Intervención de Uuc-kib Espadas, en la conferencia magistral, La representación proporcional en el estado mexicano

Escrito por: INE
Tema: Discursos

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA CONFERENCIA MAGISTRAL “LA REPRESENTACIÓN PROPORCIONAL EN EL SISTEMA ELECTORAL MEXICANO”, QUE OFRECIÓ EL CONSEJERO DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), UUC-KIB ESPADAS ANCONA, EN EL MARCO DEL XXXII CONGRESO INTERNACIONAL DE ESTUDIOS ELECTORALES: COALICIONES ELECTORALES EN AMÉRICA LATINA

Doctora, muchas gracias.

Bien, el tema que quiero platicar el día de hoy es un tema que han escuchado, al menos parcialmente, algunos de mis compañeros de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales, probablemente porque vengo fastidiando con ello cada tres años desde 2008.

Y tiene que ver con la Representación Proporcional y su función de representatividad. El día de hoy entendido como representatividad la manera concreta, la forma empírica con que los votos, las voluntades expresadas en votos se transfieren a quienes representan a la ciudadanía en las cámaras.

Hay que decir que esto es un debate que se retoma cíclicamente desde hace un par de décadas, es un tema que se discute en términos de, generalmente de propuestas de eliminar la Representación Proporcional.

Esto se ha manifestado así desde el sexenio de Vicente Fox y ha sido propuestas explícitas de los últimos tres presidentes de la República.

En torno a este debate abundan una serie de nociones sobre lo que la Representación Proporcional es, su origen y su función en el México actual.

Son frecuente escuchar cosas como que a los diputados de Representación Proporcional nadie los elige, nadie vota por ellos, son designados por la partidocracia o que son un mecanismo coyuntural establecido en la época del partido dominante, del partido hegemónico y que, consecuentemente, son instrumento obsoleto pues ya no cumple la función que cumplían.

Esto ha generado un rechazo social y mediático amplio y lo que es más preocupante ha llegado, ha escalado a distintas áreas del pensamiento especializado, incluyendo bogados y funcionarios electorales, lo cual resulta especialmente preocupante.

En tal sentido, me gustaría hacer un análisis del funcionamiento de la representatividad empírica concreta de esta vía de elección de diputados.

No sé si fuera posible compartir la presentación, la presentación es una versión muy sintética de lo que voy a exponer. Sí, adelante.

Bien, estas digamos son mis inquietudes iniciales, las preguntas detonadoras creo que le llaman ahora en las distintas versiones de opinión que se hablan en nuestro país.

Bien, quisiera yo regresar a los hechos básicos, siguiente, por favor.

Los legisladores están hechos de votos, quienes llegan a legislar lo hacen en principio, según dicta la Constitución porque son portadores de estos votos, más allá se constituyen con estos votos, siguiente, por favor.

Eso ejemplifico con, cómo no, el caso del estado de Yucatán en la elección de 2015 donde en el Distrito 1, por tomar cualquier distrito del país, el candidato ganador, que en ese caso fue de la coalición Verde-PAN gana con 101 mil votos, 100 mil votos, que materialmente los constituyen en diputado, creo que fue varón el diputado de esa elección.

En tanto que los otros 102 mil votos que se dividen entre distintos partidos perdedores y votos nulos pues no llegan más allá de la urna; es decir, al no concretar una mayoría en la elección no trascienden la Jornada Electoral, no constituyen una diputación y, por consecuencia, estos 102 mil ciudadanos no hacen llegar su voz a través de quien fuera electo en esa elección. Siguiente, por favor. 

Por su parte la Representación, digamos, eso es un mecanismo, la Mayoría Relativa permite de manera muy concreta ver cuántos ciudadanos hacen llegar su voz al Congreso a través del electo y cuántos no.

En el caso de la última elección, vamos, esto pueden ser cantidades muy variables; es decir, qué, con cuánto se constituye una diputación en nuestro país pueden ser cantidades muy variables de votos. 

