VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA CONFERENCIA MAGISTRAL ESTACIONAL DE VERANO 2019 “DEMOCRACIA Y SEXUALIDAD” DICTADA POR LA DOCTORA MARTA LAMAS, REALIZADA EN EL AUDITORIO DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE)VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA CONFERENCIA MAGISTRAL ESTACIONAL DE VERANO 2019 “DEMOCRACIA Y SEXUALIDAD” DICTADA POR LA DOCTORA MARTA LAMAS, REALIZADA EN EL AUDITORIO DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE)
Presentadora: Bienvenidas y bienvenidos al Instituto Nacional Electoral, se les agradece que estén en la Conferencia Magistral Estacional de Verano 2019, “Democracia y Sexualidad”, impartida por la doctora Marta Lamas, a quien damos la más cordial bienvenida.
Para dar inicio, damos la palabra al doctor Lorenzo Córdova Vianello, Consejero Presidente del Instituto Nacional Electoral.
Consejero Presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianello: Muchas gracias.
Muy buenos días tengan todas y todos.
Solamente unas palabras para abrir este evento, ceder la moderación a la maestra Dania Ravel, Consejera del Instituto y Presidenta de la Comisión de Género y No Discriminación y, sobre todo, para darle la bienvenida a este Instituto, a esta casa de la democracia, que es casa de Marta desde hace mucho tiempo, y que es el resultado, por cierto, de un conjunto de luchas en favor de la democratización del país, pero también en consecuencia, de la construcción de una sociedad comprometida con los valores de la democracia, como son la inclusión, la tolerancia, el respeto y, por supuesto, la apertura.
Marta ha sido maestra de muchas de nosotros, yo sigo insistiendo, cuando se empezaba a hablar de género en México, cómo Marta nos enseñó a muchos, de entrada, el A B C de esta historia; es decir, que el género no es un asunto de mujeres, solamente para ilustrar cómo Marta ha sido justamente un punto de referencia desde hace muchísimo tiempo para todos aquellos que creemos en una sociedad regida por los principios democráticas y, por ende, a los valores a que hacía referencia hace un momento.
Marta además de ser una acuciosa analista política, una demócrata comprometida, una luchadora por la democracia, una luchadora social por la democracia, por las causas de la inclusión y de la igualdad se ha convertido, para muchos, como referente de una generación que es la autora del proceso de apertura democrática en nuestro país.
Para nosotros, Marta, de verdad es un honor tenerte aquí.
En una, por lo menos el título así lo plantea, lo promete, una provocadora conferencia, creo que si algo ha caracterizado justamente las reflexiones de avanzada, esas reflexiones que nos sacan de la esfera de confort, pero nos hacen reflexionar respecto de justamente de todo lo que significa vivir en democracia, que dignifica también vivir en complejidad.
Los seres humanos somos complejos, pero que, con este título, evidentemente, nos genera muchísimas expectativas.
Platicábamos hace un minuto con Ciro, Ciro hace unos días twitteó: “bueno, yo creo que lo que va a abarcar Marta es la relación entre la sexualidad, y por eso la apertura y la tolerancia y la democracia también, pero bueno, ésa es una incógnita que en breve despejaremos.
Esperamos con muchísimas expectativas esta conferencia, que se circunscribe en algo que ya ha cobrado carta de naturalización el Instituto. Estas conferencias estacionales en donde alternamos invitados prestigiados, intelectuales, analistas, nacionales y extranjeros, una vez al menos por cada estación el año, estamos en la estación, terminando el verano, estamos a unos días que termine verano antes que se nos acabe.
Marta, te agradecemos, de verdad, muchísimo que nos honres aquí con tu presencia, con tus reflexiones en la conferencia estacional de verano.
Y muchas gracias a todas y todos ustedes por estar aquí.
Dania, te cedo la conducción de la mesa.
Muchas gracias de nueva cuenta.
Presentadora: Perdón, antes de darle la palabra a la Consejera Dania, me permitiré dar lectura a una breve semblanza de la doctora Marta Lamas.
Ella es etnóloga egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, y doctora en Antropología por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Además, es investigadora de tiempo completo del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM, y Coordinadora del Seminario Universitario Modernidad, versiones y dimensiones, también de la UNAM.
Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores nivel 2 del CONACYT, es integrantes del Comité Editorial de Antropología del Fondo de Cultura Económica, así como del Consejo Consultivo de la Unidad General de Igualdad de Género, de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Tiene ocho libros y más de 100 ensayos académicos publicados, también se dedica al periodismo, es editorialista en la revista Proceso, y comentarista en el programa televisivo Agenda Pública.
Y sin más y más, damos la palabra a la consejera Dania Ravel.
Consejera Electoral del INE, Dania Paola Ravel Cuevas: Muy buenos días a todos y a todas.
Agradezco mucho la presencia de todos y todas ustedes, particularmente del Consejero Presidente del INE, el doctor Lorenzo Córdova Vianello, del Consejero Murayama.
Gracias por estar con nosotros en este auditorio, y también muchas gracias a todas las personas que nos siguen en redes sociales.
Quiero dar la bienvenida, aunque ya lo hizo el Consejero Presidente, a la doctora Marta Lamas, al Instituto Nacional Electoral.
Es una mujer referente en el estudio y análisis de la lucha feminista en México; dada su amplia trayectoria, es para mí verdaderamente complicado hacer una introducción a su labor, que nos pueda servir como preámbulo para la conferencia que nos va a dar.
Lo cierto es que, sus ideas y reflexiones sobre género y feminismo han permeado en varias generaciones de forma consciente o inconsciente. Dicen que, nuestros padres siempre nos marcan en nuestra vida, y determinan cómo nos comportamos cotidianamente, ya sea porque reproducimos lo que ellos hacen, sus conductas, sus hábitos, o porque de forma intencional queremos ser completamente distinto a ellos.
A mí me parece que con las y los grandes intelectuales ocurre exactamente lo mismo.
La conferencia del día de hoy se titula “Democracia y Sexualidad”, dos aspectos aparentemente distantes, pero cuando pensamos en cómo el sexo, el género, la identidad, la expresión de género, la orientación sexual ha sido, históricamente, determinantes para saber cómo ejercemos nuestros derechos, nos damos cuenta que son conceptos que confluyen, se entrelazan, se interrelacionan, y que se nutran mutuamente.
Una de las cosas que más ha destacado en el trabajo la doctora Lamas ha sido, y es un tema constante en toda su labor, la interrupción legal del embarazo en México, un tema en donde me parece que es ineludible, y es evidente la vinculación que existe entre lo político y la sexualidad.
En la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano 1789, se reconoce el derecho a la propiedad como un derecho esencial de los individuos, como un derecho imprescriptible y natural.
La primera propiedad que tenemos las personas es nuestro propio cuerpo, sin embargo, parece que el cuerpo de la mujer es un lugar idóneo para el debate público, en donde todo mundo se siente con derecho a poder opinar, pero que la persona, la dueña de ese cuerpo parece que no tiene legitimidad alguna para poder opinar.
A mí me parece que, a partir de esto, tenemos que darnos cuenta cómo influye la política también, influye también la democracia en la sexualidad y viceversa.
Creo que tenemos que advertir que muchas veces, cuando nosotros pensamos en propiedad, a la mejor en el imaginario colectivo lo que se nos viene a la mente son bienes muebles, bienes inmuebles, y no lo más esencial, que es el derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo como una primera propiedad.
Así la despenalización del aborto en la Ciudad de México, antes de las 12 semanas de gestación, en 2007, me parece que fue un parteaguas en cuanto al reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres, que tuvo consecuencias políticas, culturales y sociales, y que también logró acortar la brecha de desigualdad entre mujeres ricas y mujeres pobres.
Y cuando digo esto, sé que estoy parafraseando a la doctora Lamas, porque, como les decía hace un momento, la verdad es que sus ideas han permeado en nosotros, han cambiado la cultura, y las hemos hecho nuestras; muchas veces las citamos, incluso sin darnos cuenta, de forma cotidiana.
No obstante, realmente la lucha para seguir defendiendo nuestros derechos reproductivos y sexuales, no ha concluido, aun, hoy en día, nos damos cuenta que existen argumentos, conductas, acciones en contra, justamente de los derechos reproductivos y sexuales.
Hace unos días, leía al doctor Juan Ramón de la Fuente, que actualmente es Embajador de México ante la ONU, y él escribió una columna en donde señalaba que se estaba circulando frente a la próxima Asamblea General de la ONU, un documento en donde se invitaba a los países a suscribir una declaración en contra de las políticas de salud reproductiva, porque se consideraba que estaban en contra de la familia y a favor del aborto.
Este documento se pretende presentar en la próxima reunión de alto nivel, en donde se va a hablar sobre la cobertura universal de la salud, es una iniciativa de Estados Unidos de Norteamérica.
Cuando pienso en esto, no puedo evitar también recordar a Fátima Mernissi, la doctora Mernissi se dedicó a lo largo de su labor académica a tratar de develar cuál era la situación de las mujeres en el mundo islámico, y, sobre todo, de sus derechos. Pero también hizo algo que me parece muy relevante, ella hizo una crítica bastante severa, y me parece que acertada, a cómo se percibían a las mujeres y sus derechos en occidente.
