VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA SESIÓN TEMÁTICA GENERAL 2: “EL PAPEL DE LOS ORGANISMOS ELECTORALES EN LA PRESERVACIÓN DEL ORDEN DEMOCRÁTICO Y LAS AMENAZAS A SU INDEPENDENCIA”, EN EL MARCO DEL FORO REGIONAL PARA AMÉRICA DE LA CUMBRE DE LA DEMOCRACIA ELECTORAL
Muchísimas gracias, Joseph, un verdadero privilegio estar en este panel y compartirlo con mi querida Eugenia y con nuestro admirado Rafa López Pintor.
Gracias, antes que nada, a todos los organizadores que han permitido la confluencia, a partir de la confluencia sus esfuerzos, pues, la realización de este espacio de reflexión que, me parece, es fundamental.
No quiero alargarme, he preparado una presentación que quisiera compartir brevemente, rápidamente con ustedes, si me confirman que está viéndose.
Perfecto.
Más como una lógica de guía, de orientación, y, sobre todo, por hay algunas afirmaciones que voy a hacer en intervención que me gustaría, en todo caso, que quedaran documentadas y que no fueran vistas solamente como expresiones, digamos, de parte o subjetivas.
El primer punto que quisiera señalar es que los desafíos que enfrenta la democracia en su dimensión electoral, hoy forma parte de un, o deben inscribirse en un contexto complejo para las democracias, un contexto que se ha venido gestando desde hace ya, por lo menos un par de décadas y que ha venido acumulando una serie, digámoslo así, un medio ambiente en el que la democracia electoral se inscribe, pero un ambiente que es hostil para la recreación de la propia democracia y sobre todo que genera o alimenta el surgimiento de impulsos que no necesariamente son compatibles con la democracia misma.
Me refiero al hecho de que el descontento o la desafección social que tiene la democracia, en realidad no se deriva de la dimensión electoral, sino una serie de problemas estructurales que los gobiernos democráticamente electos han sido incapaces de resolver, a partir de políticas públicas inadecuadas y que han, estos problemas en buena medida podrían definirse como los grandes problemas de nuestro tiempo, que afectan todos los ámbitos de la convivencia social, no solamente la dimensión electoral, pero también ahí está.
Me refiero a la pobreza, me refiero a la desigualdad oceánica, a la corrupción, la impunidad y la violencia como grandes problemas que generan una especie de caldo de cultivo, a partir del cual se alimentan, digámoslo así, estas expresiones cada vez más amplias en distintas franjas sociales de desafección con la democracia.
Adicionalmente hemos estado viviendo un proceso de desinstitucionalización o si se quiere de crisis, de credibilidad de dos instituciones que son los pilares fundamentales de los sistemas democráticos, y esto pasa no solamente en nuestra región, pasa prácticamente en todo el mundo, los partidos y los parlamentos son de las instituciones públicas que menos credibilidad y afecto tienen en grandes franjas de la sociedad.
Me refiero por supuesto, a la potencialidad disruptiva de las fake news, de la desinformación, de la post verdad y la penetración que en el contexto de las redes sociales hoy tiene y que alimentan o erosionan, no es un fenómeno nuevo, como mencionaré un poco más adelante, pero que erosiona la convivencia democrática, por supuesto, vuelve mucho más compleja la actuación de las autoridades electorales.
Y finalmente, el tema de la polarización “agüerizada” por la intolerancia, a la que me referiré brevemente, también más adelante, pero quisiera señalarlos, digamos, como parte del ecosistema social en el cual hoy las democracias tienen que recrearse.
Adicionalmente ha habido, digamos, nuevos fenómenos, los mencionaré solo tangencialmente por una cuestión de tiempo, la pandemia de COVID ya mencionaba la polarización y la intolerancia, la post verdad y la desinformación, pero el punto por el que sí quiero centrar, sobre todo mi intervención, que tiene que ver con los ataques y el acoso a las autoridades electorales.