Así, por ejemplo, en la elección del 6 de junio del 21, el diputado que más votos obtuvo fue el electo en el Distrito 15 de la Ciudad de México que obtuvo 172 mil votos, 172 mil y fracción, que representaba el 72 por ciento de la votación.

Ese mismo día, otro diputado fue electo por 34 mil votos, la quinta parte de l que acabo de mencionar, en el Distrito 3 de General Escobedo, Nuevo León, con el 25.67 por ciento de los votos.

Es decir, de entrada, la Mayoría Relativa siendo que se establece a través de distritos presenta una gran cantidad de variables que pueden hacer que los electos resulten con cantidades muy distintas de votos. En todo caso, cada electo se constituye con los votos con los que gabó, que pueden ser, en el caso de la Mayoría Relativa en términos concretos de lo realmente ocurrido en la última elección, entre 34 mil y 72 mil votos.

Por su parte, la Representación Proporcional la inmensa mayoría de los votos alcanzan-sí, definitivamente es esta tabla- la gran mayoría d ellos votos alcanzan a constituirse en diputaciones, en el caso de la elección de 2015, salvo el 9.93 por ciento de los votantes que no alcanzaron una diputación el resto de quienes sufragaron por los distintos partidos que se transmiten los sufragios llegan y constituyen diversas cantidades de diputaciones como nos muestra la gráfica.

En términos concretos, digamos, muy elementales, repaso esto porque pues a veces se olvidan las bases de esto.

Eso significa pues que las dos vías representan a la ciudadanía de manera diferente y que, para empezar a adelantar el tema en el que quiero centrarme, la Mayoría Relativa excluye de esa representación en términos concretos, en términos teóricos todos los diputados son representantes de todos los nacionales, pero, en términos concretos, esos votos que se emiten por candidatos que no ganan, son votos que no tienen efecto en la formación del Parlamento desde la Mayoría Relativa.

Transitarán, como veremos, más adelante, a la Representación Proporcional.

Desde el establecimiento del sistema de Representación Proporcional en 1979 se mide más o menos con regularidad y con cierta precisión, varía, dependiendo de diferentes factores la sobre y subrepresentación de los partidos políticos; es decir, la diferencia entre la proporción de votos que recibieron y la proporción de representantes que tienen en la Cámara.

Esta votación, esta sobre y subrepresentación suele fluctuar en términos concretos entre un dos y medio por ciento de subrepresentación y arriba de un ocho por ciento de sobrerrepresentación.

Esta sobrerrepresentación, por ejemplo, en el caso de 2015, el PRI obtiene el 29.19 por ciento del total de votos y, sin embargo, se lleva el 40.6 por ciento de las diputaciones.

Sin tener en cuenta el debate de candidatos priistas que fueron registrados por el Partido Verde, esta diferencia no se explica por eso, porque los números que se manejan para efectos de esta ponencia son cifras oficiales que, en la que en ningún caso se rebasa el ocho por ciento sobrerrepresentación.

Sin embargo, dado que casi el 10 por ciento de los votantes, en esa ocasión, no tuvo acceso a la Representación Proporcional, el 29 por ciento del total de votos del PRI se convirtió en el 32 por ciento de la votación nacional emitida que es la que se contabiliza para Representación Proporcional y, en consecuencia, con el ocho por ciento de sobrerrepresentación que le concede la Constitución, obtuvo una sobrerrepresentación real de 11.41 por ciento.

Esta es una medición recurrente que ha sido útil y que ha sido parte muy importante del debate por el desarrollo de la Representación Proporcional en el país. A lo largo de décadas los partidos opositores, cuando se trataba de un régimen de partido de Estado, presionaban por una representatividad, por una representación cada vez más proporcional, en tanto que el diseño del sistema, basado principalmente en las mayorías relativas, reducía el peso de sus votos en la conformación del Congreso.

