Muchas gracias, Ángeles.
Es un verdadero placer poder participar en este panel, en este importante foro, agradezco en ese sentido la generosa invitación de la Comisionada Presidenta, Banca Lilia, muchísimas gracias por la invitación.
Saludo también, aprovecho la oportunidad para poder saludar a Adrián nuestro co-panelista, y a Julieta, integrantes del pleno del INAI.
Agradezco también a María de los Ángeles, Presidenta, la generosa presentación, la moderación de esta mesa.
Y, sobre todo, quiero agradecer la oportunidad de poder compartir este espacio, no solamente con Enrique, que ha, con este trigésimo cuaderno de transparencia, brindado una oportunidad y particular, y diría particularmente oportuna, para poder reflexionar sobre la autonomía con colegas a los que admiro y respeto, particularmente, Julio, Pedro, muchas gracias por poder compartir este espacio.
Yo quiero comenzar citando a alguien que no tiene que ver con estas materias, al célebre y reconocido maestro, director, al maestro Platas. Porque este panel me está recordando ya este conocido y, sobre todo, a mí me gusta mucho ese programa que en OPUS94, de la radio púbica de nuestro país tiene que se llama la otra versión, en donde se escucha la misma pieza tocada por cientos autores para poder identificar los matices y las particularidades.
Desde ese punto de vista, mi intervención no va a ser, decía, Pedro, en su ocasión, dijo iba a ser una pieza, sino que lo dijiste, recurrente. Bueno, esta va a ser otra versión de lo que hemos escuchado aquí.
Espero, desde este punto de vista, que la reiteración, aunque con perspectivas, enfoques di tintos pueda tener una aportación importante.
Quiero iniciar señalando que coincido en lo esencial con la lectura que hace Enrique e su texto, respecto de la división de poderes y su vínculo con los órganos constitucionales autónomos.
Como bien se me sugiere en este texto, a perspectiva tradicional de la división de poderes nos ha hecho pensar que esta entra en conflicto con la existencia de órganos autónomos, cuando en realidad, a mí parecer, siguen la misma lógica de la división de poderes, la potencia, en el contexto de pesos, contrapesos y balances que deben existir en todo orden democrático.
En efecto, como se señala en la obra, el devenir del Estado y lo que el autor analiza como el ensanchamiento del espacio público, así como la creciente complejidad de las tareas estatales y sobre todo la amplia diversidad de demandas sociales han hecho necesario desarrollar arreglos institucionales que desahoguen funciones estatales especializadas y altamente técnicas.
Y, al mismo tiempo, esas instituciones deben desempeñar sus funciones técnicas y especializadas evitando la afectación del vaivén político partidista que en una democracia es consustancial a la renovación periódica de los poderes públicos, por eso es importante la autonomía sí, en primera instancia, como se decía frente a los poderes públicos, pero creo que atinadamente aquí se ha señalado respecto de cualquier dimensión del poder público, privado que sea.
En ese sentido creo que vale la pena recordar en la discusión intensa que se está dando sobre estos organismos en el contexto actual en nuestro país, que estos no son una figura exclusivamente mexicana.
Se trata de una instancia, de instituciones que hunden sus raíces en las agencias autónomas del constitucionalismo norteamericano que comenzaron a surgir por la necesidad de la especialización del trabajo público, de las funciones públicas, en la segunda mitad del siglo XIX.
En efecto, estos organismos se constituyeron por primera ocasión en los Estados Unidos, como decía, como una manera de generar entes públicos especializados técnicamente en distintos ámbitos sin depender necesariamente de algunos de los poderes tradicionales, pero que forman parte del mismo esquema y la lógica de los pesos y los contrapesos que impone la democracia constitucional.
Los órganos autónomos en el mundo son en ese sentido una evolución de aquella figura del constitucionalismo norteamericano y una de las peculiaridades, que como en Estados Unidos hace casi dos siglos ocurrieron, es que prácticamente todos estos órganos, en todo el mundo, desempeñan funciones que originalmente estaban concentradas en el Poder Ejecutivo.
Y aquí quiero incorporar otro elemento: el énfasis ciudadano que tienen los órganos autónomos al que se refiere Enrique en su texto.
Enrique señala que una parte importante de la dimensión ciudadana de estos órganos autónomos reside en la participación de ciudadanas y ciudadanos, en la integración de sus entes directivos, no sólo como sus titulares, sino también, en la organización y seguimiento del proceso que conduce a la decisión final de quienes los encabezan o bien, como en otros casos, donde existen consejos consultivos en el acompañamiento del trabajo de estos propios órganos.
Pero si se me permite agregaría otra dimensión ciudadana de los organismos públicos, de los organismos constitucionales autónomos en nuestro país que no es menos relevante.
Estos organismos que, son una peculiaridad, sin duda, del sistema político constitucional mexicano nacen específicamente en el periodo de la transición y consolidación de la democracia y, esto no es una casualidad, son fruto de este proceso de democratización, de al menos cuatro décadas, tres si quieren ser más precisos; un proceso que, por cierto, sería impensable sin la participación, impulso y exigencia de muchas generaciones de ciudadanas, de ciudadanos y luchadores sociales.
