Intervención de Lorenzo Córdova en la mesa: La Comunicación de Administración Pública en Tiempos Electorales

Escrito por: INE
Tema: Consejero Presidente

Bueno, muchísimas gracias.

Yo quiero comenzar con agradecimientos que son obligados y que siempre son, digamos, gustosamente ofrecidos.

El primero, a Pepe Carreño por la larga generosidad y acompañamiento desde el propio Fondo de Cultura Económica y antes, incluso, a las tareas institucionales y, bueno, a quienes, de manera modesta y marginal, si se quiere también somos autores del Fondo, muchísimas gracias querido Pepe y, por supuesto, a la institución, a nuestra institución, al Fondo de Cultura Económica por la invitación.

En segundo lugar, quiero hacer un par de felicitaciones, la primera, por supuesto al Fondo por el venturoso parto de esta nueva obra y a su autora, a su madre, por la presentación, por la publicación.

La verdad es un honor y un orgullo poder, bajo el pretexto de la presentación de esta obra en México, poder hacer algunas reflexiones respecto de la comunicación, de los temas del propio libro, de la comunicación y del proceso electoral recién terminado en nuestro país.

Y, en tercer lugar, quiero hacer una lamentación, no sé si fue una responsabilidad de no presionar suficientemente o cuestión de tiempos, porque nos habría venido muy bien que el libro saliera hace un año y, en consecuencia, poderlo poner en práctica durante el proceso electoral.

Digamos que ante esta orfandad tuvimos que conducirnos en el que al final del día fue el proceso electoral más grande de nuestra historia.

En el 2018 el INE enfrentó no solamente el proceso electoral desde el punto de vista técnico, organizativo, de sus dimensiones, la elección más grande y compleja nunca antes organizada; sino también, en consecuencia, de lo anterior, pero no sólo, también por una serie de factores contextuales, el que me atrevo a decir ha sido el reto comunicacional más grande de la historia de la democracia mexicana en su dimensión electoral.

El contexto en el cual tuvimos que organizar la elección y permítanme recordarlo porque, digamos, la vertiginosidad de la vida política y de las noticias, ¿no?, de la dinámica comunicacional en la era digital es de tal magnitud, que parecería que el proceso electoral y sus características, pues ocurrieron hace muchísimo tiempo, y creo que esto no deberíamos permitírnoslo, porque todo proceso electoral, no solamente para las autoridades, por supuesto, que lo son, pero por supuesto que para nosotros, sino para una serie de actores, partidos políticos, los propios contendientes, los gobiernos, por supuesto las universidades, pero también los organismos de la sociedad civil y los medios de comunicación, constituyen siempre, ineludiblemente, una, digámoslo así, un contexto sobre el que vale la pena hacer un corte de caja, porque si algo caracteriza a las democracias, es que las elecciones no son un hecho fatal, sino una, digámoslo así, un hecho de una recurrencia natural.

Y pensar en las próximas elecciones sin haber hecho un corte de caja y haber aprendido las lecciones de la elección, puede ser un gravísimo error, sobre todo ante la vertiginosidad que hoy está planteando una serie de cambios electorales que se están haciendo sin haber hecho el corte de caja respecto de lo que la elección nos dejó como lección y consecuentemente como necesidades.

Creo, pues, que esta es una oportunidad valiosísima, la primera de muchas, para poder recapitular desde la dimensión de la comunicación con el mejor pretexto que podría haber el libro de María José, digamos, cómo se tuvo que enfrentar ese desafío, olvídense del tema organizativo, no es materia de esta mesa; olvídense del tema político no es materia de esta mesa, sino sí desde el punto de vista comunicacional.

Creo que para contextualizar ese desafío vale la pena recordar, repito, algunas cosas:

Fuimos a la elección más grande de nuestra historia, no solamente por el número de cargos a elegir y esto implica, evidentemente, una disputa por el poder política inédita en nuestro país, sino también, por las cifras elementales, tuvimos el Padrón Electoral más grande de nuestra historia, el número de potenciales electores más alto en nuestra historia y en cascada una serie de datos que, digamos, ampliaban, que ponían al INE en un desafío histórico en términos comunicacionales del que dependía el buen éxito de la elección. Intentaré explicarme en unos minutos más.

