Muy buenos días a todas y todos.
Estimada doctora Janine Otálora Malassis, Presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Señor doctor, Héctor Díaz Santana, titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de los Delitos Electorales.
Muchas gracias por el acompañamiento y la decidida participación en la generación de mecanismos, insumos y esfuerzos para hacer como ya decía Héctor, de la elección recién concluida, la de 2018, la elección más observada, tanto en el plano nacional, como en el plano internacional en tiempos recientes.
Y por supuesto tanto al programa de Naciones Unidas para el desarrollo, aquí representado por el doctor Javier González, como al Instituto Interamericano de Derechos Humanos, del cual el doctor Salvador Romero, joven, viejo conocedor de los procesos electorales de América Latina y de los nuestros en particular, que fungió como secretario ejecutivo del proyecto de acompañamientos técnico a este proceso, pues digamos lograron concretar los esfuerzos desde las instancias multilaterales de acompañamiento de los que fue un proceso electoral, como decía Javier, creo que la mejor prueba no es lo que digamos nosotros aquí, sino lo que está ocurriendo allá afuera.
Es decir, a pesar de la complejidad del proceso electoral, la disputa por el poder políticos se procesó de manera pacífica y hoy están sobre la mesa de discusión, sí como mejoramos los procesos electorales, sí como se mejoran los procedimientos y las técnicas de observación, haciendo frente a los nuevos desafíos, pero sobre todo como resolvemos como sociedad los grandes problemas nacionales que nos aquejan como nación.
En tan solo 30 años el desarrollo de la tecnología y los movimientos sociales y políticos, han transformado profundamente el mundo en que vivimos.
A nivel mundial desaparecieron los bloques geo políticos, surgieron regiones económicas, se generalizó la globalización y tanto la masificación de la informática, como de las redes sociales han interconectado en tiempo real a prácticamente a todos los países, a muchísimas personas en el mundo.
En la década de los noventa, la instauración de gobiernos democráticos en los cinco continentes incentivo la creación de organismos regionales y multilaterales, avocados a contribuir al fortalecimiento de las nacientes democracias, mediante la cooperación técnica horizontal y el despliegue de importantes misiones de observación electoral.
La observación electoral, particularmente en la década de los noventa cobro carta de naturalización en todos los procesos democráticos del mundo, de entonces a la fecha mucho se ha avanzado en el perfeccionamiento de los procedimientos y sistemas que utilizan las autoridades, que utilizamos las autoridades electorales en la consolidación del sufragio, como herramienta privilegiada de las y los ciudadanos para determinar quiénes ejercerán los poderes públicos, así como también en las metodologías y profesionalización de la observación electoral.
Pero lamentablemente, la generalización planetaria de las prácticas democráticas y su crisis hoy en día, no ha significado una mayor satisfacción de la sociedad con los sistemas democráticos que se han conformado, de ahí precisamente su crisis.
Por el contrario, lo que está sucediendo es un creciente cuestionamiento a las instituciones basilares de la democracia, como los partidos políticos y los parlamente, dicho de otra manera, las instituciones que creamos para instaurar los sistemas democráticos en el siglo XX y superar los diferentes tipos de autoritarismos están siendo insuficientes para atender eficazmente las demandas y los reclamos de las sociedades.
En efecto, en la segunda década del nuevo siglo, éste nuevo siglo, me parece que los desafíos de las democracias están cada vez menos circunscritos a los procedimientos de la organización de las elecciones, y cada vez más vinculados a fenómenos ajenos estrictamente a la normatividad electoral, como la violencia, la violencia política por cuestiones de género, la desafección respecto de las instituciones, no sólo a las instituciones electorales, a las instituciones públicas en general, la creciente desigualdad, y la desinformación digital generada intencionalmente como una estrategia política durante, pero no sólo, los procesos electorales.
Debo decir que en México estos fenómenos no nos fueron ajenos y enmarcaron la organización de la elección más grande y compleja de nuestra historia. La elección de 2018, permítanme decirlo con todas sus letras, la organizamos con base en un sistema electoral configurado, por ejemplo, sin tener disposición alguna para enfrentar este fenómeno disruptivo de la desinformación digital durante las elecciones.