Para decirlo con claridad y rápido, los organismos constitucionales autónomos son el resultado de la lucha ciudadana, para ampliar su control sobre el ejercicio discrecional del poder político y democratizar el mismo.
La creación de estos organismos constitucionales implicó, en efecto, una sustracción de muchas atribuciones que, de facto, como ya decía Pedro o de jure, porque así estaba el diseño constitucional, se habían originalmente concentrado en el Poder Ejecutivo.
Todos los órganos constitucionales autónomos hoy, que existen en nuestro país, todos sin excepción desempeñan funciones que originalmente estaban en el ámbito del propio Ejecutivo y, desde este punto de vista, se comprende que sean producto de la misma transición a la democracia y, en esa misma lógica, el resultado de una labor de exigencia y construcción de ciudadanía democrática desde hace décadas.
Aunque la división de poderes tradicional parezca insuficiente para enfrentar las funciones a cargo del Estado, dada la complejidad de asuntos y demandas que se deben atender, me parece que la división de poderes sigue teniendo una dosis importante de validez, insisto, potenciada al momento de analizar el papel que en el orden constitucional tienen los organismos constitucionales autónomos.
Pero, justo por la complejidad social y el grado de especialización de las funciones estatales, la división de poderes no puede hoy ya circunscribirse a estas tres funciones esenciales de las que nos hablaban Locke y Montesquieu.
Y es ahí donde adquieren relevancia estas instituciones que, en su desempeño como instituciones especializadas y con especificación técnica son también un mecanismo que potencia la lógica de pesos y contrapesos de la democracia constitucional.
Entre otras cosas, por cierto, en México estos organismos han retomado, ya no de la vertiente norteamericana, sino más bien de la europea, su característica de que en todos ellos existen cuerpos, servicios de carrera especializados, profesionales y que le dan justamente sustento a esta función técnica y no dependiente de la política.
Además de las funciones específicamente técnicas que llevan a cabo, una función fundamental, una parte fundamental que realizan estos órganos de control del poder, es la función, como dice Enrique en su texto, del control del poder; es decir, de los excesos del ejercicio de todo poder público o privado que sea.
Me importa, finalmente, una reflexión sobre esto de los conceptos que analiza Enrique en su texto y que tiene que ver con la ya mencionada autonomía, y tomo y retomo la misma frase, y es una frase que ya no sé a estas alturas si estoy tomando, no plagiando, porque la estoy señalando de Pedro o si Pedro la retomó porque hemos coincidido en muchos textos, de un servidor, pero es el hecho de lo que tiene que ver con la autonomía, que tiene por cierto un rango constitucional y qué implica una independencia, como dice Enrique en su texto, y lo mencionó aquí, de los ciclos periódicos, de la renovación de los poderes públicos, para evitar que las decisiones que tienen que ser técnicas se tomen con criterios partidistas o lectorales.
Pero además tienen otra dimensión sobre las que quiero enfatizar, esta autonomía no debe entenderse ni asumirse como autarquía, no se trata, pues de agencias autárquicas, sino de entes públicos del Estado que interactúan y colaboran, se coordinan, con otros órganos del mismo Estado y que son vigiladas también por otras instancias del propio entramado institucional, incluso entre ellas, como ya se mencionaba, el INE es un sujeto regulado del INAI en materia de transparencia y protección de datos, por ejemplo.
Y, en el caso del INE se encuentra también, por cierto, bajo el escrutinio de los actores políticos, quienes instruyen todo el proceso de construcción de las decisiones para llevar a cabo elecciones, y tienen voz en las instancias de decisión, forman parte del propio Instituto, para, bajo la lógica de control y de supervisión de las actuaciones nuestras.
Concluyo diciendo que los órganos constitucionales autónomos tienen al menos dos desafíos importantes, porque me parece que, en la defensa de la autonomía y la discusión, por cierto, en un contexto de democracia institucional, todo el entramado institucional debe estar sometido permanentemente a la revisión pública, y desde ese punto de visto bienvenida la discusión que hoy está teniéndose de los órganos autónomos,
Pero me parece que, desde esa misma lógica en la defensa de la autonomía en la justificación de nuestra razón de ser, en el equilibrio constitucional de nuestra democracia, creo que también tenemos que asumir cuáles son nuestras áreas de oportunidad, y quiero concluir con ello: creo que los órganos autónomos tienen al menos dos desafíos importantes que subrayo: Por un lado, hacer una revisión y actualización de su diseño institucional para hacerlos menos complejos, ojalá, y acaso de esta manera más eficaces y eficientes en su desempeño.
Una complejidad, por cierto, pienso en el INE, que en buena medida depende de un abigarrado diseño legislativo que se ha construido para tratar de generar confianza en torno a las elecciones.
