VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN SEGUNDO CONVERSATORIO VIRTUAL: MUJERES, LIDERAZGO Y PANDEMIA, CON EL TEMA “LA DEMOCRACIA MEXICANA FRENTE AL COVID-19”, ORGANIZADO POR JUSTICIA ELECTORAL DE PARAGUAY
Muchas gracias Lourdes, de verdad es un placer y quiero agradecer a nuestra queridísima María Elena Wapenka, porque gracias al trabajo de la escuela, ha logrado permitirme, aunque sea de manera virtual, compartir este espacio con tres colegas, sumo a Lourdes, cuatro y sumando a Malena, cinco queridísimas amigas a quienes respeto, admiro y que hemos recorrido ya, un buen trecho en la construcción de democracias más sólidas y sobre todo más igualitarias también, como ya mencionabas.
Así que la verdad, para mí es un verdadero privilegio. Saludo con muchísimo afecto a Flavia, a Yolima y por supuesto a Brenda, es un placer estar aquí.
He preparado unas láminas solamente como apoyo si ustedes me permiten transmitirlas, proyectas, porque si estamos.
A ver, yo quiero aprovechar estos 15 minutos, el tiempo es breve para hacer algunas reflexiones más de carácter general y cómo, pues digámoslo así, las autoridades electorales estamos enfrentando nuevos desafíos a los que ya teníamos, como producto de la irrupción de la pandemia COVID-19 y del desafiante reto de hacer que la democracia, como nos gusta decir, no sea una de las víctimas más que trajo consigo la pandemia.
El reto no es menor, el gran desafío es cómo los derechos político-electorales, los derechos, si se quiere, de participación política coexistan, sin lesionar el derecho a la salud que es otro de los derechos fundamentales.
Finalmente, creo que todas las medidas que tomemos las autoridades electorales, todas las prevenciones que tomemos en el desarrollo de las elecciones es una traducción concreta de este ejercicio de ponderación de derechos, en donde no podemos a toda costa, sin más, imponer la realización de elecciones, sin algunas medidas de prevención y de garantía del derecho a la salud de las y los ciudadanos, por un lado.
Y por el otro lado, tampoco podemos sacrificar estos últimos, los derechos político-electorales en el altar de la prevención, que hay que procurar sin lugar a dudas, del derecho genérico a la salud.
Yo quisiera partir de una premisa, porque la pandemia nos pude colocar en un contexto en el que pensemos sólo en la pandemia y nos olvidemos de la discusión que quienes estamos aquí, entre otros, hemos venido desde hace mucho tiempo dando con mucha preocupación desde distintas perspectivas y a partir de distintos conceptos como el de integridad electoral.
Y es el hecho de que la democracia no estaba antes, incluso de la pandemia, gozando de su mejor momento.
Los tiempos para la democracia, me atrevo a decir, eran tiempos, de por sí preocupantes, tiempos malos, tiempos desafiantes que habían implicado, por cierto, una discusión de carácter mucho más global y no solamente centrada como había ocurrido en las décadas anteriores, en los problemas que estábamos enfrentando los sistemas democráticos digamos que veníamos de manera muy reciente de regímenes autoritarios.
Es decir, las democracias de la transición o de la época de última transición a la democracia y que teníamos problemas muy particulares, pero que se distinguían de los problemas que enfrentaban las democracias así llamadas consolidadas.
Desde hace unos años para acá, las democracias de todo el mundo, sin importar por decirlo así, su grado de asentamiento o su edad, estaban enfrentando una serie de problemas cada vez más graves, problemas comunes que nos llevaron a orientar las discusiones, insisto, respecto a cómo mejorar y como resguardar a la democracia frente a estos desafiantes problemas que corrían el riesgo de erosionarla y creo que es un punto de partida para mi muy importante.
No olvidarnos que la democracia ya venía arrastrando una serie de problemas que veníamos discutiendo cómo resolver y enfrentar esos problemas y a estos se suma el COVID.
Y se trata de problemas, insisto, cómo podrán ver en esta lámina que no son nuevos, que son problemas que se venían poco a poco asentando, que se conjuntaron como pocas veces en un momento histórico determinado y tienen que ver, si se me permite utilizar la expresión de Norberto Bobbio con las promesas no cumplidas de los regímenes democráticos.
En primer lugar, el descontento y la preocupante desafección que estábamos viendo de importantes grupos de la sociedad con la democracia, precisamente por la falta de resultados.
