VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL CONSEJERO PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL, LORENZO CÓRDOVA VIANELLO, EN LA INAUGURACIÓN DEL SEMINARIO “POLÍTICA Y ELECCIONES EN TIEMPOS DE DESINFORMACIÓN: RIESGOS Y RETOS PARA LA DEMOCRACIA”, REALIZADO EN EL AULA CENTENARIO DEL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS DE LA UNAM
Muchas gracias, muy buenos días a todas y todos.
Es un verdadero gusto y honor estar en mi casa, en el Instituto de Investigaciones Jurídicas, inaugurando un espacio que, como ya anticipaba Edison, es la dimensión pública de un panel que a lo largo de dos días llevó a expertos, a autoridades electorales, a funcionarios interamericanos, a responsables de la gestión de redes sociales en el ámbito latinoamericano a discutir de un fenómeno que constituye, sin lugar a dudas, uno de los retos más importantes.
Agradezco muchísimo pues, al Instituto de Investigaciones Jurídicas, a nuestra Secretaria Académica, a nuestro Director, a Flavia Freidenberg y a Jesús Orozco, como responsables académicos, la posibilidad de tener este espacio para abrir públicamente, digamos, una discusión que hasta ahora fue una discusión de expertos que preferimos tenerla en una lógica más cerrada para poder construir un documento que, es responsabilidad de la Relatoría Especial de Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que dirige nuestro amigo Edison Lanza, como una serie de lineamientos, de parámetros, de directrices que no son otra cosa sino recomendaciones para enfrenar lo que constituye uno de los fenómenos más desafiantes de las democracias en nuestros tiempos.
En efecto, las democracias hoy enfrentan una gran diversidad de retos para consolidar e incluso preservar algunas de sus instituciones y normas fundamentales, uno de esos retos tiene que ver justamente con el papel que tiene la información o la desinformación, no porque sea un fenómeno novedoso, la desinformación es tan vieja como la política y es tan vieja como la democracia. En los tiempos clásicos le llamaban demagogia, hoy, digamos, con una serie de neologismos le llamamos desinformación o noticias falsas.
Y estos son los grandes desafíos que, por cierto, que nos impuso la innovación tecnológica, concretamente la irrupción del Internet y de las redes sociales en la vida pública y privada.
Ninguna democracia consolidada o en proceso de estarlo está exenta a esos desafíos, en el mundo entero la vida pública y, en particular, la vida electoral, como un momento delicado, como un momento particular, como el momento que encarna ese miserable expediente técnico, como lo decía Ortega y Gasset, sin la cual una democracia no es tal; es decir, las elecciones están involucradas en la vertiginosa y cambiante dinámica de la era digital.
La velocidad con la que fluye la conversación en las redes, su volatilidad, el uso de plataformas digitales por parte de partidos y autoridades, la facilidad que se tiene para distorsionar imágenes, noticias, y la forma en que las redes pueden contribuir a posicionar o al revés, a minar, a instituciones y actores políticos, son desafíos transversales que impactan la entera vida pública, la vida privada también, y por supuesto, en el ámbito social, la organización especifica de las elecciones.
Me gusta siempre decir, porque además estoy convencido de ello, que erraron; quienes hace algunos años, con la irrupción del mundo digital, con la irrupción de las redes sociales, anticiparon como una consecuencia natural de dicha irrupción, la conversión de la democracia tal como la entendíamos en una E-democracy, en una democracia digital.
Las redes sociales no son per se, necesariamente, instrumentos democráticos. Las redes sociales son poderosísimos mecanismos de comunicación, que en efecto ha horizontalizado la posibilidad de transmitir, con una velocidad vertiginosa mensajes y, eventualmente, multiplicarlos.
Pero la democracia no es solamente una cuestión de medios, es una cuestión de reglas, y también es cierto que más allá del (inaudible) y es parte de la difusión de las reglas que las propias redes sociales han establecido hoy se está discutiendo en el mundo si tiene que haber una regulación externa distinta a la autorregulación.
Y el mejor ejemplo de que las redes sociales no son sinónimo de democracia, es justamente lo que pasó en los países de la, así llamada, “Primavera Árabe”; en donde gracias a las redes sociales, entre otros mecanismos, entre otras herramientas, entre otros fenómenos, cayeron, como fichas de dominó, una tras otra, todos los regímenes autocráticos de esa zona del mundo.
Las redes sociales, permitieron convocar, espontáneamente, manifestaciones de protesta, muchos antes que el aparato autoritario de esa (inaudible) pudiera tener capacidad de respuesta. Y es gracias a las redes sociales, repito, no es la única razón, pero es gracias a las redes sociales, que varias autocracias en el mundo cayeron.
Bueno, hoy, a pesar de que Túnez se constituye como una especie de punta de lanza para democratizar a la región, ninguno de los países de la “Primavera Árabe” es una democracia a pesar de las redes sociales.
Creo que es un buen ejemplo plástico de cómo las redes sociales en automático no generan democracia. Claro, el problema es qué hacemos los regímenes democráticos para enfrentar este nuevo fenómeno, que es un fenómeno inevitable, y puede, si es bien conducido, ser funcional para la democracia.
Porque creo que sería un error asumir que las redes sociales son antítesis de la democracia, tan grave como asumir que las redes sociales en automático generan democracia.
