VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA CONFERENCIA MAGISTRAL “DESAFÍOS Y PERSPECTIVAS DE LA AUTONOMÍA INSTITUCIONAL ELECTORAL EN MÉXICO”, DICTADA POR EL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE), LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA SALA DE SESIONES DEL INSTITUTO DE ELECCIONES Y DE PARTICIPACIÓN CIUDADANA DEL ESTADO DE CHIAPAS (IEPC)
Muchas gracias mi estimado Oswaldo.
Yo la verdad estoy muy, muy agradecido de estar acá, sobre todo, además, por la generosidad de parte, debo confesarlo, de Oswaldo para con mi agenda.
No son momentos sencillos, estamos a menos de dos semanas de que se realicen elecciones en seis entidades del país, una de ellas Puebla que, digamos, hoy está organizándose de una manera, digamos particular, producto justamente de las nuevas reglas establecidas en la reforma de 2014.
Es una elección local, es la primera elección local en la que por una decisión del propios Instituto Nacional Electoral y no por una decisión jurisdiccional es organizada por una instancia nacional.
El poder estar aquí esta mañana me sirvió también de pretexto para no eternizarme ayer en la noche en la ciudad de Puebla porque tuvimos el debate entre los candidatos a gobernador.
Una de las cosas que hemos, creo, con el paso del tiempo ido mejorando y que hoy constituyen, digamos, o se organizan a partir de unos paradigmas, pero eso implicó salir hacia las 10:30 de Puebla para llegar a la Ciudad de México, poder tomarme una siesta, un duchazo y tomar el vuelo para estar acá.
La verdad no es algo que haga de manera sufrida, al contrario, es algo que es honrar un compromiso respecto del que debo confesar, ya lo anticipaba, Oswaldo y el Instituto han sido muy generosos.
Ahora estoy cayendo en cuenta de que coincidió con la cercanía, a cuatro días, digamos, de la conmemoración de los 25 años, pero ahora caigo en cuenta de la insistencia para que fuera la semana pasada la visita, cosa que no pudo ocurrir, pero bueno, en fin, felicidades y feliz cumpleaños al Instituto, con cuatro días de retraso, a todas las y los integrantes de esa primera integración pionera, en muchos sentidos.
No fue la primera, pero sí fue una de las primeras que fueron marcando la ruta, digámoslo así, de la construcción de autonomía institucional. Así que, ante todo, Oswaldo, mi estimado amigo, quien me ha permitido a partir de esta amistad y de las distintas responsabilidades, ir acompañando parte de la génesis como externo, como estudioso y como buen amigo de la institucionalidad electoral en el estado de Chiapas, algunas de las etapas que ya he anticipado.
Saludo también con mucho afecto a las consejeras, los consejeros, al Ejecutivo, a los magistrados del Tribunal, dirigentes de partidos políticos, ex presidentes, ex integrantes de órganos, presidenta, presidentes, no sé si llegó Arturo, sino llegó Arturo Meraz, entonces solamente presidenta, Karla, mil gracias, si llega Arturo en el camino, también, lo anticipo.
En fin, muchísimas gracias de verdad, creo que es un momento y un buen pretexto para reflexionar respecto de las autonomías constitucionales en un momento de grandes transformaciones políticas, sin lugar a dudas, de ruptura de muchos paradigmas, de reencauzamiento producto de la voluntad popular expresada, digámoslo así, de manera indubitable en las urnas el año pasado, y que obligan a todos, que nos obligan a todos como sociedad ir enderezando ciertos rumbos, sobre todo porque, y permítanme aquí parafrasear a una persona que conocí bien y que estimé mucho, Arnaldo Córdova, que fue mi padre, que escribiendo sobre la política y la historia en algún momento señaló que “la historia es memoria del pasado en el presente, y sobre todo, indispensable para la proyección hacia el futuro”.
Y los tiempos que corremos son tiempos de muchas oportunidades, sin lugar a dudas, pero como toda oportunidad, también conlleva un riesgo, que es un riesgo de pretender reinventar el todo y de olvidarse que hoy estamos donde estamos porque esto es el resultado de una génesis, de una historia que, si no comprendemos y asimilamos en su sentido y en su devenir en el tiempo, corremos el altísimo riesgo, como ha pasado una y otra vez, a lo largo de la historia de las sociedades, de equivocarnos.
Y creo que hoy, como nunca, el entendimiento de las razones que hoy nos tienen aquí, para bien o para mal, es indispensable.
Reflexionar sobre la autonomía, y concretamente las autoridades electorales, a propósito de este aniversario de la institucionalidad electoral en Chiapas es, creo que particularmente necesario, así que yo agradezco mucho la oportunidad pues, de Oswaldo, de poder compartir con ustedes algunas reflexiones.
Quisiera articular mi charla, y por supuesto, abrir el espacio, si así lo disponen, para poder tener ese conversatorio que, a lo mejor, más que una charla frente al público, se involucra al público, termina por ser más enriquecedora, quisiera articular mi intervención en cinco grandes puntos.
El primero, una reflexión, si se quiere más conceptual, procuraré breve, que en reflexión sobre el origen y la lógica que tienen los cuerpos autónomos, las llamadas agencias autónomas en el ámbito de las democracias constitucional. La reflexión, si se quiere más macro, más abstracta, más genérica.
En segundo lugar, quisiera hacer una reflexión aterrizando esa idea de autonomías, de agencias autónomas, el rol, si se quiere, que tuvieron las entidades autónomas, en el contexto y en el proceso de democratización de nuestro país.
Porque, lo anticipo, la tesis que quiero sostener con ustedes, es que el mismo proceso de democratización, que es la causa del surgimiento de la adopción de entes autónomos, pero también, los entes autónomos terminan por convertirse en el cauce que articula el proceso de tránsito de cambio político en clave democrática.
En tercer lugar, quisiera aterrizar esto o centrarme concretamente en el ámbito de la autonomía o de las entidades autónomas, específicamente dedicadas o encomendadas de la función electoral haciendo, en un cuarto momento una reflexión de la dimensión local y de la relación que esta autonomía en el ámbito local terminó por tener en el ámbito, ya lo mencionaba Oswaldo, del sistema, de la creación del sistema nacional de elecciones, para terminar con una especie de, digamos, de reflexiones finales que involucren también, lo que desde mi punto de vista, son algunos desafíos que como sociedad y como entes autónomos dedicados a la función electoral, más concretamente tenemos hacia adelante.
Comienzo y me artículo, pues, mi intervención en este orden.
Creo que la primera reflexión que hay que hacer cuando hablamos de entidades autónomos, o entes públicos autónomos, es el entender a estos entes, que son entes relativamente recientes, menos tal vez de lo que uno pensaría, el constitucionalismo norteamericano data de principios del siglo pasado, la creación de la primera agencia autónoma, y que, con el paso del tiempo fueron cobrando carta de naturalización, sobre todo, en el ámbito del derecho anglosajón, pero hacia la segunda mitad del siglo, tienen una discusión en prácticamente en todas las constituciones, así llamadas largas, las constituciones posteriores a la segunda pos guerra.