En esta materia es fundamental el trabajo cercano de nosotros con el Poder Legislativo, pero también con organizaciones sociales y con la ciudadanía en general para que cualquier cambio tome en consideración los distintos puntos de vista de una sociedad plural y compleja como la nuestra, sin perder de vista también la función técnica y de control que estos órganos están obligados a desarrollar.
Y en otro reto que advierto para los organismos constitucionales autónomos tiene que ver con la importancia de reconfigurar su relación con la ciudadanía a la que nos debemos en primer lugar.
En particular, y desde este punto de vista, me parece que es fundamental que despleguemos una tarea de pedagogía pública para tratar de explicar no sólo la existencia, sino la razón de ser y las tareas que desempeñamos que en ocasiones son sumamente complejas, poco asibles, difíciles de entender, pero fundamentales en el funcionamiento de la propia democracia constitucional.
En este sentido, esta lógica explicativa, de pedagogía pública, como lo decía; es indispensable en la discusión que hoy ocurre y en nuestro devenir futuro.
Esta conexión a la serie de pasos que van de la definición de un mandato institucional a la instrumentación de programas y actividades, y su efecto en mejores condiciones de vida para millones de personas, que no es fácil de comprender muchas veces, pero es indispensable para la subsistencia y recreación de la democracia.
Muchísimas gracias.
===Segunda intervención===
Muchas gracias, María de los Ángeles.
Yo quiero comenzar esta ronda final de conclusiones, de nueva cuenta felicitando a Enrique.
Creo que lo que se ha dicho aquí, sin duda, son contribuciones al debate, pero la esencia está contenida en este trigésimo Cuaderno de Transparencia, así que de nueva cuenta felicitar al autor y la pertinencia de la publicación de esta ya, larga, rica, muy rica serie de contribuciones al análisis y también a la difusión y, en ese sentido, también a la pedagogía pública de la construcción de una cultura democrática, porque la transparencia es parte de la cultura democrática.
Yo quisiera terminar haciendo la siguiente reflexión, también aquí en tono con lo que ya se ha mencionado por parte, tanto de Enrique como de Julio, como de Pedro.
La construcción de la democracia es un proceso continuo y, desde ese punto de vista, inacabado. Siempre existen ámbitos de mejora, puntos de robustecimiento, siempre es pertinente la revisión, la actualización e incluso el replanteamiento de sus reglas, de sus procedimientos y de sus instituciones, esto siempre y cuando no se pierda lo que es, parafraseando a los clásicos, la esencia de la democracia.
Hay ciertos límites, hay ciertas fronteras, hay ciertas características de esas reglas, de esos procedimientos, de esas definiciones que es lo que distinguen a una democracia de los regímenes que no lo son.
Sin perder de vista esta frontera, bienvenida la discusión, el mejoramiento permanente de estas tres dimensiones a las que he hecho referencia: reglas, procedimientos e instituciones.
Pero eso me parece que se tiene que hacer con una gran responsabilidad y sobre todo con mucha altitud de miras, viendo lejos, a veces la reflexión sobre los cambios que son urgentes para atender los problemas que son inminentes nos hace perder de vista nuestras referencias de largo aliento, las estrellas polares, para decirlo de alguna manera, que son, por cierto, las que nos permitieron transitar hacia la democracia y salir del régimen autoritario que caracterizó buena parte del siglo XX.
En ese sentido, me parece que es una reflexión que vale la pena hacer, en general, para la democracia y su necesario mejoramiento para atender esas que son las grandes promesas todavía hoy incumplidas de la democracia, los problemas estructurales que aquejan y lastiman a la sociedad y que nadie puede negar: la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la impunidad, la inseguridad.
Y valen, también, para el caso específico de los organismos constitucionales autónomos. Que no hay que olvidarlo, son el resultado de una larga, como la democracia en general, de una larga y compleja evolución que nos ha costado mucho, que es una conquista no de una persona, no de un partido, no de una fuerza política, no de una ideología, es una conquista de la sociedad.
Así es la democracia, una obra colectiva.
Y, sin conformismos, sin dejar de señalar con una vocación autocrítica y crítica de lo que hemos construido, vale la pena reflexionar cuáles son los ámbitos de mejora en un diálogo que sea democrático, y esto quiere decir un diálogo incluyente, que escucha, tolerante, que no es un diálogo de sordo , pues en pocas palabras, pero hay que hacerlo, hay que encaminar esa ruta, creo, con esa responsabilidad a la que hacía referencia, no vaya a ser que perdamos lo que tanto tiempo nos ha costado construir, y para esto es importante no olvidar que no todo cambio necesariamente es para bien.
Lo decía ahora Pedro al terminar, cambiemos para mejorar y fortalecer la democracia, no para regresar a una lógica autoritaria, y la historia, la historia a veces es importante tenerla presente, nos enseña con innumerables ejemplos que muchas veces los cambios son cambios que acaban erosionando, diluyendo a la democracia.
Discutamos cómo mejoramos, cómo fortalecemos esto que es un patrimonio colectivo, que es justamente el todavía incipiente en muchos sentidos, pero no por ello menos valorable, conquistas democráticas que hemos alcanzado.
Gracias.