Las redes sociales se han convertido en una de las formas más comunes de comunicación entre las personas, pero —irónicamente— su uso también puede representar riesgos para la democracia; esta ambivalencia depende de quienes utilizan las redes y los usos que les dan.
Hoy en día es muy difícil imaginar la vida cotidiana sin las oportunidades que internet nos brinda para comunicarnos, organizarnos y alzar la voz. Hay numerosos ejemplos en el ámbito nacional e internacional de la forma en la que se han utilizado las redes como un espacio de denuncia ciudadana y de cómo las personas han conseguido modificar su entorno gracias a internet.
Un ejemplo de ello es la Primavera Árabe: una serie de protestas y levantamientos sociales que iniciaron en diciembre de 2010 en Túnez y se extendieron rápidamente por varios países del norte de África. Con ayuda de las redes sociales y de los teléfonos celulares, la juventud de estos países documentó las consecuencias de los regímenes dictatoriales, episodios de represión, etc., y lo compartieron con el resto del mundo, como una forma de periodismo ciudadano. Esto tuvo un impacto tan fuerte que los presidentes de países como Egipto o Túnez renunciaron después de más de 20 años en el poder, y con ello quedó demostrada la importancia del uso de la tecnología y las redes sociales como formas de organización y comunicación.
En México tenemos también algunos ejemplos, como el movimiento #YoSoy132, que comenzó como una protesta estudiantil y tomó cada vez más fuerza en redes sociales, logrando que las miradas se detuvieran en las exigencias que estaba haciendo la juventud hacia la clase política y en demanda de una cobertura informativa imparcial por parte de los medios de comunicación.
Sin embargo, al lado de estas posibilidades y beneficios, también hay riesgos que debemos tener presentes para hacerles frente. Uno de los problemas fundamentales de las redes es el fenómeno de las cámaras de eco que han acentuado y contribuido con la polarización que se ha vuelto tan común en nuestra época. Esto se debe a que el algoritmo de las redes sociales no sólo nos presenta publicidad a la medida, lo mismo sucede con las noticias y con las posturas políticas: estamos viviendo en burbujas en las que solo convivimos con otras personas que comparten pensamientos e ideas iguales a los nuestros, y esto termina por ocasionar que tengamos una interpretación sesgada de la realidad y limita el debate político propio de las democracias.
A esto se suma la divulgación de noticias falsas o tendenciosas, conocidas como fake news, las cuales están hechas con la finalidad de exaltar nuestro ánimo y apelar a nuestras emociones y esto contribuye a que se propaguen con más rapidez y lleguen a más personas; se estima que las noticias falsas se difunden hasta 100 veces más que las noticias ciertas. También debe tenerse en consideración que la divulgación de este tipo de contenido tiene una relación estrecha con la aparición de bots, los cuales pueden convertir en tendencia un tema determinado, o disminuir el interés de un hashtag retomándolo con información poco relevante hasta desaparecerlo.
Para contrarrestar estos problemas se han realizado plataformas fact-checking, que permiten detectar cuando la información compartida no es veraz o es poco confiable, además hay herramientas para las personas usuarias de las redes por ejemplo, preguntar si realmente se quiere compartir un contenido que no se ha abierto, o la colocación de leyendas en las que se indica que el contenido de una publicación es tendencioso o falso.
En México ha sido fundamental el esfuerzo de la sociedad civil con la creación de iniciativas como #Verificado2018, que aunque contó con el apoyo de las autoridades electorales, fue una iniciativa ciudadana en la que participaron más de 60 medios de comunicación para señalar las noticias que eran falsas o tendenciosas. Por su parte, el INE también emprendió acciones de verificación de datos sobre incidentes —antes, durante y después de la Jornada Electoral— a través de la implementación del proyecto “Certeza”, realizado de la mano de Twitter, Facebook, Google y algunos medios de comunicación. Este programa fue implementado en las elecciones estatales de 2019, 2020, y volverá a utilizarse en las elecciones del próximo 6 de junio bajo el nombre de #Certeza21.
Otro riesgo del uso de las redes sociales es la utilización de datos o la segmentación de campañas, como lo sucedido con la empresa Cambridge Analytica, la cual empleó datos de quienes habían realizado un simple test en Facebook. La información de la ciudadanía revelaba gustos, afinidades e intereses, con lo que se hizo un análisis muy preciso, con la ayuda de especialistas en psicología conductual y en tecnología publicitaria, para así ejecutar una campaña política realizada casi a medida de las y los usuarios; lo que sin duda nos debe llevar a reflexionar sobre si estas conductas comprometen el voto libre. Aunque se ha determinado que no puede asegurarse que la intervención de Cambridge Analytica fuera concluyente en la victoria de Donald Trump para la presidencia de EEUU, sí abrió un debate al respecto de la información que estaban entregando las personas usuarias y sobre el derecho a la protección de esos datos. Este suceso tuvo tal repercusión que esta red social modificó algunas de sus políticas: se comprometió a reforzar el cifrado y la privacidad de esta red y ha incorporado plataformas de verificación de datos.
Estos sucesos implican varios retos, desde el ámbito de las autoridades: lograr un equilibrio entre el acceso a la información, la libertad de expresión y la protección a los datos personales; en este último rubro en particular, considero que tenemos un gran camino por recorrer que debe partir de reconocer que los regímenes democráticos se caracterizan por establecer mecanismos que, por una parte, garanticen la privacidad individual y colectiva y, por la otra, limiten tanto la divulgación de la información personal como los sistemas de vigilancia y monitoreo.
Como ciudadanía es importante que sin dejar de reconocer el potencial de las tecnologías veamos los riesgos que conllevan en torno a nuestra privacidad, por otra parte, debemos hacer un esfuerzo por diversificar la información a la que nos exponemos, para tratar de salir de las cámaras de eco que construyen las redes sociales en torno a las y los usuarios.
Consulta el artículo en El Heraldo de México.