Al tener un padrón electoral de prácticamente, 90 millones de electores tuvimos, en consecuencia, que instalar 156 mil 800 casillas, cosa que nunca había ocurrido en nuestro país, estamos hablando de un número de casi 13 mil casillas más que hace seis años, pero, además, bajo la modalidad de la nueva reforma electoral de una Casilla Única, es decir, un único centro de votación donde se recibe la elección federal y las elecciones locales.

No quiero entrar en detalles técnicos quiero anotar que, como consecuencia de estos, el INE enfrento el desafío de tener que convocar, visitar en sus domicilios, convencer y capacitar a un número inédito de ciudadanos en un contexto de desconfianza, descrédito y de enojo social respecto de las instituciones, respecto de la política, respecto, incluso, de la democracia.

Tener que visitar 12 millones de ciudadanos en sus domicilios para poder reclutar al final a un millón de responsables de recibir y contar los votos, constituía el desafío primordial del Instituto Nacional Electoral de cara a la elección y la dimensión de comunicación era clave, porque, repito, en un contexto de agravios, de una sociedad agraviada ente la presencia de una serie de problemas estructurales: de pobreza, de desigualdad, de corrupción, de impunidad y de inseguridad como el que vive lamentablemente todavía nuestro país, implicaba al Instituto Nacional Electoral tener que hacer una, digamos, un enganche, un clic, si se me permite el coloquialismo, con la ciudadanía para poder involucrarla en la organización y realización de la elección que nunca antes habíamos tenido.

Ya un año antes, permítanme remontarme a 2017, frente a la necesidad de organizar las elecciones locales del Estado de México, Coahuila, Nayarit y Veracruz, el INE tuvo que enfrentar un periodo de muchísimo descontento social en el contexto del así llamado “gasolinazo”, probablemente hoy creo que esto ya lo podemos decir ya con mucha más libertad.

Ustedes recordarán tal vez y si no se los recuerdo, que en enero de 2017, el INE devolvió al erario público más de mil millones de pesos que se había otorgado, que se habían entregado para poder construir una nueva sede y, consecuentemente, ahorrar una enorme cantidad de recursos públicos que hoy todavía se erogan en rentas de oficinas centrales, y recordarán que se devolvió.

La devolución hoy lo digo sin medias tintas, obedeció a un propósito comunicacional, no fue un propósito estrictamente político, nosotros íbamos a empezar a tocar puertas para convencer a ciudadanos agraviados por el incremento de la, la liberación de los precios de las gasolinas para que pudiera realizarse las elecciones locales de 2017 y entendimos que teníamos que generar un gesto en un contexto de enojo con la política, con el Estado, con la misma democracia, para poder generar esta lógica de colaboración.

La desconfianza con las instituciones, el nuevo contexto de la era digital,  lo que ha venido colocándose como un desafío, cosa que el libro de María José aborda en parte, que es, digamos, la transición hacia la era digital, el contexto, digámoslo así, la advertencia respecto el riesgo que para la contienda democrática las fake news habían venido reflejándose, mostrándose en los procesos electorales del Brexit, del Plebiscito de Colombia, la elección de los Estados Unidos y todas las elecciones europeas, incluyendo las de Estados Unidos, bueno, las de España que se realizaron en este mismo contexto. Además ás en este mismo contexto. adems las elecciones europeas, incluyendo las de Estados Unidos, bueno, las de España que se realizarde la amenaza del hackeo y de la posible potencial intromisión de gobiernos extranjeros, en fin.

Generaron contexto realmente muy complicado, muy complejo de cara a la que de por sí, solo desde el punto de vista técnico y organizativo iba a ser la elección más desafiante.

Los estudios de opinión, además, nos habían venido alertando cómo de manera dramática han venido mutando en los tiempos recientes las formas en las que la población se sigue enterando de los asuntos públicos. A pesar de que la televisión en México sigue siendo la fuente principal de información en materia política y particularmente durante las contiendas, la irrupción de las redes sociales en los últimos años, representaba un reto inédito para una elección presidencial en nuestro país, y por supuesto, para la autoridad electoral.

