VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DE LA CONSEJERA DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), DANIA RAVEL CUEVAS, DURANTE LA CONFERENCIA EL PODER DE LAS HISTORIAS, DICTADA POR NICKO NOGUÉS, EN EL AUDITORIO DE LA INSTITUCIÓN
Muy buenos días a todos y a todas, me da mucho gusto estar con ustedes el día de hoy.
Quiero agradecer particularmente a nuestro ponente el día de hoy, a Nicko Nogués por estar con nosotros, por acompañarnos, y porque nos va a compartir un poco de sus conocimientos en esta mañana.
Este evento forma parte de los compromisos asumidos en el marco de la Comisión Temporal para el Fortalecimiento de la Igualdad de Género y la No Discriminación, y tiene como propósito coadyuvar, abrir y extender el diálogo sobre cómo el discurso, que reproduce roles y estereotipos de género, afecta también la forma en la que hombres construyen sus masculinidades; es decir, cómo se representan y construyen su identidad.
Es sumamente relevante entender esto porque muchas veces pareciera que cuando se habla de género y temáticas asociadas, se hable únicamente de las mujeres y los problemas que genera un patriarcado intangible, invisible y casi etéreo; sin darnos cuenta de que son nuestras propias historias y nuestra forma de contarlas las que alimentan y perpetúan este sistema de desigualdades. Entonces, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de “género”?
Marta Lamas lo describe como una construcción social que sirve como “filtro” cultural para interpretar al mundo y que es “como una especie de armadura con la que se constriñen las decisiones y oportunidades de las personas dependiendo de si tienen cuerpo de mujer o un cuerpo de hombre”.
En esta descripción de Lamas, por supuesto que, el uso de la palabra “armadura” no es casual, puesto que es una analogía con la rigidez que existe en cuanto a los convencionalismos sociales y de lo que se espera de las mujeres y de los hombres, cómo se deben de comportar y cómo deben de actuar.
La masculinidad hegemónica, es decir, el modelo referente a la existencia de una única forma de ser hombre: activo, fuerte, valiente, que no exprese emociones, que debe ser jefe de hogar y proveedor, responsable y autónomo, que se encuentra fuerte e indisolublemente vinculada con la figura de “macho” que se define por el abuso, por la degradación de lo femenino, ya sea a niveles físicos o simbólicos. Y es aquí donde encontramos los llamados “micro machismos”.
Esa violencia que se ejerce en contra de las mujeres casi de manera, pues desapercibida, sin darnos cuenta, de una forma muy sutil y normalizada, pero que sí deja un mensaje muy claro de inferioridad de uno de los géneros.
El ensalzamiento de lo macho pone en riesgo la salud y la vida de hombres y mujeres, a la vez que afecta el pleno desarrollo de la sociedad.
Históricamente, el poder, asociado con la dominación, la fuerza y quien debe de gobernar a los otros, se ha enseñado que debe ser ejercido por los hombres y excluye a las mujeres negándoles el acceso a otros espacios que no fueran el doméstico, e incluso, desconociendo sus derechos fundamentales.
Cuando digo esto, me acuerdo siempre de Fátima Mernissi, que ella dice que, “no es cierto que las mujeres no seamos bienvenida e todos los espacios, cuando estamos en el espacio doméstico, cuando se está hablando de una cocina somos más que bienvenidas. El problema surge cuando aparecemos donde nadie se nos espera, y nadie espera vernos ahí donde se toman decisiones”.
Aunque se han presentado grandes avances en la materia, la carga y valor de estos en nuestra cultura y sociedad están aún presentes en nuestro día a día, muestra de ello es la existencia de un tipo de violencia que únicamente se dirige en contra de las mujeres en el ámbito político, la violencia política contra las mujeres por razón de género.
El escritor Floyd Dell escribió en 1914: “El feminismo va a hacer que los hombres sean libres por primera vez”, al referirse a los beneficios de esta ideología basada en la igualdad, al eliminar las expectativas sociales que no les permiten sentir y vivir de manera plena sus emociones.