Ese es el dilema en el que nos encontramos los sistemas democráticos y que, repito, nos afecta a todos con independencia de su edad, de su consolidación, de su estado de salud.
Y en esta disyuntiva, en los tiempos recientes, este tema que se ha coloca como el tema, probablemente, de mayor centralidad en la discusión respecto del futuro de las democracias, ha encontrado distintos modos de aproximación.
Uno (inaudible) tentación (inaudible) y delicada de regular, en mayor o menor medida. Y el grado de regulación no es un asunto menor, como bien lo saben quiénes se dedican justamente a preservar uno de los valores fundamentales de la democracia que es la libertad de expresión.
Esta tentación, me parece que, si queremos encontrarle una expresión plástica, probablemente encuentra su expresión más acabada en lo que acaba de ocurrir hace algunos meses en Francia, una decisión de la Asamblea Nacional que ratificó, que validó una iniciativa del Presidente Macron que apuesta por enfrentar este fenómeno criminalizando a las noticias falsas.
En Francia hoy, y habrá que ver qué ocurre el próximo mes cuando habrá elecciones parlamentarias y será la primera vez que en Francia se aplique esta nueva normativa en un contexto electoral, quien emita una noticia falsa en el ámbito, en el contexto de una elección, quien difunda una noticia falsa, y la plataforma a través de la cual ésta se disemina si no la retiran en un plazo, que en Francia es de 24 horas, comete un crimen, comete un delito. Y aquí no quiero obviar porque es parte de la discusión del día de hoy, quién define que una noticia es falsa y quién no.
Hasta dónde una noticia es ejercicio de la libertad de expresión o una opinión, es un ejercicio de una libertad de expresión y hasta dónde estamos en la esfera de la ilicitud.
Será por eso que el año pasado, ante la elección más grande de la historia y la más compleja, en México optamos por construir, por seguir una ruta distinta en lo que podríamos considerar, tratando de encontrar modelos paradigmáticos ante esta disyuntiva, el otro modelo, el modelo, no el francés, sino el modelo mexicano, en donde el problema de la desinformación, pretendimos enfrentarlo no por la regulación, porque además si lo regulábamos lo teníamos que regular desde el INE y los que hemos aplicar la regulación y enfrentarnos al pequeño dilema de decir que la desinformación y qué lo que no lo era, éramos nosotros mismos, pero no fue un lavarse las manos, al contrario, fue apostar por enfrentar la desinformación a partir de la información.
Creo que estos dos modelos hoy son modelos en los que con distintos matices pueden ser como referentes en este difícil dilema que nos enfrentamos los sistemas democráticos que es cómo defendemos la democracia, con mecanismos democráticos.
¿Cómo defendemos la democracia sin una regulación que puede rayar en la censura, cómo defendemos la democracia, con más democracia y no echando mano de lo que son las prácticas y las herramientas de los regímenes autoritarios?
Termino diciendo una premisa y celebrando la disposición del Instituto de Investigaciones Jurídicas, siempre presente en estas discusiones de frontera y de defensa de la democracia, señalando lo siguiente: la evolución democrática de las sociedades no es un camino unidireccional, a la democracia no se llega y se queda indefinidamente en la misma, como lo enseña tristemente la historia, la democracia en muchas ocasiones muere hasta por sí misma.
Lo que quiero decir es que el camino a la democratización es un camino de ida y vuelta, y hoy las democracias se enfrentan ante estos, no es el único, pero estos desafiantes problemas como el de las redes sociales y de cómo hacemos para que las redes sociales sean funcionales a la democracia y no al revés, cómo el mundo digital logra, digámoslo así, ser funcional a la democracia y no es la arena en la que la misma se agota, implica asumir que la democracia también tiene caminos de regreso.
Y justamente eso implica asumir, por otro lado, que la democracia es una construcción colectiva e implica una serie de corresponsabilidades, por cierto, esas son las conclusiones a las que llegamos en la redactaría de estos dos días, como se comentará más adelante.
Construir la democracia, que la democracia funcione, implica corresponsabilidades de múltiples actores, sí de las autoridades electorales, si se quiere en primera instancia, de los partidos políticos, de los candidatos, de los gobiernos, de los medios de comunicación, de la sociedad civil, de la academia. Todos tenemos un rol que jugar en la recreación de la democracia y creo, también, que todos tenemos un rol que jugar, no solamente para entender diagnosticar, sino también, para encontrar soluciones y confrontar los desafíos que hoy la democracia tiene, si no nos asumimos todos como corresponsables de la defensa de la democracia, mañana probablemente estaremos todos lamentándonos que no hicimos lo suficiente para defender la democracia cuando ésta, a veces imperceptiblemente, se nos va de las manos.
Pero vuelvo a insistir, no es un riesgo, no es una especie, digámoslo así, de intuición de premonición de mal agüero, es simple y sencillamente, enfrentar los desafíos que hoy tiene la democracia, aprendiendo de la que la misma historia de la democracia y la construcción de esta nos ha enseñado. Es una tarea, pues, de todos, es una tarea de la academia y por eso de nueva cuenta celebro muchísimo que Jurídicas hoy nos albergue en esta discusión.
Muchas gracias.
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