Kofi Annan fue un personaje clave para el impulso de la democracia en el mundo; murió el sábado pasado mientras dormía en un hospital de Berna, Suiza. La fundación que lleva su nombre confirmó que un problema de salud se presentó abruptamente y acabó con su vida, venía regresando de los festejos por el centenario de Nelson Mandela en Sudáfrica.
Annan era originario de Ghana, obtuvo el premio Nobel de la Paz en el 2001 y entre 1997 y el 2006 fue secretario general de las Naciones Unidas, donde impulsó medidas globales para combatir problemas sociales y de salud. La Cumbre del Milenio es emblemática en ello, convocó a 189 países para que trazaran una agenda de compromisos para combatir la desigualdad y acabar con la pobreza extrema; hacer frente a la pandemia del sida y otras enfermedades, a la mortalidad infantil, la salud de las madres, el cuidado del medio ambiente y el desarrollo sustentable. También destacó su participación en el protocolo de Kioto que se hacía cargo específico de la contaminación por gases; logró alzar la voz ante el autoritarismo aunque también enfrentó críticas por lo que sus detractores consideraron omisiones o episodios que le significaron grandes frustraciones como la guerra en Irak del 2003, donde el gobierno estadounidense ignoró al Consejo de Seguridad de la ONU y afectó a miles de civiles en Bagdad persiguiendo armas terroristas que nunca aparecieron.
Tenía 80 años cumplidos pero no mostraba deterioro físico, estaba activo en la promoción de los valores democráticos en muchos países. El 23 de mayo de este año, cuando faltaban apenas unos días para la jornada electoral que vivió México el 1 de julio, el INE recibió la inolvidable visita de Annan acompañado por observadores atentos a una elección relevante en el continente. En la comitiva estaba Laura Chinchilla, expresidenta de Costa Rica, quien desde hace tiempo ha colaborado con la OEA para impulsar mejores condiciones democráticas en la región.
Querían saber más del estado que tiene la democracia en nuestro país y el premio Nobel dedicó algunas horas para conversar con las consejeras y los consejeros que integramos la autoridad comicial mexicana. Lo recibimos en el salón de usos múltiples, un espacio que habitualmente se ocupa para celebrar sesiones de distintos órganos del Instituto que revisan y aprueban reglamentos, acuerdos o resoluciones propias del arbitraje y la organización de elecciones.
Nuestro invitado dictó una conferencia en el auditorio de Viaducto Tlalpan y Periférico. Se veía físicamente muy bien, lúcido y analítico; reconoció los grandes avances de nuestro modelo de democracia, hizo preguntas respetuosas pero no condescendientes y conversamos con mucha transparencia sobre ángulos positivos pero también sobre los problemas de la democracia mexicana. Se mostró complacido por los debates presidenciales, por la logística comicial que garantiza casillas ciudadanas dispersas en todo el territorio, pero preocupado por la inseguridad que lastimaba en los estados donde fueron asesinados candidatos; puso acento en ello cuando bajamos al auditorio a escuchar su conferencia. A la audiencia le dijo: “Sin control, la violencia criminal plantea una seria amenaza para las instituciones democráticas”.
Así resumió la elección mexicana que estaba por celebrarse: “El 1 de julio millones de electores emitirán sus votos en más de 156,000 casillas para elegir más de 3,000 cargos públicos tanto a nivel federal como local. Esta es una fantástica celebración de la democracia, y en tiempos de creciente cinismo ante los valores democráticos es una fuerte afirmación del deseo de los ciudadanos por una gobernanza democrática”.
Acompañado por Chinchilla y el presidente del INE, Lorenzo Córdova, también señaló que no todo era color de rosa: “No subestimo los retos a los que nos enfrentamos, a los que se enfrentan al administrar las elecciones de esta magnitud. En una era de escepticismo público y de noticias falsas, mantener la confianza del votante en el proceso electoral es un esfuerzo complicado y multifacético”.
En las autoridades electorales vio una doble responsabilidad, la de cuidar no sólo las condiciones de legalidad, también propiciar las de legitimidad en los resultados comiciales.
Córdova hizo una breve reseña de su currículum para dar paso a la conferencia, aclarando que seguramente ya todos quienes estábamos ahí en el auditorio sabíamos de su trayectoria.
Annan bromeó, agradeció mucho esa introducción y aprovechó para señalar que él antes pensaba que todos lo conocían pero había notado que no tanto. Vino entonces una anécdota que repetía en otros foros, contó que terminando su labor en la ONU decidió tomar unas largas vacaciones con su esposa en un lugar de Italia donde el bosque cercano les permitiría caminar solitarios entre la naturaleza, pasar inadvertidos. Cuando fueron a una tienda pensó que su pretensión de pasar incógnito se había terminado porque un grupo de personas notó su presencia y se aproximaron directamente muy emocionados. Entonces un hombre le tocó el hombro y le dijo: “Hola, Morgan Freeman”.
Se mostró como un hombre sencillo, recordó que el desencanto con las urnas abre terreno fértil para gobiernos autoritarios y de ahí que la participación es clave para el fortalecimiento de la democracia. El domingo de la elección mexicana 56 millones de personas votaron en libertad. El mundo perdió a un hombre ejemplar que dejó un legado que no podemos dejar en el olvido.