En su libro “El Harén en Occidente”, ella dice que le sorprendió mucho darse cuenta cómo en occidente se suele menospreciar, o se suele poner en tela de juicio la inteligencia de las mujeres, o también, darse cuenta que se les quiere condenar a ser unas eternas adolescentes, que siempre su apariencia, su cuerpo sea más acorde al de una adolescente que al de una mujer adulta.
Ella señala algo que para mí fue verdaderamente nuevo, nunca lo había visto antes, ella decía que en el mundo islámico se permite el aborto antes de los 120 días del embarazo, y en todo momento cuando se pueda acreditar que la vida de la madre está en peligro.
Generalmente cuando hablamos de las mujeres y la cultura musulmana, tenemos eso como un referente negativo en cuanto a los derechos de las mujeres, no obstante, advertir esto creo que nos debe llevar a la reflexión, quizá no estamos siendo tan progresistas, tan garantistas, en cuanto a derecho se refiere, particularmente las mujeres; y eso también, en otro aspecto, quizás nos debe llevar a la perturbación.
El género ha sido una excusa para la exclusión, ha sido una barrera para el ejercicio de los derechos humanos, de las mujeres, y de las personas de la comunidad LGBT, porque no se ajustan a las categorías de género establecidas.
Si el género, la identidad de género, la expresión de género, la orientación sexual, se han tratado de utilizar como pretextos para la desigualdad, me parece que es evidente la vinculación que existe entre la democracia y estos temas, porque se convierten en un reto para la existencia misma de la democracia, la diferencia no puede traducirse en desigualdad.
Hace unas semanas nos visitó la doctora Flavia Piovesan, ella es relatora de los derechos de la comunidad LGBT en la Comisión Interamericana de derechos humanos y decía que, eliminar los actos de discriminación estaba profundamente ligado al derecho y a libertad de todos y todas a ser.
Con esa reflexión quiero terminar sin dejar de mencionar o reiterar que, desde mi perspectiva, la docta Lamas es indispensable para poder entender cómo la construcción del género ha influido en nuestras vidas.
Estoy convencida también que, la labor de las y los académicos es fundamental, porque marca pautas de pensamiento y con eso cambia la cultura.
Muchas gracias por su atención y le cedo el uso de la voz a la doctora Lamas.
Doctora Marta Lamas: Muchas gracias Dania.
Bueno, pues, buenos días. Estoy muy contenta de estar aquí.
Gracias por la invitación Lorenzo y Ciro.
En los últimos años han ido en aumento movilizaciones ciudadanas con el objetivo de redefinir la legitimidad de ciertas prácticas e identidades sexuales, este activismo en el que participan de forma destacada las feministas y la Comunidad de la Diversidad Sexual ha forzado a otros sectores de la sociedad a reflexionar y a debatir acerca de qué valores sexuales son defendibles en la agenda política democrática.
Jeffrey Weeks, el sociólogo e historiador de la sexualidad ha dicho que, “los valores sexuales no pueden desentenderse de los valores sociales más amplios que apoyamos”, cierro la cita, por lo cual hoy trataré de esclarecer qué tipo de política sexual conlleva el ideal democrático.
¿Será posible establecer una normatividad acerca de cuáles prácticas sexuales son deseables y cuáles indeseables al mismo tiempo que propugnamos que lo relativo a la sexualidad permanezca ajeno a la intervención del poder público?
La reticencia a que el poder público intervenga en la vida privada junto a la necesidad de que el Estado proteja la libertad de todos los seres humanos para que puedan conducir sus vidas sexuales de acuerdo a sus propias decisiones, vuelven tal tarea un asunto complicado que provoca disputas político-ideológicas.
En esta plática pretendo esbozar a grandes rasgos los elementos centrales del debate acerca de una ética sexual democrática.
Para ello, brevemente recordaré el conocimiento científico acerca de la sexualidad que han retomado las feministas y la comunidad de la diversidad sexual para fundamentar sus demandas.
Luego, analizaré la dinámica cultura que genera graves problemas de discriminación sexual en nuestro país y, finalmente, voy a delinear los contornos de algunos de los problemas que implicaría establecer una política sexual democrática.
Empiezo con qué se sabe acerca de la sexualidad.
Toda cultura genera creencias, costumbres y normas que regulan la actividad sexual, cuándo tener relaciones sexuales, con quién tenerlas, cuántas veces, de qué manera y con qué objetivo.
De esa forma, a lo largo del tiempo, cada cultura ha otorgado valor a ciertas prácticas sexuales y ha denigrado otras, y así ha ido construyendo sus narrativas a partir de un supuesto orden natural, pero que oculta ciertos deseos sexuales y rechaza socialmente determinadas prácticas.
A pesar de la impresionante pluralidad cultural que existe, nuestra conciencia de la diversidad sexual humana es muy limitada, ignoramos las prácticas y las creencias, los usos y costumbres sexuales de las demás culturas, y sin el menor pudor calificamos de antinatural lo que nos parece extraño.
Si algo han puesto en evidencia las investigaciones histórico antropológicas que documentan las múltiples prácticas y narrativas acerca de la vida sexual, es justamente que las creencias acerca de la sexualidad son simbolizaciones culturales.
La conducta sexual de los seres humanos es de lo más sensible a las intervenciones culturales, a las transformaciones sociales e incluso a las modas.
El conocimiento adoptado por Freud y por Foucault, por el psicoanálisis, la historia y la antropología, ha fortalecido una perspectiva interpretativa antiesencialista que, con fundamento sostiene que las conductas y los intercambios sexuales no son naturales, sino que han sido construidos históricamente.
Esta perspectiva antiesencialista plantea que sólo podemos comprender la sexualidad en un contexto cultural e histórico específico, y que, al conocer cuáles son las lógicas simbólicas que le han dado forma y contenido a nuestras creencias y prácticas sexuales, entonces será posible abandonar argumentaciones ahistóricas y esencialistas que asumen como si todos los seres humanos hubieran tenido a lo largo del tiempo la misma vivencia sexual.
En ese sentido, una de las investigaciones más relevantes es la que llevó a cabo Michel Foucault, el escándalo que generó el primer volumen de su “Historia de la Sexualidad” radica justamente en el planteamiento de que los seres humanos no siempre vivimos, comprendimos y asumimos la sexualidad como lo hacemos hoy.
Foucault señala que, “la sexualidad no tuvo siempre la posibilidad de caracterizar y construir una identidad con tal poder como lo hace ahora, pues hoy en día hablar de sexualidad sirve para referirse tanto a las actividades sexuales como a una especie de núcleo psíquico que da un sentido o un significado a la identidad de cada persona”.
Durante el proceso de investigar la genealogía de los arreglos sexuales vigentes, muchas feministas e integrantes de la comunidad de la diversidad sexual que abrevaron en el pensamiento de Foucault, descubrieron el amplio y complejo panorama detectado por la pluralidad de identidades, y esto los llevó a acercarse a la clínica psicoanalítica; la teoría psicoanalítica describe la necesidad humana de tener una identidad, al mismo tiempo que señala que las formas que esa identidad toma jamás son fijas.
El psicoanálisis ofrece elementos para descifrar una compleja e intrincada elaboración que el ser humano lleva a cabo ante las fuerzas culturales y psíquicas, y también, subraya el papel del inconsciente en la formación tanto de la identidad de género como de la orientación sexual.
Lo interesante es la conclusión de la inestabilidad de tal identidad, que radica en que ha sido impuesta a un ser humano con una libido que originalmente es indiferenciada sexualmente.
A principio del siglo XX, Freud cuestiona la idea de que la heterosexualidad sea la manera natural de comportase, y sostiene que el deseo humano no tiene más límite que el que la cultura logra imponerle.
Desde entonces, el psicoanálisis ha planteado que la pulsión sexual busca su objeto con indiferencia del sexo anatómico, y que el deseo humano, al contrario del instinto animal, jamás se colma.
En todas las sociedades, la avasalladora fuerza de la pulsión sexual es celebrada, temida, reglamentada, simbolizada de mil maneras, y Freud señala que esta pulsión sexual es incompatible con la exigencia de la vida en sociedad; la cultura reprime la pulsión sexual, y obliga a renunciamientos y represiones, situación que él va a nombrar como el malestar en la cultura.
Cada sociedad pronuncia una condena con respecto a determinados tipos de comportamiento, los obliga a llevar una vida oculta, o una existencia clandestina.
En México, tal es el caso de las personas homosexuales, tramos íntegros de sus vidas quedan proscritos, excluidos o reprimidos, y aunque actualmente se empieza a aceptar lo que ya Freud señaló a principios del siglo pasado, o sea, esta calidad indiferenciada de la libido sexual. Sin embargo, no ha sido la reflexión psicoanalítica lo que ha llevado a una paulatina aceptación de la homosexualidad como una opción igual de condicionada psíquicamente que la heterosexualidad, sino que, esto lo ha logrado las resoluciones antidiscriminatorias, conseguidas tanto por el activismo de los grupos LGBTTTIQ, y lo que siga, como por el avance de la discusión jurídico filosófica.
Ahora bien, como ya señalé, si la interrogante es la de qué tipo de política sexual conlleva el ideal democrático, la duda crucial a resolver es ¿hasta dónde es lícito que el Estado regule el deseo sexual?
Esto nos confronta con un aspecto central del dilema ético, todo vale, toda conducta sexual vale, pues sí y no. Aunque todas las expresiones culturales de la sexualidad son dignas, cuando son forzadas, o cuando son abusivas, resultan indignas, e incluso criminales.