A partir de la reforma del 96 este debate perdió fuerza, el rango de más-menos ocho por ciento de sobrerrepresentación satisfizo al conjunto de los partidos y, si bien, con algunos saltos excepcionales como el que se comenta de 2015, han ocurrido, en realidad los partidos políticos se encuentran satisfechos con la variación de la proporcionalidad entre sus votos y su proporción de representación en la Cámara.

Esta cifra, teniendo la importancia que tiene, la sub y la sobrerrepresentación, sin embargo, oculta otra realidad. En lo concreto, los partidos encuentran una proporcionalidad aproximada en su representación, dado que, en las actuales condiciones de competencia, pues estos partidos ganan algunas diputaciones de mayoría en las que se sobrerrepresentación, pudiendo perder en el conjunto de la Representación Proporcional otro tanto y perdiendo, desde luego, en los distritos que pierden la representatividad de los votos que ahí reciben, pero en su conjunto las compensaciones por derrotas y victorias genera una proporcionalidad bastante aproximada en el conjunto del sistema.

Esto, sin embargo, no nos permite valorar otras perspectivas en la relación con la votación; me refiero particularmente a la condición de los ciudadanos que emiten el voto. Quiero ser acá también clarísimo, no se trata de. A ver, no se trata acá de esta cosa muy rara que se maneja en el debate cívico, de que los partidos son una cosa fea que hay que evitar y que hay que fijarse en los candidatos, creo, me parece una gran equivocación dentro de cualquier régimen democrático, porque, entre otras cosas, yo soy un partidócrata convencido, es decir, la oposición al gobierno por los partidos es el gobierno por los tiranos y esto a mí gracia ninguna me hace.

Pero la realidad es que, dentro de la representación de los partidos políticos, sí le dan a la ciudadanía cuando ésta vota, la forma en que los representan es muy diferenciada; al interior de la votación de cada partido político hay una gran diferencia entre lo que pesa el voto de quienes ganan en su distrito y lo que pesa el voto de quienes pierden en su distrito.

Actualmente, en realidad, podemos distinguir en términos de las vías por las que se representan, cuatro categorías de ciudadanos en nuestro país: los ciudadanos que se representan por ambas vías, Representación Proporcional y Mayoría Relativa, estos son los ciudadanos que votan por diputaciones, por candidaturas triunfadoras en su distrito, ejercen este voto a través de partidos políticos que no pierden su registro y, en consecuencia, logran una representatividad por alguna representación por las dos vías.

Otro segmento muy importante de votantes pierde en su distrito, pero logra una representación a través de la RP. Tenemos últimamente una vía de representación constituida por aquellos ciudadanos que logran hacerse representar por la vía de Mayoría Relativa, pero no logran representación a través de la Representación Proporcional, esto han sido cantidades muy pequeñas de diputados, de votantes, constituidas fundamentalmente por quienes votan ganando un distrito por partidos que pierden el registro, este es el caso, por ejemplo, del Partido Encuentro Social en 2018; los ciudadanos que votaron por Encuentro Social en 2018 lograron triunfos en distintos distritos, sin embargo, dado que el partido perdió el registro, no se pudieron hacer representar por la vía de la Representación Proporcional.

Y, finalmente, tenemos a los ciudadanos que no logran representación por ninguna de las dos vías, es decir, los candidatos por los que votan en el distrito no logran ganar la diputación y las listas por las que votan no alcanzan a entrar en la distribución porque los partidos por los que votan pierden el registro o porque votan por candidatos independientes, esto es un punto que es importante.

Quien vota por candidatos independientes en nuestro actual sistema, automáticamente renuncia a su derecho a elegir diputaciones por Representación Proporcional. Ahora bien, en términos generales de estas cuatro categorías de electores, los que ganan tanto en Representación Proporcional como en Mayoría Relativa, los que ganan sólo por Representación Proporcional, los que ganan sólo por Mayoría Relativa y los que no ganan por ninguna vía.

