Mucha gracias.
Muy buenos días a todas y a todos.
Es para mí, quiero comenzar diciéndolo así, un verdadero privilegio acudir de nueva cuenta a las instalaciones de la Cámara de Diputados para sostener, una vez más, un diálogo respetuoso, abierto y franco, entre órganos del Estado mexicano de cara a una, un periodo en el que está anunciado que tendrá lugar una discusión sobre el balance y, eventualmente, propuestas de modificación a nuestro sistema electoral.
Agradezco profundamente a los coordinadores de los grupos parlamentarios de la Coalición Va por México.
Al diputado Rubén Moreira, Presidente de la Junta de Coordinación Política de esta órgano legislativo y Coordinador del PRI.
Al diputado Jorge Romero, Coordinador del PAN.
Al diputado Luis Cházaro, Coordinador del PRD.
Y por supuesto, al y el vicecoordinador del PAN y el PRD, respectivamente, el diputado Jorge Triana y la Diputada Elizabeth Pérez.
Es, insisto, un verdadero privilegio estar aquí.
En segundo lugar, reiterar lo que hemos venido haciendo desde la fundación del propio Instituto Nacional Electoral, no solamente por convicción democrática, sino también por convicción personal de quienes integramos al Instituto.
La democracia significa ante todo la capacidad de procesar las legítimas diferencias de quienes conviven en una sociedad, en temas políticos y no solo, a través del diálogo y de la construcción de consensos.
El Instituto Nacional Electoral siempre, un servidor en lo particular, siempre, agradeceremos la posibilidad de establecer espacios de diálogo, siempre y cuando estos sean abiertos, francos y respetuosos.
Y esto quiero subrayarlo, de hecho, hace algunos días a través de redes sociales, implica el agradecimiento a poder estar con ustedes esta mañana, al agradecimiento a participar en otros espacio que de manera paralela se llevan también en esta Cámara, la próxima semana tendré el privilegio de también participar en una serie de discusiones.
Y también aprovecho para decir lo de las invitaciones que he venido recibiendo de diversos grupos parlamentarios para participar en sus sesiones plenarias, tanto de la Cámara de Diputados, como de la Cámara de Senadores. Esto ha ocurrido, ocurre y, mientras sea Presidente del Instituto Nacional Electoral, e incluso después como académico, si me invitan, siempre, a discutir, porque creo que es parte de mi responsabilidad y no solamente, y parte de la normalidad democrática.
Entiendo que hay quien se sorprenda que el Presidente del INE acuda a reuniones de los grupos parlamentarios, pero lo digo sin medias tintas y con mucho orgullo, esto ha ocurrido en el pasado, seguirá ocurriendo y me ha permitido a mí tener interacción, eso, respetuosa para discutir los distintos temas de la agenda electoral, tanto con las bancadas, en distintos momentos, parlamentarias del Partido Verde, del Partido del Trabajo, de Movimiento Ciudadano, del PRD, del PAN y del PRI y, también, de Morena.
Así que agradezco muchísimo las invitaciones que en el pasado se han hecho y la reiteración de que siempre van a contar con el Instituto Nacional Electoral, no solamente para poder, insisto, poder dialogar, discutir los temas que sean del interés y de la competencia de los grupos parlamentarios y de las cámaras legislativas, sino, también, reiterar desde ahora el ofrecimiento que, desde el momento en el que el Diputado Porfirio Muñoz Ledo tomó posesión como Presidente de la Cámara de las y los Diputados en septiembre de 2018, e hizo desde la máxima tribuna del país, el primer reconocimiento al trabajo del INE y del Tribunal en aquella elección, cosa tendría que enfatizar, subrayar y agradecer a la distancia.
Como Presidente del Instituto Nacional Electoral manifesté la disposición d siempre, siempre ofrecer y pedirles a ustedes que cuenten de manera permanente con toda la información y datos que permitan una discusión seria y objetiva, una discusión fundada en elementos, que es la única manera que se pueden compartir o no, pero son datos objetivos, que es la única manera de poder realizar, me parece, un trabajo legislativo.
He preparado una presentación, hay muchos datos. Quiero anticipar, por cuestiones de tiempo para no abusar, muchos de estos datos, no me detendré en analizarlos, los señalaré meramente, pero de esta presentación, insisto, que contiene esa información que es pública, pero que me parece que es pertinente que se tenga presente de cara a una discusión, que haga un balance y eventualmente propuestas de modificación del sistema electoral. Me parece que son indispensable siempre tener en cuenta, así que la presentación desde ahora insisto, está a su disposición, con datos públicos, así que se puede disponer sin ningún problema de ellos.
Yo quisiera dividir mi intervención entres partes. Una que inevitablemente, y me parece indispensable, de cara a la discusión a una eventual reforma electoral, me parece que es fundamental.
La democracia que hoy tenemos no se construyó en un día, es producto de una historia, de una larga evolución y ha costado muchísimos esfuerzos de generaciones de mexicanas y mexicanos que poco a poco fueron modelando una sistema electoral que permitiera generar condiciones de equidad en la competencia, garantizar el respeto al derecho fundamental, político fundamental de las y los ciudadanos al voto y, generar los procedimientos que inyectaran certeza a la organización de las elecciones, pero, sobre todo, a sus resultados y por ende, legitimidad a los órganos públicos que son elegidos.
Y esto es imposible hacer sin una mirada retrospectiva. Hacer un balance de dónde estamos para poder juzgar hacia dónde vamos, es imposible, sin hechas, sin hacer una pausa en el camino, echar la vista atrás, recordar de dónde venimos, porque de no hacerlo, podemos cerrar el camino hacia el futuro.
