“Sobre nuevos partidos”, artículo de Marco Baños, publicado en El Economista

Escrito por: INE
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Las organizaciones ciudadanas que decidan impulsar un nuevo partido político nacional tendrán este 2019 para cumplir los requisitos de ley. Es un procedimiento complejo que se abre cada seis años, requiere respaldo de afiliados, organizar asambleas dispersas en el país, acreditar que en ellas se comparten postulados específicos y reglas favorables a la democracia interna que finalmente permita a la agrupación el registro para competir en el sistema de comicios periódicos por cargos electivos y, si ya en elecciones logra al menos 3% de la votación, permanecer como alternativa en nuevas contiendas.

 Entre 1991 y el 2018 perdieron su registro 22 partidos nacionales, pero sus simpatizantes no están impedidos para reagruparse tratando de sumar voluntades. El Artículo 9 de nuestra Constitución reconoce el derecho de libre asociación y hay garantías en el diseño electoral para conformar institutos políticos, cumplido el ciclo de seis años, crear nuevas opciones que reflejen o actualicen la pluralidad vigente. Es una posibilidad para la población en general y ya no se necesita haber sido asociación política nacional registrada como un paso previo, pueden reunirse libremente personas en una organización ciudadana y buscar su registro como partido.

 Los nuevos partidos no necesariamente logran constituirse cuando se abre el proceso (después de la elección del 2006, ninguna de las organizaciones que lo intentaron obtuvieron registro), dependen siempre para existir de cumplir con el respaldo y requisitos de ley, aunque la convocatoria se activa en automático al término de sexenio, lo que garantiza que la pluralidad tenga salidas, puertas abiertas con certeza y no existan candados de perpetuidad en cuanto a sólo tener las opciones que ya estaban y nunca alguna distinta, como si fuera permanente la afinidad ideológica o programática que puede hoy estar con una fuerza y después ya no.

 Se trata de que existan cuantas opciones decida la ciudadanía, que haya opción de crear nuevas alternativas para electores que no se ven representados en el abanico de opciones con registro. Una democracia de dos o tres partidos en una sociedad con cinco, seis o más sectores de votantes con visiones diversas de país no sería lo adecuado porque esos sectores no se identifican con sólo dos o tres partidos.

 Si hay pluralidad de electores pero no de partidos, esa diversidad no estaría reflejada en instancias concretas por las cuales votar, por eso es fundamental que existan caminos para crear alternativas de participación. Las urnas modulan la dimensión que adquieren los partidos, el número que debe haber y la presencia mayor o menor de sus espacios en el poder público.

 Es verdad que no es fácil constituirse o mantenerse, pero los apoyos ciudadanos que se piden son razonables si consideramos, por ejemplo, que los dispuestos para candidaturas independientes son tres veces mayores a los de un nuevo partido que necesita respaldo de 0.26% del universo votante, mientras un aspirante a candidatura independiente 1% de ese mismo universo que hoy supera los 90 millones de electores.

 Este año está dispuesto para que las organizaciones que busquen ser partido desplieguen asambleas en al menos 20 entidades con 3,000 asistentes o en 200 distritos con 300 asistentes, además de una cifra global de al menos 0.26% de electores nacionales.

 Pronto sabremos si se suman nuevos partidos a la competencia electoral nacional o se mantienen únicamente los que ya existen. El derecho de libre asociación política es clave para la salud de los modelos de democracia en el mundo. Son los partidos políticos, pese a todas las fallas que se les vea (y tienen), instancias que permiten transformaciones pacíficas en los tableros de poder, porque es en su oferta de gobierno o representación legislativa donde se perfila el rumbo de país que puede satisfacer o no a las y los votantes antes de ser refrendado en nuevas elecciones. También puede decepcionarles y entonces revocado en las urnas y sólo ahí.

 Los sistemas de partidos no son perfectos pero son la única vía que ha logrado los cambios políticos democráticos sin estancos perpetuos, sin pretender que las ideologías o simpatías sean irrenunciables porque no hay de otra. Los partidos que existen pueden fortalecerse si las urnas reiteran el apoyo; pero si no, sí hay de otra, depende de la propia ciudadanía robustecer o acotar las alternativas.

Consulta el artículo en  El Economista.

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