¿Cómo plantear una ética sexual que reconozca la legitimidad de la gran diversidad de prácticas sexuales que existen en el amplio espacio social, pero que distinga las manifestaciones negativas?
Tres temas: homosexualidad, prostitución y pornografía han sido, y siguen siendo, causa de candentes debates y de amargas disputas.
¿Es posible una política pública que ayude a enfrentar posturas homófonas como las que alegan la repugnancia que le suscita pensar en dos hombres teniendo relaciones sexuales, o dos mujeres haciendo lo mismo?
¿Cómo dialogar con quienes consideran que el comercio sexual es asqueroso y denigrante, y que atenta contra la dignidad de las mujeres, por lo cual, exigen su criminalización? ¿Cómo controlar el efecto negativo de cierta pornografía violenta sin censurar a toda?
Las emociones son fundamentales en política, pero las emociones no son solamente estados psicológicos, sino también, son prácticas sociales y culturales que inciden en la vida pública y circulan, por lo cual es importante comprender la economía emocional que sostiene ciertas ideas. La cultura y las emociones se afectan recíprocamente, troquelan a las personas, y modelan a la sociedad.
Hay emociones que son, en sí mismas, actos capaces de alterar la esfera pública con su irrupción, y dos muy destacadas son: la repugnancia y la vergüenza; hay que analizar los valores que sustentan y las reacciones que producen. El dilema de si la asquerosidad o la indignidad de un acto de contenido sexual es o no una razón para que la ley impida su realización o su representación, encarna ya una disputa clásica sobre la relación entre el derecho y la moral.
Ésta ha sido abordada por distintos juristas y filósofos, y yo solo voy a comentar que hace más de medio siglo, en Inglaterra, se dio una polémica muy connotada a partir del informe que en 1957 elaboró la Comisión Wolfenden, para desregular la prostitución y la homosexualidad.
La premisa fue que las actividades privadas entre adultos que consienten a ellas, no son de incumbencia del Estado, el juez Lord Devlin estuvo en contra, y sostuvo que, aunque no causa daño a terceros, un acto que provoca la repugnancia de los habitantes comunes y corrientes en una sociedad, da un enérgico motivo para ilegalizarlo.
Del otro lado, el filósofo y jurista Hart, sostuvo la postura de que el estado no debe meterse en la vida sexual de las personas. La filósofa Martha Nussbaum retoma, más actualmente, dicha disputa, y señala que emociones como la repugnancia no son confiables como guías para la práctica pública; recuerda que, a lo largo de la historia, la repugnancia ha sido utilizada para excluir y para marginar a grupos o personas que llegan a encarnar algo que el grupo dominante teme o aborrece.
Todavía, hoy, en estos dos grupos, las personas que venden servicios sexuales y las personas homosexuales, estas personas encarnan algo que resulta aborrecible o repugnante para amplios sectores de nuestro país.
Esta filósofa retoma el Principio del Daño de John Stuart Mill, en “Sobre la Libertad”, que dice: “si no hay daño a terceros, se vale”, y dice, cito:
“…que quienes realizan actos sexuales consensuados, aun cuando estos actos sean controvertidos, no deberían de ser estigmatizados, mientras que sí deberían de serlo quienes causen daños a terceros…”.
Cierro la cita.
Nussbaum, aborda la cuestión del estigma, y plantea que el primer y más esencial antídoto frente al estigma, es una firme insistencia en los derechos de la libertad individual, cito:
“La ley debe ofrecer a los individuos fuertes protecciones contra las intrusiones arbitrarias, tanto del poder del Estado, como de las presiones sociales para adaptarse”, cierro la cita.
¿Qué tipo de protecciones existen en nuestro país contra esas intrusiones arbitrarias?
Voy ahora a la segunda parte, sobre qué es lo que genera la discriminación en materia sexual.
Desde hace varios años en México muchas personas empezaron a expresar su desacuerdo con la visión heterosexista tradicional; heterosexista quiere decir que se piensa que la heterosexualidad es el marco normal y se sexista porque hay una discriminación de sexo.
Los argumentos que estos activistas utilizaron se basan, fundamentalmente, en las fuentes principales ya mencionadas: la investigación histórica antropológica y la teoría sicoanalítica.
Desde ambas vertientes se ha ido construyendo una perspectiva crítica con la cual analizar las formas insidiosas y sutiles con las que la cultura adjudica valor a ciertos actos sexuales mientras que devalúa o prohíbe otros.
En México se han ido desarrollando un conjunto de regulaciones políticas, legales y sociales respecto a la sexualidad que han ido estableciendo qué prácticas son buenas o males, naturales o antinaturales, decentes o indecentes.
Estas regulaciones inhiben muchas formas de expresión sexual al mismo tiempo que estigmatizan ciertos deseos y actos.
Hoy en día en la narrativa social de México están presentes tres grandes significados relativos a lo que concibe con la esencia o como el objetivo de la sexualidad.
El primero es el de la reproducción de la especie.
El segundo es el establecimiento de lazos afectivos y de compromiso entre las personas y,
Tercero es el placer.
En nuestro país hay grupos sociales y personas que asumen, principalmente, alguno de estos tres significados dependiendo de su lugar social, su clase, su condición étnica, su edad, etcétera, etcétera.
Sin embargo, todavía tiene un peso considerable la creencia de origen judío-cristiano que plantea la inmoralidad intrínseca del acto sexual.
Para dilucidar cómo ha llegado nuestra cultura a considerar negativa o positivamente ciertas prácticas y arreglos sexuales produciendo una valoración distinta según se trate de mujeres o de hombres, hay que descubrir la lógica simbólica subyacente.
¿Cuáles son las concepciones que han armado la narrativa dominante acerca de la sexualidad?
Estas concepciones están espléndidamente expuestas en el cuarto tomo de la “Historia de la Sexualidad” de Foucault, es un tomo que acaba de salir luego de haber permanecido inédito durante 34 años, en febrero del año pasado apenas se publicó con el título “Las confesiones de la carne”.
Foucault hace arqueología en los textos clásicos y encuentra que entre el siglo II y V, el cristianismo va a elaborar una concepción que sigue definiendo en gran medida los elementos que componen nuestras actuales creencias acerca de la sexualidad y de la relación entre hombres y mujeres.
La valoración de la virginidad, la continencia, la monogamia, la fidelidad, el sexo para la procreación y la condena a las relaciones homosexuales, a la prostitución, al adulterio y a los placeres del cuerpo.
Así, la sexualidad queda atrapada en una subjetividad, preocupada obsesivamente por lo que ocurre entre el deseo, la concupiscencia y la libido.
Tenemos pues que, para el cristianismo, el placer sexual en sí mismo es malo y la sexualidad solo se redime si se vuelve un medio para expresar sentimientos íntimos, para adquirir responsabilidades y, sobre todo, para reproducir a la especie.
Los seres humanos somos instrumentos de Dios para sus designios, y al valorarse fundamentalmente el aspecto reproductivo se conceptualiza a la sexualidad como una actividad de parejas heterosexuales, donde lo genital, especialmente el coito, tiene preminencia sobre otros arreglos íntimos, todo esto en el contexto de una elación comprometida, sancionada religiosa o jurídicamente, y dirigida a fundar una familia.
Por lo tanto, la sexualidad no heterosexual, no de pareja, no coital, sin fines reproductivos y fuera del matrimonio, es vista como perversa, anormal, enferma, o simplemente moralmente inferior.
El voto de castidad de monjes, sacerdotes y obispos, expresa la creencia religiosa de que las prácticas sexuales tienen, en sí mismas, una connotación de pecado.
Un aspecto característico de nuestra cultura, de raigambre judeocristiana es la forma distinta en que se califica la actividad sexual si la lleva a cabo un hombre o una mujer. Esta valoración diferenciada respecto a la sexualidad, la doble moral, de eso voy a hablar ahora cuando diga doble moral, responde a un código binario que condensa las concepciones sociales en torno a lo que significa ser hombre o ser mujer.
Dicho código está conformado por un conjunto de ideas sobre la diferencia sexual, que atribuyen características femeninas o masculinas a los seres humanos, en función de su anatomía.
Así, mediante un proceso de simbolización, la sociedad fabrica las ideas de lo que deben de ser los hombres y las mujeres, y a su vez, estas ideas producen los procesos psíquicos y culturales mediante los cuales las personas sexuadas, hembras, machos, y personas intersexuales, nos convertimos socialmente en mujeres, hombres, y personas con identidades disidentes.
En eso consiste el orden simbólico de género, en esta doble moral.
Las creencias judeocristianas que tienen un arcaico origen, transmiten que la actividad sexual es peligrosa para las mujeres y saludable para los hombres; para las mujeres, el peligro radica principalmente en el riesgo a ser deshonradas, pues la sexualidad femenina, fuera de los marcos de la decencia, o sea, de una relación legítima, produce rechazo y escándalo, las mujeres decentes cuidan su reputación y se ofenden ante insinuaciones y propuestas sexuales.
Julian Pitt-Rivers, quien estudia el vínculo entre el honor y la categoría social en la antigua España, sostiene que, es particularmente evidente la diferenciación de los sexos, el honor de un hombre y de una mujer implican modos de conducta muy distintos: una mujer se deshonra, pierde la vergüenza cuando se mancha su pureza sexual, pero un hombre no, además, el honor de un hombre, padre, hermano o marido, depende de la pureza sexual de su madre, esposa, hijas, hermanas, y no de su propia pureza sexual. Cierro a Rivers.