En el caso mexicano lo hablaremos más adelante, es algo que ocurre mucho más tarde.
El pensar en entidades autónomas es claramente una necesidad que el propio proceso de transición política nos implicó, y que tiene una historia, insisto, reciente, pero mucho más reciente de lo que ocurre con las agencias autónomas en el resto del mundo, es una historia de los últimos 30 años y no más, lo cual, por cierto, ya coloca, en efecto, al Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana de Chiapas, y sus antecesores, como, digámoslo así, si bien no la primera institucionalidad autónoma en materia electoral, sí, como una institución que nace en el seno de esta revolución, digámoslo así, de la institucionalidad en clave democrática que encausó, como decía, este proceso de cambio político.
Las razones, digamos, que están detrás a las agencias autónomas son esencialmente tres, y todas estas responden al final, de la paulatina complejidad que fue teniendo el ejercicio del poder público.
Digamos que, y sobre esto no me voy a poner a tratar de parafrasear o de competir o de glosar a Weber, ya Weber el gran teórico de la burocracia planteó como los estados modernos requerían ciertos cuerpos profesionales para poder gestionar algo que poco a poco se volvía o iba adquiriendo una complejidad cada vez mayor, una complejidad mayor conforme el número de individuos involucrados en el procesamiento de la cosa pública va creciendo.
El mismo proceso, este proceso que algunos han definido como lucha por la democracia, que es la lógica de ir incluyendo cada vez a un mayor número de individuos: Primer hombre, nacionales, de una sola religión, de una etnia, y además, propietarios, y con el paso del tiempo, cada vez a grupos, eliminando estas cuestiones de estatus político cada vez a un grupo más amplio, a los individuos sin importar si son propietario o no, a individuos de cualquier raza, a individuos de cualquier religión, a mujeres, y así sucesivamente, vuelve la gestión pública cada vez más compleja, y esto requiere un ejercicio cada vez más sofisticado, cada vez más profesionalizado, cada vez más especializado de gestión de la cuestión pública.
Esta complejidad del ejercicio público, insisto, se tradujo en el pensar en organismos autónomos, en agencias autónomas por la necesidad, digamos, de cumplir tres principios.
El primero, es el principio que podríamos definir “principio de especialización”, es decir, la cosa pública se vuelve tan compleja, cada vez más compleja y, por lo tanto, hay ciertas funciones, funciones eminentemente técnicas, que no necesariamente políticas, que requieren, digámoslo así, de órganos, de cuerpos públicos cada vez más especializados, técnicamente más sofisticados y a la postre, profesionalizados.
El segundo principio, es un principio derivado del anterior, decía que estamos hablando de ámbitos de la función pública técnicos que requieren un grado de especialización en esa función en específico.
Se trata pues de órganos que atienden cuestiones que no necesariamente pueden atender órganos cuya naturaleza es política y, por lo tanto, al principio de especialización, se suma un nuevo principio, que es otro principio, que es el de neutralidad política.
Desde su origen las agencias autónomas por la transversalidad que cumplen dichas funciones, y por su necesaria no dependencia de órganos políticos, no dependencia de esas funciones técnicas, frente a posturas políticas, la necesidad que esas funciones técnicas trasciendan los ciclos políticos y los vaivenes naturales que la democracia impone a la vida política, hoy gobierna uno mañana otro, etcétera, etcétera, pero dada la transversalidad, insisto, en términos temporales y políticos de esas funciones, requieren, digámoslo así, un alejamiento, al menos una neutralidad en el ejercicio de su función respecto de la vida política.
Y el tercer principio es un principio que ya de alguna manera anunciaba o señalaba Oswaldo, que es el principio de limitación y control del poder que caracterizan los estados constitucionales modernos.
Los estados constitucionales, lo decía Oswaldo citando a Madison, podríamos ir más allá del mismo Madison, y así como existe una desconfianza, digámoslo así, en las virtudes personales, finalmente los que hacen política son hombres de carne y hueso llenos de sus defectos, tendencias, sesgos, y eso se vale, al contrario, es lo que nos definen, también el constitucionalismo moderno nace de una premisa, que es la desconfianza respecto del poder, y no estoy hablando de las versiones más radicales que hablan del Estado guardián nocturno, en fin, es indispensable el Estado como mal necesario.
No, parte de una simple y sencilla asunción que forma parte de los, digámoslo así, de las reflexiones respecto del poder desde que el pensamiento político nace. Desde siempre ha existido un dilema respecto al ejercicio del poder, y que puede concretarse en esa dualidad que ya desde Platón se venía anunciando en los estudios políticos, en las reflexiones políticas, que es la gran disyuntiva que Platón se plantea, apostamos por un gobierno de las leyes o apostamos por un gobierno de los hombres, y a esos hombres a los que Madison se refería, por cierto.
Y es que la tendencia de concentración, hacia la concentración o hacia el abuso del poder, no es algo que sea bueno o malo, es algo que está intrínseco en la naturaleza misma del poder.
Por eso, el tratamiento que el constitucionalismo moderno le da al poder parte de esa premisa, si bien no de desconfianza, sí de asunción que el poder por su propia naturaleza tiende a su concentración, y tarde o temprano a su abuso si no existen ciertas reglas del ejercicio del poder.
La clave para entender el constitucionalismo moderno es esa, el querer un poder que tiene ciertas reglas para su ejercicio, y que, al tener ciertas reglas, por ende, en consecuencia, está limitado.
Lo que el constitucionalismo moderno busca es la limitación de poder, y esa, este principio de limitación y, por lo tanto, del control del poder, es justamente lo que, digamos, el tercer componente, con el cual la lógica de los órganos constitucionales o de los órganos autónomos, las agencias autónomas nacen en el constitucionalismo del siglo XIX.
Se trata de una especie de sofisticación del principio constitucional o principio del constitucionalismo de equilibrio y controles del poder.
Oswaldo citaba a Madison, bueno, la gran aportación del constitucionalismo norteamericano al constitucionalismo moderno es precisamente la idea de los check and balances, de esto que algunos, y prefiero no mencionarlos porque ahora en tiempos de visión bipolar o polarizante de la vida pública, digamos, puede implicar que a uno lo coloquen entre, de lado de lo más, fácilmente del lado de los malos, y uno no está necesariamente de lo que algunos consideran el lado de los bueno, y ese es uno de los temas que como sociedades vamos a tener que enfrentar, porque en donde ese discurso de buenos y malos, o, y es el siguiente escalón, de amigos enemigos, se instale en la lógica pública, estamos en la antesala, pero no lo digo yo, piensen en Carl Schmitt de ejercicios totalitarios del poder, y hay que cuidarnos en términos de democracia, de concebir que la vida pública se puede dividir entre blancos y negros.
Dicho eso, el concepto, y esto lo mencionaba porque la idea de check and balanceses naturalmente traducida bajo la idea de pesos y contrapesos. Y creo que vale la pena regresar a la etimología, o a la traducción literal, digamos, de la versión anglosajona, es decir, check and balances: controles y equilibrios. Para evitar caer en esta lógica que si alguien habla de contrapesos hoy parece que está en contra del cambio o del deber histórico.