Esto se está volviendo una costumbre, así que voy a citar a un autor al que, no solamente le tengo mucho aprecio intelectual, sino además afectivo, el otrora diputado Arnaldo Córdova en su momento escribió que “la historia es maestra de la política. Quien se olvida de la historia corre el riesgo de cometer los errores que ya ocurrieron en el pasado, o peor aún, embocar un camino regresivo”; así que analizar, de cara a la discusión de una reforma electoral de dónde venimos y cuáles son las razones que nos han permitido llegar a donde estamos, son indispensables para poder hacer un juicio, un balance sobre lo que hoy tenemos, pero, sobre todo, enderezar la ruta hacia dónde queremos como sociedad encaminar.
En un segundo momento quisiera hacer un balance justamente de lo que hoy tenemos.
Nuestro sistema electoral, decía, es producto de una larga transición, las reglas del actual modelo electoral que emanaron de la última reforma, hasta ahora realizada, la de 2014, y creo que es importantísimo pues hacer un, con datos, no con otra cosa, no con apreciaciones subjetivas, esas son válidas, pero aquí lo que me importa es ponerlas sobre la mesa, sobre cuáles son los resultados que ha arrojado en 8 años y medio el modelo electoral derivado de la reformade 2014.
Y finalmente quisiera hacer una reflexiones, ahí si ya apuntando hacia el futuro, respecto de la posibilidad o no, la pertinencia o no de una reforma electoral que modifique las reglas del juego democrático en este momento.
En este primer sentido y de nuevo pidiendo una disculpa, pero para mí, de donde vengo, por quién soy, hacer una referencia histórica me resulta fundamental y me parece que debería ser el punto de partida de un análisis de una eventual reforma electoral.
Quisiera poner sobre la mesa un par de ejes articuladores: el primero es que nuestra transición a la democracia es una transición suigéneris. Si uno observa los distintos modelos, los casos de estudio de las transiciones a la democracia en otras partes del mundo, la transición española, la transición chilena, nuestra transición es una transición distinta a todas las demás, porque no implicó una ruptura, no implicó un momento de ruptura radical con un pasado autoritario, ni tampoco una refundación del régimen del régimen que trajera como consecuencia un nuevo orden constitucional.
En el caso de la transición mexicana seguimos viviendo bajo el mismo régimen constitucional emanado, por supuesto, modificado y transformado, pero emanado originalmente desde la Constitución en 1917 y, en nuestro caso la transición no implicó un momento, como el caso clásico que es el caso español, que implicó la muerte del dictador, un conjunto de arreglos políticos y económicos que se tradujeron en los Pactos de la Moncloa y la emisión de una nueva constitución. Los españoles al cabo de dos elecciones con el nuevo régimen constitucional prácticamente tuvieron, vivieron ya un periodo de alternancia que se normalizó en aquel país y que en muy poco tiempo les permitió hablar de una democracia consolidada.
En el caso nuestro no, la historia mexicana es una historia de cambios graduales, paulatinos, consecutivos, que implicaron ciertamente momentos de retrocesos, ensayos, errores. Quién no recuerda la tristemente célebre clausula de gobernabilidad que implicó claramente un retroceso en los años ochenta y principios de los años noventa en este proceso paulatino de construcción de nuestra democracia.
Sin embargo, es que esta particularidad de la transición mexicana no ha sido un óbice para la profundidad que la misma ha supuesto.
El país que hoy tenemos no tiene absolutamente nada que ver, venturosamente con el país de hace treinta y pocos años. Hace 30 años el espectro político era absolutamente monocolor, el mapa político estaba pintado de un partido que constituía y constituyó tristemente el ejemplo para que Giovani Sartori hablara en su categoría de los sistemas de partidos políticos del partido hegemónico, “El régimen del partido hegemónico”.
Hoy la pluralidad cruza en todos los niveles de gobierno a la sociedad mexicana y cada elección implica una redefinición del mapa político nacional, un mapa que más allá de los momentos y las coyunturas particulares, en los últimos años ha pasado a ser un mapa profundamente multicolor.
Hace 30 años, déjenme decirlo así, había una certeza ineludible, y una incertidumbre también. La incertidumbre era sobre las reglas del juego, nadie sabía a ciencia cierta cuáles eran las reglas porque había una fuerza política que era juez y parte en la definición y el juicio de los procesos electorales, pero había una certeza, todo mundo sabía, incluso antes de las elecciones, quien iba a ganar los comicios.
Hoy, 30 años después, seguimos teniendo una incertidumbre y una certeza, pero se han invertido. La certeza hoy está en las reglas, todo mundo sabe, aunque a veces no se respeten, cuáles son las reglas del juego que se han pactado por las distintas fuerzas políticas y llevada a la Constitución y las leyes.
Y existe una sana incertidumbre, diría la única incertidumbre que es válida en democracia, la incertidumbre sobre quién va a ser el ganador, al menos hasta que la autoridad electoral emite los resultados provisionales. En ese momento, preliminares, en ese momento esa incertidumbre también se vive y eso habla de la profundidad del cambio político.
No quiero detenerme demasiado, hay algunas láminas que saltar y que les dejaré más o menos a ustedes para su análisis y eventualmente posterior, no quiero decir de dónde venimos necesariamente, pero sí me quiero detener en algo que hoy, de cara a la discusión de una reforma electoral vale la pena recordar y son las palabras de Don Jesús Reyes Heroles, cuando en el célebre discurso de Chilpancingo el 1° de abril de 1977 explicó públicamente cuál era el propósito de esa primera reforma, que vista en retrospectiva fue una reforma tímida en sus efectos democratizadores, pero que tuvo la enorme virtud, como lo ha señalado José Woldenberg, de tener una característica desencadenadora del cambio político.
La reforma de 1977 significa, sí un parteaguas, no necesariamente por la profundidad de las transformaciones, sino porque embocó claramente una ruta que con l}as reformas posteriores se iría solidificando y es la ruta de nuestra transición hacia la democracia.