Para decirlo en otras palabras: no podíamos organizar la elección más grande de nuestra historia con los mismos parámetros comunicacionales, no necesariamente exitosos, por cierto, con los que habíamos venido organizando las elecciones en el pasado.

Más aun, no solamente por estos fenómenos globales, sino además porque un fenómeno estrictamente vernáculo, estrictamente propio, nos había puesto sobre advertencia de lo que podíamos enfrentar; no debemos descontextualizar, por cierto, dejar de tomar en contexto, que venimos de más de una década de descrédito institucional en donde llegamos como institución electoral a tener los mínimos de confianza a lo largo de la historia de la propia institución electoral.

Desde la fundación del IFE y hasta 2006, la credibilidad pública en torno al Instituto Nacional Electoral, había venido teniendo un paulatino crecimiento, y a partir de 2006, con las acusaciones de fraude de aquel año, el INE, el IFE en su momento, tuvo una dramática caída en términos de la percepción pública.

Para decirlo en palabras de José Woldenberg: el proceso de construcción de confianza es muy lento, paulatino, trabajoso, y los logros se miden en micras. El proceso contrario de pérdida de confianza, de crisis de credibilidad, ocurren de golpe y los efectos se miden en kilómetros.

Nosotros estábamos justamente en este complicado altibajo en donde además tuvimos esa transición institucional entre el IFE y el INE, que implicó que el INE ahora también era corresponsable, pero en el imaginario colectivo, responsable exclusivo de las elecciones locales.

Es decir, dado que ahora el órgano electoral adquirió un carácter nacional y tenía una competencia, repito, parcial, no total, en las elecciones locales, se asumió que el Instituto Nacional Electoral era también corresponsable de los procesos locales.

No sin una falta de razón, pero esa corresponsabilidad en el imaginario colectivo en muchas ocasiones, se diluyó en una lógica de responsabilidad exclusiva, y se le pedía, repito, así, sin más, por sensación, digámoslo así, o instinto, que el INE tuviera, digámoslo así, actuaciones en el ámbito de las elecciones locales, que simple y sencillamente no podía desplegar por un macro normativo que se lo impedía.

¿Qué pasó en 2006?, además veníamos de una historia, permítanme remontarme un par de años atrás, en 2016 tuvimos 14 elecciones locales, una de ellas la de Constituyente de la Ciudad de México que fue responsabilidad exclusiva del INE, todas las demás elecciones locales en donde la participación del INE, repito, era parcial.

Bueno, en 2012, de 12 elecciones de Gobernador, hubo alternancia en ocho casos, en muchos de ellos en estados que jamás habían visto el fenómeno de la alternancia política por la vía electoral, y prácticamente la sensación colectiva era que el modelo funcionaba, y que consecuentemente, digámoslo así, estábamos logrando colocarnos en estadios, digámoslo así, novedosos en términos del respeto al voto y de la eficacia de las normas, procedimientos, e instituciones electorales.

Sin embargo, en 2017, aunque solamente organizamos cuatro elecciones locales, dos de ellas fueron particularmente controvertidas, la del Estado de México y la de Coahuila, en donde, por cierto, presenciamos fenómenos que rayaron en la ilegalidad, en todo caso, que estiraron la liga del juego político al límite, y que implicaron que socialmente se demandara una intervención, en términos de arbitraje electoral, mucho mayor de la autoridad electoral.

Este fenómeno me importa resaltarlo porque probablemente lo que ocurrió después de las elecciones locales de 2017, la crisis pos electoral, con acusaciones renovadas de fraude, desconocimiento de resultados, la evidencia de algún tipo, digámoslo así, de equívocos cometidos por autoridades locales como, por ejemplo, el Conteo Rápido en la elección de Coahuila, que es el primer Conteo Rápido en la historia, el único por cierto, Conteo Rápido en la historias de las autoridades electorales organizado por una autoridad electoral, que no coincidió en sus proyecciones con los resultados oficiales, por una serie de equívocos, de problemas técnicos que el INE, luego de un análisis, evidenció y explicó públicamente.