Para llevar a buen puerto esta contienda fue necesario diseñar una política de comunicación adecuada a los medios digitales, establecer acuerdos de colaboración con las principales empresas del mundo en la gestión de redes sociales, por cierto, cosa que no ha realizado, no ha logrado realizar ninguna otra autoridad electoral en el planeta; y establecer alianzas con medios nativos digitales para verificar la información que estaba por cruzando por las redes sociales.
Organizar y arbitrar elecciones, hoy va mucho más allá de la mera aplicación de los procedimientos estrictamente electorales establecidos en la ley, y se convierte e impone a las autoridades electorales el desarrollo de una serie de decisiones y de estrategias de comunicación, pero también, que le ponen en relevancia su función de entes políticos, ya no sólo de arbitraje de la política, sino entes que necesitan hacer política de la mano de la sociedad.
En 2018 el INE, primero apostó a la libertad de expresión y no a la censura ante la responsabilidad de garantizar equidad en las contiendas; segundo, procuró la inclusión de las nuevas generaciones mediante la conformación de alianzas con medios nativos y redes digitales para que la información verificada neutralizara la influencia de la desinformación; y tercero, trató de desplegar una gran estrategia explicativa, con vocación pedagógica, para explicar el complejo entramado electoral con el que se recrea la democracia en México para atender esta dimensión de uno de los fenómenos, insisto, que hoy constituyen el complejo contexto en el que las elecciones tiene que desarrollarse.
En pocas palabras, si queríamos darle sentido de inclusión al proceso electoral y viabilidad a la competencia democrática por los poderes públicos, las autoridades electorales estuvimos obligadas a adaptarnos y hacer frente a estos nuevos desafíos.
La masificación de la tecnología y la informática no sólo han modificado los mecanismos e instrumentos para la convivencia cotidiana, sino que han transformado la forma de hacer política, han multiplicado los canales con los que la sociedad se comunica con sus autoridades, y por supuesto, ha impactado las estrategias de quienes compiten por el poder en las urnas.
En tal sentido, el futuro de la democracia y en consecuencia los desafíos para la observación electoral, me parece que están asociados a la capacidad de generar una síntesis de los procedimientos tradicionales, analógicos, si se quiere, de la democracia del siglo XX, con las formas y prácticas de la comunicación en la era digital.
Esto no significa que esto no sea conveniente analizar con objetividad y profesionalismo como lo han hecho, lo hacen los organismos de observación electoral reconocidos a nivel internacional los procedimientos, pero la observación hoy va mucho más allá de lo que había venido construyéndose como prácticas, como buenas prácticas, como metodologías, es decir, la lógica misma de la observación en las últimas dos décadas.
Ejemplo de ello son los informes de acompañamiento y observación electoral que hace poco más de un mes recibimos de los representantes de IFES, de IDEA Internacional, de la OEA y de UNIORE al proceso electoral 2018.
De dichos informes destaco ahora, sólo como insumos para la discusión que se tendrá hoy y mañana, no sólo la importancia de que las contiendas sean observadas y analizadas con metodologías probadas, y que tanto los actores políticos como las autoridades electorales estemos abiertos al escrutinio nacional e internacional.
Sino también la conveniencia de que cualquier reforma electoral se haga con los fundamentos técnicos y con una perspectiva holística, integral de los procesos electorales para contribuir con ello a la integridad de nuestras elecciones.
De hecho, si hacemos una agregación por grandes rubros es claro que estos informes incluyen consideraciones al contexto en el que se realizaron las elecciones. Como son de manera reiterada en todos y cada uno de ellos el énfasis y la preocupación por el clima de violencia e inseguridad.
O bien, observaciones a procesos tradicionales como la designación de autoridades en los organismos públicos locales electorales y tribunales. O bien, recomendaciones para actividades innovadoras como registro de las candidaturas independientes y la fiscalización en línea, y reflexiones sobre la comunicación digital que las autoridades electorales desarrollamos durante los comicios.
