaba lo que se proponía.
Aquí voy a hacer un paréntesis y un comentario porque un día saliendo de una sesión como a las 02:00 de la mañana, sale Pepe y me lo encuentro ahí como “Ah, ahí está el Presidente”, y me dice con su amabilidad natural y buena onda, muy extrañado me dice: “¿y tú qué haces aquí?, ¿en serio te gusta venir?, nosotros lo hacemos por obligación, pero, ¿tú?”, porque sí la sufrían, pero siempre en el IFE ha habido como calidez.
Los consejeros liderados por Woldenberg sabían de la importancia y la trascendencia en sus decisiones para afianzar al recién creado IFE.
La elección más importante la del 2000 estaba en puerta y seria decisiva para lograr la credibilidad en ella, habría que demostrar que los ciudadanos tendríamos unas elecciones limpias, transparentes, donde el voto sería emitido libremente, con una credencial para votar por primera vez con fotografía, a prueba de cualquier fraude y que los votos serían contados y computados, justamente por los ciudadanos, bajo la guía y capacitación de funcionarios del Instituto.
Llegó el 2000 y, por primera vez en la historia de México, no ganó el candidato del partido en el poder, se daba la transición tan esperada, nos dimos cuenta que empezaríamos a vivir en un país democrático.
Alonso seguía trabajando tanto en la fiscalización como en las relaciones internacionales del Instituto, el IFE empezó a ser referente, especialmente en Latinoamérica, donde se le veía como un ejemplo a seguir.
El IFE era la vanguardia.
Después de cada elección en el verano, venía el trabajo más duro, la revisión de los recursos en las campañas.
Al revisar la del 2000 surgió el que después sería conocido como el Pemexgate, el pequeño pero comprometido y chambeador equipo de Alonso, entre ellos, Arturo Sánchez, como Director de Prerrogativas de los Partidos Políticos, la contadora Alma que está por aquí, Almita, que te decía, cómo te quería y cómo lo ayudaste Almita; y demás asociados, fueron capaces de investigar de seguir las pistas, de revisar documentos y dictaminar, que el Partido Revolucionario Institucional había violado la ley electoral.
Los partidos llevaban ya tres años rindiendo cuentas con el nuevo reglamento y habían sido multados por varias otras cosas, por el mal uso de recursos públicos; recuerdo, por ejemplo, uno muy famoso de unas notas del Verde sobre unas lentejas, porque Alonso lo que quería era más información y, entonces, le pedía a la gente ¿no? a los ciudadanos, oiga, pues…, un día le habló a una señora y le dijo: “oiga pues yo aquí tengo una factura de unas lentejas”, ¿te acuerdas?
Entonces ya sabían que ya se les había multado ¿no?
Y se venía aplicando el acuerdo al principio en que la sanción a ese tipo de violaciones se castigaba con el doble de lo defraudado, por lo tanto, el descubrimiento y prueba de que 500 millones de pesos salidos de las cuentas del Sindicato de PEMEX, transportados en camiones de una institución financiera, recogidos por funcionarios y representantes del Partido Revolucionario Institucional de manera ilegal y en efectivo, tenía como consecuencia la aplicación de una sanción por el doble de lo violado.
El Consejo General votó a favor del dictamen de la Comisión de Fiscalización, aplicándoles una multa por mil millones de pesos.
Alonso y los consejeros, miembros de la comisión, sabían que iban al matadero, el PRI se iba a ir a la yugular, la multa era inadmisible.
El partido multado como era de esperarse, alegaría en su momento su inocencia y el exceso en atribuciones del juzgador, se irían al Tribunal Electoral.
Críticas a la ligereza, descredito al trabajo de mucha gente detrás de ese dictamen, buscaban debilitar y desacreditar a los consejeros electorales y con ello a la institución.
Ardió Troya, los partidos políticos salieron a exigir juicio político contra José Woldenberg y los cincos consejeros más que votaron en favor de la multa.
Si el círculo rojo, la prensa, la incipiente ciudadanía, no hubiese salido a defenderlos, a defender al INE, quizá la historia democrática de nuestro país, ahora sería distinta; hubiese habido un antecedente.
El Tribunal Electoral, ratificó la autoridad y la decisión del IFE, afianzando la credibilidad en las instituciones electorales y mandado el mensaje de que a la joya de la corona, al IFE, se le cuidaría y defendería siempre.
Se venció el primer obstáculo.
Para no quitarle la emoción a la vida, poco después llegó la investigación sobre Amigos de Fox, el árbitro, función oficio tan delicado e importante en imparcialidad para tomar decisiones, estaba otra vez ante una situación difícil.
La persona y la personalidad de Alonso siguieron por el mismo camino de ética, imparcialidad y justicia.
Después, entendí eso que Alonso le dijo al Secretario del PAN en el 97, cuando lo postularon como candidato a consejero electoral, le dijo: “claro que me interesa ser considerado, pero si llego a hacerlo, nada más te digo que no voy a ser perrito con mecate”.
El PAN y su aliado el Verde fueron medidos y tratados con el mismo rasero, se detectaron anomalías por 250 millones, el reglamento decía que el doble de lo defraudado, la multa fue por 500 millones de pesos.
Pero si Alonso no hubiese encontrado en sus pares los mismos valores y valentía, no hubiese logrado el consenso de votos necesarios en lo que proponían comisiones, y quizás, estaría contándoles otra historia.
Uno de ellos, el primero entre pares, Pepe Woldenberg, hombre demócrata, tolerante, con capacidad de escucha y diálogo, de carácter amable y decente, lideró a sus pares dando todas esas cualidades al servicio de la vida pública.
Y por eso es que hoy siempre se hace referencia a aquel Consejo General como el IFE de Woldenberg.
Gracias, Pepe.
Yo sé lo que sufrían al tomar las decisiones tan delicadas e importantes, también como decía Alonso, a veces había que tragar camote. Pero aquellos momentos eran tiempos de libertades, de fomentar los principios democráticos y de no dejarse vencer.
Alonso tocó muchas vidas, influyó en otras, tejió amistades, dialogó con todas las fuerzas políticas, preparó generaciones de politólogos, sembró y construyó, aportó su conocimiento, su trabajo y sus ideas en todas las áreas en las que se desempeñó.
Sin embargo, muchas de ellas no habría podido realizarlas sin sus equipos y asesores, y su personal administrativo.
Especial mención y agradecimiento tengo que hacer hoy, y se lo debo a Miriam Godínez, quien siendo secretaria de Alonso cuando llegó al IFE, lo acompañó también en su etapa de la Secretaría de Educación.
No sé si esté Miriam por aquí, Miris.
Su lealtad, su eficiencia, su compromiso con el trabajo y cariño por quien siempre le gritaba desde su escritorio “¡señorita!”, apanicado porque algo necesitaba de ella, por su serenidad y paciencia, por el trabajo de tantos años, me hacen darte las gracias en este espacio, donde tantas cosas ocurrieron y fuiste testigo diario de ello.
Gracias siempre por cuidarlo, eres oro molido, Miris.
Por último y para terminar, quiero celebrar hoy también la amistad que continua, a pesar de los pesares y con el transcurrir del tiempo, ésa que Carla Humphrey siempre nos hizo saber a Alonso y a mí en los buenos y en los no tan buenos tiempos.
Gracias, Carla, por todo ello, gracias por haberme dado la oportunidad de expresar hoy esto, de rendirle homenaje a Alonso, esposo mío, padre de mis hijos y constructor de instituciones mexicanas que nos han permitido vivir en un México más democrático, más incluyente, más libre, más civilizado.