No nos olvidemos, por ejemplo, que las protestas en Chile, que son protestas que nos preocuparon a todos porque estamos hablando de uno de los regímenes democráticos pues mejor asentados y mejor, más ben logrados, digamos, en América Latina, pues estaban hablando ya de una insatisfacción social no menor que estaba encontrando causes de expresión que no necesariamente, que corrían el riesgo incluso, de desbordar los causes del derecho a la protesta como derecho democrático.
Y esto, en buena medida, es provocado por la desigualdad oceánica que caracteriza al mundo contemporáneo. Nunca antes en la historia de la humanidad había habido tanta riqueza, y nunca antes, habíamos tenido tanta desigualdad.
La pobreza era un asunto que nos estaba ya aquejando, no es un problema nuevo, es un problema que lo regímenes democráticos latinoamericanos estábamos enfrentado como una de las especies de sobrecarga de expectativas cuando transitamos hacia la democracia.
Todos nuestros países, en mayor o en menor medida, cuando transitamos a la democracia, desde provenientes de regímenes autoritarios, en todos se generó también, una expectativa que este cambio, en pos de mayores libertades políticas, pudiera también traer una mejoría de las condiciones, de las profundas condiciones de pobreza en la que estaban sumidos grandes capas de la población.
El fenómeno de desinstitucionalización o bien, de crisis de credibilidad de partidos políticos y de parlamentos, dos de los principales pilares sobre los que se sostiene todo sistema democrático estaban ahí, y eran un asunto que venía, pues digámoslo así, agravando el funcionamiento propio de las democracias.
El tema de la desinformación y las fake news, si bien reciente, es un tema que desde hace cuatro años, al menos, desde aquél fatídico 2016, que arrancó con El Brexit, después con El Plebiscito de la Paz en Colombia y que culminó con las elecciones presidenciales pasadas en los Estados Unidos, colocaron al tema de la desinformación, no porque el tema de la mentira sea nuevo, es tan viejo como la política, pero sí, digámoslo así, con el efecto disruptivo que puede llegar a tener gracias a la irrupción, a la proliferación de las redes sociales, pues era tema que nos preocupaba.
A todos estos temas, que vuelvo a insistir, ya estaban ahí y, no hay que olvidarlo, siguen ahí, y eventualmente se ven agravados con la pandemia, hay que agregar el desafío que hoy nos impone el COVID-19, y me parece que, digámoslo así, hay cuatro grandes dimensiones en las que esta nueva enfermedad está gravitando o, digamos, colocando estos planos desafiantes a los sistemas electorales democráticos.
En primer lugar, hay una dimensión casi obvia que trajo consigo el COVID-19, que es una dimensión estrictamente sanitaria.
Todos los órganos electorales estamos enfrentando el desafío de organizar elecciones en un contexto, es decir, momentos de la vida pública que implican una enorme movilización ciudadana en un contexto en el que, justo la pandemia, nos está imponiendo exactamente lo contrario: la sana distancia, es decir, las reglas de distanciamiento social que son una condición sine qua non para evitar la proliferación de la pandemia.
Justamente son exactamente lo contrario de lo que ocurre cuando se organizan elecciones, pero, además, las mismas elecciones suponen actos de proselitismo muchas veces masivos, que son justamente actos o concentración de personas desaconsejadas en los contextos sanitarios que hoy vivimos.
Una segunda dimensión es una dimensión estrictamente económica. De por sí la situación no era particularmente favorable, veníamos viviendo procesos de ralentización, de crecimiento muy magro de las economías. Bueno, hoy sabemos que algo que trajo consigo la pandemia, la crisis sanitaria, es una crisis económica.
No se trata de una ralentización de la economía, sino de una contracción probablemente nunca antes vista en el último siglo, y esto va a traer como consecuencia, hay que hacernos cargo, un incremento de ese descontento que ya gravitaba sobre nuestras democracias.
Recuerdo mucho, a lo mejor ustedes colegas lo recordarán, aquel documento, aquel informe sobre la democracia, sobre El Estado de la Democracia en América Latina, del PNUD, de principios de la década pasada, 2001-2002, si no mal recuerdo, que concluía con una advertencia para nuestras democracias, lapidaria.
Las democracias latinoamericanas, decía entonces, están jugando un juego suicida, están viendo cuánta pobreza logra resistir o logran aguantar los sistemas democráticos.
Bueno, creo que la crisis económica del COVID está trayéndonos consigo, de manera muy preocupante, esta nueva o este renacimiento de este fenómeno, este potenciamiento de este fenómeno que, sin lugar a dudas resulta disruptivo para los sistemas democráticos.