La lógica misma de constitucionalismo se articula a partir del check and balances,sino por qué el primero, junto el de derechos humanos, la lógica de los derechos humanos, el primero de los grandes, de las técnicas de control, de esa delimitación del poder del constitucionalismo moderno es la división de poderes.
Y la idea de las agencias autónomas, si bien no está circunscrito en la idea de la división de poderes, sí es un derivado ante la sofisticación, que como decía, poco a poco va teniendo el Estado moderno.
Primero y luego a Montesquieu, en el Siglo XVII y en el Siglo XVIII cuaja la idea de la división de poderes bajo la idea, y cito, mal citado si quieren a Montesquieu, no, o al menos no literalmente, pues que el poder controle al poder. Para eso se le divide.
Bajo ciertas reglas que implican, por ejemplo, la no concentración de dos o más funciones en un solo poder, en una sola persona. Y la premisa de que el Poder Legislativo no puede, no debe estar en manos de un órgano unipersonal.
Las agencias autónomas son un derivado de la idea de la división de poderes. Van más allá de la propia idea de la división de poderes, porque por definición las agencias autónomas son autónomas de quién, de esos poderes en primera instancia.
Pero forman parte del Estado, no están fuera de la órbita de lo público. Si conjuntamos esos tres poderes pues vamos a acabar teniendo que una consecuencia lógica de ese fenómeno, que es propio de todas las democracias constitucionales modernas, tarde o temprano requieren, en virtud de la especialización que la función pública adquiere, la necesidad de que haya alguien que no puede ser el Legislativo, que no puede ser el Ejecutivo, que no puede ser la instancia jurisdiccional que se haga cargo de determinadas funciones.
Con esto termino la primera parte y voy a la lógica y esto cómo se impacta en el proceso de democratización mexicano.
Un par de reflexiones respecto de éste. Creo que el proceso de democratización en México es único y particular en el mundo. Es un proceso que como características tiene la gradualidad, el ser paulatino, el ser pausado, el que se trata de un proceso acumulativo.
Hay quienes hablamos de una lógica de sedimentación, de capas geológicas que poco a poco se van acumulando, que se van sedimentando, y que permiten pues con el paso del tiempo, pues incluso hablar de cambios de eras políticas, si se me permite el parafraseo.
Y, además, que se trata de un proceso pactado. Hay procesos de democratización que son el resultado de rupturas. Hay procesos de democratización que son resultado de una imposición. Hay procesos de democratización que son una concesión graciosa del poder.
Bueno, nuestro proceso no es ninguna de esas cosas, es un proceso que fue pactado a lo largo de muchos y distintos momentos, de grandes acuerdos que con el paso del tiempo poco a poco fueron creando esas capas de sedimentación, esas capas geológicas, pero que a la postre, no por ser gradual, paulatino, pausado, acumulativo, hasta aburrido dirían.
Recuerdo un profesor en Italia que decía: ya no me hablen de la transición a la democracia porque ya me tienen hasta el gorro. Llevan 25 años hablando de la transición a la democracia en México.
Aprendan de los españoles. En tres, cuatro años, pues se muere Franco, sacan los Acuerdos de la Monclova, cambian la Constitución, van a elecciones, al cabo de la tercera ronda electoral, primera elección la gana Suárez, la segunda elección la vuelve a ganar Suárez, viene el golpe de Estado, fallido; en todo caso la crisis de gobierno, cae el gobierno de Suárez, van a la tercera elección, gana el PSOE, se acabó la transición.
En el arco de cinco, seis años, ya le dieron incluso la vuelta, no solamente a un régimen autoritario, sino a través de la vía electoral todas las fuerzas del espectro político llegaron al poder, tan, tan.
Y ustedes, uf, 40 años para transitar a la democracia, pues no. Bueno, eso es parte de nuestra característica que nos vuelve único. Y en ese sentido, insisto, la nuestra es distinta al resto de las transiciones.
Pero eso no significa que la nuestra no haya sido una transición política en clave democratizadora de un enorme calado. Ya lo decía Oswaldo, me voy un poquito más allá, piensen ustedes en lo que era este país hace 30 años, y piensen lo que es hoy en día en prácticamente todos los planos de la vida política, constitucional, institucional y social, y somos otro país.
Y quien no quiera verlo, perdón, con un par de datos me parece que es muy fácil desmontarlo.
Una característica adicional, o más bien, la consecuencia de estas características de nuestro proceso de transición es que más allá de la retórica discursiva de las diferentes narrativas políticas en los distintos momentos de nuestro proceso de cambio político, la nuestra no es un proceso de democratización que se deba, o que responda a un acto fundacional.
Repito, como, por ejemplo, el de los españoles, o como, por ejemplo, el que tuvieron los chilenos. En Chile es muy sencilla la cosa, hay un desgaste, digamos, de la dictadura de Pinochet, hay una gran presión internacional.
Pinochet cree que se puede perpetrar en el poder, convoca un plebiscito en 1989, gana el no y Pinochet tiene que abandonar el poder. Ahí está el gran acto fundacional del proceso de transición chileno.
Pero el nuestro no tiene un proceso de transición, perdón, un proceso fundacional, un momento fundacional.
Y sí, en su momento, insisto, la narrativa de algunos actores políticos podría pensar, o hacer pensar que sí, que la democracia, que un día nos acostamos siendo no democráticos y al día siguiente nos despertamos de repente, así, ¡pum! Por generación espontánea, por algún acto milagroso, claro, siempre atribuido a quien construye esa narrativa; ya somos democráticos.
Piensen ustedes, por ejemplo, en la narrativa que instaló el Presidente Vicente Fox desde el primer momento de su mandato. México llegó a la democracia el 2 de julio del año 2000. Por cierto, también día de su cumpleaños. Entonces hay que celebrar doble, dos cosas, no. Mi cumpleaños y el arribo, el desembarco a la democracia.
Muchos, José Woldenberg, entre otros, planteaba, oigan espérenme, es que éste no es el nacimiento de algo, sino la consecuencia de algo que habíamos venido procesando y trabajando desde tiempos atrás. Si Fox gana la Presidencia en el año 2000 y se concreta la primera alternancia de nuestra vida política en la Presidencia de la República no es porque algo cambió de la noche a la mañana, sino porque esa fue la consecuencia de una serie de transformaciones que se fueron gestando previamente.
Bueno, hoy estamos viviendo una nueva narrativa fundacional. El 1° de julio del año pasado cambiaron las cosas, y yo creo que si bien el 1° de julio del año pasado ocurrió un cambio político muy importante en el país, y se generaron, bueno, al grado de que hoy estamos, y la opinión pública y los estudiosos están completamente desorientados, eh.
El norte parece haberse perdido, el triunfo de la izquierda, el primer triunfo de la izquierda en la Presidencia de la República fue tan impactante que parece haber sido como una especie de imantación de la brújula política y de la realización política que está dando vueltas, y que tarde o temprano tenemos que permitir que vuelva al norte.