Don Jesús Reyes Heroles en un discurso que no sólo por su profundidad, sino por, sobre todo, por su mensaje político, vale la pena recordar y tiene una actualidad verdaderamente sorprendente. Decía en Chilpancingo: “que mayorías y minorías constituyen el todo nacional y el respeto entre ellas, su convivencia pacifica dentro de la ley es base firme del desarrollo. El imperio de las libertades y de las posibilidades del progreso social. Cuando no se tolera…”, de eso hace 45 años y más Don Jesús Reyes Heroles, “…se incita a no ser tolerado”.
Por cierto, señores diputados, señor Presidente a quien no saludé y ofrezco una disculpa, Jesús, este es el año del 45 aniversario de la reforma política de 77 y de este discurso. En el INE ya lo homenajeamos, creo que es tiempo también de que otros órganos del Estado hagan lo propio.
“Cuando no se toleran”, decía don Jesús Reyes Heroles, “se incita a no ser tolerado y se abona el campo a la fratricida intolerancia de todos contra todos, la intolerancia sería el camino seguro para volver al México bronco”, y falta eso, y violento.
No volvamos nunca más al “México bronco y violento” de donde afortunadamente salimos, se me antoja decir.
La transición a la democracia ha pasado por una serie, por nueve grandes reformas electorales, por lo menos en su dimensión electoral, porque si quiero ser claro, lo dije hace u año cuando gentilmente me invitaron a dialogar en el Pleno de la Cámara de diputados, en una sesión que para mí es memorable, siempre recordaré con mucho afecto.
Hace un año, decía, que nuestras nueve reformas electorales no agotan las deudas en términos democráticos de nuestro país.
Hoy lamentablemente aquella promesa de justicia social, sin la cual una democracia no es plenamente funcional, que alimentó a la Revolución Mexicana hace más de 100 años, sigue siendo una promesa incumplida de nuestro proceso de cambio político.
Sin embargo, si en algún ámbito hemos hecho bien la tarea ha sido justamente en el ámbito electoral, y con ello no quiero anticipar que no pueda mejorarse lo que hoy tenemos.
¿Cuáles han sido, y no pretendo, aquí hay muchos textos: la mecánica del cambio político de Woldenberg, Salazar y Becerra, que explican con mucha claridad de lo que yo podría hacer el proceso de cambio a través del cambio político a través de las distintas reformas electorales.
Pero una sugerencia de lectura de estos 45 años de cambio constitucional y legal, una manera de leer todas estas series de reformas es entender cuál fue la principal necesidad, tal vez no la única, pero la principal necesidad, el primer problema que se buscó solucionar con las distintas reformas en los distintos momentos.
Si analizamos de dónde venimos a partir de esta óptica, me parece que podemos equilibrar cuatro grandes etapas de nuestro proceso de transición a la democracia: en un primer momento, viniendo de un régimen cerrado, en donde durante 25 años no hubo una nueva fuerza política, una estaticidad del sistema de partidos, paradójicamente cuando existió en nuestro país una gran convulsión social, 68, el 71, las luchas guerrilleras, etcétera. La primera gran necesidad que se planteaba era la de abrir el sistema político.
El primera conjunto de reformas tuvo el propósito fundamental de abrir el sistema y por lo tanto permitir la inclusión de distintas fuerzas políticas y permitir su representación, gracias a esa figura que es señera de nuestro proceso de democratización y que me parece que todo demócrata convencido debe defender, que es la representación proporcional.
En un segundo momento, el nuevo problema que se enfrentó, después de la actuación de la CFE, de la comisión Federal Electoral, por supuesto, en 1988 fue precisamente la necesidad de hacer creíble el sistema electoral.
En la sociedad existía una percepción, bien fundada, por cierto, de que el voto no era respetado. Las reformas de principios de los años noventa, empezando por la que dio origen en su momento al Instituto Federal Electoral y sacó de la órbita de la Secretaría de Gobernación la organización de las elecciones.
Hay un, hoy diputado, prominente diputado, de hecho es el Presidente de la Cámara de los Diputados y las Diputadas que hace un año, hace dos años, no, hace poco más de un año, hizo una declaración pública diciendo que “los tiempos habían cambiado y que era momento de que la organización de las elecciones volviera a la Secretaría de Gobernación”.
Me parece que es justamente, por eso es importante la historia, es obviar de dónde venimos y los propósito que se consiguieron, aunque por supuesto respeto todos lo puntos de vista, nada más faltar.
Y ese segundo momento de nuestra transición implicó una serie de reformas y cambios tanto a la institucionalidad electoral, como a las reglas y a los procedimientos electorales para inyectarle credibilidad, confiabilidad, y por lo tanto, legitimidad a los procesos democráticos procesados en las urnas.
Ese fue el principal objetivo de esta segunda generación de reformas.
Después de la elección de 1994, una elección Presidencial que a diferencia de la que le antecedió, no tuvo el grado de contestación que ocurrió en 1988, u nuevo problema se colocó en la agenda nacional electoral, el de la equidad.
El primer ejercicio de fiscalización que realizó el entonces Instituto Federal Electoral, un ejercicio sumamente germinal comparado con la robustes de la fiscalización que hoy se realiza por parte de las autoridades electorales, sí tuvo, al menos la enorme virtud, más allá de sus limitaciones, de colocar por primera vez en la mesa cifras oficiales, no sé si ciertas, porque no había posibilidades de compulsa ni mucho menos, pero por lo menos cifras oficiales del gasto realizado por los partidos políticos en aquellas elecciones, y las cifras evidenciaban ese problema, ese nuevo problema.
El 85 por ciento del gasto en las elecciones de 1994 fue realizado por el partido en el gobierno, y el 15 por ciento restante por todas las fuerzas de oposición.
