VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL, LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA VIDEOCONFERENCIA: “EL GOBIERNO DE LA PANDEMIA: DEMOCRACIA Y POLÍTICA PÚBLICA EN PERSPECTIVA COMPARADA”, EN EL MARCO DE LA CÁTEDRA FRANCISCO I. MADERO
Muy buenas tardes, un gusto de saludarlas a todas y a todos.
Es un placer poder compartir esta tarde, esta edición de la Cátedra Francisco I. Madero, brillantemente conducida por el doctor Fernando Castañeda; con un amigo de casa, con un compañero de luchas democráticas, de fortalecimiento institucional de mucho tiempo atrás, el licenciado Ricardo Becerra, hoy Presidente del Instituto de Estudios para la Transición Democrática. Es un placer, Ricardo, muchísimas gracias por acompañarnos en esta tarde.
Saludo también con mucho afecto a las y los integrantes del consejo académico, del Comité Académico de la Cátedra Francisco I. Madero, y a todo el equipo técnico que hace posible este exitoso espacio de encuentro de los martes por la tarde en estos tiempos de pandemia.
Literalmente, el Covid-19 tomó por sorpresa a todo el mundo, la rapidez y facilidad de contagio que este nuevo coronavirus trajo consigo propició que en poco más de dos meses la Organización Mundial de la Salud declarara que el planeta se encontraba en una pandemia, probablemente, la peor que hemos sufrido en el mundo moderno y, sin duda, la más grave de los últimos 100 años.
Así, desde marzo, cuando se hizo esta declaratoria por parte de la Organización Mundial de la Salud, el mundo vive una situación de incertidumbre, una incertidumbre inédita también que ha impactado prácticamente todos los ámbitos de la vida pública y privada.
Ante el desconocimiento de este nuevo virus y la falta de un procedimiento científicamente comprobado para prevenir, contenerlo y curarlo, y dadas las condiciones diferenciadas de los diferentes sistemas de salud, todos ellos sometidos a lo largo y ancho del mundo a un estrés inédito en los tiempos recientes, y de las condiciones políticas de cada país, las decisiones públicas que se han tomado han sido muy diversas.
Seguramente, el ejercicio comparado que Ricardo hará esta tarde. Ricardo, un analista político muy agudo, una persona conocedora de los procesos de transición, será particularmente revelador y nos ayudará a encontrar algunos elementos de referencia para comprender este complejo momento de la vida contemporánea.
Antes de ceder la palabra a Ricardo, permítanme hacer una brevísima reflexión sobre la pandemia y la democracia, al menos en el contexto mexicano.
Yo creo que, lo he sostenido en distintas ocasiones, aquí mismo en este espacio en la Cátedra Madero lo hemos conversado con nuestros invitados, la pandemia llega en un momento en que la democracia no pasaba por su mejor momento, es más, me atrevo a decir, que eran malos tiempos los que atravesaban los sistemas democráticos en todo el mundo, con fenómenos que, lejos de aquella discusión de hace algunos años, algunas décadas en las que se reflexionaba sobre los desafíos de los sistemas democráticos de aquellos países en los que esta forma de gobierno estaba consolidada y los problemas que enfrentaban las democracias en consolidación. Hoy estos problemas comunes son problemas transversales y problemas que aquejan y que generan dilemas a las democracias en todo el mundo.
La crisis de credibilidad que atraviesan las instituciones típicamente democráticas, como los parlamentos y los gobiernos, o bien, -perdón- los parlamentos y los partidos, o bien, la crisis de los gobiernos democráticamente electos para lograr satisfacer las demandas de una ciudadanía ávida del cumplimiento y satisfacción de sus derechos fundamentales; la crisis de la política, en general, era algo que estaba ya ahí.
Y esto ha provocado, en muchos sentidos, que los valores de la democracia se han sometidos a tensiones y desafíos inéditos en los tiempos recientes, precisamente por la insuficiencia de resultados de los gobiernos democráticamente electos.
La crisis de credibilidad se trajo, trajo también consigo, un dilagante desencanto con la democracia y con sus, decía, instituciones.
Ese contraste entre realidad y expectativas había ya estado provocando un profundo desencanto con la democracia y con las instituciones democráticas, por no hablar de fenómenos nuevos, como la irrupción de las redes sociales que provocaron que ese fenómeno que ha acompañado a la política desde sus orígenes, la mentira, la desinformación, cobrara una nueva dimensión y se colocara como uno de los desafíos que todos los sistemas electorales, en particular, en los sistemas democráticos, en general debían enfrentar.