Porque eso es indispensable para entendernos en el contexto histórico y saber hacia dónde vamos. Bueno, parte de la nueva, no digo del Presidente, él ha sido suficientemente prudente para no hacerlo, pero muchos de los adláteres del nuevo estado de cosas político es que, pues en realidad la democracia llegó el 1° de julio.
Desembarcamos el 1° de julio de 2018 en la democracia, y perdón, de nueva cuenta, lo que pasó el 1° de julio es la consecuencia no solamente de una campaña electoral que vio al hoy Presidente de la República como el político que mejor entendió lo que estaba ocurriendo, los humores públicos, ese sentimiento de enojo que estaba germinándose, y que fue por mucho tiempo menospreciado y minusvalorado, y que le permitió tener una votación que no veíamos desde 1982.
Y entonces no éramos democráticos. Es la votación en democracia más contundente que hayamos vivido, y eso no lo niega, creo que sería no sólo mezquino, sino estúpido negarlo, como desde mi punto de vista es producto de una narrativa legitimadora de algo que no necesita de otra legitimación más que los votos recibidos, que lo que ocurrió el 1° de julio es la mejor prueba de que este país ya era democrático.
Con todos los graves problemas que hoy enfrenta nuestra democracia y que están debajo de ese enojo social, ese descontento social para con la democracia. La pobreza, la desigualdad, la corrupción, la impunidad, la inseguridad, como los grandes problemas nacionales.
Que estaban ahí antes, que estuvieron ahí durante la elección, y que hoy siguen estando ahí como grandes desafíos hacia el futuro de nuestra sociedad democrática.
Pero lo que ocurrió el 1° de julio es el resultado de un larguísimo proceso de transformación sedimentada, éste al que hago referencia, que arrancó por decirlo menos desde 1977. Hay quien lo ubica en 67, digamos, perdón, 68, este momento de transformación política.
Lo de menos es el momento, lo que quiero subrayar es que no hay un espacio, un instante fundacional de la democracia en nuestro país. Hoy somos lo que somos, y tenemos lo que tenemos gracias a lo que hemos venido haciendo en los últimos 40 años al menos.
Ese, y así de largo es el proceso de democratización. Se trata de una concatenación de eventos y de consensos políticos sucesivos, no exentos en algún momento, incluso, de regresiones, que se fueron sucediendo, a lo largo, como decía, de cuatro décadas.
Esa, decía, es una situación objetiva, y los datos que mencionaba, en el caso de Chiapas, Oswaldo, como esa concatenación de eventos, de transformaciones institucionales, es la mejor prueba en lo local de esto que ocurrió también a nivel nacional.
Y que contrasta, como decía, con esas, por cierto, naturales, no es que las esté criticando, simple y sencillamente las señalo, naturales tendencias del discurso político, de los políticos y de sus adláteres, de un mundo nuevo, o de un orden nuevo.
Que siempre ha sido, por cierto, si vamos a la historia de la teoría política, lo que ha sustentado un discurso legitimador de presuntos cambios. Es una mera legitimación discursiva.
Hoy hay un orden nuevo, hoy hay un mundo nuevo. Ya nació el mundo nuevo. Bueno, vamos a ver si es cierto. La historia enseña que muchas veces lo nuevo no tiene nada, vamos a ver. Dejemos que haya grandes transformaciones para resolver esos problemas.
Pero hay que distinguir el discurso de lo que realmente ocurrió, objetivamente, y piénselo ustedes, hoy la gran mayoría de las caras y de los actores políticos, con sus excepciones sin lugar a dudas, son los mismos que hace 20 años.
Hace 20 años el actual Presidente era un actor protagónico de primer nivel de la vida pública. Y quienes están en los partidos, o están en los partidos hoy de oposición son muchas, muchos viejos actores políticos que, por cierto, son los que articularon en buena medida, los protagonistas de estos pactos que fueron articulando el cambio político.
Nuestra clase política, y esto para hablar de la continuidad de la transición, a diferencia de lo que ha ocurrido en otros países, sobre todo aquellos en los que se ha presentado algunas rupturas políticas, no es una clase política completamente renovada.
No es como ocurrió en Italia cuando de repente un outsider, con lo que los italianos llaman “la caída de la primera República, y el nacimiento de la segunda República”. Un outsider como Silvio Berlusconi que nadie sabía quién era, de repente irrumpe en la vida política, y con él pues una serie de nuevos actores que desplazaron a los viejos políticos.
Piensen ustedes quiénes son los protagonistas, ahora que acaban de tener elecciones y están formando gobierno, pues de la vida política española. Quién era Suárez, perdón, Pedro Sánchez, quién era el de Podemos, Iglesias, hace 20 años.
Es más, vean las caras que hoy dirigen Inglaterra y piensen quienes eran hace 20 años. Digo, mejor ejemplo de que en México el proceso de cambio político es un cambio pausado y gradual, paulatino, creo que no podemos tener.
Y, sin embargo, ese cambio gradual, paulatino, pausado, es un profundísimo cambio político. Los invito en tres planos a pensar lo que éramos hace 30 años y lo que somos hoy.
Piénsenlo en el plano de nuestra Constitución, sí seguimos teniendo la misma Constitución de 1917, pero piensen en nuestra Constitución hace 30 años y piensen en nuestra Constitución hoy.
Estoy hablando de tres décadas, estoy hablando de 1989 a 2019, piensen cómo ha cambiado la Constitución en el ámbito de los derechos humanos, en el ámbito del sistema electoral, en el ámbito de la administración de justicia, en el ámbito del sistema representativo, en el ámbito del orden económico, de la relación iglesia-Estado.
Es más, hace 30 años no tenían reconocimiento legal las iglesias, constitucional. En el ámbito del sistema penal, del reconocimiento y protección de minorías, a derechos de minorías de distinto tipo, etcétera, etcétera, etcétera.
Hagan este ejercicio ahora en el plano de la vida política, y en el mapa de la representación política. Bueno, más claro no podría ser, lo anticipaba Oswaldo, hace 30 años teníamos un país monocolor, hoy tenemos un país cruzado por la pluralidad política.
Cuando digo monocolor digo que, de los 32 estados, o 31 estados entonces, todos tenían un gobernador y una mayoría parlamentaria surgida de un mismo partido. Era la época del partido hegemónico.
Hombre, ese que hasta sirvió de ejemplo lamentable a Giovanni Sartori para, digamos, ponerle nombre y apellido a su categoría en el sistema de partidos políticos, de partido hegemónico.
Pero piensen ustedes, lo decía Oswaldo, en el tema de la alternancia. La alternancia pasó en México de ser un concepto absolutamente abstracto, inmaterializable, a ser el pan nuestro de todos los días.
En los últimos cuatro años, de 2015 a la fecha, en las elecciones que han ocurrido bajo el ámbito del sistema nacional de elecciones, hemos tenido el periodo de alternancias a nivel municipal, a nivel congresos locales o diputaciones locales, a nivel gubernaturas, a nivel diputaciones federales, a nivel senadurías.
A nivel Presidente hemos tenido solamente una, pero es la tercera alternancia en las últimas cuatro elecciones que no tiene un parangón en un periodo igual de la historia de nuestro país.