La tercera de estas categorías numéricamente es muy menor, por lo que para efectos del análisis que se hace, la asimilamos al conjunto de los votantes ganadores. 

En la elección de 2015 solamente se eligió un diputado independiente, de forma tal que su impacto porcentual realmente es nulo para efectos de las cifras nacionales.

En ese sentido, nosotros consideramos dos grandes categorías para valorar la diferencia en el peso del voto de los electores; es decir, en qué medida el voto de cada quien llega portado por un diputado a la Cámara y cómo ese peso para conformar diputados se compara con otras categorías de electores. Pongo algunas cifras concretas para que se me entienda.

En la elección de 2015, puse la elección de 2015 como comparación general, si bien me voy a referir a 2018-2021 para efectos de las tendencias que esto marca, porque 2015 marca con muchísima claridad, más que las otras dos elecciones, la diferencia en el peso del voto entre unos y otros electores.

Entonces, si nosotros imaginamos al electorado dividido entre quienes ganan en su distrito, es decir, quienes votan por candidatos que ganan la diputación y quienes no ganan, si nosotros consideramos esas dos grandes categorías de votantes, tenemos lo siguiente.

En 2015 ejercieron su derecho al voto 39 millones 800 mil, en números redondos, personas. De ellas, ganaron en su distrito 15 millones 300 mil. La proporción fue el 38.6 por ciento.

¿Qué significa esto? Si nosotros tomamos a los votantes que ejercieron el sufragio en favor de quien ganó en cada uno de los 300 distritos y sumamos estas 300 votaciones ganadoras, las semejantes a las de la gráfica del primer distrito de Yucatán que mostrábamos, la suma de los votos de los ganadores nos resulta en 15 millones 300 mil sufragios.

Es decir, las 300 diputaciones de Mayoría Relativa fueron designadas por 15 millones 300 mil votantes que representa el 38.6 por ciento del total. Adicionalmente, además de las 300 diputaciones distritales, estos electores definieron 85.11 diputaciones de Representación Proporcional.

O sea, al repartirse las 200 diputaciones de Representación Proporcional entre el conjunto de electores con derecho a ello, a los 15 millones 300 mil electores que ganaron en su distrito, adicionalmente les correspondieron 85.11 diputaciones de la Representación Proporcional.

¿Porqué .11? Porque los diputados enteros son votados en su conjunto por fracciones de electores partidistas, de modo tal que 40 diputados para Acción Nacional no se dividen en 20 y 20, sino en fracciones de diputados. Por eso manejamos fracciones de diputados.

Entonces, en lo concreto. En la elección de 2015 las 15 millones 300 mil personas que votaron por candidatos ganadores definieron en total 385.11 curules. Esto es, el 38.6 por ciento de quienes votaron decidieron el 77.02 por ciento de los integrantes de la Cámara.

Por su parte, votaron por candidatos que no ganaron o vieron anulado su voto de otra manera, 24 millones 400 mil personas que representan el 61.4 por ciento de quienes votaron. 

Éste 61.4 por ciento de quienes votaron no decidió ninguna diputación de Mayoría Relativa. Por definición, son las personas que perdieron en su distrito, pero sí participaron con ese peso en la elección de diputados de Representación Proporcional. De estas diputaciones definieron 114.89, o sea el 22.98 por ciento. 

En resumen, una minoría del 38.6 por ciento de quienes votan, designa a 77 por ciento de quienes son electos y un 61.4 por ciento de quienes votan, decide al 23 por ciento de los electos, con una salvedad, que de ese 61.4 por ciento de votantes que resulta en 114.89 diputaciones, el 9.93 por ciento que en la elección de 2015 significaron 3 millones 956 mil votos, esas personas no obtuvieron ninguna representación.

Principalmente porque votaron por partidos que perdieron su registro, por candidatos independientes que no ganaron o porque anularon su voto.

