Intervención de Lorenzo Córdova, en la celebración del X aniversario de la Asociación Mexicana de Ciencias Políticas

Escrito por: INE
Tema: Consejero Presidente

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA CELEBRACIÓN X ANIVERSARIO DE LA ASOCIACIÓN MEXICANA DE CIENCIAS POLÍTICAS (AMECIP)

Muchas gracias, es un verdadero privilegio estar en esta reunión, aunque lamento hacerlo de manera virtual.

Como miembro de la AMECIP, es de verás un privilegio que me permitan dirigirles unas palabras.

Quiero agradecer, por supuesto, la gentil invitación de toda la planta directiva de la Asociación, empezando por nuestro querido y admirado Presidente, Jesús Tovar, el doctor Jesús Tovar. Saludos Jesús, es un verdadero gusto, lamento mucho en esta ocasión no estar con ustedes, déjenme justificarme antes que nada, espero en este sentido comprensión, estamos a cuatro días de que se realicen las últimas elecciones que me tocaran como Presidente del INE organizar, espero que sean las últimas porque esto significará, si se concreta, que no hay elecciones extraordinarias, esto nadie lo desea, pero con esto pues se acaba, se cierra, se cerrará en unos meses más, un ciclo, en el primer en el primer ciclo de vida del Instituto Nacional Electoral, en el que, hablando de elecciones habremos organizado al final, después de las es 6 elecciones de gobernador, la de ayuntamientos en Durango y la del Congreso local en Quintana Roo, que se realizarán el próximo domingo justamente, habremos organizado ya 330 elecciones a lo largo de estos ya más de 8 años de vida del Instituto Nacional Electoral.

Así que, Jesús y colegas, con la advertencia de que tendré que volver, de hecho ahora estoy, desde la propia Universidad Nacional, después el problema que van a tener, pero no se vale retractarse es ver cómo me sacan de la propia AMECIP en términos de la intensidad del trabajo con el que quiero, a partir de entonces, incorporarme.

De veras es un privilegio de nueva cuenta a todas y todos saludarlos, lamentando insisto, no estar ahora físicamente con ustedes.

Siempre es, decía, un placer participar en un evento con colegas, amigas y amigos, para quienes los fenómenos políticos y el andar de la democracia son incentivos para la reflexión profesional y comprometida.

En 10 años, la Asociación Mexicana de Ciencia Política se ha ganado un lugar privilegiado entre los espacios académicos e intelectuales por la calidad de las disertaciones que se han generado en torno a la sociedad civil y la cultura democrática la integridad electoral, el Estado y su funcionamiento, así como los derechos humanos y todos los fenómenos que impactan transversalmente como grandes problemas estructurales de nuestra sociedad, me refiero a la desigualdad, la corrupción y la desigualdad, entre otros temas a los que, quienes integramos esta asociación hemos dedicado tiempo y análisis.

Incluso, una mirada retrospectiva a los temas analizados en las diferentes ediciones del Congreso internacional de la AMECIP reflejan claramente la importancia de las reflexiones sobre los desafíos ha enfrentado la democracia en los últimos años y que inciden en su funcionamiento.

Y permítame aquí una reflexión, no tanto como colega académico, digamos, si en esa calidad de integrante de la Asociación, sino también, como funcionario público.

La verdad, del acompañamiento desde la Academia, un acompañamiento por definición crítico respeto del funcionamiento de los órganos del Estado y, concretamente el Instituto Nacional Electoral ha sido fundamental para poder, con una vocación autocrítica ir enmendando el camino y mejorando el desempeño y el funcionamiento de nuestro sistema electoral, así que, estos este X Aniversario es también una manera, para mí, en esta doble, con esta doble cachucha como académico, pero, sobre todo, como funcionario público, una oportunidad de agradecer ese acompañamiento crítico como no puede no ser desde la Academia del fenómeno electoral.

En ese sentido, permítanme compartir una reflexión sobre los retos que en el corto y mediano plazo están experimentando los partidos políticos como instituciones fundamentales para la recreación de cualquier democracia representativa.

Por cuestiones de tiempo obviaré comentar sobre las implicaciones que está teniendo la era digital en la convivencia democrática, sobre la creciente influencia de las redes sociales en las estrategias electorales, temas sobre los que hemos hablado con abundancia, así como la agudización de las desigualdades que generaron dos años de pandemia y, sobre los ataques que las autoridades electorales están, estamos enfrentando desde las más altas esferas del poder como una forma de incidir indebidamente en la imparcialidad de las elecciones, no sólo como un fenómeno mexicano, sino como un fenómeno global.