También Julio Caro Baroja rastrea estas nociones de honor en las siete partidas, código castellano del siglo XIII, donde la serie de ordenamientos medievales tiene las nociones morales y políticas como un todo, y concluye que ahí se hace explícita la doble moral.
Para Caro Baroja, los conceptos de honra y vergüenza de España, han ejercido gran presión sobre la sociedad en épocas distintas, y esto, indudablemente se trasladó a la Nueva España, e impactó los códigos de género de los antiguos mexicanos.
Entre las culturas prehispánicas, la actividad sexual tenía un estatuto más libre, y se rendía culto al erotismo, pues se consideraban los deseos sexuales como un producto divino.
Alfredo López Austin señala que “la vida sexual era exaltada y no la manchaba un vínculo original con el pecado”. Cierro la cita.
Y, por ejemplo, en lo que fue el centro geográfico y político de Mesoamérica, antes de la Conquista Española, las relaciones prematrimoniales eran comunes, existía la poligamia entre los nobles, se practicaba el pecado nefando, o sea, la sodomía entre hombres, pero también de hombres con mujeres, fuera del legítimo orificio.
Las sacerdotisas y las monjas otorgaban servicios sexuales, y la existencia del comercio sexual era un hecho común y corriente.
El término con el que se designaba esas mujeres es precioso y muy elocuente, ahuianime, del verbo ahuia, alegrar. Eran las alegres, o las alegradoras, no había una dicotomía entre las putas y las decentes, como la hay actualmente, y las alegres contaban con un singular reconocimiento social y religioso.
Algo significativo es que no había espacios especiales para la prostitución, como sí lo había en España las zonas de tolerancia, zonas rojas, ni lugares particulares o casas específicas para su trabajo. Cada mujer vivía donde le apetecía.
Con el impacto cultural de la conquista, esta forma de intercambio sexual se eclipsó, y desaparecieron las alegres o las alegradoras, pues la presencia de los españoles en nuestras tierras favoreció la práctica de una prostitución similar a la hispana.
Nueva España nace en medio de un absoluto desenfreno del conquistador español con las mujeres indígenas, y el cambio fue brutal, pues se instaló y arraigó el estigma derivado del ideal de castidad y de recato de la feminidad, que hasta el día de hoy divide a las mujeres en decentes y putas.
Así hoy, en nuestra cultura judeocristiana, se clasifica a las mujeres en virtuosas o disolutas ¿verdad? Y, el apelativo de puta se usa contra las mujeres que desafían el ideal cultural que se tiene sobre la feminidad, compuesto por pureza, recato, fidelidad, y es un apelativo que se aplica también a mujeres que otorgan libremente sus favores sin cobrar.
Al creer que los varones requieren variedad sexual para su salud, y al no ser estigmatizados por tener aventuras, porque así fortalecen su valor masculino, la doble moral les permite tener una libertad en sus relaciones sexuales que no ocurre con las mujeres. La doble moral es evidente, lo que prestigia a los hombres, “ya me eché a otra, ya me eché a otra”, van colgándose las medallitas, ¿verdad?, desprestigia a las mujeres.
Anthony Giddens señala que, “comparados con las mujeres, los hombres son más inquietos, compartimentan su actividad sexual, y su compulsión sexual los conduce a una sexualidad episódica que evita la intimidad. Como esta conducta se interpreta como natural, se acepta que los varones tengan múltiples encuentros sexuales antes y después del matrimonio; la doble moral está presente cuando se ve el adulterio, en las mujeres es un crimen imperdonable, en los hombres, pues una debilidad”.
Asimismo, Giddens dice que “la preocupación masculina por la impotencia, por la eyaculación precoz, por el tamaño del pene y otras angustias, dan sentido a ciertos aspectos de la pornografía masiva, y de la violencia sexual masculina; en su mayor parte, el material pornográfico está dirigido a hombres, y es consumido por hombres con una fórmula de poca emoción y mucha intensidad sexual”.
Apenas, a mitad del siglo XX, con el desarrollo de los anticonceptivos, las mujeres empiezan a sumar a la libertad que históricamente siempre habían tenido los hombres, de no vivir las consecuencias reproductivas por el uso sexual del propio cuerpo.
Pese a la difusión de los métodos anticonceptivos, el riesgo de quedar embarazadas todavía existe, y es privativo de las mujeres. A esto se suma que, en todo el país, excepto en la Ciudad de México, persiste la prohibición a interrumpir legalmente un embarazo no deseado, como ya nos recordó Dania.
Es indudable que el nuevo paradigma referente a la sexualidad, ha pasado de valorar el sexo procreativo a centrarse en el sexo recreativo. El placer sexual y el erotismo, se han vuelto componentes centrales en la cultura de ocio del capitalismo tardío, y esto, junto con la desregulación neoliberal de los mercados, ha permitido la expansión del comercio sexual como nunca antes, con una proliferación de nuevos productos y de servicios, de la mano de una paulatina transformación de los tradicionales usos y costumbres sexuales.
El proceso de mundialización ha significado el aumento de las conexiones transculturales que involucran al sexo, cada día hay más turismo sexual, y alrededor del mundo un creciente número de mujeres y hombres, incluso menores de edad, están vendiendo sexo, vendiendo videos porno, realizando sexo en vivo, trabajando en tiendas de fetiches, entre otras modalidades.
Esta multiplicación de opciones, representa un inmenso negocio internacional, vinculado a la cultura del consumo, el turismo y el entretenimiento, y, como ocurre con todo negocio, también tiene derivas nefastas, como la explotación sexual ilegal, llamada también la trata sexual.
En la actualidad, la compra-venta de sexo es un componente central en la economía de todas las grandes ciudades, especialmente de aquellas que se convierten en el hogar de muchas personas en tránsito como las ubicadas en las fronteras, son muchos los caminos por donde los seres humanos transitan en el comercio sexual, algunas son opciones desesperadas de sobrevivencia y otros caminos están cada vez más despersonalizados como el sexo cibernético y telefónico.
Sin embargo, pese a las indudables novedades en la oferta de servicios sexuales todavía perdura la forma habitual de contacto carnal entre trabajadoras sexuales y clientes de la misma manera que también perduran el estigma y los prejuicios hacia dichas mujeres.
En México, cientos de miles de personas ganan su sustento cobrando dinero por realizar actos sexuales, algunas lo hacen en duran condiciones, sin derechos laborales y con los peligros inherentes a un trabajo estigmatizado, pero otras logran hacerse de un capital y moverse del lugar social por la independencia económica.
Sin embargo, pese a la lenta pero persistente igualación de las actividades sexuales de las mujeres con las de los varones, todavía hoy hay una doble valoración ante la compra-vente de servicios sexuales.
¿Cuál será el camino, cuál será la dirección en qué se dará la transformación de la doble moral sexual?
Los varones dejarán de comprar sexo recreativo o las mujeres empezaremos a hacerlo como clientes masivas de un inédito mercado que hoy no existe.
En México los problemas relativos a la sexualidad que han estado dando forma al debate político son, como dijo Dania: el aborto, la homosexualidad, el comercio sexual y la pornografía, y se han formulado como debates morales que atentan contra la vida y la unidad de la familia.
Lo que realmente atenta contra la vida de las personas es la discriminación, la homofobia sigue cobrando víctimas tanto de asesinatos como de linchamientos y como bien dijo Carlos Monsiváis: “…para que el cielo de la heterosexualidad exista se requiere construir con la hazaña minuciosa de la negación de cualquier derecho humano el infierno de los homosexuales”, cierro la cita.
Existe una censura social hacia personas cuyo deseo se orienta hacia personas de su mismo sexo, las personas homosexuales, las lesbianas y los gays, son discriminadamente cotidianamente, especialmente, en el espacio de la política.
¿Cuándo hemos visto en México a una persona abiertamente gay ocupar un puesto relevante: gobernadores, senadores? No tenemos.
La homofobia es el miedo o rechazo a las personas homosexuales, pero Monsiváis quien investigó y reflexionó acerca de las expresiones homosexuales en nuestro país señaló, que a pesar de que la hetero normatividad construye una lógica del ocultamiento, pues lo que no se nombra no existe, sin embargo, no es posible ocultar las realidades del deseo.
En junio del 2015, la Suprema Corte de Justicia de la Nación lazó una bomba cultural al sentar jurisprudencia y declarar que el matrimonio no es sólo la unión de un hombre y una mujer, sino que puede ser también la de dos hombres o dos mujeres, y tenemos aquí en la sala al abogado Alex Alí Méndez, que fue el que metió los recursos que hicieron posible esa resolución.
Al convertir al matrimonio en un contrato igualitario con indiferencia del sexo de las personas contrayentes la Suprema Corte avaló tácitamente la orientación sexual, el conocimiento respecto a de que la orientación del lívido sexual hacia los cuerpos de hembras o de machos no implica, en sí misma, ni normalidad, ni patología, llevó a comprender que la heterosexualidad en sí misma no es garantía de normalidad. Eso lo demuestran los violadores de mujeres, son heterosexuales y son violadores, no son normales, son anormales.
Y también la homosexualidad tampoco es garantía de degeneración, como lo atestiguan millones de lesbianas y gays decentes.
Y así como nadie cuestiona la heterosexualidad, aunque existan violadores de mujeres, tampoco, habría que cuestionar la homosexualidad porque existan curas pederastas.