¿Cuál es la relevancia de esto? ¿Por qué nos importa o nos tiene que importar? Si, pues uno vota y pierde en su distrito, pero alguien en Chihuahua vota y gana en su distrito y el que gana es el mismo partido por el que yo voté y, en consecuencia, el programa político por el que yo voté llegará a la Cámara independientemente de que yo gane o pierda, justamente gracias a la Representación Proporcional.

¿Por qué es importante o qué relevancia tiene que cada quien tenga su personal diputada o que no la tenga? El problema consiste en el tipo, primero, el tipo de votación que este régimen favorece. Si nosotros contrastamos las proporciones de votos que se refieren para ganar o perder por cada una de las vías, tenemos lo siguiente.

Cada diputación de Mayoría Relativa en 2015 se obtuvo con 39 mil 400 votos. En tanto que cada diputación de Representación Proporcional se obtuvo con 178 mil votos. Es decir, la misma cantidad de votos en Mayoría Relativa ganando distritos producía 4.52 veces más diputaciones que esos mismos votos en Representación Proporcional.

La proporción final para las elecciones de 2018 es de 3.99 y 3.96. O sea, en el caso de 21 que la proporción es 3.96, esto significa, cada diputación de Mayoría Relativa se ganó en promedio con 55 mil votos. En tanto que cada diputación de Representación Proporcional se ganó en promedio con 219 mil votos.

¿Qué nos dice esto de la democracia mexicana? Pues lo primero que nos dice es lo que los números arrojan sin piedad. No ganan las diputaciones quienes tienen más votos, sino que ganan las diputaciones quienes tienen hasta cuatro veces menos votos, pero concentrados.

Esto, por un lado, es en principio profundamente antidemocrático. Es decir, el número, el volumen de votos no es tan importante para lograr representación como lo es su concentración.

Pero, ahora bien, esto no termina ahí, porque lo que hace esto es que el tipo de candidato que esto estimula es justamente el político con fuerte presencia sub estatal, hablando de distritos -que puede haber decenas en un estado- y que quien va a ganar en la vía privilegiada, por este sistema electoral, es un político con una gran presencia local, con una gran capacidad de obtener votos en una pequeña circunscripción, pero que no necesariamente tiene ninguna capacidad, o tiene una capacidad menor, para resultar un candidato atractivo a nivel estatal, regional o nacional. 

Esto me parece muy relevante, con el correr de las legislaturas, 8 desde que el PRI perdió la mayoría en 1997 en San Lázaro, el tipo de político que el sistema estimula, es el político con capacidad de ganar más votos en un pequeño territorio –logrando la Mayoría Relativa- por encima de políticos que potencialmente tuvieran la capacidad de atraer un mayor número de votos, pero en área geográfica mucho más amplia, que no pondré nombres, por obvias razones, pero piensen ustedes en las figuras políticas de su preferencia; figuras muy territoriales con fuertes lazos locales que les permiten ganar en esos pequeños territorios frente a políticos con una visión de política más allá de su estado -quizá de la región, probablemente nacional- pero que los votos que puedan atraer, solo los pueden atraer de manera dispersa, y los votos dispersos, en términos de su tipo de cambio, de lo que los votos dispersos pueden adquirir, en términos de representación parlamentaria, es la cuarta parte de lo que pueden adquirir los votos concentrados.

Esto me parece a mí, que es una de las variables, no la principal, probablemente, pero sin duda, una variable funcional muy activa de la disolución de la clase política nacional, y las fracciones de clase política nacional, que sostenía cada partido político, su disolución en favor de las pequeñas corrientes con gran presencia local. 

Esto es, un sistema que privilegia el voto a nivel de una circunscripción muy pequeña privilegia el debate de los temas relevantes en circunscripciones muy pequeñas, y desestimula totalmente a figuras y temas con una perspectiva mucho más amplia a nivel nacional.

