Después de dieciséis años en el poder, este año terminó sus funciones como cancillerÁngela Merkel, (2005-2021). La doctoraMerkel, sí, la ahora ex canciller se doctoró en 1986 con una tesis sobre «El cálculo de las constantes de velocidad de las reacciones elementales en los hidrocarburos simples», es una mujer de formacióncientífica que hizo el salto a la política para ejercerla de manera intachable, pues de haber cometido algún hecho indebido, dentro el largo periodo que duró su gestión, nos lo hubiera comunicado el gobierno norteamericano que dedicó sus recursos de inteligencia para el espionaje telefónico de la canciller durante años, según fue revelado en 2013. Es posible que no todas sus políticas hayan sido populares, sin embargo, a grandes rasgos su oposición a las energías nucleares, su trabajo en 2014 con la crisis de los refugiados, y su negativa a retrasar la edad de jubilación hacen de Ángela, la primer mujer en ocupar el cargo en Alemania, un personaje admirable. Sin embargo, por otro lado, durante su gestión se pudo ver el manejo de la prensa preocupada por sus «blazers de vivoscolores» o por cuestiones tan superficiales como, si ella misma va al súper, pasando por desapercibido que esto resultó congruente con sus políticas de austeridad; no obstante, la prensa la juzga por no ser una más de esas mujeres convenientes en el poder, que resultan ser noticia por usar bolsos caros y ropa de diseñadores famosos. Es evidente que, el seguimiento que se da a las figuras en cargos públicos está relacionado con el género al que pertenecen las mismas. A las mujeres se les exigen, por ejemplo, más estudios y pese a que en las universidades la mayoría de matrículas corresponden a mujeres, esto no repercute en lo laboral. En 2016, la revista Elle UK realizó una campaña con el hashtag #MoreWoman, donde llevaron a cabo un experimento visual cuyo resultado impactó rotundamente en la sociedad mundial; en dicho experimento, por medio del Photoshop se borró de las fotos a todos los hombres que se encontraban en la Casa Blanca o en el Parlamento Británico y, en una de las imágenes se puede ver a Ángela Merkel sentada sola en lo que parecen oficinas de la casa de gobierno en Berlín.
Por otro lado, la percepción de políticos como Vladimir Putín o Justin Trudeau es en todo halagadora, llena de comentarios positivos y nunca vemos que a ningún periodista se le ocurra preguntar en qué momento el señor Vladirmir Putín hace su súper o, bien el reportaje exhaustivo sobre los trajes sastre que luce Trudeau. Por cierto, a ninguno de los dos se les pregunta «¿cómo hacen para compaginar su actividad política con su vida personal?».
Este doble rasero no es nada inocente, es el responsable no sólo de la desigualdad económica, política de las mujeres, también genera trastornos psicológicos en las contadas mujeres que logran llegar a altos cargos, ya en 1978 las psicólogas estadounidenses Pauline Rose y Suzanne Imes bautizaron ese padecimiento como el «Síndrome de la impostora». Recientemente, Elisabeth Cadoche y Anne Montarlot escribieron un libro con el nombre de dicho síndrome en donde por cierto, para sorpresa de propios y extraños, cuentan cómo afectó este mal a Michelle Obama y Ángela Merkel, entre otras.
En general, existe un gran vacío de representatividad de mujeres en todos los ámbitos económicos, políticos y sociales, y aunque las universidades reciben a un mayor número de mujeres y pese al excelente nivel que pueda tener su currículum, al final esos espacios siguen siendo ocupados por hombres, a los que además no se les juzga con la misma vara que a las mujeres. Comportamientos vergonzantes como los de Berlusconi son apenas señalados, no se les lincha por ir sin maquillaje o por no tener hijos, vaya, no deben justificar tan minuciosamente por qué aspiran a ciertos cargos ni quién cuidará de sus hijos mientras estén laborando. Ahora estamos ante el fin de la era de Merkel, y para el próximo año si repiten el experimento #MoreWoman de borrar a todas las mujeres el Palacio de Belleuve quedará completamente vacío.
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