El deseo homosexual solamente es otra vertiente del deseo sexual humano y el prejuicio homófobo surge de dogmas religiosos y de ignorancia.
A grupos sociales que conciben a todas las lesbianas y los gays como personas degeneradas o enfermas, esta jurisprudencia de la Suprema Corte los ha molestado y escandalizado, sin embargo, el matrimonio homosexual no vulnera sus derechos, y al reconocer a lesbianas y homosexuales como ciudadanos con iguales derechos que las personas heterosexuales, la Suprema Corte fortaleció el proyecto democrático.
Sin embargo, cada paso que adelanta una concepción antiesencialista, provoca reacciones fundamentalistas, hoy la más difundida es la campaña contra la ideología de género; el miedo de los conservadores religiosos ante la ideología de género se alimenta de homofobia, de heterosexismo y de ignorancia generalizada, todos ellos elementos nefastos que alientan un fenómeno de pánico moral.
El pánico moral surge ante lo que ciertos grupos sociales viven como una amenaza a sus valores o a su propia identidad, y sus dos elementos asociados son la irracionalidad y el conservadurismo.
El pánico moral de la campaña contra la ideología de género es una reacción ante lo que se vive como un atentado en contra del orden natural que propugna la Iglesia, su miedo es que la ideología de género pervierta a los niños, fomente la homosexualidad en muchos de ellos, los vuelva gays o transexuales, y que acabe con la unidad de la familia natural.
Este pánico moral responde a las batallas culturales de los feminismos y de los grupos de la diversidad sexual, de estas exclamaciones por el miedo al fin de la familia, por la violencia de la pornografía y la degeneración de la homosexualidad, han ido pasando poco a poco a exigencias para que el estado ejerza un mayor control con prohibiciones de todo tipo.
Por ejemplo, el pánico moral en torno a la trata, estimulado por el activismo anti-prostitución, se alimenta de un espectro de violencia sexualizada, alarma al público, y exige la total erradicación de cualquier servicio sexual comercial. Incluso entre feministas, la disputa en torno al comercio sexual ha provocado graves confrontaciones; el neoabolicionismo, el abolicionismo surge en el siglo XIX, y las nuevas abolicionistas de ahora, las llamamos neoabolicionistas, utilizan un discurso de pánico moral respecto a las víctimas de trata, que impide ver la variedad de situaciones en las que se encuentran las trabajadoras sexuales que no son víctimas de trata, que tienen distintos niveles de decisión personal y de ganancia económica respecto al trabajo sexual.
Hablar solamente de mujeres víctimas, sin reconocer la existencia de otras trabajadoras sexuales, favorece posturas fundamentalistas que desvían el imprescindible combate contra la trata, claro que hay que combatir la trata, pero lo desvían hacia el absurdo proyecto de querer erradicar, abolir todo el comercio sexual.
Luchar contra la doble moral sexual, contra la homofobia, y más recientemente contra la transfobia, ha significado, y lo seguirá siendo por un tiempo, una confrontación política con poderes fácticos, como las iglesias y sus grupos ciudadanos, tales como la Unión Nacional de Padres de Familia, o el Comité Nacional Provida.
Ante la erosión de las identidades binarias, ante la legitimación jurídica de la orientación sexual, y ante la explosión mediática del fenómeno trans, la derecha alienta pánicos sexuales, y amenaza con la decadencia moral causada por la ideología de género.
Además, como los poderes religiosos tienen cuadros dentro de los partidos políticos, esto hace que muchos de sus representantes sean muy renuentes, o timoratos, en relación a avalar ciertas propuestas de ley para una educación sexual que hable de placer, y que aborde temas como la masturbación, el embarazo no deseo, y la homosexualidad.
La excepción ha sido, por el momento, la Ciudad de México, donde una mayoría de cinco partidos de izquierda, la Coalición “Social Demócrata” aprobó hace ya años relaciones entre personas del mismo sexo, ley de identidad de género, e interrupción legal del embarazo.
Voy a la parte final sobre esbozar las líneas de una política sexual democrática.
No es algo reciente que la sexualidad sea tema de interés público y debate político, desde que 1869 se acuñó el concepto de sexualidad en el campo de la medicina y la psiquiatría, empezaron a surgir variados estudios y debates al respecto.
Los finales del siglo XIX y principios del XX, se caracterizaron por una gran inquietud acerca de la sexualidad que se expresó en distintos trabajos de investigación y reflexión. Entre los más conocidos e influyentes, 1892, Psychopathia sexualis, de Krafft-Ebing; 1894, Havelock Ellis; 1897, la creación del Comité Científico Humanitario de Magnus Hirschfeld; en 1903, Otto Weininger, Sexo y carácter; en 1905, Freud, sus tres ensayos de teoría sexual, etcétera, etcétera.
No les voy a leer toda la lista.
Pero el término política sexual surge con el movimiento crítico europeo que, en el periodo previo al ascenso del fascismo en Alemania, en los años veinte, principios de los treintas, asumió el nombre de izquierda freudiana, y cuyo objetivo fue lanzar una política de la sexualidad.
Una figura protagónica y controvertida fue Wilhelm Reich, discípulo de Freud, y marxista.
La denuncia de la miseria y opresión sexuales como elementos inseparables del orden capitalista, incluía cuestiones tan variadas como el aborto, la homosexualidad, la prostitución, las perturbaciones sexuales, y la educación sexual, pero también hablaba del problema de la vivienda y de la carencia de terapeutas capacitados.
La vigencia del planteamiento de la Sexpol, radica, todavía hoy se sostiene, en su concepción de que el eje de la política sexual debe ser precisamente reconocer la fuerza del deseo.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el interés por el tema de la sexualidad reaparecería, pero será hasta los años sesenta, en el marco de la revolución sexual que la idea de la necesidad de una política sexual gane terreno en la opinión pública de los países industrializados.
En esa década, considerada la etapa de la liberación sexual, se dio una transformación de actitudes, mayor apertura para hablar de lo sexual, y se hicieron algunas reformas legales.
Es entonces cuando la política sexual se convierte en un nuevo frente de la lucha entre conservadores y liberales entre la derecha y la izquierda, y se disputan públicamente definiciones relativas a ciertas expresiones de la sexualidad, de nuevo como la homosexualidad, el comercio sexual y la pornografía.
En la actualidad es indudable que el capitalismo neoliberal además de producir transformaciones socioeconómicas y culturales también ha propiciado una nueva dinámica sexual y un siquismo distinto en las personas.
Estamos ante una mutación antropológica y dos claras expresiones de ellos son, por un lado, las transformaciones y los desplazamientos de estos mandatos de lo propio de los hombres y lo propio de las mujeres; y por el otro, lo que varios autores han denominado una “sexualización de la cultura”.
Ésta consiste en, una preocupación con valores, prácticas e identidades sexuales, el giro público hacia actitudes sexuales más permisivas, la proliferación de textos sexuales, el surgimiento de nuevas formas de experiencia sexual, el quiebre aparente de reglas, categorías y regulaciones diseñadas para mantener a raya la obscenidad, una afición por los escándalos sexuales, las controversias sexuales y los pánicos entornos al sexo.
Aunque la diversidad sexual siempre existió como lo ratifican las investigaciones eruditas, a lo largo del siglo XX el individualismo, el narcisismo y consumismo, que son los componentes centrales de la cultura del capitalismo, han ido conformando nuevas prácticas sexuales y relacionales.
El giro identitario ha hecho de la actividad sexual un elemento central de la definición personal, incluso, de la pertenencia grupal y pese a la embestida conservadora que sostiene que las identidades y las prácticas son naturales, hoy vemos florecer muchas que consideradas antinaturales.
Hoy, las demandas más frecuentes son el reconocimiento de la condición de una ciudadanía igualitaria, la exigencia de derechos iguales con independencia de la identidad sexual y de la orientación sexual.
Como bien dice Eva Illouz, la relación sexual nunca es simplemente el encuentro de dos cuerpos también es una puesta en acto de las jerarquías sociales y de las concepciones morales en una sociedad.
¿Qué tipo de encuentros sexuales hay en nuestra sociedad?
A grandes rasgos se puede decir que los intercambios sexuales en los seres humanos se dividen en dos grandes grupos: los intercambios instrumentales “tengo sexo contigo para conseguir algo” y los intercambios expresivos, “tengo sexo contigo porque te deseo, porque me dan ganas, porque se mueve la hormona”.
Tanto el matrimonio como el comercio sexual son los arreglos más antiguos y más difundidos de intercambio instrumental.
Nadie excepto la maravillosa anarquista Emma Goldman cuestiona la transacción instrumental del matrimonio, pero muchas personas se escandalizan de las transacciones fuera del matrimonio.
El comercio sexual es la forma clásica de quid pro quo, una cosa por otra y ahora que se ha convertido en una gran industrial trasnacional está provocando una disputa política-ideológica mundial, que el comercio sexual esté cada día más difundido y al mismo tiempo que provoque cada vez más rechazo marca también la persistencia de esta dificultad humana para comprender los complejos vericuetos de la pulsión sexual.
¿Cuál debería de ser hoy el papel de la política democrática cuando las experiencias de vida de muchos seres humanos no se ajustan a los esquemas binarios tradicionales?