Celebro y agradeceré siempre el ejemplo e insistencia de Alonso, en que la política debe obedecer a una causa de bien irrefutable, a un propósito transcendente, a pesar de los obstáculos y sin rendiciones, porque la política para él era cosa digna.
Gracias a Alonso, donde quiera que estén, por todo ello, por todo tu amor y entrega a las causas de la patria que nos enseñaste, a mí y mis hijos, a querer.
Gracias por su atención y gracias por la hospitalidad de este Instituto, donde Alonso pasó los mejores años de su vida.
Presentadora: Muchas gracias, señora Teresa Toca.
A continuación, damos el uso de la voz al doctor Horacio Vives Segl.
Horacio Vives Segl: Qué tal, muy buenas tardes.
Me da mucho gusto volver al Instituto Nacional Electoral, un lugar que ha significado mucho, personal y profesionalmente, de tal manera que en primer lugar quiero agradecer este evento, pienso que habla bien de las instituciones, que sean agradecidas con todos aquellos que contribuyeron de manera decisiva a la consolidación de las instituciones mismas, de tal manera que pues agradezco mucho al Consejero Presidente, Lorenzo Córdova, la iniciativa de este homenaje, al igual por supuesto, que la Consejera Carla Humphrey, mi amiga y mi hermana de tantos años, al igual que compartir este escenario con Teresa Toca, como lo hemos hecho en muchas ocasiones.
Por supuesto, con José Woldenberg y con y con Jacqueline Peschard.
Bueno, yo tenía preparada una intervención breve, compacta, dividida en tres temas que se llama: “tres dimensiones y un mensaje póstumo”. Les voy a ahorrar la del mensaje póstumo porque literalmente son las mismas citas que utilizó el Consejero Presidente, en el prólogo de la edición de Estudios Congresionales que hizo el Senado de la República y después en la edición homenaje de la Cámara de Diputados, porque en efecto, sin citas absolutamente pertinentes del estado de la democracia en ese momento y me pareció oportuno que se conocieran en este lugar como una suerte de mensaje póstumo, como advertencia de la importancia que tiene este cuidado de la democracia.
Entonces, dado que ya se anticipó el Consejero Presidente, ya no les voy a leer esa parte.
Bueno, muy brevemente, la primera dimensión de Alonso Lujambio es como profesor del ITAM.
Alonso fue un digno discípulo de dos de sus grandes maestros, Federico Estévez en el ITAM de Juan Linz en Yale.
Alonso llegó al ITAM siendo un profesor deslumbrante, inteligente, agudo, con una agenda interesante y desafiante de temas académicos que nos fue contagiando a sus estudiantes.
En 1993, lo conocimos y al poco tiempo tuve la suerte de convertirme en su asistente de investigación y fue el inicio de una robusta relación que naturalmente fue evolucionando a lo largo de casi 20 años, que tuve la fortuna de contar con su mentoría, afecto, confianza y amistad.
Dentro de los temas de Alonso, por supuesto tratábamos la transición y la consolidación democrática, el federalismo para el caso mexicano, la relaciones a Ejecutivo, Legislativo, el funcionamiento interno del Congreso, la arquitectura parlamentario, por cierto saludos a Axel Araño y al arquitecto José Migue que me da mucho gusto verlos en este especio y se vienen de repente los recuerdos de golpe, porque mientras estábamos viendo cosas que tenían que ver específicamente con la materia electoral, pues hablaba con José Miguel, hay que conseguir tal foto de tal plano, de tal parlamento del mundo para hacer un libro que finalmente pudieron hacer años después.
Sus temas también fueron el siglo XIX las constituciones en México, las biografías políticas, de la cual yo me beneficie en tanto pude realizar mi tesis de licenciatura sobre ese tema; los sistemas electorales y los sistemas de partido.
En efecto, cuántas veces escuché decir a Alonso que en una democracia la condición mínima ausente durante décadas en nuestro país, era que los votos deben ser libremente emitidos y justamente computados.
Un profesor inteligente, inspirador, divertido, exigente, histriónico, apasionado igualmente por el aprendizaje y por la enseñanza; generoso inclusive con muchos de sus estudiantes, a los cuales nos permitió ser coautores, tuve el gusto de participar en el artículo De políticos a técnicos: La redistritación mexicana en perspectiva histórica, una compilación editada por Lisa Hamrick y Bernard Grossman y por supuesto en el poder compartido un ensayo sobre la democratización mexicana, que junto con el texto de José Woldenberg, Pedro Salazar y Ricardo Becerra, curiosamente se estaban cocinando, sin que nos habláramos y supiéramos de la existencia el uno del otro, pero textos que de alguna manera resultaron importantes para documentar la transición a la democracia en México.
Por supuesto, muchas generaciones de estudiantes que nos vimos favorecidos de su talento, de su exigencia, y de lo buen maestro que fue, a que veo también a uno de sus grandes discípulos, Fernando Rodríguez Doval compañero después en las filas del Partido Acción Nacional, lo cual me da mucho gusto saludarte.
Entonces, los estudiantes que tuvimos la suerte de contar con la dirección de las tesis de Alonso, creo que nos convirtió en mejores investigadores y con mayores herramientas para la vida académica.
La segunda dimensión es Alonso Lujambio como Consejero Electoral del IFE y aquí hay muchas anécdotas que tal vez seguramente Carla Humphrey iba a comentar y no me quiero detener en esto. No se puede hablar del paso de Lujambio por el IFE entre 1996 y 2003 sin mencionar casi monopólica y obsesiva responsabilidad, la fiscalización de los partidos políticos; sin embargo, Alonso estuvo en la comisión de seguimiento en los trabajos de organización que dio lugar a la primera lección de la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, y fue el presidente de la Comisión de Asuntos Internacionales.
Arturo Sánchez Gutiérrez que durante ese periodo fue el Director Ejecutivo de Prerrogativas y Partidos Políticos, en esa condición Secretario Técnico de la Comisión de Fiscalización, narra con elocuencia y precisión en el capítulo, Alonso: La construcción de la fiscalización a los partidos, todos los desafíos y procesos para llevar a cabo la revisión de los informes anuales de los partidos políticos y, por supuesto, la campaña del año 2000.
Ya hablaba Teresa Toca de este importante proceso de socialización con sus colegas consejeros, Jaqueline Peschard, Juan Molinar, Mauricio Merino y, por supuesto, con el Presidente José Woldenberg, para aprobar estas decisiones; y de ahí, claro, los casos icónicos de “Amigos de Fox” y de “Pemexgate”, lo cual mostró en Alonso, digamos, una capacidad para vencer estos obstáculos titánicos, y donde el IFE no contaba con las facultades en materia de fiscalización que tiene hoy el INE, y que siguen siendo todavía restringidas, atendiendo lo que nos comentaba el principio de su intervención el Consejero Presidente.
Pero también quiero mencionar que Alonso, durante su paso por el INE, fue formador de cuadros para el servicio público en el inicio de nuestras carreras. Y aquí quiero mencionar a Diego Palomar; a Mónica Aspe; a Roberto Lara Chagoyán, que se encuentra también entre nosotros doctor estimadísimo; Rosario Aguilar; Ezequiel González Matus y, por supuesto, Carla Humphrey, su pupila más aventajada en el ámbito electoral.
Y por supuesto, también me sumo al agradecimiento a Connie Lucas, la primera Secretaria de Alonso Lujambio y, por supuesto de Miriam Godínez, que lo siguió más allá de su paso por el Instituto.