Pero aquí es donde comienza la historia, déjenme decirlo así, de la explicación o del proceso comunicacional de la elección de 2018.

Después de esa experiencia, que fue traumática en muchos sentidos, porque reavivó, digámoslo así, una enardecimiento en la opinión pública en contra de las autoridades electorales, una sensación, de una acusación de que el INE no había hecho lo que tenía que hacer para impedir eventuales irregularidades, sin tomar en cuenta que los órganos competentes para el arbitraje de las elecciones locales son los órganos locales, no el INE, pero vuelvo a insistir, en el imaginario colectivo la presencia del INE tenía que resolver esos problema, aun cuando jurídicamente el INE no era competente para hacerlo.

Pero el punto es, y la gran elección para nosotros de las elecciones de 2017, fue la siguiente: si el INE explica un problema, ya no está explicando, está haciendo un control de daños.

La explicación de los procesos electorales, es decir, la dinámica de comunicación del proceso electoral obligaba al INE a anticiparse, y ante el desafío logístico, operativo y político que suponía la elección presidencial, pero no solo las elecciones de 2018, el INE tenía que desplegar, así lo asumimos, una vocación pedagógica inédita que nos permitiera explicar procedimientos, en ocasiones muy complejos desde el punto de vista técnico, de la manera más sencilla para que pudieran ser asimilados por los ciudadanos, e ir construyendo de esta manera una base de confianza en torno a la elección misma.

Vuelvo a insistir, el peor escenario era confiarnos en la suerte y tener eventualmente que explicar problemas luego de que estos hubieran ocurrido.

Esto nos llevó, además, de manera paralela, a tratar de construir esta nueva vocación comunicacional, por cierto, lo menciono para no obviarlo, una serie de decisiones institucionales, hablo de decisiones jurídicas, para tratar de mejorar las condiciones del arbitraje electoral, de la equidad en la contienda, que se habían presentado como problemas disruptivos en las elecciones del 2017.

Recuerdo cuatro grandes decisiones que tuvieron un enorme impacto público como, por ejemplo, el acuerdo de la así llamada Cancha Pareja, son reglas de equidad en la competencia, el acuerdo para…

Una falla técnica nada más, bueno.

El acuerdo para regular la actuación de los funcionarios públicos respecto al principio de imparcialidad, tanto en el uso de recursos como en su actuación, que están obligados por la Constitución, pero que adolecía de una ley reglamentaria y que llevó al INE a poner una serie de reglas sobre la mesa, y finalmente la prohibición de uso de tarjetas.

Ustedes, de nuevo María José, perdón el provincialismo, el coloquialismo, ustedes se acordarán de la Tarjeta Rosa, en fin, estas tarjetas que se entregaban presuntamente como propaganda durante las campañas electorales, y que en realidad eran promesas de beneficios, si el que las ofrecía ganaba la elección y que nosotros asumimos que era una dádiva y consecuentemente, digamos, un acto ilegal.

Todo esto lo tomamos y todo esto nos lo echó abajo el Tribunal Electoral, por cierto, pero creo que logramos colocar en el imaginario colectivo la idea de una nueva autoridad electoral que busca ejercer sus actuaciones de arbitraje a plenitud.

Para plantear de manera esquemática y no abusar del tiempo, ¿cómo desplegamos la vocación o cómo enfrentamos, digámoslo así, de manera novedosa el desafío comunicacional que teníamos enfrente?

Yo diría que, a partir, insisto, de cuatro grandes ejes estratégicos:

El primero pasaba por construir una narrativa, es decir, nosotros no podíamos, asumimos, partir de la premisa que ese andamiaje electoral normativo que ha venido construyéndose a lo largo de 25 años y que ha tenido un exclusivo propósito, un propósito fundamental y primigenio, inocular la desconfianza, o sea, nuestro Sistema Electoral a diferencia de muchos otros sistemas electorales, de todos los sistemas europeos que están fundados en la confianza, aquí, en cambio está fundado en la desconfianza.