Políticos con capacidad de discutir, por ejemplo, la estructura del sistema político en un contexto en el que esto es cada vez más problemático y que de acuerdo con diversos análisis exige reformas, un político que discute eso y que a nivel de una circunscripción podría sacar 150 mil votos, por poner un ejemplo, dado que escribe en medios, tiene presencia académica, etcétera, etcétera, ese político vale bastante menos que un político con la mitad de esta votación, en un Distrito Electoral, –es decir- otra vez, los votos no pesan igual sino que el sistema le da mucho más peso a los votos concentrados aunque sean menos, hasta en una cuarta parte.

Ahora bien, más allá de este perfil político, que la propia diferencia en el peso del voto nos marca, se generan también procesos de sobrerrepresentación real -qué quiero decir con esto- que, de acuerdo con las reglas electorales, distintas corrientes políticas, en un momento dado del otro, van a tener una representación cameral muy superior a su porcentaje de votos, es decir, a su respaldo social. 

Esto genera el espejismo de la mayoría absoluta, y desde luego, no me estoy refiriendo al sexenio actual, y queda perfectamente claro, esto podría estar ocurriendo en el sexenio actual, pero también ocurrió en otros sexenios.

Entonces, se genera un espejismo de una mayoría absoluta que permite creer en la ficción de que se pueden aplicar medidas programáticas que solo son respaldadas por una fuerza política, suponiendo que esto realmente tiene un respaldo social amplio, cuando no lo tiene. Y ahora sí me refiero a los dos gobiernos: las dos reformas eléctricas, en mi opinión, resultan de este espejismo, es decir; en el sexenio de Peña Nieto se puede hacer una reforma privatizadora, porque las fuerzas camerales lo permiten, y permiten despreciar que esa mayoría cameral no es una mayoría social. 

El problema que esto siembra es que hay una opinión social distinta de la opinión cameral que va a mover en sentido contrario. Y entonces cambia el sexenio, la tortilla da la vuelta, y quien tiene una mayoría cameral más amplia que su mayoría social que es Morena, y coincide de la misma manera la nueva Reforma Eléctrica, es decir, una Reforma Eléctrica acorde con su propio programa porque tiene la mayoría cameral que le podría permitir lograrlo, –dependerá de sus alianzas, pero podría lograrlo- y en consecuencia tomar una medida que no tiene una base social de respaldo tan amplia como su base cameral.

Esto lo que significa en la política concreta, en la conducción estratégica del país, es que, los cambios en el signo del gobierno son mucho más amplios que los cambios en los que dentro de la forma en el que el conjunto de la sociedad percibe la política. 

En general, la sobrerrepresentación y la subrepresentación, alimenta esta dinámica. 

Un sistema de Representación Proporcional directa favorecería que efectivamente quien gane, ganaría con menos, y que su Mayoría Relativa se evidenciaría como una fuerza más que significativa, pero obligada a negociar. De forma tal que, en un solo período, la transformaciones y políticas nuevas en el Estado, no podrían irse a los extremos, si no que tendría que mantenerse dentro de los márgenes mucho más estrechos, de lo que una mayoría social puede aceptar. 

Esto no significa que el cambio no se pueda dar, ni que el cambio no se pueda profundizar hacia un lado u otro, solo significa que, mientras el respaldo social no se modifique consecuente mente, los cambios encontrarán límites mucho más próximos, de lo que la fantasía de la mayoría absoluta puede permitir ver. Es decir, la Representación Proporcional, favorece limitar los extremos programáticos en el corto plazo, y los condiciona en el mediano plazo a una ampliación real del consenso social.

Finalmente, no puedo dejar de mencionar un instrumento del actual, su esquema, que, tratándose de un instrumento técnico, tiene, sin embargo, un gran efecto en las características de lo que se vota, y hay que decirlo, es altamente consistente con el privilegio del sistema de mayorías relativas o de las representaciones proporcionales. Y se trata del uso de una boleta única: en la boleta única ejercemos dos votos; el voto de Mayoría Relativa y el voto de Representación Proporcional.

Es sorprendente la cantidad de especialistas, me he topado con doctores en Derecho especializado en cuestiones electorales que juran que las diputaciones de Representación Proporcional simple y sencillamente no son votadas.