Sobre la pandemia de COVID-19 no diré nada que no hayamos dicho, la pandemia trajo un repensamiento, una definición de muchas de las prácticas por parte de las autoridades electorales porque es un fenómeno, ¿no?, la pandemia que tiene cuatro grandes dimensiones y todas ellas afectan a la dimensión electoral, en primer lugar una dimensión sanitaria, es decir, hacer elecciones, los mítines de campañas, suponen, digamos las prácticas que son exactamente las opuestas a las recomendaciones para enfrentar la pandemia, una dimensión económica que agrava el contexto, la crisis sanitaria trajo una crisis económica, y ha incrementado los índices de pobreza, de desigualdad, hay una dimensión política, la pandemia ha implicado medidas de emergencia que no necesariamente, que han implicado concentración de poder para tomar, para enfrentar efectivamente la pandemia, pero que no necesariamente han estado aparejadas al incremento también de los controles que toda democracia requiere para cuando haya ejercicios de poderes de emergencia.
Y finalmente, hay una dimensión social, hemos vivido ya un contexto de gran turbulencia, expresiones de descontento social que corren el riesgo, o que han corrido el riesgo de hacer desbordar los canales institucionales para enfrentar estos problemas.
Todo esto ha impactado las elecciones, afortunadamente hoy, a dos años de la irrupción de la pandemia, podemos decir que la democracia en su dimensión electoral no fue una víctima más de ésta, pero las lecciones están aprendidas; y me parece que es importantísimo reflexionar, porque las cosas no serán iguales en el mundo y tampoco en lo electoral después de la pandemia.
Ya mencionaba el punto de la polarización y la intolerancia, no me detengo mucho sobre esto, esto es un fenómeno global, estamos viendo sociedades en las que la polarización que es un fenómeno, debo decir, normal y natural en las democracias; es natural que en las elecciones, de hecho las campañas electorales son eso, espacios institucionales para que exista una confrontación entre los distintos contendientes, se exacerben las diferencias, en fin.
Insisto, no es algo disruptivo per se con la democracia. El problema es que hoy la intolerancia está siendo un componente que se está mezclando con la polarización; y la intolerancia es el valor antidemocrático por excelencia; por lo tanto, cuando polarización y tolerancia se conjugan, al de enfrente no se le ve como un contendiente legitimado para competir sino se le ve como un enemigo al que hay que combatir, y eso genera un caldo de cultivo muy peligroso para que germinen pulsiones autoritarias.
El tema de la desinformación y las fake news tampoco es un tema nuevo, sabemos que la mentira ha acompañado a la política desde sus orígenes, pero la erupción de las redes sociales hoy vuelve a la mentira, le da la mentira a la desinformación un componente potencialmente disruptivo que antes no tenía.
Sabemos también que las redes sociales no son buenas ni malas, lo vemos, hemos discutido muchísimo en los últimos años, las redes sociales son instrumentos y pueden ser utilizadas en un sentido democrático o en un sentido antidemocrático. De hecho, las mismas redes sociales permitieron la caída, entre otros factores, de regímenes autoritarios del norte de África, en lo que se conoce como la Primavera Árabe.
Pero también es cierto que las redes sociales han sido incapaces para permitir que germine la democracia en esas regiones.
Ha habido dos grandes modelos, un modelo punitivo y prohibitivo, como el que han seguido siguiendo la estela de Francia varios países; y un modelo que más bien apuesta por combatir la desinformación con información, como ha sido el eje sobre el que nos hemos conducido los sistemas electorales latinoamericanos, en fin.
Estos son problemas que, más recientes, que vienen a agregarse a ese ecosistema complejo, decía, en el cual hoy las democracias están rigiéndose.
Pero voy al punto que más me importa.
Hoy a esos problemas se están sumando una serie de ataques y de descalificaciones a los órganos electorales, que si bien no son nuevos sí son novedosos en la medida en la que provienen, sobre todo, desde el poder público.
Sin descalificaciones a las autoridades electorales por malos perdedores, por partidos de oposición, por quien era derrotado en una elección, habían ocurrido no son novedosos.
Sin embargo, aquello que decía Felipe González hace ya más de dos décadas, decir que la aceptabilidad de la derrota es una condición de funcionamiento de los sistemas democráticos, no necesariamente es un patrimonio compartido por todos los actores políticos.
Pero lo novedoso es que hoy estas descalificaciones provienen desde los circuitos del poder, y eso vuelve mucho más peligrosas dichas descalificaciones.
