Intervención de Edmundo Jacobo, en la mesa 2 del seminario «Política y Elecciones en tiempos de desinformación: Riesgos y Retos para la democracia»

Escrito por: INE
Tema: Coberturas especiales

VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DE LA INTERVENCIÓN DEL SECRETARIO EJECUTIVO DEL INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL, EDMUNDO JACOBO MOLINA, EN LA MESA 2. REDES SOCIALES DIGITALES Y SU IMPACTO EN LA CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA, EN LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA Y EN LA AMPLIACIÓN DE DERECHOS, EN EL MARCO DEL SEMINARIO “POLÍTICA Y ELECCIONES EN TIEMPOS DE DESINFORMACIÓN: RIESGOS Y RETOS PARA LA DEMOCRACIA”, REALIZADO EN EL AULA CENTENARIO DEL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS DE LA UNAM
Muchas gracias Ramiro.

Edmundo Jacobo Molina, Secretario Ejecutivo del INE.

Primero, felicitar el evento, es un debate de gran relevancia y, pero que lo hemos venido dando por silos y estar sentado en esta mesa y con esta diversidad creo que es una gran oportunidad. Es muy raro, porque la discusión se da o entre el mundo académico, entre las autoridades, seguramente las empresas se reúnen para discutir algunos de sus parámetros, pero estar juntos con María Marván, como académica, y pues, representantes de las tres principales plataformas en el mundo sobre el cual corre toda esta información y, en mi caso, desde la autoridad electoral, creo que es una gran oportunidad y deberíamos multiplicar estos esfuerzos para, no solamente conversar entre nosotros frente a un espejo, sino, ver todas las facetas de un tema, por demás complejo.

Y siguiendo a Ramiro y pensado que es un tema muy complejo y tengo muy poco tiempo, permítanme leer lo que preparé para esta ocasión para tratar de centrar los temas que, desde mi punto de vista, algunos de ellos, no quiero ser exhaustivo, y no pretendo ser exhaustivo, son fundamentales para abordar el tema, y sobre todo el tema en particular de esta mesa.

Según IDEA Internacional en 1945 había 46 países cuyas opciones políticas se habían llegado al poder por la vía democrática. En 2016 IDEA reportó 132 países en esa misma situación.

Uno podría ver estos datos y pensar que la democracia avanza en el mundo, después de todo, la mayoría de los países tienen gobiernos que han accedido al poder por la vía democrática.

Sin embargo, estos datos son la cara atractiva de una crisis que no se advierte a simple vista si se reduce la democracia a su carácter electivo, no se necesita escavar muy profundo para encontrar en los años recientes una oleada de elecciones democráticas que han dado el poder a opciones políticas con planteamientos cuasi o profundamente antidemocráticos y autoritarios.

A continuación, algunos ejemplos: Donald Trump en Estados Unidos llegó a la Presidencia con un discurso racista, xenófobo; Macron en Francia con un discurso etnocéntrico convocando a los franceses para Francia a contrapelo de lo que había sido importante el papel de ese país para la integración de la Unión Europea; qué decir de Kurz en Austria, con un discurso expresamente xenófobo; de Duterte en Filipinas; de Bolsonaro en Brasil; Erdoðan en Turquía; Orbán en Hungría; Duda en Polonia; Maduro en Venezuela o Evo morales en Bolivia; haciendo constituciones a modo para perpetuarse en el poder.

Espero no tener que agregar a la lista a Zelensky, quien el domingo pasado fue electo en Ucrania, aunque todo indica, por los patrones de su campaña y sus primeras declaraciones, que se sumará a esta lista.

La elección de gobernantes como una de las formas más reconocidas de participación política nos da pistas cualitativas y no sólo cuantitativas sobre la calidad de la ciudadanía.

No es alentador en ese sentido observar a los ciudadanos votar en favor de líderes con propuestas autoritarias, racistas, xenófobas, que ponen en tela de juicio, no sólo el pleno ejercicio de sus derechos, sino los derechos mismos.

El fenómeno no es nuevo, pero esto de ninguna manera obliga a naturalizarlo, aceptarlo como un ciclo que se restaurará por sí mismo sin consecuencias a mediano o largo plazo.

Es un fenómeno que debe tomarse en serio, estudiarse, comprenderse ya que no sólo apunta novedades formas de convivencia, de interacción, de comunicación, sino que entraña eventualmente el riesgo de regresiones autoritarias.

Y cuál es la relación de todo esto con las redes socio digitales. Estas trajeron consigo un anhelo de información libre de intermediarios y libre de censura, lo que fue esperanzador en su momento. El acuerdo que generaliza la neutralidad de no intervención de los mensajes que se transmite en la red, pareciera ser uno de los más grandes logros en cuanto a la libertad de expresión.