En la actualidad, muchísimas personas se sienten violentadas en su propia identidad y subjetividad por los códigos culturales y por los estereotipos de género existentes y ante la contundente diversidad humana la lógica cultural tradicional se muestra cruelmente anacrónica y ominosamente ignorante.
Las iglesias siguen intentando regular e influir, pero se ha dado un alejamiento de los valores sexuales religiosos, no obstante, el inquietante aumento del fundamentalismo religioso, en especial de los grupos evangélicos, tal parece que estamos presenciando una cierta secularización de los códigos sexuales, pues incluso los creyentes ignoran las enseñanzas de sus iglesias sobre el control de la natalidad, sobre el aborto, sobre el divorcio, y sobre la homosexualidad.
Poco a poco, la narrativa social acerca de la sexualidad retoma mayoritariamente ideas y datos de expertos no religiosos, sexólogos, psicólogos, médicos, antropólogos, imagínense.
En este contexto, una preocupación de fondo, cuando se habla de política sexual, es la de la vigencia del orden simbólico que sigue siendo binario y heterosexista pese al estallido de las nuevas identidades de género y al reconocimiento de las orientaciones sexuales.
Ante el nuevo pluralismo político, y frente a la diversidad sexual, qué política pública puede darle al deseo sexual un lugar legítimo en las dinámicas de nuestros pueblos y ciudades de provincia; cuál debe ser la educación pública respecto a la sexualidad; qué papel juegan las representaciones pornográficas y los servicios sexuales comerciales en una democracia.
Estas preguntas se empiezan a responder desde una perspectiva que intenta garantizar la elección y el consentimiento, pero que también toma en cuenta la obligación del Estado y previene cerca de los abusos del poder punitivo y censor de ciertos legisladores y gobernadores.
Las personas con una visión democrática critican ciertas prácticas, discursos y representaciones sociales que discriminan, oprimen o vulneran a las personas en función de esta simbolización cultural de la diferencia sexual, pero estas personas que critican, cuáles son sus expectativas ético políticas en materia de política sexual democrática.
Al pensar cuáles demandas deben ser recogidas en las agendas políticas, sorprende a la hora que leí el documento de la Sexpol de 1927, que muchas ya fueron planteadas hace más de un siglo por este movimiento, esta izquierda freudiana proponía: distribución gratuita de métodos anticonceptivos; abortos gratuitos en clínicas estatales; garantías laborales y asistenciales para embarazadas; creación de albergues para madres e hijos; abolición de todos los obstáculos para contraer o disolver el matrimonio; supresión de diferencias jurídicas entre parejas matrimoniales y no matrimoniales; abolición de la prostitución combatiendo sus causas, combatiendo el desempleo, la doble moral sexual y la ideología de la castidad, mientras haya señoras decentes va a haber putas; incorporación de las prostitutas a la vida económica; y severa penalización de toda utilización lucrativa de las relaciones sexuales como el proxenetismo; lucha contra las enfermedades sexuales mediante una campaña masiva de divulgación sexual; educación sexual de la infancia y la juventud para prevenir las neurosis y perturbaciones sexuales; creación de centros asistenciales suficientes para los enfermos sexuales; formación y capacitación de médicos, pedagogos y terapeutas respecto a todos los problemas de la vida sexual.
Podría seguirme, porque es larguísima, la dejo hasta acá; todo tiene que ver con prevenir a partir de informar y educar.
Es un programa abarcativo y radical que, para alcanzar esos objetivos con una política social amplia, incluso proponía resolver el déficit de viviendas en base a un plan de edificaciones para trabajadores a expensas de los grandes capitales, y con participación de los medios estatales.
Estamos muy lejos de una política pública así de integral, por eso, tal vez, más que hablar de demandas concretas, habría que pensar en qué consistiría un enfoque político democrática acerca de la sexualidad.
Nuestra sociedad está dividida entre quienes no le otorgan una valoración positiva a toda expresión sexual, ya que consideran que ciertas conductas son peligrosas o antinaturales, o antisociales, y por eso exigen una regulación estricta, y del otro lado, quienes consideran las prácticas sexuales de manera más positiva, e insisten en que no es tarea del estado intentar controlar las conductas sexuales que ocurren entre adultos que consienten.
Desde estas posturas contrarias, una política sexual democrática debería de centrarse en el carácter ético del intercambio sexual, más que invocar una única moral auténtica para restringir la sexualidad a sus fines reproductivos, una ética democrática plantea la posibilidad de una relación sexual placentera, consensuada, y responsable con otro ser humano, independientemente del cuerpo o de la identidad que se tenga.
Lo definitorio en relación hacia el acto sexual es o no ético, no radica en un cierto uso de los orificios de órganos corporales, sino en la relación de mutuo acuerdo y de responsabilidad de las personas involucradas.
Así todo intercambio sexual donde verdaderamente exista autoderminación y responsabilidad mutua es ético; ésa es la gran diferencia con los conservadores para quienes por definición ciertas prácticas, ciertos usos de los órganos y de los orificios son legítimos o ilegítimos.
Esta perspectiva distingue entre los contenidos simbólicos que se les adjudican a ciertos actos, y tiene que ver con el surgimiento de nuevas pautas y nuevos valores sexuales. Estas pautas surgen de una conceptualización de que el sexo en sí mismo no es ni peligroso ni malo, pero tampoco ni liberador y bueno, sino que depende de las condiciones y del contexto en que se lo lleve a cabo.
La desculpabilización y la responsabilización respecto al acto sexual establece una interacción distinta entre deseo y ética, por eso, tal vez un valor de suma importancia sea el consentimiento, definido como la facultad que tienen las personas adultas con ciertas capacidades mentales y físicas de decidir su vida sexual.
La existencia de un desnivel notable de poder, de maduración, de capacidad física o mental, dificulta que se lleve a cabo un verdadero consentimiento.
Un debate candente es el relativo a la edad, en qué momento puede un adolescente tener relaciones sexuales. Varios países han fijado los 14 años, siempre y cuando la pareja sea más o menos de la misma edad, una chavita de 14 y un chavito de 14, o de 15 o de 16 no es lo mismo que una chavita de 14 y un señor de 37, ¿verdad?
Y cuando hay una diferencia de edad sustantiva, pues existe un desnivel preocupante,
Obvio que también hay otros desniveles, como el económico, como el psicológico, que problematizan las relaciones sexuales, y que remiten a los intercambios instrumentales; y obvio, también, que hay violencia y que hay abuso, como ocurre con una frecuencia espeluznante en nuestro país, donde tenemos embarazos de chicas de 11, 12 y 13 años, casi siempre provocados por el abuso sexual de una persona cercana o conocida.
Cualquier política sexual está vinculada de forma inevitable al contexto social más amplio, con las disputas políticas y morales que ahí se dan, y como la valoración de la sexualidad se inscribe en este contexto más amplio de valores políticos que adoptamos, la aspiración democrática acerca de esta libre autodeterminación política, debería de tener su correlato en la libre autodeterminación sexual y corporal, sin embargo, es complicado, plantear una política sexual democrática, va más allá que solo retomar el discurso del derecho a decidir sobre el propio cuerpo, implica un proceso más amplio de democratización, en que se desmantelen definitivamente las barreras que restringen el potencial y el crecimiento individual, barreras de explotación económica, las divisiones de clase, la opresión racial, las desigualdades de género, el autoritarismo moral y la desventaja educativa que da la pobreza y la inseguridad.
Esto requiere mínimos que el estado debe de garantizar: el acceso a una educación adecuada, la oferta de anticonceptivos seguros y baratos, interrupción legal del embarazo, y un marco legal que respete las diversas identidades de género y sus arreglos de convivencia.
Éric Fassin, un sociólogo francés, al hablar de democracia y sexualidad, dice que es más justo hablar de un proceso, esto no lo vamos a conseguir de un día para otro, la política sexual es la extensión del ámbito democrático, con la creciente politización de las cuestiones de género y de sexualidad, que tienen y alientan múltiples controversias públicas actualmente.
Por una parte, lejos de limitarse a la esfera privada, las cuestiones sexuales se sujetan cada vez más a las mismas exigencias políticas que todas las cuestiones sociales, trátese del trabajo, de los impuestos, de la inmigración o de la educación, siempre se deben de examinar en nombre de los mismos valores de la libertad y de la igualdad.
Y obvio que no hay unanimidad política respecto a esto, por eso, es relevante insistir en la libertad y en la igualdad ante los grupos religiosos que se organizan para incidir en política, y así aplicar sus dogmas y creencias sobre la sexualidad en la ley civil, y para imponérselos a todas las personas, compartan o no su religión.
En nuestro país, los principales temas de interés político de estos grupos religiosos, no son únicamente las relaciones propiamente sexuales, que sería trabajo sexual o pornografía, sino también los actos civiles, matrimonio, divorcio, adopción; la educación, limitar la sexual y permitir mayores márgenes a la religiosa; los servicios de salud, sobre todo anticoncepción, aborto, embarazo y objeción de conciencia; el derecho penal, sobre todo conductas con alguna connotación sexual; los derechos de niñas, niños y adolescentes, dándoles preeminencia a las decisiones a los adultos y a la familias por los propios interesados.
Les interesan los medios de comunicación para restringir y censurar los contenidos relativos a la sexualidad, y permitir los mensajes religiosos, se meten, también, en las cuestiones laborales como en la economía del cuidado y el reparto de las tareas domésticas y, finalmente, quieren restringir el uso del alcohol y de sustancias psicoactivas.
