VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA PARTICIPACIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN EL HOMENAJE A PORFIRIO MUÑOZ LEDO EN EL 70 ANIVERSARIO DE SU LUCHA DEMOCRATICA, REALIZADO EN LA ANTIGUA SEDE DEL SENADO DE LA REPÚBLICA.
Muy buenos días a todas y a todos.
Saludo con mucho afecto a quienes están presentes y, en particular, a las senadoras, Beatriz Paredes, e Ifigenia Martínez.
Al licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz y, por supuesto, a Porfirio Muñoz Ledo, a quien tengo el honor de poder llamar amigo, y quien, sin duda, es un protagonista y testigo de la historia política de las últimas siete décadas, y un actor fundamental en nuestra transición a la democracia.
A Porfirio podemos describirlo y reconocerlo por su extensísima semblanza curricular, como hemos escuchado, por sus múltiples aportaciones a la vida pública, por las innumerables anécdotas que conforman su brillante trayectoria política, por sus frases llenas de ingenio, simbolismo y enseñanzas.
Por su labor legislativa, por las instituciones que ayudó a construir y que dirigió, por los miles de acuerdos que propuso y encabezó en bien de la República, por su infinita sabiduría, y también por su calidad humana.
Funcionario público, Secretario de Estado, dirigente partidista, candidato, embajador, senador de la República, diputado federal, intelectual, maestro, académico, y autor de múltiples obras.
Porfirio Muñoz Ledo siempre dejó su impronta en las instituciones por las que pasó y en las múltiples actividades que ha desempeñado.
De sus múltiples facetas: estratega, negociador eficaz y, sin duda, uno de los mejores tribunos que ha tenido el Congreso mexicano, creo que todavía Porfirio imbatible en el número de intervenciones en el Senado de la República, en aquella legislatura que, por primera vez incorporó legisladores de oposición, en donde también nuestra querida Ifigenia integró esa mini bancada de cuatro senadores, frente a los 64 que entonces integraban, aquí, la Cámara alta.
Hay que destacar una dentro de todas esas facetas, decía. La de hombre de Estado, que conjuga al político audaz con el constructor de instituciones, al polemista brillante y al orador implacable con el gran reformador.
La historia registra la intervención de Porfirio en numerosos episodios que resultaron claves para la transición democrática y la construcción de nuestro sistema político electoral.
La fundación de la corriente democrática del PRI, la campaña electoral de 1988, y el Frente Democrático Nacional; la fundación del PRD; las reformas electorales que dieron paso a la creación y ciudadanización del Instituto Federal Electoral; la reforma política del Distrito Federal y el arribo de la pluralidad a la Cámara de Diputados en 1997; la alternancia en la Presidencia, en el año 2000.
La construcción de múltiples acuerdos legislativos que dieron cauce y sentido a la pluralidad del Poder Legislativo; las luchas democráticas de la izquierda en el siglo XXI; la Asamblea Constituyente de la Ciudad México; y la tercera alternancia, también en el año, en la Presidencia, en el año 2018.
A Porfirio lo podemos ubicar en la primera interpelación, como aquí se ha citado insistentemente, a un Presidente de la República desde las curules en septiembre de 1988, pero también presidiendo la Cámara de Diputados en la primera legislatura sin mayorías absolutas.
Y fue precisamente, aquel 1° de septiembre de 1997, ya evocado aquí por muchas y muchos de ustedes, cuando después de muchos esfuerzos y gracias al talento de Muñoz Ledo y de otros legisladores recién electos, se pudo instalar la LVII Legislatura y dar paso por primera vez en la historia a la respuesta de un legislador de oposición a un informe presidencial.
En aquel discurso memorable, Muñoz Ledo hizo una brillante reivindicación del Poder Legislativo, aquí evocada, insistentemente, como depositario de la soberanía popular, y convocó a que, a partir de ese momento, y para siempre, ningún poder quedara subordinado a otro.
Ya lo han citado Martha, Santiago y Amalia en este espacio. Nos decía Muñoz Ledo, y complemento, me han quitado aquí, he tenido que tachar conforme me han antecedido varias de las citas, pero nos decía, me dejaron una, y la agradezco, nos decía el diputado Muñoz Ledo, también, en aquella importante sesión: saber gobernar es también saber escuchar y saber rectificar; el ejercicio democrático del poder es ciertamente mandar obedeciendo.