Evidentemente la nueva frontera que tenía que atacarse en la transición a la democracia era el tema de la equidad, a ello se avocaron las reformas de 1996 y de 2007. La primera, haciendo una apuesta por un financiamiento público, y lo digo desde ahora, vale la pena revisar sin perder la lógica por la cual la introdujimos en nuestro país, que fue generar condiciones de un piso mínimo de competencia que fuera equitativo.
Y, por cierto, no es casualidad que la etapa de mayores alternancias políticas de nuestra historia a través de las urnas, que comenzó en 1997 y se ha potenciado a lo largo de los últimos 25 años, justamente ocurrió después de que se generaron las condiciones de equidad en el financiamiento.
Lo que ocurrió en le país, me parece que en buena medida, aunque no de manera exclusiva, pero en buena medida, puede derivarse y deducirse de aquella apuesta por generar ese piso mínimo de equidad.
Y, más adelante, la reforma de 2007 se ocupó de generar equidad y llevar la equidad en el acceso a los medios electrónicos de comunicación con la reforma del modelo de comunicación política.
Una cuarta necesidad se planteó por parte de los actores políticos y de las y los legisladores en 2014. En ese momento se consideró que el grado de evolución en nuestro sistema electoral había tenido digamos ritmos diferenciados, velocidades distintas: en el plano local y en le plano federal, e incluso en el plano local ya podíamos encontrar, por ejemplo, robusteces institucionales muy diferenciadas entre los órganos electorales entre los órganos electorales de un estado y de otro.
La idea de la última reforma, la idea fundamental, no es la única, pero vuelvo a insistir, todas las reformas han tenido varios propósitos, pero esos son los problemas fundamentales que cada una de las reformas a lo largo de estas etapas buscó resolver. El problema fundamental que se buscó resolver con la reforma de 2014 fue la de estandarizar y de homologar, no sólo el diseño institucional, sino también las reglas, los procedimientos y los criterios con los cuales se juzgaban y administraban los procesos electorales a nivel federal y a nivel local en el país. Por eso la reforma de 2014 apostó por un sistema nacional de elecciones.
Hasta ahí si me permite una reconstrucción histórica, que me apena un poco decirlo, venir aquí a tratar de esquematizarlo, porque aquí muchos de ustedes han sido protagonistas en carne propia y en primera persona de esta historia, pero bueno, vale la pena recordar, insisto, de donde venimos.
¿Qué ha pasado? ¿Cómo no ha ido? ¿qué balance podemos hacer de nuestro sistema electoral hoy para poder deducir a qué mejoramos? Porque la máxima anglosajona es “si funciona no lo arregles porque eventualmente lo puedes descomponer”, pues me parece que tiene que ser la premisa fundamental con la cual analicemos eventuales cambios al sistema electoral, porque si hay algo que funciona en el país es su sistema electoral.
Y ahora sí que, permítanme decirlo así, a lo datos me remito.
¿Qué ha pasado de 2014 a la fecha? Primer gran dato, en 2014 fue, seguramente recordarán ustedes, incluso prominentes analistas de la materia electoral, directores de revistas especializadas, etcétera, etcétera, anticiparon que la reforma de 2014 era un mazacote que resultaba impracticable y vaticinaron su fracaso.
Hoy, ocho años y medio después podemos decir que la reforma de 2014 si bien es compleja, muy compleja de operar, si bien pasó por un proceso muy difícil de asimilación, entendimiento y puesta en marcha, hoy nos permite administrar un sistema electoral absolutamente funcional.
La primera prueba es el número de elecciones que se han organizado bajo este modelo. Dato comparativo: el Instituto Federal Electoral que tenía solamente competencia durante su periodo de existencia constitucional en las elecciones federales, es decir durante 23 años, el Ife organizó 18 procesos electorales. Entre procesos ordinarios y procesos extraordinarios.
El Instituto Nacional Electoral en ocho años y medio de vida ha organizado 330 procesos electorales, cuento aquí no solamente las elecciones federales, sino también las elecciones locales que, junto con el sistema de OPLES coorganizan.
Cuento también las elecciones internas de los partidos políticos, que en el marco de la nueva ley el Instituto Nacional tiene que contribuir a organizar: 2 elecciones de dirigentes político, la del PRD en 2014 y la de Morena a través de un esquema de encuestas que mandató hacer el sistema, el Tribunal Electoral en el año 2019.
También incluyo aquí los dos ejercicios de democracia directa a nivel nacional que fueron responsabilidad constitucional exclusiva del INE, exitosos en su organización, que son la Consulta Popular del a{o pasado y la Revocación de Mandato de este año, a pesar del boicot que desde distintas instancias del Estado se fraguó para, espero que no, pero quien ha interpretado con el propósito de que el INE no pudiera cumplir con su mandato constitucional. Y, en efecto, la Revocación de Mandato, el INE, lamentablemente no pudo, como debía y como quería, cumplir con los parámetros de la Ley de Revocación de Mandato que aprobó el Congreso de la Unión.
Pero, como ya lo dijo la Suprema Corte de Justicia, la responsabilidad de que ello no fuera así no fue del Instituto Nacional Electoral, sino de los órganos del Estado que debían proveerle los recursos necesarios.
Y esto, lo reitero, por cierto, en una sentencia aprobada por unanimidad, luego de la controversia constitucional que presentó el INE, y que ahora le impone a ustedes, señoras diputadas, señores diputados, una nueva exigencia constitucional.
Si deciden hacer un recorte a lo que en las próximas semanas el INE solicitará para poder llevar a cabo sus actividades el próximo año, incluyendo las elecciones en dos estados, cuyo padrón electoral es más grande, por cierto, hablando del Estado de México, que las seis elecciones que realizamos este año.
Y también, implicará el arranque del proceso electoral federal de 2024, que comenzará en septiembre del próximo año, por supuesto, que tienen el derecho constitucional, la facultad constitucional para hacerlo.