Cuando las creencias religiosas se infiltran en la agenda pública producen no sólo una serie de incongruencias sino también de injusticias, por ejemplo, que la biología determine el destino de una mujer, que la identidad limita las posibilidades de una persona de la diversidad sexual para formar una familia o para acceder a un empleo, que la orientación sexual impida ascender laboral o políticamente y que las creencias religiosas tengan mayor peso que la información científica en la educación infantil y adolescente.
Por suerte, los consensos de la comunidad democrática mundial que se han plasmado, sobre todo, en tratados y convenciones internacionales han favorecido en gran medida una perspectiva de derechos humanos y pluralista en la que tanto la sexualidad como la identidad pertenecen al ámbito de la autonomía personal y de la libertad para hacer y para relacionarse.
Estas convenciones dificultan que se establezcan leyes y políticas públicas para restringir esos derechos humanos e incluso, para que algún tipo de reglamento u ordenanza tenga por consecuencia la exclusión, la segregación o la discriminación de alguien.
Sin embargo, es necesario insistir en la importancia de difundir un conocimiento que lleve a desentrañar los significados de la cultura judío-cristiana en que vivimos, necesitamos hablar de doble moral, solamente al ampliar la comprensión sobre este destino infausto que compartimos mujeres y hombres como seres humanos troquelados por la doble moral podremos empezar a otorgar otros significados menos injustos y opresivos a nuestras prácticas e identidades sexuales.
Hoy mucha de la preocupación feminista acerca de las relaciones sexuales entre mujeres y hombres se centra en la violencia sexual y el acoso. Se habla mucho de la dominación masculina, se empieza a visualizar el costo de la masculinidad para los propios varones y se critican las masculinidades tóxicas, y para erradicar todas las expresiones de la espeluznante violencia sexual que ocurre en nuestro país, es necesario fortalecer nuestra vulnerable democracia.
Hace tiempo una antropóloga feminista que se llama Gayle Rubin señaló, que los actos sexuales están cargados con un exceso de significación. Por eso me parece que una tarea prioritaria de la política democrática sería la de descargarlos un tantito de las significaciones negativas como el pecado, el estigma y la degeneración y, en vez, promover hábitos sexuales cívicos como el consentimiento mutuo y la responsabilidad para con la pareja.
Esto implica, además de luchar contra toda forma de discriminación asumir claramente la tarea de eliminar las negativas clasificaciones esencialistas sobre lo que son prácticas consentidas y responsables.
O sea, una política democrática debería legitimar en todo el país, no sólo en la Ciudad de México, las relaciones consentidas entre personas del mismo sexo y otorgarles los mismos derechos a todas las identidades.
Tal vez, el único punto de partida adecuado de una política sexual democrática es la aceptación genuina de que existe un pluralismo respecto a la sexualidad no sólo en lo político también en lo sexual y que lo ético es que los intercambios sexuales se den con consentimiento y responsabilidad.
Desde tal punto de partida habría que reconsiderar y reformular las leyes, y diseñas las políticas públicas, pero, sobre todo para empezar habría que alentar un debate público y agradezco de nuevo la invitación a poder hacerlo aquí con ustedes, acerca de lo que implica la doble moral, en especial las conductas tóxicas y violentas de los machos, pero también de las machas, homofobias y transfóbicas que andan circulando allá afuera.
Un proyecto verdaderamente democrático debería de ser capaz de producir un sentido crítico acerca de las experiencias desiguales de las mujeres y los hombres en materia de libertad y disfrute sexual.
No es lo mismo ser hombre y ser mujer en México en cuanto a la sexualidad.
Para cambiar la vida sexual cotidiana de la gente, es necesario transformar los mandatos simbólicos, lo propio de los hombres, lo propio de las mujeres, la doble moral.
Pero para poder acabar con las actuales discriminaciones relativas a la sexualidad, indudablemente hay que empezar por comprender en qué consiste y a quién sirve la doble moral sexual vigente.
Muchas gracias.
Consejera Electoral del INE, Dania Paola Ravel Cuevas: Muchísimas gracias, doctora.
La verdad es que muero por leer detenidamente esta conferencia, a mí me parece que cada párrafo nos da para una reflexión profunda. Por lo pronto, pues voy a compartir algunas cuestiones que me llevaron a mí a hacer una propia reflexión y algunos comentarios.
Decía el Consejero Presidente que el título de la conferencia era muy provocador, y debo de decir que también inició la conferencia de forma muy provocadora con cuestionamientos como: qué valores sexuales son defendibles en la vida democrática, o por ejemplo qué prácticas sexuales son deseables.
Eso nos lleva a que habitualmente se oculten los deseos sexuales y se rechacen ciertas prácticas, y me hizo recordar justamente que en el marco del proceso electoral 2018, nosotros hicimos una plataforma de transparencia para que la gente conociera a sus candidatos y candidatas.
En esta plataforma pusimos un cuestionamiento cuyo llenado era totalmente voluntario por los candidatos y las candidatas. Queríamos ver si se estaban inscribiendo como candidatos y candidatas algunas personas que pertenecieran a ciertos grupos en situación de vulnerabilidad. Indígenas, personas con discapacidad, personas de la comunidad LGBTIQ, y me parece que, sobre todo, los resultados vinculados con las personas de la comunidad LGBT nos dan bastante luz de cómo se está viviendo actualmente la sexualidad, la identidad, la expresión de género en la política.
De las 81 personas que contestaron el cuestionario, sobre identidad de género, ninguna identificó que su identidad no correspondiera con el sexo asignado en su acta de nacimiento; 77 contestaron que ambas coincidían, y cuatro no contestaron.
Está la presunción de que quizá las personas que no respondieron no se identificaban con la expresión de género, con el género que se les asignó al nacer, pero también nos hace pensar por qué no lo responden. Desde mi punto de vista, puede ser porque pues, todavía están sujetos a mucha discriminación, porque eso puede tener un costo político social muy alto para ellos, para ellas y su trayectoria.
Respecto a orientación sexual, 78 personas respondieron que eran heterosexuales, tres no contestaron.
Entonces, creo que esta reflexión nos lleva justamente a pensar cómo se están discriminando todavía a las personas, por qué todavía tienen miedo a reconocer quiénes son, a cuál es su orientación de género, cuál es su orientación sexual.
Otra cosa que también nos decía la doctora Lamas, y que, tiene que ver con el hecho de que psicológicamente existe una necesidad humana de tener una identidad, un poco lo que nos decía la doctora Flavia Piovesan cuando nos visitó, el derecho a ser, y que resumen perfectamente bien la doctora Lamas cuando dice: “la libre determinación sexual y corporal”, la libertad que debemos de tener cada uno, cada una para decidir sexualmente cómo nos queremos comportar.
Otra cuestión que me recordó la conferencia fue un estudio que hicimos con ayuda de la Coordinación de Comunicación Social del INE sobre interseccionalidad, fue bastante revelador advertir que, por ejemplo: en las campañas mientras los candidatos, las candidatas, los partidos políticos, se referían a las personas con discapacidad, a las personas mayores, para decir que en caso de que se votara por ellos, pues iban a hacer programas a su favor, iban a implementar algunas políticas, por ejemplo, en el caso de los jóvenes algunas becas, darles pensiones a las personas mayores.
EN el caso de las personas de la comunidad LGBT, lo que se hacía de forma reiterada es que, si votaban por ellos, pues, entonces iban a llegar a conculcar sus derechos, por ejemplo, a no permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo, el matrimonio igualitario, o a no permitir que las personas de la comunidad LGBT pudieran adoptar. Entonces, verdaderamente eso es muy relevador de todo el trabajo que tenemos que seguir haciendo, por la inclusión, para erradicar la discriminación, porque estoy total y completamente convencida que mientras eso no ocurra, no podemos decir que vivimos una democracia plena, no se está realmente observando un principio fundamental de la democracia que es la igualdad.
Las personas, por su orientación sexual, por su género, no pueden ejercer sus derechos que deberían de ser iguales para todos y todas en el ejercicio en derechos fundamentales, como los derechos humanos o como los derechos políticos. Que tenga la gente todavía que ocultar cuál es su orientación sexual para que no tenga un costo político y pueda tener una trayectoria en el ámbito público, verdaderamente no es normal, y nos debería de llevar a la preocupación y a tomar cartas en el asunto.
Otra cuestión que se decía es, ¿hasta dónde es lícito que el Estado regule al comportamiento sexual?, lo estuvo reiterando a lo largo de su conferencia la doctora Lamas, que el punto clave es la voluntad, el consentimiento libre de las personas adultas que estén en esta relación.
Creo que, justamente, eso nos lleva a poder ver con claridad que, por ejemplo, pues, por eso, aunque los pedófilos digan que tienen una tendencia inevitable porque les gusten los niños y mantener relaciones sexuales con niños y niñas, pues es evidente que eso, ahí sí tiene que entrar una regulación del Estado, porque no hay un consentimiento por parte de una de las partes involucradas. Entonces, forzosamente ahí sí tiene que haber una prohibición.
Me llamó particularmente mucho la atención, cuando se hablaba de la repugnancia como parámetro para hacer políticas públicas. Verdaderamente me parece ridículo e irrisorio que se quiera utilizar eso como una justificación, para negarle a las personas derechos, para negar que las personas puedan hacer lo que quieran, o sea, me pareció tan ridículo como pensar que a mí como no me gusta el jitomate y me genera repugnancia, pues entonces lo prohíban para todo el mundo, es verdaderamente, total y completamente absurdo pensar algo así.