En ese sentido, permítanme para reflexionar brevemente sobre los partidos es iniciar citando a Kelsen, decía el célebre jurista, pero también teórico de la democracia austriaco: “Sólo la ilusión y la hipocresía puede hacer, puede pensar que la democracia es posible sin partidos políticos”.

Al empezar con esta cita tiene que ver con las reiteradas interpretaciones que en la conversación pública contribuyen a desvalorar las contribuciones que los partidos políticos tienen para darle viabilidad al carácter asociativo que distingue a las democracias modernas, ciertamente desde hace varios años, los estudios que miden los humores públicos muestran que los partidos políticos constituyen una de las instituciones con menores niveles de confianza entre la ciudadanía, por ejemplo, en la edición 2021 de Latinobarómetro la confianza promedio de los partidos en la región es de apenas el 13 por ciento, lo cual representa el nivel de confianza más bajo entre las nueve instituciones incluidas en dicha medición.

Además representa la menor calificación respecto de las cuatro instituciones básicas de un sistema democrático, pues el Gobierno recibe el 27 por ciento de calificación, el Poder Judicial el 25 por ciento de aprecio, el Parlamento el 20 por ciento, y los partidos, como mencionaba el 13 por ciento.

Más allá de los derechos que los partidos hayan realizado para merecer estos niveles de confianza, es decir, no se trata solamente de una descalificación construida artificialmente, digamos que este grado de desconfianza para decirlo de alguna manera ha sido ganado a pulso, y del eventual impacto que tenga la atomización de los sistemas de partidos en las representatividad de estos en nuestro país es evidente que el discurso de denostación contra los partidos políticos está penetrando haciendo mella y echando raíces entre nuestras sociedades.

Ahora se dice están divorciados de la sociedad que los planteamientos que hacen los partidos políticos son endógenos, que son caros y que no son representativos entre otras calificaciones que se hacen de los mismos.

Concretamente en México, llevamos al menos 20 años escuchando de políticos y analistas e incluso de algunas organizaciones de la sociedad civil, que los partidos no están cumpliendo con su rol, que sólo prioriza la disputa por el poder en una lógica meramente electorera, pragmática, que ya no son gestores de las demandas de la sociedad y que, incluso, hay quien sostiene, son una especie de parásitos que dependen del gasto público.

Sin embargo, para ser absolutamente claros, hasta el día de hoy no existe, es impensable una democracia sin partidos políticos, no hay una sola experiencia democrática en la historia del mundo en donde los partidos no hayan jugado un rol determinante.

Por definición, los partidos políticos son organizaciones creadas justo para articular consenso, facilitar que la sociedad participe en la toma de decisiones políticas y para darle cauce al carácter representativo de la democracia. Son pues, los partidos, son figuras propias del elemento definitorio de las democracias modernas que es el asociacionismo.

En tanto, desde 1977 con la reforma política, que, por cierto, el mes ahora ya antepasado, estamos ya en junio, cumplió 45 años de haber sido explicada y lanzada públicamente a través del célebre discurso de Chilpancingo por parte de Don Jesús Reyes Heroles, el primero de abril de 1977, desde aquella reforma los partidos políticos son considerados como entidades de interés público y, por mandato constitucional únicamente pueden conformarse como producto de la libre asociación de ciudadanas y ciudadanos, es decir, el derecho, del ejercicio del derecho de asociación político que tenemos las y los ciudadanos.

Dicho de otra manera, los partidos políticos son sujetos de derecho público y organizaciones articuladoras de derechos individuales a través del consenso, en tanto solo se pueden conformar como consecuencia de la empatía de la coincidencia política y programática de un grupo de ciudadanas y ciudadanos que a partir del ejercicio de su derecho constitucional para organizarse y participar en la política e integrar eventualmente los órganos de representación del estado a través de la participación en las elecciones.

Esa centralidad de los partidos políticos para la recreación de la democracia, es la que a veces olvidan, quienes una y otra vez, plantean la desaparición del financiamiento público y la eliminación de los escaños de representación proporcional, o bien de quienes recientemente pretenden circunscribir las actividades de los partidos exclusivamente a las tareas de competencia electoral, como si la democracia, la participación ciudadana en democracia pudiera reducirse solamente a los ciclos y a los períodos electorales que periódicamente ocurren.

Por el contrario, creo que la participación política de esta ha sido objeto de muchas discusiones en esta Asociación, no puede restringirse ni a la vida partidista, ni a los procesos electorales, requiere de un ejercicio de los derechos de participación y de incidencia en las decisiones públicas permanente, que por supuesto, encuentre las elecciones su punto culminante, pero que trasciende a las mismas elecciones.