Hoy hablar de alternancia, ya no es de una cosa abstracta, es hablar de algo, de una posibilidad real y concreta, lo cual, por cierto, no es otra cosa sino el hecho, la constatación de que en México no decide nadie quién los gobierna, nadie más que los ciudadanos mismos.
Si el voto no se respetara, si caemos en esta falacia que, no niego que ocurra, pero esta falacia de que “ah esta elección se resolvió porque se compraron los votos”, entonces que me explique alguien por qué ha habido alternancia.
¿Que no se supone que los votos los compra quien ejerce el poder y utiliza indebidamente recursos públicos, no sólo, pero en primera instancia?
Explíquenme por qué de 31 elecciones de gobernador, perdón de 33 elecciones de gobernador hemos tenido 21 alternancias en los últimos cuatro años y tenemos dos más enfrente, a ver qué pasa; 62 por ciento de índice de alternancia, digo, si las cosas no han cambiado, pues la verdad yo no sé, de veras creo que vivimos en mundos distintos.
Y piénsenlo ustedes en el ámbito, en tercer lugar, en el ámbito del diseño institucional y es aquí donde quiero aterrizar el tema de las autonomías y de los órganos electorales como órganos autónomos.
Y es que, en el diseño institucional, lo que ocurrió en estos últimos tres años son dos cosas, desde mi punto de vista. Primero, que lo que estaba en la Constitución desde 1917 e incluso antes, empieza a cobrar sentido; todo el régimen posrevolucionario, lo dice Carpizo, anuló la idea de la división de poderes, no porque no los tuviéramos, formalmente siempre tuvimos un Congreso que era elegido periódicamente, un Poder Judicial, distinto del Poder Ejecutivo.
De vez en cuando un juez osaba otorgar un amparo y eventualmente frenar la acción del Ejecutivo. Pero en términos generales, digo, lo dice Carpizo de una manera ejemplar, nítida en el presidencialismo mexicano pues lo que teníamos era la hegemonía de un solo partido político y la división de poderes, si bien formalmente se cumplía, en los hechos era algo que estaba completamente diluido.
Si no explíquense ustedes por qué los ministros de la Corte, pues un día amanecían ministros cuando en la noche anterior se habían acostado siendo Secretarios de Estado y dos días antes habían pedido licencia pues del Senado o de la Cámara para poder, en fin.
Hoy, la verdad, y lo que ha cambiado en estos 30 años es que la división de poderes cobró sentido.
El Poder Legislativo fungió, no sé si funja todavía, bueno eso es parte de lo que quiero acabar, con lo que quiero acabar, como contrapeso del Ejecutivo.
Y eso no es cierto, como algunos decían, que provocaba parálisis. Recuerdo a Giovanni Sartori viniendo a México y decir: “cuidado es que ustedes pasaron de un híper presidencialismo a un hipo presidencialismo”.
El último texto de Jorge Carpizo, en vida, es un texto publicado en el Boletín de Derecho Comparado del Instituto de Investigaciones Jurídicas, en donde da cuenta cómo justo cuando se acabaron las mayorías calificadas, en México entramos en el proceso más acelerado de cambio constitucional de nuestra historia.
Nunca se había cambiado tantas veces la Constitución, como cuando dejó de haber una mayoría predefinida en el Congreso, digo, pues claro, se activan otros resortes, los de la negociación. Digo en el pasado, digamos, del partido hegemónico, por pura cortesía pasaba los proyectos de reforma constitucional a la oposición.
Hoy ya no, incluso hoy en el Senado se tienen que mediar y eso es algo normal en la vida política, pero por el otro lado, también se transformó radicalmente el plano institucional con el surgimiento, justo en este periodo, en estos 30 años de los organismos constitucionales autónomos.
En todo caso, la nueva realidad institucional no tiene nada que ver también por estas dos razones, con el México de hace tres décadas.
Ahora bien, como decía, si los órganos autónomos no son una particularidad exclusiva del Estado constitucional democrático de derecho, mexicano, sí en México tuvieron y tienen todavía un rol y unas características muy particulares en nuestro país.
Sí, en efecto, siguen la lógica de aquellos tres principios que mencionaba al inicio de esta charla, pero en México tienen y adquirieron, por nuestra historia y por las características de nuestra democratización, un rol particular.
Todos, sin excepción, todos, sin excepción, tienen a su cargo funciones que originalmente estaban en la órbita del Ejecutivo, no del Legislativo y no del Judicial. Todos implican sustracciones paulatinas de atribuciones desde el Ejecutivo a otras instancias públicas, fuera de los poderes.
No estamos hablando de un reequilibrio entre poderes, funciones ejecutivas que se transfieren al Ejecutivo, o al Judicial, no. Son funciones que se le sustraen al Ejecutivo para conferirlas a estos órganos que son públicos, que son del Estado, pero que no están dentro de las órbitas de los poderes tradicionales.
Y todas estas características o buena parte de éstas, si ustedes retoman el libro de Carpizo, eran o se traducían o se ejemplificaban en estas, digámoslo así, funciones que eran como puentes, esos puentes que estaban entre las funciones constitucionales y las funciones meta constitucionales, según las definía Carpizo.
En el nacimiento paulatino de los organismos constitucionales autónomos, pues, significó una apuesta particular por desmantelar el sistema autoritario que caracterizó al presidencialismo mexicano emanado de la Revolución.
Y en eso sí somos distintos quienes encabezamos, o sea los órganos constitucionales autónomos, en México, de esas agencias autónomas que, como decía, existen en el ámbito del Derecho Constitucional desde hace más de un siglo, o desde hace casi un siglo.
Para decirlo en palabras de Diego Valadés o utilizando por lo menos una idea de Diego Valadés, los organismos constitucionales en México, son el resultado de una ingeniería constitucional y política para controlar el poder.
Y de nuevo, aquí se evoca esa naturaleza que es coincidente con la lógica misma que ya generaba Oswaldo y que yo reiteraba, de constitucionalismo moderno. Es decir, el check and balance, los controles y los equilibrios en el ejercicio del poder público.
Y es que esto ocurre con todos los organismos constitucionales autónomos, si lo piensan ustedes. Voy más o menos en tiempos, aunque, digamos el, no, no en tiempos de la conferencia, en tiempos de su surgimiento. Ya sé que voy retrasado.
El IFE, luego INE, pues era una función que antes tenía la Comisión Federal Electoral, que era un órgano desconcentrado de la Secretaría de Gobernación, por cierto, presidido por Bartlett al igual que la CFE hoy, nada más que ésa es otra CFE, no es la electoral, sino la Comisión Federal Electoral, hablando de cómo los actores políticos son los mismos.
Digo y, a pesar de eso, el cambio ha existido, quiero decir. O sea, pero no hablemos, no hablemos de rupturas porque rupturas tampoco las ha habido y eso es parte de nuestra propia transformación política.
Piensen en el Banco de México, principios de los años 90. Quién tenía la función del control de la inflación y de la regulación cambiaria y la expedición del papel moneda, en los años 80, pues la Secretaría de Hacienda.