Y toda la serie de procedimientos las revisiones al Padrón Electoral, el hecho de que quienes son jurados de mesa, de casilla, los funcionarios de casilla, quienes reciben y cuentan los votos son sorteados, nadie sabe unos meses antes de la elección quiénes son lo son para una sola elección y no para la siguiente, para garantizar imparcialidad en su actuación, etcétera, etcétera, era un ABC de la elección que podríamos presumir que allá fuera, que la ciudadanía lo tenía asimilado.

Es decir, teníamos que volver a lo básico, teníamos que explicar bajo una idea que construimos, que era la de cadena de confianza, la narrativa de la elección.

Nuestro Sistema Electoral tiene una ventaja: va planteando una serie de actuaciones de la autoridad electoral que una a una suponen un encadenamiento, un eslabón, al que no se puede pasar si no se ha cerrado el eslabón previo: si no hay un padrón electoral confiable no podemos sortear a quienes van a ser funcionarios de casilla; si no hay materiales electorales hechos en papel seguridad, aquí votamos en papel seguridad, que es todavía más sofisticado que el papel moneda, pero, bueno, de nuevo la desconfianza. Si no explicábamos esto estábamos cometiendo un error en esta lógica de construir confianza.

La narrativa de la cadena de confianza fue una narrativa, por cierto, que a la postre logró posicionarse y fue asimilada por muchos actores políticos.

En segundo lugar, teníamos que asimilar el cambio generacional y el cambio, digámoslo así, de las dinámicas comunicacionales, tener que explicar el ABC de la elección en videos con mi celular que subí a Twitter y demás, déjenme decirlo así, digo, yo ya soy de otra generación, en fin, me costó tener que adaptarme, pero no podíamos dejar de hacerlo.

Hacer lo que llamábamos video momentos, participar en Facebook Live en todas las ocasiones en las que se podía, entrar en comunicación con los nuevos medios digitales, administrados sobre todos por otra generación y que tenían un impacto, digámoslo así, nunca antes explorados, constituyeron también una dinámica ya no solamente en términos de narrativa, sino también, en términos de actuación y de herramientas comunicacionales sobre las que tuvimos que dar un vuelco radical.

Para decirlo en pocas palabras: teníamos que adecuar y este es el segundo gran reto no solamente el de la narrativa, adecuar el lenguaje y la forma de comunicar para ser empático con gran parte de la población.

Sobre todo, porque es ese ámbito, el ámbito digital de dónde venían buena parte de los riesgos, y por cierto una nota a pie de página, yo siempre he dicho una cosa: los medios de comunicación digitales, las redes sociales son poderosísimos mecanismos de comunicación.

Hace algunos años muchos cayeron en la falsa ilusión de decir que el advenimiento en las redes sociales volvía ineludible el advenimiento de la e-democracy, hoy sabemos que los medios sociales sirven para comunicar no necesariamente para construir democracia.

Ahí están los países de la Primavera Árabe, todos cayeron en buena medida gracias a la irrupción de las redes sociales como mecanismo de comunicación ninguno de ellos hoy en día es una democracia a pesar de las redes sociales.

Es decir, el gran desafío y así lo asumimos era, cómo hacemos que las redes sociales puedan tener una función y una vocación democrática, porque no es algo que ocurre en automático.

Esto implicó, repito, utilizar una serie de novedosísimos mecanismos, al menos para lo que había sido la comunicación electoral hasta ese momento.

Video momentos, infografías, digámoslo así, lenguajes mucho más frescos y relajados en el modo de comunicar, algo que al final tuvo un éxito muy importante que fue, por ejemplo, el comunicar a través de RAP los grandes mensajes de los que durante los debates presidenciales se iban generando y que al final resultaron muy exitosos como mecanismos no solamente de comunicación sino de enganche respecto del mensaje institucional de buena parte, sobre todo, de la población joven.