El papel del ciudadano no es el de entrar en una especie de receso o reposo una vez que ha cumplido con sus obligaciones electorales, o en el ejercicio y la emisión del voto; los ciudadanos en una democracia, las entendemos a las democracias como, creo, debemos hacerlo, como democracias a la Habermas, deliberativas, o a la Santiago Nino, participativas, el papel de los ciudadanos es un papel permanente, insisto, con un momento estelar en el poder, al ejercer el voto, pero permanente.

Y desde ese punto de vista, los partidos como esos paraguas que permiten desde la lógica del asociacionismo, la participación política, son fundamentales, por supuesto, durante las campañas electorales y las elecciones, pero también fuera de estas.

Al respecto me importa destacar que, al disminuir la capacidad de los partidos para realizar el trabajo político fuera de los períodos electorales, lo que se está provocando tiene dos facetas, dos implicaciones:

La primera es que se condena a estos institutos políticos a un debilitamiento como entidades gestoras de las demandas sociales y espacios de canalización de la acción política colectiva, si bien, el ciudadano es el protagonista de la vida de las democracias modernas, debemos recordar que el ciudadano en lo individual cuenta poco para poder incidir políticamente, por eso el asociacionismo es un elemento definitorio de las democracias modernas, y los partidos políticos son el cauce privilegiado para esa acción colectiva que permite, ahí sí, no individualmente, sino de manera conjunta, la incidencia en la vida política, en la vida pública.

En segundo lugar, me refiero o señalo que el debilitamiento de los partidos favorece a la creación de condiciones para que liderazgos carismáticos suplanten las funciones de representatividad y para que esos liderazgos eventualmente sean los únicos que tengan capacidad para realizar las gestiones públicas, el proceso de toma de decisiones.

Hay que recordar que uno de los grandes peligros, pero hay una larga tradición que apunta en este sentido, autores sobran en términos de su mención, obvio Bovero, para mencionar solamente algunos de ellos, han señalado que uno de los grandes riesgos de las democracias modernas, de la democracia en general, es el fenómeno de personalización de la política.

La disminución y el debilitamiento de los partidos no puede sino invariablemente producir un fortalecimiento y un peso mayor de ese fenómeno que inevitablemente erosiona el funcionamiento de las democracias, la personalización de la política.

Más aún, un efecto del que se habla poco y que desde mi perspectiva puede tener impactos adversos para los partidos políticos en el corto plazo, es también la polarización que está caracterizando la discusión pública.

Quiero ser claro, ni la mentira, hablando de desinformación o de noticias falsas, ni la polarización, son un fenómeno inédito, son un fenómeno nuevo, son un fenómeno desconocido en la vida pública, en la vida política, en nuestras sociedades, es más, me atrevo a decir que un cierto grado de polarización es consustancial al funcionamiento de la democracia.

Las campañas electorales, de hecho, son los espacios institucionalmente diseñados para que las posturas contrapuestas en la sociedad se confronten, se contrasten de cara a la ciudadanía en pos de su voto durante las elecciones.

El problema de la polarización, y esa es la preocupación que quiero transmitir a ustedes, es que la polarización que hoy está caracterizando la discusión pública, la acción política, es una polarización aderezada con el valor antidemocrático por excelencia, o si se quiere, con el antivalor por definición que es justamente la intolerancia.

La democracia ha sido el régimen político fundado en la tolerancia que es el único inventado por la humanidad para poder permitir una convivencia pacífica y por ende no violenta de quienes piensan distinto en pos de la lucha por el poder.

Desde ese punto de vista, cuando la polarización se nutre de la intolerancia, al adversario ya no se le considera una contraparte que, por muchas diferencias que se tengan, está legitimada para contender por el poder para actuar en el espacio institucional de la democracia.

Cuando a la contraparte se le ve, producto de esa polarización intolerante, como un enemigo, entonces la contienda democrática se diluye, la lógica de la democracia se diluye y damos paso a la idea del amigo-enemigo que caracterizó la visión Schmittiana de la política y que, recordemos, sustentó conceptualmente algunos de los peores experimentos totalitarios de nuestra historia.

Al enemigo, con el enemigo no se convive, el enemigo, por definición, es alguien a quien al que se combate y eventualmente se elimina, justo una lógica que mina, que erosiona que contradice los principios fundamentales de funcionamiento de todo sistema democrático.

Más allá del natural conflicto que ocurre entre partidos en contextos democráticos, particularmente durante las intensas contiendas que caracterizan las campañas electorales o en la dinámica misma de la exigencia que ocurre, que los partidos le generan, sobre todo, las oposiciones al ejercicio del gobierno, el enfrentamiento permanente entre paridos no sólo va en detrimento de la lógica de diversidad política que caracteriza a las democracias y niega la diversidad social, sino que , lo que merma tanto la función parlamentaria como la posibilidad de construir acuerdos.