Bueno, finalmente, la dimensión tercera de Alonso, como un referente en el servicio público y en las instituciones del gobierno en el estado mexicano, en el INAI como Comisionado y Comisionado Presidente, sus principales contribuciones fueron: la reforma al artículo Sexto Constitucional, para establecer las bases mínimas en materia de transparencia y la aprobación de las respectivas leyes locales de transparencia, para aumentar el número y ámbito de sujetos obligados en el país; el reconocimiento a la transparencia y protección de datos personales como una garantía constitucional, y el impacto que esto tuvo en la rendición de cuentas del gobierno hacia la ciudadanía.
En segundo momento, por supuesto es su ingreso en la SEP.
En el año 2010, el Presidente Felipe Calderón sentó en el escritorio de Vasconcelos a un digno sucesor, Alonso dijo en ese momento: “Hacer política es una cosa digna”.
Javier Garcíadiego, en su texto “Dos figuras tutelares”, señala que tanto Vasconcelos como Gómez Morín, con sus afinidades y diferencias, con sus objetivos, logros y fracasos, enmarcan a plenitud las coordenadas biográficas, intelectuales y políticas de Alonso Lujambio.
Sus principales contribuciones fueron el impulso a las políticas de evaluación universal y carrera magisterial, para profesionalizar el arcaico sistema de ingreso o permanencia al magisterio, así como el Programa Nacional de Fomento a la Lectura.
Como sabemos, en el Senado apenas nos regaló los pincelazos de la estatura que pudo haber obtenido como parlamentario, pocos como Lujambio estudiaron las entrañas del Congreso y entendieron sus potencialidades como contrapeso al Poder Ejecutivo.
Bueno, finalmente, quiero agradecer y decir que me siento muy honrado de ser, desde el 2014, el Director del Centro de Estudios Alonso Lujambio, gracias a la confianza de Teresa Toca, del Rector Arturo Fernández y, por supuesto, de don Alberto Baillères, que auspiciaron este esfuerzo.
Y también, me da mucho gusto ver a jóvenes del Centro Lujambio, particularmente a Raúl Abraham Castro, a David Humberto Jiménez, a Luis Enrique Chávez Aridjis, tres de los coordinadores del Centro de Estudios Alonso Lujambio, porque de alguna manera a ellos les toca también tener esta estafeta en términos de mantener el legado, el interés y la obra en un personaje que ustedes no tuvieron la ventura y la suerte de tener en clases, pero nosotros sí.
Así que pues muchas gracias por este homenaje a Lujambio.
Debo decir que se le extraña mucho, se le extraña mucho en lo personal, por supuesto, en lo familiar, pero se le extraña mucho también en todas sus contribuciones a la parte académica y en el ámbito de la política.
Muchas gracias.
Presentadora: Muchas gracias, doctor.
Para continuar, damos la palabra al doctor José Woldenberg.
José Woldenberg Karakowsky: Muchas gracias.
Buenas tardes.
Al igual que el resto de mis compañeros, agradecer mucho a Carla Humphrey y a Lorenzo Córdova la iniciativa de honrar a Alonso Lujambio y, por supuesto, al Instituto Nacional Electoral por hacer esta ceremonia.
Me da mucho gusto reencontrarme con Teresa Toca y ver también aquí a Horacio y a Jaqueline.
Escribí unas notas, que se llama Alonso Lujambio, consejero, o las cualidades de un consejero ejemplar.
Hace 10 años, murió Alonso Lujambio, y en los días que corren, se le extraña de manera especial, un demócrata que sabía que era necesario un cierto comportamiento para asentar la coexistencia de la diversidad que nos modela como país; una convicción y una conducta que merecen subrayarse ante el espiral de descalificaciones autoritarias y la lumpenización de la labor política que inundan el espacio público.
Lo conocí, lo traté de manera superficial antes de que coincidiéramos en el Consejo General del IFE, a partir del último día de octubre de 1996.
Él había regresado a México después de realizar un posgrado en la Universidad de Yale, y deseaba publicar en español un breve pero importante texto de Juan Linz, El factor tiempo en un cambio de régimen, para el que él y Elena Varela habían escrito una presentación.
Era 1994 y fue el Instituto de Estudios para la Transición Democrática que, entonces, yo presidía, quien hizo la publicación, quizá para mal, porque no teníamos demasiados medios para distribuirlo. Pero quienes entonces lo leímos, nos beneficiamos de los apuntes del maestro Linz.
Luego, en el marco de la omniabarcante reforma electoral de 1996, nos reencontramos en el IFE, en el que solo los consejeros teníamos derecho a voto en el Consejo General, lo que multiplicaba nuestra responsabilidad.
Y siete años consecutivos trabajamos juntos.
Era placentero tratar con él porque era un hombre educado, resultaba interesante y retados dialogar o discutir con él, porque argumentaba con conocimiento de causa, y tenía una formación sólida.
E incluso, cuando tuvimos diferencias porque nuestras posiciones divergían, era una persona institucional, madura y responsable, que hasta donde yo podía ver, no guardaba rencores ni resentimientos.
El clima de trabajo con él se disfrutaba y uno además aprendía de él.
Quiero ahora resaltar las que creo fueron las cualidades fundamentales de Alonso, como consejero electoral, porque en tiempos turbulentos merece no solo ser conocidas, sino rescatadas para que el INE pueda cumplir cabalmente con su misión.
Como sabemos, luego de la trayectoria en el IFE, fue Presidente de los comisionados del INAI, Secretario de Educación y Senador de la República, en todos esos cargos destacó y se le recuerda con aprecio y afecto, pero no ha faltado el que en retrospectiva quiera leer su labor en el IFE como alineada a un partido, el PAN.
Alonso nunca escondió sus preferencias políticas, pero puedo dar fe que invariablemente se comportó en el IFE como lo manda la institución, de manera imparcial, de manera autónoma.
Estaba convencido y de ahí se nutrían sus opiniones y conductas, de que por encima de las apuestas partidistas existía una causa superior, la de la democratización del país.
Era consciente que la diversidad que modelaba a México, requería de un marco normativo institucional, en el cual se pudiesen ejercer los derechos de todos.
Esa brújula que orientó su labor, debe destacarse.
Los consejeros no son ni deben ser correas de transmisión de ningún partido, o peor aún, del gobierno, es imprescindible su actuación independiente y apegada a la ley para que el Instituto ofrezca garantías de imparcialidad a todos.
Alonso sabía que no habría exorcismo alguno que pudiera convertir a México en un país monocolor, salvo quizá, con el expediente de la violencia. Y por ello, la tarea del IFE resultaba crucial, lograr que la diversidad política pudiera coexistir y competir de manera pacífica, y para ello era necesario que las elecciones fueran el expediente valorado por todos.
Y en esa dirección, un instituto autónomo era condición para lo demás.
Su acción además siempre estuvo apegada a la Constitución y la ley, ninguna buena intención podía colocarse por encima de ellas, porque entonces la autoridad no solo se convertía en discrecional, sino en una amenaza para la certeza de los procesos electorales.
En épocas en las que desde el poder se actúa como si no hubiese normas, de las que se derivan sus facultades, pero también sus límites, es más necesario que nunca recordar ese ABC elemental, pero al mismo tiempo fundamental.
Alonso tuvo a la legalidad como ancla, eso lo hacía un consejero confiable, predecible, sistemático, nada de ocurrencias ni poses para sorprender, todo lo contrario, sabía que una autoridad caprichosa o voluble erosionaba el trabajo e inyectaba incertidumbre. Y la mejor manera de fortalecer al IFE, era con la ley en la mano.