Yo he identificado cuatro grandes ejes de ataque o de hostigamiento a las autoridades electorales: El primero que tiene que ver con una descalificación verbal, discursiva, pública, proveniente desde los circuitos gubernamentales.
El segundo gran eje es el uso de los aparatos, del aparato del brazo coercitivo del estado, o bien, de la amenaza pública como una manera, tanto a la integridad personal como al funcionamiento mismo, a la actuación de las autoridades electorales, como una manera de tratar de conseguir que las decisiones de las autoridades electorales favorezcan ciertos intereses políticos.
En tercer lugar, la asfixia presupuestal, como una manera de, digámoslo así, acotar la independencia y la autonomía de los órganos electorales en ocasiones, incluso, poniendo en riesgo su capacidad operativa.
Y en un cuarto lugar, la amenaza de la reforma de propiciar una reforma electoral como una manera de replantear el sistema electoral, incrementar los controles de los gobiernos o la captura política de las instituciones electorales, socavar el sistema de partidos, o bien, mermar la calidad de la representación política.
Es decir, la reforma electoral no vista ya como una manera de mejorar el sistema electoral y el sistema representativo, sino como una manera de amenazar a las autoridades electorales, o propiciar una captura del sistema electoral, una merma de la capacidad de la equidad en la competencia del sistema de partidos, o incluso una erosión, una, digámosle así, fractura, una disminución de la capacidad representativa de nuestros sistemas políticos.
Permítanme, para terminar, solamente hacer algunos enunciados respecto de lo que ha venido ocurriendo en México, pero también hacer algunos ejemplos, poner algunos ejemplos de cómo esto es un fenómeno, me parece, global.
En primer lugar, por lo que hace a las descalificaciones verbales públicas, en los últimos dos años en México hemos ido objeto, las autoridades electorales, de una calificación desde los circuitos gubernamentales, que han no solamente, digamos, que generan esta novedad. Es decir, las calificaciones ya no vienen desde las oposiciones inconformes con los resultados, sino desde los principales beneficiarios de los mismos resultados electorales, que son los circuitos en el gobierno, sino incluso la estridencia, el tono estridente con el que estas descalificaciones se han hecho.
El Presidente del partido en el gobierno en México, hablando de la necesidad de exterminar al INE, o bien, el propio Presidente de la República señalando que consejeros del INE y magistrados del Tribunal conspiramos contra la democracia.
Ésta es una tabla, digamos, de cómo en las conferencias Mañaneras del Presidente, de casi 900 conferencias Mañaneras en 300 se ha referido al INE y 63 por ciento de las menciones han sido negativas.
Algunas expresiones de la narrativa que desde el gobierno se ha querido empujar, que si los funcionarios electorales ganamos más que el Presidente; que si somos el órgano electoral más caro del mundo; que si no somos demócratas y despreciamos al pueblo; que los del INE y el Tribunal forman parte de un grupo político; que quienes deberíamos promover la democracia, nos dedicamos a boicotearla.
En suma, para caer en la narrativa de que es urgente una reforma electoral, para que haya una auténtica democracia.
En segundo lugar, las amenazas, tanto públicas de algunos actores políticos, por ejemplo, algunos candidatos a algún cargo público de parte del partido gobernante hace apenas un año, o bien, las amenazas de juicio político desde las mayorías parlamentarias, o bien incluso, las denuncias penales que sean enderezado y que siguen abiertas en contra de funcionarios electorales, con lo que se rompió parte del arreglo básico del proceso de transición a la democracia.
Es decir que las decisiones de los órganos electorales se procesaran a través de cauces institucionales, tribunales electorales esencialmente, y no a través del brazo penal del Estado que es un brazo que no debería utilizarse para dirimir diferencias políticas.
Bueno, todo eso ha pasado en México.
Recortes presupuestales, bueno, el INE este año enfrentó no solamente el recorte presupuestal más grande, no es el primer recorte, pero es un recorte que excedió en casi cinco veces los recortes anteriores y que por primera vez nos impidió poder cumplir con nuestras atribuciones constitucionales en los términos establecidos en las propias leyes, el ejemplo es la Revocación de Mandato, de hace algunos meses, en la que no pudimos instalar el número de mesas de votación establecido en la ley ni tampoco las que hubiera querido instalar el INE, por el recorte presupuestal de que fuimos objeto.