Piensen en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, es más, piensen cómo nace la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, nace también con Jorge Carpizo en primera instancia, en 1989, como un órgano desconcentrado de la propia Secretaría de Gobernación y, a la postre, la autonomía constitucional le arrebata de la órbita del Ejecutivo esa función de garantía de los propios derechos humanos (inaudible) fuera lógico que este órgano vigile al principal violador, por su propia naturaleza, no porque lo sea per sé, de los derechos humanos que es el órgano Ejecutivo, no es el único, pero es el primero y normal, natural, potencial violador de derechos.
Piensen ustedes en el IFAI y luego en el INAI, las políticas de transparencia, pues en un primer momento eran políticas internas del propio Poder Ejecutivo. Piensen ustedes en la COFECE, quién era el que determinaba, digámoslo así, o juzgaba para otorgar, por ejemplo, concesiones o permisos, la cuestión, el artículo 28 constitucional, a propósito de la prohibición de los monopolios, que no es nuevo ¿eh? que ay esto es neoliberalismo ¡no!
La prohibición de los monopolios viene desde 1917. Piensen ustedes en el Instituto Federal de Telecomunicaciones, quién otorgaba las concesiones, pues el propio Ejecutivo y se consideró que alguien más tenía que hacerlo y así sucesivamente. No hay un solo órgano constitucional autónomo que no tenga sus atribuciones extraídas del propio Poder Ejecutivo.
Y esto, hablando de autonomías, provoca una natural tensión de los órganos constitucionales autónomos con el poder. Hace algunas semanas, en el Instituto de Investigaciones Jurídicas, un joven investigador, brillante investigador, cercano, digámoslo así, al nuevo centro gravitacional del poder ¿no? decía: “ah, ahí está la prueba de la mala leche del INE frente al nuevo gobierno”. ¿Por qué? Porque tú dices que tienen que ser, que su naturaleza es la de ser incómodos del poder.
No yo le decía: a ver yo no digo, no decía naturaleza, que ustedes son incómodos para el poder y deben ser incómodos para el poder. Le decía, perdóname camarada, yo sí puedo no serle incómodo al poder, mejor, de hecho, creo que el INE es el órgano constitucional autónomo que más convenios ha firmado con este gobierno. De hecho, estamos para ayudarnos, aunque seamos autónomos y ahorita voy a una reflexión en ese sentido.
Pero no es que nosotros queramos ser incómodos para el poder, es que la propia naturaleza de los órganos constitucionales autónomos es la de estar en una tensión con el poder y, en primer lugar, con el Poder Ejecutivo (inaudible).
Por eso, decía, en México los organismos constitucionales autónomos adquieren una característica particular que sí tiene que ver con la autonomía técnica, sí tiene que ver con la autonomía en términos de división de funciones, de distribución del trabajo, pero tiene que ver con una función esencialmente política que no podemos obviar y esto implica, o a implicado y aquí empezamos a entrar en temas delicados, la necesidad de ese blindaje en términos políticos para los organismos constitucionales autónomos en tres dimensiones:
El que tiene que ver con el nombramiento de sus titulares, porque un órgano constitucional autónomo en el papel, si es capturado políticamente en términos de la designación de quienes ejercen esa función, pues entonces se diluye en su naturaleza.
Un blindaje político en términos financieros y un blindaje político en términos de la profesionalización del cuerpo de funcionarios que desarrollan esa función Y son tres ámbitos que son particularmente sensibles, cuando hablamos de autonomía.
Es decir, me atrevería a decir incluso que las tres patas de la autonomía de un órgano constitucional autónomo son precisamente éstas: el nombramiento de los titulares, la autonomía financiera; es decir, la capacidad de no depender financieramente de alguien más y su profesionalización.
Paso al tercer gran tema de autonomía electoral. Oswaldo ya me ha hecho gran parte del trabajo, así que no me detengo demasiado, digámoslo así, en esta evolución más que señalando algunas etapas en términos, digamos de cómo se fue consolidando esta autonomía.
A propósito de estos tres temas que he mencionado, que son parte del blindaje político de la autonomía de un órgano constitucionalmente autónomo.
Y es que no hay que olvidar que justo el nacimiento del IFE, en su primer momento, y aquí sí antes de que nacieran los institutos estatales electorales, si ustedes recuerdan, tenía como uno de los principios constitucionales de la función electoral el de la profesionalización, luego éste se quitó de la Constitución, porque se asumió como parte de la naturaleza de sus órganos, pero en un primer momento, tan este tema era fundamental que se puso incluso como un principio constitucional.
Un segundo plano tiene que ver con romper la capacidad de decisión de los actores políticos al interior de este órgano. La revisión del IFE en un primer momento de su historia es particularmente interesante para ilustrarlo
El IFE nace, sí, con una especie de sustracción de estas atribuciones de la Comisión Federal Electoral, pero el primer IFE, el IFE de 90 a 94, es un IFE en donde la presencia partidista sigue siendo determinante, claro no es como la Comisión Federal Electoral de Bartlett, la que realizó la elección de 1988 en donde la integración era el Secretario de Gobernación, un senador elegido por el Senado, no podía ser más que del PRI, porque no había senadores de oposición, y un diputado elegido por la mayoría en la Cámara de Diputados, adivinen quién tenía la mayoría en la Cámara de Diputados, bueno pues eran tres priistas.
Y para los jóvenes, sí Bartlett alguna vez fue priista. Y luego integración partidaria, a partir de la proporcionalidad de votos y esto llevó a que una Comisión Federal Electoral, de 31 integrantes, tuviera 16 representantes del PRI que tenían derecho a votar; es decir, el PRI, incluso si Bartlett si el diputado y el senador votaban en contra, controlaban la Comisión Federal Electoral.
Esto se mantuvo en la primera etapa del IFE, aunque claro se introdujo esta figura de Consejeros Magistrados que es como el antecedente de los Consejeros Ciudadanos, de ustedes, en su momento en 1994, pero los partidos seguían teniendo una representación plural y votaban en el Consejo.
El cambio importante aquí se dijo justo en 1994 y no es casual que fuera esa reforma la que sustentó el surgimiento del órgano electoral en Chiapas, en donde incorporó la figura de los Consejeros Ciudadanos, porque si bien es cierto que el IFE todavía no era plenamente autónomo porque seguía siendo presidido, como lo decía Oswaldo, por el Secretario de Gobernación, también es cierto que por primera vez, la componente ciudadana tuvo una mayoría de votos al interior de los equilibrios del Consejo General.
Porque a partir de 1994 en el IFE, los partidos políticos perdieron el derecho de voz, perdón de voto, mantuvieron sólo el derecho de voz y, por lo tanto, son una representación unipersonal y aquí le pido una disculpa, solamente los veo muy serios, así que si me permiten, a los representantes de los presidentes de los partidos políticos, permítanme un, con la cortesía respectiva, con mucho respeto como se dice hoy, pero permítanme plantear: hay veces en los que decimos híjole devolvámosles el derecho de voz y quitémosles, perdón de voto y quitémosle el de voz ¿no? Estoy bromeando, por supuesto.