Lo cual sería inexplicable en el actual marco constitucional que desde 1917 exige que todas las diputaciones sean electas por voto directo y secreto. Bien.

La boleta única permite este clandestinaje, de hecho, fomenta el clandestinaje. ¿Qué quiere decir esto? La ciudadanía vota en dos elecciones, pero la inmensa mayoría sólo se entera de que está votando en una elección.

La lista de Representación Proporcional que es vista por muy poca gente, para algunos no existe y no es votada, pero al mismo tiempo permite que en la misma lista transiten figuras, independientemente o con poca dependencia, de su capacidad de ser votadas en amplios territorios como supondría que habría que funcionar una elección que se realiza a nivel de circunscripciones que incluyen a seis o siete estados.

Esto resulta en diversas dinámicas partidistas que incluyen la postulación de personajes, digamos, controvertidos, a partir de la lista de Representación Proporcional, en la idea de que nadie los notará, y de esa manera resultarán electos.

Pero algo más grave todavía, y es que genera el ocultamiento de candidatos cuyo espacio político natural o cuyo espacio político de desempeño, más que natural, el espacio político en el que realmente se han desempeñado está a nivel estatal, regional o nacional.

Se trata de un elemento técnico que surgió tras fraudes electorales cometidos en el viejo sistema constitucional en donde los votos de Representación Proporcional eran votos tirados a la basura por el partido mayoritario, y que a partir de 1982 decidió canalizarlos a su oposición predilecta.

De ahí surge la unificación de la boleta, pero esto como sistema de protección pierde efectividad una vez que la Representación Proporcional se abre al conjunto de los partidos y, en consecuencia, no existen boletas inútiles que puedan ser utilizadas sin costo para favorecer a una oposición a modo.

Es el momento, me parece a mí, de plantearse las condiciones para un peso de voto igualitario en México. Ya no es, me parece a mí, no sólo democráticamente correcto, sino en términos de la construcción política del Estado mexicano, adecuado, que la mayor parte de los ciudadanos elijan diputaciones que no saben que eligieron.

Que son tres o cuatro veces más representativas que las diputaciones que sí notan, porque son las que derivan de una elección uno a uno de Mayoría Relativa, y que en consecuencia el efecto que el voto ciudadano está teniendo realmente en la conformación de las Cámaras no se note para quien ejerce el voto.

En este sentido, me parece que hay que avanzar, primero, hacia una proporcionalidad directa; es decir, el dominio mayoritario de este sistema ha generado una gran deformación en la representación en términos numéricos, en términos del perfil político que se elige, y en términos del uso político que las listas de Representación Proporcional han dejado de tener.

El uso político de estas listas es promover figuras políticas con una visión amplia y capaces de atraer votantes de distintas geografías.

Entonces, me parece que hay que avanzar hasta la proporcionalidad directa, por un lado; pero, por otro lado, me parece que debe de eliminarse el uso de una boleta única y votar como fue en 1979-1982, votar en dos boletas, no recuerdo si en 1985, me parece que también; votar en dos boletas. Una para la elección de Mayoría Relativa y otra para elección de Representación Proporcional.

Es la ruptura de este candado, me parece, permitiría el desarrollo, no me atrevo a decir el florecimiento, he dejado de ser tan optimista, pero me parece que favorecería el desarrollo de políticos con un perfil más amplio, con una visión estratégica de país y de nación más amplia, y que finalmente, la decisión electoral no pesara nada más en pequeñas mayorías relativas locales, sino en la misma medida en votos programáticos emitidos de manera más dispersa.

No puedo pues sino desear que esto pase a formar parte del debate político nacional, me parece un tema no sólo importante, diría yo urgente, con impacto en el Estado, con impacto en los partidos políticos y, sobre todo, con impacto en la capacidad de la ciudadanía de hacerse representar y verse representada.

Muchas gracias.

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