Las raíces judeocristianas, es algo constante, también, en el ejercicio de nuestros derechos y en la cultura que nos rige, a mí no me deja de parecer peculiar, advertir cómo algunas cosas sí las podemos trascender, hemos podido evolucionar y dejarlas atrás, pero hay otras en donde, reiteradamente, queremos utilizar esas raíces judeocristianas como un pretexto para limitar los derechos.
Por ejemplo, nadie, pues me parece que ya podría estar a favor de que, como se dice en el antiguo testamento, se hagan, pues, sacrificios de animales, por ejemplo, como era una práctica reiterada también, o que, o parece absurdo escuchar algo que dice el antiguo testamento de que los hombres no se deben de cortar las barbas, una prohibición para comer cerdo, eso es algo que no hacemos muchas de las personas que, pues, se catalogan como católicas, como cristianas y que tienen esas raíces, y sin embargo, las cuestiones sobre la definición de cómo debe de ser un hombre, como debe ser una mujer, pues se reiteran, y no podemos trascenderlas a pesar de que eso implique la limitación de derechos de un gran sector de la población.
Es increíble también pensar que, además, si hay algo fundamental, por ejemplo, en el Nuevo Testamento es un respeto por la igualdad de las personas y es algo que parece no recordarse.
Señala también la doctora que la discriminación atenta contra la vida.
Estoy total y completamente de acuerdo con eso.
Algo que también nos decía la doctora Piovesan es que, la cultura mata.
Cuando nos visitó ella nos decía algunas cifras, por ejemplo, de la expectativa de vida de hombres y mujeres y decía, a ver las mujeres y los hombres heterosexuales que no son trans tienen una expectativa de vida entre 70 y 80 años de edad; las mujeres trans tienen una expectativa de vida de 35 años de edad: la cultura mata y las está matando.
Ideología de género.
Ese tema verdaderamente es algo que me preocupa, me alarma, sin duda, concuerdo que es un tema de pánico moral, una reacción contra el atentado lo que se considera lo natural, lo que debe de ser y que se dice de forma repetitiva, es que se va a influenciar a los niños si nosotros empezamos a hablar de inclusión y vemos con normalidad la homosexualidad, y la pregunta es, bueno, ¿entonces cómo surgieron las personas homosexualidad cuando la normalidad ha sido la hetero normatividad? Entonces, cómo puede ser que existan. Eso es una completa falacia.
Hablaba también la doctora Lamas, sobre como grupos religiosos se organizan para incidir en la política.
Al decir esto, quiero también mencionar que no puede evitar pensar en las organizaciones de la sociedad civil, en muchas organizaciones de la sociedad civil que han sido fundamentales para visibilizar problemáticas de derechos humanos y para facilitar un espacio respetuoso de diálogo, de intercambio de ideas y para avanzar en la garantía y el derecho del reconocimiento de los derechos fundamentales de las personas.
Sin duda, los grupos feministas han sido punta de lanza para el reconocimiento de muchos derechos, sin embargo, pues, somos un grupo heterogéneo, pensamos de manera muy distinta como lo pensamos todas las mujeres, como lo pensamos también o como somos los seres humanos. Eso es la normalidad.
Decía, Sigmund Freud que, si dos personas están siempre de acuerdo en todo estaba totalmente convencido que una de las dos estaba pensando por la otra.
Entonces, podemos tener ideas diversas, pero, sin duda, son más los puntos de confluencia.
Quiero hacerles preguntas que nos han llegado a la doctora Lamas.
Nos preguntan sobre, ¿considera que el ejercicio el derecho de acceso a la información ha beneficiado en alguna medida al sector de las mujeres para acceder a otros derechos? En su caso, podría mencionar algunos ejemplos, por favor.
Es una pregunta muy específica y…
Doctora Marta Lamas: Tiene que ver mucho con el tema.
Sí creo que el acceso a la información ha servido muchísimo, por ejemplo, para GIRE, organización de la sociedad civil, cuando pedimos desde GIRE a los gobiernos que nos den las cifras de los abortos registrados en los hospitales públicos fue a través del INAI que lo conseguimos.
Es decir, el poder hacer un mapeo de cómo estaba la situación, pues, claro que ha sido muy importante eso.
Pero, pregúntenme de sexo no me pregunten de democracia.
Consejera Electoral del INE, Dania Paola Ravel Cuevas: A ver.
Acá hay otra pregunta: ¿hay algunas leyes que protegen más a las mujeres y no a los hombres qué puede pensar de eso?
¿Por qué es más alarmante que un hombre o acose a una mujer que una mujer haga lo mismo?
Doctora Marta Lamas: La ley en ese sentido es pareja.
Digamos, no hay, digamos, la única ley que es una ley de la diferencia es la de interrupción legal del embarazo, como dice nuestro querido Ferrajoli, la diferencia sí permite en un momento determinado que haya una normatividad específica; los hombres no pueden abortar, no se embarazan, pues ellos no entran dentro de esta ley, pero, digamos, la ley en contra de la violencia o en contra del acoso tendría que ser parejo y no, me parece, digamos, es mucho más común que acose quien tiene un cierto poder.
A veces el poder es el poder que tiene por el puesto los jefes suelen acosar más a las empleadas que las empleadas a los jefes, ¿no?
Los hombres suelen acosar más a las mujeres que las mujeres a los hombres, porque hay un poder social de la masculinidad, pero que hay casos de mujeres cabronas, y mujeres que acosan, también los hay, y la ley tiene que ser pareja, digamos, para quien acose o para quien haga cualquier acto en contra de la autodeterminación sexual de una persona.
Ahora, hay interpretaciones culturales, y eso es todo otro rollo, ¿no?, de qué es acoso, y si un acercamiento de “quiero ligar contigo” se vive como acoso o no, o cosas que son absolutamente espantosas como salieron en los MeToo mexicanos, de prácticas adentro de oficinas, realmente de un nivel de agresión y de abuso muy fuerte.
Entonces, yo creo que la ley tiene que ser igual, igual, más bien que igual, equitativa, es decir, tratar de que haya igualdad con reconocimiento de las diferencias, viendo de quién se trata, ¿no?
Entonces, en ciertas cosas, puede ser ciega, da lo mismo la persona que sea, y en otras sí hay que ver si es un menor de edad, si es una persona indígena, si es una mujer, si es una persona con discapacidad, o sea, habrá situaciones, pero como que eso es otra plática, y me van a tener que invitar una segunda vez.
Consejera Electoral del INE, Dania Paola Ravel Cuevas: Otra pregunta es: cuál es su opinión sobre los movimientos feministas actuales y sus consecuencias.
Doctora Marta Lamas: Tengo muy buena opinión sobre los movimientos políticos actuales. Tengo diferencias políticas con algunas de las tendencias, pero un movimiento es eso.
Rossana Rossanda, que es una feminista italiana maravillosa, decía que el movimiento es como una oleada, algo que va así, que no tiene ni la estructura, ni los límites que puede tener un partido político, entonces, en un movimiento hay de todo, y necesitamos que haya muchos movimientos y que la gente salga a la calle y proteste.
Ahora, que a veces las protestas no son las que yo ya, una señora de la tercera edad haría, pues sí, también eso es cierto; las jóvenes son jóvenes y tienen sus ciertas formas, ¿no?, a mí me encantó la diamantina y no me gustaron los destrozos, porque fueron además a bienes públicos, y me siento como responsable de que pasen esas cosas.
Pero los movimientos feministas siguen vivos, siguen vivos con todas las dificultades de ser vivos en un país machista, en un país con doble moral, en un país que no financia a las organizaciones civiles, además ahora con un gobierno que dice que las organizaciones civiles somos todas de derecha o todas somos fifís aunque hayamos luchado por una serie de causas.
Entonces, no la tienen fácil los grupos feministas, y a mí me encantan.
Ahora, si me preguntan cuál es mi posición dentro de ese movimiento, bueno, pues yo soy una feminista más bien social-demócrata, izquierdosa, que a veces tengo diferencias con los otros grupos.
Consejera Electoral del INE, Dania Paola Ravel Cuevas: ¿Cómo puede actuar, ayudar el INE más allá de su labor de realizar las elecciones y dar identidad a las personas en el tema de la sexualidad?
Doctora Marta Lamas: Pues yo creo que no le toca al INE.
Perdón, creo que el INE lo que puede hacer, y si tiene ganas y recursos, y tiene aquí entusiastas y voluntarios, es hacer a lo mejor talleres internos para revisar qué es esto de la homosexualidad, la transexualidad, la… pero pues lo que le toca ya es suficiente como para que, imagínate que salga el INE diciendo algo de la sexualidad, si ya de por sí lo van a quemar en leña verde, imagínate, no.
Consejera Electoral del INE, Dania Paola Ravel Cuevas: Muchas gracias, doctora.
Esas fueron todas las preguntas que recibimos.
Agradezco mucho su presencia, la verdad fue un gusto, un placer escucharla.
Muchísimas gracias.
Presentadora: Agradecemos a la doctora Marta Lamas y a la Consejera Dania Ravel.
Gracias, también, a estudiantes y académicos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, de la Universidad del Pedregal, del Instituto de Educación Media Superior Campus Milpa Alta, y de la Dirección General de Bachillerato.
Que tengan muy buenas tardes.
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