Pero la lógica ahí fue sacar, despartidizar las decisiones de los órganos electorales y aunque el Secretario de Gobernación votaba, los dos senadores para entonces, el de mayoría, el del partido mayoritario y de la primera minoría y los dos diputados igual, el del partido mayoritario y el de la primera minoría, votaban.
Había seis Consejeros Ciudadanos que, si votaban en bloque y así votaron en 1994, eran la mayoría en el Consejo. Además, Carpizo tuvo la enorme visión de decidir no votar en las decisiones cruciales, en las decisiones divididas y solamente apoyar cuando había unanimidad en las decisiones, como por ejemplo el voto razonado sobre el Padrón Electoral.
Con lo cual la mayoría de ese componente ciudadano ya prefiguraba esa autonomía que dos años después se concretaría con la salida en definitiva del Secretario de Gobernación.
Y, sin embargo, la historia no es lineal y en 2003 el nombramiento de la renovación del Consejo General del IFE tuvo como consecuencia que, por primera vez, no se respetaron los acuerdos entre los partidos, entre los partidos principales para generar consensos y con el consenso de sólo dos fuerzas políticas se nombró un Consejo General, justo el que arbitró la elección de 2006, justo ésta que perdió, por nada, el partido que había sido excluido de esos consensos.
Y aquí, empezamos a tener un primer viso, de esto que mencionaba, que es bien delicado, que es la participación de los órganos electorales.
Con el paso del tiempo, esto llevo justamente a establecer ciertas reglas para la designación de los Consejeros del IFE, primero, y del INE, después, que han vuelto ese procedimiento sumamente abigarrado.
¿Cómo funciona hoy? El próximo año se renovará a cuatro miembros del Consejo General del (IFE) sic, y tendrá que activarse este procedimiento a menos que se cambie la Constitución en el camino.
¿Cómo funciona? Bueno las fuerzas políticas consensuan un grupo técnico, que es un grupo que evalúa a quienes levantan la mano para intentar ser Consejeros y proponen a la Cámara de Diputados, quintetas, para cada cargo vacante, de donde los Diputados, por mayoría calificada, tienen que nombrar a quienes integramos el Consejo General.
Y a partir de 2014, esto que mencionaba Oswaldo, la idea de sustraer este dejo de politización en los Organismos Públicos Locales Electorales, le confirió al Consejo General del INE, la atribución de nombrar, en el contexto del Sistema Nacional de Elecciones a los Consejeros de los Consejos Generales de los propios OPLE.
¿Y en el ámbito local, qué paso? Oswaldo ya anticipaba un par de cosas, como finalmente desde lo local se fue construyendo, ensayando buena parte del modelo institucional autónomo, que luego derivó en 1996 en el propio Instituto Federal Electoral.
No fue Chiapas el primer órgano constitucional, el primer órgano independiente, el primero órgano autónomo en el plano local, porque están los antecedentes de Baja California y San Luis Potosí, que, si bien es cierto, también como el de Chiapas, tuvieron que seguir un proceso de cambio y transformaciones paulatinas.
Lo que quisiera señalar aquí es algo virtuoso, que con el modelo actual, sí se perdió, y es que el modelo derivado de 1990, apostaba por la coexistencia de 32, 33, si se toma el federal, sistemas electorales, que, si bien tenían puntos de conexidad, también tenían esferas de oportunidad, y aquí si destaco, honrando, digamos esta evolución institucional el Chiapas, digamos, como desde lo local, muchas veces ensayaron con el surgimiento en 2004, por ejemplo, de la Comisión de Fiscalización Electoral, modelos institucionales que en buena medida anticiparon muchas de las cosas que ocurrirían en el plano nacional.
Y eso era virtuoso, el caso de Coahuila por ejemplo también, con una serie de decisiones a propósito de la diferencia de los gastos de campaña, hablaba digamos, de una vital e interesante, digámoslo así, dinámica subnacional que estaba, recorría paralela a la federal.
Y, sin embargo, también es cierto que esta dualidad, provocaba una serie de disparidades, de, algo que no me gusto y lo quiero confesar de la reforma 2014, es que metió a todo lo local en un mismo costal, como si Chiapas, Nayarit, Baja California, Coahuila, la Ciudad de México, fueran exactamente lo mismo, bajo una narrativa generalizadora, de que, en lo local, teníamos graves fallos en el funcionamiento electoral y, por lo tanto, había que homogeneizarlo con lo federal.
Es cierto, o esto es una verdad a medias como suelen ser todas las generalizaciones, es cierto que, en algunos estados, vivíamos una precariedad institucional y una subordinación, más allá del diseño constitucional como entes autónomos, de los órganos electorales respecto del poder político.
Es más, después de 2014, y de la designación por parte nuestra, del INE, de los Consejeros, de los órganos locales, hemos visto, y esto en muchas ocasiones tan documento que hasta ha sido, acá nutrido, acuerdos de atracción o de asunción por parte del Instituto Nacional Electoral.
Déjenme decirlo así, situaciones anómalas que ponen en vulneración la cuestión de la autonomía, y aquí entro a la parte final, a propósito, por cierto, de los desafíos, porque este tema es el puente entre estos dos ámbitos. Y es que uno de los puntos de mayor vulnerabilidad de la autonomía, tiene que ver con eso una de las tres características que mencionaba que requiere el propio funcionamiento de un órgano que está por fuera de los poderes y tiene que ver con el financiamiento.
Hoy tenemos documentado, y de hecho muchas veces el órgano electoral tiene que intervenir para apoyar, digámoslo así, la generación de recursos adicionales que son indispensables para el funcionamiento de los órganos autónomos, como esas viejas prácticas, y eso ya está documentado, mediante las cuales, el financiamiento de un órgano autónomo sirve para llegar hasta mediados del año, agosto si te va bien, y a partir de entonces, el órgano autónomo está constreñido a vivir de ampliaciones presupuestales que tienen que ser solicitadas a las instancias de finanzas locales, de los gobiernos locales.
No estoy diciendo que esto ponga, que en automático cercene la autonomía, pero también lo digo con todas las letras, cuando se tiene este tipo de dependencia, por decirlo lo menos, está puesta la mesa para que se generen los peores incentivos, en términos del respeto y la deferencia que las autonomías requieren.
No es el único caso de intento de intromisión, intento de captura por la base de presiones políticas.
A mí me dicen, oiga, ¿es bueno o malo que haya presiones para los órganos autónomos?, miren por la propia naturaleza, que acabo de describir, las presiones denlas por descontadas, esas van a ocurrir, son parte de la propia esencia con las que tiene que convivir un órgano constitucional autónomo. Lo malo no es que haya presiones, probablemente son indeseables, son inmorales, habría que ponerlas ahora que se está trabajando en una Constitución moral, ¿no? como una conducta indebida, pero pues la moral, ya sabemos a qué ámbito pertenece, no pertenece al ámbito público.
El problema no es que haya presiones, el problema es cómo se comportan los órganos constitucionales respecto de las presiones, y aquí también vemos una heterogeneidad de comportamientos. Y yo sé que hay presiones que luego son canijas, después de cinco años presidiendo el INE a mí no me vienen a contar de presiones y demás.