El 74, es claro, pero también ahora van a tener que justificar, por primera vez en la historia, porque aplican el recorte. Y lo tendrán que hacer con una justificación, con una motivación, reforzada, en fin.
Por cierto, anticipo, cuando quieran discutir sobre el presupuesto que presentaremos cuenten con el INE para aclarar cualquier duda al respecto.
330 elecciones, y también sumó aquí la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, ninguna de estas elecciones ha tenido un conflicto post sistema electoral.
Si el sistema electoral no funciona pues la verdad, honestamente, no sé cómo explicar esta cifra. Pero, además, en estos años, y en estos procesos electorales el sistema nacional de elecciones ha propiciado el índice de mayor alternancia política en nuestra historia.
Nunca en la historia democrática del país ha habido un periodo de ocho años en donde el índice de alternancia haya sido tan alto como en estos procesos electorales organizados por el INE.
El índice de alternancia en promedio se ubica en casi el 63 por ciento, por supuesto que dependiendo del tipo de elecciones este índice aumenta. Si tomamos en cuenta las elecciones de gobernadores, de gubernaturas, por ejemplo, tenemos que el índice, ese índice alcanza casi el 70 por ciento.
De 56 elecciones de gubernaturas en 39 ha habido alternancia, es decir, cambio de partido ganador. Y este índice se reproduce, insisto, no solamente en el cargo presidencial, la única elección presidencial que organizamos, trajo consigo la tercera alternancia en la historia política de nuestro país en la Presidencia de la República, sino también en el ámbito de las diputaciones federales, ustedes se dan cuenta de ello, de las senadurías, repito, de las gubernaturas, de las diputaciones locales, y de las elecciones municipales, 63 por ciento de índice de alternancia en promedio en estos años.
Eso quiere decir, para decirlo de otra manera, que la posibilidad que tiene un partido que gana una elección de volver a ganar en el siguiente ciclo electoral es apenas una de cada tres probabilidades.
Y un dato importante, no hay ningún partido político que no se haya beneficiado en algún momento de estos ocho años, por este fenómeno de alternancia, todos los partidos políticos han ganado y perdido elecciones, por cierto, como ocurre en democracia.
Y vuelvo a insistir, elecciones que no han, si bien han sido contestadas por los cauces legales, no han generado en ningún caso un conflicto poselectoral.
Tercer gran dato que quiero poner sobre la mesa, el que tiene que ver con otras actividades, porque luego se dice, escuchado hace unos días un periodista que hacía su análisis, a propósito, y con eso público lo qué preliminarmente tendremos que aprobarlo el lunes próximo en el Consejo General, constituirá el presupuesto que solicitaremos a la Cámara de Diputadas y Diputados para nuestra operación.
Y hacía un cálculo, dividía el monto preliminar que se hizo público, entre el número de electores, y concluía, no con muchas luces, que el costo por el elector, por voto, era de mil y tantos pesos, con lo que se constituye el más alto del mundo.
Cuando quieran tenemos las cifras que evidencian la falacia de que el INE es el órgano electoral más caro del mundo, con lo cual no quiere decir que nuestro sistema electoral no sea oneroso, pero, insisto, como lo dije hace un año en este espacio, bueno, no aquí, en el pleno, eso es producto del costo de la desconfianza.
Pero el INE hace muchas otras cosas, no solamente organiza elecciones exitosamente, el INE también cumple con una función que implica, por cierto, un servicio público que implica la garantía de un derecho, nosotros expedimos la que hoy por hoy es el instrumento de identidad más potente, y hemos avanzado hacia el uso, sin vulnerar el derecho a la privacidad de los datos personales de los millones y millones de ciudadanas y ciudadanos que nos confían sus datos biométricos, para poder combatir con distintas instancias del Estado Mexicano el robo de identidad. Es decir, para poder autenticar la identidad.
Esto es una tarea de las más onerosas en términos presupuestales que tiene a cargo el Instituto Nacional Electoral, alrededor del 30 por ciento del presupuesto operativo que recibimos año con año es destinado al funcionamiento, salvaguarda, protección, resguardo y actualización del Padrón Electoral, a cargo del Registro Federal de Electores, y de la expedición de la Credencial para Votar con Fotografía.
En fin, las cifras aquí están, datos nada más, el promedio de trámites diarios que se realizan en nuestros 850 módulos a lo largo y ancho del país es del orden de 50 mil trámites; aunque hemos llegado días con picos de 321 mil trámites.
El número de credenciales que hemos expedido en estos ocho años y medio supera los 121 millones de credenciales, además, hemos firmado 15 convenios de colaboración con distintas instancias federales y locales, para poder utilizar las bases de datos, sin entregar los biométricos, para poder combatir este flagelo que lastima a la sociedad mexicana, que es los de que son los desaparecidos.
Gracias a distintos convenios, hay mucho por hacer, hay un embudo, se los digo desde ahora, en los sistemas forenses. El INE está en capacidad de poder hoy darle identidad a cerca de 14 mil cuerpos de personas desaparecidas, no identificados, si fue resolviera el problema forense.
Pero, bueno, eso habla de la disponibilidad y de la utilidad de los servicios que el INE brinda.
El INE monitorea a todas las estaciones de radio y televisión del país, y gracias a convenios genera ingentes ahorros al gobierno federal, con un convenio que firmamos con la ex Secretaria de Gobernación, nosotros les damos un servicio gratuito del monitoreo que le ahorra al Estado Mexicano, al gobierno federal, cerca de 500 millones de pesos, y anualmente.
Es decir, si lo hace un órgano del Estado, pues ese órgano del Estado tiene que salir al auxilio y colaboración, como siempre ha ocurrido, de otros órganos del gobierno.