En suma, las democracias ya de por si enfrentaban un contexto complejo antes de que la pandemia de Covid-19 irrumpiera en el mundo.
Esto ha provocado, me parece, cuatro niveles, cuatro dimensiones de riesgo que toda política pública y todo gobierno democrático, me parece, está obligado a enfrentar.
Y las enumero con un comentario realmente marginal para dar paso a la plática de nuestro amigo Ricardo Becerra.
En primer lugar, la dimensión sanitaria propiamente dicha, es innegable que los sistemas de salud del mundo hoy enfrentan, insisto, no sólo un estrés, sino un desafío frente a una pandemia que no cede.
Una pandemia que hoy nos está demostrando que hay rebrotes en donde parecía que ésta había sido domada, y en donde la misma no lo ha sido evidentemente se presenta un futuro incierto en relación, no solamente con la garantía al derecho a la salud, sino con la capacidad de los sistemas sanitarios de poder hacer frente a este desafío, que les repito, inédito, y no es menor.
En segundo lugar, la dimensión económica que trajo consigo el recubrimiento, la interrupción de un sinnúmero de actividades producto de la pandemia.
No abundaré en las cifras, Ricardo, es un economista, pero simple y sencillamente señalo que a esa dimensión sanitaria también hay una dimensión de desafío económico que parece, como todos los análisis coinciden en señalar, que nos dejará una devastación por lo que hace al crecimiento económico, al bienestar; pero también a ese fenómeno que ya de por sí caracterizaba, ha caracterizado a las sociedades contemporáneas, que es la profunda y ominosa, la oceánica desigualdad, que cruza prácticamente todos los ámbitos de la vida social de una manera disruptiva.
Hoy, la crisis sanitaria y la crisis económica que se deriva de la anterior, hoy parece que colocan a los sistemas democráticos ante un desafío que no es nuevo, pero que vale la pena recordar. ¿Cuánta pobreza logra aguantar la democracia?
Una tercera dimensión es la dimensión propiamente política. Lamentablemente en este contexto que demandaría el frente común que supone, con independencia de posiciones políticas o ideológicas, hemos visto que en muchas ocasiones lamentablemente ha sido un pretexto adicional para desatar esa polarización que ya había venido caracterizando la confrontación, el estado de salud de la política; y particularmente de las contiendas electorales más recientes.
Esa polarización que, en otras ocasiones ha ocurrido en la democracia, pero que está acompañada de un peligroso componente de intolerancia frente al otro, hoy constituye, me parece, un riesgo no menor en el ámbito político, por no hablar de aquellos ejemplos ya de casos que han aprovechado el desafío que la pandemia supone para reforzar la lógica autoritaria y diluir los mecanismos de control del poder que caracterizan por definición a las democracias constitucionales.
Finalmente, una última dimensión que me importa subrayar, es la dimensión social. La pobreza, la desigualdad, el riesgo de los derechos, entre ellos el derecho a la salud que este contexto está generando, probablemente puede traducirse, ojalá y no, pero ese es un desafío que tenemos que conjuntamente superar, en una dimensión social en donde la inconformidad y el desencanto podrían eventualmente traducirse en expresiones que trasciendan los cauces institucionales que hemos construido para procesar nuestro pluralismo y diversidad que es, hay que decirlo, una riqueza que caracteriza a las democracias contemporáneas.
Se trata, insisto, de un conjunto de riesgos que enfrentan las democracias que pueden solamente ser enfrentados eficazmente, con la construcción de políticas públicas que, se construyan en clave democrática y, eso pasa por, como lo decía el viejo Hans Kelsen, por reivindicar la esencia y el valor de las democracias, en la construcción de toda decisión colectiva; es decir, de toda política pública.
La tendencia hacia el compromiso y la inclusión de quienes pueden pensar distinto, pero padecen los efectos de esas decisiones por igual. Democracia como inclusión, democracia como construcción de consensos, democracia como tendencia hacia el compromiso, como solución, eventualmente, frente a estas desafiantes dimensiones a las que he hecho referencia y que hoy aquejan a todas las democracias, incluyendo a la mexicana.
Ricardo, de nueva cuenta, muchísimas gracias por participar en la Cátedra Francisco I. Madero y escuchamos con atención tu intervención, por supuesto, cediéndole la bienvenida formal al doctor Fernando Castañeda.
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