Esta neutralidad de la red fue el origen de la esperanza y legitimidad que cobraron las redes sociales como un instrumento de exigencia, que ha ido permitiendo derrocar gobiernos, articular movimientos de indignación a nivel internacional, retirar funcionarios corruptos, entre tantas otras cosas. Con todo este potencial, se encendieron los focos rojos ante la evidencia del uso deliberado de las redes socio digitales, para influir en la opinión y en la conducta publica, generando, artificialmente, opiniones, (inaudible), pulsiones públicas.

El mercado de la atención, la ruta más clara para aumentar la rentabilidad de éstas plataformas, ha conseguido despertar de forma muy importante el interés del mundo, de la publicidad y la mercadotecnia, incluida por supuesto, la comunicación pública, esto ha generado lo que podríamos llamar la fiebre de los datos, información personal que describe: ¿quiénes somos? ¿qué queremos? ¿cómo consumimos? Y es vendida como publicidad focalizada.

Por cierto, abro aquí un paréntesis necesario, estamos además frente a un tema de protección de datos personales, si bien es cierto que la letra de aceptación de acceso a las diversas plataformas, consentimos que, para una mayor eficiencia en el servicio de las empresas, éstas visualicen nuestros quehaceres en la plataforma, lo que ha sucedido con esa información es que muestra nuestros patrones de consumo, gustos e incluso, aceptación o no a la información a la que estamos expuestos. Lo que conduce a que recibamos información de cada día más selectiva, acorde con nuestros gustos e ideas.

Esto, que ya de por sí es un tema per se, me preguntaría ¿en dónde queda nuestra exposición a lo distinto, nuestra exposición a los otros? Trae aparejado otro problema ¿quién y para qué propósitos, tiene acceso a esa información? Además de ser una invasión a nuestra intimidad, al focalizar los datos, las piezas que consumimos contribuyen a la trivialización, a la atomización de la sociedad contemporánea.

Es en esta lógica, que la búsqueda de conseguir volúmenes de votantes, lo que para todo fin práctico en la nueva jerga podemos llamar “conseguir seguidores”, tanto a las élites políticas como los medios de comunicación, se empeñan en la estrategia de hacer creer a todos, que su juicio es correcto ya demás compartido.

Esto si bien puede ser legítimo, al sobre simplificar y tomar tonos maniqueos, a viva las diferencias, confirma los prejuicios y como una de sus consecuencias menos deseables, polariza a la población; todos ellos fenómenos que empobrecen la recreación de la vida democrática, que ensombrece el panorama de construcción y calidad de ciudadanía.

Esta polarización además de ser un caldo de cultivo idóneo, para las conductas denominadas, dominadas perdón, por las emociones que llevan acciones irreflexivas, reducen el interés por los contenidos por las propuestas, por los argumentos.

Poco contribuye, si no es que desanda a la formación de una población informada, exigente y deliberativa como ideal de las actitudes esperadas de la ciudadanía en clave democrática. La polarización y la demagogia refuerzan una sociedad crédula, propensa al aplauso fácil de las soluciones simplistas que se ofrecen para problemáticas de muy alta complejidad.

A esto sumemos otros fenómenos recientes como los algoritmos aplicados a los patrones de consumo, las noticias falsas reproducidas sin control, las cámaras de eco, la microsegmentación que mencioné anteriormente.

El control de todos estos mecanismos para modificar las ideas de los ciudadanos consumidores, ha traído consigo lo que hoy conocemos como posverdad; son fenómenos que han influido en la falta de conocimiento del otro, en la falta de diálogo con los otros y podríamos decir con una lista larga de temas que, si bien es cierto, no fueron detonados en su origen por las redes sociales, para nadie pasa desapercibido que éstas han simplificado un entorno de veloz reproducción de los mismos y han dificultado de forma muy importante y en muy poco tiempo el trabajo pedagógico, de pedagogía pública en favor de la construcción de ciudadanía en un entorno democrático.

Miren ustedes, venimos de una sostenida y larga demanda por elevar la exigencia de calidad, veracidad, libertad en los medios que ahora llamamos tradicionales: la televisión, la radio, la prensa escrita. No ha sido un camino sencillo y ninguna batalla se podía considerar ya ganada en temas como la profesionalización de la actividad periodística o el combate a la censura; sin embargo, en medio de esa empresa todavía en marcha, nos sorprendió la emergencia de las redes socio digitales que han jugado un papel disruptivo y cardinal en la nueva configuración del fenómeno democrático y de construcción de ciudadanía.Pero como era de esperarse, la apropiación que rápidamente han conseguido de estas técnicas los actores de todo tipo, entre ellos los políticos, para influir artificialmente en el humor público, para ahuyentarlo, ha propiciado que el ecosistema mediático digital sea invadido, en la mayoría de los casos, desde el anonimato, con información tramposa, difamatoria, tendenciosa o multiplicada sin verificación, lo que disminuye de forma muy importante la calidad de la deliberación pública y, en consecuencia, la calidad de la participación ciudadana en democracia.