Sin duda los empeños de Muñoz Ledo como el de muchas y muchos protagonistas de los años de la transición, estuvieron enfocados a lo que él mismo describió como el más sublime significado del cambio democrático, es decir, la mutación del súbdito en ciudadano.
Ése fue probablemente el fin último de nuestro proceso de transición, pasar de un régimen autoritario, monolítico y de partido hegemónico, a un sistema político que reconoce y alienta la pluralidad, los derechos ciudadanos, la libertad, la tolerancia y la convivencia pacífica entre mayorías y minorías, en pocas palabras, ser democráticos.
Hablar de la trayectoria de Muñoz Ledo, homenajear estos 70 años de lucha democrática, es rememorar la historia y revalorar el carácter gradual, evolutivo y progresivo de las reformas políticas que fueron conformando, poco a poco, el sistema electoral que hoy nos permite celebrar elecciones democráticas en condiciones de legalidad, certeza, equidad y transparencia.
Si hay alguien que en su vida y su trayectoria concreta la idea de que la democracia no se construyó en un día, ese es Porfirio Muñoz Ledo.
Hoy, a diferencia de los años en los que comenzó la lucha democrática de Muñoz Ledo, la maestra Ifigenia Martínez, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y muchos hombres y mujeres de esa y otras generaciones, en México las elecciones ya no son un problema, nuestros problemas están en otros lados.
Y esta frase, esta idea, concretiza la profundidad de ese cambio gradual y paulatino, a veces trabajoso, a veces demasiado pausado, porque hace 30 años el principal problema que enfrentábamos era justamente elecciones libres y transparentes. Hoy, ya no.
En las décadas de los 80 y los 90, las elecciones eran probablemente la principal fuente de conflicto en el país. Generaban desconfianza, agravios, agitación social y manifestaciones en repudio del fraude.
Hoy las elecciones no sólo han dejado de ser un problema, sino que son fuente de estabilidad política y social y generan confianza ciudadana y legitimidad democrática, y nuestro sistema electoral, sin duda perfectible, es un punto de referencia a nivel internacional.
Me gusta decir que hace 30, 35 años había una total incertidumbre en las reglas del juego electoral, pero una certeza respecto a quien sería el ganador…
Hoy ocurre exactamente lo contrario, hay certeza y claridad en las reglas y una sana incertidumbre democrática, sobre quién va a ganar las elecciones, hasta que la autoridad electoral da los resultados. Y para ese momento, se acaba la incertidumbre.
En los últimos ocho años, desde la reforma político electoral que en 2014 transformó el IFE en INE, hemos celebrado 332 selecciones. El IFE en 23 años organizó 18 elecciones federales, 332 elecciones mediante las cuales se ha renovado la Presidencia de la República, el Senado, la Cámara de Diputados, hemos, en tres ocasiones.
Hemos organizado 51 elecciones de gubernaturas, en 35 de las cuales ha habido alternancia en el partido gobernante, se han renovado al menos dos veces los 32 congresos estatales y los más de 2 mil ayuntamientos.
Por cierto, este es el periodo de la historia en el que más alternancias ha sabido, el índice de alternancia a nivel federal y local alcanza el 63 por ciento, es decir, en estos ocho años la posibilidad que de que el partido que gana una elección vuelva a ganar en la siguiente cita electoral es de apenas una de cada tres probabilidades.
Si eso no quiere decir que en México existen condiciones para que sea el voto de las y los ciudadanos quién define quién nos gobierna y quienes nos representan, entonces no sé qué sea.
Las elecciones han provocado que se renueven los poderes públicos en paz, y las impugnaciones poselectorales se han resuelto por los cauces institucionales con escasa conflictividad social, en todas y en cada una de las 332 elecciones que hemos organizado en los últimos años ha ocurrido lo mismo.
Aunque son muchos los problemas estructurales que enfrenta el país, en un contexto mundial sin duda complicado, y muchísimos los rezagos sociales, la promesa de justicia social que nos heredó la Revolución Mexicana sigue hoy a más de 100 años siendo una promesa incumplida.