Llama mucho la atención que se planté, justo en estos días, la posibilidad de una reforma electoral que, por definición, como Norberto Bobbio lo enseña, implica al definir las reglas del juego, la necesidad del mayor consenso posible entre los distintos actores políticos, cuando en democracia las decisiones se toman por mayoría, pero cuando se está definiendo las reglas del juego a las que todos tendrán que, a las que todos tendrán que ajustarse en pos de la lucha por el poder político, pues el consenso más amplio, la unanimidad política, de ser posible, es requerida porque de otra manera, el mero mayoriteo, la definición de las reglas del juego de acceso al poder pueden acabar convirtiéndose en el problema en el futuro.

Y esto ya lo hemos visto: Partidos o posturas políticas que acusan de sus derrotas electorales a reglas inequitativas y justas que ellos mismos no avalaron.

Llama pues la atención que, ante el planteamiento generalizado, ahí están como dato, hay 730 iniciativas de reforma electoral, presentadas en lo que va de esta Legislatura y en la Legislatura pasada, es decir, de 2018 en adelante, 730 iniciativas.

Bueno, llama la atención que ahora se planté la necesidad de discutir, que siempre será bienvenida esa discusión, una reforma electoral justo en un momento en el que a quien no está de acuerdo contigo, lo tildas de “traidor a la patria”.

Vamos de verdad, pregunto yo, a propiciar las condiciones idóneas para discutir una reforma electoral que, por definición, por las razones mencionadas debe ser incluyente, cuando el día de ayer o antier la noticia fue que se denunció prácticamente a la mitad de los integrantes de la Cámara de Diputados y cuando hablo de denunciar no hablo de denuncias públicas, hablo de denuncias penales, denuncias criminales, denuncias que se presentan, pues a menos que sea un mero ejercicio propagandístico, con un propósito específico, implícito, que no necesita ser declarado; meter a la cárcel a quienes han optado por ejercer el disenso en el espacio democrático por excelencia que es el de la representación política, que son las Cámaras del Congreso de la Unión.

Bueno, ¿ése es el contexto en el que de veras vamos a ir a una reforma electoral?, a construir los consensos necesarios para poder procesar un cambio en las reglas de acceso al poder por la vía democrática.

Bueno, ahí está uno de los efectos más graves de la polarización.

En efecto, la polarización genera posturas que pretenden que los partidos se asuman, actúen como dueños de verdades absolutas, haciendo a un lado la esencia de lo que es un partido o más bien significa un sistema de partidos, un conjunto de entidades que tienen, cada una de ellas, una visión de parte y no del todo y menos aún el monopolio de una verdad única y válida.

Desde mi perspectiva, una de las formas en que los partidos podrían salir de este círculo vicioso de la descalificación y el enfrentamiento, es obviando, es superponiéndose al discurso polarizador y a las posturas irreductibles para poder avanzar, digo una obviedad, hacia la inclusión de la diversidad y el procesamiento de las demandas de la sociedad que, por definición, es diversa y plural.

Y, paralelamente, atemperar la importancia de los distintos o de los propios intereses bajo la lógica, insisto, de una tolerancia democrática.

No hacerlo, asumir el juego del todo o nada, tarde o temprano acabará por erosionar la lógica misma del funcionamiento de la democracia.

Comencé citando a Kelsen, termino citando al mismo autor, no olvidemos, como Kelsen nos lo recuerda: “Que la esencia y el valor de la democracia es su tendencia hacia el compromiso, su tendencia hacia el acuerdo, hacia la construcción de consensos entre quienes piensan legítimamente distinto y eso solamente es posible si se generan las condiciones, como resultado de un compromiso colectivo, para que, las posturas en un principio, incluso legítimamente irreductibles, puedan discutirse, puedan atemperarse en aras de construir, justamente, decisiones colectivas, en donde ocurra el consenso que, el acuerdo, el pacto político”, que de acuerdo con el mismo Kelsen, “debe ser identificado como que las decisiones colectivas no coincidan exclusivamente con una parte, ni excluyan, ni se contrapongan respecto de las otras”.

El consenso, la apuesta por el consenso es inevitablemente una condición del compromiso democrático.

No me extiendo más, concluyo agradeciendo la invitación, una vez más, a participar en esta Asamblea dedicada a un tema fundamental para la recreación y el repensamiento de las democracias ante los desafíos que hoy en día enfrentan, que es justamente el carácter asociacionista, asociativo que inevitablemente subyace a las democracias modernas en las sociedades de masas.

Termino deseándoles mucho éxito en los trabajos en este X Aniversario de nuestra Asociación Mexicana de Ciencias Políticas.

Saludos muy afectuosos de nueva cuenta a todos y muchas gracias por la oportunidad de participar virtualmente en este importante Congreso.

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