Desafortunadamente, la novedad del asunto, la desarticulación institucional, las dificultades para enfrentar el fenómeno como un complejo sistema, implica tensiones entre libertades y derechos, no ha permitido desactivar los impactos negativos que tiene este fenómeno en la construcción de ciudadanía.

Según cifras de la Red Internacional de Verificadores de Información, hoy en día 42 gobiernos despliegan acciones anti desinformación en todo el planeta; la mayoría proponiendo soluciones que criminalizan o están cerca de criminalizar la producción o reproducción de información falsa, el lenguaje de odio, o la intervención extranjera.

De éstos, sólo en tres gobiernos se han registrado acciones anti desinformación electoral. No está de más comentarlo, México no está en ninguna de estas listas; hay quienes defienden que debemos aminorar las voces de algunos para poder oír las voces delos demás. ¿Pero hacia dónde nos movemos nosotros? Parece haber una condena a la censura previa, sin embargo, es el Estado o quién el ente responsable de definir lo que es falso, engañoso o verdadero en los mensajes que circulan en las redes.

Esa es una idea incompatible con nuestras convicciones y avances en defensa de la libertad de expresión. ¿Será que debemos decantarnos por avanzar en el camino de la total apertura? ¿Apostar por el autogobierno de las redes socio digitales y asumir el riesgo que se incrementen los embates de desinformación deliberada, la confusión, la atomización, la banalización, la polarización, el cinismo?

La información como elemento fundamental para la construcción de democracias sólidas que empodera a la ciudadanía de su legítimo derecho a saber, a deliberar, y a exigir, no es un fenómeno relacionado sólo con los procesos selectivos, y eso es algo que debe decirse claro y debe entenderse bien.

Una ciudadanía que acude informada a las urnas no se conforma, no se hace en un proceso electoral, en una campaña, sino el ejercicio cotidiano y reiterado de los valores democráticos.

El fenómeno es lo suficientemente complejo para que la solución decaiga en sólo una de las partes. Si como ya lo dijimos lo que queremos es que prive la libertad sobre la censura se requiere la concurrencia de los involucrados.

Empresas, gobiernos, partidos políticos, autoridades electorales, organizaciones de la sociedad civil, periodistas, para conformar una fuerza que desarrolle las reglas básicas de operación. Por cierto, éstas deben ser muy pocas. Y sobre todo acciones compensatorias, permanentes, para nivelar los desequilibrios que se generan en las redes sociales, donde las prácticas de información deliberadamente confusas, sin sustento, pero con intencionalidad ideológico-política se han vuelto una forma normal de actuar.

Un buen ejemplo al respecto son las elecciones del año pasado en México en las que apostamos por combatir la desinformación con información desde la autoridad electoral y, por cierto, hay que reconocerlo, con una asociación muy exitosa con las plataformas digitales que hoy nos acompañan en esta mesa.

Que también ellos vivían en ese momento un momento de crítica global muy fuerte sobre el uso de sus propias plataformas. Ésta fue una afortunada coincidencia y espero que no solamente sea coyuntural, sino que se hable de la corresponsabilidad que tenemos en la conformación de esta nueva ciudadanía, o esta recuperación del espíritu democrático en las sociedades contemporáneas.

Así pues, todo parece indicar que el camino es fortalecer a la ciudadanía como sociedad crítica informada, no crédula, dotarla de herramientas que le permitan discriminar entre los contenidos que circulan en las plataformas digitales, es más, en cualquier plataforma de información.

Una reflexión adicional, no han sido pocos los que han dedicado su vida a entender, representar, o hacer metáforas, sobre una imagen seductora en sí misma, la serpiente que se muerde la cola, la mano que dibuja otra mano. Es la idea de la recursividad de que las cosas que empiezan y terminan en sí mismas.

Me pregunto si las empresas que administran las redes sociales, nosotros mismos vivimos en ellas una gran ventana de oportunidad de la democratización de la información y el libre debate informado, no vemos como un riesgo esas cualidades de absoluta libertad y no intervención que permitieron su crecimiento explosivo como la dinámica que los puede conducir a su desvanecimiento.

Es decir, ¿las redes socio digitales podrían ser esa serpiente que se muerde la cola? No tengo duda, combatir la desinformación, no abonar a la polarización, detener las cámaras de eco, promover la educación y la alfabetización digital son temas sobre los que debemos trazar políticas públicas.

 

Gracias.

 

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