Ya para la, por cierto, en México solamente los datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística están estimando que el próximo año 12 millones de personas se van a sumar a los ya 54 millones de personas que viven una situación de pobreza de distinta índole. Así que, bueno, ahí está un tema que no podemos obviar.
Una tercera dimensión es una dimensión estrictamente política, y no hablo solamente de la natural restricción de ciertos derechos, como los derechos a la movilidad, que entran en tensión con la, digamos, con el cuidado del derecho a la salud.
Sino, además, de esas expresiones que con preocupación hemos visto en algunos regímenes políticos en donde digamos, las medidas de emergencia para enfrentar la situación sanitaria pues han traído también como consecuencia una serie, digámoslo así, de relajamiento de los mecanismos de control del poder político.
Y me parece que uno de los riesgos que trajo consigo la pandemia es este exceso, digamos, esta predominancia de los poderes ejecutivos para poder tomar medidas ejecutivas, justamente, eficaces, que no estuvieron realmente, o debidamente acompañadas de mecanismos de control que suponen todas las democracias constitucionales.
Eso por no hablar del discurso de polarización, que no es nuevo, ya estaba ahí, pero que, en muchos casos, y el caso mexicano no es la excepción, se agravó con la propia pandemia.
La discusión respecto, pero esto es algo que ocurre en muchos lados, la discusión si respecto de si las medidas de prevención tomadas por los distintos gobiernos para enfrentar la pandemia, por un lado, o si las medidas para paliar la crisis económica que trajo el COVID-19, por el otro; son adecuadas o no, se han traducido también en un agravamiento, y en muchos casos en una politización del tema de la propia pandemia.
Que viene a agravar ese espíritu de polarización que ya veníamos advirtiendo en tiempo atrás una polarización que, ¡hombre! en las democracias es normal que las situaciones se polaricen, particularmente durante los procesos electorales.
Pero para eso están ciertos cauces institucionales que permiten procesar de manera democrática, de manera, justo, institucional, esa polarización política.
Bueno, lo que hoy estamos viendo es una polarización que está aderezándose con un peligroso componente de intolerancia, que más bien termina provocando que los adversarios políticos no sean vistos tantos como tales, sino más bien como enemigos a los que hay que combatir.
Y eso, evidentemente, genera un sustrato, digamos, una especie de caldo de cultivo, en el que pueden proliferar con mucho mayor facilidad pulsiones autoritarias.
La última dimensión es una dimensión obvia, la dimensión social; la protesta, insisto, legítima en un contexto democrático, había encontrado ya por distintas razones, las razones, digamos, de pocos o escasos resultados de los gobiernos democráticamente electos, las cuestiones raciales, en fin.
Expresiones que eventualmente, no solamente pueden desbordar los cauces institucionales previstos para ello, sino eventualmente generar reacciones autoritarias, represivas, que no son aceptables en contextos democráticos.
Todo esto ha provocado una preocupación de distintos órganos, y aquí no voy a hablar ni de IDEA, ni de las medidas, por ejemplo, que la OEA, Brenda las conoce mejor que nadie, porque las ha tenido que instrumentar, han venido tomando.
Lo que sí quiero decir es que los tiempos de pandemia han sido tiempos de muchísima reflexión, de mucho intercambio de información entre autoridades electorales y, sobre todo, de mucha tensión de aquellos países que han tenido que ir a las urnas en contextos de pandemia.
Algunos países, Bolivia, por ejemplo, han postergado elecciones; México no es la excepción. Elecciones locales muy pequeñas las hemos tenido que posponer, porque se habrían realizado en los momentos de mayor contagio.
Pero también es cierto que ha habido otros experimentos, probablemente las más icónicas elecciones en este sentido que son las de las Corea de Sur, pero también elecciones en Polonia, elecciones que se realizaron, la segunda vuelta de las elecciones francesas; en fin, que han llamado la atención de nosotros.
Miren, aquí hay dos datos que a mí me gustaría plantear, y que han sido objeto, por cierto, del reconocimiento de la OEA.
Las elecciones de República Dominicana no detonaron la curva de contagios y hablan, digámoslo así, al menos no de manera dramática, y hablan de elecciones en las que se lograron conjuntar algunos mecanismos, digamos, de prevención de la salud, con la realización de los propios comicios.
Pero creo que lo que pasó en Surinam, si bien un ejercicio muy pequeño, es un pequeño estado caribeño, pero eso es justamente lo que todos los órganos electorales queremos prevenir.