Tenía, además, una energía para el trabajo digna de llamar la atención. Era el más joven de aquél Consejo, pero no creo que de ahí emergiera su brío, sino de la certeza de que las encomiendas políticas reclaman estudio y trabajo, nada de improvisaciones, nada de buenas iniciativas sin sustento legal, nada del oropel que en muchos casos por su capacidad de seducción opaca o deja en un segundo plano lo sustantivo.
Sabía delegar y formar equipos de trabajo, pero él se ocupaba de los asuntos con una intensidad y dedicación sobresalientes.
Esa disposición para el trabajo, se encuentra en las antípodas de aquellos que piensan que un cargo público, es una especie de premio que les permite desatender su encomienda.
Día a día, me consta, Alonso dio lo mejor de él para que el Instituto pudiera cumplir con su misión. Una misión en la que creía, porque resultaba estratégica para el presente y futuro de México. No era una chamba más, era una causa por la que valía la pena esforzarse.
Y si todo ello fuera poco, sabia trabajar en equipo, asumía que era parte de un cuerpo colectivo el Consejo General y que, por ello, era necesario saber escuchar, argumentar, mediar, tender y fortalecer puentes de comunicación.
Se escribe fácil, pero para todos aquellos que hemos sido parte de instancias colegiadas, sabemos lo complicado que resulta ser que esas conductas sean prevalentes y, sobre todo, productivas.
Alonso no solo sabía escuchar, sino ponderar las opiniones adveras y cuando el debate se tensaba o polarizaba, intentaba conjugar preocupaciones e iniciativas. Sus dilemas eran recurrentes.
En tiempos de espirales de polarización que parecen alimentarse mecánicamente, la templanza y compromiso de Alonso, resulta a la distancia ejemplares.
Sabía que el IFE era un Instituto del Estado, pero autónomo y que había que laborar para fortalecerlo. Que era un comportamiento inaceptable el de aquellos que se saboteaban sus esfuerzos, porque si la democracia iba a ser la casa de todos, entonces una autoridad electoral confiable, legítima y profesional era absolutamente necesaria.
Esas fueron algunas de las cualidades de Alonso como Consejero Electoral, pero si a alguien le suenan vaporosas, sin serlo, valdría la pena recordar la pulcritud de intensidad con la encabezando la Comisión de Fiscalización del Consejo General, logró resolver dos casos que parecían explosivos, los conocidos y ya citados Pemegate y Amigos de Fox.
En ambos hubo que trascender obstáculos diversos para llegar a buen puerto. Y recuerdo con claridad el tesón y la convicción con la que Alonso los enfrentó.
Nuestra vida política vive hoy en un tobogán degradante, por ello, políticos como Alonso Lujambio se extrañan y mucho. Es un ejemplo de lo que la buena política puede ofrecer, causas compartidas, horizonte, civilidad.
Muchas gracias.
Presentadora: Muchas gracias, doctor.
Muchas gracias también al Consejero Electoral, doctor Uuc-kib Espadas Ancona, por su presencia en este evento.
Para continuar, escucharemos las palabras de la doctora Jacqueline Peschard.
Jaqueline Peschard Mariscal: Gracias, muy buenas tardes.
Antes que nada, quiero saludar a Tere Toca, que hace muchos años que no la veo.
Y agradecerle, desde luego, al INE, y en particular a la Consejera Carla Humphrey, por esta oportunidad de mencionar algunas anécdotas realmente más que hablar de las aportaciones de Alonso a nuestro desarrollo democrático.
Pues yo quisiera contar algunas anécdotas de mi convivencia con Alonso durante siete años en el Consejo General del INE.
Muchísimas gracias, de veras, me siento muy honrada.
Compartir la mesa del Consejo General con Alonso Lujambio durante siete años, fue para mí no solo una vivencia muy grata, sino un verdadero aprendizaje, tanto desde el punto de vista intelectual como del propiamente humano.
Alonso era un estudioso incansable que ponía su vocación intelectual al servicio de todo lo que emprendía, pero, ante todo, era un ser humano bueno y encantador.
Aunque el trabajo, en el entonces IFE, absorbía buena parte de nuestra energía vital, él nunca dejó de explorar nuevas formas de interpretar la realidad política de nuestro país leyendo constantemente, pero también escribiendo. Era un amante de los libros, particularmente de historia, que él consideraba la fuente por excelencia de la política, y que, en ese sentido, estaba de acuerdo con Arnaldo Córdova respecto de que la historia es la madre de la política.
Recuerdo que una vez, platicando con él sobre lo importante que era para nosotros consejeros electorales, conocer no solo de derecho electoral sino de principios generales del derecho para resolver los asuntos que debatíamos en el Consejo General del IFE con apego a la legalidad, que era nuestra consigna, yo le dije que me hubiera gustado haber estudiado Derecho junto con Sociología y Ciencia Política, pensaba que ello me habría dado un entrenamiento para interpretar mejor las normas y poder votar resoluciones más sustantivas para la proyección democrática del país.
Alonso, en cambio, sostenía que hubiera optado por estudiar Historia porque era la mejor herramienta para comprender la realidad política presente.
Creo, sin temor a equivocarme, que Alonso conocía todas las librerías de viejo de la Ciudad de México, porque le encantaba buscar títulos y autores clásicos de nuestra historia, de preferencia en sus primeras ediciones.
Recuerdo también que una vez que fue a cenar a mi casa, me pidió entrar a mi estudio para ver qué libros teníamos mi esposo y yo. Yo me sentí un poco cohibida porque sabía que no iba a encontrar un libro que él no tuviera en su biblioteca personal, sobre todo porque compartíamos el interés por la literatura acerca de la política.
Pero Alonso no compraba libros para atesorarlos y llenar su biblioteca sino que en efecto los leía y disfrutaba como buen lector que era y siempre estaba dispuesto a discutir diferentes corrientes de opinión y defender sus posiciones con sólidos argumentos y con datos estadísticos también.
Pero lo más admirable, era que le diera tiempo, para armar investigaciones y escribir libros a la par que era consejero electoral, recuerdo que durante el tiempo de nuestra participación en el Consejo General él escribió “El Poder Compartido” que se publicó en el año 2000 y del cual ya ha hecho referencia Horacio Vives.
En fin, Alonso era un intelectual en el sentido pleno de la palabra, de alguien que aprecia el conocimiento como la mejor herramienta para tener una vida plena; aunque después de su paso por el IFE Alonso aceptó volver a la función pública, el hecho mismo de que ocupara la Secretaría de Educación fue una muestra de lo que eran sus valores más preciados, el conocimiento y el aprendizaje, no solo para el desarrollo personal, sino para el desarrollo del país.
Alonso era también un caballero y me animaría a decir que era un seductor porque tenía una capacidad de fascinar a todos por igual, por su inteligente sentido del humor y su capacidad para disfrutar la vida sin grandes sofisticaciones y de tener siempre la palabra adecuada para agradar e interesar a sus interlocutores; también se daba tiempo para escuchar a sus asesores siempre con un afán pedagógico.
Volviendo a su carácter de consejero electoral, como parte de las funciones que debíamos desempeñar, teníamos que presidir alguna comisión del Consejo General y por supuesto participar en varias otras; y aunque todas tenían un grande importante de complejidad técnica y política, la Comisión de Fiscalización que presidia Alonso era particularmente difícil porque era el área donde todos los representantes de los partidos, la mesa del Consejo General, se agrupaban como un todo unido en contra de los dictámenes y las sanciones que se les imponían a los partidos políticos por irregularidades que la Comisión encontraba en esos informes de ingresos y gastos tanto ordinarios como de campaña.