El balance de todo esto, permítanme medirlo en términos de opinión ciudadana, es, como ya decía la Elizabeth, es que el INE es hoy por hoy, guste o no, la institución civil del Estado Mexicano que mayor confianza genera entre las y los mexicanos.
Distintos ejercicios de opinión pública pueden reiterar, pueden constatarlo, la Encuesta de Cultura Cívica que realizó el INEGI a principios del año pasado nos colocaba como Instituto Nacional Electoral en torno al 60 por ciento de confianza.
En la encuesta de GEA-ISA en el último corte trimestral nos lleva al 70 por ciento de confianza. Distintos medios de comunicación han evidenciado cómo la confianza ciudadana está entre el 60 y el 70 por ciento, y creo que esto no es producto solamente de percepciones, es el resultado de un trabajo, creo, bien hecho.
Y esto se ha traducido, por cierto, en que ninguno de los procesos electorales ha tenido una merma de las y los ciudadanos que necesitamos para instalar las mesas de casilla. En cada proceso electoral, incluso en procesos controvertidos políticamente, como la Revocación de Mandato, el INE siempre ha contado con más del doble de los ciudadanos requeridos para instalar las mesas de casilla, están dispuestos a trabajar con su instituto.
Un último punto. ¿Reforma electoral sí o no? Después de este balance. Miren, déjeme partir de una premisa, siempre será pertinente ajustar las reglas electorales, mejorarlas para resolver los problemas que la dinámica de la política del país genera.
Pero hay que partir en el análisis de si queremos hacer una reforma electoral o no de una premisa, hoy el sistema electoral funciona, y funciona bien, ¿puede mejorarse? sin duda.
Pero hay dos condiciones que a mí me preocupan, me parece que una reforma electoral hoy no es necesaria o indispensable, ni sé si sea pertinente.
Lo primero, si no hay reforma con el sistema electoral que hoy tenemos podemos ir sin problemas a las elecciones del 2024 y organizarlas con la calidad técnica y las garantías que han prevalecido hasta ahora.
Si hay una reforma que mejore lo que tenemos siempre será bienvenida, pero no es indispensable, es decir, el país no está en riesgo, la democracia mexicana no está en riesgo si no hay reforma electoral.
Segundo punto. No estoy cierto de que la reforma electoral hoy sea pertinente, porque desde mi punto de vista, quiero ser muy respetuoso al dirigirme a las y los legisladores, pero sí quiero señalar a la luz de nuestra historia., tres condiciones que deberían cumplirse si avanzamos hacia una reforma electoral.
Estas condiciones son las siguientes. La primera es que exista un consenso, si no unánime, sí muy amplio entre las distintas fuerzas políticas.
Decía Norberto Bobbio, y creo que, con razón, que, si bien las reglas de decisión de oro en la democracia es que la mayoría decide, en el caso de las reglas del juego se requiere que todos estén de acuerdo con él.
Estamos hablando de las reglas a las que los actores políticos se van a someter y una aceptación en principio de someterse a las reglas me parece fundamental. No cometamos de nueva cuenta errores que ya vivimos, cuando en el pasado se ha excluido alguna fuerza política de la definición de las reglas, o de la definición de quiénes son los árbitros electorales solamente hemos tenido problemas.
Si hay una regla que debería prevalecer al momento de analizar una reforma electoral es la búsqueda del máximo consenso, tal, por cierto, como ocurrió en la legislatura pasada, cuando se designó el relevo en el Consejo General de cuatro colegas.
Segunda condición. Es una obviedad pero a veces esas son las primeras que hay que repetir, que sea una reforma para mejorar lo que tenemos, si vamos a avocar una ruta de reforma para regresar, para devolverle a la Secretaría de Gobernación, sea cual sea la fuerza política que gobierne la organización de los comicios, estaremos tirando a la basura 30 años de esfuerzos y de construcción democrática.
Y, tercera característica. Pues que el producto de diagnósticos adecuados, y aquí reiteró la disposición del INE a ofrecer toda la información que requieran para hacer esos diagnósticos.
Para decirlo coloquialmente, si hay una reforma electoral que es el producto de la cabeza y no del estómago, que no sea el resultado de filias y fobias, o peor aún, de rencores personales, porque entonces tendremos garantías de que la reforma lejos de fortalecer el sistema que hoy tenemos va a servir para dinamitarlo.
Cuatro, características adicionales, y el tiempo se agota y no quiero abusar de ello. No estoy juzgando, y quiero ser muy cuidadoso porque no es la labor del Instituto Nacional Electoral, juzgar la pertinencia o no y los contenidos de las iniciativas que se han planteado. De ninguna.
Si me hacen preguntas voy a contestar todo, pero no es mi rol hacer este juicio, este juicio le corresponde a las y los legisladores, y en tiempos en los que se acusa al INE de suplantar la función legislativa, y en realidad lo único que el INE ha hecho es subsanar las omisiones legislativas.
Por cierto, no dejen el tema de la reelección en el tintero, porque en 2024 operará la reelección para diputados, pero también para senadores, paréntesis, cierro el paréntesis.
Dicho eso. No puedo dejar de subrayar cuatro características de algunas de las reformas que se han planteado, la primera, aquí estamos frente a una iniciativa que presentó el Presidente, es una iniciativa sui generis, no sus contenidos, vuelvo a insistir, soy muy respetuoso de los mismos, pero sí es la primera iniciativa, por lo menos en los últimos 30 años, que es presentada desde el gobierno, que no es presentada como una demanda de las oposiciones.
No está claro cuál es el problema más allá de la discusión genérica de que no haya fraudes en México y que los muertos no voten. En México desde hace mucho tiempo no hay fraudes y los muertos no votan desde que tenemos el padrón que tenemos.
A veces se usan a los muertos para firmar iniciativas, mecanismos de democracia directa, pero eso se resuelve no con reformas, se resuelve aplicando la ley, porque eso quiere decir que hay conductas fraudulentas que suplantan identidad. Pero es cosa de historia, no es necesaria una reforma para eso.