Dicho de otra manera, los análisis acuciosos que recibimos sobre procedimientos, la reflexión sobre las innovaciones tecnológicas y digitales, y el balance de la estructura de la administración del Sistema Nacional de Elecciones podrían constituir pautas orientadoras para actualizar las metodologías de la observación internacional electoral y nacional también, por supuesto, en el futuro próximo.
Indudablemente los tiempos que hoy corren y la experiencia acumulada en casi 30 años de recreación de la democracia nos imponen un reto de adaptación, tanto a las autoridades electorales, como a los organismos de observación electoral, y a los legisladores quienes tienen la responsabilidad de diseñar, pactar y diseñar, pactar y diseñar las reglas de juego democrático.
Y por si no fuera suficiente vuelvo a plantearlo con otro énfasis, pactar las reglas del juego democrático. Finalmente, de lo que se trata, las únicas reglas según Norberto Bobbio en donde la mayoría no debe ser vista como suficiente es justamente las reglas de la democracia, pactar las reglas del juego democrático.
Se trata, en mi opinión, de una adaptación responsable. Se trata de una adaptación de procedimientos probados con la que se gane en eficiencia e inclusión sin perder ni un milímetro de eso que tanto nos ha costado trabajo construir, certeza en torno a las elecciones.
No creo que sea un asunto de suerte ni de mera coyuntura, hoy los estudios de opinión están revelando cómo ha habido una reconstrucción de la confianza en torno al trabajo de las autoridades electorales.
Hoy estamos en estándares de confiabilidad pública después del proceso electoral de 2018 como no se había logrado tener en las últimas dos décadas, y esa es una ventana que hay aprovechar hacia el futuro.
Y no es un asunto de casualidades, México no llegó a la democracia el 1° de julio, México pudo recrearse en democracia precisamente porque las reglas, los procedimientos, el trabajo, digamos y las sinergias entendidas como contextos de exigencia entre autoridades y sociedad, entre autoridades electorales y organizaciones de observación ya estaban ahí; operaron y funcionaron bien. De ahí la importancia de este seminario para que en perspectiva comparada se vayan resaltando los temas centrales que contribuirán a que los sistemas democráticos se sigan consolidando, ahora, de la mano del potencial de las nuevas herramientas de comunicación.
Venimos señalando lo siguiente, porque es particularmente importante como autoridad electoral plantear este punto, me parece. La observación electoral, da, sí como decía la magistrada presidenta hace un momento, legitimidad a los propios procesos electorales. Son mecanismos de legitimación; sí, pero no son mecanismos de legitimación en abstracto. Son mecanismos de legitimación en la medida en que generan contextos de exigencia para las propias autoridades electorales.
De ahí que como nunca en este proceso electoral señalamos la importancia del seguimiento y escrutinio de nuestras decisiones, resoluciones, sentencias, actuaciones como algo indispensable desde el punto de vista de quienes ejercen la observación electoral a quienes una y otra vez, insistimos, demos como acompañantes de las autoridades electorales en donde acompañamiento no significa, todo lo contrario, condescendencia ni complicidades. El acompañamiento crítico es indispensable para las autoridades electorales. A nosotros nos toca ser sensibles justamente a dicho acompañamiento crítico
En México, estoy convencido que las futuras reformas deben apostar a la simplificación, a un proceso gradual de sustitución de métodos analógicos por métodos digitales.
Ayer tuvimos un buen ejemplo a nivel mundial de cómo la tecnología no está divorciada de la certeza electoral, pienso por supuesto, en las elecciones presidenciales de Brasil, y dejar atrás en buena medida, ojalá, la sobrerregulación, la sobre interpretación que exige más explicaciones y que no necesariamente disminuye los litigios, sino todo lo contario; los potencia y ni tampoco abona a la certeza en las elecciones.
A nivel internacional estoy convenido que este seminario aportará elementos relevantes para que la observación electoral internacional y la nacional sigan siendo actividades que contribuyan a la recreación de la democracia en el mundo porque si hay algo que define a las democracias es que el juego que la misma supone no se da de una vez y para siempre.
Ya hoy las autoridades electorales estamos haciendo con eventos como este, un corte de caja para pensar en las próximas elecciones y eso es justamente la riqueza y lo que no hay que olvidar de la lógica y dinámicas de la recreación democrática.
Muchísimas gracias.
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