Es decir, mientras que en otras comisiones los representantes actuaban en función del carácter de su partido, ya fuera como partido gobernante o de oposición, en la fiscalización de sus recursos actuaban de manera cohesionada defiendo sus intereses y ofreciendo un bloque de contención frente a los consejeros electorales.
Como integrante de dicha Comisión, tuve la oportunidad de convivir con él en situaciones de fuertes tensiones y desafíos como cuando durante más de dos años tuvo a su cargo resolver los casos que ya se han referido aquí en los de Amigos de Fox y Pemexgate en un contexto que al menos uno se refería al Presidente de la República en turno.
Si Alonso llegaba a enojarse porque no avanzaban bien las investigaciones lo cual sucedía, no perdía la caballerosidad y la buena educación; y estoy convencida de que cuando se trabaja en un órgano colegiado estas son cualidades particularmente apreciables.
Ahí donde no haya una línea de mando vertical como es el Consejo General, sino que hay que interactuar como pares, con personas con las que uno frecuentemente no coincide o incluso con las que de plano no simpatiza, hay que privilegiar mantener siempre las vías de comunicación abiertas para lograr los mejores acuerdos y resoluciones porque esto iba en favor de la defensa del IFE.
Alonso consideraba que era fundamental preservar la confianza entre los consejeros de un órgano colegiado, en donde el voto de cada uno vale lo mismo y las diferencias naturales entre los integrantes con frecuencia derivan en la formación de una suerte de bloques en disputa, que solo se pueden sortear con argumentos sólidamente fundados en la ley, pero también expuestos sin estridencias y, claro, con buena fe.
Al final, como sabemos, los dos casos emblemáticos de fiscalización requirieron de acuerdos importantes entre nosotros, los consejeros electorales, sobre todo porque, como ya se dijo aquí, el IFE, entonces, no contaba con facultades para remontar el secreto bancario, y para demandar información financiera de los partidos y de las asociaciones involucradas, que estaba clasificada como información confidencial.
La posibilidad de armar una mayoría era indispensable para emprender acciones que derivaran en la posibilidad de no cerrar los casos por falta de documentación probatoria, sino de concluir las investigaciones con resoluciones firmes y contundentes, y dejar un precedente de principio de autoridad fiscalizadora en el IFE.
La honorabilidad de Alonso se probó, justamente, en la manera en cómo dirigió la investigación y la resolución de los dos casos, logrando el respaldo de los demás consejeros en mayoría, pues era de todos conocido que Alonso tenía importantes lazos familiares con el PAN, ya que su padre había sido un miembro destacado del partido.
Él mismo contaba cómo de niño iba de la mano de su padre a las reuniones del PAN, por lo que tenía un vínculo afectivo con dicho instituto político. Sin embargo, su tratamiento de ambos casos de fiscalización tuvo como único objetivo adentrarse en el fondo del entramado de los flujos de dinero, sin consideración alguna por el de Amigos de Fox, es decir, puso todo su empeño y su inteligencia en documentar las irregularidades para imponer una sanción ejemplar.
Cuando se solicitó apoyo a las autoridades de seguridad pública y bancarias para las dos investigaciones, lo que pudimos observar era que el gobierno de Fox era más colaborativo para ofrecer información sobre las cuentas del PRI por Pemexgate, que sobre las del PAN y del Partido Verde por Amigos de Fox.
No obstante, al final, la autoridad, tanto política como moral, que ya había construido el IFE para entonces, fue una bandera fundamental para poder sortear todos los obstáculos y obtener la información necesaria para lograr identificar las desviaciones de recursos públicos en Pemexgate y el ingreso de recursos privados no reportados a la autoridad en Amigos de Fox, a fin de imponer sanciones ejemplares a las que ya Tere Toca se ha referido con mucho detenimiento.
El sólido trabajo de la Comisión de Fiscalización presidida por Alonso Lujambio fue reconocido no solamente en el ámbito nacional, sino internacionalmente.
En aquel entonces, el Centro para la Integridad, una asociación civil norteamericana, calificó la resolución del IFE como uno de los mejores ejemplos mundiales de un adecuado ejercicio de fiscalización de partidos políticos que, en ese entonces, era bastante excepcional.
Y calificó, entonces, esa resolución como un modelo de integridad pública, destacando el trabajo de la Comisión de Fiscalización.
Estoy seguro que para Alonso fue motivo de gran orgullo, como lo fue para mí, para participar en el primer IFE constitucionalmente autónomo, y contribuir a hacer cumplir la ley para organizar elecciones que cumplieran los estándares democráticos internacionales. Es decir, que fueran libres, justas y competidas.
Ése había sido el reclamo democrático de la sociedad mexicana durante los últimos 20 años del siglo XX y se logró cristalizar de manera pacífica, con el reconocimiento del gran perdedor, el PRI y del gobierno.
El triunfo de Vicente Fox, contribuyó, sin duda alguna, a legitimar la autonomía del IFE porque demostró que podría tenerse elecciones de alternancias en el ejecutivo federal, por primera vez en 70 años.
Pero el trabajo profesional y apegado a la ley del IFE, fue sin duda, uno de los mayores activos de la confianza ciudadana que se alcanzó en las elecciones del 2000 y que sigue siendo un puntal de apoyo y de respaldo al INE, hasta la fecha.
Figuras como la de Alonso Lujambio, consejero electoral, dejaron una huella de dignidad y de honorabilidad en la función pública, lo cual hoy en el contexto de asedio desde el poder sobre el INE, vale la pena rescatar.
Es importante tener un adecuado diseño institucional para tener elecciones confiables, pero también es relevante tener funcionarios íntegros que sepan defender la autonomía de la que es, sin duda, la institución mejor lograda de nuestra transición a la democracia.
Muchísimas gracias.
Presentadora: Muchas gracias, doctora.
Finalmente, damos el uso de la voz a la Consejera Carla Humphrey Jordán.
Consejera Electoral del INE, Carla Astrid Humphrey Jordan: Gracias.
Buenas tardes.
Bienvenidos a todas y a todos.
En primer lugar, le quiero dar las gracias al Consejero Presidente del INE, por acoger esta iniciativa, muy cariñosamente y por, pues tiene una agenda también muy complicada, acaba de regresar de ser cabeza de una misión electoral, así que se lo agradezco el doble porque sé que está muy cansado.
A mis colegas el Consejero Ciro Murayama y el Consejero Uuc-kib Espadas, que aquí nos acompañan.
Hay muchos amigos y amigas que veo, caras conocidas de aquellas épocas, al consejero, por supuesto, Presidente del IFE, el Consejero José Woldenberg, a la Consejera Jacqueline Peschard, a quien afortunadamente veo frecuentemente y que me da siempre mucho gusto verla.
Con especial cariño, a Teresa Toca, que como bien dijo, seguimos teniendo este lazo de amistad que inició con Alonso Lujambio; a sus hijos, Tomás y Sebastián, que están los dos aquí; a Iñigo y a Daniela que seguro nos siguen por redes sociales, con un pequeño Alonso Lujambio.
Y por supuesto, Horacio Vives, ya que nos mencionaba en aquel muégano que decía Alonso que éramos, que tenía dos cuestiones Alonso que era que su equipo se llevara siempre muy bien, pero luego nos decía: “es que son unos muéganos, se tapan todo el día unos con otros, quieren estar juntos todo el día, es imposible, nunca los encuentro”, o cuando nos encontraba, claro, a las 04:00, 05:00, 06:00 de la mañana, a ti te hablaba Lorenzo, pero nosotros seguíamos aquí con Alonso Lujambio.