Problemas y rezagos en materia de pobreza, desigualdad, inseguridad y violencia. en la dimensión electoral de nuestra democracia. vuelvo a insistir, aunque siempre sea mejorable, podemos decir que nuestro sistema funciona, y funciona bien.
Esto, gracias a las aportaciones, la vocación democrática, y la trayectoria de mujeres y hombres que construyeron ese sistema, insisto, en un proceso gradual y progresivo en el que fue fundamental el diálogo entre las fuerzas políticas, la negociación, la construcción de acuerdos, y el respeto a nuestra pluralidad.
Entre ellos, Porfirio Muñoz Ledo tiene un papel destacado, permítame un dato que quiero enfatizar, aunque podríamos aquí hacer un elenco innumerable, incontable.
Porfirio fue uno de los autores, lo acaba de mencionar Amalia en su intervención, de uno de los principales baluartes de nuestra construcción democrática, en la reforma de 1996 se constituyó finalmente, el anhelo planteado desde los diálogos que antecedieron los foros públicos, que antecedieron la reforma de 1977.
Por cierto, el discurso, nota al pie, no nos olvidemos, a veces se nos van las fechas, y qué bueno que no se nos va la de los 70 años de Porfirio, justo hace 45 años, en el mes de abril, el 1° de abril, Reyes Heroles pronunció en Chilpancingo el discurso que ilustró el sentido que iba a tener aquella reforma política.
Insisto, en 1996 se concretó el anhelo planteado desde casi 20 años antes, de un órgano electoral, el IFE entonces, plenamente autónomo.
Una autonomía que hoy, como INE, ejercemos, guste o no, en cada decisión y en cada momento de manera invariable, y así lo hemos hecho en los últimos ocho años.
En mayo de 2021 Porfirio hizo público un texto que tituló “Dialogo incluyente sobre la República”, en el que propuso 11 objetivos claros y asequibles para la renovación del proyecto nacional, que iban desde el respeto a la división de poderes, hasta el respeto a los organismos constitucionales autónomos, la sociedad civil, la libertad de prensa, y la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres.
En el punto 7 de este documento Porfirio propone el respeto a la pluralidad esencial del país, la abolición de la verdad oficial, y la apertura de un diálogo verdadero.
En ese documento, junto con sus iniciativas como diputado en la LXIV Legislatura su prolífica obra como ensayista y articulista, y su misión, aún inconclusa, de construir una auténtica reforma del Estado, dan cuenta de que tenemos Porfirio para mucho tiempo más.
Sin duda, Porfirio es uno de los protagonistas de nuestra transición, forjador de acuerdos y constructor de muchas de las instituciones que hoy dan vida y sustento a nuestra democracia.
En ese sentido, es uno de los constructores del proceso que nos permitió sentirnos, y ser parte, todas y todos, de una casa común, nuestra sociedad en clave democrática, en donde cabemos todas y todos, con nuestras legítimas diferencias, sin excepción.
La defensa de esa casa común que sustituyó a aquella realidad política de dónde venimos, excluyente y opresiva, y que afortunadamente logramos dejar atrás, es hoy, lamentablemente, la causa política, todavía, más importante que enfrentamos.
No debemos olvidarnos de que la ruta de la transición democrática, de la transición política, es una avenida de doble sentido, uno de ellos nos lleva hacia la democracia, otro, hacia regresiones inaceptables.
No embocar este último camino pasa invariablemente por reivindicar el derecho legítimo que tenemos todas y todos a pensar distinto, el reconocer, el procurar, el defender, y el recrear el pluralismo político, es la esencia de la democracia, y la primera de las razones, de las condiciones, de su diferenciación frente al autoritarismo.
En muchos sentidos, las lecciones que como político, como incansable luchador por la democracia, como diplomático, como intelectual, que ha tenido Porfirio, nos lo recuerdan permanentemente.
Por todo ello, muchas gracias, querido Porfirio, felicidades por tu trayectoria, por tu tenacidad y tu empeño incansable por construir democracia y auténticamente hacer historia.
Muchas gracias.
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