Pero eso implica también asumir, que la defensa de autonomía, hoy, por cierto, y estoy pasando a la parte de los desafíos, es la defensa del Estado constitucional y democrático de derechos. Y aquí he estado haciendo a lo largo de estos minutos tal vez de manera exagerada, una referencia a la lógica conceptual que está detrás de las autonomías, no es por otra cosa sino precisamente porque quiero terminar, haciendo, digamos, enfatizando la importancia, no sólo del blindaje constitucional e institucional, sino de la actitud en términos de la defensa de la autonomía de quienes detentan la titularidad de un órgano autónomo.
Termino con algunos temas que tiene que ver con estos desafíos. El primero, creo que el país está viviendo un proceso de muchos cambios políticos, pero, esos cambios políticos no nos tienen que hacer olvidar ni de dónde venimos, ni de lo que hay que defender para que mantengamos esto que ha sido la puesta plasmada en la Constitución, que nos ha traído este proceso de democratización que significa el Estado constitucional democrático de derecho.
El poder es canijo, y cuando la sociedad decide depositar, con tanta intensidad el poder en un lado de la balanza, creo que es una responsabilidad de todos, primero por supuesto antes que nadie de quien detentan el poder, de no revertir este orden, que por cierto fue la condición para que, por cierto, pudieran llegar por la vía democrática al poder.
Una autocontención en el ejercicio del poder siempre es indispensable, aunque no se trata de una autocontención moral, se trata simple y sencillamente de un apego, a eso que ha sido uno de los principios del constitucionalismo moderno que es el principio de legalidad.
Pero, además, creo que hay que entender, todos, el nuevo tiempo que tenemos, y no es fácil entenderlo.
Yo veo, como decía, esta brújula dando vueltas, en términos incluso de la academia, y es que, con mucha facilidad se dice, por ejemplo, “hombre es que, con estas mayorías, volvimos al México de los años 70”, y perdón, así como antes criticaba los (inaudible) también critico hoy, ahora a los tremendistas, digamos, ¿no? O simplificadores, hay una cosa que ocurrió en el inter, es cierto, hoy hay una mayoría blindada en el Congreso, cosa que no pasaba desde hacía muchísimo tiempo, pero también es cierto que esta es la primera vez que esta mayoría se construye en un contexto democrático.
Antes de 1996 no teníamos las condiciones democráticas, y eso es lo que suele pasar en una democracia, por la vía de los votos, alguien puede tener una mayoría, digámoslo así, de la capacidad de acción política, y se vale.
Claro aquí se encienden las alertas de Tocqueville, que, desde la democracia en América, nos decía cuidado, porque la principal amenaza para una democracia, es la democracia misma, es la tiranía de las mayorías, la omnipotencia de las mayorías, las llamaba Tocqueville.
Y aquí de lo que se trata es que las mayorías se conduzcan conforme a eso, que se ha pensado, como una, un dique para la acción de las mayorías, de estas o de otras, no importa, pero entender esto no es un asunto menor, es que no se puede simplificar diciendo, volvimos al pasado, claro que no, México es un país democrático y justamente hemos pasado por un largo proceso que aquí he tratado de describir.
Ahora bien, creo, lo señalaba Oswaldo, que uno de los desafíos que enfrentamos los órganos constitucionales autónomos, tiene que ver con la concepción de la confianza.
Construir confianza es un proceso lento, paulatino, gradual, en donde los logros se miden micra a micra, pero es muy fácil perder confianza, por eso la actuación de los órganos constitucionales autónomos, particularmente los electorales, que administramos, digámoslo así, el conflicto ´político, que es algo muy delicado, requiere una asunción de que la confianza no cae desde lo alto, así como la autonomía tampoco cae desde lo alto y se trabaja y se construye, se defiende día a día, la confianza también se tiene que construir día a día, paso a paso, en un proceso, decía, muy complicado y que es fácilmente reversible.
La historia de las autoridades electorales en la última década y media, pues es el mejor ejemplo de como ocurre esto, hombre, después de 2003, el Instituto Federal Electoral vivió el proceso más virtuoso, más amplio de confianza ciudadana, y después de un mal procesamiento, digo yo, en primera instancia del discurso público, después de 2006 esta confianza se cayó, dicho en otras palabras, la confianza se construye con explicación, no se gana gratuitamente ni, digámoslo así, inercialmente.
Por eso, he insistido, que los órganos electorales tenemos que convertirnos en maquinarias pedagógicas que expliquen funcionamientos y procesos en ocasiones tan técnicos, tan especializados, tan incomprensibles para el común de los ciudadanos, que requieren un proceso de explicación y estoy convencido que parte de la virtud de la elección de 2018, fue que logramos explicar conjuntamente, los órganos locales y el órgano electoral nacional, como nunca la elección.
Y termino con una reflexión, hoy los órganos constitucionales autónomos enfrenamos, desde mi punto de vista, dos grandes riesgos, déjenme decirlo así, para la autonomía y no estoy hablando de los órganos electorales mexicanos en específico, estoy hablando de los órganos autónomos en general, en México y en el mundo, y los órganos electorales en México y en el mundo.
El riesgo para la autonomía que viene desde fuera de los propios órganos, desde los distintos poderes políticos, económicos, sociales, que son poderes, digámoslo así, que intentan la captura o la supresión o la injerencia indebida en la vida de los órganos autónomos.
Pero hay otra dimensión que a veces olvidamos, porque esto es como muy evidente, hay una injerencia de la autonomía cercenando el presupuesto, hay una injerencia de la autonomía a partir de los nombramientos, hay una injerencia de la autonomía vulnerando la profesionalización, lo que sea.
Pero hay otra dimensión que a veces hay que reflexionar y que pasa, digámoslo así, muchas veces, sin ser vista que es el riesgo desde dentro. El riesgo de la claudicación de los órganos autónomos de cumplir, justamente, autónomamente su función técnica.
El riesgo por un lado de la intromisión indebida desde fuera, es riesgo de ceder la plaza desde dentro, de la condescendencia respecto del poder, cuya naturaleza, la de los autónomos que es la de controlarlo, y no es un asunto menor, sobre todo si vemos el panorama internacional.
Hay casos, en los que la propia autonomía no se socaba desde fuera, sino se socaba desde dentro.
Y creo que 25 años del Instituto Electoral de Chiapas, el hoy, IEPC, es un buen pretexto, no solamente para reflexionar desde dónde venimos, sino como en un estado que tiene una enorme complejidad a la par de la belleza, de la riqueza y digámoslo así, de su vocación histórica, implica como punto de referencia para el país, así como, y termino como comenzó Oswaldo, la historia de la institucionalidad electoral en Chiapas, es un punto de referencia a nivel nacional.
También es cierto que, este es un bastión, particularmente, importante, el Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana de este estado, en esta lógica de revindicar o defender las autonomías, desde dentro y desde fuera, en tiempos complejos para la democracia, y no hablo de la democracia mexicana, sino de la democracia a nivel internacional.
Muchísimas gracias.
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