Por cierto, afortunadamente la Suprema Corte de Justicia emitió una sentencia hace unas semanas, favorable al propio INE, que sin duda, cambiará el escenario hacia el futuro.
Pero no me detengo más en esto.
Y, bueno, la amenaza de la reforma electoral ya lo mencionaba el Presidente, señalando que va a iniciar una reforma para que haya una auténtica democracia, o bien, el líder de la mayoría en el Senado diciendo que si pierden las elecciones van a proponer una reforma electoral, o bien, el líder de la mayoría, perdón, el Presidente de la Cámara de Diputados, diciendo que como las cosas han cambiado, ya son tiempos para que las elecciones vuelvan a ser organizadas por la Secretaría de Gobernación, como ocurría hace 30 años, en suma.
Quiero terminar solamente señalando que éste no es un problema de México, en México probablemente estos cuatro ejes a los que he hecho referencia se han presentado conjuntamente, es decir, la estrategia de debilitamiento, de acoso al órgano electoral, ha seguido estos cuatro grandes ejes, pero éstos podemos observarlos en otros países.
Ahí está, por ejemplo, una descalificación que del Tribunal Superior Electoral, son solo ejemplos por supuesto, el Tribunal Superior Tribunal de Brasil ha hecho el Presidente Bolsonaro; ahí está, por ejemplo, las agresiones físicas que ha sufrido los titulares de las autoridades electorales de Perú; ahí está el acoso penal que han tenido autoridades electorales, en el caso de Bolivia; ahí está el recorte presupuestal de que han sido objeto los órganos electorales de Repúblicas Dominicana y ahí está, por poner un ejemplo, fuera de nuestro continente, la amenaza de reforma electoral o el intento de reforma electoral que el gobierno del primer ministro Boris Johnson, ha hecho para incrementar los controles del parlamento y, por lo tanto, del gobierno, dado que es un régimen parlamentario, sobre la electoral comisión que es un órgano independiente.
Por no hablar, para terminar, de ese episodio que conmocionó al mundo y que fue justo… que culminó con el asalto al capitolio, en la democracia más vieja del mundo y que pasó por una serie de descalificaciones de parte del Presidente, del expresidente Donald Trump, que al sistema electoral y a la integridad del sistema electoral norteamericano.
En suma, se trata pues, de nuevas problemáticas que me parece que deberían ser tomadas en cuenta y aquí me detengo José, porque se me ha agotado el tiempo, pero señalaría simple y sencillamente que la independencia y la autonomía de los órganos electorales, en cuanto garantes del ejercicio de los derechos políticos, en cuanto mecanismos de control del poder, y en cuanto entes de combate a la corrupción, en el sentido más amplio en el ámbito electoral, es indispensable y me parece que hay tres grandes ejes sobre los que deberíamos empujar esta defensa.
El primero, es la necesidad de reinventar las capacidades de comunicación de los órganos electorales. El ecosistema comunicativo ha cambiado y hoy los órganos electorales ya no solamente tenemos que hacer elecciones con altos estándares técnicos, sino tenemos que ser capaces de desplegar poderosas estrategias de comunicación asertivas, oportunas y puntuales para contra restar esta narrativa de descalificación de los órganos electorales.
En segundo lugar, empujar la deliberación pública más allá de los mecanismos de democracia directa y las tentaciones plebiscitarias, me parece que la deliberación pública, es la única manera de lograr involucrar a la ciudadanía, al decir a los verdaderos protagonistas de los sistemas democráticos en la defensa de su institucionalidad democrática.
Y, por otro lado, empujar todos los esfuerzos que hoy se están delineando para, digamos, promover lo que se conoce como una ciudadanía digital en clave democrática, habida cuenta que el ecosistema informativo en donde las redes sociales tienen un nivel privilegiado, me parece que es ya insoslayable e ineludible.
Muchísimas gracias, Joseph, una disculpa si me extendí un poco en el tiempo que me habían asignado.
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