El tercer gran reto tiene que ver con los mecanismos para combatir las fake news, soy telegráfico en esto porque bueno, Roberto Heycher, el Director de Capacitación Electoral, Rubén y Claudio, que siempre estuvo críticamente cerca de nosotros, generándonos contextos de exigencia, pueden hablar de manera mucho más detallada del punto.

Pero permítanme decir cómo logramos, cómo enfrentamos el desafío de combatir a las fake news sobre la base de tres grandes, digamos, dimensiones: la primera fue conformar alianzas con los gestores de redes sociales. El INE es el único órgano electoral en el mundo que ha logrado concretar acuerdos jurídicamente vinculantes con Facebook, con Google, y con Twitter.

En Brasil Facebook firmó un acuerdo, por cierto, con mucho menor alcance que nosotros, con la finalidad de lograr generar mecanismos que nos permitieran contrarrestar la desinformación o las noticias falsas que se generaban y que se multiplicaban en las redes sociales a través no de censura, como por cierto hoy en Francia parece ser la tendencia, a partir de las iniciativas que el Presidente Macron ha presentado, es decir, punibilizar, penar, digamos, convertir en delitos la difusión de noticias falsas, sino por el contrario, asumir que en clave democrática la desinformación tenía que combatirse con información; y en consecuencia, utilizamos estas redes para lograr potencializar cuando nosotros detectábamos que había una noticia falsa que estaba diseminándose en el ámbito digital, lograr generar, digamos, mensajes que redireccionaran al usuario, a quien estaba en contacto con esa información hacia las múltiples plataformas de información del INE del tipo: “oye, vemos que te interesa esta información, quieres saber la verdad sobe el caso, haz click aquí”, lo que permitía redireccionar hacia a nuestras bases de datos en donde había infografías, videos, etcétera, que podrían validar la información.

En segundo lugar, a partir de una alianza con medios nativos digitales, pero sobre todo con un grupo de periodistas, que hay que señalar, constituyó un punto fundamental de inflexión en esta elección, que fue Verificado 2018, que fue un grupo de fact checking, digámoslo así, pero generado sobre todo, a partir de periodistas, pues independientes, no medios tradicionales que sí se vieron beneficiados, digámoslo así de la validación de información que Verificado hizo, pero que no fueron los autores de Verificado.

Yo no sé si Verificado hubiera sido una iniciativa de Televisa o de TV Azteca o de alguno de estos medios muy consolidados, hubiera tenido el éxito que tuvo. El que hubiera sido Animal Político un portal de noticias, digamos, crítico, autónomo el que detonó esta iniciativa, que congregó a múltiples actores del periodismo, y que, por supuesto, contó no solamente con el agradecimiento, sino también con el respaldo de instituciones electorales como el INE y el Tribunal Electoral, y que les permitió verificar ya no desde la autoridad, sino desde la sociedad civil la información que respecto de la elección y del INE se venía generando, constituyó un elemento, un punto, como decía, de inflexión muy importante en el proceso de comunicación de esta elección.

Y en la tercera parte, la tercer herramienta es, lo que definimos como “certeza 2018”, que estuvo entre otros, a cargo de Roberto, así que no abundaré mucho.

¿De qué se trataba? De aprovechar la estructura territorial del Instituto Nacional Electoral el día de la Jornada Electoral, que es el momento más sensible de la elección, una estructura territorial que nos llevó a tener cerca de 45 mil funcionarios dispersos por todo el país, que son aquellos que fueron a convocar a los ciudadanos para ser funcionarios de mesa, que son aquellos que los capacitaron, y a cada uno de los cuales se les dotó con un Smartphone a partir del cual reportaban, digamos, su actuación al INE para que el día de la Jornada Electoral, en los ámbitos de responsabilidad que a cada uno le correspondía, cada uno de ellos era responsable de dos, tres cuatro, o hasta cinco casillas, mesas de votación, utilizara ese Smartphone eventualmente, no solamente como un mecanismo de transmisión de información, sino como una cámara, y que nos permitiera en tiempo real durante la Jornada Electoral ser muy rápidos y muy eficaces en poder desmentir eventuales informaciones que son, que suelen ocurrir durante la elección, no los están dejando votar, hay violencia en las casillas, ya quemaron en tal lado las mesas de votación, etcétera, etcétera, a partir de testigos incluso visuales, insisto, fotografías o videos que pudieran eventualmente revertir sin, digámoslo así, conteniendo el potencial daño de una noticia falsa durante la propia Jornada Electoral.