Por supuesto, Miriam Godínez, que además como ya lo dijo Teresa, nos la peleamos Alonso todo el tiempo, primero estaba con Alonso, luego se fue conmigo al IEDF, cuando llegó la Secretaría de Educación me dijo: “Carla, por favor, préstamela, ya regrésamela, yo la necesito” y yo “no, son elecciones hasta el año que entra”, ya después Miriam se fue a la SEP, se fue al Senado también con él y ha sido, y ahora, Miriam está aquí de regreso en el INE, gracias, Miriam, en mi oficina.
También al doctor Nieto, gracias por acompañarme.
Al Secretario General de Acuerdos, Rodrigo Sánchez, gracias, de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Y vi por ahí, Roberto Lara, no te había visto, qué gusto, sentado al lado de Alma Granados, además, ese equipo muy potente, muy dedicado.
Alma recuerdo, perdón, tus pantunflas sobre el escritorio, porque no sabemos a qué hora tenemos que llegar, pero nunca a qué hora tenemos que salir cuando estábamos fiscalizando partidos políticos.
Horacio, además, que dirige muy exitosamente el Centro de Estudios Alonso Lujambio en nuestra Alma Mater, en el ITAM, la de Alonso, la de Horacio y la mía.
Y veo también con cariño, Flor Zamora, también parte del equipo de Alonso, a mucha gente que integró equipos de Alonso en muchos años, en muchas épocas y, además, pues en distintas instituciones, gracias a todas y a todos por acompañarlos.
Y también a la familia de Teresa Toca, a sus hermanas, a su mamá.
Y recuerdo siempre, Horacio lo debe recordar, que la primera vez que Alonso me entrevistó y que me vio, salió y le dijo a Teresa y a Horacio: “Es que Carla es igualita a Fernanda mi cuñada”, me lo confesó varios años después, pero eso fue lo primero, es igualita a Fernanda.
Bueno, yo también traigo unas líneas escritas.
En el contexto de la historia de México, el IFE original tiene su propio peso específico. Fue una pieza fundamental de la gran relojería democrática que extrajo al país del sistema de partido casi único a un México con un sano sistema político pluralizado, con mejor equilibrio de poderes.
Es una Institución que nos dio oficio y vocación a toda una generación que vinimos al IFE en los noventa a impulsar la creación y consolidación de un árbitro innovador que debía naturalizarse en el contexto nacional e internacional, como solución a desafíos y dilemas políticos y normativos por los que recientemente habíamos transitado como país.
En ese tránsito, las elecciones federales auténticas, equitativas, justas y limpias eran de primera importancia. Eran un mandato claro de una sociedad exigente de mejor y mayor democracia.
A lo largo de los años y como producto de muchos esfuerzos, podemos decir que lo logramos.
Desde 1991 y hasta la fecha, nuestros comicios han sido gestionados por un cuerpo directivo permanente, profesional, imparcial y objetivo conforme a la ley y en un marco de sobriedad y neutralidad que ha transformado de raíz nuestras contiendas políticas.
Ese IFE original exitoso, fundado precisamente, en unos días será este aniversario, el 11 de octubre de 1990, vio cambiar su historia en octubre de 1996, cuando se determinó su autonomía constitucional con el más grande consenso político en el seno del Congreso de la Unión.
Para dirigir aquel IFE autónomo, todas las fuerzas políticas representadas, entonces en la Cámara de Diputados y Diputadas, designaron también de común acuerdo a personajes relevantes de la Academia y el Periodismo.
Por primera vez solo esas nueve personas tendrían voz y voto en el Consejo General, consumándose así la plena ciudadanización de un Órgano Electoral Federal, tradicionalmente encabezado por un integrante del Gobierno Federal que ya no tendría nunca más injerencia directa en la preparación, desarrollo o resultados de los comicios en este país.
Una de esas personalidades extraordinarias junto con otras dos que hoy nos acompañan, la doctora Peschcard y el doctor Woldenberg, fue Alonso José Ricardo Lujambio Irazábal, sí, lo molestábamos con los tres nombres, bienvenido.
Lujambio venía de la academia, había reflexionado, escrito y enseñado sobre las aristas del Sistema Político Mexicano con precisión, seriedad y profundidad. Tenía, por lo tanto, visión de conjunto, veía el bosque, pero demostró también que entendía los árboles, las ramas y las hojas.
Se trataba desde antes de ser consejero, de un conocedor avezado de los efectos del diseño y evolución de los sistemas electorales, en la legitimidad democrática y política de los regímenes democráticos modernos.
Por ejemplo, en el año de 1995, al deliberar en la mesa de autoridades electorales en el Seminario del Castillo de Chapultepec, Lujambio ya demandaba como extraordinario lo que hoy parece ordinario; decía que en las elecciones tiene que haber certidumbre en el proceso y debe haber incertidumbre en el resultado.
En su estudio introductorio de la obra colectiva “Gobiernos divididos en la federación mexicana” en 1996, determinó que la literatura especializada de la época había sido enfática en cómo estudiar estas configuraciones políticas, pero no de cómo enfrentarlas, gestionarlas, navegarlas, por lo que llamó a las y los politólogos de entonces a estudiarlas más y mejor.
Y con soltura citó a Juan Linz, a Matthew Sugar, a Mark Johns y a John Kerry, que habían estudiado el tema, informando además que entre 1958 y 1994, de 101 elecciones legislativas en América Latina, la frecuencia de los gobiernos divididos había sido del 59 por ciento contra el 41 por ciento de gobiernos de un solo partido.
A partir de estos datos, y de leerlo, escucharlo en conferencias, en sus clases o en distintos eventos, queda claro que en lugar de lamentar los efectos del gobierno dividido, veía el fenómeno como una articulación moderna y virtuosa de la auténtica división de poderes como mecanismo impecable de la distribución del poder entre fuerzas políticas distintas, a las que la ciudadanía asignaba presencia suficiente pero equilibrada, obligándolas a cooperar en la gobernanza democrática.
En 2001, en el libro “El proceso presupuestario y las relaciones entre los órganos del poder”, del que fue coautor con Diego Valadés y con Gerónimo Gutiérrez, desmenuzó con claridad los claroscuros de un modelo normativo que había empezado a crujir en 1997. Y ese ruido y ese riesgo procedían precisamente de que el Ejecutivo Federal y su partido habían perdido la mayoría en la Cámara de Diputados y Diputadas, que hasta la fecha es la que tiene la facultad exclusiva de aprobar y modificar el Presupuesto de Egresos de la Federación.
En el apartado de consideraciones finales, él y sus colegas listaron una serie de propuestas que se pueden considerar vigente en estos tiempos, como que el presupuesto se conociera y aprobara por ambas cámaras del Congreso y no sólo por una de ellas; por lo tanto que el presupuesto fuera vetable por el Presidente de la República; que la presentación del proyecto la realizara formalmente el gabinete entero como cuerpo colegiado; y que se precisaran las fechas de presentación, el plazo para la deliberación y la fecha máxima para la aprobación.
Y claro, adoptar un mecanismo para la reconducción presupuestal automática del año anterior, en caso de la falta de acuerdo político en el Congreso de la Unión para aprobar el presupuesto del año siguiente.
Como todas y todos recordamos, como consecuencia de las reformas electorales de 2007 y 2008 en materia política electoral, el Modelo de Comunicación Política Electoral tiene rango constitucional; pero eso ya pasaba por la mente de Lujambio varios años antes.