Segunda característica. Es la primera reforma en donde la discusión pública, y yo agradezco mucho como ésta, ocurre después de la presentación de las reformas, no antes.
Recordará Jesús que la reforma de 1987 fue precedida de un intensísimo proceso de discusión pública que, por cierto, está compilado en 13 grandes tomos, los foros de reforma electoral.
Tercero. Es la primera ocasión, sería ésta, de procesarse una reforma, sería la primera ocasión en 25 años que las nuevas reglas del juego se van a poner a prueba en una elección presidencial, y la elección del 24 va a ser la elección más grande y probablemente la más compleja de nuestra historia.
Porque el número de electores será inédito, estimamos en una proyección que habrá 97 millones de votantes, de potenciales votantes, y el número de cargos en disputa será el más grande de nuestra historia.
Nunca antes habrá habido, como en 2024, tantos cargos públicos en disputa en las urnas cómo va a pasar entonces. No sé si sea el mejor momento para experimentar nuevas reglas.
En los últimos tres grandes momentos de reforma electoral siempre estos se hicieron antes, o se pusieron a prueba en todo caso, en procesos electorales intermedios.
La reforma de 1996 se puso a prueba en elección intermedia 97, la reforma 2007 se puso a prueba en las elecciones intermedias 2009; la reforma 2014 se puso a prueba en la elección intermedia de 2015.
Iríamos a poner a prueba en el proceso electoral más grande y complejo de nuestra historia nuevas reglas electorales.
Y cuarta característica. Pues también la iniciativa presidencial es una reforma refundacional, está planteando cambios trascendentales, está planteando una desaparición del órgano electoral como lo conocemos, no solamente en su estructura, sino también en su integración.
Está planteando el Instituto Nacional Electoral no tenga ya órganos desconcentrados, es decir, está planteando que la operación territorial del INE ya no sea una operación centrada en la profesionalización de los funcionarios, sino en funcionarios de temporal.
Está planteando que el INE sería solamente responsable de imprimir la lista de electores, es decir el Padrón Electoral, ya no lo tendría el INE, supongo alguien más lo tendrá, no está claro quién.
Está planteando la desaparición del servicio profesional electoral, y que es hoy por hoy el servicio de carrera mejor logrado y que mejor funciona en nuestro país.
En fin, se trata de una reforma refundacional muy similar a la de 1900, perdón, a la del 1990, que rompió con un modelo de elecciones organizadas por el gobierno y pasó un modelo de elecciones organizadas por organismos cuya autonomía se determinó desde el principio y se fue consiguiendo los años posteriores.
No estoy juzgando los contenidos, solamente estoy poniendo datos objetivos sobre la mesa que tendrán ustedes que valorar, como me he agotado el tiempo, traía seis temas sobre los que yo creo que se podría mejorar el sistema electoral, solo los enuncio, no los explico, si me permiten los coordinadores.
Uno. ¿Qué valdría la pena si vamos a avanzar en una reforma electoral?, creo yo. Primero. Perfeccionar el sistema de representación política. Hoy seguimos teniendo un arreglo, en la composición al menos en la Cámara de Diputados, y en el Senado también, por cierto, que responde a un pacto político de hace 25 años.
Ustedes no van a dejar mentir, ustedes fueron protagonistas, muchos de ustedes de estas negociaciones, en su momento el partido en el gobierno puso como condición para avanzar hacia, esto me lo contó Muñoz Ledo, con los negociadores, por cierto, puso condición para avanzar que el partido mayoritario pudiera tener una sobrerrepresentación constitucionalmente válida de 16 por ciento.
Al final se logró pactar que solo fuera ocho por ciento, y así se avanzó en la reforma del 96. Mi pregunta, y lo dejo como pregunta, es, ¿ese arreglo que permite una sobrerrepresentación, que fue pactado en un contexto en el que había un partido hegemónico todavía, es vigente hoy?
Yo creo que en la medida en la que un sistema representativo, y aquí los alemanes nos han dado una gran lección en términos constitucionales, entre mejor refleje la composición política de la sociedad, es decir, la expresión política de la sociedad en las urnas es más democrático.
Segundo. Creo que vale la pena racionalizar el financiamiento público, lo digo con mucha franqueza, los montos de financiamiento público creo que hoy serían, incluso incentivos perversos a los partidos políticos.
Pero, si se hace eso me parece que hay que revisar, hacer una discusión integral, es decir, ¿por qué hoy seguimos con un arreglo político que se pactó hace 25 años? ¿Por qué el modo de distribución de los financiamientos, del financiamiento público sigue la regla del 30 por ciento igualitario y el 70 por ciento proporcional?
Lo que quiero decir es que simple y sencillamente es que, si quieren discutir el financiamiento público adelante, vale la pena, pero lo que no se puede perder es que las nuevas fórmulas que se definan pongan en riesgo lo que ya es una conquista lograda, invaluable de nuestro proceso de democratización, que es la equidad en las condiciones de la competencia.
Modificar las reglas de financiamiento y alterar las condiciones de la competencia con ello no vale la pena.
Tercero. Avanzar hacia menores costos del sistema electoral. Justo hoy estamos llevando un foro en el que se está discutiendo si avanzamos o no al voto electrónico, ya está aquí mi colega Uuc-kib Espadas, refleja Uuc-kib, pues una de las posturas polémicas, digamos, de la polémica, a propósito de avanzar o no hacia el uso de nuevas tecnologías, y se ha usado muchísimo.
Bueno, ayer justamente decían las autoridades de los dos países del mundo, dos de las democracias más grandes del mundo que hoy votan de manera electrónica, la India y Brasil, el proceso de avanzar en ese sentido siempre les llevo 15, 16 años.