El cuarto reto, el último y aquí me callo, porque estoy abusando, tuvo que ver con cumplir nuestra función arbitral.

En términos de comunicación nosotros tenemos una normatividad muy restrictiva, hay una serie de prohibiciones no solamente para la sociedad en general y los partidos políticos de comprar publicidad en radio y televisión, y utilizar sólo, exclusivamente, los tiempos del estado que el INE pone a disposición para ellos, sino también una serie de prohibiciones en materia de comunicación para los propios gobiernos federal y locales.

Por ejemplo: los programas sociales durante las campañas no se suspenden, pero sí la publicidad de los propios programas sociales. Nosotros no podríamos llegar a un extremo de suspender la entrega de, digamos, beneficios públicos que son indispensables para la supervivencia, pero sí su publicitación para evitar su uso político en este sentido.

Una paradoja, el INE a pesar de no ser responsable en las elecciones del Estado de México recibió más de un centenar de quejas denunciando el uso de programas sociales con finalidades políticas, y digo no era responsable, porque siendo una elección local esas denuncias tenía que tramitarlas el órgano electoral local.

¿Ustedes saben cuántas denuncias de uso político de programas sociales recibió el INE, durante el Proceso Electoral Federal recién concluido?, estoy hablando de septiembre a julio, cuatro.

Yo estoy convencido de una cosa y con esto termino, que el explicar la elección, que el explicar lo que estábamos haciendo para combatir las fake news, que el explicar la elección, que el explicar lo que estábamos haciendo para combatir las fake news, que el explicar todo lo que estábamos haciendo para controlar, auditar, verificar y no permitir el uso indebido, por ejemplo, de la publicidad gubernamental o de programas sociales, tuvo también un efecto inhibitorio.

Es decir, cuando, creo que el cacarear, permitan esta expresión coloquial, que no íbamos a permitir fake news, que teníamos un convenio inédito con los tres gestores de redes sociales, el lograr por cierto desactivar una fake news del tamaño de una catedral, se nos iba a acusar en un cierto momento cuando estalló el escándalo de Cambridge Analytica, que con nuestro convenio con Facebook le habíamos dado toda la base de datos personales de los electores a Facebook y que Cambridge Analytica la tenía.

Afortunadamente, bueno, no digo que tengamos sistemas de inteligencia, pero sí tenemos amigos en muchos lados, fuimos advertidos del momento en que iba a, digamos, a detonarse esta noticia falsa, que por cierto paradojas de la vida iba a ocurrir a la mitad de un evento que estábamos organizando con el Instituto Nacional Demócrata con el NDA sobre fake news; es decir, mientras nosotros teníamos, fíjense cómo son, digo, hablando de malas intenciones y no quiero decir de quién sospecho, porque sería, pero nos enteramos.

En medio, digo, la paradoja, en medio de un evento del combate a las fake news, una fake news que podría tener un efecto catastrófica para la autoridad electoral, porque estábamos a pocas semanas de la realización de la elección.

Afortunadamente nos enteramos y termino así con esta anécdota, temprano, y aprovechamos la inauguración de ese evento para decir que ese día íbamos a presenciar probablemente la mayor fake news del proceso electoral, y contamos de qué se trataba.

Al final esa fake news logramos inocularla, pero en buena medida y con esto concluyo, creo que el éxito que tienen muchísimos ámbitos de mejora y por eso hacer el corte de caja es indispensable hacia futuros procesos electorales.

El éxito de la comunicación institucional del INE en esta elección, en buena medida se centró en la anticipación, en buena medida se sentó en la prevención, en buena medida se centró en consecuencia de los anterior en la inoculación de los riesgos que la comunicación política para una autoridad electoral puede tener durante un proceso tan complejo y tan grande como el que tuvimos.

Muchísimas gracias.

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