La idea central compartida, se parecía mucho a la propuesta de Lujambio que había planteado un par de años antes, en ese momento, derivado de la fiscalización, sabíamos que los partidos gastaban más del 50 por ciento y en algunos casos el 65 por ciento de los recursos públicos, justamente en medios de comunicación, que el trato además no era equitativo, a un partido un spot le podía costar un peso y ese mismo spot a otro partido le podía costar 150 pesos.
Además, existía un fenómeno que se llamaba de bonificaciones, que Alonso también presentó una propuesta a los lineamientos para prohibirlas porque eran aportaciones de empresas de carácter mercantil y tenían que estar prohibidas.
Y además, inicio el primer monitoreo que se hizo en este instituto y recuerdo toda la parafernalia que tuvimos que hacer para ir a buscar a empresas que vinieran a explicarnos cómo hacían sus monitoreos y cuando tuvimos los primeros resultados no podíamos hacer este cruce de información porque un partido podía poder ponerle a un spot, spot 1 y algún otro le ponía pajaritos y animalitos y claramente no podíamos cazar que era el mismo spot y que hubiera costado lo mismo, esto por supuesto para efectos de fiscalización y garantizar la equidad en las contiendas electorales.
La idea de Lujambio, era instaurar al instituto como gestor principal de una especie de monopsonio en el que solo el IFE pudiera adquirir spots en los medios electrónicos para propaganda partidista pero en el marco de una franja de precios con parámetros de costo establecidos previamente en la ley o en un reglamento mediante diversas fórmulas matemático financiera; adquiridos de esa manera el IFE podía entonces transmitírselos a los partidos y sus candidaturas dentro de la banda de precios preferida.
En su texto Federalismo y Congreso en el Cambio Político de México en 1995, Alonso fue elocuente al referirse al tema de la reelección legislativa consecutiva cuya prohibición no compartía, por considerarla una anomalía política y constitucional.
Dijo Lujambio en aquel texto: “En un momento de cambio político como la actual, eliminar esta anomalía del marco constitucional mexicano, se antoja una tarea urgente”.
En una palabra, resulta muy difícil creer que la Cámara de Diputados de México, pudiera fortalecer sus tareas legislativas y de control sin verdaderos parlamentarios, en México, debe dejársele de temar a la re elección inmediata; hoy que esa anomalía ha quedado fuera de la constitución derivado de la reforma de 2014, cabe preguntarnos como vería Lujambio dos temas de preocupación actual, el primero, relativo a la redacción especifica del nuevo artículo 59 de la Constitución que dejó en manos de los partidos políticos y no de la ciudadanía, la trayectoria de las y los legisladores cuando la reforma se trataba en realidad de darle fuerza institucional al Congreso profesionalizando a las y los parlamentarios al liberarlos y liberarlas de cierta manera de la subjetividad y los sesgos políticos de las dirigencias y por supuesto acercarlos a sus votantes.
No debemos olvidar que la reelección, es decir, premiar o sancionar a sus representantes de elección popular, es un derecho político de la ciudadanía y de nadie más, relativo a la rendición de cuentas.
Sobre esta primera etapa creo que Lujambio estaría claramente preocupado pero también ocupado en resolver este tema.
El segundo, relativo a la omisión del Congreso de la Unión vigente al día de hoy de emitir la norma legislativa para regular la reelección legislativa consecutiva por la que el INE tuvo que establecer un primer acuerdo para regular esta reelección y que, pues ya al borde en menos de un año estaremos ya entrando en el siguiente proceso presidencial y, también, de renovar todo el Congreso de la Unión y seguimos sin tener este marco regulatorio respecto de esta figura.
Creo que Alonso habría incidido en la reforma, de haber podido concluir su paso por el Senado de la República, su última encomienda por México.
De su paso por el Consejo General del IFE, todas y todos tenemos muchas anécdotas, Mayarí, que ya te vi, me acaba de recordar a Alonso deambulando a las 02:00, 03:00 de la mañana, sin gel y con el pelo esponjado, fiscalizando y revisando las versiones 7, 8, 9 y 10 de los dictámenes de fiscalización.
Alma que además era un obsesivo por la redacción y nos hacía revisar una y otra vez, Horacio tenía que editarlo sin que hubieras viudas, en todo el texto de esos informes y además tenían que estar impresos y distribuidos en tiempo y forma, entre todos los miembros del Consejo General.
Algunas de estas anécdotas, de lucha férrea contra el estatus quo, otras de búsqueda intensa de soluciones normativas, a encrucijadas políticas, unas más de templanza inconmovible frente a dificultades superlativas; sin embargo, todas con clara referencia a su recia integridad personal y política.
En todas siempre visible su hiperactividad, su perfeccionismo, su capacidad analítica, su claridad expositiva y su impecable argumentación jurídica, a pesar de no ser abogado.
Entre abogados y abogadas electorales conocemos una frase que Alonso repetía con mucha frecuencias y decía que él se denominaba un politólogo, enamorado de la ciencia jurídica, y eso se notaba.
A través de su carrera profesional de la que compartí un tramo como su asesora aquí en el IFE, Alonso conjugó atinadamente sus valores humanistas y su profundo deseo de pluralidad, su esfuerzo democratizador contribuyó a transformar nuestro país, en el del pluralismo democrático del que hoy gozamos.
Una vida por demás productiva que legó saberes importantes para la comprensión de la construcción política de nuestro país.
De los casos Amigos de Fox y Pemexgates, que ya se ha hablado aquí y en libros enteros, y en sentencias completas, en ensayos, en artículos, en columnas numerosas, muchas afirmaciones, análisis y estudios sobre el papel de Lujambio y de su equipo en estos dos casos emblemáticos para la fiscalización de nuestro país.
Y se podrán decir y escribir muchas cosas más por tratarse de asuntos que edificaron en sus cimientos, nuestro actual modelo de fiscalización, mediante el cual sujetamos a los actores políticos, desde entonces y cada vez de mejor manera, a un régimen de transparencia y auditoría, en bien de la equidad de las contiendas electorales.
Hoy estoy segura que Alonso estaría preocupado por temas novedosos que hay que atender, como las monedas virtuales, los recursos del crimen organizado, el lavado de dinero, las empresas fachada, los beneficiarios finales y un largo etcétera en los que Alonso Lujambio estaría trabajando.
La verdad es que estos dos asuntos y todos los que abordó en su gestión entre 1996 y 2003, fueron expresión permanente y congruente de su inquebrantable compromiso con la ley, la verdad, la justicia y la rendición de cuentas.
El legado de Alonso está lleno de enseñanzas políticas, riqueza intelectual y vocación constitucional.
Prestó entusiasta siempre, servicios invaluables al IFE, al IFAI, a Irak, creo que Jacqueline también estuvo por allá, a la SEP y al Senado de la República, y recuerdo perfectamente antes de venir, cómo estaba en Little Rock y me decía Alonso: “Carla, voy hecho un cristo”, pero siempre quiso ser Senador de la República y su determinación fue venir.
Llegó, lo recuerdo perfectamente, 28 de agosto, y planeamos juntas su fiesta de cumpleaños que no sabíamos que sería la última.
Creo, sinceramente, que sobre sus hombros, sus amigos y amigas venimos construyendo una mejor ciudad, un mejor INE, un mejor país, en el que todas y todos cabemos.
A Lujambio le aprendimos que el servicio público es un honor y una distinción, pero también un compromiso, y nos enseñó que la mejora continua de la ciudad, del INE y de nuestro país es un deber permanente al que no debemos renunciar nunca.