Es importante que dejemos de comparar al feminismo con el machismo, el machismo lo que busca es la exclusión, busca desvalorizar a uno de los géneros exclusivamente por un tema del sexo o por la ideología o expresión de género. El feminismo lo que busca es que hombres y mujeres puedan ejercer sus derechos por igual.
El informe “Pautas para la práctica psicológica con niños y hombres” de la Asociación Estadounidense de Psicología, establece que: “Se ha demostrado que cumplir con la ideología de masculinidad tradicional, limita el desarrollo psicológico de los varones, restringe su comportamiento, da como resultado una tensión de rol de género y conflicto de rol de género, e influye negativamente en la salud mental y física”.
Sumado a ello, fomentar este modelo de “ser hombre” relacionado con la violencia, la homofobia y la misoginia influye en que los niños se enfoquen en conductas violentas como el acoso escolar. De esta forma es que se explica que la violencia de género sea mayormente perpetuada por varones.
Muchas veces se dice que no todos los hombres la ejercen, sin embargo, para erradicarla es necesario primero comprender que el colectivo en su conjunto sí la reproduce, perpetúa y normaliza, no puedo si no recordar a Paul Preciado quien escribe: “Me di cuenta entonces de que cuando socialmente no percibes la violencia, es porque la ejerces”.
En este sentido, para muchos varones las violencias y discriminación que sufren las mujeres han sido superadas, a pesar de que, en distintos municipios de 18 estados del país se ha declarado la alerta de violencia política contra las mujeres por razón de género, frente a la situación extrema de violencia que están viviendo mujeres y niñas en México. En Campeche, Colima, Chiapas, Durango, Estado de México, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Quinto Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Veracruz y Zacatecas.
Por ejemplo, en el ámbito político-electoral se ha llegado a argumentan que la desigualdad es la presencia de mujeres y hombres, se debe a que las mujeres simplemente no quieren participar en la política, no tienen ningún interés, e incluso se ha dicho que la existencia de la violencia política contra las mujeres por razón de género deviene de que hemos tomado acciones afirmativas para su inclusión o de que tenemos el principio de paridad de género en las postulaciones.
El INE como autoridad electoral ha llevado a cabo diferentes acciones que buscan combatir estas ideas y erradicar la violencia política contra las mujeres en razón de género, ya que es el principal problema que tenemos las autoridades para garantizar que las mujeres puedan ejercer plenamente sus derechos político electorales.
Sin embargo, como lo mencionaba antes, esto es una labor conjunta en la que debemos participar quienes formamos parte de las autoridades electorales, los partidos y los actores políticos, así como la ciudadanía.
Por este motivo resulta fundamental la realización de eventos como éste, pues buscan deconstruir el “único” modelo de masculinidad que ha sido impuesto para mostrar que hay diversas formas de ser hombre, tanto como hombres existen y que, ejerciendo una masculinidad más sana o corresponsable, pueden convertirse en aliados esenciales en los cambios de paradigma culturales igualitarios, que nos benefician a todos y a todas.
Es momento de que comiencen a escribirse nuevas historias contadas por los hombres, inspiradas en una nueva forma de relacionarse con las mujeres y entre ellos mismos. Pero, por ello, es necesario, primero, identificar y reconocer cómo los roles y estereotipos de género inciden en sus vidas para así lograr eliminar la creencia de que existen espacios, trabajos y comportamientos exclusivos para hombres y para mujeres.
Espero que esta conferencia sea una oportunidad que les permita reflexionar respecto de la forma en la que han sido construidas las relaciones de desigualdad y sobre cómo se puede cambiar el discurso para contribuir en la creación de una sociedad más justa.
Antes de concluir me gustaría citar nuevamente a Marta Lamas, quien señala: “no hay que caer en las trampas de la igualdad, entendida como similitud y saber que tratar con igualdad a desiguales no produce igualdad; desechar la idea tramposa de que son las mujeres las que tienen que igualarse con los hombres; denunciar la contradicción demagógica que otorga gran valor a la participación ciudadana pero dificulta la participación de las mujeres al no existir opciones sociales que aligeren su labor de madres y amas de casa”.
Así es que, sin más preámbulos, los dejo con Nicko para que se deconstruyan durante esta mañana.
Muchas gracias.
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