Prácticamente el COVID 19 era testimonial hasta el día de las elecciones y justo dos semanas después, se dispara la curva de contagios en proporciones propias de ese Estado, pero creo que es justamente son los dos parámetros de lo que no hay que hacer.
No voy a hablar de lo que seguramente le toca hablar a Brenda, digamos ha habido muchos documentos, documentos generados por UNIORE, por IDEA internacional por la propia OEA, la Guía para organizar elecciones en tiempo de pandemia, de la OEA, me parece que es un documento referencial que además de generar sugerencias a la actuación de los órganos electorales, también acaba planteando un conjunto de directrices que pueden parecer obvias, pero no por obvias debían de obviarse en la organización de las elecciones, como por ejemplo, el distanciamiento social en la medida de lo posible y las cuestiones de higiene personal o colectiva.
En el caso mexicano, nosotros el próximo año vamos a una elección enorme, la elección más grande que se tiene prevista realizar en América Latina en los próximos meses.
Una elección que convocará a más de 95 millones de potenciales electores. Esto es en junio, en donde se renueva un número inédito de cargos públicos en el país. Más de 21 cargos públicos estarán en disputa en ese proceso electoral.
Y qué bueno, también nos ha llevado a definir o a construir una serie de protocolos. Ha habido protocolos para los Centros de Atención de entrega de la Credencial para Votar.
Ha habido protocolos de actuación del personal que hace el trabajo de campo durante las elecciones y ha habido protocolos en donde retomo sólo unas cosas que pueden parecer, insisto obvias, pero no por ello menos relevantes, de cómo tienen que actuar las mesas de votación, lo que nosotros en México llamamos casillas electorales.
Estos protocolos se van a actuar en las elecciones para renovar el Congreso local en Coahuila y en las alcaldías de Hidalgo, en el estado de Hidalgo, el próximo 18 de octubre.
Se tratará de un primer banco de pruebas de la eficacia de estos protocolos de cara a la elección, a la macro elección, que hacía referencia, del 2021.
No me detengo, estos son solamente algunos de los múltiples ejemplos. Hemos tomado muchas de las recomendaciones de los documentos de organismos multilaterales como los que ya he hecho referencia, hay algunos desarrollos específicos.
El INE, constituyó un órgano de gobierno, digámoslo así, de lo electoral de la pandemia específico. Un órgano ejecutivo que está siendo auxiliado a un consejo con alguno de los especialistas en salud pública más connotados en el país, y estos protocolos han pasado precisamente por esa criba, digámoslo así, de las autoridades sanitarias o en materia de salud pública.
Digo, son cosas que, si se quiere, obvias, pero que tendremos que procurar como el hecho de que todas las personas que vayan a los centros de votación no solamente porten, quienes son los funcionarios de las mesas, sino también, los votantes, los cubrebocas, las máscaras, en fin, tiene que haber mecanismos de sanitización.
En México, para evitar el doble voto pintamos el dedo con una tinta indeleble, el dedo de los electores. Afortunadamente, nos preocupó muchísimo, no vaya a ser eso fuente de contagio, afortunadamente el proveedor, el Instituto Politécnico Nacional nos dijo que como es con base en un ácido, esta tinta, que genera una reacción en consecuencia en la piel del dedo del elector pues es sanitizante, digamos.
En fin, pero hasta esas cuestiones hemos tenido que ir como autoridades electorales instrumentando y previendo, en fin.
Termino solamente diciendo, señalando, si me permiten, los desafíos que tenemos las autoridades electorales.
Uno es un desafío comunicacional. Vamos a tener elecciones distintas a las que hemos tenido y tenemos que explicar cómo es esto para no mermar con estas nuevas medidas la confianza en las elecciones.
Segundo. Desafíos operativos. Que nos implican tener que tomar una serie de previsiones sanitarias en los centros de votación.
Tercero. Mecanismos tecnológicos. La discusión sobre el voto electrónico o no, es una discusión que yo creo que la pandemia nos impone no posponer ya de manera indefinida, sino nos toca ir construyendo con mecanismos de flexibilidad, gradualismo y consenso político, la instrumentación de estos nuevos, de nuevas tecnologías.
Y, finalmente, me gusta insistir en esto, y con ello concluyo, y agradezco la paciencia, los desafíos de tipo políticos.
Creo que en estos tiempos en donde nuevas presiones se generan sobre las autoridades electorales la defensa de la autonomía, del trabajo imparcial con el que nos desempeñemos es un reto adicional en el que no, permanente, pero que tiene que renovarse, refrendarse y que no puede obviarse en este sentido.
Muchísimas gracias, y gracias Lourdes por la paciencia.
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