Veo aquí a familiares, amigos, amigas, colegas de Alonso que han venido a tributarle un homenaje institucional especial a los 10 años de su partida, y por supuesto, saludo que nos hayamos podido reunir hoy, para celebrar la vida de Alonso Lujambio.
Yo me quedo con su generosidad de amigo, su dedicación al trabajo, su potente inteligencia, su memoria prodigiosa, su convicción republicana, su lealtad democrática, ¿y por qué no decirlo?, su veta de dibujante que en cada Consejo General se ponía a dibujar a la persona de enfrente.
Cuando íbamos a levantar estos cuadernillos del Consejo General, teníamos que tener todo el cuidado de que pues estos dibujos no fueran del conocimiento público.
O su veta también de poeta, hacía poemas sobre la fiscalización y rimas. Recuerdo una que empezaba “cuando cuentes cuentos, cuenta cuántos cuentas, porque si te agarro con las cuentas…”, no me acuerdo cómo era, “y te cuento de las cuentas de…”, en fin.
Se la pasaba también ahí redactando cosas, su sentido del humor.
Y como ya se dijo aquí, su amor por la arquitectura parlamentaria, siempre que ibas a algún lado, Alonso solo te pedía una cosa: “quiero un libro del Parlamento del país al que vayas”, porque tenía una afición, justamente, por el diseño de los parlamentos.
Y recuerdo que decía, yo creo que todos aquí podemos estar de acuerdo, que nuestro Senado actual pues no es muy bonito, pero mucho menos funcional, y Alonso decía que el Senado tenía que tener dos tribunas, tenía que haber un diálogo entre las y los senadores, como el Senado antiguo, y no como la sede del Senado actual.
Le agradezco, por supuesto, al destino haberme topado con Alonso Lujambio, y como decíamos, tus muéganos, Diego, Mónica, Horacio y Miriam, quedamos marcados para siempre por un jefe excepcional.
Sí, trabajábamos hasta las 03:00, 04:00, 05:00, 06:00 de la mañana, a veces solo nos íbamos a bañar y regresábamos a la sesión del Consejo General; y recuerdo que en las primeras veces, mi mamá me decía “oye, Carla, ¿pues dónde es que trabajas?, que salen de trabajar a esas horas tan extrañas”.
Y como dijo ya Teresa, sábados y domingo, aquí veíamos a los tres, a Iñigo, a Sebastián y a Tomás, que venían a comer, a Lujambio, a algún lado cerca del INE, ahora platicaba con Jacqueline que en ese momento no había muchas cosas cercanas para comer, pues por aquí por el INE, ahora hay… sigue sin haber, pero hay algunas otras opciones, en ese momento no había nada.
Pero sí, veíamos aquí los fines de semana, justamente, a Teresa y a su familia, que venían a acompañar la labor de fiscalización que hacía Alonso Lujambio y que se la tomaba, siempre recuerdo, absolutamente de forma seria y profesional, pensando en cómo modificar los reglamentos cada vez.
Ah, ya vimos que los partidos políticos están utilizando esta vía, hay que modificar el reglamento para que no puedan hacer esta conducta.
Y hay dilemas que nos seguimos encontrando, el uso de recursos en efectivo por parte de los partidos políticos que todavía hoy no podemos solventar, o por ejemplo, recuerdo la discusión que fuimos a tener en esa época con el SAT, con la Secretaría de Hacienda, porque no entendían que los partidos políticos tenían que tener un Registro Federal de Causantes. Y fue Alonso el que logró, yendo a platicar y exponer claramente por qué tenían que tener este registro, por qué las facturas eran importantes, y por qué esto era base del Sistema de Fiscalización.
Logró que se les diera estos registros federales de causantes.
Gracias por la estafeta, sabré pasar la, Alonso más adelante, a quienes trabajen desinteresados y desinteresadas por el resultado de la elección, pero preocupados y preocupadas por la pulcritud del procedimiento preparatorio.
Tu permanente vocación de bien, elegancia de trato, capacidad de trabajo, respeto por las diferencias, proclividad por la deliberación abierta e informada son lecciones que debemos seguir cultivando, sobre todo en estos tiempos de crispación social y tenciones políticas en las que la prudencia debe terminar por imponerse.
Ahora, si me lo permiten, si me lo permite el Presidente, me gustaría que nos acompañaran a un video, homenaje en memoria de Alonso Lujambio, a quien, desde luego, se le extraña y mucho.
(Se reproduce material multimedia)
Alonso Lujambio Irazábal: En ninguna autoridad electoral en el mundo de la historia de las democracias, esto lo puedo decir, ha actuado en materia de irregularidades de los partidos políticos, financieras, con el Instituto Federal Electoral de México, y esto se debe en buena medida a su autonomía.
Presentador: Como destacado servidor público y constructor de instituciones, Alonso Lujambio Irazábal fue uno de los autores centrales del proceso de transformación democrática en México.
Durante su paso por el Instituto Federal Electoral sentó las bases de la fiscalización y la rendición de cuentas.
Alonso Lujambio Irazábal: En la Comisión de Fiscalización atiende un asunto concreto, señor Consejero Presidente, de extraordinaria importancia para la política mexicana, un tema que genera tención política, intereses contrapuestos y lógicas adversariales.
El texto constitucional podrá nos gustarnos, podremos no querer verlo, pero esta es una realidad indiscutible en lo que cabe.
Los procedimientos aquí en conjunto requieren, sin embargo, de prudencia, de la debida reserva de estricto acuerdo a derecho, sin ánimo de incurrir a una comisión, seguirá generando certeza a los actores políticos de la sociedad.
Presentador: Como Presidente de la Comisión de Fiscalización, Lujambio Irazábal encabezó dos de las investigaciones más emblemáticas que ha enfrentado la autoridad electoral.
Alonso Lujambio Irazábal: No llegar a esta conclusión con esta evidencia documental, supondría el finiquito de una vez y para siempre de la posibilidad de la acción fiscalizadora de la competencia democrática en México.
Supondría también un banderazo de salida para que funcionarios de las secretarías de finanzas de los partidos políticos nacionales recogieron recursos en efectivo, billetes y billetes…ya no deja huella, con la certeza de que esta autoridad no hará nada, nada, nada.
Supondría la imposibilidad de hacer vales la constitución y la ley, supondría y cuál grande sería la institucionalización de la impunidad
Presentador: Sin embargo, su paso por el entonces IFE fue apenas el inicio de una larga carrera de aportaciones al estado de derechos.
José Woldenberg Karakowsky : Y no me queda más que felicitar sinceramente al Consejero Electoral Alonso Lujambio, a la Dirección de Prerrogativas y Partidos Políticos, a los consejeros de la Comisión de Fiscalización, porque a pesar, a pesar de las presiones de todo tipo, se han sabido mantener autónomos y actuando conforme a la ley.
Alonso Lujambio Irazábal: Los nueve consejeros electorales que hemos dirigido, junto con los partidos y la representación parlamentaria de este instituto durante más de seis años, dejamos nuestros cargos en octubre próximo, lo haremos todos con la frente en alto, estoy seguro.
Venimos desde el 96 a aplicar las leyes electorales, no más, pero no menos.
Presentadora: De esta manera concluye la Ceremonia Institucional del Décimo Aniversario Luctuoso del Consejero Electoral Maestro Alonso Lujambio Irazábal.
Gracias a las personas integrantes del presídium, a quienes nos han acompañado de manera presencial, y a quienes nos han acompañado a través de las redes sociales del INE.
Que tengan muy buena tarde.
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