Déjenme decírselos así, yo soy un defensor del voto electrónico, hay elementos que nos permiten hoy decir, los mexicanos en el extranjero votan gracias a un sistema que en el INE diseñó, por internet en su mayoría.
Y el voto es seguro, sin embargo, sin embargo, no solamente consejo, sino lo subrayó, digámoslo así, las objeciones que sobre este tema ha manifestado públicamente Uuc-kib, sin embargo, avanzar al voto electrónico, si eso implica una merma en la confianza en nuestro sistema electoral no vale la pena.
La confianza es la piedra angular de lo que se ha logrado construir en los últimos 30 años, y cualquier cambio, por benéfico que sea en abstracto, que merme la confianza, es un cambio no deseable.
Tercero. Aquí sí es casi, casi, una petición, resuelvan el dilema que inexplicablemente hoy está en la Suprema Corte de Justicia, porque la Suprema Corte de Justicia, hasta donde, bueno, a lo mejor tengo una interpretación muy conservadora de la Constitución, pero sí me quedé en que el artículo 96 establece, y sigue estableciendo, que las decisiones del Tribunal Electoral son definitivas e inatacables.
Hoy la Suprema Corte de Justicia le ha dado entrada a dos controversias constitucionales que ha interpuesto la Fiscalía General de la República en contra de resoluciones definitivas e inatacables del Tribunal Electoral, que autorizaron al INE y obligaron a la Fiscalía a abrirle expedientes, es decir, a relevar al INE del secreto ministerial, para poder conocer en casos que son de altísimo impacto público, lo que la Fiscalía ha realizado para poder nutrir las investigaciones del INE.
Lo que no implicaría vulnerar el secreto ministerial, la información tiene carácter reservado, aunque el INE tenga acceso a ella seguirá teniendo carácter de reservado.
Pero, bueno, en su momento la Cámara de Diputados y el Senado modificaron la Constitución y relevaron al entonces IFE de los secreto bancario, fiduciario y fiscal, con lo cual la fiscalización dio un gran paso adelante.
Creo que, si algo se va a cambiar, pues es permitirle al INE también trascender el secreto ministerial, que hoy la Fiscalía le ha interpuesto al INE.
Y de paso, ya que estamos centrados en peticiones, si le pasan las medidas cautelares, no solamente le van a aliviar la vida en muchos sentidos a los miembros de la Comisión de Quejas y Denuncias, pero además le daba dar sentido que sea la propia Sala Regional Especializada, que es la que conoce el fondo de los asuntos que los procedimientos especiales sancionadores, quien determine las medidas cautelares.
Un juez de amparo es el mismo juez del fondo, el que determina las suspensiones eventualmente. Creo que tiene sentido, y eso aliviaría mucho de lo que se quiso subsanar en la reforma 2014, pero quedó ahí.
Si se puede uno quitar prohibiciones adelante, no sé si sea el mejor momento para quitarlas, creo que se nos ha pasado la mano en algunas de ellas y vale la pena analizar una por una, cuáles de las prohibiciones hoy generan más problemas, y cuáles prohibiciones son fundamentales para garantizar la equidad.
Hay algunas de ellas que me parecen trascendentales, por ejemplo, la no intervención de los funcionarios públicos como lo establece el artículo 134 en los procesos electorales, vulnerando con ello el principio de equidad en las contiendas que hoy tenemos.
Y, finalmente, finalmente, finalmente, y lo digo con un dejo también de autocrítica, luego dicen que aquí somos soberbios, y que el INE no nos auto… no, no, no sé, honestamente, yo estoy muy orgulloso de las medidas afirmativas que hemos tomado y muchas decisiones que hemos tomado, muchas.
Incluso, creo que al final la regulación sobre la reelección no quedó mal, una adrede un poco más duro, bueno, pero no le toca al INE hacerlo, y creo que le toca a la Cámara de Diputados y al Senado de la República hacer una revisión de todas las decisiones que el INE ha tomado en sus facultades reglamentarias, algunas de las cuales son trascendentales, y me parece que vale la pena blindarlas colocándolas en la ley, e incluso en la Constitución.
Y otras no vale la pena enmendarnos la plana, eso se vale, y el INE siempre a acatando lo que dice el legislador, cuando está en concordancia con la Constitución, por supuesto.
Pongo un ejemplo, el próximo año habrá una renovación, y estoy terminando, discúlpenme por el abuso, el próximo año habrá una renovación de cuatro cargos en el Consejo General, y serán ustedes quienes tendrán que detonar en los próximos meses ese proceso.
Una nueva integración del proceso electoral podría implicar que varias de las acciones afirmativas que hoy están vigentes en temas de género, en temas de
inclusión, en temas de reconocimiento y de garantía de derechos de grupos tradicionalmente en situaciones de vulnerabilidad, podrían cambiar.
Las acciones afirmativas dependen del momento que lo toma, de la autoridad que la toma, y a partir de la voluntad política de la autoridad que la toma. Hay una discusión abierta, eh, y nosotros mismos no hemos tomado esas decisiones necesariamente de manera unánime.
Pero hay quien ha dicho, desde fuera, que se nos ha pasado la mano, pues les toca a ustedes decir, y les toca a ustedes también que esas que hoy son acciones afirmativas y que tienen la volatilidad de toda acción afirmativa, eventualmente, se consoliden, se reafirmen, llevándolas a la ley.
Pero eso no le toca al INE, le toca a ustedes. En suma, discúlpeme si me he extendido, cosas que cambiar como ven hay, pero créanme, si no hay reforma la democracia en México no se verá mermada.
¿Puede mejorar si hay reforma? Sí, siempre y cuando la reforma cumpla esas condiciones básicas que debe tener toda reforma en clave electoral, en clave democrática.
Honrado por la invitación y mil gracias por la paciencia.
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